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37. Sacrificio familiar

What I Belive - Skillet

Notaba a mis amigos correr delante de mí, tan rápido que con un paso en falso caeríamos cuesta abajo, pero lo único que conseguía ver eran las ramas de los árboles chocar con mi rostro que trataba de proteger con los antebrazos. El olor a polvo y bosque impregnaba el aire junto con la poca niebla que quedaba. Los crujidos de nuestros pies sobre las pequeñas ramas corriendo colina abajo eran el único sonido en medio de toda esa confusión, de todo ese caos.

Hades escapó, Cailye se encontraba herida de gravedad, Kirok se había convertido en mi familiar... Apenas era consciente de lo que estaba pasando a mi alrededor, no tenía fuerzas para pensar más allá del presente. Mi cabeza era un gran nudo de problemas, demasiado grande para desenredarlo.

—Debemos buscar un lugar para revisarla, eso no es sangre, es icor. Necesitamos detenerlo, lo sabes —dijo Evan mientras corría al lado de Andrew, quien llevaba a Cailye en brazos con sumo cuidado.

—¿En dónde? —respondió él, frustrado—. Maldición, aquí no hay nada.

Podía entenderlo. Andrew había usado su magia de curación con Cailye, lo intentó desde que salimos del palacio, pero simplemente no funcionada, no en esa herida. Evan le dijo que no podría hacer nada con su nivel actual de control sobre los atributos de Apolo, algo que me dio la impresión de que le molestó bastante a Andrew.

No estaba muy segura de lo que implicaba, pero por lo que pude ver significaba que ni siquiera los poderes curativos de Andrew podrían ayudar a Cailye.

Nos detuvimos, casi al pie de la montaña, al escuchar la sugerencia de Evan. Ya no hacía tanto frio, pero el ambiente estaba cargado de tención. Con Kirok ahí las cosas solo se ponían más complicadas, y estaba segura de que si no fuera por el estado de Cailye ya lo habrían interrogado. Nada salió como lo planeé; todo se salió de mis manos, aunque las cosas jamás estuvieron en ellas para empezar.

Me cubrí el rostro con las manos; estaba tan confundida y preocupada por la situación y en especial por mi amiga, que no podía ni hablar. Mi corazón amenazaba con salir corriendo y esconderse donde nunca lo pudiera encontrar, y quería acurrucarme en el suelo y llorar, y llorar, y seguir llorando. Pero en su lugar me concentré en lo importante; de todos los problemas que nos rodeaban, el más urgente era Cailye.

—¿Cailye? —escuché el susurro de Andrew—. Cailye...

Levanté la vista de inmediato y observé cómo Cailye movía un poco las manos, desorientada, mientras trataba de mantener los parpados arriba. Estaba despertando. Gracias a los dioses estaba despertado. Debía encontrar la forma de curarla, de neutralizar el icor, o de lo contrario consumiría todo su cuerpo como llamas a una hoja.

En ese momento, el crujido de una rama al romperse a mi espalda alertó mis sentidos. Me giré casi de inmediato, temerosa de que fuera algún monstro, y apunté mi arma contra la persona que se hallaba parada unos pasos detrás de mí. Era una mujer mayor, cuyos ojos me observaban muy abiertos.

—No me lastimes —pidió, en tono apenas audible—, no soy una amenaza.

Un humano. Mi corazón pegó un brinco.

La mujer era alta, de cabello gris, y sus ojos verdes nos miraban con duda y miedo, pero a la vez con esperanza, como si suplicara con su expresión por una salvación. Por sus rasgos supe que debía tratarse de una habitante de la ciudad, tal vez formaba parte del grupo de personas que vimos antes entre los árboles.

—¿Quién es usted y qué hace aquí? No es un lugar seguro. —Bajé la espada, puesto que la mujer no representaba ningún peligro, pero aun así mi pecho subía y bajaba sin secuencia.

Soltó aire y, luego de barrernos con la mirada, clavó sus ojos en mí.

—Ustedes son los Dioses Guardianes, ¿verdad? —quiso confirmar.

Me mordí la lengua.

Recordé las palabras de At hacía varios minutos, sobre la fe de los humanos hacia nosotros y que así obteníamos nuestro poder; si estuviera cerca me lo repetiría, pero la lechuza decidió alejarse de nosotros debido a la presencia de Kirok. No se encontraba lejos, podía sentirlo, pero tampoco la alcanzaba a ver entre el banco de niebla que quedaba.

—Así es —respondí, y a la mujer se le curvaron las comisuras de sus labios hacia arriba. Una sonrisa débil, como si con un solo suspiro la pudiera desmoronar.

De nuevo sentí esa punzada en mi pecho. La reacción de la Luz de la Esperanza, como un tambor sordo de firme percusión. Se debía a la mujer frente a mí, su esperanza era tan viva que repercutía dentro de mí en tan poco tiempo en mi presencia. Era casi abrumador la efervescencia de su fe.

—Ailyn —advirtió Sara a mi lado, mirándome como si me hubiera vuelto loca, y luego murmuró cerca de mí—. No puedes decirle quienes somos.

La miré por el rodillo del ojo, y traté de sonreír para acompañar mi próximo comentario, pero no pude.

—Sara, si ella no cree en nosotros, si no le damos esperanza, ¿qué lo hará? Estamos aquí por ellos. Merecen saber que su fe es correspondida, que todo estará bien.

Que todo estaría bien por muy lejana que fuera esa posibilidad en ese momento.

Mi amiga se quedó callada, observándome con fijeza como si procesara mis palabras, mientras me dirigía de nuevo a la mujer.

—¿Quién eres? —presioné.

—La leyenda es cierta —musitó, con los ojos brillantes, pero un sonido a nuestras espaldas captó la atención de todos en el lugar.

Escuché el gemido de Cailye a mi espalda, más fuerte que antes. Me volví hacia ella, aterrada, y la vi estremecerse en los brazos de su hermano, quien solo apretaba los dientes con los ojos ocultos en la sombra de su cabello. Movió los brazos y sacudió la cabeza, mientras el icor se expandía por su tórax. El dolor debía ser insoportable, como un parasito carcomiendo tu carne viva, y no teníamos nada que la ayudara.

Daymon y Sara se acercaron a Cailye, para revisar su condición, pero ella seguía con los ojos cerrados, inconsciente. Se movía, pero no era a voluntad, era producto del mismo icor en su sistema que creaba reacciones de reflejo para soportar el líquido invasor en su cuerpo.

—Puedo ayudarlos, en mi casa hay algo que la curará. Y además creo que tienen que descansar.

La mujer intentó sonreír, pero le salió una risita nerviosa y una mueca.

Era una oferta tentadora. Necesitábamos un lugar para reponernos, curar nuestras heridas y en especial a Cailye, y para pensar en lo que haríamos. Observé a mis amigos, unos atentos a la conversación entre la extraña y yo, y otros intentando atrasar el avance del veneno en la rubia. Kirok, por otro lado, permanecía varios metros lejos de nosotros, perdido en sus pensamientos y una expresión lúgubre en su rostro.

Resolvería lo que pudiera resolver en ese momento, me preocuparía por todo lo demás luego.

—¿Por dónde? —accedí.

—Por aquí. —La extraña se dio vuelta para guiarnos a través de los árboles, hasta que recordó algo que omitía y nos miró una vez más—. Por cierto, soy Tamara, es un honor conocerlos.

~°~

Pasaron quizá cinco o diez minutos hasta que nos topamos de frente con una casa de un solo piso en medio de toda la niebla. La precedía un extenso jardín con únicamente plantas de pequeñas flores amarillas plantadas de forma decorativa en todo el espacio. La mujer tomó varias de sus hojas mientras lo atravesábamos, y luego se adelantó para abrir la puerta.

La casa de Tamara era grande, acogedora y perfecta para descansar. Las ventanas estaban selladas con tablas y clavos, debido a ello la luz que lograba entrar al lugar era muy poca y más aun considerando el nulo sol en el exterior; cosa que también aislaba algunos sonidos de afuera.

Me quedé de pie en la puerta de la sala mientras Tamara guiaba a Andrew hasta el sofá para recostar a Cailye. Mi amiga gimió de nuevo, y apretó los dientes con fuerza para controlar el dolor. El icor seguía tomando lugar en su cuerpo, expandiéndose como una mancha cada vez más negra.

Evan se le acercó y empezó a revisar la herida a lo que Andrew se enderezaba, luego se quedó de pie a su lado junto con Sara. Noté por el rodillo del ojo a Daymon en una de las sillas, cerca de Logan; y a Kirok bajo el marco de la puerta principal, buscando con los ojos a At de forma disimulada, casi como si estar cerca de la puerta le diera una salida de emergencia.

La mano de Cailye apretó la de Evan de forma involuntaria, fue un simple reflejo, que el chico de ojos azules correspondió. Arqueó su cuerpo, como si estuviera poseída, y soltó un grito adolorido que confirmaba su sufrimiento. Me acerqué a ella de un solo salto y me quedé a centímetros de su cuerpo, al lado de Andrew, lista para lo que ocurriera.

Tamara corrió hacia otra habitación más allá de la sala, al tiempo que entre Sara y Andrew intentábamos evitar el movimiento de la rubia. A los pocos minutos la dueña de la casa volvió con una taza en las manos llena de una crema verdosa; nos la ofreció, apresurada y con torpeza.

—Son artemisas, las plantas del jardín, tienen propiedades curativas —informó—. No sé qué tanto les puedan servir, pero es lo que puedo hacer.

Evan recibió la taza, pero justo cuando se la iba a agregar a la herida de Cailye, ella volvió a gritar. Se retorció sobre el sofá, provocando que Tamara retrocediera unos pasos por reflejo, y encorvó la espalda para tratar de lidiar con el dolor. La mancha negra que cubría casi la totalidad de su abdomen se encendió en el centro de rojo, como lava, e incluso creí verla palpitar, como un parasito extraterrestre drenándole la vida.

Los sollozos de mi amiga inundaron la estancia y con cada segundo se volvía más y más brusca con sus movimientos. Andrew y Daymon se abalanzaron sobre ella y le sostuvieron tanto brazos como piernas, respectivamente, mientras Sara, de la nada, extendía su mano derecha sobre el rostro de Cailye.

De su mano extendida un brillo violeta se hizo presente, cubriendo la cara de Cailye en un santiamén. La rubia dejó de moverse de golpe, y relajó su cuerpo a tal grado que se volvió a acomodar en el sofá sin problemas, como una hoja cayendo del árbol.

Miré a Sara con los ojos abiertos, y ella a su vez permanecía con los ojos clavados sobre Cailye y el ceño ligeramente fruncido.

—¿Qué...?

—Solo la dormí —me interrumpió—. No durará mucho, solo suficiente para que puedan curarla.

El movimiento de Evan atrajo mi atención, obligándome a desviar la mirada de Sara. Vi a Daymon y Andrew organizando a Cailye para que Evan le pusiera la crema de artemisas, y éste lo hizo mediante suaves deslices sobre el área afectada. Le agregó toda la crema y después envolvió su dorso con una venda que Tamara le dio. Se concentró, puso sus dedos sobre la venda y su energía divina fluyó hacia Cailye en medio de suaves tonos plateados, como polvo de plata.

—¿Funcionará? —inquirí.

—Eso espero —contestó Evan, dejando salir un suspiro—. Había escuchado de las artemisas, pero no estoy seguro de qué tanto funcione en ella. Tendremos que esperar para ver cómo reacciona. No tenemos nada mejor.

Respiré, pues desde que llegamos había estado conteniendo el aire, y me recosté en una pared aledaña al sofá. Mi cuerpo me pesaba, producto del cansancio tanto físico como mental, y me resultaba difícil concentrarme.

—Tamara, antes mencionaste algo sobre una leyenda, ¿qué era? —indagó Evan al tiempo que se levantaba. Andrew se arrodilló junto a Cailye y la examinó mientras Evan continuaba, supliendo su rol de médico. Noté que usaba su magia curativa sobre su hermana, buscando que de alguna forma le ayudara—. Lo que sabes nos vendría bien.

La mujer posó sus ojos en Evan, pues estaba distraída observando a Cailye dormir, e intentó sonreír.

—La leyenda de los Dioses Guardianes, todo el mundo la conoce, pero algunos creen en su veracidad más que otros —explicó—. Los héroes de Grecia, un grupo de dioses que velan por la seguridad de los humanos sin esperar nada a cambio, era lo que nuestros padres y los padres de nuestros padres nos contaron por generaciones. «Cuando los necesitemos ellos aparecerán», era lo que mi madre me decía, y por eso siempre creí en ustedes.

—¿De donde lo oyeron? —prosiguió Evan.

La mujer negó con la cabeza.

—El mito se repitió muchas veces, y en algunas culturas cambiaron varias cosas. No sabría cuál fue su origen —continuó ella—. Pero todo el mundo, de una u otra forma, así sea por cuentos o canciones, ha oído hablar de ustedes. Representan esperanza, salvación, paz, es todo lo que sé. Ustedes son equilibrio. Mi aldea siempre ha creído en ustedes, incluso en los peores momentos.

—¿Han tenido algún tipo de guía? —quiso saber Sara—. Creer en una leyenda por generaciones, por cientos de años sin nada que lo sustente suena complicado.

Los dioses habían desaparecido, un día estaban con los humanos y al siguiente no quedaba ninguno. Creer en algo así, a través del tiempo, sin nada concreto... Ni siquiera estaban seguros de que volveríamos, ellos simplemente creían en nuestra existencia sin ninguna prueba más allá de viejas leyendas.

La mujer sonrió, una sonrisa por completo sincera, cargada de una calidez que por apenas un segundo me hizo sentir que todo valía la pena. Mi corazón se estrujó, la forma en la que nos miró...

—De eso se trata la fe, es el principio básico de la esperanza —dijo ella con total seguridad—. Los humanos pasaremos, dejaremos este mundo, pero la esperanza... nunca desaparece.

Me preparé para preguntarle si sabía alguna otra cosa que nos ayudara, pero el golpe rotundo contra la pared captó nuestra completa atención. Dejé de vigilar a Andrew mientras Tamara hablaba, ese fue mi error; sabía que con Kirok a metros su control emocional era casi inexistente, más aun con su hermana en ese estado, y Kirok tampoco se quedaría atrás.

Cuando me giré hacia la dirección del sonido vi a Andrew sujetar a Kirok del cuello de su prenda, contra la pared. Sus nudillos estaban blancos por la presión, y noté que Andrew usaba tanta fuerza que la espalda de Kirok estaba agrietando el empapelado de la pared. Mientras Andrew amenazaba con la mirada a mi familiar, y fruncía el entrecejo, Kirok se limitaba a observarlo con desafío, retándolo a golpearlo como una serpiente.

—Les prepararé algo de comer, deben estar hambrientos. —Tamara se escabulló de la situación justo cuando Daymon y yo nos dirigimos hacia los chicos.

Andrew volvió a estampar el cuerpo de Kirok contra la pared, y en respuesta el chico de ojos rojos apretó los dientes y de un solo empujón se alejó de él. Olí las intenciones de Andrew mucho antes de que levantara el brazo, así que en cuanto los alcancé me ubiqué entre ellos para evitar el contacto que desencadenaría una pelea.

—¡Vete, demonio! —exclamó Andrew, con su filosa mirada clavada en Kirok, ignorándome, pero sin intentar terminar la acción que quería—. No puedes estar aquí. No confió en ti. Solo nos traerás problemas.

—¿Acaso quieres pelea, dios del sol? —Kirok sonrió con petulancia—. Cuando quieras estaré dispuesto a partirte la cara.

—Ya basta, los dos —hablé, pero ninguno me miró—. No es lugar ni momento para sus peleas.

—Will, este tipo no es de fiar. Te va a traicionar en cuanto tenga oportunidad, lo sabes. Debes deshacerte de él.

—Tú encantado —insinuó Kirok con la misma sonrisa socarrona—. Pero no te la dejaré tan fácil. Además, soy su familiar, y no puedes hacer nada al respecto.

Esta vez la sonrisa de Kirok se agrandó, destilando confianza, provocando la ira máxima de Andrew que causó un brillo sobrenatural en sus ojos similar a los de Cailye en París.

Supe que se movió rápido, y debido a ello casi no me percaté de sus acciones cuando de un empujón me apartó de en medio, y se abalanzó contra mi familiar con la intención de herirlo. Lo tiró al suelo y le propinó un puñetazo en el rostro, con la fuerza suficiente para dejarle la marca; Kirok correspondió al gesto pateándolo en la pantorrilla, y lo retiró de encima de él con otro golpe en el estómago. Andrew, casi sin aliento, se dispuso a volver a golpearlo...

Pero entonces Daymon apareció tras Andrew, sujetándolo de los brazos para que no siguieran peleando. Me apresuré a hacer lo mismo con Kirok, con la diferencia que en lugar de tomarlo por la espalda lo hice de frente, ubicando mis manos sobre su pecho.

—¡Te vas a arrepentir, asqueroso demonio! ¡De todo! —gritó Andrew tratando de librarse del agarre de Daymon.

—No puedes hacer nada, ahora soy su familiar, no nos puedes separar. —Esa sonrisa de Kirok solo empeoraba la situación. Andrew era paciente, bastante, pero cuando se trataba de Kirok se convertía en otra persona—. Acéptalo, dios del sol, ahora tendrás que soportarme, igual que antes.

—Eso lo veremos —espetó Andrew apretando más la mandíbula—. Buscaré la forma de alejarte de ella. ¡Solo la vas a lastimar! Puede que te hayas convertido en su familiar, pero puedo ver tus intenciones, monstruo, puedo oler tu traición.

—¡Fue suficiente! —grité—. Ya basta los dos, no es momento para sus peleas. No es lo importante ahora. Tenemos que enfocarnos en lo que sucede, no matarnos unos a otros.

—No confío en él, ninguno lo hace —repuso Andrew—. ¿Acaso no lo ves? Estar cerca de él nos traerá problemas innecesarios. Es su sirviente, Will, siempre lo será. Él intentó matarte más de una vez, en Nueva York y en la bodega, fue él. Su magia asesinó a Astra. —Se volvió hacia mí—. Corta el vínculo, rompe su contrato.

Mi respiración se entrecortó. Me era difícil respirar. Sí, lo sabía. Fue la espada de Kirok bajo las ordenes de Hades. Y una parte de mí lo odiaba por eso. Una parte de mí, por muy pequeña que fuera, quería tirarle a Kirok a la furia de Andrew. Pero lo había visto, la mirada de Kirok esa noche en el hotel... En realidad, él nunca lastimó de verdad a mis amigos ni a mí.

—No puedo hacer eso, no ahora. —Traté de sonar tranquila, como si tuviera todo bajo control, cuando en realidad solo estaba confundida; confundida y cansada. Sabía que una pelea real entre ellos no terminaría nada bien, de hecho, terminaría con uno de los dos muerto, por lo que evitarla era lo apremiante—. Intenta calmarte, Andrew, por favor. Viste lo que le ocurrió a Hades cuando Kirok cortó el contrato, ¿acaso quieres que me suceda lo mismo?

Lo miré a los ojos y él suavizó su mirada solo un poco, comprendiéndolo. Era verdad que eso me ocurriría si cortaba el vínculo sin más, pero lo que en verdad quería hacer era impedir un linchamiento masivo. Todos lo odiaban, y de no ser por mí Kirok no estaría con nosotros. Lo único que lo mantenía vivo era su lazo conmigo.

—Ya escuchaste, dios del sol, guarda esos colmillos. —El tono de Kirok era de mofa absoluta. Se le veía demasiado relajado y divertido para lo que estaba tratando de provocar en Andrew, semejante a la desbordante confianza de su antiguo amo.

Y consiguió lo que quería.

Andrew se soltó de un solo movimiento de los brazos de Daymon y saltó sobre Kirok sin importarle mi presencia justo frente a él. Mi nuevo familiar me tomó del hombro tan rápido que apenas fui consiente cuando me tiró a un lado para encontrarse con el puño de Andrew.

Entre puños, patadas, golpes, y gracias a los dioses cero de magia, los dos chicos volvían a golpearse. No entendía esa dinámica entre ellos. Si usaran su energía divina con el otro todo terminaría más rápido, no entendía la necesidad de solucionarlo a golpes.

Le hice una señal a Daymon para que interfiriera otra vez, pero él con un gesto de cautela me indicó que no se acercaría a esos dos mientras estuvieran golpeándose. Lo entendía; cerca de Andrew y Kirok era tan peligroso como una franja de guerra, pero no por eso dejaría que se acabaran a golpes.

Apunté las manos a la bola de chicos peleando cuerpo a cuerpo, concentrada en encontrar un limite para los dos. Un punto donde no tuviera que vigilarlos todo el tiempo.

Un destello rosa apareció en las muñecas de ambos sujetos, como una pulsera, hasta que se compactó y formó esposas mágicas en sus manos. Andrew y Kirok se separaron para luego incorporarse, con los brazos atados hacia delante, y ambos posaron sus ojos en mí, interrogantes y sorprendidos.

—Will —regañó Andrew, molesto.

—No me dejaron opción —excusé—. Su actitud es un problema más, y hasta que no se relajen y acepten la presciencia del otro esas esposas no se irán. Lo siento, chicos, pero no tengo cabeza para lidiar con ustedes.

Kirok frunció el ceño, pero fue Andrew quien habló.

—Es ridículo. Él es un traidor. Ha estado con Hades todo este tiempo, no hay razón alguna para confiar en él, y lo sabes; solo usas tu intuición, Will, pero la intuición a veces se equivoca. —Miró a Kirok a unos pasos de él—. Es un demonio, nunca estará de nuestro lado, es el enemigo.

Ambos se lanzaron miradas asesinas mutuas, pero Kirok no respondió ante las acusaciones de Andrew.

—Estoy de acuerdo con Andrew —apoyó Sara antes que pudiera abrir la boca. Se encontraba cerca de Cailye, mirando a Kirok con desconfianza y su collar-arma en la mano cerrada, con Evan a su lado observando a situación de reojo—. Nadie más que tú confía en él, y si quiere en verdad ser tu familiar debe comenzar por probar su lealtad.

—¿Qué sugieres? —preguntó Daymon, enarcando una ceja.

—Queremos saber todo lo que sabes —concretó mi amiga sin alejar los ojos de Kirok, analizando su reacción lista para lo que fuera—. Eras su mano derecha, debes tener información que nos sirva, queremos escucharlo todo, no omitas nada.

Por un momento creí ver un brillo oscuro en los ojos rojos de Kirok, como una pena o un pecado, pero tan rápido como apareció se fue. Dejó de sonreír y en su lugar me miró, como si esperara mi permiso o petición.

—Sara tiene razón —acepté—. Lo que sabes nos puede servir, y además hay cosas que todavía no entendemos de sus motivos. Si lo sabes, Kirok, como mi familiar te pido que lo digas.

Me observó por prolongados segundos, con fijeza, hasta que levantó la cabeza y tomó aire. Cuando comenzó a hablar no miró a nadie más en la sala que a mí, y aun así todos los ojos, excepto los de Cailye, cayeron sobre él, atentos a sus palabras.

—No fue su idea, jamás se hubiera interesado por un don humano si alguien no lo hubiera engañado para ello. Es el rey del Inframundo, pero eso no significa que sea malo. Le lavaron el cerebro, y aunque lo sabe no le importa.

—Explícate —exigió Sara.

Sus ojos volvieron a destellar, un filo peligroso. Su cuerpo se tensó, como si de repente se hubiera puesto muy alerta.

—Fue Pandora, la mujer que gobierna a las Amazonas, la dueña de la caja de todas las desgracias, la dueña original de la Luz de la Esperanza —soltó, y en ese preciso instante todos los cabos sueltos, las cosas que había visto y escuchado, las preguntas sin respuesta tomaron sentido.

Las palabras de Odette y las advertencias de Louis ahora las entendía, la explicación de Astra en la bodega, incluso lo que la Afrodita y el Ares originales me dijeron en el sueño sobre Hades... Todo fue tan claro y confuso al mismo tiempo que no sabía por dónde comenzar a bombardear con preguntas a Kirok.

Abrí la boca para comenzar mi interrogatorio, pero Kirok se me adelantó, como si supiera exactamente lo que quería saber.

—Todo esto fue plan de Pandora inicialmente, cuando Hades le dijo en dónde se encontraba la Luz de la Esperanza ella lo convenció de ayudarla a obtenerla. Desde el comienzo fue su idea, Hades solo siguió sus órdenes, y yo solo seguí las de él. Trabajaron juntos para apoderarse de ella, e incluso lo convenció de que Perséfone no lo amaba, que lo controló para que cambiara su verdadera naturaleza, lo puso en su contra. Quizá si Hades no se hubiera alejado de Perséfone él no habría seguido ciegamente a Pandora.

—¿Qué conseguía Hades a cambio? ¿Cómo fue su trato? —quiso saber Evan, observándolo de reojo desde el sofá.

Kirok lo miró y completamente serió respondió.

—Ella lo liberaba a cambio de su colaboración y le dejaría la Luz de la Esperanza una vez realizada su venganza. Aunque no creo que se la diera voluntariamente, Pandora es muy astuta en ese aspecto, dudo que estuviera dispuesta a perderla de nuevo. Es inteligente y peligrosa tanto de aliada como de enemiga, tenía a Hades bajo su control mucho antes de romper el sello el día en que los Dioses Guardianes murieron. Ella lo convenció dividirse y volverme su familiar, le dijo que así tendría siempre el control de sus debilidades. Siempre que Hades intentaba salir del Inframundo ella estaba detrás de todo. Hades... él en realidad no quería dejar su reino. Esa mujer puso muchas malas ideas en su cabeza desde que la acogió luego de que los dioses la desterraran.

Volvió su mirada hacia mí.

»También su muerte fue idea de Pandora; se dio cuenta de que no podría obtener la Luz de la Esperanza si era Atenea quien la protegía. Reconocía su poder, por lo que deshacerse de ustedes y esperar a una portadora más débil le resultó más conveniente. Supongo que no era rival para Atenea, pero sí para ustedes. Antes eran dioses, ahora no son más que sus reencarnaciones; su nivel de poder actual no tiene oportunidad con el de ella. Siguen siendo humanos, esa es su verdadera debilidad.

Una parte de mí recibió el golpe directo. Pandora no era rival para Atenea, y yo no era rival para Pandora. Si Hades no era de quien debíamos preocuparnos y Pandora era nuestra verdadera enemiga, no podía ni imaginarme cómo detenerla. No tenía ningún dato de ella, y ella parecía saber todo tanto de nuestros antecesores como de nosotros; tenía la ventaja, y era arrolladora.

Además, si consiguió controlar a Hades, que de por sí era poderoso y uno de los Tres Grandes Dioses, no me alcanzaba a imaginar la cantidad de poder del que disponía. Y, por si fuera poco, su aparente inteligencia resultaba amenazadora.

—¿Hades cómo se enteró del escondite de la Luz de la Esperanza? —indagó Sara, observando con desconfianza a Kirok, casi a la defensiva.

El chico bajó la mirada al instante, pareció observar sus zapatos y recobró la firmeza tanto de sus palabras como de su postura. Clavó sus ojos en mí, con más significado que antes, y cuando habló fue como si me lo dijera a mí en lugar de responder la pregunta de mi amiga.

—No lo sé.

Noté que Daymon ladeó la cabeza y frunció el entrecejo, confundido, sin dejar de observar a Kirok. ¿Qué percibía de él en aquel momento?

—¿Sabes dónde está Pandora? —Se me hizo extraño escuchar a Andrew preguntarle algo, ya que en una situación normal no tendría que preguntarlo puesto que ya lo sabría, pero ahora solo lo dijo en ese tono analítico que usaba cuando le faltaban piezas de una situación, como si quisiera armar un rompecabezas incompleto—. ¿O lo que quiere conseguir al enfrentarnos con Hades?

—No estoy seguro, la última vez que supe de ella estaba en Kamigami. Y no sé qué planea, jamás le agradé; hablaba a solas con Hades, supongo que le generaba desconfianza. Ella... tiene una muy buena intención y nunca toma riesgos —respondió Kirok sin hacer contacto visual con él, seguía con la cabeza fija al frente—. Puede que Pandora sea la cabeza de todo esto, pero Hades no deja de ser peligroso. Está libre, es poderoso, y sin mí es un completo loco, eso sin contar el ejercito que tiene a su disposición. Si no se encargan de él ahora, luego no podrán. Está débil por lo que pasó, pero eso no durará mucho. Además, perdió la cordura, es capaz de hacer todo con tal de conseguir lo que quiere.

El ambiente estaba tan tenso que se podía cortar con un tenedor. Respiré profundo, y me recosté en la pared en medio de un suspiro, con las manos cubriendo mi rostro, tratando de pensar un poco en medio del caos mental que cubría mi cabeza.

Debía pensar en lo que haríamos, nuestro próximo movimiento ahora que sabía que Pandora contaba con un plan que desconocíamos y que quizá estábamos siguiendo sin saberlo, pero entonces recordé las palabras de Hades antes de desaparecer.

Por un momento sentí que el aire se me escapaba de los pulmones, como un globo, igual que siempre que se trataba de mi familia o amigos, y me alejé de la pared de un salto.

—Mi familia —susurré, pero en tono lo suficientemente alto para que seis pares de ojos se posaran sobre mí—. Hades... —traté de explicar— él sabe quién soy, debe saber acerca de mi familia, me lo dijo. Tengo que ir, debo asegurarme de que estén bien.

—Cálmate, Ailyn —dijo Sara acercándose a mí, con los brazos cruzados sobre el pecho y mirada confundida—. ¿De qué hablas?

Tomé aire e intenté explicar de forma breve lo que presentía acerca de mi familia.

—Antes de que despareciera me dijo que conocía mi debilidad. Nuestras familias, Sara, no tienen protección si él intenta algo contra ellos, si lastima a mi familia... —Abrí los ojos de par en par, horrorizada—. No, por supuesto que no. Iré y me aseguraré de que no ha puesto sus manos sobre ellos.

Caminé hacia la salida, dispuesta a marcharme y proteger a mi familia, pero sentí la mano de Andrew sobre mi brazo antes de que siquiera pudiera dar un paso.

—No puedes. —Me miró a los ojos, con esa intensidad que usaba cuando decretaba una acción—. Si él lo dijo debe ser una trampa. Recuerda que lo que busca tú lo tienes, y si te vas ahora le darás más ventaja de la que tiene.

Lo miré con suplica.

—Son mis padres, no puedes pedirme que solo lo pase por alto. Están en peligro y no puedo permitir que algo les pase. Me necesitan más que nunca.

—Nosotros también —indicó Daymon, acercándose a nosotros sin la sonrisa de siempre—. Entendemos cómo te sientes, todos estamos preocupados por nuestras familias, pero irte sin pensar es lo que él quiere. Además, Astra se aseguró de su protección, ¿lo olvidas? Hades no puede tocarlos.

Recordé las palabras de Astra antes de salir del hotel y me permití soltar el aire contenido en mis pulmones al mismo tiempo que Andrew alejaba su tacto de mí, ahora más tranquila. Confiaba en la magia de Astra, ahora más que nunca.

—No hasta que ella murió. —Logan, casi en la puerta principal, habló por primera vez desde que llegamos a la casa. Me miró con desdén, como si no le importara el significado de sus palabras, mientras permanecía con los brazos cruzados sobre el pecho—. Al morir su conjuro se debilita y empieza a desaparecer, sus casas solo estarán ocultas un par de horas más.

—¿Qué...? —musité, todavía más pálida, como si alguien me hubiera golpeado con un gran trozo de madera.

—Tal vez las cosas no sean tan malas allá. —Sara intentó consolarme—. Están al otro lado del océano, nada debe estar ocurriendo en casa, o al menos no por ahora.

—Los monstruos no son el peligro —continuó Logan, sin la más pequeña gota de tacto—. Si Hades quiere a tu familia nada le impedirá conseguirla.

Sara le lanzó una mirada fulminante y luego ubicó sus manos en mis hombros; dejó de observar a Logan como si lo quisiera golpear y se concentró solo en mí.

—Tiene razón —murmuró y me miró a los ojos de golpe—. Iremos nosotros. —Señaló con la cabeza a Daymon, algunos pasos a su espalda.

—¿Qué? —exclamamos el pelirrojo y yo al unísono, sorprendidos.

—No es seguro si vas, él no sabe dónde estás y revelar nuestra posición no es una opción —explicó—. Debes permanecer aquí y pensar en lo que haremos cuando Cailye se recupere. Daymon y yo nos aseguraremos de que estén bien y de que Hades no pueda tocarlos.

Me sonrió con dulzura.

—Sara...

—¿Estás segura? —inquirió Daymon rascándose la nuca, otra vez; estaba nervioso—. No tengo problema con ir, pero creo que la ayudarías más aquí.

—No —respondió mi amiga sin apartar la mirada de mí—, ella no me necesita aquí. Además, soy la única a quien ellos escucharán. Si vas solo, Daymon, se aterrarán. No te ofendas, cariño, pero creerán que te volviste loco o se esconderán de ti. Sus padres, en especial Henry, son un poco complicados.

Sara tenía razón, ella era la única que podría hacerlo. La única a quien le creerían y en quien confiaban como si se tratara de mí. Ellos eran difíciles, no les agradaba para nada ese tema, y a duras penas lo entendían, solo a mi mejor amiga le harían caso.

—Gracias. —Sonreí en agradecimiento, como si me hubiera quitado una piedra de encima, sin saber qué más decir.

Ella asintió, me abrazó y después de separarse de mí tomó a Daymon de la muñeca y lo haló hasta la entrada. Miró a Andrew, cerca de mí, con ojos serios.

—Cuídala —le dijo ella. Miró a Kirok de reojo y frunció el ceño—, de todo.

Andrew asintió con determinación, casi con ira, siguiendo la mirada de Sara. La pareja salió de la casa en breves segundos, y al hacerlo los seguí hasta la puerta por impulso. Ambos me sonrieron cuando sus Armas Divinas se hacían presentes, para segundos más tarde desaparecer en medio de un brillo purpurino y anaranjado.

—Ese es el menor de tus problemas —comentó Logan bajo el marco de la puerta. No me había dado cuanta que se encontraba justo a mi lado—. No podrás sellar a Hades si él está aquí.

Lo miré, solo para confirmar que con los ojos señaló a Kirok, recostado a una pared lejos de los demás. También vi, por reflejo, a Andrew hablar con Evan sobre Cailye, todavía con las esposas en las muñecas.

—¿A qué te refieres? —le pregunté—. Mencionaste algo parecido cuando Kirok se volvió mi familiar. ¿Qué sabes?

Se enderezó, con sus ojos verdes analizando mi rostro. Él era un poco más alto que yo, pero quizá solo cinco centímetros, y de cerca se veía más joven de lo que era.

—En serio que eres tonta, no puedo creer que hicieras lo que hiciste sin medir lo que eso provocaría. —Medio sonrió sin gracia—. Complicaste bastante más las cosas, felicidades.

Solté un suspiro.

—Logan, si sabes algo dímelo, no sé de qué hablas.

Frunció el entrecejo levemente.

—Él forma parte de Hades, así ya no sea su familiar no puedes romper el vínculo que los une. Son dos partes de una misma deidad, y no podemos mandar al Inframundo solo a una de ellas. O son ambas, o ninguna, no pasará solo.

—¿Insinúas...?

Se acercó más a mí, provocando que sus ojos verdes se vieran más intimidantes.

—Si quieres mandar a Hades al infierno, también debes enviar a tu familiar con él —concretó.

Tragué saliva, nerviosa, y un frio me recorrió de pies a cabeza. Me compuse en seguida; no quería parecer todavía más frágil frente a Logan.

—No lo haré, Kirok no tiene la culpa de lo que es —hablé en un intento desesperado de rechazar su conclusión—. No pienso sacrificar a Kirok para encerrar a Hades.

Me miró con atención, completamente serio.

—Haz lo que quieras, pero ten en cuenta que debe haber equilibrio, o en este caso, un sacrificio. ¿Por qué crees que los Dioses Guardianes originales murieron? Sostener la conexión con los otros mundos significa demasiada energía divina. Abrir una puerta y mantenerla abierta era difícil incluso para los dioses. Por eso fueron siete dioses, no seis ni ocho. Siete. Y en condiciones normales. Ahora, con un lazo así entre mundos, es imposible. Cerrar una puerta justo sobre el lazo que los une es demasiado peligroso, y la puerta se volvería abrir para reclamar el lazo completo. Y eran dioses. Nosotros, por otro lado, solo tenemos parte de su poder original.

Su mirada se endureció más.

»Si intentamos hacer lo mismo que hicieron nuestros antecesores, con el nivel actual de nuestro poder, no solo perderemos la habilidad de manipular la energía divina, sino también nuestras vidas. ¿Acaso quieres repetir la tragedia por no mandar a un demonio a dónde pertenece? No puedes cerrar la puerta del Inframundo si están separados. La naturaleza de su lazo exigirá equilibrio, y si ese demonio no puede ir, adivina quién volverá. Hay lazos en este mundo que no se pueden romper.

Hubo un pequeño momento de silencio.

—Ninguno de ustedes morirá, ni siquiera Kirok —afirmé, pero el leve temblor en mi voz traicionaba mi confianza.

Él entrecerró los ojos un poco, con algo de molestia.

—Entonces piensa en una forma de compensar lo que falta. Únelos de nuevo o quítale su maldad.

Y salió. Se alejó de mí y salió de la casa como si nada.

Me quedé un rato en ese lugar, bajo el marco de la puerta, asimilando lo que aquello significaba.

La sola idea de sacrificar a Kirok me era impensable. Ahora era mi familiar, y de una forma u otra parte del equipo, y como tal no quería perderlo. Todos debíamos sobrevivir, ninguno se quedaría atrás. Entendía que si no le entregaba a Hades su parte blanca tendría que reemplazarla con algo, como dijo Logan respecto a los Dioses Guardianes originales, encontrar un equilibrio, pero ellos se sacrificaron... No, por supuesto que no; buscaría una manera de detener a Hades sin sacrificar nada.

Si era cierto que no podía romper ese lazo, entonces debía existir la forma de debilitarlo.

Suspiré. No tenía ni idea de lo que podía hacer para vencer a Hades sin sacrificar nada a cambio. Quizá ese era el problema, no debía pensar en cómo vencerlo sin sacrificar algo a cambio, debía concentrarme en lo que yo estaba dispuesta a perder para detenerlo.

—Ailyn. —La voz de Evan me sacó de mi trance, provocando que brincara por lo repentino de su llamado. Me volteé hacia la sala, donde Tamara se encontraba acomodando unos sándwiches en la mesita, y me topé con los ojos azules de mi amigo a pasos de mí—. Cailye despertó, quiere hablar contigo.

Me sorprendió enterarme de que el conjuro de Sara perdió su efecto en tan poco tiempo, y evité pensar en que quizá algo le sucedió que anuló su magia; en lugar de eso decidí creer que el hechizo por sí mismo se agotó.

—¿Cómo está? —pregunté, y aunque quise sonar tranquila, la preocupación en mi tono me delataba.

—Estable, pero bien. Puede moverse y hablar, pero es mejor que no se esfuerce demasiado. El rayo que la golpeó le introdujo icor, algo que su cuerpo humano no tolera. —Intensificó su mirada, y tras una pausa continuó—. No está en condiciones de luchar, me sorprendería que consiguiera pararse. El icor tardará varias semanas en desaparecer totalmente aun con las artemisas.

De no haberme encontrado recostada al marco de la puerta me habría tambaleado. Eso lo complicaba todo, y mucho. Sin Cailye estaríamos incompletos, y eso sin considerar que su salud era prioridad; no podía obligarla a pelear cuando en su estado correría más peligro del que por sí había, pero tampoco sabía lo que ocurriría sin ella.

—Hablaré con ella —anuncié y en respuesta Evan asintió.

Caminé hacia el sofá, donde Andrew entablaba comunicación con su hermana. Al verme se alejó de Cailye, con sus ojos oscuros clavados en mí con el ceño fruncido, estaba preocupado; se acercó a mí antes de que llegara a dicho mueble. Su agarre sobre mi brazo llegó antes que él, tan firme que me obligó a establecer contacto visual.

—No le pidas algo que no puede hacer —dijo el chico con voz apagada, con su aliento rozando mi oreja—. Hará lo que le digas, no pongas en peligro su vida.

Aparté mis ojos de los suyos y asentí, alejándome de su agarre. Él tenía razón, por desgracia.

Cuando me acerqué al sofá la contemplé un segundo antes de hablar; me fijé en el sudor de su piel, en su respiración irregular, pero sobre todo en las hojas que cubrían su abdomen. Me dolía verla en ese estado, y a la vez temía por lo que pasaría después, no solo con ella, sino con todos.

Su mirada de posó en mí, cansada. Traté de sonreír, pero me salió una mueca torcida más nerviosa que aliviada.

—¿Cómo te sientes? —indagué mientras me inclinaba a su altura.

Sus ojos me observaron fijamente y movió su nariz como perrito. Me percaté tarde de que todo eso que yo estaba sintiendo, esa preocupación e incertidumbre, ella lo estaba oliendo.

—No me quedaré aquí —sentenció en voz débil, tan quebrada que creí que iba a llorar—. Iré con ustedes. No te preocupes, puedo luchar, ya lo verás...

—Cailye —la interrumpí—, no te dejaré, lo sabes. Debes quedarte aquí, en un lugar seguro mientras tu herida sana. Si vienes con nosotros quizá no regreses. Es tu seguridad de lo que hablamos, no puedo pedirte que arriesgues todavía más tu salud.

Parpadeó varias veces y sus ojos se tornaron vidriosos, obligándola a apartar la mirada.

—No puedes hacerme eso —balbuceó—, debo estar con ustedes, en algo seré útil, lo sé. Soy parte del equipo, no puedes hacerme a un lado. Estaré bien, estoy segura, solo necesito que Evan me coloque más artemisas y que mi hermano me dé un poco más de su magia curativa.

Negué lentamente con la cabeza y posé mi mano sobre la suya; estaba helada, como la de un cadáver.

—No lo sabes y no arriesgaré tu vida. Confía en nosotr...

—¡No! —me cortó, con lágrimas en sus ojos—, confía tú en mí. He vivido toda mi vida con miedo, Ailyn; no sabes lo que se siente vivir con el peso de un error, de lo que se siente perder lo que quieres por miedo. Siempre me protegen y por eso salen heridos. Ya me cansé de ver a las personas que amo recibir los golpes por mí, ya no quiero vivir con arrepentimiento, y si me quedo aquí la historia se repetirá.

Sus palabras me tocaron el corazón, me fue incapaz apartar la mirada de sus gigantescos ojos marrones. La entendía, de una forma que ni yo comprendía, porque en el fondo éramos iguales. Ambas teníamos miedo, la diferencia era que ella ya pasó por una tragedia debido a él.

Incluso en ese momento podía sentir su miedo en carne propia, y supe en ese segundo que si le negaba el derecho a acompañarnos jamás lo superaría, porque seguía encerrada en ese miedo, y solo enfrentándolo sería capaz de continuar.

Tenía sus riesgos, más que cualquiera de nosotros, pero no podíamos ocultarla de todo eso porque hacía parte de su vida tanto como de la nuestra.

—Evan —llamé, él se acercó en un par de segundos a nosotras—. ¿Hay alguna forma de que pueda moverse? Por lo menos lo suficiente para defenderse. No pretendo que luche, solo que esté como refuerzo.

Los ojos de Cailye se abrieron mucho más y permanecieron fijos en mí como si no pudiera creerse lo que estaba escuchando.

Evan me miró como si me hubiera vuelto loca.

—¿De qué hablas? En su estado podría incluso morir.

Su comentario al parecer llamó la atención de Andrew, quien se acercó en un par de zancadas y pasó la mirada de su hermana a mí y viceversa, enfadado.

—No lo permitiré —sentenció él—. Ni de broma.

—No eres el que decide lo que hará —le recordé.

—Ni tu tampoco —recalcó.

—Tiene derecho a ir, Andrew, no podemos obligarla.

—Es cierto —intervino Cailye—. Hermano, no puedes obligarme a quedarme aquí, solo yo puedo decidir por mí misma.

—Por supuesto que puedo —respondió él con firmeza—. Te ataré a ese sofá si es necesario.

Cailye cerró los ojos un momento, parecía cansada, y los gritos de Andrew solo la agotaban más.

—Hermano —pidió Cailye con cariño—, esto es lo que quiero hacer. Entiéndeme, por favor.

El rostro de Andrew se desfiguró. No contemplaba la idea de permitir que Cailye se arriesgara de esa forma, incluso me atrevía a decir que parecía desesperado.

—No me pidas que te apoye en esto, Cailye. Arriesgarás tu vida por capricho. No tienes que ir, nos la arreglaremos sin ti, no voy a dejar que tú también...

—No es tu decisión —exclamó la pequeña rubia, con tanta firmeza que calló a su hermano. Lo miró a los ojos, casi como si no hubiera nadie más en la habitación—. Ya no me escondas tras tu espalda, no quiero seguir viendo a mi familia morir desde un lugar seguro. Sé que te sientes responsable por lo que pasó esa noche, pero no eres el único culpable, ¡yo también estaba ahí! También... —Su tono se apagó—. Yo también desperté como diosa... —Agachó la cabeza y apretó los puños—. No creas que no lo he sabido todos estos años. Fue mi fuego... esa noche, luego de que mamá murió... fue mi fuego y fueron mis raíces. ¡Fue mi energía divina tanto como la tuya! O también los... —Tragó saliva, la palabra le quemaba la garganta—. Tenemos otra familia, hermano, y no voy a perder a esta también.

Nadie se movió; todos, incluso Kirok al otro lado de la estancia y Tamara en la puerta que daba al resto de la casa, teníamos los ojos sobre Cailye. Jamás pensé escuchar algo así salir de su boca; era Cailye, la chica más tierna que conocía, pensar en que se sentía de esa forma fue inesperado.

Pero lo entendía. Lo que ellos pasaron fue horrible. Los dos se responsabilizaban de lo que pasó, ambos se culpaban y eso parecía comérselos desde adentro. Incluso Cailye, con una sonrisa en su rostro todo el tiempo, se sentía así.

Todo ese tiempo, desde que sus padres murieron, ella reprimió lo que sentía; reprimió sus deseos de llorar, de gritar, de dejar salir esa bola de emociones que la ahogaba, de convertir en palabras lo que pensaba. ¿Qué cambió para que lo dejara salir? ¿Acaso tuvo algo que ver con la herida, o con lo que pasó en el Olimpo, o incluso con el Cerbero?

Mientras observaba sus ojos reconocí lo que antes se escondió tras el dolor de su herida. Efectivamente era miedo, pero un miedo diferente a luchar contra demonios o el fuego, a lo que en realidad le temía, aquello que le impedía moverse con libertad en una batalla, que retrasaba su reacción, era miedo de perder de nuevo a su familia.

Miré a Andrew, casi cohibida, a la espera de su respuesta. Sin embargo, los ojos del chico permanecían escondidos bajo la sombra de su cabello, y lo único que delataba su estado era la pequeña mueca en sus labios. Apretaba sus manos, sus hombros se veían tensos como todo su cuerpo. Podía verlo, lo que le dolía más era que Cailye se sintiera como él.

Se volteó para darle la espalda a Cailye. Luego habló, casi en un susurro.

—Evan, tú te encargarás de que nada le pase. —Y se alejó del sofá.

Posé mis ojos sobre el chico de ojos azules, quien continuaba viendo a Andrew, y al notar mi mirada sobre él me sonrió con pesar. Aunque los Knight perdieron a sus padres en aquel incendio, Evan perdió a su madre, y el dolor era el mismo.

Él pareció intuir mis pensamientos, ya que algo en sus ojos se mostró dolido, pero se recuperó de inmediato y pasó su mirada a Cailye.

—Intentaré con más artemisas y te ayudaré con el dolor, con una buena combinación creo que podrá usar su energía divina. De todas formas, estaré atento a su avance.

Cailye asintió, pero su cabeza seguía gacha y con la misma mueca de Andrew. Sin duda eran hermanos, se parecían demasiado.

—Gracias, Evan. Pero ¿estás bien? Lo que dijo Cailye...

—No te preocupes —me interrumpió, seguido de una sonrisa que estaba empezando a creer que era falsa—. Todo estará bien.

Su respuesta no solo era evasiva, también confusa. Poco entendía de Evan, pero lo que sabía de él era que siempre anteponía los sentimientos de los demás a los suyos, por lo que saber lo que en verdad sentía me resultaba complicado.

—Tengo sueño —comunicó Cailye, devolviéndome a la realidad.

—Duerme un rato —sugerí—, estarás mejor si descansas ahora. Ha sido un día largo.

~°~

Después de una hora, sin señales ni de Sara ni de Daymon, no solo estaba al borde del colapso mental, también me encontraba tan preocupada por mi familia que apenas era consciente de que tenía otros asuntos que arreglar, como la forma de derrotar a Hades sin dañar a Kirok, o en qué hacer respecto a Pandora.

Sinceramente no entendía cómo Astra tenía todo bajo control, con un plan siempre a la mano, y sabía a la perfección qué hacer. Yo ni siquiera sabía qué hacer para menguar mi ansiedad. Era mucha presión y mi cerebro no era tan grande.

Me cansé de dar vueltas por la sala, eso solo conseguía poner nervioso a Evan y tal vez a Cailye, y en vista de que Kirok se negó a moverse de una esquina desde que le puse las esposas y Andrew no se veía presente decidí salir y esparcir mi incertidumbre en el bosque.

No comí en todo ese rato, no tenía apetito, solo cabeza para darle vueltas a cosas que apenas conocía. Así que me limité a caminar de un lado a otro en el antejardín de la casa de Tamara, donde se encontraban las artemisas. Vi a Logan varios metros a la distancia, vigilando me dio la impresión, en cambio no noté a Andrew en ninguna parte.

«—¿Ya sabes cómo encontrar a Hades? —preguntó At desde el techo, reacia a entrar a la casa. Quizá se debía a Kirok; esa era otra cosa que no entendía—. ¿O por lo menos tienes un plan? ¿Qué harías si se presenta ahora mismo frente a ti? ¿Sabes cómo vencerlo?»

Suspiré mientras pasaba las manos por mi cabello.

—Cierra el pico, At, no tengo cabeza para tus preguntas ni para tu presencia. Si solo quieres burlarte de mí y regañarme ahórratelo, lo último que quiero es escuchar lo perfecta que eres.

No la vi, pero podía asegurar que su ceño emplumado estaba fruncido.

«—Solo trato de ayudar.»

—Pues no lo haces. —La miré, y como pensé se veía como una estatua vigía sobre el tejado, que junto con la niebla le daban un toque dramático—. Si en verdad te interesa ayudarme entonces dime cómo sellar a Hades sin hacer lo mismo con Kirok.

Su semblante serio no cambió.

«—No lo sé. Quieres sellar de nuevo a Hades sin sacrificar nada a cambio, así que no sé cómo puedes salir ilesa y conseguir lo que deseas. —Sus oscuros ojos se intensificaron—. Solo te diré que no puedes proteger a todo el mundo, y que como Hebe te lo diría: piensa por un bien mayor.»

—Me estás diciendo que debo entregarle a Kirok —concluí en tono cansado.

«—Tómalo como quieras, después de todo eres una cabeza dura que no importa cuánto escuche razón, al final siempre harás lo que quieras.»

La miré mal; sus palabras no me aportaron ninguna ayuda. Ella se limitó a mirarme desde lo alto, mientras que yo por otro lado estaba cansada de escuchar lo mismo.

Seguí dando vueltas en el antejardín, atrapada en un laberinto sin salida, hasta que el sonido de varias ramas romperse atrapó mi atención. Me giré en cuando lo escuché cerca, solo para toparme con el cuerpo de un chico aparecer de entre los árboles. Tenía el cabello revuelto, la ropa llena de mugre y hojas, y aun en la oscuridad de la niebla resaltaban las esposas en sus muñecas.

Sacudió su cabeza y retiró una que otra rama de su traje antes de percatarse de mi presencia. Posó sus oscuros ojos en los míos, completamente serio e inescrutable, incluso molesto.

—¿Qué haces aquí afuera? —interrogó al tiempo que se acercaba.

Solté un largo suspiro. Para ese punto podía esperar a una harpía aparecer de entre los árboles.

—Tomando aire fresco, o niebla, no lo sé, no encuentro un lugar tranquilo para pensar, y además los chicos no han regresado, me preocupa que algo malo haya sucedido.

Estando a pasos de mí no pude evitar apartar la mirada, y para acompañar el gesto retrocedí por inercia. Entrecerró los ojos y escrutó mi rostro, analizando mi expresión.

—Tus padres están bien, no hay forma de que Hades haya dado con ellos tan rápido.

Sonreí sin gracia, puesto que sabía que solo lo decía por reducir mi preocupación en ese aspecto y que no era cierto. Era Hades, si quería a mis padres eso tendría, el tiempo no era un factor.

—¿Qué hay de ti? Te desapareciste desde lo de Cailye, ¿todo en orden?

Exhaló, y apartó la mirada hacia otra dirección. Se veía preocupado, lo que era entendible, pero más que eso lucía triste, eso sin perder la capa que lo cubría. Tal vez lo conocía lo suficiente para saber que una cosa era lo que quería proyectar y otra lo que en verdad sentía.

El toque de la puerta captó nuestra atención; se trataba de Tamara llamándonos para recibir uno de los sándwiches de antes. Nos ofreció una sonrisa, como si con solo los ojos nos pidiera que aceptáramos su ofrenda. Le devolví el gesto y me acerqué a la puerta para tomar ambos alimentos, con Andrew tras de mí.

—Gracias —le dije a la dueña de la casa.

—Es un honor. —Sonrió más y luego se adentró a la casa de nuevo.

Me volví para entregarle su ración a Andrew, y lo vi sentándose en el peldaño de la entrada, mirando hacia el bosque. Me senté a su lado, y cuando lo hice me recibió la comida sin siquiera mirarme.

—Tienes esa mirada —dijo en tono serio al cabo de unos minutos.

—¿Qué mirada?

—Esa mirada que le dice al mundo que quieres retroceder y correr en dirección contraria.

Le sostuve la mirada en busca de algo en su rostro que me dijera cómo interpretar aquello. Pero no vi nada, hermético y tenso, como siempre.

—Es lo que siento. Pero no te preocupes, no lo voy a hacer. No haré que vuelvas a seguirme.

Frunció más el ceño, como si algo en mis palabras lo molestara solo un poco. No me miraba, estaba concentrado en su comida. Su quijada estaba tensa, como si apretara los dientes con toda su fuerza.

—La chaqueta, el día que nos conocimos —dijo en un tono bajo, como si me contara un secreto—. Te la di porque sé lo que se siente despertar en medio de un caos. Y los días siguientes a eso son un infierno. Por eso no acepté cambiar de lugar con Evan cuando te vigilábamos de noche.

Me quedé pasmada. Sin duda eran cosas que jamás esperé escuchar de Andrew. Aunque fueran ciertas sentía que él nunca me diría algo así. Ni siquiera sabía que Evan le propuso turnarse conmigo esas primeras semanas, creí que le correspondía a Andrew porque Evan estaba ocupado. Mi corazón dio un solo brinco, más sorpresivo que de otra cosa.

Tomé algo de aire y me recogí en mí misma.

—Ese día estaba aterrada. También muy confundida, pero en especial tenía demasiado miedo. —Casi sonreí—. Cuando me cubriste con tu chaqueta, por un segundo, sentí que todo estaría bien y que terminaría pronto. Siempre estaré agradecida por eso. Pese a nuestra convivencia cuestionable sé que me ofrecerías tu mano siempre. Eso hizo que me sintiera menos sola.

Él no dijo nada más al respecto. Ni gestos ni miradas. Ahí había muerto el tema.

Pasaron unos cuantos minutos en silencio, mientras me comía el sándwich sin ganas, hasta que el chico habló.

—Lo que dijo Cailye es cierto —soltó de repente—. Nosotros le quitamos la vida a nuestros padres.

Lo miré de inmediato, pero él no me veía a mí, solo miraba los árboles alrededor como si estuviera solo, como si en lugar de hablar en voz alta lo dijera para sus adentros.

—Fue un accidente —me atreví a decir, pero lo hice en voz baja apenas audible.

Ni se inmutó, solo bajó la cabeza y continuó sin mirarme.

—Fuimos nosotros —siguió—. No pudimos salvarlos, sentimos tanto miedo que nos quedamos ahí mientras ellos se perdían en las llamas. Mi madre lo sabía, por eso nos abrazó. Sé que ella lo entendió, en esos segundos supo que teníamos miedo y reaccionábamos a él. Si hubiéramos contralado lo que sentíamos ellos seguirían vivos.

Tragué saliva, y jugué con la corteza del pan para disipar en algo mis nervios.

—¿Por qué me dices esto? —musité—. Es natural tener miedo, no fue su culpa. Solo eran unos niños. No hay forma de que hubiera sido diferente.

Me miró de reojo, de esa forma analítica que solía mirarme cuando no le gustaba lo que hacía o cómo me portaba. Por un milisegundo se me pasó la idea de preguntarle qué hacer respecto a lo de Kirok y Hades, pero caí en cuanta de que él sería el primero en estar de acuerdo con sacrificar a Kirok, así que preferí callarme en ese aspecto y guardarme las dudas para mí sola.

—El miedo es peligroso —declaró—. Te quita lo que amas e incluso tu propia razón. Ese es tu mayor problema. Puede que hayas salido a flote y creas que tienes claros tus ideales, pero el miedo sigue ahí, listo para controlar tus acciones. Si permites que el miedo te consuma nos perderás, y te perderás a ti misma en el proceso.

Bajé la cabeza, algo decaída, pero conseguí responder.

—Ya no tengo tanto miedo como antes, no volveré a dejarme llevar por él. Y, además, todos tienen miedo.

—La diferencia está en manejarlo o dejar que te maneje a ti. —Dejó el sándwich a un lado y por otros segundos todo fue silencio—. Eres una contradicción, ya te lo dije antes, y tan impredecible que tu reacción ante el miedo es más peligrosa que la de cualquiera de nosotros.

—¿Por qué siempre me dices esto, Andrew? —Lo miré directamente—. ¿Tanto te gusta restregarme mis defectos en la cara? ¿Tanto te divierte mis errores? A veces creo que eres demasiado honesto.

Giró su cabeza y sus ojos se encontraron con los míos. No se veía molesto, o con deseos de iniciar una discusión conmigo. A decir verdad, se veía diferente desde el beso, y no sabía qué pensar al respecto. Solo me miró, y ya, por completo serio y hermético.

—Porque alguien tiene que serlo, alguien tiene que decirte lo que los demás no se atreven por temor a lastimarte. Te falta realidad, verdad; solo si puedes ver tus fallas serás capaz de corregirlas.

—Y tú decidiste ser el que me lastime. —No pude evitar decir aquello—. Quiero decir, eres el único que no me trata como si me fuera a romper.

Observó mis ojos y luego descendió su mirada por mi rostro hasta que la apartó de repente. No sabía lo que pensaba, igual que siempre, y en verdad me encanaría mirar dentro de su cabeza para saber qué opinaba de todo eso.

—No le agradas a Rizzo —agregó—, él sin duda no te ve como un cristal.

—Lo sé, Logan cree que soy la peor persona del universo.

Y de nuevo silencio. Había pasado un largo rato con Andrew, y en todo ese tiempo no solo olvidé cómo me sentía respecto a mi familia, sino que olvidé pensar en un plan para completar la misión.

—Deberías entrar —balbuceé. Tenerlo cerca en efecto era una distracción; ahora entendía cómo se sintió Atenea con Apolo rondándola—. Cailye te necesita con ella.

—Estará bien con Evan; además, creo que necesitas más compañía que ella. No estaría tranquilo escuchando cómo cavas una zanja con tus pasos en casa ajena debido a tus preocupaciones.

Vaya que cambió. Jamás creí escuchar algo así salir de su boca. Era sincero, no tenía pelos en la lengua para señalar los defectos de los demás, poseía un don para decir lo que veía sin temor a ganarse la enemistad de alguien; pero cuando se trataba de él y de sus sentimientos, era otra historia. Era reservado, por lo que oírlo hablar así era casi un milagro.

Le iba a dar las gracias por quedarse a mi lado a pesar de lo que pasó entre nosotros, pero en ese instante un brillo violeta-anaranjado me interrumpió. Ambos nos volvimos de inmediato hacia la esfera que crecía cada vez más frente a nosotros, hasta que el brillo llegó a la cresta y se esfumó, dejando en su lugar a Sara y Daymon con sus Armas Divinas en manos.

Me levanté de golpe y con pasos torpes los alcancé, con Andrew a mi lado. Sin embargo, al contemplar sus aspectos mis pies frenaron en seco, chocando con el pecho de Andrew. Se encontraban mucho más golpeados que cuando se fueron, y también más sucios; el revuelto y enredado cabello de Sara enmarcaba los rasguños de su rostro, al igual que la fina herida en el antebrazo que traspasaba la tela del traje protector. Varias áreas del traje de Daymon se veían quemadas y los nudillos de sus manos resaltaban por los moretones recientes. No estaba segura de quién se veía peor.

—¿Qué...? —musité sin aliento—. ¿Qué les pasó? Mis padres... ¿y mi familia? ¿Ellos se encuentran bien? ¿Qué sucedió?

Los dos intercambiaron una mirada de preocupación, como si no supieran cómo comunicar una mala noticia, cosa que solo sirvió para alterar más mi ya de por sí ansioso sistema. Daymon desvió la mirada a Andrew, quien en respuesta pasó sus ojos de Sara a mí, levemente consternado.

Pensé lo peor, y lo peor de lo peor. Si ellos se veían así era porque tuvieron que luchar, y si tuvieron que luchar significaba que la vida de mi familia estuvo en peligro. Tragué saliva, con los ojos desorbitados y las piernas temblando de miedo de escuchar lo que pasó.

—Cálmate. —La voz de Sara sonó suave, aterciopelada, como la anestesia o un analgésico. Me miró a los ojos, y posó su mano libre sobre mi hombro. La mirada que tenía en ese momento era la misma que tenía el día del ataque de los cuervos, cuando sabía que lo que iba a decir no me iba a gustar, y la acompañó con una de sus muecas incomodas—. Tus padres están bien, por suerte, están a salvo.

—¿Q-Qué ocurrió? —Apenas pude oír mi propia voz cuando hablé, y sonó aguda como un pito.

Daymon y Sara de nuevo intercambiaron miradas, debatiéndose lo que dirían y quién lo haría, hasta que ella suspiró y continuó hablando.

—Astra realizó bien el conjuro, tu casa estaba protegida por magia muy poderoso, y ninguna deidad llegó al país por lo que notamos. Sin embargo...

—¿Sin embargo qué? —insistí.

Sentía el corazón latiendo desbocado dentro de mi pecho, producto de la adrenalina, y ya no sabía qué era peor, seguir escuchando o no saber lo que ocurrió con mi familia.

Mi amiga abrió la boca, la volvió a cerrar, y por ultimó me miró a los ojos con pesar.

—Poco después de que llegáramos... un grupo de harpías lograron romper la barrera y entraron al edificio. —Literalmente dejé de respirar—. Luchamos contra ellas y protegimos a los demás residentes de Prados Mágicos, e incluso impedimos que se llevaran a tus padres con ellos cuando se fueron...

—¿Se... se querían llevar a mis padres? Pero, ellos están bien ¿verdad? ¿Y Cody?

La mueca en el rostro de Sara se amplió, como si lo que iba a decir tuviera el peor sabor del mundo.

—Ailyn... —Cuando pronunció mi nombre de esa manera, todos los sonidos que me llegaron después parecían distorsionados, como si estuviera bajo el agua y no escuchara con claridad—. Cody... él... Se llevaron a tu hermano. Lo siento, no pudimos protegerlo.

No me moví, no hablé, no respiré. Solo me desconecté. La frase de Sara recorrió mi cerebro varias veces hasta que por fin comprendí su significado. «Se llevaron a tu hermano» «Se llevaron a tu hermano». Me quedé en blanco, sin saber cómo reaccionar ante la noticia.

—¿Ailyn? —Daymon tocó mi brazo y me movió, pero yo seguía ausente.

Mi mente viajó a otra parte, mientras mis ojos se llenaban de lágrimas retenidas. El nudo en mi garganta resultaba asfixiante, y de pronto perdí todo el control sobre mi cuerpo. Solo me dejé ir. De no haber sido por la presencia de Andrew a mi espalda y del tacto de Daymon, me habría desplomado sobre el suelo.

Cody... mi hermanito menor en las manos del rey del infierno... Era demasiado. Esa era mi debilidad, por eso él se lo llevó: para hacerme daño, y también quería llevarse a mi familia; igual que Astra mencionó en una ocasión.

Ni siquiera alcanzaba a imaginarme lo que le habría de hacer, ¿lo torturaría? O peor, ¿lo mataría? No, no debía pensar en eso. Retuve la necesidad masoquista de hacerme ideas apresuradas en mi cabeza, puesto que eso solo empeoraba el panorama. Traté de no imaginarme a Cody con Hades, de no pensar en la sed de venganza que tenía el dios de la muerte por haberle quitado a su familiar...

Sentí las lágrimas correr por mis mejillas, y solo cuando el tacto de sus manos alcanzó mi subconsciente pude volver a la realidad. Me enfoqué en los dos rostros de mis amigos frente a mí, preocupados de mi estado, y del ceño fruncido de Andrew a un lado de ellos.

Un grito femenino seguido del sonido de platos al romperse, proveniente del interior de la casa, captó nuestra atención. Un rayo de luz roja salió por la puerta, y luego una sonrisa siniestra escalofriantemente familiar predominó en el lugar.

Vi a Logan pasar por nuestro lado rumbo a la casa, y un segundo más tarde Sara me tomó de la muñeca y me haló al interior de la casa mientras los dos chicos se nos adelantaban. Moví mis piernas por inercia, cuando en realidad no sabía si era capaz de mover siquiera un dedo.

Ya adentro mis ojos se encontraron con el pálido rostro de Tamara, que hasta hacía poco sostenía en sus manos una bandeja que cayó al suelo al contemplar lo que ocupaba gran espacio del centro de la sala.

Todos se veían conmocionados debido a la aparición de un reflejo en la sala, como si se tratara de agua, pero en vertical y flotante; se veía turbia, la imagen no era del todo clara, pero a pesar de la poca nitidez pude reconocer el rostro de aquel ser despreciable.

Se trataba de Hades por supuesto, con su larga túnica y sonrisa irritante. Al parecer se recuperó físicamente de la perdida de Kirok, ya que su rostro se veía igual que antes. Al fondo pude distinguir los árboles, e incluso un lago que me pareció familiar.

—¿Saben que odio más de los humanos? —El reflejo habló, con esa voz escalofriante y socarrona al mismo tiempo, cargada de superioridad—. Sus actos predecibles. Son débiles, y siempre cometen los mismos errores, una y otra vez.

Me liberé del agarre de Sara, y pasando frente al sofá donde Cailye y Evan observaban el reflejo caminé hacia la figura de Hades. Andrew me sujetó del antebrazo antes de que llegara a la ilusión, pues de seguro intuyó mi intención de lanzarme sobre Hades aunque no consiguiera nada con eso.

—¿Dónde está? —exigí saber—. ¡Sé que lo tienes, dime dónde lo metiste, maldito demonio!

Vi el atisbo de una sonrisa en su rostro, pero a pesar de que todo mi cuerpo clamaba ponerle las manos encima y recuperar a mi hermano, en ese preciso momento era imposible.

—Deja de ladrar, pequeña Atenea, que no te queda bien. Además, te dije que te iba a devolver el favor.

Se movió a un lado, dejando ver la silueta de una pequeña personita a su espalda, cerca de los árboles... El aire se fue de mis pulmones en una exhalación sin poder contenerlo, y me quedé quieta en mi lugar, como si me hubieran golpeado, observando con fijeza a aquel niño de cabello castaño.

Se encontraba inconsciente, con los ojos cerrados, levitando a la espalda del rey del Inframundo, como un muñeco de trapo. ¿Cómo no lo vio venir? Se suponía que Cody era vidente, debía saber que eso ocurriría, debió avisarme, debió evitarlo...

—¿Qué le hiciste? —bramé, y sentí que la fuerza de Andrew sobre mi brazo aumentaba— ¡¿Qué demonios le hiciste a mi hermano?!

Contenía tanta ira, tanta cólera hacia Hades, que sentía que en algún momento todo eso tendría que salir por alguna parte de mi cuerpo. Traté de regular mi respiración y el latido de mi corazón, sin embargo, fue en vano. Estaba demasiado alterada para controlar mi cuerpo o mis acciones. Solo quería vencerlo, hacerlo pagar por atreverse a poner un dedo sobre mi familia...

El dolor en mi antebrazo causado por los dedos de Andrew me trajo de vuelta a la cordura, obligándome a comprender que ahora debía pensar y actuar con raciocinio.

—Nada, aún. —Su risa victoriosa no dio espera, se esparció como eco por toda la casa—. Si quieres recuperarlo, pequeña guerrera, búscame en el lugar donde todo empezó. Tienes algo que quiero, y yo algo que necesitas; debes decidir qué quieres sacrificar, y cuando lo hagas estaré esperando tu respuesta.

Luego, el reflejo se contrajo hasta que se esfumó en medio de humo negro.

Me mantuve un momento en esa posición, sin moverme, sin hablar, sin respirar, sin pensar. Solo ahí. Como si mi vida hubiera sido absorbida junto a la ilusión, y así fue. La impotencia y frustración llenaron mi cuerpo, mi torrente sanguíneo dejó de circular, e incluso dejé de escuchar los latidos de mi corazón. Las lágrimas no eran suficientes, los lamentos no me aportaban ningún avance, y las dudas solo me retrasaban.

Fue ahí, cuando estaba entre la espada y la pared, cuando no le vi ninguna salida donde todos estuvieran bien y a salvo, que tomé mi decisión. Ahí, en ese instante en que me planteé la idea de perder a mi único hermano, comprendí que para derrotar a Hades tenía que estar dispuesta a entregar algo a cambio. Y ya sabía lo que iba a sacrificar.

—Ailyn... —No supe cuánto tiempo pasó desde que la comunicación con el demonio terminó hasta que la suave voz de Sara llegó a mis oídos—. Estás... ¿Te encuentras bien?

No, no estaba bien en lo absoluto. Y no lo estaría mientras Hades siguiera en la Tierra. Nuestras condiciones dejaban mucho que desear, y mi experiencia como líder era nula, pero no teníamos tiempo para mejorar.

Sin responder a la pregunta de Sara atravesé la sala, y en el camino le di una ligera mirada a cada uno de los presentes. Todos me miraron, expectantes y algunos preocupados, pero no dije nada.

Murmuré un conjuro entre dientes, y en seguida las esposas tanto de Andrew como de Kirok desaparecieron como arena. Ambos movieron las muñecas en señal de libertad e intercambiaron una rápida mirada. Ignoré su gesto, puesto que una pelea entre ellos no cabía en mis problemas.

Me acerqué a Cailye, quien estaba sentada en el sofá con las manos frotándose los brazos en señal de frio; tenía fiebre, pero ahora podía moverse mejor gracias a la magia de Evan. Tomé una manta que estaba en otra silla y cubrí con ella los hombros de mi amiga. Cailye me miró, asintió a forma de agradecimiento y se cubrió completamente.

—Espero que no te hayas vuelto loca, porque es lo último que nos faltaba —comentó Logan con su típica ironía.

—Te equivocas, Logan —contesté sin mirarlo directamente—, nunca he estado más cuerda que ahora.

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