32. Hasta otra vida
Faded (Restrung) - Alan Walker
El tacto de una mano sobre mi cabeza me transmitió tranquilidad, toda de la que mi cuerpo carecía. Las palabras de Astra fueron como recibir un enorme balde de agua fría sobre la cabeza, lo que logró desarmarme de la poca calma que había en mi interior. Si esa situación se expandía a todo el mundo, ¿qué le ocurría a mi familia, a la de todos, que no contaban con magia u algún otro medio de defensa?
No me moví por varios segundos, y por lo que supe los demás tampoco, seguro pensando lo mismo que yo. ¿Cómo los protegeríamos al mismo tiempo que seguir adelante con el plan? No... No podía siquiera pensar en ello.
Me di cuenta de que la mano sobre mi cabeza, aquella que me transmitió seguridad y algo de calma, que me decía con solo su tacto que todo estaría bien y que evitaba que mi alma saliera volando de mi cuerpo, le pertenecía a Andrew. Levanté la cabeza para verlo a la cara, y noté que en su rostro no había rastro de dureza o enfado, en lugar de su habitual expresión tenía una mirada seria pero firme a la vez, que me decía que me tranquilizara, que con entrar en pánico no conseguiría nada.
Él era así, un pilar inamovible que trazaba una línea entre la realidad y la desesperación; era más que un ancla, era un mundo completo lleno de razón y firmeza que impedía que cualquiera se perdiera en la locura. Que yo me perdiera en la locura. Lo observé, como la única cosa en medio de todo ese caos que no se movía, que no explotaba ni gritaba. El contraste perfecto de mi cabeza y mi corazón.
—Debemos irnos ahora —anunció Astra, con vigor, y se dio la vuelta para empezar a caminar.
—Astra, espera. —La detuve, alejando el tacto de Andrew sobre mi cabeza para acercarme nuevamente a nuestra mentora—. ¿Qué les ocurrirá sin nosotros? Los están matando, todas esas cosas.
Astra me miró y soltando un suspiro respondió:
—Se los dije antes, no podemos permanecer luchando contra monstruos todo el día, tenemos algo más importante que hacer. Si nos quedamos aquí seguirán saliendo, pero si derrotamos a Hades el portal del Inframundo se sellará, y el portal a Kamigami se podrá estabilizar. Nuestro lugar no es aquí, Ailyn, debes entenderlo.
—Pero...
—Ailyn, mira —Sara llamó mi atención, mientras miraba hacia la calle principal, donde la gente estaba luchando contra tantos demonios como podían. Se estaban defendiendo, a ellos mismos y a sus seres queridos. Policías, militares, civiles, todos ellos luchaban por vivir—. No son débiles, se saben defender, podrán resistir más de lo que piensas. Ellos nos darán tiempo, y motivación, ¿no crees?
Permanecí con la vista fija en las escenas frente a mis ojos, donde un sujeto con uniforme policial salvó a una pareja de niños de ser llevados por una harpía, usando su arma cargada con un par de tiros se deshizo de la criatura. Luego vi a una mujer sacar a un chico de entre los escombros, aun sabiendo que en cualquier segundo un minotauro podría matarla, ella decidió ayudar al chico a pesar de ello. Y como esas noté otras tantas situaciones más, similares a las anteriores, donde varias personas trataban de salvar a otras poniendo su vida en riesgo...
El corazón se me desgarró al presenciar semejantes actos de valentía por parte de personas que no tenían nada que ver con nuestra guerra... y entonces lo entendí, mientras contemplaba cómo la valentía y la solidaridad salían a flote en medio de tanta muerte por parte de gente del común que no poseían más poder que la voluntad de ayudar: esa no era solo nuestra guerra, era guerra de toda la humanidad, y nuestro único deber era protegerlos.
—Ya... lo comprendo —musité.
Una harpía se acercó a gran velocidad hacia nosotros de un momento para otro, ganando nuestra atención, sin embargo, no duró mucho ya que el látigo de Sara lo cortó en el dorso justo cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí como para presenciar con claridad cómo se desvanecía. Nunca me acostumbraría a su forma de morir, era desagradable.
Aquel incidente me hizo notar que ahora el número de criaturas sobrenaturales eran menores alrededor del parque, quizá a consecuencia de la hidra; no obstante, su ausencia no significaba menos problemas para nosotros, ya que a pesar de ello el lugar fue tomado por varios demonios, entre voladores (con aspecto de insecto gigantesco) y simuladores se empezaron a acercar a nosotros en cuanto nos notaron.
Había visto uno que otro demonio desde que el cielo se abrió igual que la tierra, pero no a tantos en un mismo lugar. Lo más inquietante era que ellos nos veían, cuando se suponía que no deberíamos llamar tanto la atención gracias a nuestros trajes especiales que nos hacían menos notables para toda forma de vida; quizá, solo quizá, era porque ellos no estaban vivos...
—Corran —dijo Logan, con voz firme y la vista fija en los simuladores.
Lo miré, pasmada y con mi cerebro en modo lento, pero no alcancé a abrir la boca ya que sentí la pequeña mano de Cailye sobre mi muñeca. Con el corazón encogido debido al temor de ver tantos demonios juntos, y sin saber si respiraba o no, mis pies se movieron tras las zancadas de la rubia.
Me percaté de que los demás corrían a nuestro lado, todos juntos, huyendo de las docenas de simuladores que eran acompañados por voladores. Incluso Astra, cuya personalidad era de hierro, se encontraba corriendo por su vida en lugar de enfrentarlos. Podía pensar lo mismo de Andrew y hasta de Evan, y el que ambos lo hicieran no me generaba ninguna confianza.
Un nudo se instauró en mi garganta, duro y amargo, y algo en mis pulmones me hacía la terea de respirar demasiado difícil.
Casi nos tropezamos en dos ocasiones, por la velocidad que llevábamos y la poca atención al camino, pero por suerte eso no ocurrió. Pasaron varios minutos, tal vez cinco, en los que recorrimos un par de manzanas; la vista durante ese tiempo fue espantosa, solo había muerte y dolor, agonía y sufrimiento gracias a todos esos monstruos. Y como si todo ese escenario no fuera lo suficientemente alarmante y devastador, cometí el error de mirar hacia atrás...
Podría jurar que estuve cerca de un paro cardiaco cuando mis ojos no alcanzaron a contar la cantidad de simuladores que nos seguían, a los cuales se les había unido un pequeño grupo de mayores, demonios de proporciones alarmantes, sin ojos ni boca, solo brazos ridículamente largos y piernas iguales. Eran montones de demonios, y cada vez aparecían más y más, atraídos por nuestra energía divina.
Ver a tantos redujo mi velocidad y con ella la de Cailye. Verme a metros de ellos, de tantos, me asustaba en sobremanera. Tenía la garganta seca y la espada temblaba en mi mano producto del terror.
—Son demasiados... —murmuré, pero nadie me oyó—. Demasiados para nosotros.
No nos podíamos enfrentar a todas esas cosas, no había ni tiempo ni poder suficiente para ello. Además, al fondo de esa manada gigante de cientos de demonios, vi las alas de las harpías y la figura lejana de los ciclopes, unidos también a la cacería.
—¡Cuidado! —gritó Sara, pero no tuve tiempo de procesar su advertencia.
De la tierra, como dignos gusanos, salieron de la nada un par de demonios con aspecto baboso y desagradable, de gran tamaño y piel oscura; justo bajo nuestros pies, lo que provocó que tanto Cailye como yo saliéramos disparadas por el aire.
Caí de lado, golpeándome el brazo izquierdo, mientras que Cailye cayó de espalda. La vi retorcerse de dolor en el suelo, intentando incorporase, así que me arrastré hasta ella para saber si era capaz de levantarse sola.
Sin embargo, apenas llegué a ella, uno de los gusanos de antes se abalanzó hacia nosotras.
No pensé en lo que hacía, solo actué en el momento justo para protegernos a ambas. Alcé mi espada frente al gusano, y me concentré en defendernos, en atacar y en herir a esa cosa, pensé en la energía destructiva de Atenea, en cómo había desaparecido ciudades enteras. En respuesta la espada brilló, y un rato de intenso rosa salió de la punta de mi arma hacia esa cosa. El gusano no se movió cuando fue atravesado por la luz destructora, fue tan rápido mi movimiento que no tuvo tiempo para asimilarlo, solo se dejó caer sin vida, para luego desaparecer en medio de un puff.
—¿Estás bien? —le pregunté a Cailye en medio de un susurro, a lo que ella asintió sin poder hablar debido a la impresión.
El sonido de la tierra abrirse captó nuestra atención, y luego de buscar el origen del sonido me di cuenta de que a Daymon y Evan les ocurrió lo mismo que a nosotras. Un gusano salió de la tierra, bajo sus pies, enviándolos varios metros lejos del grupo.
—¡Andrew, Sara! ¡Ayuden a los demás! —ordenó Astra por encima del bullicio de los demonios.
Andrew y Sara obedecieron, y corriendo hacia los chicos en el suelo a merced de varios mayores, conjuraron un escudo contra los demonios, justo antes de que los atacaran. Los dos tenían buena coordinación, sus conocimientos y dominio de la energía divina los volvía muy compatibles si de combate se trataba, estaban casi a un mismo nivel en ese aspecto.
Tomé a Cailye de la muñeca y la halé hacia los chicos en cuestión de segundos. Si permanecíamos en el suelo nos atacarían en cualquier momento, por lo que reagruparnos era lo único que se me ocurría, eso y que me preocupaba un poco permanecer lejos del grupo si algo mayor llegaba a suceder.
Evan ya se había incorporado del suelo, pero Daymon parecía más afectado por el golpe de la caída. Logan lo ayudó a levantarse, mientras el pelirrojo de frotaba la cabeza en señal de dolor, eso sin abandonar su sonrisa, una que esta vez se veía más apagada que de costumbre.
—¿Están heridos? —indagué, preocupada.
—Estamos bien, fue solo un golpe —respondió Evan, con más tranquilidad de la que sentía.
—Necesitamos refugio —dijo Astra, pensativa, observando fijamente a los chicos.
Ella debió notar lo mismo que yo: que así no podrían correr y mucho menos transportarse; y además Cailye tampoco lucía muy bien, estaba más pálida que yo, más asustada, y eso ya era mucho decir.
—Allá —Señalé a una bodega en la siguiente cuadra, a unos cuarenta metros, donde aparentemente no había peligro—. Se ve seguro.
Nuestra mentora asintió, y le lanzó una mirada a Sara y Andrew que retenían a los pocos simuladores ahí; sin embargo, a treinta metros por lo menos se encontraban el resto de sus amigos, que venían a ayudarlos.
—Nos encargaremos de ellos —dictó Andrew, concentrado en su labor—. Ustedes adelántense, los retendremos tanto como podamos.
No escuché aprobación, solo vi a los demás moverse rápidamente hacia la bodega. Dejarlos ahí me preocupaba, más de lo que podía soportar; podrían salir heridos, incluso muertos, y ellos dos... Sin ellos yo no era nada.
—Ve, Ailyn —Sara me miró con ternura, transmitiéndome seguridad al tiempo que sonreía. Debió percatarse de mi respuesta reacia a dejarlos, ya que dulcificó más sus palabras—. Estaremos bien, lo prometo. Ninguno de los dos te dejará.
Andrew me miró sobre el hombro, igual que Sara, pero no dijo nada, solo asintió. Correspondí su gesto, y todavía dudosa, me moví para alcanzar a los demás.
Les lancé una mirada más antes de emprender mi camino a la bodega, suplicando interiormente para que nada les sucediera.
Corrí tanto como pude, luego de observar que los dos desvanecieron el escudo y empezaron a luchar contra los simuladores del otro lado; y seguí con el rumbo fijo en la gran entrada del lugar, donde Logan esperaba en la puerta el regreso de mis amigos.
Sin embargo, me fue imposible ignorar a las pocas personas que se encontraban escondidas en los pequeños rincones de los edificios, y dentro de los mismos, contando con las que igual que yo corrían en busca de un lugar seguro.
Estaban atemorizadas, confundidas, y llenas de miedo por la situación, casi como yo; la única diferencia era que yo sabía lo que ocurría y ellos no. No tenían magia, ni forma alguna de proteger sus vidas al enfrentarse a uno de los tantos monstruos de ese día. Si nos comparaba, por lo menos yo estaba preparada para todo eso, pero ellos...
Me detuve en seco a algunos metros de la puerta de la bodega, sacándole una mirada entre confundida y molesta a Logan, y todavía consiente de la continua batalla de Sara y Andrew contra los demonios. No podía ver a tanta gente sufrir sin hacer nada, teniendo el poder de cambiar en algo su agonía. Los Dioses Guardianes originales lo hicieron, pero no permitiría que nosotros fuéramos iguales.
«No tengas miedo» me repetí una y otra vez, como un ritual para deshacerme de mis temores. Había prometido cambiar, enfrentar lo que fuera sin titubear, pero era más difícil hacerlo que pensarlo.
Me aislé del ruido a mi alrededor, de todos los gritos y alaridos, y relajé mi cuerpo todo lo que me fue posible dentro de mi propio miedo. Si quería usar el Filtro para tranquilizar a las personas de esa ciudad, debía estar lo más serena posible para que resultara bien.
«—¿Qué tratas de hacer? —regañó At, pero solo escuché su voz ya que no estaba cerca de mi campo visual. Debía encontrarse con Astra, supuse, debido a que estaba más cerca de ella que de mí desde que ese caos empezó—. Es demasiado, detente o tu cuerpo no lo resistirá.»
Tomé aire, ignorando la advertencia de At, y cerré mis ojos mientras visualizaba un lago, rodeado de flores y patos, en lugar de la realidad apocalíptica que resultaba más que obvia. Me concentré en el olor a sol, en el sonido de las gaviotas, en la sensación del pasto bajo mi piel... Luego visualicé ese mismo paisaje, pero con los colores de un atardecer, justo cuando el sol tocaba el final del lago, tiñendo las nubes de tonos rosa y anaranjado...
Poco a poco sentí la felicidad que empezó a conectar a las personas que fueron alcanzadas por mi poder, creando una telaraña residual que dejaba filtrar hacia mí todo el miedo y la tristeza que empañaba sus corazones. Recibí con los brazos abiertos sus sentimientos negativos, llenando mi propio cuerpo de ellos como un contenedor.
«Pase lo que pase todo estará bien, porque la esperanza es la promesa de un futuro mejor». Fueron las palabras que hice resonar por medio de mi conexión con tantas personas, intentando infundirles fuerza para sobrevivir, para seguir adelante.
Traté de expandir el poder dentro de mí, para llegar a más personas y poder transmitir parte de la esperanza albergada en mi alma, pero cada segundo que pasaba sentía esa energía negativa oprimiendo mi propio cuerpo; me sentía más pesada y cansada, al punto de que mis piernas ya no parecían poder resistir mi peso...
Después me entró sueño, producto del cansancio, hasta que escuché y sentí el latido de mi corazón; solo fue uno, fuerte y conciso, como un grito y un «suficiente» de mi capacidad y resistencia, pero lo suficientemente grande para detener toda actividad dentro de mí, como una medida preventiva que solo apagó el Filtro.
Lo siguiente que sentí fueron los brazos de alguien conocido a mi alrededor, tan de prisa que apenas noté que Andrew me levantó en brazos mientras seguía corriendo, como si fuera una figura en un juego de relevo. Pasó por mi lado de la nada, llevándome a su paso, y me ubicó sobre su pecho en menos de un segundo.
Vi a Sara a su lado, cubriéndole la espalda conforme corría conmigo en brazos hacia la bodega. La luz del látigo de Sara me dio a entender que todavía batallaba contra los simuladores, además de varios agujeros que aparecieron de repente en el suelo, signo de la magia de la pelinegra para deshacerse del enemigo.
—Serás idiota —murmuró Andrew, en tono apenas audible y cargado de reproche. Su corazón estaba acelerado, al mismo ritmo de sus pasos y tal vez sus pensamientos. Un sonido galopante pero tranquilo al mismo tiempo.
Hubo una explosión tras nosotros, estando a pocos pasos de la bodega, seguido de una enorme ráfaga de luz violeta producto de la energía divina de Sara por despejar nuestra espalda de demonios.
Andrew entró a la bodega, donde los demás nos esperaban, y Sara ingresó un segundo después. A nuestro paso Logan cerró la gran puerta de metal, haciendo uso de su energía divina para reforzar la cerradura.
—Por favor díganme que lo que acabo de sentir no tiene nada que ver con Ailyn —suplicó Astra, quien hacía un segundo se encontraba realizando algún tipo de conjuro sobre la cabeza de Daymon para curarlo de algún golpe que tenía. Me miró, sus ojos violetas centellantes, y ahogó una exclamación—. Por Urano.
Miré fugazmente a los chicos, ambos en el suelo al lado de Cailye, recostados a la pared para descansar; luego posé mis ojos sobre el ceño fruncido de Astra, y al ver sus violetas ojos llenos de enfado busqué ayuda en la lechuza que estaba al fondo de la bodega, observando la escena desde lo alto de una pila de cajas, pero mi acción fue en vano ya que ella me observaba de la misma forma.
Andrew me depositó con suavidad sobre el suelo, pero sin dejar se sostener mi brazo para que no perdiera el equilibrio. Le agradecí con una sola mirada su acto; a pesar de lo que pasó entre nosotros horas atrás era bueno saber que todavía contaba con él. No obstante, a pesar de que sus ojos querían evitarme, fui consciente de la gota de molestia que se escondía tras ellos. Tragué saliva; el que él también me viera así me arrebataba la confianza para justificarme.
—Estoy bien —respondí—. Estoy bien.
—Es una idiota —intervino Logan, acercándose a nosotros de brazos cruzados y con sus ojos verdes taladrando mi alma—. Usó el Filtro a niveles enormes, calculo que cubrió por lo menos toda la ciudad, y ahora tenemos otro problema. —Entrecerró los ojos y musitó en voz baja—. Como si no fueran ya suficientes.
Astra miró a Logan, y al escuchar su comentario abrió los ojos de par en par para posarlos sobre mí con la mayor mortalidad posible. Me sentí diminuta por la intensidad que usó para su gesto, tan pequeña como una hormiga bajo su zapato.
—¡¿Que hiciste qué?! —bramó, como aquella vez que me vio ebria luego de la fiesta—. ¡¿Cómo se te ocurre hacer semejante estupidez?! ¿Te das cuenta de que además de poner en peligro tu vida te debilitaste tanto que ejecutar un conjuro de trasporte será casi imposible para ti?
Bajé la cabeza, apenada. Ella tenía razón, no consideré lo que usar el Filtro de esa forma y en ese momento podría conllevar. Lo hice de nuevo, cuando se suponía que debía de ya haber corregido esa parte de mi personalidad. Astra tenía razón, igual que siempre, como si pudiera ver el futuro o algo así.
—Lo siento —susurré.
Astra bufó, molesta y estresada.
—Una disculpa no lo va a cambiar. —Frotó su entrecejo, como si le doliera la cabeza o como si se le fuera a salir los ojos.
Un sonoro y pronunciado golpe interrumpió nuestra conversación, producto de los demonios del otro lado que intentaban entrar dándole golpes a la gran puerta de la bodega. Retrocedimos por inercia, lejos de la entrada.
—Nos vamos. Ya —ordenó Astra con más fuerza.
Mis amigos asintieron, yo me quedé en mi lugar. Estaba demasiado cansada para ayudarlos con el conjuro, apenas sí tenía energía para mantenerme de pie.
—¡Pero qué mierda...! —exclamó Logan. Se miró las manos, luego a nosotros, con los ojos bien abiertos y la boca entreabierta—. No puedo usar magia de teletransporte...
Todo el mundo se quedó en silencio, por exactos dos segundos nadie se movió, hasta que los demás también intentaron usar ese atributo.
—Tampoco puedo hacerlo... —dijo Sara con un hilo de voz.
Otro golpe sonó sobre la puerta, captando la atención de los demás. Retrocedimos. Fue Andrew el que se acercó a Logan y posó su mano sobre su hombro. Antes de que Logan pudiera objetar, Andrew se iluminó en un cálido tono amarillo, tenue, mientras mantenía su expresión inmutable. Al terminar retiró la mano y miró a Astra, con una sombra sobre sus ojos y su brillo filoso más peligroso de lo normal.
—Está bloqueado. Es el mismo principio que rige el Olimpo. Por eso no podemos usar el teletransporte. —Su voz se oyó grave, cargada de rencor, como si supiera con exactitud lo que ocurría.
Algo frio recorrió mi cuerpo, tal vez algo gritó en mi interior. De repente una fatídica posibilidad se volvía cada vez más real.
Astra palideció, como si eso fuera posible, y pude ver un leve atisbo de terror mezclado con culpa que rondaba su mirada. Los demás, salvo Evan, no entendimos lo que aquellos dos sabían.
—Eso no... ¿Cómo...? —tartamudeé. Temblaba, el miedo se enterraba en mi piel como agujas.
De nuevo otro golpe. Pegué un brinco que casi expulsó mi corazón por la garganta. La situación pintaba cada vez peor.
Andrew parpadeó, le sostuvo la mirada a Astra y luego los dos me miraron al mismo tiempo.
—La bodega —comenzó Andrew con tono lúgubre y furioso—. Todos los edificios fueron afectados, excepto este. Qué casualidad. Y siempre que cierto visitante viene a verte afecta algo en ti, bloquea algo de ti. Su forma que tiene de ocultarse, cómo evita que te muevas. Igual que ahora. Will, es una trampa.
El mundo bajo mis pies se abrió, sentí que me caía. De repente la situación tenía la marca de Kirok, de un momento a otro había guiado a mis amigos a una trampa. Me quedé inmóvil, las manos heladas y temblorosas.
—No pudiste haberlo sabido —continuó Andrew, su mirada cada segundo más oscura y fría—. En medio de todo el caos ninguno lo notó. Esto... tiene las huellas de ese demonio por todas partes.
Lo miré, no alcancé a decirle nada o a llorar de miedo, porque de nuevo otro gran golpe sacudió las paredes y abollonó la puerta de metal. Algo gigante del otro lago estaba a punto de entrar.
Astra frunció más el ceño, preocupada, mientras At revoloteaba sobre ella como si la vigilara o protegiera. La lechuza no realizaba gran aporte a la situación, era más como una espectadora pasiva, y por suerte era invisible para los enemigos, porque no tenía cabeza para intentar cuidar a mi supuesta mascota.
—Logan —llamó Astra, con la atención fija en los constantes golpes a la puerta.
—10% —respondió el nombrado ya recuperado en un par de segundos, lo que al parecer nadie entendió más que Astra, a quien una sombra oscura le pasó por su rostro, como el aliento de la muerte—. Debemos alejarnos de este lugar si queremos sobrevivir. Tenemos 10% de probabilidad de llegar si nos alejamos lo suficiente para usar el conjuro, pero me temo que el primer paso, salir, es el más difícil.
Seguimos retrocediendo, casi hasta el otro rincón de la bodega llena de cajas de cartón que albergaban algún producto químico de aseo.
—Sara, busca una salida que no hayamos visto —ordenó nuestra líder—. Logan, evita que entren.
Sara se apartó de nosotros, siguiendo el plan de Astra, para registrar el lugar en busca de una forma de salir. Podía imaginar el exterior rodeado de demonios, y la única forma de salir de ahí era teletransportándonos, pero eso en nuestra situación actual... era imposible. ¿Qué hacía Kirok? ¿Por qué...?
—No veo ninguna salida —comunicó mi amiga al cabo de tres segundos.
El chico de ojos verdes siguió las ordenes de su tutora, ejerciendo más energía divina para fortalecer la puerta y que ésta no se viniera abajo. Sin embargo, pude ver la dificultad que crecía a cada minuto en presionar su Arma Divina para contener la amenaza; se estaba cansando, rápido.
—Astra, ¿qué hacemos? —preguntó Evan en tono serio, pero nuestra mentora no respondió.
Ella permaneció con el ceño fruncido, mirando a la puerta casi abierta con una expresión oscura en sus ojos.
—Un momento, solo un momento —musitó, apretando el cetro de Zeus en sus manos—. Quédense atrás de mí y si entran atáquenlos.
Cailye retrocedió asustada y chocó con Evan, quien estaba ocupado mirando fijamente la puerta, pero de igual forma tomó el hombro de la rubia en señal de tranquilidad. Al mismo tiempo Daymon se ubicó al lado de Sara, creando un obstáculo entre la puerta y los que estábamos más atrás.
—Ailyn —susurró Astra, tan bajo que solo yo, que estaba más cerca de ella, la pudiera escuchar—. Pandora es peligrosa, mucho más de lo que puede llegar a ser Hades; si está aliada con él ten por seguro que no sabe que está siendo usado. Piensa bien quién es el verdadero enemigo. Está loca por lo que le pasó y haría cualquier cosa por recuperar la Luz de la Esperanza. Ha cometido crímenes horribles contra los hijos de Gea, odia a los dioses, en especial a la Zeus y su descendencia. Ella no tiene conciencia, ni corazón, ni mucho menos compasión. Lo lamento, Ailyn, pero esto es en realidad mucho peor de lo que creí.
Tragué saliva, recuperando poco a poco la movilidad total de mi cuerpo, y la miré con los ojos llenos de pánico, un terror que se clavaba en lo más profundo de mi ser.
—¿Por qué me lo dices ahora?
No alcanzó a responder, ya que un agudo grito femenino seguido del sonido de la puerta al derrumbarse irrumpieron en la estancia como detonante a lo que seguía.
—Maldición —exclamó Andrew.
El miedo recorrió mis venas como veneno, haciéndome imposible retirar la mirada de la puerta en cuanto ya no había obstáculos entre los simuladores y nosotros.
Entonces, Astra hizo uso de los poderes del cetro de Zeus. Una enorme oleada de luz dorada salió del cetro en cuanto ella golpeó la punta contra el suelo, justo como ocurrió en la Feria Estatal, pero con más potencia. El mega rayo de luz salió disparado del objeto de Astra, para luego impactar abruptamente contra los simuladores de la entrada.
Fue como una ráfaga de fuego, que desintegró a los simuladores a su paso para no dejar rastro de ellos. Su magia duró varios segundos, incluso minutos, en los que no vi que nadie se moviera. Todos estábamos quietos, a la expectativa de lo que pasaría cuando acabara su poder. Ella era la más poderosa de todos, ya que su cuerpo no tenía tantos limites como nosotros al ser diosa pura, pero usar esa cantidad de energía divina durante tanto tiempo debilitaría a cualquiera.
El brillo se detuvo, dejando el área limpia de simuladores; no obstante, eso no fue suficiente para detenerlos a todos, ya que un par de segundos después de que el cetro dejara de brillar más demonios, entre mayores y simuladores, retomaron lo que sus compañeros empezaron. En cuestión de segundos una nueva tropa de demonios ingresó a la bodega, impidiéndonos escapar.
Astra retrocedió unos pasos, igual que Andrew y yo, agitada y visiblemente cansada. No dejaba de mirar a los demonios en ningún momento, fue ahí cuando Sara y Daymon tomaron la iniciativa y se abalanzaron hacia los demonios más cercanos a nosotros.
Entre luces y destellos violetas y anaranjados observé a mis dos amigos luchar, mientras Logan se le acercaba a Astra para comprobar que estuviera bien. Noté vagamente a Evan batallar contra algunos simuladores que se intentaban acercar a una Cailye en shock, llena de pánico y temor tanto como yo, pero ella lo único que hacía era permanecer acuclillada y con los ojos cerrados, a la espera de que todo terminara.
Retrocedí un par de pasos mientras contemplaba cómo mis amigos luchaban contra los simuladores, con mi cuerpo entero temblando. Apreté la empuñadura de mi espada, dispuesta a hacer algo para ayudar. Tenía miedo, claro que sí, pero si me quedaba ahí parada no aportaría nada al equipo.
Choqué con un simulador mientras retrocedía, y al notar lo que era no lo alcancé a pensar, enterré mi espada en su tórax por reflejo. Se esfumó al instante, dejando el olor a azufre impregnado en el aire. Contemplé las cenizas del demonio, y traté con todas mis fuerzas de apagar mi cerebro. Podía luchar si no pensaba, por lo que dejar de analizar las cosas me servía; actuaba por instinto, y hasta ahora seguía viva.
Moví la cabeza para alejar el pánico y el miedo, debía concentrarme o me matarían. Así que con más agilidad de la que creía tener obligué a mi cuerpo a moverse para destrozar a los demonios que se me acercaban.
Dejé de pensar, dejé de razonar, solo luché por reflejo e intuición, consiente tan solo del poder de mi Arma Divina. Noté que poco después Cailye salió del shock y se unió a la pelea cuerpo contra cuerpo junto a Sara y Daymon, al tiempo que Evan se acercaba a Andrew para cubrir su espalda.
El espacio era demasiado pequeño para moverse con libertad y no estaba segura de cuánto tiempo podríamos resistir ese ritmo.
Cansancio, eso era lo que sentía. Más que pánico y miedo, ahora sentía que mi cuerpo en cualquier momento dejaría de moverse gracias al nivel de agotamiento que tenía. Además de la energía que usamos con la hidra, creía que mi acto con el Filtro minutos atrás era una de las causas de mi estado de fatiga.
Los demonios no me dejaban respirar, a ninguno en realidad, eran demasiado constantes y aparecían de un segundo a otro. Apenas sí tenía tiempo para anticipar el movimiento del próximo demonio, y me sorprendía a mí misma que no me hubieran herido en ese tiempo, debido a la gran cantidad de demonios.
Justo cuando creía que los estábamos acabando, que por fin se veía la diferencia dentro de la bodega cuando me permití un pequeño respiro, un nuevo rio de simuladores entraron a la bodega, pero éstos eran diferentes, se veían más grandes y con menos piel, como una putrefacta mezcla entre mayor y simulador.
Entonces, de un segundo a otro, todo pasó en un abrir y cerrar de ojos. Escuché el sonido del viento al cortarse por flechas y las hojas de Daymon, el impacto del látigo, los truenos de Evan, y los golpes de metal de la vara. Olor a azufre por doquier y horribles alaridos provenientes de todas partes, al igual que la batalla de luces producto de las Armas Divinas; cada uno de ellos al mismo tiempo, en cámara lenta... Luego, sentí un golpe en mi espalda.
Un terrible dolor se extendió por mi columna vertebral, y mientras caía debido a la poca resistencia de mi cansado cuerpo, me pareció escuchar el chasquido de los dedos de alguien, e incluso creí ver por el rodillo del ojo la silueta de un chico tras una de las columnas del lugar. Una corazonada me dijo que era Kirok, por la altura, pero por los diferentes juegos de luces no podía estar segura.
Caí en cámara lenta, pero tan rápido que apenas registré mi curso antes de llegar al suelo. Cuando lo hice mi mano se abrió, permitiendo que mi espada se deslizara por el suelo de la bodega varios metros lejos de mi alcance.
Escuché los pasos de mis amigos y golpes para abrirse paso hasta mí, tratando de alcanzarme en medio de tantos demonios. Intenté levantarme, pero solo llegué a voltearme lo suficiente para advertir que uno de aquellos demonios, uno que nunca había vistoso, tenía una espada de aura oscura sobre mí, apuntando a mi pecho.
Tomé aire y me quedé quieta, amenazada de que si osaba moverme sería rebanada como jamón a manos de un demonio de ojos negros y dientes puntiagudos, con una armadura grande y pesada. Traté de pensar en una forma de superarlo, pero los fuertes latidos de mi corazón no me dejaban oír mis pensamientos.
—Adiós, Atenea —susurró con voz distorsionada, justo antes de empujar la espada hacia mí.
Cerré los ojos con fuerza y apreté los dientes por reflejo, sin tiempo para nada más...
—¡Ailyn! —gritó Sara, desesperada, al mismo tiempo que el sonido de la hoja de la espada negra al cortar su objetivo se hizo predominante en el lugar.
Sentí un líquido caliente sobre mi abdomen y la respiración cercana de alguien; sin embargo, al no sentir el dolor que se suponía debería sentir, abrí los ojos sin más.
Mi corazón me dio un vuelco y mis ojos se abrieron de par en par, al observar a Astra entre el demonio y yo, con la espada atravesándole en las costillas. Bajé la mirada hasta la herida y me di cuenta de que el líquido caliente era la sangre de Astra. Su mirada estaba perdida, escondida tras la sombra de su cabello, pero supe por la mueca en sus labios que el dolor que sentía no era solo por la herida.
Me concentré tanto en sus ojos que no me percaté del momento en el que usó el cetro de Zeus. Un brillo plateado, tan intenso como el brillo de la luna, se esparció por el lugar entero, segando por un segundo a los demonios que se encontraban ahí.
—¡Una barrera! ¡Rápido! —exclamé, sorprendida de poder hablar.
Logan llegó a nosotras en ese instante para sostener a Astra antes de que llegara al suelo. Me incorporé en cuanto pude, presa de la adrenalina manifestada en mi cuerpo mediante el temblor, y me acerqué a Astra para ayudar a Logan a recostarla en el suelo, casi inconsciente.
Observé por la periferia, mientras acomodaba a Astra boca arriba, cómo los demás formaban un círculo a nuestro alrededor y elevaban sus Armas Divinas para generar una barrera que nos protegiera de los demonios que ya se habían recuperado. La luz blanca de sus armas delimitó una línea en el suelo, que luego creció a forma de cascada reversa hasta formar un domo. Los demonios golpearon el domo con fuerza, ansiosos de llegar a nosotros, pero por suerte la barrera era lo suficientemente resistente para soportarlo.
Me arrodillé al lado de Astra, frente a Logan, quien revisaba su herida como si fuera un doctor. La espada había desaparecido, pero en su lugar dejó un profundo agujero en su dorso con bordes negros. Ahogué una exclamación, mientras veía y escuchaba los gemidos dolorosos de Astra.
—Cubre su herida —pidió Logan, con los ojos fijos en su Arma Divina que ubicó sobre el abdomen de Astra; se veía tan calmado que no sabía qué pensar al respecto.
Me apresuré a cubrirle la herida con su capa violeta, obediente, pero con manos torpes y descuidadas; presioné, recordando el curso de primeros auxilios, para controlar la hemorragia, aunque de alguna forma ésta no cesaba por más que presionara.
—Astra... —musité buscando sus ojos—. Astra resiste, estarás bien, Logan lo solucionará.
Emitió un gemido en cuanto el brillo verde de la vara de Logan cubrió su abdomen y trató de retorcerse del dolor. Tenía los ojos cerrados y los dientes apretados para desviar la sensación, pero aun así se veía lo mucho que le dolía.
El brillo verde se detuvo, sin embargo, cuando lo hizo noté, aterrada, que en lugar de mejorar su condición, la herida se expandió; una mancha roja abarcó más terreno sobre su traje plateado, señal de que el conjuro de Logan solo la empeoró.
—¿Qué ocurre? —le pregunté, preocupada, y con la voz quebrada. Veía destellos de pensamientos en mi cabeza, ninguno completo.
Él no quiso mirarme, permaneció con la vista fija en la mujer de blanco cabello. Dejó la vara a un lado y agachó más la cabeza.
—La magia no la va a curar —informó en tono lúgubre, con el rostro cubierto por la sombra de su cabello negro y las manos sobre la mano derecha de Astra—. Es magia negra, si intentamos curarla solo empeorará.
Sentí un potente bum en mi pecho, un miedo aún más grande por ese futuro frente a nosotros, y aun así encontré mi propia voz. No obstante, escuchaba y hablaba con distorsión, como si tratara de oír debajo del agua.
—Entontes... ¿qué hacemos?
Su cuerpo se tensó y levantó la cabeza para mirarme... pero su mirada opaca solo sirvió para desencadenar el frenesí de considerar que Astra quizá no podría...
En ese momento Astra nos tomó de las manos, una a cada uno y a cada lado de su cuerpo. Ambos la miramos, sin saber qué hacer. Sus violetas ojos conservaban ese brillo místico que la caracterizaba, a pesar de que su ya de por sí blanca piel se veía más pálida.
—Llévalos a Grecia —dijo en un tono apenas audible—, cumple con tu misión...
Fue ahí, cuando dijo esas palabras, que la histeria en mi cuerpo se salió por los poros de mi piel.
—Astra, ¿de qué hablas? —pregunté con locura—. Tú nos llevarás a Gracia, es tu deber, lo juraste, no hables como si te estuvieras despidiendo... Porque no es verdad.
—Mi deber ya terminó, Ailyn, ahora depende de ti, depende de ustedes.
Hizo una mueca de dolor y aun así intentó sonreír. No obstante, pude ver a través de aquella sonrisa y esos ojos vidriosos, el lamento y el pesar que se escondía en alguna parte de su interior. Una tristeza aun más dolorosa que la propia herida que consumía su vida.
Pasó su mirada a Logan y buscó sus ojos escondidos tras la sombra de su cabello. Él se resistió en un comienzo, pero pronto no pudo solo evitar su mirada, sus ojos violetas y lo que ella sentía por él.
—Te has convertido en un gran hombre, Logan. Estoy orgullosa de lo que eres y confío en que la ayudarás como si se tratara de mí.
El temblor de mi cuerpo aumentó y quise tirarme sobre ella para que no siguiera diciendo esas estupideces... Tenía tanto miedo...
—No digas eso —mascullé, temerosa y al borde de perder la razón—. No te pasará nada, Astra, lo prometo. Te curaremos.
Pero entonces, sus piernas empezaron a brillar tenuemente con una suave y cálida luz plateada.
Busqué con la mirada mi Arma Divina; quizá con dos se podría curar. Sin Astra... No podía ni imaginarme lo que haría, porque ella cargaba con el peso del grupo, uno que a mí me aplastaría. Ella era la diosa que nos guiaba, que nos protegía, sin ella con qué cara le haríamos frente a ese mundo horrible, frente a los dioses, frente a Hades.
—No puedes... curar esto. —Su voz se estaba apagando, algo que me aterró a fondo si consideraba que aquel brillo opaco se expandía por su cuerpo poco a poco.
Mi sistema estaba al límite de emociones, tanto que sentía que iba a explotar. No sabía cómo ayudarla, tenía mucha preocupación y miedo en mi mente como para pensar con claridad. Y su pérdida de color, tanto como la sudoración y escasez de energía, solo me decían que su vida se escurría entre sus manos.
—¡Astra! —Los ojos se me pusieron vidriosos, casi atragantándome con el nudo en mi garganta—. No digas tonterías, vas a estar bien; te necesitamos, ¡yo te necesito! No puedo... no podemos...
Ella sonrío con pesar, como si en su interior hubiera una mezcla extraña de sentimientos encontrados, gesto que Logan correspondió con una pequeña mueca de ira.
—Ya no me necesitas. Ellos te necesitan a ti... Ailyn, eres la más grande contradicción que conozco, y jamás pensé que serías tan difícil, pero hay cosas que posees que podrán reparar aquello que nunca ha funcionado... Porque el futuro de tres mundos está en tus manos y en tus decisiones...
—¡No sigas! —sollocé en medio de lágrimas, consciente de las miradas de mis amigos sobre nosotros, cada uno a su manera—. ¡No digas esas cosas! No puedes rendirte, ¡no ahora que estamos tan cerca!
Sus manos fueron las siguientes en iluminarse, dejando solo el pecho y cabeza en su color normal.
—Ailyn... Tenías razón respecto al amor, porque por amor hacemos locuras, ¿sabes?... Y yo no me había dado cuenta de lo loca que estaba por el amor que les tengo. Te amo, Ailyn, y también a Logan. Los amo a todos como los amé en ese entonces...
—¡Cállate! —Apreté su mano con desesperación y la miré con los ojos llenos de lágrimas—. No es momento para esto, debes seguir adelante con nosotros, eres mi rival, ¿lo olvidas? Prometiste guiarnos y estar para nosotros cuando te necesitáramos. No estamos listos para dejarte, ni tu para olvidarnos...
Noté, vagamente, las miradas de los demás sobre nosotras. Quizá con los poderes de todos la curaríamos, pero para ello tendrían que dejar la barrera y si eso ocurría todos moriríamos. Incluso Logan, un chico inteligente por excelencia, no hacía otra cosa más que escuchar.
—Supongo que ganaste... —Sus ojos se fueron cerrando lentamente, aunque ella tratara de permanecer con ellos abiertos, mientras el brillo colonizaba el resto de su cuerpo, y la fuerza en sus manos también empezó a desaparecer. Se debilitaba con cada segundo que pasaba herida.
—Astra... no puedes... No te lo perdonaría nunca. Por favor, vive con nosotros.
Las lágrimas corrían por mis mejillas desde hacía un buen rato, pero la frustración que sentía era mucho más grande que todo lo que nos rodeaba. No podía dejar que ella muriera ahí, debía hacer algo. Busqué con desesperación mi Arma Divina, pero de seguro ya se había convertido en collar, lo que haría más difícil encontrarla. Además, con mis ojos llenos de lágrimas y sin calma en mi cerebro, no podía distinguir si estaba o no dentro del domo. Solo veía el suelo de la bodega y la luz de la barrera, nada más.
—Fue un placer tenerte en mi vida, Logan. —Ya no tenía fuerza para moverse, pero aun así sus ojos se encontraron con los del chico—. Te amo, mi niño erudito.
Él abrió los ojos de par en par, pero no dijo nada, se limitó a sostener la mano sin fuerza de su tutora.
El sonido de los golpes por parte de los demonios se confundió con mis gritos llamándola por su nombre, por el que conocía, y algo me dijo que las emociones de mis amigos al ver a Astra el filo de la muerte afectaban el domo en su capacidad de resistencia. No duraría mucho, pero eso era problema secundario.
—¡Astra! ¡Astra, no te rindas! No seas cobarde y enfrenta la muerte. Puedes hacerlo, puedes vencer lo que sea. Por favor... te lo suplico, déjame ayudarte. Por favor, no me dejes sola...
Pero ella, con la fuerza que tenía, apretó más mi mano y la de Logan. Y entonces lo sentí, sentí la desgarradora sensación de vacío que había sentido cuando Sara y Daymon cayeron por la borda de Titán, esa sensación me empezó a consumir y como si fuera posible, la locura se esparció por mi cuerpo. Mi realidad se distorsionó y el miedo se apoderó por completo de mi mente.
Ella sonrió con dulzura y tranquilidad, luego me dedicó una mirada llena de afecto, mientras su mano se levantaba para acariciar mi rostro. Sentí su tacto suave, tembloroso, y extremadamente frio contra mi mejilla al limpiarme una solitaria lágrima... hasta que su mano brillante se dejó vencer...
El corazón... se me cayó a los pies...
—Hasta otra vida... mi pequeña Atenea...
La totalidad de su piel empezó a iluminarse como fuegos artificiales, más que antes, un brillo plateado y ameno que se extendió por el interior del domo.
Su cuerpo brilló más y más hasta que se empezó a convertir en pequeñas luces blancas que parecían luciérnagas. Millones de pequeñas luces blancas, que antes eran el cuerpo de Astra, volaron hacia el exterior de la barrera y se desvanecieron como burbujas.
En el lugar donde había estado acostada se encontraba su túnica, su daga, y el cetro de Zeus ahora en forma de collar, sin más rastro de lo que una vez fue nuestra mentora. Toda una vida, milenios de vida... reducidos a tres simples objetos...
Me incliné y tomé la túnica entre mis manos, como si buscara a Astra entre su ropa, al tiempo que Logan observaba mis movimientos como si hubiera olvidado cómo moverse, cómo respirar, cómo vivir... Fue entonces cuando los hechos que vieron mis ojos se conectaron con mi cerebro, y asimilé lo que acaba de ocurrir...
—¿As...tra? —Mi voz se quebró y mi labio inferior temblaba debido al impacto de la situación— ¡Astra!
No podía creer que ella se hubiera... ni siquiera podía pensarlo... ni siquiera podía...
—¡Hebee!
En el momento en que su verdadero nombre pasó por mi garganta en medio del sollozo más doloso de mi vida, algo dentro de mí explotó.
Sumida en mi dolor y en un interminable grito, me di vagamente cuenta de que mi cabello se había elevado, mientras emitía una intensa luz blanca, como algas marinas en el fondo del mar en medio de una tormenta marina.
Se formó una corriente de aire y luz que me rodeó, para luego expandirse por toda la bodega; una elegante danza entre la energía y el viento que se complementaban perfectamente. Sin embargo, en el momento en que salió del domo, como una explosión de penetrante color blanco, los demonios se fueron esfumando a su paso, como si fuera lava y ellos de papel, en tan solo un puff. Aterrorizados querían huir, pero la tremenda energía que mi cuerpo emitía los alcanzaba en cuestión de milisegundos.
—Kamika... —susurró Evan desde algún punto dentro de la barrera.
Mi cabello se elevó más y la luz se intensificó. No obstante, todo lo sentía impropio y lejano, como si solo existiera yo y el dolor que me carcomía por dentro. Cerré los ojos en medio de mi grito y apreté con más fuerza la capa de Astra, queriendo fundirme en ella y así encontrar a mi compañera... a mi rival... a mi amiga.
La adrenalina subió por mis venas y mi cuerpo sufrió una pequeña descarga eléctrica que disparó mis sentidos. Sentí un subidón, parecido a una gran cantidad de azúcar en mi sistema que de pronto hiciera crac, y toda la energía mezclada con los sentimientos de dolor en mi interior de deshizo de pronto.
La tierra bajo mis rodillas tembló, justo antes de que mi cuerpo perdiera toda la fuerza divina y mental que me quedaba.
Mi cabello volvió a la normalidad y el baile de viento que inundaba la bodega desapareció en medio de un pequeño remolino de aire justo frente a mí. No tenía energía para moverme, ni siquiera para pensar, todo lo que sentía salió de mi cuerpo dejándome vacía.
Los chicos dejaron la barrera, despacio, luego de verificar que la bodega estaba despejada y se acercaron a nosotros con el mismo ritmo decaído.
Escuché los lamentos de Cailye, que fueron opacados por el consuelo de Evan a su lado; y también vi la figura borrosa de Daymon abrazar a Sara por la espalda, sin inmutarse siquiera.
Me levanté despacio, dejando caer la túnica violeta que Logan tomó en sus manos, observándola en silencio. Aun lloraba, pero no gritaba, era solo un llanto pasivo de pena y pesar; y mi cuerpo entero temblaba de miedo y tristeza.
Andrew se acercó a mí, mirándome con una mezcla de sentimientos que quizá ni él sabía cómo desenmarañar, y estiró el brazo para tacarme el hombro y así quizá consolarme, pero de un solo movimiento lo desvié e hice lo que me moría por hacer desde hacía mucho tiempo:
Arranqué a correr.
Pasé por la puerta de la bodega, ahora despejada de cualquier demonio, y solo corrí sin saber a dónde, con una emplumada lechuza volando sobre mí como ángel guardián.
No debía huir, lo entendía, pero fue lo único que se me ocurrió para poder procesar lo que acaba de pasar... Lo que acaba de pasar... era que Astra... había muerto.
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