22. Tormenta de dolor
One Last Time - Ariana Grande
El olor a sal era evidente, igual que el movimiento de las olas a nuestro alrededor. Las aves volaban alegremente por el cielo, probablemente emigrando, y la brisa era perfecta. No podía negarlo, ese viaje era mejor de lo que imaginé, y es que el viento y velocidad me recordaban a cuando manejaba mi Suzuki.
Por suerte no hacía frio, o al menos no el suficiente para usar sudadera; así que mi atuendo era una simple camisa con un short y zapatillas deportivas. No alcanzaba a ver más allá del océano, ya estábamos demasiado lejos de alguna ciudad o isla, nos encontrábamos en medio de la nada.
A Cailye todavía le causaba dificultad acostumbrarse al constante movimiento bajo nuestros pies, aun después de una semana. Los primeros tres días fueron los peores, la pobre chica no dejaba de vomitar, pero para el cuarto día ya se encontraba mejor. Y Daymon, al igual que la rubia, sufrió de mareos. Los demás estábamos bien, éramos más resistentes a eso, más o menos.
Sara, a mi lado, me entregó una botella de agua que tomó de la cocina, mientras Cailye y yo continuábamos con la vista fija en el océano. Hacía unos quince minutos que nuestro entrenamiento de ese día terminó.
—¿Y la mía? —interrogó Cailye con una ceja enarcada.
—Ve por ella —respondió Sara con indiferencia, a lo que la rubia le respondió frunciendo el ceño.
—Toma. —Le ofrecí mi botella para evitar una discusión irrelevante.
Ella sonrió y aceptó mi ofrenda sin problema.
Había entrenado con todos en el barco, excepto con Astra, pero con quien mejor me entendía en los movimientos era con Daymon. Era increíble lo conectados que podíamos llegar a estar, era como si uno fuera el reflejo del otro, como si hubiera un espejo entre nosotros.
—No deberías darle gusto, la malcriarás —comentó Sara, observando a Cailye beberse mi agua.
Sonreí.
—Ya estaba así cuando la conocí, no fue por mí.
Desde la cubierta, donde estábamos, alcanzaba a ver a los chicos en la sala de juegos, probablemente estaban jugando billar, como se volvió su costumbre siempre a esa hora. Y en cuanto a Astra... no sabía en dónde se metió.
—¿Quién crees que va ganando? —Sara siguió la dirección de mi mirada.
—Andrew, estoy segura.
Mi amiga me miró de reojo y sonrió con picardía.
—Le tienes mucha fe —comentó.
Posé mi mirada en ella, y al hacerlo no pude evitar recordar el incidente con Andrew una semana atrás, cuando entré a la habitación de los chicos y encontré a Andrew desnudo. Negué con la cabeza para alejar esos recuerdos de mi mente.
—No —respondí—, no es fe. Es solo que Andrew siempre es bueno en todo lo que hace, ya sabes, por su habilidad. Ni siquiera sé por qué siguen jugando a eso si saben que no pueden vencerlo.
Sara pareció meditarlo, justo cuando Cailye se unió a la conversación.
—Evan también es bueno —dijo ella.
—Y Daymon —completó Sara.
Me encogí de hombros.
—Tal vez, puede que vayan parejos. ¿Quieren ir a ver? Hagamos una apuesta, veremos quién gana, y la que haya apostado por él podrá pedirle algo a las dos perdedoras. Es decir, si gana Daymon, Cailye y yo tendremos que cumplir un deseo de Sara. ¿Entienden?
Me faltó pensar bien en lo que proponía, ya que esas dos buscaban cualquier excusa para derrotar a la otra en lo que fuera. Los ojos de ambas brillaron con desafío mientras una sonrisa maliciosa les recorría el rostro.
—Hecho —aceptaron al unísono.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó Evan cuando entramos al salón de entretenimiento—. Creí que estaban entrenando.
—Lo hacíamos, pero decidimos que sería interesante presenciar uno de sus partidos —explicó Sara.
La habitación era enorme, contaba con una mesa de billar, un futbolito, una máquina de bailar, una mesa de pin-pon, una dispensadora de refrescos, y una gran pantalla al fondo de la habitación que ocupaba toda la pared. Por la forma de las sillas parecía un pequeño cine en casa, pero con más estilo. Había entrado antes, como dos o tres veces, pero no me llamaba mucho la atención.
Los otros dos chicos intercambiaron una mirada de duda, algo lógico considerando que nosotras poco o nada los interrumpíamos. Mis ojos se encontraron con los de Andrew, consiguiendo que mis mejillas se ruborizaran. Hablar con Andrew, o el solo verlo, todavía era difícil para mí; no por su pasado, sino por la imagen de él desnudo tatuada en mis ojos. Desvié mi mirada al tiempo que él enarcaba una ceja en confusión. ¿Acaso ya lo había olvidado?
—Bien —exclamó Daymon con entusiasmo—, ya que están aquí, ¿qué les parece si armamos parejas de relevo? ¿Saben jugar billar?
—Yo sí —admitió Sara con una sonrisa de suficiencia.
Cailye y yo intercambiamos miradas, dudosas.
—Nosotras... al parecer no —contesté—. Pero los observaremos desde aquí.
—No, Andrew y yo les enseñaremos —propuso Evan con una gentil sonrisa—. ¿Verdad, Andrew?
El mencionado se encogió de hombros, sin darle importancia y sin apartar los ojos de mí.
—Claro. Es algo que incluso ella puede hacer —dijo Andrew con los ojos entrecerrados y observándome con un interés demasiado intenso.
Fruncí el ceño.
—¿Insinúas que no puedo? —inquirí.
Levantó la barbilla.
—Sé perfectamente de lo que eres capaz. ¿Y tú?
Un espasmo me recorrió el cuerpo. ¿Qué quería decir con eso? Su penetrante mirada no me dijo nada.
—Lo haremos —accedí sin esperar la aprobación de Cailye—. Sara con Daymon, Cailye con Evan, y yo con el idiota.
Esta vez fue Andrew quien frunció el ceño y tomó aire. Caminé hasta él y antes de que soltara algún comentario tomé el taco de sus manos.
—¿Al menos lo has hecho antes? —preguntó el chico a mi lado.
—No —confesé—, pero no puede ser tan difícil.
Andrew suspiró, y luego de echarme una rápida mirada corporal, medio sonrió con gracia.
—Para empezar, lo sostienes al revés.
Le di vuelta al objeto en mis manos con vergüenza y nerviosa de haber empezado mal. Al desviar mi mirada de él, observé que Evan ya le estaba indicando a Cailye cómo jugar, y a Sara y Daymon discutir sobre estrategias.
—Como sea, solo dime qué tengo que hacer —insistí.
—Con esta punta —Señaló la parte de arriba, una con una gomita suave— golpeas las bolas. Debes sostenerla con tu mano no dominante adelante, y la dominante, para mejor coordinación.
Tomó el taco, luego mi mano izquierda, y la ubicó como dijo. Realizó lo mismo con la otra mano, pero sin apartar el tacto de sus manos sobre las mías. Sentía mi rostro caliente debido a la cercanía del cuerpo de Andrew al mío, y de su tibio aliento en mi oreja. Estaba parado por mi lado derecho, sosteniendo ambas manos sobre las mías y sobre la herramienta, alineando su visión con la mía. Él se encontraba concentrado en la bola sobre la mesa, la más cercana a nosotros, podía verlo en sus ojos. Definitivamente no se daba cuenta de que me ponía nerviosa, y si lo hacía al parecer no le importaba.
—Empezaremos nosotros —comunicó cuando los demás centraron su atención en las bolas. Y luego susurró—. Mantén tu concentración en ese dos, golpéala con suavidad para que el ocho entre en el orificio de allá, no es difícil.
Asentí mientras tragaba saliva, nerviosa. Él retiró el tacto sobre mis manos, dejándome a mi suerte, pero no se apartó mucho de mí, seguía demasiado cerca, no me podía concentrar por imaginar cosas inapropiadas en mi mente. Cinco ojos sobre mí me miraban expectantes, a la espera de mi movimiento, pero yo aún dudaba sobre mi tiro.
Al notar que no me decidía, Andrew se acercó a mi oído.
—No me digas que sigues pensando en lo de la semana pasada —murmuró en un tono firme—. Solo nosotros lo sabemos y no fue para tanto. Ya había olvidado que me viste desn...
Interrumpí sus palabras cuando realicé mi tiro. Lo hice por impulso al sobresaltarme por lo que me estaba diciendo, provocando que me mordiera la lengua por equivocación. Él nunca tocó el tema desde ese día. Quise abrir un hueco y enterrarme, cambiarme de país y de nombre, solo para no encarar a Andrew en ese momento.
Lo miré, pero él no a mí, sus ojos estaban fijos en la mesa; seguí el rumbo de su atención para saber qué lo hacía sonreír con satisfacción, y me di cuenta de que había logrado mi objetivo: la bola dos golpeó a la ocho y ésta entró en el hoyo que Andrew me indicó.
Sonreí también, olvidando lo reciente ocurrido, y luego los demás realizaron sus tiros respectivamente.
—Andrew... —Aproveché que mis amigos estaban concentrados en sus jugadas para hablar con él—. Yo... Lo que pasó ese día...
—¿En serio quieres hablar de eso? —Enarcó una ceja y frunció levemente el entrecejo.
—N-No, pero no quiero que lo vuelvas a mencionar.
—¿Te avergüenza? —Escrutó mi rostro.
Desvié la mirada de él, incomoda y nerviosa.
—Solo no lo hagas, ¿sí? Trato de olvidarlo.
Esperé que se negara, que dijera algo que me ridiculizaría más, pero en su lugar apartó la vista de mí para centrarla en el juego.
—Bien. Pero no debes sentirte así, Will. Fue un accidente y no fue grave. No te atormentes.
Forcé una sonrisa. Que le restara importancia no me decía cómo sentirme.
—No volveré a entrar al cuarto de los chicos —declaré.
Andrew asintió sin hacer contacto visual conmigo. Seguimos con la partida de billar, poco a poco entendí el juego, aunque me generaba dificultad saber qué bola golpear, pero para eso estaba Andrew, que se encargaba de los tiros difíciles.
Luego de varias jugadas el partido llegó a su fin.
—No es justo, otra vez ganó mi hermano —se quejó Cailye de brazos cruzados, haciendo un adorable puchero—. Esto está arreglado.
El mencionado se encogió de hombros y dejó el taco sobre la mesa.
—Ya me estoy aburriendo de este juego. —Se recostó en la mesa—. Es muy predecible.
Evan sonrió con ternura, mientras que Daymon reía; qué bueno que no eran competitivos. En cambio, las chicas no apartaron los ojos de mí, yo gané la apuesta, así que tenía que pensar en un deseo, de preferencia algo que no fuera potencialmente perjudicial para mis amigas.
—Recuerdo cuando quería ser apostador —comentó Daymon, ganándose las miradas sorprendidas de mis amigas y yo. Nos descubrió, era seguro, pero no parecía interesado en delatarnos—. Es una carrera en la que me iría bien.
—¿Por qué dices eso, Daymon? —indagó Evan.
Daymon sonrió, mostrando sus blancos dientes.
—Porque ahora pienso que está lejos de mi alcance. Ahora ya no sé qué ocurrirá en el futuro.
—No seas negativo —dijo Cailye—, nada te impide ser apostador. Yo quiero ser veterinaria, me encantaría encargarme de los animales medicamente, es mi sueño. Los sueños nos mantienen con esperanza, así que no tienes por qué negarte a ellos.
—¿Y tú, Ailyn? —indagó Evan con interés— ¿Qué te gustaría hacer en el futuro?
Me reí.
Ver a mi madre trabajar en el hospital desde que tenía memoria sembró en mí la semilla de la salud. Ser enfermera era algo con lo que soñaba despierta, me veía junto a ella, trabajando en el mismo lugar, ayudando a las personas que lo necesitaban. Por supuesto que era un sueño lindo, idealizado, algo alejado de la realidad, pero nunca pensé en nada más; eso era lo que planeaba hacer al terminar la preparatoria, nada complicado, pero ahora visualizaba ese sueño más como ilusión que como objetivo.
—Enfermería, pero creo que no es momento de pensar en eso. Dudo que mis sueños estén cerca de cumplirse, primero tengo que pensar en cómo graduarme de la preparatoria, algo que veo difícil ya que hace casi dos meses que falto a clases. Ese sueño ya me abandonó.
Tener sueños cuando no sabía si al día siguiente estaría con vida, o siquiera si lograría recuperar mi vida normal, era pedir demasiado. Mi vida actualmente era muy impredecible como para imaginar un futuro estable como el que quería tener antes de saber la verdad, no sabría qué esperar con el rumbo actual. Solo podía pensar en cumplir la misión, sin morir en el intento, si lo conseguía luego pensaría en algo qué hacer con mi existencia.
—Los sueños no nos abandonan —espetó Cailye con mucha confianza—, solo cambian de forma. Si quieres estudiar enfermería tal vez no sea en el sentido más estricto de la palabra, pero quizá la razón de serlo siga intacta vista desde otra perspectiva. ¿Por qué quieres dedicarte a eso?
—Para ayudar a las personas —contesté con simpleza—. Salvar vidas es... mágico, creo.
Pero antes de que Cailye pudiera contribuir al rumbo de la conversación, mi amiga de negro cabello la interrumpió.
—Yo no tengo sueños —comunicó Sara, recostada a la mesa de billar al otro lado de Andrew—. Mis padres me heredarán, así que no hay mucho de dónde elegir, tendré que dedicarme al negocio familiar.
—¿En qué trabajan tus padres? Nunca lo has dicho —mencionó Evan. Recordé que él había dicho que ella hablaba muy poco de sí misma, siempre hablaba de mí.
—Comercio, mi padre hace tratos con empresas extranjeras, es mediador y consigue inversionistas para la empresa que lo contrate. Dependiendo de la empresa así mismo es su campaña de marketing y sus negociaciones. Es... tedioso lidiar los intereses de las personas. Tener a todos contentos es horrible. Y mi madre... ella solo habla de cosas que no entiende. En fin, no me gusta hablar de eso.
Me sorprendió notar que Cailye no hizo ningún comentario respecto a la situación familiar de Sara, parecía que al fin aprendía que había temas con los que no se debía bromear.
Miré a Andrew, a la espera de que él compartiera su sueño, pero éste no parecía escuchar la conversación ya que no nos miraba a ninguno, solo tenía ojos para el océano más allá del balcón de la sala, estaba perdido en sus pensamientos. ¿Cuál era el sueño de Andrew?
—Evan —llamó Daymon—, ¿qué hay de ti? ¿A qué te dedicarías?
—No lo sé, todavía no lo decido, hay muchas cosas que me interesan. Además, no tengo por qué decidirlo ahora, voy a mi ritmo.
Entonces, no pude evitar preguntarlo:
—Andrew, ¿cuál es tu sueño? —En cuanto lo pronuncié todas las miradas se posaron sobre mí. La que más me llamó la atención fue la de Cailye, que me observaba como si hubiera metido la pata, otra vez —. ¿Acaso dije algo malo?
—Ailyn —musitó Cailye—, a mi hermano no le gusta...
—No lo sé —respondió Andrew de forma imprevista, pero con la mirada fija en el océano—. Tener sueños significa aspirar a cumplirlos, y no hay nada en particular que quiera lograr o tener.
Ante su sinceridad, todos excepto Daymon y yo lo miraron con los ojos como platos, completa y absolutamente sorprendidos de su soltura al contestar mi pregunta. Yo también estaba sorprendida, pero no tanto como ellos, mientras que Daymon no pudo contener su risa.
—Oigan —Luego de un largo silencio, Sara por fin tomó la palabra—, ¿cuál creen que sea el sueño de Astra?
Una risita burlona se escapó de mis labios.
—Usurpar mi lugar, por supuesto —mascullé en voz baja, pero al parecer los súper oídos de Andrew me escucharon, ya que levantó la vista hacia mí.
El chico tensó la mandíbula, al tiempo que entrecerraba los ojos como si quisiera ver más allá de lo que tenía frente a él.
—¿Dijiste algo, Ailyn? —Me di cuenta por la dueña de esa voz que Astra estaba tras de mí, como clásico monstruo escurridizo.
—¿Escuchaste lo que dije? —inquirí mientras me giraba hacia ella.
Sus violetas ojos podrían atravesar mi alma si en lugar de una mirada fueran dagas, me observaba con tanta severidad y dureza que parecía a punto de regañarme.
—Así que ese es mi sueño —Claro que lo había oído—. No es tan imposible, de hecho.
Sabía cuál era el sueño de Astra, lo dijo esa noche en el techo del camper, antes del incendio; pero a pesar de lo que dije recientemente, ahora me estaba provocando.
Fruncí el ceño ante su comentario, consiente de la repentina mirada de interés en el rostro de Andrew y la sonrisa de Daymon. Miré a Astra a los ojos todo el tiempo, no quería que me considerara menos que ella.
—¿Qué es lo que te sucede, Astra? —empecé. No me importaba que todos estuvieran ahí, ya era hora de concretar mis sospechas—. Sé que no crees que estoy capacitada para dirigir el equipo, pero ¿por eso intentas sustituir a la antigua Atenea? Se supone que debo ser la líder, por obligación, y que tu deber era ayudarme a convertirme en una. Pero ahora haces lo contrario, te quieres quedar con el lugar. Siempre creí que eras fascinante, fuerte, inteligente, un ejemplo a seguir, pero ahora veo que eres una persona oportunista que siempre quiso ser la jefe del grupo.
Sostuvo su mirada, ahora despectiva, sin parpadear.
—Si quisieras ser de verdad su líder hubieras pensado más en lo que harían en lugar de hacerte la víctima y deprimirte como siempre. Y respecto a lo otro, te equivocas. En serio creí que podías haber sido una buena líder, pero me di cuenta de que esperaba más de ti de lo que realmente estabas dispuesta a entregar. Yo, en cambio, me enfoqué en pensar en el futuro, en lo que sería lo mejor para todo el mundo. Conseguí el barco, realicé los preparativos, me preocupé por idear una estrategia que nos diera tiempo...
—¿Tiempo para qué? —la interrumpí, ganándome una fulminante mirada de su parte como recompensa—. Dime, ¿qué es lo que necesita tanto tiempo? Ni siquiera nos dices qué es lo que pasa, solo repartes ordenes como una generala. Hagan esto, vayan por allá, aborden un barco. No tenemos por qué seguirte, estoy aquí para ejercer mi puesto.
—¡No! No lo estás, y mientras no lo puedas ver no dejaré que los guíes a todos al borde de un abismo. Te falta mucho para ser una líder competente, y eso no es algo que aprendas en una clase o porque alguien te lo diga, tienes que aprenderlo sola.
Fruncí más el ceño e hice una mueca.
—¡No necesito tu permiso! —exclamé enojada—. Lo que me falta por aprender, no me lo quieres enseñar, te quieres ir por el camino fácil. No estoy dispuesta a quedarme de brazos cruzados pudiendo reclamar lo único que puedo aportar al equipo.
Negó con la cabeza, despacio, y soltó un suspiro.
—Nunca escuchas, Ailyn, te dije muchas veces el trabajo de un líder, te mostré el camino. Ya no voy a confiar en ti para el puesto, no voy a correr ese riesgo.
—No sabes cómo lo voy a hacer, no me has dado la oportunidad de comprobar si soy tan mala como dices —espeté de brazos cruzados.
Me sorprendió que nadie intercediera en la discusión, ni siquiera Evan o Sara, pero al mismo tiempo lo agradecí.
—Lo hice varias veces, tus oportunidades se acabaron —sentenció—. No estás lista para ser la líder, y los demás no están listos para confiar en ti lo suficiente como para dejar sus vidas en tus manos. ¿Qué no lo ves? No has hecho nada para merecer el liderazgo, solo te quedas congelada en los momentos de peligro, no tomas las decisiones pertinentes porque no sabes qué hacer, dudas hasta de tu sombra, y eres tan impulsiva que solo pones tu propia vida en peligro. No confías realmente en tu equipo ni en ti misma.
Sentí una opresión en mi pecho que me desestabilizó. Mi mirada firme en Astra flaqueó, otorgándole cierta satisfacción que se reflejó en su rostro. Sacudí mi cabeza, reacia a considerar sus observaciones.
—Eso no es verdad —farfullé—. Confío en ellos y ellos en mí.
Contuve la tentación de confirmar visualmente que era así, que existía confianza mutua. Pero ¿en verdad la había? ¿Alguna vez había hecho algo por ellos para demostrarles que podría protegerlos?
—Si es así no te molestará competir por ellos ¿verdad? —Levanté mi mirada hacia Astra de nuevo, y la descubrí arqueando una ceja en señal de interés. ¿Qué quería conseguir con todo eso?—. Cuando lleguemos a Italia, y nos reunamos con Hermes, ellos elegirán a su líder. Después de todo, dices que confías en ellos ciegamente, ¿no? —Sonrió con petulancia—. Entonces ¿qué te parece ver si ellos confían realmente en ti? ¿Aceptas?
Barrí la sala de juegos con la mirada, en busca de ayuda en los rostros de mis amigos, una que no conseguí. No podía contar con Andrew ni con Daymon, el primero observaba todo con cara de póker y el segundo sonreía con diversión; Sara y Evan estaban tan serios que por un momento pensé que estaban de acuerdo con todo eso; por otro lado, Cailye no podía con su nerviosismo, ¿qué estaría oliendo para mostrase así?
Enfrentarme a Astra era una locura, no podía vencerla, viera por donde lo viera era mejor que yo en experiencia, técnica, fuerza, y poder; era insignificante a comparación de ella. Pero confiaba en ese sentimiento que me gritaba que luchara por ese cargo, que ahí pertenecía a pesar de nunca haber sido una líder en mi vida. Que así podía protegerlos.
Sonaba contradictorio lo sabía, querer ser la líder sin conocimiento completo del tema, pero era algo que solo sentía, que era lo que debía hacer por ellos. Deseaba tomar las decisiones que no quería que ellos tomaran, recibir los golpes que todo ese tiempo ellos estaban recibiendo por mí. Porque proteger a las personas que amaba era el mejor sueño que podía tener.
—Esto no va a terminar bien —susurró Sara en medio de un suspiro, seguramente leyó la respuesta en mi rostro antes de volverme hacia Astra.
Nuestra mentora seguía a la espera de una respuesta, me observaba expectante y analítica, como si quisiera leer el resultado de un experimento.
—Acepto.
—¿Estás segura de lo que hiciste? —preguntó Cailye con inseguridad.
Estábamos sentadas una frente a la otra en nuestras respectivas camas. Habíamos bajado allí luego de la discusión con Astra en la sala de juegos, y agradecía que el yate fuera lo suficientemente grande como para que cada uno se ocupara en algo diferente sin interrumpir la actividad de los demás. No quería hablar con nadie que me pidiera recapacitación o que me riñera, por lo que Cailye era con la única que podía hablar sin sentir que cometí un error al aceptar el desafío de Astra.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado desde que bajamos, pero a juzgar por los colores que entraban por las pequeñas ventanas de la habitación deduje que eran alrededor de las seis de la tarde.
—¿Quieres saber la verdad? —Ella asintió—. No, no estoy segura, pero ya no lo puedo cambiar.
Había respondido al sentimiento que su amenaza me provocaba, pero en realidad no tenía ni la más pequeña idea de cómo iba a competir contra nuestra mentora.
Suspiré con cansancio, a lo que Cailye se mostró pensativa.
—Olí algo parecido cuando estábamos en el camper, luego de la fiesta de Nueva York —comentó—. Pero no supe lo que era hasta que lo dijiste. En ocasiones no sé interpretar los olores; Daymon es más preciso en estas cosas.
—Creí que ustedes tienen la misma habilidad, ambos predicen las emociones.
Ella negó lentamente con la cabeza mientras comía más gomitas de dulce; para ella no era inconveniente hablar sobre esas cosas, eso le salía natural, como si toda su vida hubiera vivido con ello y solo estuviera compartiéndolo. Lo cual hacía y era cierto. Muy diferente a Andrew, al que no le gustaba que hablaran de él.
—Daymon intuye lo que ocurre, ve a una persona y presiente lo que piensa o cómo se siente, al igual de lo que ha vivido para ser como es. Yo huelo las emociones, gracias al olor de las personas en ciertos momentos sé lo que siente; pero a veces los olores se confunden. Una persona puede sentir más de una cosa a la vez, y esa mezcla también es una mezcla de olores.
—¿Eso significa que también notaste lo de Astra en ese momento?
—Como dije, no es muy preciso, lo olí, pero no pude identificarlo. —Me miró con calidez, acompañando su gesto con una sonrisa igual de tierna—. Sé que no dejarás que nada malo nos ocurra si tienes el poder para evitarlo, está en tu olor, impreso en ti como un tatuaje. Confío en ti, Ailyn, todos lo hacemos.
Sonreí con amargura.
—Quiero ayudarlos, ser de utilidad, y siento que esta es la única forma que tengo de protegerlos. Sin embargo, no puedo ignorar la diferencia entre Astra y yo. Ella tiene cientos de años sobre mí, y yo solo llevo en esto poco más de dos meses.
—No te preocupes por eso, somos tus amigos y no buscaremos un suplente a alguien que es irreemplazable.
Traté de sonreírle, pero esta vez no pude.
—Pero esto no se trata de amistad, Cailye. Se trata de la que esté mejor calificada para el cargo. Y en cuanto a eso tengo desventaja. Puede que lo haya sido la Atenea original, pero yo no soy ella, yo soy yo: una diosa novata que a duras penas controla la magia.
Ella no respondió. Solo me siguió mirando con alegría y ternura mientras devoraba las golosinas con entusiasmo.
Hubo un largo silencio, en el que no supe cómo continuar la conversación. Ni siquiera estaba segura de si Cailye entendía todo lo que le decía, ella podía ser muy infantil en ocasiones. O era eso, o disimulaba muy bien su inteligencia.
—Por cierto, ¿no te parece extraño que Astra... no sé... nos oculte cosas? —retomé el tema desde otro ángulo.
—¿A qué te refieres? —Estaba confundida.
—Estoy muy segura de que no nos ha dicho todo lo que sabe. Y estos viajes así, todo este tiempo... No sé, algo oculta.
Frunció la frente y torció los labios. Se llevó la mano a la cara y le dio golpecitos con el dedo, pensativa.
—No lo sé... es cierto que es un poco extraño. Pero todos tenemos derecho a guardar secretos. No creo que debas meterte más allá de lo que las personas te lo permiten, Ailyn, puedes encontrarte con cosas desagradables.
La forma en que lo dijo, con esa madurez Knight, me provocó escalofríos.
—Sonaste como Andrew —noté—. Entiendo lo que quieres decir, pero aun así no es algo bueno que la persona que quiere ser la nueva líder nos oculte cosas que podrían ser importantes para la misión.
—No deberías pensar esas cosas sobre ella. Astra es buena, de lo contrario no hubiera hecho todo lo que hizo por nosotros. Nos dice lo necesario, se encarga de descartar lo que no nos sirve.
—Lo sé, pero ni siquiera sabemos a dónde va cuando se desaparece durante días —comenté.
—¿A investigar tal vez? Ella dijo que tenía sus fuentes de información. Y hoy en día no hay muchas de esas en la Tierra. Debe ser difícil para ella recolectar información mientras oculta su naturaleza divina.
Enarqué una ceja.
—No pensé que escucharas las conversaciones.
—Lo hago, a veces. —Se encogió de hombros.
—Puede que sea eso, o puede que haya algo más que no nos quiere decir —repuse.
—Supones demasiado.
Ella siguió comiendo sin ningún problema, mientras mi mente divagaba entre un sinfín de posibilidades sobre Astra.
Necesitaba pensar, pero no quería armarme toda una película ridícula en mi cabeza sin tener pruebas de algo que ni siquiera sabía qué era. Suspiré, siendo ignorada completamente por la glotona de Cailye.
Me levanté de la cama, con la intención de salir de la habitación, pero Cailye me detuvo.
—¿A dónde vas?
—A fuera, necesito estar sola un rato.
—¿Te sientes bien? —inquirió, preocupada.
—Lo estoy, solo quiero caminar un rato. No tardaré.
Abrí la puerta de la habitación y salí sin esperar ningún otro comentario por parte de Cailye. Ya en el pasillo, me recosté en la pared, hundida en mis pensamientos.
Las voces provenientes de la habitación de enfrente me sacaron de mis pensamientos al instante. Antes no reparé en ellas, pero había algo inusual en ese par de tonos suaves que me pareció sospechoso. Avancé unos pasos hasta la puerta frente a mí, y con cuidado de no hacer ruido apoyé mi oído derecho en la fría madera le la puerta, con la intención se escuchar mejor la conversación.
Descifré, con algo de asombro, que se trataba de la voz de Sara... y la de Daymon. ¿Qué tanto farfullaban que se escuchaba tan bajo, como si no quisieran ser oídos por nadie más?
—Todo esto es increíble —dijo Sara—. Apuesto a que tú sabías que accedería todo el tiempo, ¿verdad? Eres un donjuán.
Hubo un silencio, en el que pensé por un momento que se habían percatado de mi presencia. Oí la risa de Daymon.
—Sí, desde el momento en que te vi salir del camper con el rostro lleno de preocupación supe que eras la persona con quien quería estar. —No reconocí la voz de Daymon, sonaba más tranquilo a comparación con su risueña actitud. Sincero—. Te robaste mi corazón en el instante en que me miraste con esos hermosos ojos oscuros. Supe que ya no habría vuelta atrás.
De nuevo silencio.
—Aún no estoy... muy segura de esto —musitó mi amiga, obligándome a pegar más la oreja a la puerta para no perder ningún detalle—. Ailyn me necesita...
—No es verdad —repuso Daymon con firmeza—. No de la forma que crees. Ella no esta sola, de la misma forma que tú tampoco lo estás. Lo deseas, lo que te ofrezco. Déjame ser la persona que cuide de ti esta vez.
Oí un gruñido.
—No. En verdad necesita que esté para ella. Esto es... Ni siquiera sé cómo decirle lo nuestro. ¿Cómo crees que reaccione? —Daymon no respondió, por varios segundos reinó el silencio, hasta que Sara continuó—. ¿Daymon, qué ocurre? ¿Por qué miras la puerta de esa forma?
Mi mente solo procesó el pensamiento de que Sara me ocultaba un acontecimiento realmente importante en su vida, justo antes de abrir la puerta por impulso. El sonido que hizo la puerta al chocar con la pared ahogó la exclamación de Sara, pero no evitó la mirada inescrutable de Daymon; él no estaba sorprendido, es más, yo diría que lo sabía.
Contemplé con completo asombro a Sara incorporarse de un golpe de la cama de Daymon, con no más que su ropa interior puesta, dejando a la vista su perfecto abdomen y piernas, su piel porcelana; mientras que el dorso descubierto de mi amigo relucía gracias a la luz anaranjada que penetraba la ventana, signo del atardecer. Él cubierto en la parte inferior con la sabana de su cama. En definitiva, ese cuarto estaba maldito.
—Ailyn —Sara estaba más contrariada que yo, dijo mi nombre como si eso la atara a la tierra—. ¿Qué...? ¿Qué haces aquí?
Mi mente se quedó en blanco, procesando la escena sin saber cómo reaccionar, con los ojos bien abiertos y los labios levemente separados. Tan solo los miré, mi atención iba de uno a otro. Miré el cuerpo semidesnudo de mi mejor amiga y el cuerpo cubierto por muy poco de mi amigo. Los dos, ahí, en la misma cama y a medio vestir. ¡Por los dioses!
Mi corazón golpeó fuerte contra mi pecho, algo danzó en la boca de mi estómago.
—Estoy... justo en la habitación de enfrente —dije—. No sé... cómo se supone que tome esto...
La mirada de Sara, ansiosa y llena de culpabilidad, me recorrió el cuerpo, luego el de ella, luego a Daymon, y casi pude ver cómo le gritaba que saltara por la borda. Me sorprendió notar que los movimientos de Sara no eran elegantes y calculados, ahora eran torpes y sin objetivo. Por los dioses, nunca la había visto así.
El chico pelirrojo se incorporó de la cama y se sentó en el borde, contemplando la situación con atención y seriedad, pero sin decir palabra.
—No es lo que tú crees —se apresuró a decir Sara, soltando cada palabra atropelladamente, como si quisiera excusarse. Dudaba siquiera que pensara en lo que decía.
Quería sonreír, claro que sí. Saltar hacia ella y abrazarla. O quedarme ahí parada e irme. Aún no estaba segura. Mis ojos no dejaban de viajar de uno a otro. Nunca pensé que en serio esa chispa que hubo al conocerse se convirtiera en algo más. Me sentía... herida, de alguna manera.
No estaba molesta por su relación, por el contrario, me alegraba inmensamente que Sara estuviera haciendo algo que nunca hizo por permanecer al pendiente de mí. Pero el que me lo ocultara, el que Daymon también lo haya omitido, me dolió en la poca credibilidad que tenía por mi amiga.
—¿Ah no? Parecer ser exactamente lo que es. —Enarqué las cejas, reprimiendo una mueca que nunca llegó a ser una sonrisa. Con eso solo logré que Sara se pusiera mucho más nerviosa.
La chica de cabello negro sudaba, tanto en manos como en rostro, y movía su cuerpo demostrando que no se sentía cómoda en ninguna posición. Se trataba de ocultar su piel desnuda, de correr o saltar tal vez, pero no se decidía. Su cabeza estaba hecha un nudo, podía verlo desde mi lugar.
—Es... —musitó Sara— Bueno... verás... es... —No era capaz de verme a los ojos, evadía mi mirada. Su rostro estaba rojo, completa y absolutamente rojo—. No sé cómo decirlo... es... es...
—Es exactamente lo que viste —concluyó Daymon que, al contrario de mi amiga, no tenía problema en mantener sus amarillos ojos fijos en los míos. Incluso parecía orgulloso, como si por fin pudiera decirle a todo el mundo que cumplió su sueño.
Daymon mantuvo su tranquilidad, su mirada perspicaz, sobre la situación. Yo trataba de no verlo mucho, el chico en verdad era puro musculo bajo esos abrigos y sonrisas. Su cuerpo lucía... ¡Por los dioses!
Sara abrió los ojos de par en par, tanto que creí que se saldrían de sus cuencas, y contuvo la respiración con exceso de drama.
—Lo sabías —descifró, ahora mirando a Daymon de forma acusatoria—, por eso te quedaste viendo la puerta. ¡Sabías que Ailyn estaba escuchando todo!
Si no supiera que Sara no le haría nada a Daymon, temería que lo golpeara; se veía más enojada con él que avergonzada conmigo. Sin embargo, poca atención le prestó el pelirrojo a su «novia», ya que en todo ese tiempo no dejó de mirarme a mí.
—Pensábamos en contártelo todo, al igual que a los demás, pero todo fue... demasiado rápido. No era un secreto en realidad —explicó Daymon—. Es solo que con todo lo que pasó con Astra decidimos dejarlo para cuando las cosas se calmaran un poco. Lo siento, Ailyn, se supone que deberías ser la primera en enterarte.
El corazón se me fue al piso. No podía creer que algo así estuviera pasando y yo no me enteré. No podía creer que ella nunca lo comentó, que yo nunca lo vi.
Miré a Sara con tristeza, incapaz de sonreír ante la felicidad que sentía por dentro debido a su relación. Fue como si una de las personas más importantes de mi vida de repente me sacara de la suya, como si hubiera crecido una distancia tan grande entre nosotras que era imposible alcanzarla o escuchar su voz. Ya no podía controlar ni soportar los secretos de Sara, pero ¿alguna vez lo hice?
—¿Por qué... nunca lo mencionaste? —le pregunté a Sara—. Te veías tan distante al comienzo... creí que te preocupaba la relación de sus antecesores, pero esto es... algo que nunca pensé que me ocultarías.
Sara cerró los ojos con fuerza, su cuerpo se estremeció.
—No sabía cómo... —Trató de tomar aire, pero no pudo, estaba muy nerviosa—. No sabía cómo ibas a reaccionar. Se supone que estoy para ayudarte, para protegerte. Esto... —Movió las manos en el aire y frunció los labios— no tenía qué suceder.
Negué lentamente con la cabeza, la miré con los ojos entrecerrados.
—Creí que habíamos superado lo de los secretos, que no volverías a mentirme, que ahora que estábamos igual no tratarías de tomar decisiones sobre lo que tenía o no que saber. —mascullé en voz baja—. Pero me equivoqué. No pensé que pudieras llegar a considerar que algo bueno que sucediera en tu vida significara un obstáculo en la mía.
—Ailyn, yo... —trató de decir Sara, desesperada, pero la interrumpí.
—Está bien, Sara. Ahora sé que no confías en mí lo suficiente como para contarme las cosas importantes de tu vida, que no me crees lo suficientemente importante como para decírmelo. Enserio pensé que mi mejor amiga no volvería a ocultarme cosas... pero ahora entendí que no soy tu mejor amiga. Qué lástima que yo sí te consideré la mía.
—¡¿Pero de qué diablos hablas?! —Su voz, a contraste con mi tono peligrosamente sereno, sonaba histérico y desesperado. Abrió sus oscuros ojos tanto como pudo, y su pecho subía y bajaba con agitación— ¿Quién fue la que empezó a alejarse? Empezaste a ser más amiga de Cailye que mía. Empezaste a acercarte a ella para todo, todo el tiempo. No me vengas a mí con el cuento de la mejor amiga traicionada, porque tú fuiste quien me traicionó primero.
Sus palabras me atravesaron como flechas, por la espalda, pero traté de conservarme serena. Todavía estaba aturdida, los dos frente a mí se veían irreales.
—Eso no viene al caso; además no es cierto, nunca sería capaz de traicionarte de esa forma, no trates de involucrar en esto tu rivalidad con Cailye. Me mentiste, de nuevo, no querías que me enterara de algo tan maravilloso —Fruncí el ceño y concentré toda mi atención en Sara—. Dime por qué.
—¿Qué...?
—¡Dime por qué me consideras tan poca cosa como para que no confíes en mí algo tan malditamente importante! —grité, perdiendo mi serenidad.
—¡Porque no era el momento para decírtelo! Pensaba hacerlo, créeme que sí, era solo que no sabía cómo ni cuándo.
—En cualquier momento, Sara, cualquiera hubiera sido una buena forma de decirlo. —Ella retiró la mirada de mí, pero no trató de buscar ayuda en Daymon, quien permanecía en silencio—. ¿Hace cuánto están juntos?
—Eso no importa —respondió ella cerrando los ojos.
—¡Lo hace! ¡¿Por qué supones que no?! ¡Deja de ocultarme tus cosas!
—¡¿Lo creerías?! —repuso, volviendo la mirada hacia mí. Parecía una loca, estaba tan histérica que me daba miedo. Además, ya no había rastro de la máscara de perfección que disfrazaba a mi amiga de la infancia. Era ella misma, su forma natural, una muy aterradora—. ¡Dime, ¿creerías algo de lo que te dijera?!
Ella estaba enojada, pero no sabía por qué exactamente, y eso le hacía decir esas cosas. Su estado de alteración e histeria estaba venciendo su juicio. ¿Acaso le preocupaba tanto que me enterara de algo tan maravilloso como eso? ¿Por qué? Era una noticia fantástica, entonces ¿por qué no se permitía disfrutarlo a plenitud? ¿Tenía algo que ver con su apego fraternal hacia mí?
Retrocedí hasta la puerta, analizando sus palabras, y visualizando tanto a mi amiga como a Daymon aún sentado en la cama, sin interponerse.
—Tienes razón —solté, con toda la amargura y decepción que mi voz me permitió—. No confío en ti, Sara, ya no. Intenté pasar por alto los secretos, desde el comienzo, pero ahora no puedo más. Ya no puedo hablar contigo sin pensar que me mientes o que hay algo que no me dices.
Me di la vuelta, dispuesta a marcharme de la habitación, y en el trayecto noté por el rodillo del ojo a Daymon levantarse de golpe de la cama, y dirigirse a toda velocidad hacia donde Sara se encontraba. Supuse que algo hizo Sara para que él reaccionara de esa forma, pero no me quedé para averiguarlo, ya había salido del lugar.
La noche empezaba a cubrir el cielo cuando me recosté en el barandal de la cubierta. El color de las nubes anunciaba una tormenta, pero el océano se veía por completo tranquilo; y la brisa que inundaba el ambiente me provocaba escalofríos en mis descubiertas piernas y brazos, sin embargo, no quería bajar por un abrigo, ni entrar, solo quería estar sola para pensar con claridad.
¿Por qué todo se tenía que complicar en ese momento? El desafío de Astra, los secretos de Sara, incluso mi nerviosismo con Andrew por verlo desnudo. —Me reí con locura al caer en cuenta de que pensaba en el incidente con Andrew aun en ese momento—. ¿Por qué ahora, cuando no tenía a dónde salir corriendo? ¿Por qué cuando todos estábamos atrapados en un maldito yate en medio del Océano Atlántico? Todo estaba de cabeza; antes de ese barco las cosas eran mejores, éramos más unidos, pero Astra tuvo que cambiar, luego Andrew con su nueva actitud, y por último la relación de Sara y Daymon. No quería ni pensar en Evan y Cailye, que hasta el momento no parecían diferentes a lo usual, aunque quien sabía, no había hablado con Evan a solas desde antes del incendio.
Suspiré, dejando caer mi cabeza hacia atrás para toparme con un cielo nubado. Por lo menos, estaba sola, no sabía dónde se encontraban los demás, y tenía muy pocos deseos de saberlo.
La conversación con Sara seguía haciéndome eco en mi cabeza. Estaba harta de sus secretos, y mi enojo aún era latente dentro de mí, no quería verla, o al menos no mientras no pudiera aclarar mis ideas sobre ella. Si era mi mejor amiga, mi hermana de otra sangre, la persona en quien más confiaba, ¿por qué se empeñaba tanto en mentirme? Ya no tenía caso pensar en ella de esa forma, era obvio que desde que desperté cambió... o mejor dicho: conocí a su verdadero ser. Así era ella, como Cailye la describía, lo que yo veía era una ilusión, lo que ella quiso mostrarme.
¿De verdad era así? Me negaba a creerlo. Que desconfiara de su palabra no significaba que ya no tuviera fe en ella como persona o diosa. Era solo que ya no sabía qué creer.
Mi estómago y cabeza me daban vueltas, solo quería tirarme al océano y salir nadando hasta llegar a un lugar donde nadie pudiera encontrarme nunca. No quería estar ahí, y lo peor era que no tenía a dónde ir.
«—Huir no es la solución —dijo la misteriosa voz de mi cabeza en tono de reproche.»
Dejé salir otro suspiro, esa incesante y molesta voz era una cosa más de la que preocuparme, y como dije antes, no tenía cabeza para tantas cosas.
—¿Y tú qué, misteriosa voz? ¿Me vas a decir lo que eres, o al menos por qué estás en mi cabeza? Me voy a volver loca, por suerte nadie me ha escuchado todavía.
«—Huir no es la solución. —Se limitó a repetir.»
Era evidente que intentar sacarle algún tipo de información, que no estuviera dispuesta a revelar, era inútil. Al menos no me susurraba cosas oscuras como vi varias veces en las películas, ésta solo aparecía de vez en cuando, más o menos cada semana.
—Pero muchas veces es la única opción —respondí, resignada a no conseguir lo que quería de ella, por lo que continuar con el hilo de la conversación era mi única elección.
«—No es la única opción —repuso, con dureza—. Las cosas siempre tienen más de una salida, encontrarla depende de ti. Además, huir es de cobardes.»
Esa voz la había escuchado en alguna parte antes, su tono me era familiar, pero no lograba recordarlo con claridad. ¿En dónde escuché algo parecido con anterioridad?
—Huir no suena tan mal —comenté.
«—¿En serio quieres abandonar todo lo que te ha costado tanto trabajo construir? Todos los desacuerdos y obstáculos, ¿piensas tirar a la basura todo lo que has logrado? ¿Esa es tu manera de demostrarles a los demás que puedes ser una buena líder? Si es así déjame decirte que estás lejos de siquiera entender el significado de un líder.»
Solté un largo suspiro. Esa forma de hablar era tan severa que por suerte era incorpórea, ya que de tener cuerpo me cohibiría ante ella. Con Astra recordándome mis defectos era suficiente, no necesitaba un consejero personal que se encargara de recalcar mi personalidad.
—Si tanto quieres ayudar, entonces sal de mi cabeza y encárgate tú de todo este lio. Me harías un gran favor.
No hubo respuesta, lo cual me alegró. Pasaron varios minutos, quizá veinte, cuando un extraño movimiento llamó mi atención.
Me enderecé para averiguar la causa de aquel extraño movimiento bajo mis pies fuera de lo usual... cuando de repente el yate se movió con tanta brusquedad que me tuve que sostener del barandal para no caerme. Cerré los ojos por impulso, mientras un vacío en el estómago se apoderaba de mí.
Empecé a transpirar, al tiempo que el vacío en mi estómago tomaba forma de miedo. Sentía miedo, y eso que no había presenciado al cambio repentino a mi alrededor. Apreté tan fuerte el barandal cuando Titán se volvió a mover de forma brusca, que mis nudillos se tornaron blancos.
Levanté la vista con todo el valor que pude, mientras el vértigo conquistaba terreno en mi estómago, al sentir sobre mi piel las frías goteras de lluvia que comenzaron a caer. No pude gritar, mi voz abandonó mi cuerpo en el momento en que entorné los ojos solo para enterarme de la tormenta que tomó lugar en cuestión de segundos a mi alrededor. Las gigantescas olas que golpeaban el yate eran la causa del movimiento reciente, y la fuerza abrazadora del viento solo complicaba las cosas.
Me sentía en una montaña rusa, con todo el temor que mi cuerpo me permitía tener, y no me moví ni un centímetro. Permanecí con la vista fija en el océano tan aterrador que bailaba una danza infernal frente a mis ojos. Mi labio inferir temblaba, y mi ropa ya estaba completamente mojada gracias al aumento desmesurado de las gotas de agua que caían del cielo y del agua salada que impactaba contra la cubierta. El ajetreo del barco era aterrador, segundo tras segundo se movía arriba y abajo, sin ningún control más que el de las olas monstruosas que amenazaban con tragarse nuestra nave.
Entonces, el cielo se iluminó debido a los rayos. Truenos ensordecedores dominaron los cielos, junto con las luces violetas que escupían las nubes. Cerré los ojos con fuerza, tratando de menguar la sensación de pánico que se atoró en mi garganta. Quería gritar solo para escuchar mi propia voz por encima de los truenos y comprobar que seguía con vida, pero me fue imposible formular palabra alguna, estaba demasiado atemorizada para hacerlo.
Noté a mis amigos salir a cubierta justo cuando un rayo iluminó nuestras cabezas. No había más luz que la del cielo, tal vez la tormenta generó algún daño en el sistema del barco, ya que parecía haber perdido el piloto automático también. A pesar de visualizar los rostros familiares de mis compañeros, no me tranquilicé ni un poco, ni me moví, no me atrevía a separar las manos del barandal ni mis pies anclados al resbaloso suelo de la cubierta.
—Iré a revisar el piloto automático. —Escuché que le anunció Astra a Andrew—. Encárgate de que todos estén bien.
No vi la respuesta de Andrew ni la escuché, me negaba a apartar la vista del tormentoso océano.
Un rayo nuevo iluminó el yate, al igual que las olas que cada segundo que transcurría se volvía más feroces. Mi corazón amenazaba con salir nadando del barco, de abandonarme debido a los fuertes latidos de éste. Tragué saliva, saboreando en mi boca la mezcla del agua saldada del océano y las gotas de lluvia, mientras el barco seguía su rustico movimiento al dejarse llevar por las olas tan oscuras como el cielo.
Entre rayo y rayo, vi a Cailye aferrarse a Evan con todas sus fuerzas; a Andrew al otro lado de la cubierta analizando la situación general de Titán, y a la «feliz pareja» parados cerca de la entrada a la sala. Observar la preocupación en el rostro de Evan y Andrew solo hizo que el pánico conquistara mucho más terreno en mi cuerpo, y la ausencia de Astra no me ayudaba. Empecé a temblar, no por el frio sino por el miedo...
Y fue entonces cuando el barco se movió con tal fuerza que nos tiró al suelo de la cubierta, seguido por la presencia de una ola que nos terminó de mojar. Por unos segundos no vi nada más que oscuridad, y la sensación de asfixia predominó hasta que me vi libre del agua de la ola. Tosí varias veces, tratando de expulsar el agua de mar, y busqué con mis manos frenéticamente el barandal que me proporcionara firmeza. Me arrodillé en el suelo de la cubierta, el cual estaba muy resbaloso como para intentar incorporarme, y apreté el tubo con toda la fuerza que el miedo me permitió.
En mi estado de shock no me percaté de la mano de Evan sino hasta que me sacudió por los hombros. Eso pareció atraer mi atención, ya que centré mis ojos en el rostro mojado de mi amigo, que me observaba con esos ojos azules llenos de preocupación. Decía algo, lo vi mover los labios, pero estaba muy asustada para entenderlo.
Cuando el sonido de su voz llegó a mis oídos, comprendí que me pregunta si estaba bien. Asentí despacio, con los ojos abiertos como platos, mientras Evan me levantaba del suelo.
El movimiento de yate no cambiaba, por el contrario, cada segundo era peor. ¿Qué estaba haciendo Astra que no lograba controlar el movimiento de su barco? Pasaron varios minutos, en los que el vértigo y pánico combatían en mi interior por ver quién era el primero en provocarme un paro cardiaco. Hasta que, por fin, cuando uno de los rayos me permitió observar el perfil de Evan, una idea me vino a la cabeza.
—Evan, ¿puedes controlar la tormenta? —musité tan bajo que dudé que él me hubiera escuchado, pero lo hizo.
Se suponía que él era el dios del agua, del océano, algo tenía que haber que pudiera detener ese huracán. Además, él era uno de los Tres Grandes Dioses, poseía más poder que nosotros, aunque fuera modesto.
Frunció el ceño, su mirada dolida e impotente me rompió el corazón.
—No. Ailyn, esta no es una tormenta normal —masculló, lo meditó unos segundos—. Pero podría intentarlo.
—Inténtalo —pedí con suplica, ignorando el hecho de que esa no era una tormenta normal—, por favor.
Él asintió, escrutando mi rostro que seguramente perdió todo color, acto seguido invocó su Arma Divina en medio de un hermoso azul rey. Movió su tridente con gracia y estilo, generando círculos azules neón en el aire, que se convirtieron en la segunda fuente de luz del lugar.
Oficialmente odiaba los barcos y no volvería a subirme en uno jamás.
Una serie de olas mucho más grandes impactó contra el barco, cubriendo nuestros cuerpos nuevamente, pero me sostuve tan fuerte del barandal que no logró derribarme. Los truenos aumentaron de cantidad, al igual que los rayos, era como si navegáramos directo al corazón de la tormenta.
Tosí otra vez, intentando despejar mis vías respiratorias del agua que cubría mi cuerpo. Las náuseas se apoderaron de mi estómago, reemplazando parcialmente el vértigo producido por el incesante movimiento del barco.
Dirigí mi mirada nublada por las gotas de agua hacia Evan, quien era como un faro en medio de la tormenta debido a la cantidad de luz neón que emanaba de su tridente, y posteriormente de su cuerpo.
—Evan... —farfullé con cansancio—. Date prisa...
Él no me miró, pero supe que me escuchó cuando frunció el ceño con frustración, justo cuando el brillo de aquella luz se intensificó. Mi agarre en el barandal se aflojó gracias a un nuevo movimiento del barco, lo que me hizo pensar que Astra ya había tomado en control de la nave de alguna manera...
Y entonces, cuando creí que lo peor ya había pasado y que Evan controlaría la tormenta, el sonido de la mesa y sillas de arriba de la azotea ganó mi atención. Vi con claridad, a pesar de las gotas de lluvia, a todo el juego de comedor volar hacia la cubierta, y la mesa justo hacia mi dirección. Me iba a golpear, estaba segura, pero el pánico que todavía había en mi cabeza me impidió ordenarles a mis pies que se movieran. Las otras sillas se esparcieron por todo el lugar, haciéndose añicos al impactar contra el suelo.
Estaba paralizada, petrificada, era incapaz de apartarme de la trayectoria de la mesa...
Por el rodillo del ojo capté un movimiento inusual a mi lado, pero no tuve tiempo de procesarlo, ya que alguien me empujó fuera de la trayectoria de la mesa, provocando que mi cuerpo impactara contra el suelo mojado y resbaladizo de la cubierta.
Sacudí mi cabeza, y enfoqué mis ojos en donde hacía un segundo estaba parada, solo para descubrir con horror que Sara fue la persona que me empujó, y que a consecuencia de ello ella recibió el golpe por mí.
La mesa, debido al viento y el ajetreo del yate, logró desestabilizarla antes de quebrarse, para que de esa forma se tambaleara hacia el borde de la cubierta. Por un minuto creí que estaría bien, pero en realidad el tremendo golpe fue suficiente para lanzarla fuera del barco, junto con varios trozos de madera cortesía de la mesa.
Abrí los ojos de par en par, y mi corazón se contrajo como una pasa, a la espera del siguiente acto. En el instante en que mi amiga cayó por la borda, Daymon llegó a ese lugar, y en un ágil movimiento atrapó la mano de Sara antes de que terminara su ruta hacia el océano. La mirada del pelirrojo denotaba preocupación, algo de verdad extraño, mientras que la expresión de Sara solo estaba petrificada.
Pero luego, el pequeño momento de alivio que sentí se esfumó en su totalidad, dejando en su lugar espacio solo para la locura en cuanto una ola provocó que el yate girara con brusquedad, lanzándolos a ambos fuera de Titán. Los vi caer al océano y perderse en él, mientras sentía que todo lo demás, todo el sonido y la montaña rusa que se había convertido el barco, se desvanecían a mi alrededor como si no hubiera espacio para tormenta en mi mente. El sonido se esfumó, reemplazándolo por un pito que solo mis odios captaron. Y fue ahí cuando sentí que mi corazón se detuvo.
—¡SARA! —grité con todo mi ser, y lo hice tan fuerte que mi garganta dolió. Mi llamado se confundió con un trueno, opacando por un segundo el dolor tras pronunciar su nombre.
Me levanté del suelo tan rápido como pude, olvidando el caos marino a mi alrededor y el resbaladizo piso, y me dirigí hacia la borda... pero no conseguí llegar ya que los familiares brazos de cierta persona cubrieron mi cuerpo por la espalda, impidiéndome siquiera moverme. Forcejeé varias veces, desesperada por liberarme de su agarre y seguir mi camino, pero ese chico tenía mucha más fuerza que yo, y no tenía cómo quitármelo de encima.
—¡Suéltame! ¡Tengo que ir por ellos! —ordené, pero Andrew no cedía su presión en mi dorso y cintura—. ¡Sara! ¡Daymon!
Andrew, lejos de soltarme, ejerció más fuerza en sus brazos, inmovilizándome por completo. Mis ojos solo podían observar el barandal del yate, donde mis amigos había desaparecido, mientras una pequeña parte de mi cerebro registraba una explosión de luz azul, seguido del olor a pólvora, y por último los gritos de Astra preguntando qué estaba ocurriendo al notar la presión de Andrew sobre mí y la ausencia de Sara y Daymon. Y, aun así, mi mente solo pensaba en mis dos amigos.
La sensación de tener a Andrew de esa forma me transmitió seguridad, pero no la suficiente para tranquilizarme. El sonido desenfrenado de su corazón latiendo bajo su ropa mojada, y su gélido aliento sobre mi oreja me estremecía de alguna manera, aun así, era incapaz de procesar por completo la realidad. Todo eso me parecía un mal sueño... una terrible pesadilla.
No me di cuenta en qué momento dejé de observar lo que mis ojos veían, solo supe que no estaba mirando nada cuando Andrew liberó su presión sobre mí, al mismo tiempo que noté vagamente que la tormenta había terminado. El barco se movía con normalidad, y las olas ya no eran monstruosas; el cielo todavía estaba cubierto por nubes de lluvia, y uno que otro rayo iluminaba el cielo, pero no había truenos, ni mucho menos lluvia.
En el momento en el que ya no sentí los brazos de Andrew a mi alrededor, corrí hacia el barandal y salté. Junté mis dos manos en un clavado, y dos segundos después me encontraba sumergida en el oscuro océano, en busaca de Sara y Daymon. No pensé las cosas, lo sabía, pero no me importaba, no en ese momento.
No podía ver gran cosa, solo la infinita oscuridad azul que se extendía por el mar bajo mi cuerpo. Nadé contra la corriente, desesperada por encontrarlos, mientras sentía mi cabeza doler cada vez más por la presión del agua conforme descendía. Me faltaba el oxígeno, sin embargo, no me detuve, no saldría de ahí hasta encontrar a mis amigos, me negaba a dejar las cosas así.
En contra de la profundidad y la oscuridad que parecía devorar mi cuerpo, avancé lo que consideré varios metros hacia abajo, hasta que el agarre de alguien en mi brazo interrumpió mi búsqueda. Solo vi burbujas y pequeñas corrientes de agua mientras esa persona me halaba hacia la superficie, salvándome quizá de ahogarme.
Tomé una gran bocanada de aire al sentir la corriente de viento sobre mi rostro, antes de enfocar mis ojos en Andrew frente a mí. Me mantuve flotando en el océano, con no más que Titán y Andrew en mi campo visual; no había rastro de Sara o de Daymon, solo agua por todas partes.
Decidí enfocarme en el rostro de enojo que caracterizaba a Andrew, se veía mucho más molesto que de lo usual, y sus ojos estaban cargados de preocupación y un brillo peligroso; se encontraba alterado, una gran novedad. Su cabello mojado se pegaba a su frente otorgándole un efecto atractivo, algo que de seguro sería así si no fuera por la rudeza que demostraban sus facciones y sus labios apretados en una línea fina.
Se aferró a mi brazo con más fuerza, al grado de que me dolió, pero ese no era el punto, el punto era que se veía preocupado... ¿por mí o por lo que ocurrió?
—¡¿Qué pensabas hacer?! —gritó en tono colérico. Fue como si con la fuerza de esas palabras me abofeteara sin consideración. Sus ojos destellaron de histeria, a pesar de parecer contenerse físicamente.
—Yo... —Las palabras no salían de mi boca, me era completamente imposible formular alguna palabra coherente.
—¡Maldición, Will, responde! ¡¿Qué demonios era lo que querías hacer?! —Sus manos se ubicaron en mis hombros y me zarandearon con exasperación por no recibir respuesta de mi parte.
—Buscar a Sara y a Daymon... —balbuceé, pero mis ojos y pensamientos estaban lejos de ese momento. Mi razón, o la poca que tenía, se había ido con mi mejor amiga y su novio.
La expresión de Andrew se suavizó, pero no lo suficiente. Por una milésima de segundo pude ver el dolor que escondían sus ojos, todos esos sentimientos que albergó a lo largo de su vida se mostraron en sus esferas castañas como si fuera un espejo, lo que me hizo pensar en que tal vez los ojos sí eran la ventana del alma... y luego, sin previo aviso, me abrazó. Esa acción nunca la esperé, pero de igual forma la disfruté. Fue un abrazo refrescante, como si él pausara mis preocupaciones por al menos unos segundos. Eso me trajo de vuelta a la realidad, al océano y al frio. Quise soltarme a llorar mientras me abrazaba, una oleada de vulnerabilidad nació en mi corazón y se mezcló con la ira y el miedo que me atormentaban en ese momento.
—Idiota, no lograrás nada sola —decretó.
Reforzó la fuerza del abrazo antes de soltarme, pero ahora al tenerlo de frente no vi en sus ojos lo que hacía unos segundos estaba ahí. No dije nada más, no tenía deseos de hablar, pero tampoco tenía intención de regresar al yate.
Me haló del brazo, pero yo me resistí a macharme sin mis amigos nadando en dirección contraria. Sentía que, si salía en ese momento, nunca los volvería a ver. Quería soltarme de su agarre y hundirme en las profundidades del océano si era necesario para salvarlos. No me quería ir, no me quería rendir, no podía... yo, simplemente, no abandonaría a mis amigos.
Pero la fuerza de Andrew venció a mi voluntad, obligándome a seguirlo rumbo a Titán. No tenía fuerzas para oponerme, y contra Andrew no podía hacer gran cosa, así que lo único que me quedaba era dejarme llevar por ese chico.
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