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✦ 1 | Astrum ✦

CAPÍTULO 1 ASTRUM

Nostalgia. Ese era el sentimiento que llevaba el viento de otoño, recorriendo las montañas húmedas, como susurros entre el bosque; la bruma espesa de la mañana y el aroma a lluvia recién caída era un frívolo manto que recordaba el verano que pasó.

Entre los extensos campos empapados de llovizna, un águila con sus majestuosas alas extendidas volaba con la vista puesta en una gran fila de hombres a caballo y otros a pie. Sus respiraciones eran pesadas, el vaho bailaba en sus rostros como señal de que aún estaban vivos, aunque ya poco sintieran sus extremidades por el intenso cansancio.

El volver a casa después de un largo viaje siempre era emocionante, pero una cosa era regresar sano y salvo de una aventura a un reino lejano, lleno de experiencias nuevas, anécdotas por contar y paisajes por describir, y otra muy diferente era regresar vivo de una guerra, del campo de batalla, lleno de terror, desilusión, pérdida y heridas al punto que no se sentía como una victoria.

Y aun así, no se podían librar de la muerte. La hierba pasó del rojo lodoso de la sangre a un amarillo pálido, seco; su reino no los había recibido con el vibrante verdor de la vida.

El águila recorrió el cielo, pasando por diferentes edificaciones opulentas, hasta reposar finalmente en la rama de un árbol cercano al patio de un hogar, una mansión noble.

El sonido del agua correr por una fuente en el jardín y el repiquetear de la campanilla de viento en la ventana, era lo único que escuchaba una joven sentada junto a sus padres y frente a sus futuros suegros.

Entre sus temblorosos dedos, el calor de la taza humeante de té era prácticamente imperceptible por los nervios que la recorrían, las voces de sus familiares las escuchaba lejanas y no podía encajar un tema con otro, también porque era sobre política y demás que no le interesaba en ese momento.

Hwayoung era una noble de la casa Hanami, un clan pequeño pero que, en pocos años, habían ganado fuerza e importancia entre las familias aristócratas de Astrum, tanto como para que, en esos momentos, las cabezas de la familia estuvieran acordando un matrimonio arreglado con los Astraeus, destacados tanto en batalla como en inteligencia.

Ella aún no conocía el rostro de su futuro prometido, al parecer él tampoco era consciente de lo que sus padres planeaban, por lo que Hwayoung sintió que no estaba del todo sola.

Unos pasos pesados resonaron en la madera del piso, eran seguros y fuertes. Entonces, Hwayoung sintió un escalofrío que le hizo curvar la espalda, por lo que su madre presionó la mano contra ella para enderezarla sutilmente.

Él había llegado.

Aimel, la esposa del líder de los Astraeus, se levantó y saludó a su hijo con un abrazo.

—Bienvenido de vuelta, ven, siéntate —ambos tomaron asiento y el ambiente se llenó de tensión. Hwayoung ni siquiera había levantado la cabeza, tenía miedo.

Ni siquiera era porque le aterraba el físico del que sería su esposo; al ver a los padres, supo que no sería alguien desagradable, pero eso no aseguraba que su corazón fuera bueno.

—Hwayoung, este es Zenith, tus padres ya lo conocían desde hace tiempo —Aslac, el padre del susodicho, inició la conversación.

La chica soltó un discreto suspiro y levantó la mirada, se fijó con rapidez en la ropa que el hombre llevaba, en un intento de retardar la situación; un abrigo largo y azul oscuro para el frío de otoño, con un cuello hecho de pelaje negro; una placa platinada cerca del pecho con el símbolo del clan Astraeus: una corona de laurel rodeando un lucero. Finalmente, vio cara a cara al hombre y sintió que el pecho le oprimía, fallando un poco la respiración.

Hubo dos cosas que llamaron la atención de Hwayoung, dejando de lado que tenía un rostro, en efecto, atractivo; sus ojos eran impresionantes, hermosos pero aterradores. Nunca había visto alguien con ojos de distinto color, uno azul como el propio mar que vio cuando viajó al país de los rubíes, y el otro de un intenso ámbar, como oro líquido.

A pesar de lo bella que era su mirada, ésta cargaba una oscuridad apabullante, como si estuviese frente a un depredador a milímetros de sus fauces, su piel se erizó y tuvo que apretar sus manos contra la falda de su vestido, bajo la mesa.

Hacía mucho no sentía algo así.

—Me llamo Hwayoung, de la casa Hanami, es un honor conocerlo, capitán Zenith —la muchacha hizo una reverencia con su cabeza, recuperando la compostura.

El hombre asintió, pero se mantuvo en silencio.

—Zenith, nos hemos reunido aquí para hablar de algo sumamente importante para la casa Astraeus —aclaró Aslac —. Debido a la situación actual con su Alteza el Príncipe Heredero, hemos decidido tomar una decisión crucial para asegurar a nuestro clan y el poderío de nuestro ejército —miró entonces a Kaito, el líder del clan Hanami, para darle la palabra.

—Tu padre me comentó un poco la diferencia que hay entre tú y el príncipe, sé que tu ejército, aunque ayuda constantemente al reino, no recibe mucha ayuda por parte de los altos nobles, por lo tanto, el clan Astraeus a ojos de los demás está en una posición compleja —explicó con cuidado.

—Los Hanami tienen el preciado talento de crear la mejor medicina, incluso utilizada por la familia real, también tienen acceso directo al gran hospital, donde se nos ha negado la entrada a nuestros soldados —Aimel miró a su hijo, con voz serena prosiguió —. Nuestra única opción para no salir más afectados, incluso si perdemos el apoyo Real, es que nuestro clan se una en alianza perpetua con uno de los clanes nobles.

El joven capitán frunció el ceño, enseguida se notó el disgusto en su rostro y apretó sus manos enguantadas sobre la mesa.

—Los Hanami estaremos encantados de ayudar —esta vez habló Ayumi, la madre de Hwayoung —. Ustedes son uno de los pocos clanes que aceptan nuestra legitimidad como nobles de Astrum a pesar de venir de tierras lejanas, comprendemos la hostilidad que se vive en el círculo noble y por tener ya una amistad de años, queremos devolver el apoyo y lealtad que nos han mostrado.

—Hwayoung será tu prometida —aseguró Aslac y notó cómo su hijo palideció, y a él se le encogió el corazón, comprendiendo la reacción del joven; pero no había otra opción.

—Ella será una buena esposa, estoy seguro que nuestra alianza contribuirá a un legado digno, próspero, que fortalecerá nuestras familias y clanes —declaró con seguridad el líder Hanami; madre e hija hicieron una reverencia como muestra de que aceptaban la unión.

—Creo que no es necesario saber mi opinión —la voz molesta de Zenith hizo que todos quedaran en silencio —, la decisión estaba tomada desde antes de que yo estuviera presente —sin más, se levantó, dejando una atmósfera incómoda.

Aimel sonrió nerviosa y se levantó —. Disculpen —se alejó de la mesa y alcanzó a su hijo, tomándolo del brazo —. Por favor, Zenith, trátala bien, sé que estás molesto y estás en todo tu derecho, pero fue orden de tu padre, nuestro líder... no te desquites con ella, ¿bueno? —el joven soltó un bufido y apretó la mandíbula, asintió un par de veces —. Ahora, volvamos, nos esperan.

Cuando todos estuvieron sentados de nuevo, Aimel asintió hacia su marido y Aslac sintió alivio al comprender que el trato había salido bien—. Entonces, por lo ya acordado, el clan Astraeus y el clan Hanami entran en alianza matrimonial por medio de nuestros hijos; deseo que esta unión traiga paz a nuestros hogares.

—Me alegra darles la bienvenida a nuestra familia —Aiko, la esposa del líder Hanami, expresó con alegría —. Ahora somos como uno y daremos la vida por ustedes, así como darán la suya por nosotros en tiempo de necesidad. Los protegeremos como si fueran de los nuestros.

—Bueno, estoy segura que ambos tienen mucho de qué hablar, así que les daremos espacio —Aimel, sonriente, invitó a los líderes a conversar en un lugar aparte.

Los padres de los ahora prometidos se retiraron para dejarlos conocerse. Zenith guardó la compostura, pero su incomodidad era casi palpable y la mirada amenazante que le lanzaba a Hwayoung la tenía inquieta.

Después de unos minutos en silencio, que para ambos se sintió como una eternidad, Hwayoung decidió dar el primer paso y habló:

—Me honra conocerlo, capitán Zenith. He escuchado mucho sobre usted —el tono sereno de la mujer hizo que el jóven Astraeus girara hacia ella.

—¿No se siente frustrada? —en contraparte, la voz de él era tosca. Cruzado de brazos, observó a la que ahora era su prometida y el sólo pensar en esa palabra, hizo que su cuerpo se tensara con molestia.

—No... —contestó tras unos segundos de silencio, aunque en el fondo, sintió el pinchazo de culpabilidad, pues era mentira —. Es mi deber como hija de los Hanami, no tengo ningún problema con esta unión —desvaneció el sentimiento anterior con el sentido de responsabilidad, a lo que Zenith dejó entrever una diminuta sonrisa burlona. No le creía.

—Casarse con un desconocido que no la amará, ¿está segura que es la vida que desea? —el hombre quiso probarla un poco, por lo que presionó más con sus palabras. Percibió cómo Hwayoung se tensó y respiró hondo de manera disimulada, su mirada marrón tembló, sus labios se entreabrieron en espera de que una excusa lo suficientemente convincente saliera de ellos.

—Mi señor, creo que aún es muy pronto para asegurar que no me amará —Hwayoung se enderezó al notar que se había encorvado un poco, muestra de que su prometido la había intimidado tanto como para casi ceder a sus provocaciones. Recobró la compostura, recordando que ella era una noble y también poseía cartas con las cuales jugar —. Incluso si no nos llegamos a amar, sé que no llegaremos a odiarnos; tenemos un propósito mutuo, mi familia necesita protección y usted necesita apoyo.

—¿Está diciendo que no necesita un matrimonio normal, sino una alianza? —Zenith se levantó y se acercó un par de pasos, quedando ahora frente a frente. Ella tuvo que levantar la cabeza, pues él era mucho más alto, pero aún así su mirada se mantuvo firme.

—Sí. No es necesario el amor si no lo desea, sólo pido una cosa, mi señor: tengamos un trato justo —la brisa fresca entró por las puertas abiertas del jardín, moviendo el cabello suelto de la muchacha.

Los ojos de Zenith por un momento brillaron con interés, su mirada se avivó y estiró su brazo izquierdo hacia el jardín, donde segundos después y tomando por sorpresa a Hwayoung, una enorme águila se posó en el antebrazo del capitán, soltando un chillido suave.

—Recuerde esas palabras, Hwayoung —la mención de su nombre hizo estremecer a la muchacha —. Me aseguraré de sacar el máximo provecho de esta alianza, sólo espero que sea lo suficientemente fuerte como para soportar el haber aceptado casarse con una bestia.

De las garras del águila, él sacó un pergamino enrollado con manchas de sangre, un mensaje para el capitán. Hwayoung sintió que la boca se le secó al ver la expresión tan oscura en el rostro del hombre, una mezcla de amenaza, odio y profunda rabia, pero no supo hacia qué o quién estaba dirigida. Zenith le dio la espalda y se fue sin decir nada más. Ella volvió a respirar algo agitada, puso una mano en su pecho, este retumbaba y un mal presentimiento se posó en su corazón desde ese momento.

...

La lluvia ligera acompañó el pasar lento de las horas, el cielo nublado se tiñó de oscuro y la noche trajo consigo un ambiente inquietante. Después de una cena entre ambas familias con incomodidad porque Zenith no estuvo presente el resto del día desde que se marchó en la mañana, los Hanami se quedaron a dormir esa noche en la mansión.

A la medianoche, Hwayoung se levantó a tomar un poco de aire, no podía conciliar el sueño. Desde que terminó la conversación con su prometido, había quedado con una persistente ansiedad que no comprendía, no era lo suficientemente fuerte como para desesperarse, pero estaba ahí presente como para no dejarla dormir.

En el oscuro pasillo, la luz tenue de una de las habitaciones llamó su atención. La curiosidad le picó y, descalza, se acercó con suavidad, sus pasos no se escucharon. La voz de Zenith le avisó que el joven había vuelto.

—Padre, no puedo darme el lujo de esperar a que las cosas empeoren. Los informantes vieron tropas de rebeldes junto con desconocidos, eso significa que pueden haberse aliado con grupos salvajes o mercenarios —el joven capitán mantuvo su voz baja, aunque parecía desear alzarla más —. No tengo tiempo para jugar a los novios con ésa mujer; la ceremonia no podrá hacerse mañana, además nunca fue mi intención aceptarla.

—Zenith, ya hablamos de esto, es por tu bien, por nuestro bien —Aslac se escuchaba cansado.

—Y por eso mismo accedí, aunque no lo quisiera. Pero si un matrimonio va a hacerme descuidar mi puesto, puedo tomarme el atrevimiento de rechazarlo —aseguró Zenith.

—Hijo, no eres el único capitán disponible, acabas de llegar de una expedición de meses, necesitas descansar. Además, no quiero que llegues mañana a la ceremonia de compromiso cubierto de sangre y suciedad —un golpe sobre madera resonó, sobresaltado a Hwayoung.

Se escuchó un fuerte suspiro y tras varios segundos de silencio, Zenith habló.

—Déjame ir a asegurarme que no son más que simples bárbaros los que están merodeando los campos de cultivo, si es así volveré antes del amanecer. Pero, si resultan ser más peligrosos o... una amenaza grande, sabes que debo cumplir mi deber como capitán, pero sobre todo como hijo tuyo, ¿entiendes, verdad?

Hwayoung contuvo la respiración y al escuchar que uno de los dos iba a abrir la puerta, con rapidez se devolvió a la habitación, sintiendo el corazón latirle con fuerza.

...

Las silenciosas y húmedas calles de Astrum eran iluminadas por la enorme luna platinada y su cielo despejado, con infinidad de estrellas titilando y vigilando cada paso que los escuadrones marchantes daban en dirección a las afueras de la imponente ciudadela y sus dominios.

Zenith miró a su derecha y un joven de aspecto peculiar se acercó en su caballo.

—El otoño llegó antes de lo esperado, ¿eh? —su suave voz hizo asentir a Zenith, quien acarició la cabeza de su corcel negro, mientras esperaban el momento para atravesar las puertas de la muralla.

—¿Cómo han estado las cosas por aquí?

—Hace varias semanas, grupos rebeldes emboscaron una de las aldeas cercanas, tomaron de rehenes a mujeres jóvenes y hombres, seguramente para esclavitud —contestó el muchacho de pelo platinado, casi blanco. Sus ojos azules observaron el cielo estrellado y tras meditar un poco, decidió cambiar de tema —. Así que pronto te vas a casar.

Zenith soltó un sonido de molestia, casi como un gruñido bajo, sacándole una sonrisa a su amigo.

—Ni me lo recuerdes.

—¿Cómo es ella? —el albino ladeó la cabeza, curioso.

—Extraña. Parece tener más carácter que una mujer noble promedio.

—Eso es bueno, ¿supongo?

—No le desagrada la idea del compromiso y pidió que tuviéramos un trato "justo".

El jovencito a su lado soltó una risa melodiosa, negando con la cabeza. Entonces, le dio un par de palmaditas en la espalda a Zenith.

—Vamos, no tiene que ser tan malo. Tómate tu tiempo, seguro ella y su familia serán de ayuda para ti en algún momento.

—Eso espero —refunfuñó el mayor.

Las puertas se abrieron y al salir, se apreció en la lejanía una columna de humo, en dirección a los campos de cultivo. Ambos jóvenes se observaron con preocupación y Zenith decidió tomar la delantera.

—Alexis, ve tú a los campos de cultivo, yo iré a los almacenes; si quemaron la comida de reserva, estaremos en problemas. Necesito que defiendas a los trabajadores que viven allí, estoy seguro no los usarán para esclavitud, esta vez van a matar a todos —ordenó el pelinegro.

El menor asintió, decidido, y dirigió junto con él a su escuadrón hacia la dirección donde el humo se extendía cada vez más.

—¡Zenith! —una voz diferente hizo girar al nombrado. Vio que un pequeño escuadrón se unió al suyo, era el de otro capitán, Beomhwa, perteneciente a la familia de los Yu.

—¿Qué haces aquí? —preguntó con sorpresa, no esperaba ayuda de los Yu, pues estaban bastante ocupados con la vigilancia del norte del reino en esos momentos, y después de meses, por fin veía la cara de uno de sus amigos más cercanos.

—No podía dejar que Alexis y tú fueran solos. Me alegra verte de nuevo —saludó con una pequeña reverencia el joven castaño de largo cabello —. Un informante avisó que una horda de jinetes bien armados estaban cruzando los campos, hacia las montañas, en medio del caos de los rebeldes Hrafnheim; aún no identificamos completamente a sus aliados.

—Así que los cuervos decidieron conseguir amigos peculiares —Zenith movió las riendas de su caballo —. Hay que estar atentos, si ya han atacado semanas atrás, van a atraernos cada noche para agotarnos.

Ambos capitanes cabalgaron hasta llegar a la zona de almacenes y graneros, donde los alimentos se guardaban para la población plebeya y gran parte de los soldados de los escuadrones protectores de Astrum, quienes salían a combatir en todo momento.

El olor a humedad y polvo pronto se mezcló con el humo y la madera quemada. Zenith y Beomhwa enviaron a sus hombres a controlar a los enemigos que destrozaban todo y robaban cuanto podían; los capitanes se escabulleron y rodearon la zona, encontrando que hacia las montañas del norte, marchaba una hilera de jinetes e infantería con armaduras de cuero, capas rojas y amarillas, símbolos en rojo y yelmos adornados con tiras de pelo, tinturadas de escarlata.

Zenith sintió que el aire abandonó sus pulmones. Pronto, su mente se llenó de imágenes relacionadas con esas tropas. Las reconoció, supo enseguida que se trataban de sus más odiados enemigos, había combatido contra ellos antes, hace muchos años.

—Esto no es bueno —musitó el joven mientras apretó la empuñadura de su espada. Beomhwa lo miró, buscando una respuesta más clara —. No son ni salvajes comunes o mercenarios, son llamados Khatan Ulaan, un grupo de monstruos que destruyen todo a su paso sin piedad alguna, cuando atacan no se salvan ni los animales y siempre buscan adueñarse de territorio. Los Hrafnheim tuvieron que prometerles algo muy grande, más que oro o tesoros, como para que aceptaran una alianza.

—Pero los cuervos no tienen mucho poder o tierras, mucho menos las darían a forasteros con su situación actual —explicó Beomhwa con confusión.

—No están usando a los Khatan —Zenith se enderezó y sacó su espada —, se están dejando usar por ellos, esa es la diferencia.

El joven Astraeus sacó un cuchillo y lo lanzó, pasando cerca de Beomhwa quien se sobresaltó. Un enemigo cayó antes de poder siquiera mover su arma, en segundos, ambos capitanes fueron rodeados por muchos hombres y Zenith sabía que llegaría a casa cubierto de la sangre de sus enemigos una vez más.


✦ Continuará ✦

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