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✦ 2 | Blood and steel ✦

CAPÍTULO 2 SANGRE Y ACERO

En medio de las llamas danzantes que consumían la madera de los almacenes, el humo espeso y asfixiante ardía en las gargantas de los hombres, resecas por la sed y sus cuerpos doloridos por la batalla, con el aire inundado del olor a sangre de enemigos y aliados por igual; los corazones guerreros latieron a mil, esperando el momento idóneo para mover sus espadas.

Los furiosos enemigos, semejantes a bestias, consumidos por la adrenalina y deseo de matar, se lanzaron al ataque con gritos desgarrados. El choque de las espadas retumbaba, el chirrido del metal se fundía con las ráfagas del viento abrasador. El líquido carmesí brotó de las heridas abiertas de los guerreros y se mezcló con la ceniza que caía del cielo.

Zenith acabó con quienes los emboscaron en un abrir y cerrar de ojos. A lo lejos, vio cómo los hombres de sus escuadrones combatían y ayudaban a algunos aldeanos a escapar. Más enemigos llegaron y entre ellos había varios Khatan, confirmando así la alianza entre ambos grupos.

El joven Astraeus se movía con agilidad, esquivó el filo de espadas y cortó varias flechas por la mitad. Sus ojos pronto se tiñeron de dorado y sus pupilas se alargaron; como una pantera negra, con fuerza y brutalidad se abrió paso, con una elegante y mortal danza, el aire silbaba con cada movimiento de su espada y los cuerpos caían a su paso; los gritos pronto dejaron de escucharse y la sangre le salpicó la ropa como rocío.

-¡El capitán Alexis! -Un grito atravesó el campo. Un joven soldado del escuadrón de Jimin corría hacia ellos, cojeaba y tanto su piel como ropa estaban llenas de tajos.

Beomhwa se apresuró y prácticamente recibió al chico, quien cayó de rodillas al momento en que una flecha le atravesó el hombro desde atrás.

Zenith lo sostuvo en sus brazos mientras Beomhwa y varios hombres de su escuadrón los cubrieron con escudos. Apenas y se divisó la sombra del arquero al retirarse, en dirección a la montaña y cómo los demás enemigos también corrían hacia allá.

-El capitán Alexis está... está en peligro, los bárbaros lo tienen... al norte, capitán Zenith -el muchacho con ojos llorosos rogó, entre temblores por el miedo y la súbita fiebre -, por favor, sálvenlo -cerró sus ojos, rendido ante el dolor.

-Está inconsciente -Zenith avisó al notar el semblante alarmado de Beomhwa. Tomó la flecha en el hombro del joven soldado y la partió a la mitad, dejando el resto dentro para que no se desangrara al ser transportado hasta la base -. Hay que llevarlo pronto a la ciudadela -el capitán Yun asintió, viendo cómo refuerzos llegaron de ambos escuadrones, aunque eran muy pocos, menos de los que imaginaron que llegarían.

-¿Acaso los demás escuadrones no nos ayudarán? -Beomhwa frunció el ceño, mostrando su frustración -. Ni siquiera mi hermano -musitó con cierta tristeza y guardó su espada.

-Tenemos que ir por Alexis ya, lo más seguro es que lo llevaron a su comandante Khatan -Zenith tomó su caballo negro y se subió -. Avisa a los demás escuadrones en la ciudadela que Alexis fue atrapado, su vida corre peligro y debe ser nuestra prioridad ahora -le ordenó a uno de los jinetes rápidos de Beomhwa, el cual asintió y se fue cabalgando con prisa.

-¿Nos dirigimos a las montañas? -preguntó Beomhwa, a lo que Zenith afirmó.

-Sí. Los Cuervos ya cumplieron su parte: robaron parte de la comida y quemaron los almacenes, seguramente la peor parte ocurrió en los campos de cultivo -explicó Zenith mientras observó cómo el campo de batalla ahora quedó solo, los enemigos se retiraron y del cielo cayó ligera llovizna, apaciguando con lentitud las llamas de los destruídos almacenes.

Mientras tanto, el soldado llegó por fin a los establos de la ciudadela, donde unos pocos hombres vigilaban, y para sorpresa, el sub-capitán de la Facción Phoenix esperaba a las afueras; era uno de los hombres más importantes, Roman Lumani.

El lugar estaba ligeramente iluminado por las antorchas de los guardias, el relinchar del caballo junto al chasquear de sus cascos en la tierra era lo único audible en el tenso silencio. El informante desmontó y se acercó al sub-capitán, el cual tenía un semblante oscuro y una pose recta mientras lo miró caminar apresurado hacia él.

-¡Señor, el capitán Yu Beomhwa y Zenith Astraeus me mandaron! -anunció el soldado. La noche era fría y las respiraciones de los hombres salían como vaho. Choi miró el aspecto del informante; sucio, el labio inferior estaba reventado con una pequeña cortadura producto de un golpe, también sus manos manchadas de sangre y sus nudillos amoratados, supuso que hubo bastantes enemigos y tuvieron que usar ataques cuerpo a cuerpo.

-¿Cuál es la situación? -preguntó, luego de su rápido análisis.

-Unos bárbaros que desconocemos quemaron los almacenes con la comida que restaba para los campesinos, se unieron a Los Cuervos traidores para atacar y como resultado aprovecharon para llevarse al capitán Alexis quien los retenía.

-¿Oh, Alexis salió afectado? -alzó una ceja. Un acontecimiento inesperado, supuso -. Bueno, los refuerzos saldrán de inmediato, los demás escuadrones van en camino. Por ahora deberías ir a descansar -hizo énfasis en la última palabra, algo que el informante no notó y sólo asintió agradecido.

El inocente soldado sólo rezaba para que los dioses protegieran a sus capitanes y decidió ir a la base de su facción para él mismo pedir la ayuda.

-Señor, llegó un mensaje -anunció un hombre que vestía una capa azul algo desgastada en los bordes, con el rostro cubierto por una tela oscura dejando a la vista sólo sus ojos, los cuales eran negros y ojerosos; sus brazos tenían vendajes, incluso en los dedos como si deseara esconder cada parte de él. Entregó un estuche alargado con un adorno rojo, similar al pelo de un animal.

-Kazemaru, hay otro trabajo para ti -el de mayor rango lo miró con seriedad, movió la cabeza en un ademán señalando al jinete informante del escuadrón de Beomhwa, quien estaba guardando su caballo en el establo exterior, y compartieron un silencio estremecedor, como si se entendieran sólo con sus ojos y las palabras no fueran necesarias -. Ya sabes qué hacer.

-Sí -el hombre obedeció y como si fuera el viento mismo desapareció.

Roman miró un poco más el estuche y una sonrisa torcida hizo aparición en su rostro, lo guardó entre su abrigo y entró a la ciudadela.

-Es hora de ir preparando un ataúd -musitó para sí mismo, maliciosamente.

...

Los cascos de los caballos resonaban en la tierra humedecida y las piedras del camino a la montaña. Gracias a las esporádicas lluvias, el agrietado suelo que dejó la sequía volvía a unirse. Las ramas de los árboles se mecían con pereza y las hojas comenzaban a cambiar su color a uno cálido y marchito.

Las antorchas se sustituyeron por unas pocas lámparas de aceite debido a la lluvia y el viento repentino, la luna se escondió por completo tras las nubes y su luz los abandonó.

Zenith estuvo atento a cualquier sonido o movimiento, avanzó con lentitud pues necesitaba analizar todo el camino para saber hacia dónde se habían dirigido sus enemigos. El capitán detuvo su caballo moviendo las riendas, Beomhwa lo miró sabiendo que había encontrado algo.

-Huele a sangre -la voz baja y ronca del pelinegro resonó, alarmando a todos los hombres, quienes tensos se miraron los unos a los otros, preparándose para empezar una nueva batalla.

Todos los jinetes aceleraron con paso firme, el galopar de los corceles tintineó en sus oídos, el par de escuadrones subieron el monte con rapidez hasta terminar en medio de un pequeño campo sin hierba, donde la tierra estaba manchada, empapada de sangre que salía del montón de cuerpos decapitados, regados por todo el lugar.

Aquellos cadáveres tenían los uniformes del escuadrón de Alexis, rasgados e incluso quemados. En el centro de todos había una siniestra y cruel pila de cráneos desollados, la sangre como un río se vertía de ellos y en medio de la pequeña pirámide de cabezas sin carne ni piel, una lanza negra se alzaba con una bandera amarrada en la punta.

La bandera de los Khatan ondeaba con el viento como burlándose de las vidas arrebatadas, enorgulleciéndose de la crueldad con la que la gente de Astrum era tratada por una guerra plagada de avaricia y basada en una traición desvergonzada.

El semblante de cada uno de los hombres en los caballos palideció, sus ojos se llenaron con ira y dolor al ver a sus hermanos caídos en un estado tan deplorable, humillante para cualquier guerrero. Algunos derramaron lágrimas cargadas de sufrimiento, pues sus compañeros no podrían tener un entierro digno, sus familias no aguantarían verlos en tal estado.

Beomhwa apretó sus puños con impotencia y con su voz quebrada y rasposa juró -: Todos pagarán por lo que hicieron.

Los soldados asintieron tras juntos dar un grito rasgado y rabioso, declarando la guerra a aquellos bárbaros quienes arrebataron la paz de Astrum. Sus voces atravesaron el bosque como una ráfaga iracunda, la cual llegó a los oídos de los Khatan. Uno de ellos sonrió de forma torcida y tétrica, soltando una carcajada mientras le daba vueltas en sus dedos a una daga ensangrentada -. Parece que ya se dieron cuenta -dijo de forma burlona y lanzó su daga hacia un árbol, quedando clavada justo a centímetros de la cabeza de Alexis.

El joven estaba amarrado a un tronco con alambre de púas alrededor de su cuerpo, clavadas dolorosamente como espinas; su rostro amoratado por múltiples golpes, su labio y una ceja cortada brotaban sangre la cual manchaba su rostro. Sus ojos cansados y enrojecidos, con unas ojeras oscuras bajo sus párpados, se abrieron con lentitud mirando de forma agotada hacia el hombre que lo tenía así: un bárbaro, el cual su silueta se veía borrosa -. ¿Verdad, capitán? -Le preguntó irónico su captor.

Alexis soltó un leve quejido, tenía la garganta lastimada, inflamada y el cuello con varias marcas de una soga, habían intentado estrangularlo. El joven capitán estaba muy débil, incluso le costaba respirar, se sentía adormecido y, preocupantemente, había dejado de sentir dolor, su cuerpo se hallaba cada vez más frío.

El líder enemigo era un hombre delgado, pero bastante alto y joven, con una cicatriz en forma de garra en su ojo izquierdo. Sus párpados eran rasgados, el inferior tenía un leve delineado negro, algo común en muchos guerreros extranjeros, y sus orbes de un tono oscuro como carbón. Su cabello era largo, sujetado en una trenza. Tenía una armadura marrón de cuero, similar a la de los demás bárbaros, pero más gruesa y con diferentes adornos en rojo.

Pasos apresurados resonaron, los Khatan se levantaron de sus puestos y sacaron sus espadas, otros se hicieron a los lados de su líder, preparando sus arcos y flechas rápidas. Los escuadrones de Astrum se hicieron visibles y el par de capitanes salieron al frente.

El bárbaro les daba la espalda, se agachó y tomó nuevamente la daga que había clavado en el árbol, creando un chasquido y dejando la madera manchada de rojo. Se giró con pereza y miró de reojo a los capitanes, sin embargo, sus ojos se abrieron con emoción al ver a alguien conocido.

Repentinamente, soltó unas cuantas carcajadas y lanzó la daga hacia Zenith, saliendo disparada como una bala volando a través del viento. El pelinegro de ojos bicolor con habilidad sacó su arma, el acero chocó creando un sonido agudo.

Ante esto, los escuadrones de Astrum se pusieron en guardia para proteger a los capitanes, pero el joven Astraeus los detuvo, calmándolos; incluso Beomhwa estaba tenso y nervioso, algunas gotas de sudor corrían por un lado de su rostro.

Zenith y Beomhwa notaron que el joven amarrado era Alexis, el castaño soltó una maldición sacando su espada, provocando que los arqueros le apuntaran, a lo que el líder de los enemigos alzó su mano, deteniéndolos.

-Cuanto tiempo sin verte, pequeña escoria -la voz rasposa y burlona del bárbaro hizo que Zenith lo mirara -. Podría reconocer esos despreciables ojos tuyos incluso en el infierno -se cruzó de brazos, mirándolo con superioridad, aunque era más que todo una forma de mofarse -. Ahora eres un capitán, ¿debería aplaudirte? -preguntó, ladeando la cabeza.

Zenith se sorprendió sin duda al reconocer a ese hombre, su mente y cuerpo lo hacían muy bien; el sudor frío le recorrió de pies a cabeza, las cicatrices bajo su ropa las sintió arder como recién hechas y su estómago se revolvió. Recobró la compostura y miró a los ojos a su enemigo.

-Vaya... -Zenith con calma guardó su espada, pero no quitó su mano de la empuñadura, listo para sacarla de nuevo en cualquier momento. Se agachó y recogió la daga que le lanzó y sintió su frente palpitar con enojo al reconocer el olor de la sangre en la hoja, era la de Alexis -, creí que tu estúpido amo ya te habría cortado la lengua, hablas demasiado, Tebengri -lo observó y una inusual sonrisa de medio lado, incluso maliciosa, se mostró en sus labios, molestando al bárbaro.

-Hmm... parece que se te subieron los humos. En fin, supongo que el "destino" del cual hablaba mi señor me dio una nueva oportunidad para matar al cachorro que escapó esa vez -dijo, acercándose a Alexis, quien estaba a penas consciente, lo tomó del cabello y le sacó un quejido -. Ya que has sido un buen compañero y has venido por este patético enclenque, juguemos.

-¡¿Acaso toda esa masacre es un juego para ti?! -Beomhwa alzó la voz, iracundo. Zenith alzó una mano, señalándole que se calmara, a lo él lo miró confundido. No comprendía cómo su compañero podía estar tan tranquilo luego de ver todo lo sucedido.

-Qué aburridos son ustedes -Tebengri chasqueó la lengua, como decepcionado -, veo que el único que comprende mi sentido del humor es el "Cachorro de los Nix", ¡Digo, Capitán de Astrum!

Beomhwa lo miró confundido. El nombrado frunció el ceño y sacó su espada con brusquedad, la hoja de acero filosa y pulcra brilló peligrosamente por la luz de la luna, al igual que sus ojos, cortantes y ensombrecidos con ira, tomando un tono dorado.

-Oh... disculpa -Tebengri se cubrió los labios, sabiendo que había sido imprudente y sus ojos se entrecerraron, burlón -. Sólo recuerdo quién eras, pero dime, ¿Cómo te llamas ahora?

-Jugaré contigo - Ignoró la pregunta, pero aceptó la provocación, poniéndose como meta acabarlo ahí mismo -, el premio será tu cabeza y la de quienes te sirven.

Alexis intentaba mantenerse despierto, la voz de su amigo le devolvió algo de fuerza y rogó a los cielos para que todo acabara pronto.

Tebengri sacó su espada, con una gran sonrisa como si no pudiera contener su emoción. Era curva y Zenith la reconoció, era una Shamsir y recordó por qué a ese bárbaro le gustaba tanto: Prefería usar el doble filo de su punta para punzar.

Ambos bandos se prepararon para comenzar una nueva masacre en la que sólo uno sería el ganador.

✦ Continuará ✦

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