El Poder de Desear
Han pasado unas semanas, y en el día de hoy en particular, Diana estaba con ciertos...malestares en el estómago, así también como mareos continuos, esto era muy raro para ambos, y cuando fueron a dormir esa noche, Apocles sintió un latido repentino, uno diferente al suyo o al de su esposa, por lo que posó su mano en el vientre de Diana y...efectivamente, ese latido venía de su vientre, el príncipe se sorprendió por lo que usó su super-visión para poder ver el útero de su amada, notando un pequeño bulto en la pared del útero.
Apocles: *se sorprende* Diana....Diana...Diana despierta...
Diana: *se frota los ojos* ¿Qué sucede, amor?
Apocles tomó su mano y la dirigió a su vientre, Diana pudo sentir también ese pequeño latido en su interior, ambos comenzaron a reírse y a llorar de felicidad, por fin la princesa amazona había quedado embarazada, ambos por la ocasión fueron a una pintura de los dioses olímpicos que tenían en su sala, estaban muy agradecidos por este milagro, al regresar al trabajo en el museo le contaron a Bárbara de la noticia, estaban muy felices, en eso, apareció una noticia, un terremoto estaba azotando una ciudad vecina, por lo que Apocles, con su traje de héroe, salió volando hacia allá.
Al llegar notó como un edificio estaba cayendo, pero antes de que se lanzara a cargarlo, algo en el aire lo detuvo, al descender al suelo, tanto él como las personas que estaban cerca vieron que fue o más bien, quien fue el que detuvo el edificio salvando a un niño que estaba debajo.
???: ¿Estás bien, niño?
Niño: *sorprendido* S-si, gracias señor...?
???: Majestor, mi nombre es Majestor
El misterioso hombre le dice al niño que se quite de en medio y al hacerlo, este coloca el edificio entero de nuevo en su lugar, comenzando a recibir aplausos de la gente, en eso, Apocles se le acerca, llamando la atención de todos.
Apocles: Hola, ¿Dijiste que te llamas Majestor?
Majestor: Así es *señala su pecho* esta es la parte media de la M y los dos extremos están en mis hombros ¿Y tú eres...?
Apocles: ¿Yo? Emmm...
Durante todos estos años en el mundo del hombre, ni Apocles ni Diana habían tenido la necesidad de ponerse nombres a parte de los suyos, por lo que si dice su nombre de verdad todos en la ciudad sabrían en poco tiempo su identidad real y eso podría poner en riesgo a la isla de Themyscira, ya que probablemente los medios y las naciones del mundo les pedirían revelar la verdad y conociendo a los humanos, no era garantía de que ambas civilizaciones puedan coexistir en armonía.
Apocles: Yo soy...*mira la s en su pecho* Super...Superman, me llamo Superman.
Majestor: Pues un gusto conocerte, Superman.
Apocles: Quería preguntarte algo, ¿De donde eres?, los hombres no pueden volar y hacer las cosas que tú ni yo hacemos.
Majestor: Oh, yo vengo desde el espacio, nací en un planeta rojo y el universo me envió a este planeta.
Apocles: ¿El Universo?
Majestor: Si, alguien me dijo que debía venir a este planeta aquí tras ser creado.
Apocles: Qué extraño, puedes venir conmigo, tengo algunos que quisieran saber más de ti en un lugar.
Majestor: Oh claro, con gusto.
Ambos hombres fueron al museo luego de que Apocles se pusiera su ropa de civil y le dijera a Majestor que esperara afuera del lugar en lo que él iba a avisarles a los de adentro de lo que pasaba, el nuevo héroe aceptó la sugerencia y esperó pacientemente afuera del sitio. Los minutos pasaron y el hombre se empezaba a aburrir de esperar tanto, hasta que vio a una mujer tirar una bolsa de basura en un cesto afuera del lugar, siendo Bárbara quien al querer regresar se sorprendió por ver a ese hombre que antes estaba sentado en una banca de espera.
Majestor se le acercó a Bárbara, su tamaño si que era notable, probablemente alcanzaba los 2 metros de alto, él tomó con suavidad la mano derecha de la mujer y le dio un cálido beso de manera respetuosa y muy elegante si se lo preguntan a ella, quien se sorprendió de dicha acción y se sonrojó al instante de que ese hombre se arrodillara ante ella y le dijera.
Majestor: El Universo me ha bendecido, porque estoy viendo ante mis ojos a la más bella espécimen de este planeta.
Bárbara: *mira detrás de ella pero no hay nadie* ¿Te refieres a mí?
Majestor: Por supuesto, con solo verla a usted puedo darme cuenta de la belleza hecha persona.
Bárbara sentía que se derretía por dentro por la calidez que le estaba transmitiendo ese hombre. Apocles regresó afuera con Diana luego de decirle lo que Majestor le dijo, solo que al salir ambos vieron como el alien estaba arrodillado diciéndole elogios a la Gemologa.
Diana: *burlona* Vaya Bárbara, pescaste a alguien.
Bárbara: *apenada* C-Chicos...¿M-Me pueden ayudar?
Apocles: Ya Majestor, levántate.
Majestor: Solo si ella quiere.
Bárbara: Si, p-por favor.
Majestor: Muy bien *se pone de pie*
Apocles: Veo que ya conoces a Bárbara.
Majestor: "Bárbara" que bello nombre.
Bárbara: *se sonroja* G-Gracias...
Diana: ¿Entonces eres del espacio?
Majestor: Si, fui creado en un planeta rojo, el universo me dijo que viniera a este planeta *mira a Bárbara* y ya veo porqué, fue para conocerte a ti.
Bárbara: *se sorprende* *pensando* ¡¿En serio la piedra me cumplió mi deseo?!
Diana: Wow, ni en las historias de mi pueblo me he imaginado algo como eso.
Apocles: Si, parece que tuviste suerte Bárbara.
La gemologa no sabía si su deducción era cierta, pero realmente todo apuntaba a que la piedra de los deseos si cumplía tal cual lo que le pedían, los tres decidieron hacer entrar a Majestor después de ponerle una ropa que cubriera su traje prestado de Apocles, aunque se notaba que el alien era como dos tallas más grande que el príncipe, sin mencionar el hecho de que Majestor no se separaba de Bárbara ni por un momento, la traía del brazo como si fueran a bailar o si estuvieran en una pasarela de parejas, pero a ella no parecía disgustarle, solo le apenaba.
Ese día llegó alguien al museo, un empresario que al parecer buscaba hacerse amigo del Smithsoniano a nivel de socio, por lo que le estaban dando un recorrido privado de las instalaciones, aparte de estar buscando a Bárbara por alguna razón, siendo su nombre...
Maxwell Lord
Bárbara: ¿Para qué me buscaba?
Max: Se puede decir que su reputación la precede, doctora, y creo que compartimos una pasión por la gemología.
Majestor: *celoso* ¿Cómo que "pasión"?
Apocles: Es un decir en este planeta, significa que les gusta lo mismo, *le susurra al oído* por ejemplo, a ti y a mi nos gusta usar trajes con capas.
Majestor: Ah ya, entiendo.
Max: Aparte, estoy dispuesto a entregar todo mi donativo al departamento de investigación que ustedes trabajan, celebrándolo en la gala de esta noche.
Diana: Wow, pues, muchas gracias señor Maxwell, lo apreciamos mucho.
Max: Claro, no hay problema, espero que tengan buenos atuendos *a Bárbara*, ¿Entonces te veré esta noche?
Bárbara: Ammm...si claro, aunque no sé bailar.
Majestor: Yo te enseño si quieres.
Bárbara: ¿Sabes bailar?
Majestor: *nervioso* Emmm....
Max: Cómo sea, me tengo que ir, los veré en la noche *le guiña a Bárbara*
Majestor: *celoso rechina los dientes*
Apocles: *le susurra a Diana* Creo que alguien necesita una plática de hombre a hombre.
Diana: Si pero Steve no está.
Apocles: ¡Oye!
Diana: Jaja, perdón, es solo una broma amor.
Apocles: Tsk *se le pasa el enojo* jejeje.
Ya en la noche, los cuatro asistieron a la fiesta en el piso de arriba del museo, Diana y Bárbara con vestidos que dejaban ver las curvas de su cuerpo y con los dos hombres con trajes a blanco y negro, al entrar en la fiesta se la pasaron bien platicando con el resto de empleados, aunque Majestor no dejaba de mirar a Bárbara ni un segundo, siempre la tenía vigilada, hasta un punto que cuando Max se le acercó para platicarle Majestor casi se le lanza encima de no ser porque Apocles le dijo que no es de hombres comportarse de esa manera tan egoísta, debía dejar que Bárbara socialice con otros hombres.
A lo que el alien respiró hondo y se tranquilizó para volver a tomar unas copas con Apocles, realmente se están llevando como si fueran hermanos.
Apocles: ¿Te digo algo? Yo también vengo del espacio, o al menos eso creo.
Majestor: ¿Porqué?
Apocles: Porque mi madre me encontró en la costa al caer una cápsula del cielo nocturno estando yo dentro de ese objeto y pues, esperaba que con tu aparición me respondieras esas dudas pero no creo que resuelva mucho.
Majestor: Pero no debes desanimarte, tarde o temprano sabrás la verdad, eso te lo aseguro.
Apocles: ¿Tú crees?
Majestor: Por supuesto.
Ambos dieron un brindis por ser en secreto los más fuertes del planeta, hasta que mientras estaba bebiendo, Majestor notó como Max se llevaba a Bárbara lejos del lugar, por lo que escupió su bebida mojando a Apocles y salió corriendo para ver que tramaban.
Apocles: ¡Majestor, espera!
Diana se puso delante de él impidiendo su paso sorprendiendo al hombre ya que ella podía detener su enorme fuerza.
Diana: No hagas algo de lo que te puedas arrepentir.
Majestor: *molesto* ¡Él no tiene derecho a tocarla!
Diana: ¿Y acaso tú si? Solo se conocen de un día, aparte que solo fueron a tomar aire fresco.
Majestor: ¡¿Dentro de su oficina?!
Diana: *confundida* ¿Qué?
Majestor: Tal vez no lo veas, ¡Pero puedo ver que están entrando en un cuarto! *mira de nuevo a través de la pared* ¡Y cerraron con llave!
Diana: ¡No se te ocurra...!
No pudo terminar de hablar ya que él la empujó lanzándola contra una de las columnas del lugar conmocionando a las personas cercanas y asustando a Apocles que corrió a socorrerla mientras tocaba el vientre de su esposa preocupado tanto por ella como por su bebé-
Apocles: Diana ¿Estás bien?
Diana: Si si, tranquilo, ve y detenlo antes de que le haga algo a Max.
El príncipe accede un poco con dudas y corre para intentar detener a Majestor, logra bajar por otras escaleras quedando en frente de él para detenerlo con una mano pero para sorpresa de Apocles, Majestor lo estaba empujando como si nada, el cual intenta quitárselo de encima, pero el príncipe detiene su mano e intenta tirarlo con una llave, pero nuevamente no es capaz de doblegarlo, es como si pesara como una tonelada para él, por lo que intenta golpearlo pero nada de nada, lo que si recibió fue un golpe en el estómago que lo mandó contra una pared.
Apocles: *adolorido* Espera...no le hagas daño a Max.
Majestor: *molesto* Por supuesto que lo haré.
El hombre toma la perilla y de un jalón arranca la puerta de la oficina de Bárbara, pero al mirar adentro solo miró a la antes dicha con una mirada de sorpresa por lo que Majestor acababa de hacer.
Majestor: ¿Dónde está Max?
Bárbara: *nerviosa* Se fue.
Majestor: *se le acerca preocupado* ¿No te hizo nada?
El alien estaba con sus manos inspeccionando la cara de la mujer, a lo cual ella se sonroja bastante, las manos de Majestor eran grandes pero muy delicadas al momento de tocar su rostro, teniendo la fuerza para arrancar una puerta ¿Cómo podía tener un toque tan suave ante ella? fácil, su corazón le impedía y rechazaba toda idea de violencia hacia ella, después de todo, fue creado para amarla a toda costa, sin importar qué, él la iba a amar.
Bárbara: *sonrojada* N-No, estoy bien, en serio, Max y yo solo vinimos a traer unas cosas que él necesitaba porque ya tenía que irse.
Apocles: *se asoma por la puerta* Te dije *respira hondo* que estabas exagerando.
Majestor: *avergonzado* Perdón, me dejé llevar mucho.
Diana: *llegando* ¿Y Max?
Apocles: Está a salvo por lo menos.
Diana: Bueno *mira la puerta arrancada* si que es un alivio.
Bárbara: Haber haber ¿Me pueden explicar?
Apocles: *se pone de pie* Pues que Majestor estaba celoso de que estuvieras tan apegada a Max, por lo que estaba viniendo a romperle la cara.
Bárbara: *se sorprende* ¿E-En serio me amas hasta ese punto?
Majestor: *apenado* Si, te amo más que a nada en el mundo.
Bárbara justo en ese momento pudo sentir como en su corazón algo se clavaba, tal cual como la flecha de cupido, nadie le había dicho jamás que la amara de manera romántica a tal punto de sentir celos, tal vez se conozcan de un día pero realmente puede ver el amor que irradia Majestor con cada palabra que le dedica a ella.
Diana: Oye Babs ¿Donde está la piedra?
Bárbara: ¿Eh?, Ah si, se la presté a Max.
Apocles: ¿Porqué?
Bárbara: Pues dio un donativo enorme, no es que sea un extraño o algo así.
Apocles: ¡No debiste dársela! ¡Ni siquiera nos pertenece!
Bárbara: Oye, tranquilo, hay varias cosas en este lugar más valiosas que esa piedra.
Apocles: No lo entiendes Bárbara, esa gema, realmente cumple deseos.
Diana: ¿De qué hablas?
Apocles: Pues...digamos que le desee algo y pues me lo cumplió.
Diana: *sospecha* ¿Y eso que fue?
Apocles: *nervioso* Pues...que podamos tener un hijo.
Diana: ¡¿Qué hiciste qué?!
Apocles: ¡Lo siento, no podía con la culpa! Realmente no creía que pudiera cumplir deseos como ese pero si funcionó ¿Estás embarazada, no? ¡Fue gracias a la Gema!
Diana: ¡Eso no tiene nada que ver! ¿No te bastó que te dijera que no me estabas fallando como hombre? yo realmente quería un hijo pero no busqué alguna forma externa de tenerlo porque no quería preocuparte, porque te amo sin importar qué, pero mira lo que hiciste, no confiaste en mi palabra, eso me duele Apocles, me siento decepcionada.
Apocles: *apenado* Lo siento, pero no fui el único que pidió un deseo al parecer.
Bárbara: *se da cuenta* Oh cielos...
Diana: ¿Tú también Bárbara?
Bárbara: *apenada* Pues ¿Qué te digo? no sería una buena amiga si pensara en querer estar con tu esposo, así que desee tener a un hombre que me cuide y me ame jejeje.
Diana: *suspira* Ya hablaremos seriamente de esto luego, por lo pronto, debemos encontrar a Max, quien sabe lo que puede pasar si esa piedra cae en manos equivocadas.
Así, los cuatro se dirigieron al día siguiente a las oficinas de Black Gold, donde trabajaba Max, pero al entrar vieron a varias personas recibiendo llamadas de múltiples inversionistas que quieren colaborar con la empresa, pero no veían a Max por ningún lado, así que entraron a su oficina descubriendo que Max llevaba buscando la gema desde hace mucho tiempo, Diana entonces encontró la base de metal donde estaba la gema, pero sin la gema, aparte de que, además de la inscripción en latín, había otra dentro de la base de metal, que estaba escrito...por la lengua de los dioses.
La amazona suelta de repente el artefacto por sorpresa y miedo, por el hecho de que ningún Dios griego había hablado sobre esa gema, ni siquiera los semidioses, por tanto ¿Qué dios escribiría en la gema de los deseos?, Diana entonces le pidió a Bárbara que investigara sobre donde exactamente se encontró la gema, puesto que habían muchos Dioses en el pasado, y hacían cosas distintas por razones diferentes, una de esas era crear objetos como esa gema. Hay elementos Universales en este mundo y cuando se infunden en algo pueden volverse realmente...muy poderosos.
Las dos parejas se separaron, Apocles y Diana estaban buscando ir al Cairo, ya que ahí es adonde se iba Max, pero al intentar volar, Apocles cayó al suelo de golpe.
Diana: ¿Estás bien? ¿Qué pasó?
Apocles: No lo sé *intenta flotar* no puedo volar, esto es extraño, es como si mis dones estuvieran desapareciendo.
Diana: Que extraño, ¿No será por el deseo?
Apocles: ¿A qué te refieres?
Diana: Digo, si ese artefacto era de los dioses...quizás lleve consigo una consecuencia.
Apocles: ¿Sólo porque desee que pudiéramos tener un hijo?
Diana: Si, creo que eso, en teoría, te está quitando tus poderes.
Apocles: *pensativo* Pues que así sea.
Diana: Apocles...
Apocles: Si necesito ser un humano para que mi hijo nazca, no me opondré.
Diana: *suspira* Bien, pero no podremos llegar al Cairo sin poder volar.
Apocles: ¿Llamo a Majestor?
Diana: Nah, tengo una mejor idea.
Unos momentos más tarde, ambos llegan a un aeropuerto militar, donde un grupo de estudiantes estaban siendo enseñados sobre los aviones por un señor de la tercera edad, el cual al ver a la pareja decide dejar a los estudiantes a cargo de su sustituto para luego acercarse a ellos, los cuales, conocían muy bien a este señor, después de todo, fue un viejo amigo del pasado.
Steve Trevor
Steve: *feliz* ¿Cómo están muchachos?, yo los veo a ustedes muy bien *los abraza*
Apocles: Jejeje, lo mismo digo Steve.
Diana: Ha pasado mucho tiempo.
Steve: *los mira* Jeje, claro que si, y ustedes no envejecen en nada.
Apocles: Pero tampoco pareces tener 90 años aún después de tanto.
Steve: Te debo un favor por eso, esos ungüentos amazónicos si que rejuvenecen considerablemente.
Apocles: Pues hablando de favores, necesitamos que nos lleves al Cairo por favor.
Steve: Oh ¿Y porqué no la llevas volando?
Diana: Larga historia, te la contaremos en el camino, pero primero ¿Puedes llevarnos?
Steve: Claro, será un placer para mí ayudarles.
Así, los tres se dirigen a un almacén donde había un avión negro privado.
Steve: *sentándose para pilotear* Qué suerte que no me hayan jubilado a petición mía, ese juicio estuvo fuerte aquel día.
Apocles: Si *se sienta en los asientos* *pensando* casi se volvió nivel internacional.
Diana: ¿Y cómo va la familia, Steve?
Steve: Ah todo perfecto, Stephanie ya va a tener una nieta y Hector ya se retiró de su carrera. Por cierto, mis nietos dicen que quieren iniciar un culto en honor de ustedes.
Apocles: ¿Les contaste de nosotros?
Steve: Es que hablé dormido mientras estaban en una fiesta, me agarraron borracho esa noche.
Diana: Jeje, pues la verdad suena interesante, pero no creo que se pueda, ya hay bastantes cultos como para añadir uno nuevo.
Steve: Pues si, pero en este culto si pueden afirmar que ustedes existen jajaja.
Apocles: Tan hablador como siempre, y cómo se llamaría el culto.
Steve: *encendiendo el avión* "Amazonismo" derivado de la mitología griega.
Apocles: Pues suerte con ello, les será difícil hacerlo ver como una religión más.
Steve: Ten fe mi amigo, con la fe se pueden mover montañas.
Así, el viejo Steve encendió el avión y partió rumbo hacia el Cairo en Egipto, donde Max estaba con un príncipe Árabe para apropiarse de sus tierras, pero no con dinero, no con acciones, no con alianzas, sino con deseos, ya que él deseó...convertirse en la mismísima piedra de los deseos, por lo cual, puede conceder deseos y quitarles lo que quiera con ellos, esto realmente puede comenzar una guerra entre las naciones...o tal vez ya comenzó.
Continuará...
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