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El Mundo del Hombre

Las amazonas habían recibido la visita de unos hombres invasores llamados Alemanes por el hombre que apareció en la costa y luchó del lado de ellas, al no querer hablar, lo llevaron al palacio donde sería interrogado siendo atado por el lazo de Hestia.

???: Mi...Mi nombre es el Capitán Steve Trevor, piloto de las fuerzas expedicionarias número 8141921, es todo lo que puedo decir...*se ajusta el lazo* *se sorprende* asignado a la inteligencia británica...¡¿Qué es esta cosa?!

Diana: Es el lazo de Hestia, y te obliga a revelar la verdad.

Steve: Pero está muy caliente.

Myrto: *sujetando el lazo* Es inútil y doloroso resistirse.

Hipólita: ¿Cuál es tu misión?

Steve: Quienes quieran que sean, corren más peligro de lo que ustedes creen...

Hipólita: *seria* ¿Cuál es tu misión?

Steve: Soy un...soy un...*intenta resistirse* ¡Soy un espía! *recupera el aliento* soy un espía, soy un espía.

En eso, detrás de todos se abre la puerta dejando ver a Apocles acercarse flotando hacia ellos, sorprendiendo a Steve, habiendo lavado su capa tras atender la herida de su madre.

Apocles: ¿Qué les ha dicho?

Diana: Se llama Steve Trevor, es un capitán.

Apocles: ¿De verdad? *lo mira* ¿Y donde está tu escolta?

Steve: Nos separamos al entrar en territorio enemigo, yo tenía la misión de infiltrarme para conocer más de él.

Apocles: Por eso te vestías como ellos, para entrar en sus defensas.

Steve: Así es, ¿Podría hacer una pregunta?

Apocles: Adelante.

Steve: ¿No hay más hombres en este lugar?

Apocles: No, soy el único hombre que creció en esta Isla, tuve la suerte de ser criado por ellas, las amazonas, fuertes guerreras en el campo de batalla.

Steve: Si lo noté, pudieron eliminar a varios Alemanes a pesar de la diferencia en armamento.

Apocles: ¿A qué te refieres?

Steve: Pues es que mi gente hace miles de años que no usaban arcos y flechas, las reemplazamos usando pólvora y metales.

Apocles: Eso explica la explosión que generaban sus armas, tan potentes y rápidas como el rayo ¿Cómo fue que llegaste aquí?

Steve: La Inteligencia Británica descubrió que el líder del ejército Alemán, el General Ludendorff, visitaría instalaciones militares secretas en el Imperio Otomano, me hice pasar por uno de sus pilotos, según nuestra inteligencia, los alemanes ya no tenían tropas, ni dinero, ni municiones de ningún tipo, pero era información falsa, los turcos estaban fabricando bombas para los alemanes, y no sólo bombas, armas nuevas y secretas, inventadas por la psicópata en jefe de Ludendorff, la Doctora Isabell Maru, en las trincheras la llamaban "La Doctora Veneno".

Y con razón, ya que creaba nubes de gas capaces de matar a una persona en segundos, por lo que pude ver, si la Doctora Maru lograba terminar su trabajo millones más morirían y la Guerra jamás terminaría, estaba ahí para observar y reportar nada más pero...tenía que hacer algo, así que tomé sus anotaciones y huí de la fábrica en uno de sus aviones explotandola con un mortero, no creí que pudieran seguirme el rastro hasta que me derribaron y llegué a esta isla, pero si llevo estas anotaciones a la inteligencia británica a tiempo, impediremos que millones más mueran, terminará la guerra.

Diana: ¿La Guerra? ¿De qué Guerra hablas?

Steve: *confundido* La Guerra...¿"La Guerra de todas las Guerras"? Cuatro años, 27 países...25 millones de muertos...soldados y civiles, personas inocentes...mujeres y niños...asesinados, sus tierras y hogares saqueados y quemados. Armas mucho más letales de lo que se puedan imaginar, las que ustedes vieron son pequeñas al lado de las que están creando, jamás he visto nada igual...es como el fin del Mundo.

Las amazonas estaban sorprendidas, el mundo del hombre parecía haber cambiado mucho desde que perdieron contacto con él, y con solo unos pocos soldados tuvieron muchas heridas y unas fallecidas, y ahora saben que tienen armas más poderosas que esas incluso. Diana y Apocles se miraron con preocupación, tal vez ese día había llegado, el día en que ellos irían al Mundo del Hombre a traer la paz del único Dios que amaba la Guerra...Ares. Entonces llevaron a Steve al sauna debajo del palacio mientras decidían que hacer con él.

Phillippus: ¿Entonces lo dejaremos ir?

Hipólita: ¿Y arriesgarnos a que traiga más hombres a nuestra costa?

Myrto: No pero no podemos retenerlo para siempre, mi reina.

Diana: Madre, disculpa, pero después de escuchar lo que dijo ese hombre, debe estar hablando de Ares, dijo que era una guerra sin fin, millones de personas asesinadas como nunca se había visto, solo Ares podría hacer algo así, no solo debemos dejarlo ir, debemos ir con ese hombre.

Hipólita: No desplegaré un ejercito dejándonos sin defensas para ir a pelear su guerra.

Diana: No es "su" guerra, Zeus creó al hombre para ser justo y sabio, fuerte y apasionado.

Hipólita: Solo es una historia, Diana.

Diana: ¿Y cómo explicas a Apocles?

Hipólita: Él fue criado por nosotras, eso es lo que lo hace distinto a ellos, se corrompen fácilmente.

Diana: Pero Ares es el que está detrás de esa corrupción, es Ares quien hace que esos Alemanes peleen y detener al Dios de la Guerra es nuestro propósito, como amazonas es nuestro deber.

Hipólita: Pero no eres una amazona como nosotras *a Apocles* ambos no lo son, por ahora no harán nada, como su reina se los prohíbo.

La reina se fue del lugar dejando a la pareja en un silencio incómodo. Steve estaba en el sauna notando con curiosidad como el agua brillaba con sus movimientos para levantarse, hasta que se dio cuenta de que Diana y Apocles habían entrado al lugar y lo habían visto...sin ropa.

Steve: *incómodo* Emmm...no los vi entrar.

Diana: *curiosa* ¿Dirías que eres...un típico ejemplar de tu sexo?

Steve: Yo estoy...*pensativo* por encima del promedio *a Apocles* ¿No te incomoda que...?

Apocles: ¿Qué? ¿Qué te veamos sin ropa? No es la primera vez que Diana ve el cuerpo de un hombre ¿Sabes?

Steve: Oh, así que ustedes dos están juntos.

Diana: Si, él es Apocles, mi esposo.

Steve: Creí que no sabían que era el matrimonio.

Apocles: Casi no, apenas tenemos registros de como son las bodas o la unión matrimonial.

Steve: Claro, entiendo.

Diana: *mira hacia abajo* ¿Qué tienes ahí?

Steve: yo emm... *mira donde ella mira* ah ya, es un reloj.

Diana: ¿Un reloj?

Steve: Si, mi padre me lo regaló *sale del yacusi* he vivido de todo con él, es bueno que aún funcione.

Apocles: ¿Porqué?

Steve: Porqué...da la hora, cuando comer, dormir, despertar, trabajar *se viste*

Diana: *riendo levemente* ¿Dejas que esa cosa te diga que hacer?

Steve: Si...es más un recordatorio de cuando hay que hacer las cosas.

Apocles: ¿El mundo del hombre necesita que le recuerden sus necesidades? No sabía que tenían problemas de memoria.

Steve: Ah no, no es por eso, es que a veces nos tardamos en una cosa y no podemos hacer otra porque se termina el día, por eso marcamos tiempos para hacer todo lo que debemos hacer a diario, por cierto, ¿Cómo entienden mi idioma?

Diana: Entendemos cientos de idiomas, somos un puente de sabiduría que debe unir a toda la Humanidad.

Steve: .....claro.

Diana: *sonríe*

Steve: No tuve la oportunidad de decirselos, pero gracias por sacarme del agua.

Diana: Y gracias por lo que hiciste en la playa.

Apocles: Si, fue un gusto que estuvieras de nuestro lado, a pesar de tener la oportunidad de huir te quedaste a pelear.

Steve: No podía quedarme sin hacer nada.

Apocles: Entiendo.

Steve: Entonces...¿Están aquí para dejarme ir?

Diana: Lo intenté, pero no depende de mí, incluso les pedí que nos enviaran contigo.

Steve: *refiriendose a Apocles* Pues realmente me sentiría seguro con él de mi lado.

Apocles: Gracias por el halago, pero es verdad, la Reina no nos dejará llevarte.

Steve: Pues no la puedo culpar, con esta guerra tampoco querría que se involucrara alguien que me importa.

Diana: ¿Entonces porqué quieres volver?

Steve: Yo no diría que quiero volver, supongo que tengo que hacerlo, mi padre me dijo una vez: Si ves que algo malo pasa en el mundo, puedes hacer algo o quedarte sin hacer nada...y ya intenté no hacer nada.

Esto dejó pensativa a Diana, diciéndole a Apocles que se quedara con Steve en lo que iba a hacer algo y volvía en seguida, dejando solos a los dos hombres.

Steve: Noté que puedes...volar.

Apocles: Si ¿Ustedes no pueden?

Steve: No, necesitamos máquinas para surcar los cielos.

Apocles: Yo siempre quise conocer el mundo del Hombre al igual que Diana, pero me daba miedo que por mi presencia atrallera a enemigos a mi hogar y lastimaran a mi gente.

Steve: Entiendo, aunque no explica qué puedas volar.

Apocles: Verás, me encontraron en una cápsula que cayó de las estrellas, mi madre que me crió desde bebé, piensa que hay seres como yo más allá de las estrellas, más allá de nuestro mundo, seres con las mismas capacidades que yo.

Steve: O sea que posiblemente seas de otro planeta.

Apocles: Básicamente.

Steve: Vale? *nota su traje* ¿Qué significa la S?

Apocles: Es un símbolo de donde vengo, no creo que signifique una S para ellos.

En eso, escuchan a alguien entrar siendo Diana, la cual estaba vestida de forma diferente, y ambos hombres estuvieron de acuerdo en que se veía hermosa.

Apocles: *sorprendido* Diana...¿Trajiste la Matadioses?

Steve: ¿Mata qué?

Apocles: La matadioses, un arma con el suficiente poder para matar a un dios.

Steve: Wow...es para ese Ares ¿No?

Diana: Exacto.

Apocles: *le pasa un abrigo* ya es muy noche y hace frío.

Diana: Gracias, *se lo pone y mira a Steve* bien, te mostraré como salir de la isla, y tú nos llevarás con Ares.

Steve: ....hecho.

Apocles: ¿Estás segura? No quisiera romper el decreto de la reina.

Diana: Tampoco yo, pero para esto nos han entrenado desde niños, pata hacerle frente al Dios de la Guerra.

Apocles dudaba de esto, pero al final supo que era verdad, el destino estaba justo frente a ellos y debían seguirlo, el trío se escabulló detrás del palacio hacia una costa donde había una embarcación para los tres, Apocles sugirió llevarlos volando pero Steve le dijo que no quisieran llamar la atención en Inglaterra, podría atraer enemigos a ellos, por lo que decidieron ir en barco desde aquí, solo para notar como Hipólita se acercaba a ellos a caballo junto con otras amazonas...entre ellas Antíope.

Diana: Voy a ir, madre, no me cruzaré de brazos mientras se pierden vidas inocentes, si nadie más va a defender el mundo de Ares yo debo hacerlo *mira a Apocles* ambos, tenemos que ir.

Hipólita: *suspira* Lo sé, o al menos sé que no puedo detenerlos, *se baja del caballo* hay muchas cosas que no entiendes.

Diana: Entiendo lo suficiente, y estoy dispuesta a luchar por los que no pueden luchar por sí mismos, como tú lo hiciste alguna vez.

Apocles: *toma a Diana de la mano* Lo mismo digo.

Hipólita: *preocupada* Si deciden irse...tal vez...nunca regresen.

Diana: Y si me quedo ¿Quién seré?

Hipólita: ....Mi hija...seguirás siendo mi hija, no importa lo que decidas.

Antíope: *se acerca a Apocles* Has crecido mucho, hijo mío, es momento de que exploren el mundo juntos, cuídense el uno al otro.

Apocles: Lo haremos, madre.

Hipólita: Tengan cuidado en el mundo del hombre, ellos no los merecen.

Apocles: Pero si nos necesitan.

Hipólita: *sonríe* Siempre fueron nuestro más grande amor, hoy, serán nuestra pena más grande.

Apocles: No estén tristes, volveremos a salvo, se lo prometo, majestad.

Ambas hermanas abrazaron a sus hijos con todo el amor que una madre puede dar, tras romperlo, se separaron embarcándose la pareja junto a Steve hacia el mar y hacia el Mundo del Hombre mientras se alejaban de la isla que los vio crecer y unirse.

Steve: Agradezco su apoyo, pero esta Guerra en un embrollo enorme, no podríamos hacer mucho pero si podemos ir a Londres a buscar a los que si pueden.

Apocles: Ambos somos lo que podemos, viste lo que hice en la playa, puedo con todo un ejercito de ellos.

Diana: Y cuando por fin destruyamos a Ares, los Alemanes por fin se liberaran de su influencia y volverán a ser buenos seres y el mundo será mejor.

Steve: .....bien.

Diana: Te lo aseguro.

Entonces Steve comenzó a mover unos sacos hacia una parte del barco para hacerles una cama a la pareja.

Diana: ¿Qué haces?

Steve: Ah, creí que querrían dormir un poco.

Apocles: *se sienta junto a Diana* ¿Y tú no vas a dormir? ¿Acaso el hombre promedio no duerme?

Steve: No, si dormimos, lo que pasa es que...no dormimos tres personas juntas en un mismo lugar, menos cuando dos de ellos son una pareja de casados.

Diana: ¿Osea que no puedes dormir con nosotros porque estamos casados?

Apocles: No le veo lo malo.

Steve: Pues es mal visto por mi gente, ¿De acuerdo? *a Apocles* A menos que yo duerma a tu lado y Diana al otro.

Apocles: Está bien, es tú decisión.

Así Steve se puso al lado izquierdo de Apocles, y Diana de su lado derecho.

Steve: Saben...de donde vengo, no me consideran del promedio, es decir, cuando eres un espía debes mostrar cierto rasgo de vigor.....¿Jamás han visto a otro hombre antes?

Diana/Apocles: *niegan con la cabeza*

Steve: ¿Qué me dicen de sus padres?

Diana: Yo no tuve padre, mi madre me esculpió con arcilla y tome vida por Zeus.

Apocles: La mía tomó una estrella fugaz que cayó del cielo y le rezó a los dioses para que fuera su hijo...al menos es lo que contaba ella antes de decirme de que no soy de este mundo.

Steve: Qué interesante...de donde yo vengo, los bebés se hacen de otra forma.

Diana: Je, te refieres a la biología reproductiva.

Steve: *un poco incómodo* Emmm, si...

Diana: La conocemos, sabemos todo sobre eso.

Steve: Me refiero a eso y a...otras cosas.

Apocles: ¿Los placeres carnales?

Steve: ¿Saben algo de eso?

Diana: Leímos los Doce tomos de los tratados del placer corporal de Clio.

Apocles: Y los hemos llevado a la práctica.

Steve: Wow...los doce ¿Eh?...¿Trajeron algunos de esos tomos?

Diana: No los disfrutarías.

Steve: ¿Porqué?

Apocles: Llegaron a la conclusión de que el hombre es esencial para la procreación, pero cuando se trata del placer...son innecesarios.

Diana: Pero igualmente se disfruta de su cooperación en el acto.

Steve: Cielos eso es...auch.

Apocles: Si, lo mismo pensé.

Diana: Jeje....buenas noches.

Apocles: Buenas noches cariño *besa su frente* buenas noches Steve *se duerme abrazando a Diana*

Steve: Buenas noches *mira al cielo pensando* Nunca creí que algo así me pasaría.

A la mañana siguiente...

Diana y Apocles se despertaron al escuchar el sonido como de un cuerno de guerra, que era un barco de carbón para Steve, quien ya estaba despierto dirigiendo la pequeña embarcación que los llevaba a los tres. Habían llegado a Londres, Inglaterra, el páramo no era para nada bonito, todo estaba gris y nublado con edificios soltando nubes de gas tóxicos por las fábricas y la atmósfera del aire era más densa de lo normal, Apocles fue el primero en darse cuenta de que el aire no tenía la misma cantidad de oxígeno que en la isla, era menor y más contaminada a niveles microscópicos.

Steve: Buenos días, tuvimos suerte que nos remolcaran, llegamos en buen tiempo. Bienvenidos a Londres.

Apocles: ........está horrible.

Steve: Si...lo es para todo el mundo.

Al acercarse al muelle, Steve le dio un saco a Apocles para que cubriera su traje blanco, para no llamar mucho la atención, al bajarse y comenzar a caminar por la ciudad, la pareja se sintió curiosa por la arquitectura y los vehículos de ese lugar, se movían por si solos, como si fuera magia, al mismo tiempo que varios hombres elogiaban a Diana y le daban felicitaciones a Apocles al verlos a los dos tomados de la mano, Steve estaba agradecido de que ellos dos no supieran exactamente lo que querían decir esos tipos.

Apocles: ¿A donde dices que vamos?

Steve: Tengo que llevar el libro con anotaciones a mis superiores.

Diana: *se pone delante de él* Oye, oye, oye, te liberamos y tú nos llevas con Ares, hicimos un trato Steve Trevor, y un trato es una promesa, y una promesa jamás se rompe.

Steve: *mira a Apocles*

Apocles: Créeme, lo dice en serio.

Steve: *suspira* Está bien, primero vengan conmigo para entregar esto y después les consigo unos boletos para ir a la guerra.

Diana asiente y comienza a caminar sin darse cuenta que dejaba ver su atuendo de amazona a lo que Steve la cubre con el abrigo que ella traía.

Diana: ¿Qué haces?

Steve: ¡No hagas eso!, no tienes...ropa apropiada *a Apocles* ninguno de los dos, vamos primero mejor a comprarles ropa.

Diana: ¿Qué usan estas mujeres para la batalla?

Steve: Pues...

Diana: *mira un bebé emocionada* Awww, un bebé.

Steve: *la detiene* si, un bebé, no hay que perder el tiempo.

Apocles: *igual que Diana* Pero si está muy bonito, su madre debe estar orgullosa.

Steve: Si, si, pero no está hecho de arcilla así que caminen.

Sin dejar de mirar al bebé con ternura, la pareja siguió a Steve hacia una tienda de ropa para que ambos se vistieran apropiadamente, al entrar fueron recibidos por una mujer que abrazó a Steve nada más reconocerlo.

???: ¡Qué alivio, no estás muerto! *lo abraza* que alegre ¿Verdad?, creí que estabas muerto cuando recibí tu llamada *mira a la pareja* se marchó hace semanas y ni una sola palabra, muy raro en él, *aclara su garganta* déjenme presentarme, Etta Candy, soy la secretaria de Steve Trevor.

Diana: ¿Qué es una secretaria?

Etta: Uff, bueno, hago de todo, voy a donde me dice que vaya y hago todo lo que me dice.

Apocles: De donde venimos a eso se le llama esclavitud.

Etta: *a Steve* Él me agrada.

Steve: Perfecto, después de ustedes.

Los cuatro entonces se adentraron en la gran tienda del lugar mientras Etta elogiaba el abrigo de piel de Diana, quien notó un maniquí con la parte de interior de un vestido.

Diana: ¿Así que esto es lo que se usa como armadura en su país?

Etta: ¿Armadura? Pfff, es un modelo para que no se vea la panza.

Diana: ¿Porqué no quieren que se vea?

Etta: Solo una mujer sin panza se lo pregunta.

La mujer le muestra un traje femenino de piel para que se lo pruebe, Diana entonces se quita su abrigo dejando ver su armadura Amazonica por unos segundos haciendo que Etta tenga la misma reacción de hacer que se cubra con su abrigo al instante, Apocles y Diana dedujeron que en el mundo del Hombre no acostumbran a mostrar mucha piel, ya que lo único que sobresalía de ciertas ropas eran las manos y la cabeza, de ahí, todo estaba cubierto por ropa muy extravagante, que, según Etta, era lo moderno.

Empezaron con Diana para que se pusiera un vestido morado grande, ella se sentía muy rígida en esa ropa.

Diana: ¿Cómo puede una mujer pelear con esto?

Etta: ¿Pelear?, usamos nuestros principios, así conseguiremos el voto...aunque no me opongo a levantar los puños y usarlos si surge la ocasión.

Al continuar probándose vestidos y ropa de mujer, Diana se sentía más extraña que con la anterior, unas impedían levantar las piernas, otras estaban ajustadas del cuello, hasta que ella misma optó por un traje de espía femenino que si bien le quedaba, no la hacía pasar de ser percibida, lo mismo para Apocles, ya que este salió con un traje negro y corbata del mismo color y unos lentes pequeños, sin duda ambos se miraban muy llamativos por sus prendas, ya que Apocles no estaba usando sombrero.

Steve: *a Etta* La idea era que se vieran...menos llamativos.

Entonces Steve le pone unos lentes también a Diana.

Etta: Claro, anteojos, *sarcasmo* y luego no es la mujer más hermosa que haya visto.

Después de eso, Diana intentó cruzar la puerta giratoria de la entrada con su escudo y su espada en las manos, a lo que Apocles detiene la puerta y la mueve un poco para que puedan salir, cabe mencionar que sus movimientos eran relativamente torpes debido a su desconocimiento sobre este mundo.

Etta: Oigan...¿Qué tal si los veo en la oficina mientras yo...*refieriendose a la espada y al escudo* cuido esto?

Diana: Ah no, yo...

Steve: Diana, debes bajar la espada.

Etta: Es que no va con el atuendo.

Diana: *la mira firmemente* Prométame que la va a proteger con su vida.

Etta: *un poco nerviosa* Jejeje.......claro...

Apocles: ¿Segura que puede llevarlos?

Etta: Ah si, no te preocupes, he cargado maletas más pesadas que estas cosas.

Entonces Diana, Steve y Apocles fueron a donde estaban los superiores del espía, solo que al ir caminando Steve sintió que los observaban, por lo que les dice a la pareja que vayan por un callejón, pero al entrar, Steve siente el cañón de una pistola en su rostro, por el acento del hombre, supo deducir que era un alemán, que apareció con otros agentes encubiertos.

Alemán: *apuntándole con la pistola* Capitán Trevor, me parece que tiene algo que le pertenece al General Ludendorff, denos la libreta de la Doctora Maru.

Steve parecía que se las iba a dar pero de un golpe aparta al hombre, provocando que uno de los otros tres disparara, a lo que Diana rápidamente cubre el pecho de Steve con su brazo siendo la bala magullada al chocar con el brazalete de la mujer dejando sorprendidos a los demás hombres, quienes comenzaron a disparar, pero Diana y Apocles bloqueaban las balas sin dificultad y les daban fuertes golpes a los agentes, hasta que uno se quedó sin balas y Steve lo tumbó de un golpe, Apocles toma a uno de los tipos y lo alza contra la pared, a lo que el hombre saca una pastilla de cianuro, pero el príncipe sostiene su brazo con fuerza, por lo que el hombre parece masticar algo raro en su boca haciendo que escupa espuma por esta y muera al instante.

Apocles lo suelta por la sorpresa.

Apocles: ¿Se quitó la vida con magia?

Steve: *suspira* Cianuro en un diente falso, los alemanes prefieren morir antes de delatar a su líder.

Apocles: Ciertamente es...una rara lealtad absoluta.

Después de esto, los tres se dirigen a la sala donde se iban a encontrar con los superiores de Steve, tal vez les puedan ayudar a salvar el mundo...o tal vez no.


Continuará...

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