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El Hijo de la General

La Isla de Themyscira, en la Plaza del Mercado de Hermes...

El maravilloso mercado amazónico que lleva el nombre del mismísimo Dios del Comercio palpitaba con actividad femenina mientras la hermandad de mujeres guerreras seguía con su vida cotidiana como de costumbre, hablando y mezclándose entre sí en las antiguas calles de estilo griego y con vendedoras ambulantes, pero la conversación de hoy no fue de ninguna manera las típicas conversaciones que suelen discutir los amazónicos, solo un tema estuvo en boca de todas las mujeres isleñas ese día en particular.

Esa conversación, por supuesto, se refería al supuesto bebé misterioso que había aparecido repentinamente en su isla hace unos días y que actualmente se encontraba escondido en los confines del Palacio Real, lo que por supuesto ya había comenzado a difundir varios rumores entre las mujeres que no fueron a esa reunión por sus trabajos, pero más que el nacimiento, lo que estaba provocando tantos chismes era el sexo aparente del niño y el rumor de que no tenía un origen ordinario.

Calyce: ¡Hermanas! ¿Se han enterado? ¡Hay un hombre en Themyscira!

Dijo una amazona de cabello castaño y ojos marrones, además de ser la carpintera residente de la isla, mientras corría hacia un par de sus hermanas antes de detenerse porque estaba sin aliento. El mercado estaba lleno para las horas punta de la mañana como de costumbre, todas pasaban por el camino al trabajo y querían comprar algo de comida para el descanso del mediodía, y en su centro un grupo de tres amazonas que siempre se reúnen alrededor de la misma tienda todas las mañanas, estaban comenzando a chismorrear sobre el suceso ocurrido hace un día.

Aella: Cálmate Calyce. 

Habló una amazona de cabello negro y ojos azules de rasgos asiáticos, además de ser la principal halconera de la isla, dijo mientras acariciaba tranquilamente a dicha ave de presa, un halcón que se había agitado por la repentina y ruidosa llegada de su compañera amazona. 

Aella: No es un hombre en absoluto, sino un niño, de hecho, todavía es solo un bebé, nada que te preocupe, hermana.

Egeria: Bueno, si me lo preguntas, todavía no está bien lo que está pasando.

Dijo una amazona pelirroja y con armadura de ojos rojos de rasgos caucásicos, además de ser la teniente del ejército de la isla.

Egeria: *tono enfadado* A los hombres se les prohíbe pisar nuestra isla por una razón y los niños se convierten en HOMBRES, de todas formas ¿Por qué está aquí en Themyscira?

Calyce: *recuperando el aliento* Sí, estoy de acuerdo con Egeria ¿De dónde vino este chico? No he oído hablar de ningún naufragio del Mundo del Hombre que haya ocurrido cerca de nuestra isla.

Aella: *alimentando a su Halcón* Eso es porque no hubo ningún naufragio, hermanas mías, el niño no llegó a nuestras costas, se rumorea que el niño fue creado por la General Antíope a partir de una extraña estrella que cayó del cielo durante la noche.

Egeria: ¿Una estrella cayó del cielo y nuestra General la convirtieron en un niño varón? qué tontería ¿Acaso una de nuestras hermanas más fuertes simplemente deseaba con todas sus fuerzas tener un hijo?

Aella abrió la boca para responder al comentario despectivo de sus hermanas amazónicas, pero una voz más autoritaria se le adelantó. 

Phillippus: Todos los rumores son ciertos, hermanas.

Las tres amazonas saltaron cuando la voz severa de Phillippus llegó a sus oídos mientras la amazona de piel oscura salía de la multitud de tráfico femenino para acercarse a ellas.

Las Tres: ¡Capitana Phillippus!

Phillippus: *tono sensato* Yo estuve allí cuando la estrella cayó del cielo, hermanas mías; fui quien la trajo al palacio junto a Antíope después de que aterrizó, vi a la General crear al niño de la estrella con mis propios ojos, él es muy real. y muy diferente. 

Phillippus declaró en su habitual tono sensato, aunque había un tono notable en su voz que era poco común escuchar en mujeres generalmente imperturbables.

Calyce: Pero Capitana, ¿Por qué la General Antíope haría tal cosa? ella conoce las leyes de nuestra isla; quiero decir, ella estuvo cuando fueron escritas la mayoría de ellas.

Phillippus: Pronto lo descubrirás Calyce, pero por ahora, debes saber que la Reina Hipólita ha declarado que él vivirá entre nosotros, y nuestra General Antíope tiene la tarea de criarlo como su hijo, se espera que ustedes tres asistan junto a nuestras hermanas a una ceremonia especial a medio día en el Anfiteatro de Apolo para reconocer y honrar a nuestra nueva princesa y a su primo.

Egeria: Esto está mal, lo digo ahora mismo Capitana, esto está mal, ¡Que un hombre esté en esta isla nunca podría terminar bien! ¡Nunca! ¡Y ahora uno va a vivir aquí! ¿Y por qué un niño? ¿Por qué no otra niña?

Phillippus: *con firmeza* No nos corresponde cuestionar a los Dioses o a nuestra reina, Egeria, pero te aseguro hermana, que hay una razón perfectamente justificada para la presencia del niño en Themyscira, podría ser muy importante para el futuro de nuestra tribu.

Egeria: *la mira sospechosa* ¿En serio? Porque a mí me parece como si alguien estuviera ocultando algo. "Una estrella fugaz y la General Antíope interviniendo en la ley amazónica, creando un pequeño bebé VARÓN", todo me suena demasiado perfecto.

Calyce: *Con una ceja levantada* ¿Qué estás sugiriendo, hermana?

Egeria: *inocentemente* ¿Yo?, oh nada, lo único que digo es que esto suena como una de las historias que les contaban a las niñas hasta que tenían la edad suficiente para saber la verdad o uno de los rumores sobre los semidioses, una incluso nació de un huevo.

Aella: Ten cuidado hermana, estás peligrosamente cerca de decir algo contra nuestra reina y los Dioses del Olimpo. 

Dijo Aella con los ojos entrecerrados que la hacían parecerse a su Halcón en ese momento.

Egeria: *molesta* ¡Oh, vamos!, todas ustedes también lo están pensando, todas lo hicieron con toda la historia de la princesa esculpida en arcilla, lo único que digo es que nuestra reina es muy "amigable" con ciertos atletas olímpicos y siempre prefirió a los hombres sobre otras mujeres, *brazos cruzados* ahora, de repente, aparece un nuevo bebé y nuestra General se ve obligada a quedárselo. Creo que hay más en esto de lo que nuestra reina desea que sepamos, y tal vez los orígenes de este bebé sean un poco más...¿Natural que divina? como afirma nuestra querido Capitana? 

Aella: No puedo, ni quiero seguir escuchando más esta calumnia maliciosa contra nuestra reina. 

Declaró Aella mientras su Halcón graznaba aparentemente de acuerdo con ella. 

Aella: Voy a cazar hasta el medio día, nos vemos luego hermanas *se retira*

Phillipus: Cree lo que quieras creer teniente, pero lo que te he dicho ES la verdad y el chico llegó para quedarse, te recomiendo encarecidamente que te acostumbres a eso, Egeria *Yéndose dejando sola a Calyce con la molesta Egeria*

Calyce: *nerviosa ante Egeria* B-Bueno, quiero decir que podría ser cierto, es decir, quiero decir que la reina, bueno, creo... *mira el reloj solar del mercado* Oh, mira la hora, yo también debo irme, esos viejos muelles no se van a arreglar solos, ¿sabes? *sale corriendo*

Egeria: Nada bueno puede salir de esto, *murmurando para sí misma mientras salía del mercado* recuerden mis palabras, nada bueno puede surgir de este nuevo Hijo de Antíope.

Más tarde, en el Anfiteatro de Apolo a medio día...

Hacía mucho tiempo que el sol se había apoderado de Themyscira en su punto más alto y también la mayoría de las Amazonas se habían reunido alrededor del anfiteatro de la isla, el lugar donde la hermandad realizaba actos teatrales, tocaba música, celebraba debates políticos y dirigía las ceremonias sagradas de su hermandad. cómo la que se celebrará ese mismo día, el reconocimiento ritual y amazónico de una nueva niña y un niño en su tribu, una ceremonia que lamentablemente se había dejado de celebrar luego de llegar a la isla hace varios años.

Porque desde los días del Imperio Amazónico, antes de la Caída de la Antigua Grecia, una niña no había nacido entre ellas, y mucho menos un hombre  había sido reconocido o reconocido como parte de la tribu, mucho menos un...Semidiós, que supuestamente era este niño, si los rumores eran de creer. Afuera, casi todas las amazonas de la isla estaban sentadas esperando pacientemente a que comenzara la ceremonia, para bien o para mal, el único ruido provenía del silencioso murmullo de la multitud mientras pasaban el tiempo bastante ansiosas.

Sin embargo, dentro del anfiteatro, que las Amazonas habían nombrado en honor al Dios del Sol Apolo, Antíope caminaba nerviosamente de un lado a otro mientras ella e Hipólita repasaban todo lo relacionado con la ceremonia por última vez.

Hipólita: Todo estará bien Antíope, cuando comience la ceremonia, déjame hablar y te prometo que todo saldrá bien.

Antíope: Ya lo sé hermana, sólo estoy preocupada por...

???: Aquí estamos majestad.

Dijo Menalippe, la sacerdotisa de la isla, acercándose a ellas con Phillippus y Epione a su lados, con un bebé inquieto acurrucado en los brazos de la sanadora y la bebé tranquila en los brazos de la capitana de la guardia.

Menalippe: Y traemos a los dos hijos, la ceremonia puede iniciar en breve.

Al escuchar estas palabras, Antíope le dedicó a la sacerdotisa rubia una sonrisa realmente agradecida, además de ser la principal figura religiosa de la isla, Menalippe también era quien presidía las ceremonias más sagradas de las Amazonas, incluida la presentación de nuevos niños a la tribu, especialmente los de la familia real, ya que ella había presentado a las propias Hipólita y Antíope cuando eran unas bebés en una ceremonia de este tipo ante los numerosos aplausos de sus hermanas amazónicas en esos tiempos.

Antíope dudaba que se escucharan tales alabanzas este día, al menos hacia su infante, pero aun así estaba inmensamente agradecida por el apoyo incondicional de Menalippe en estos momentos tan difíciles, la sacerdotisa no se negó en absoluto a organizar el evento y declaró con orgullo que presidiría la presentación del nuevo niño de la General, pero, lamentablemente cierto apoyo de una amazona no fue tan incondicional...

Hipólita: Epione, ¿Donde está tu hermana Myrto? Se supone que debería estar aquí junto al resto de la guardia real a mi lado.

Epione parecía notablemente avergonzada mientras le entregaba la niña a Hippolyta y Phillippus a Antíope el suyo mientras respondía la pregunta que estaba en la mente de todos.

Epione: Mis disculpas, majestad, pero me temo que mi hermana no ha sido vista desde esta mañana, yo...no creo que asista a la ceremonia.

Phillippus, Hipólita y Antíope intercambiaron una mirada de desaprobación antes de que la reina amazónica suspirara decepcionada. 

Hipólita: Es algo con lo que tendremos que lidiar más tarde, ya es demasiado tarde, la ceremonia debe comenzar ahora.

Un ruido curioso llamó la atención de Antíope y miró al bebé que se retorcía en sus brazos, aunque el niño no estaba siendo demasiado complicado, ahora estaba completamente despierto en contraste a como estaba unas horas antes y por lo tanto, casi constantemente daba vueltas en manos de la General Amazona, sus brillantes ojos azules recorriendo el escenario cerrado con cortinas. Una pequeña sonrisa adornó el rostro de la General de las Amazonas ante la naturaleza bastante curiosa de su nuevo hijo, el niño siempre estaba tan emocionado de ver cada nuevo lugar y cosa a su alrededor cada vez que ella lo llevaba a una nueva habitación en el palacio real, pero esta vez fue la primera vez que lo sacaron afuera desde que llegó y el niño claramente no podía esperar para ver más de él.

Phillippus: Antíope, pase lo que pase, estaremos a tu lado como siempre, mi General.

Antíope: *sonríe* Gracias hermana.

Menalippe: ¿Y ya decidió un nombre para su nuevo hijo?

Antíope: Aún no, les pedí a los dioses que me dieran alguna idea de como llamarle, simplemente no se me ocurre ninguno todavía.

Hipólita: Pues sugiero que sea Griego, como el de un Semidiós.

Antíope: Pero no creo que sea un Semidiós, al menos no uno común.

Hipólita: Bueno, tampoco hay prisa para ello, pero si para la ceremonia.

Finalmente, la Reina y su hermana salieron de entre las cortinas del anfiteatro dejándose ver ante las amazonas sentadas mientras las otras y la guardia real iban a sus espaldas.

Hipólita: ¡Amazonas! Ayer sucedieron dos eventos de los cuales han oído rumores, y quiero que sepan que estos son ciertos, no solo he dado la vida a una niña, sino que, mi hermana Antíope también la dio a un bebé varón.

Las amazonas no sabían como reaccionar, por un lado estaban felices por su reina debido a Diana, pero por otro, estaban con varias dudas con respecto al niño de su General, sobre todo por los rumores aparentes de que ambas hermanas habían tenido a los infantes de forma natural, mientras otras estaban complacidas por lo dicho por su reina de manera aceptable.

Hipólita: Cómo saben, los dioses han estado ausentes por la rebelión de Ares, el Dios de la Guerra en búsqueda de acabar con nosotras, ¡Pero los dioses han enviado a mi hija para que en un futuro sea nuestra campeona! Y por el lado del infante, debido a su llegada, es posible creer que también esté destinado a defendernos de Ares si ese día llega, pero para ello, deberá aprender nuestra cultura y costumbres, para que no sea como los hombres que nos han hecho daño en el pasado, por lo cual...

Las dos hermanas se acercaron más a la multitud alzando a los infantes con sus brazos hacia la luz del sol frente a las estatuas de los Dioses Griegos que estaban alrededor del lugar.

Hipólita: ¡Les presento a mi hija, Diana de Themyscira!

Al instante la luz del sol fue reflejada en las estatuas de Afrodita, Atenea, Hermes, Artemisa y Deméter, iluminando a la niña junto con el victoreo de las Amazonas al ver la demostración de la mano divina del Olimpo, en eso, Antíope fue la siguiente en hablar...

Antíope: ¡Y yo les presento a mi hijo, al primer Hijo de Themyscira...!

De repente, para sorpresa de todas las presentes, las estatuas de Hermes, Apolo, Dioniso...e incluso la descuidada estatua de Ares, reflejaron la luz del sol hacia el niño pelinegro, quien comenzó a reír mientras su piel sorprendentemente brillaba con tal potencia que se distinguía de la propia luz solar que iluminaba toda la isla, las amazonas se encontraron en shock, no se esperaban eso, mucho menos que tras eso, el bebé comenzara a levitar levemente por encima de su madre, quien se asustó por unos momentos hasta que las estatuas dejaron de reflejar y el bebé descendió a sus brazos.

Lo curioso fue que la estatua de Apolo, el Dios del Sol, no dejaba de brillar hacia el bebé de Antíope, hasta solo unos segundos después, a lo que la General mira a la estatua y luego a su bebé con una sonrisa para volver a alzarlo frente a sus hermanas.

Antíope: ¡Les presento hermanas a...Apocles! ¡"La Gloria de Apolo"!

Las amazonas no pudieron evitar dar un grito de victoreo, no había duda alguna, ese niño debía ser un regalo de los dioses junto a Diana, ambos bebés al mirarse simplemente rieron entre ellos ganándose unas miradas enternecedoras de sus madres, tras esto, cada Amazona se puso en fila para inclinarse y mostrarle sus respetos a los dos bebés, aunque se notaba el favoritismo por Diana, también demostraban su interés por el ahora llamado, Apocles, el Hijo de la General de las Amazonas, el Primer niño en Themyscira, ahora era claro, ambos niños deben crecer juntos, posiblemente para ser los que destruyan a Ares si intenta atacar la isla en un futuro lejano.

A la mañana siguiente, en una colina de entrenamiento...

Myrto, una de las guerreras de la guardia real de Hipólita, estaba entrenando con un tridente Atlante, que al parecer había obtenido como trofeo en las feroces batallas de sus razas hace siglos, también siendo la única amazona que no se presentó en la ceremonia, estaba atravesando los muñecos de trapo con tanta velocidad que parecía que estuviera manejando una espada en vez de un tridente, se notaba su especialidad con dicha arma.

Pero su entrenamiento se vio interrumpido ante su hermana mayor, Epione.

Epione: *seria* Hermana, vengo a avisarte que la Reina Hipólita y la General Antíope están en camino, espero que tengas una buena excusa por haber faltado a la ceremonia.

Myrto: Tsk, por supuesto, solo no quería perder el tiempo en tonterías.

Epione: *molestándose* Perderás más que tiempo si sigues con esa actitud cuando lleguen ellas, Hipólita está más enojada que la Diosa Hera con su marido.

Myrto: *mirada sádica* Uy, estoy temblando de miedo.

Epione: *se da cuenta* Ya hermana, no me veas así.

Al instante, Myrto golpea hacia la izquierda con su pierna a las de su hermana para después taclearla y poner su pie encima del pecho de Epione, ella debía admitir que ha tenido poco tiempo para entrenar por su posición de curandera de la Isla, se notaba a Myrto que le gustaba molestar a su hermana de esta forma desde que eran niñas, aún con la diferencia de edad, ella no respetaba mucho que digamos la madurez de Epione.

Hipólita: *apareciendo en la colina seriamente* Myrto, suéltala.

Epione: *suspira* siempre tan justa majestad *Myrto le quita su pie de encima*

Myrto: Ah majestad, ¿Qué que la trae a mi campo de entrenamiento personal?

Hipólita: *seria* Antíope y yo no te vimos en la presentación de Diana y Apocles.

Myrto: *pensando* Hasta le pusieron nombre al mocoso *fingiendo inocencia* Oh ¿Era hoy? Ay, me siento tan terrible.

Al instante, ella cortó la cabeza de una de las figuras de trapo con tanta fuerza que incluso le hizo una marca al árbol detrás de este y después clava las puntas de su tridente a la cabeza arrancada como si fuera un tenedor sosteniendo un pedazo de carne.

Epione: *traga saliva nerviosa*

Myrto: Se me debió haber pasado por alto.

Epione: *respira hondo* Pero aún sin estar en tu puesto ¡Debiste estar en primera fila en la ceremonia!

Myrto: *Acercándose a ella* Yo estaba en primera fila hasta que apareció ese bendito semidiós.

Antíope: *seria* ese "bendito semidiós" es mi hijo, y posiblemente tu futuro General.

Myrto: *fingiendo alegría* Oh, ensayaré mis saludos *se da la vuelta*

Antíope: *seria* No me des la espalda, soldado.

Myrto: Oh no Antíope, será mejor que TÚ no nos des la espalda a nosotras.

Al instante, la general corrió hasta ponerse delante de la amazona con una mirada que mataría con solo verla.

Antíope: *molesta* ¿Acaso es un reto?

Myrto: Calma, calma, jamás me atrevería a retarla a usted.

Epione: Ja, lástima ¿Porqué no?

Myrto: En la inteligencia y la estrategia todas estamos dotadas *mira a Hipólita y Antíope* pero en cuanto a la fuerza bruta...creo que solo algunas nacieron con ese don *comenzó a irse del lugar*

Epione: ¡Myrto, espe...!

Hipólita: No, déjala, ya le aplicaremos su castigo más tarde, que cargue las rocas más pesadas de la colina por toda la isla durante un mes suena justo.

Antíope: *suspira* Algo me dice que ella no es la única que piensa así dentro de nuestras hermanas, tampoco es como si las pueda culpar.

Epione: Pero usted solo defiende a su hijo mi General, aparte que la gran mayoría vieron lo que pasó ayer, los dioses, y al parecer Apolo en específico, bendijeron a su bebé al igual que Diana.

Hipólita: Es cierto Antíope, tus especulaciones resultaron ser ciertas, Apocles está destinado a ser el protector de la isla junto a mi hija en contra de Ares.

Antíope: Jeje, claro, "Los Campeones de Themyscira" suena bien ese nombre.

Las tres mujeres se rieron con ese comentario para después regresar al palacio para ver a los bebés, quienes estaban jugando en su cuna jalandose de los pelos mientras reían, las dos hermanas se sintieron tanto enternecidas como preocupadas, ese gesto aparentemente inocente talvez significaba que ambos tenían una fuerza similar, ya que esos tirones de pelo harían llorar a cualquier bebé normal, por lo que, se les vino a la mente durante unos minutos si por azares del destino Apocles se unía a Ares para destruir a las Amazonas, sobre todo, en una lucha contra la propia Diana, no sabrían que hacer en esa situación, por suerte, no era la del presente y esperaban que ese día nunca llegara a pasarles a los dos primos, esperemos que los dioses escuchen sus plegarias internas.

Continuará...

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