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Destinos Cruzados

(Advertencia)

Themyscira, una isla aislada del resto del mundo, cuyos rumores se encontraba en medio del mar mediterráneo, era habitada por una población de...solo mujeres, mujeres especializadas en la defensa y el arte de la Guerra, tras varios años siendo víctimas de la lujuria y el orgullo de los hombres, se revelaron para tomar el control y gracias a los dioses del Olimpo, fueron resguardadas en una isla creada por estos para que ellas nunca tuvieran que volver a ver la cara de los hombres que durante siglos las habían engañado, lastimado y abusado de su confianza.

Y tras varios años, un día, la Reina de las Amazonas, Hipólita, había dado origen a una niña, según sus palabras, esculpió la figura de una niña en la arena, manchando su frente de una gota de su sangre, y tras rezarle a los cielos, un rayo impactó en esa figura dándole vida, la primera niña amazona en cientos de años, algunas amazonas le creyeron al 100%, otras pensaron que la tuvo de forma tradicional y natural, pero aún así, no la cuestionaron, después de todo, ella fue la que lideró su rebelión en los tiempos de guerra contra los hombres hace siglos atrás antes de llegar a Themyscira.

La Reina estaba muy feliz de tener a una hija propia, sin saber que los dioses pusieron en esa bebé el futuro de su pueblo, destinada a la grandeza sobre todas sus semejantes. En la sala del trono, Hipólita cargaba a su bebé en brazos con una mirada enternecedora, sus guardias y súbditas la entendían perfectamente, después de todo, aún con todas fuerza y fortaleza, ellas seguían teniendo ese cariño maternal que todas las mujeres llegaban tener en algún momento, aún siendo madres biológicas o no, y eso se notaba en los ojos de su gobernante.

Antíope, la Hermana directa de Hipólita, estaba a su lado, puesto que era la General del ejército amazónico y la familiar más cercana de todas las amazonas de la isla, ya que comúnmente se llamaban hermanas entre sí por el respeto y compañerismo que se tenían todas, pero ellas dos sí eran verdaderas hermanas de sangre. La general debía admitir que sentía un poco de envidia por su hermana, al ser bendecida con una hija de parte de los mismísimos dioses, pero también estaba feliz y orgullosa de su hermana por ese mismo motivo.

Al ver a la bebé, se le derretía su corazón en la tierna carita de la niña, a la que bautizaron bajo el nombre de "Diana", todas las amazonas estaban felices por su reina, y al igual que Antíope, sentían un poco de envidia por eso. La general estaba caminando por la oscura noche en una de las costas de la isla, pensativa sobre el futuro de la niña en la isla y del propósito que los dioses le habían encomendado a su reina, pensando también en como sería tener una hija, a lo que miró a los cielos en las estrellas, hace mucho tiempo que no se detenía a mirar el cielo nocturno.

Donde se sentó encima de una roca mientras suspiraba.

Antíope: Dioses del Olimpo, sé que han hecho mucho por nosotras, sobre todo por mi hermana Hipólita al darle una hija destinada a la grandeza, y también sé que he pensado con envidia sobre mi hermana, sintiendo un poco de vergüenza por ello, pero deben entenderme, aún con todo lo que hemos logrado, las amazonas seguimos siendo mujeres, que están abiertas de corazón a los indefensos e inocentes, por lo que, si no es mucho atrevimiento...les ruego que Diana no sea la última bebé en llegar a Themyscira, siendo de preferencia, que esté bajo mi cuidado.

En un lugar muy lejano, prácticamente, en otro planeta, el cual estaba a punto de ser destruido debido a que su núcleo estaba moribundo, había una raza muy poderosa tecnológicamente, se trataba de los Kryptonianos, seres que, debido a su poder tecnológico, habían diseñado una gran cámara donde se podían diseñar a los nuevos bebés de manera artificial, diseñándolos para que sean guerreros, arquitectos o científicos según la preferencia de los padres, dejando atrás su reproducción natural, pero, dos de ellos, en medio de todo, habían decidido darle a su hijo la capacidad de elección, por lo cual, lo tuvieron de forma natural.

Pero esto iba contra las leyes de su gente, por lo que, mientras el planeta estaba a punto de morir en medio de una guerra civil entre su misma raza, Jor-El, el mayor científico de todo Kryptón, y su esposa Lara Lor-Van, habían decidido salvar a su hijo de la destrucción de su mundo para que, con ayuda del Codex, un cráneo del primer Kryptoniano donde estaba todo el código genético de Kryptón, fue introducido dentro del cuerpo del bebé para ser colocado en una cápsula y ser enviada al espacio.

Solo que, en medio de todo, Zod, el líder de los rebeldes en la guerra civil de Kryptón, entró para evitar esto, por lo que tras una pelea para salvar a su hijo, Jor-El perdería la vida a manos del General kriptoniano, por lo cual, tras ser atrapado por el consejo real, fue enviado junto a sus seguidores congelandolos para ser enviados en una nave a un agujero negro para que estén encerrados durante 3,000 años o hasta que la nave se destruya por la fuerza del agujero negro, tras esto, Lara miró al cielo sabiendo que su hijo había logrado salvarse, solo para dejar ver como el gran planeta de Kryptón sucumbió a una gran explosión siendo reducido a escombros de roca flotantes.

La cápsula pasó por un portal para después aparecer en otro sistema solar, uno donde pasó cerca de un planeta con grandes anillos de asteroides, y tras seguir al frente, comenzó a acercarse al planeta Tierra, el Planeta Azul para los habitantes de ese mundo, solo que, quien diría que el tiempo espacial y la rotación del planeta cambiarían el destino de ese bebé, ya que iba en dirección...a la isla de Themyscira. Antíope tras su oración al Olimpo, comenzó a irse hacia su habitación en la ciudad, hasta que deslumbró una gran luz en el cielo que iba hacia su dirección.

El extraño objeto que parecía de metal, se estrelló contra la arena de la playa con tanta fuerza que mandó a la amazona hacia atrás por el impacto, al levantarse y acercarse cuidadosamente al objeto con su espada en alto, notó el tamaño del objeto, si estuviera hueco, podría caber una persona dentro sin dificultad, pero tal parece que la única parte hueca era la parte delantera, ya que al golpear esa zona con su espada, la general escuchaba un sonido característico de un objeto de metal hueco, como un casco. Al no ver forma de como abrir ese objeto, llamó a sus hermanas para que llevaran el objeto al palacio ante la reina.

La gran cápsula plateada estaba colocada en medio de la sala del trono del palacio cuando llegó Hipólita después de dormir a Diana, el consejo y varias otras amazonas estaban paradas alrededor, examinando con curiosidad el extraño objeto.

Hipólita: ¿Dices que viste a esta...cosa caer del cielo, Antíope?

Antíope: Justo frente a la costa este, Hipólita, voló por el cielo antes de aterrizar en la arena frente a mis ojos.

Acantha: Si cayó de las estrellas, ¿Será que fue enviado por los Dioses?

(Acantha era una amazona pelirroja con cola de caballo y ojos verdes profundos y miembra senadora del consejo de la isla).

Menalippe: Tal vez, pero si es así, ¿Por qué no nos lo entregarían en persona? Siempre lo han hecho antes, ¿Por qué ahora lo harían de manera diferente?

(Menalippe, una amazona rubia decolorada y de ojos azules que actuaba como la Suma Sacerdotisa de la isla).

Se escucharon palabras de acuerdo de otras amazonas en la habitación e Hipólita se encontró asintiendo con ellas también, sus Dioses eran muy generosos, pero al mismo tiempo nunca tenían reparos en hacer notar su presencia a sus adoradores cuando les estaban otorgando regalos, pero si esta extraña cosa de metal no provenía de alguno de los olímpicos, ¿De dónde vino entonces?

Oenone: Si esta cápsula no vino del Monte Olimpo, entonces... ¿creen que vino del Mundo del Hombre?

(Oenone, una amazona baja, de piel oscura y cabello trenzado igualmente oscuro, y el principal botánica de las islas).

Esto, por supuesto, hizo que las otras Amazonas alrededor de la habitación volvieran a susurrar entre ellas, más preocupadas que antes, porque si esta cápsula realmente vino del Mundo de los Hombres, entonces su llegada aquí podría ser la primera de muchas malas noticias para Themyscira, Hipólita se inclinó para examinar la cápsula nuevamente, esta vez mirándola más de cerca que antes, su diseño y material no se parecían a nada que hubiera visto jamás en ningún metal griego, incluso el forjado por el dios herrero Hefesto; su superficie reflectante era sorprendentemente hermoso a la vista, brillando con cierta luz, suave al tacto, pero también notablemente duradero y cuando la reina pasó la mano por su superficie refrescante, podría haber jurado que casi se sentía vivo, como si respirara.

Mientras las otras amazonas discutían sobre qué hacer con la extraña cápsula, Epione, la sanadora principal de la isla, una amazona morena clara y de ojos verdes, curiosamente se inclinó y presionó su oreja a la parte frontal del objeto tratando de escucharlo por encima de los sonidos de las voces discutidas de sus hermanas. Un momento después, los ojos de Epione se abrieron y se echó hacia atrás con un fuerte grito ahogado, lo que inmediatamente llamó la atención de las otras amazonas a su alrededor, incluida la reina.

Hipólita: *preocupada* Epione, ¿Qué sucede?

Epione: *shockeada* Su Majestad, escuché...una respiración proveniente del interior de la cápsula, creo que hay algo vivo dentro de él.

Las otras amazonas intercambiaron miradas sorprendidas e inseguras, antes de que unas 5 dieran un paso adelante, lanzas en mano, y tomaran el mando mientras Epione se apartaba de su camino, las amazonas luego movieron la punta de sus lanzas a lo largo del borde del objeto hasta que finalmente una de ellas encontró un espacio dentro del extraño metal, pero justo cuando comenzó a empujar la punta hacia adentro, para su asombro y de todas las demás Amazonas en la habitación, la parte superior de la cápsula comenzó a moverse y moverse...hasta abrirse.

"Por los Dioses" Eso fue lo que susurraron todas las amazonas cuando la parte superior de la cápsula se abrió lentamente, al darse cuenta de que una nube de niebla se encontraba entre la multitud, las Amazonas reaccionaron instintivamente, cayendo en posturas de batalla preparadas mientras la guardia real rodeaba a su reina, con las armas ya desenfundadas, pero cuando la niebla finalmente se disipó y no se produjo ningún ataque sorpresa para ninguna de ellas desde dentro del objeto, Hipólita ordenó a sus guardias que bajaran las armas mientras las otras Amazonas en la habitación relajaban lentamente sus posturas.

Volviendo su mirada hacia la cápsula ahora abierta, Hipólita pasó junto a sus guardias para ver exactamente qué había dentro de ella, las otras Amazonas en la habitación se inclinaron para ver también, su curiosidad finalmente se apoderó de ellas, pero cuando las amazonas de Themyscira miraron hacia el interior de la cápsula, lo que vieron las sorprendió y bastante.

Hipólita: *sorprendida* Es...es...un niño.

El dichoso niño era sólo un bebé, yacía profundamente dormido en una cuna improvisada de cómodo acolchado, estaba vestido con una tela azul desde el hombro hasta el talón y un mechón de pelo oscuro sobre su pequeña cabeza. ¿Por qué alguien había colocado a este niño dentro de esta extraña cápsula? no era obvio para el grupo de mujeres guerreras en ese momento, pero lo que era obvio después de unos momentos de mirar fijamente, era que este niño no era una mujer, algunas pensaron en eso como motivo suficiente para tirarlo al mar, pero otras solo lo veían como un animal indefenso e ingenuo.

Hasta que en eso, el infante se despertó y al sentir la intensa luz repentina sobre sus ojos, comenzó a llorar, si bien las amazonas estaban algo acostumbradas a los llantos de la princesa Diana, no pudieron disimular su molestia auditiva ante los llantos de este niño. Epione, que estaba parada cerca de la cápsula, rápidamente se inclinó y levantó al bebé que lloraba, acunándolo en sus brazos.

Epione: Ssshhh, cálmate pequeño, cálmate, está bien, todo está bien.

La sanadora dijo lo más tranquilizadoramente que pudo, haciendo todo lo posible para calmar al niño, pero sus lloriqueos solo continuaron aumentando en volumen hasta el punto de convertirse en un asalto a los oídos de las otras amazonas.

Myrto: *molesta* ¡¿Alguien podría callar a ese mocoso ya?!

(Myrto, una de las soldadas de la guardia real de Hipólita).

Antíope: Epione, dame al niño.

Ordenó la general, extendiendo sus brazos, la sanadora de la isla lo hizo a regañadientes y una vez que lo hizo, la guerrera comenzó a mecer suavemente al niño de manera muy práctica, tarareando una melodía mientras lo hacía, sorprendentemente después de solo unos segundos, el bebé finalmente dejó de llorar y poco a poco empezó a calmarse. Después de convencerse de que él se había calmado lo suficiente, Antíope dejó de tararear y detuvo su suave balanceo, afortunadamente, el niño no volvió a llorar cuando ella lo hizo, sino que la miró, casi en agradecimiento, con el par de ojos azules más impresionantes que jamás había visto en su vida, no azul cielo como los de Hipólita o los de Diana, sino un azul zafiro que brillaba como estrellas en la noche más oscura.

"Hermosos" fue la única palabra que se le ocurrió a la general para describir los ojos del niño mientras ella lo miraba y él le devolvía la mirada.

Hipólita: ¿Antíope?

Antíope: ¿Eh? *la mira* ¿Si, majestad?

Hipólita: Si no te interrumpo, creo que debemos decidir que hacer con el niño.

Antíope: Ah si, claro.

En eso, Myrto volvió a hablar...

Myrto: ¿Y si lo matamos?

Hipólita: ¡Myrto! ¿Cómo puedes decir eso?

Myrto: Majestad, las leyes amazónicas dictan que los hombres están prohibidos en la isla.

Epione: Pero solo es un niño.

Myrto: Y un niño se vuelve hombre, y el hombre está prohibido.

Epione: El niño puede ser un varón, pero todavía es un niño, uno que no nos ha hecho nada.

Myrto: *preocupada* Epione, no estarás sugiriendo que permitamos que este chico se quede aquí con nosotras, ¿verdad?

Epione: Por supuesto que no, al menos no permanentemente, sólo hasta que su madre venga por él, o tal vez su padre.

Myrto: ¿Y si no están con vida? En primera, solo venía el niño en esa cosa, si sus padres hubieran decidido venir con él seguramente hubieran aparecido junto a esa cosa, por lo que nadie vendría a buscarlo, lo mejor sería para nosotras deshacernos de él.

La Reina de las Amazonas no dijo nada por un rato, solo miró al bebé todavía acurrucado en los brazos de su hermana, como si sintiera su mirada, el niño la miró con ojos asustados y casi suplicantes, después de mirarlo durante lo que le pareció una eternidad, ella suspiró casi con tristeza.

Hipólita: Lo siento pequeño *mira a Antíope*, hermana, lleva al niño al borde de la jungla y déjalo allí, si tenemos suerte, las bestias no deberían tardar mucho en encontrarlo.

Antíope: *shock* ¡¿Qué?! Hermana, por favor, no puedes estar hablando en serio.

Hipólita: Lo siento hermana, pero así lo dicta la ley, si lo dejáramos vivir podría ser un peligro para nuestra gente, no creas que mi decisión es a falta de empatía, no siento placer en hacer esto, solo busco lo mejor para nosotras.

Antíope: Solo míralo hermana ¿Te parece peligroso?

La reina hizo esto y su rostro entristecido se volvió aún más angustiado al ver la carita asustada del bebé, como si supiera lo que significaban sus palabras, pero al final, Hipólita solo se giró hacia su trono con Antíope asombrada por esa acción a sus espaldas. En cuanto a las otras amazonas que observaban, algunas parecían tan estoicamente angustiadas como su reina, Epione entre ellas, otras eran más neutrales respecto a la decisión y solo tenían la mirada en blanco, pero algunas tenían expresiones de alivio, sobre todo las más viejas de la tribu como Myrto.

De repente, Antíope dijo algo que nunca pensó que alguna vez iba a decir...

Antíope: No, me niego rotundamente.

Hipólita: *se gira* ¿Qué dijiste?

Antíope: No lo haré Hipólita, este niño no es ninguna amenaza, no puedo permitir que un infante inocente muera de esa forma tan cruel.

Una parte de Hipólita estaba aliviada de que su hermana haya dicho eso, pero la otra mitad sentía que estaba desafiando su autoridad como Reina.

Hipólita: No intentes retar mi autoridad hermana, porque sigo siendo tu reina.

Antíope: Créame majestad que lo pienso en cada palabra que le estoy diciendo, pero también pienso en este bebé, y de que su vida está en mis manos, por lo cual, no solo a usted le corresponde decidir su destino.

Las dos hermanas se fijaron intensamente, todas las amazonas sintieron la tensión, y rezaban en silencio que ambas no empezaran a pelear, ya sabían que las dos lucharon una vez para reclamar el trono que les dejó su madre, y tal como veían, Hipólita había ganado esa lucha, pero no significa que sus habilidades hayan disminuido en todo ese tiempo, por lo que bien podía aceptar un duelo contra su hermana si ella se atrevía a retarla por la vida de ese niño.

Antíope: Hermana, ¿Recuerdas porqué hace mucho que los dioses no han escuchado nuestras súplicas?

Hipólita: Si...Ares.

Antíope: Y en respuesta a eso, se te encomendó a Diana por la gracia de Zeus, ¿No has pensado en que tal vez, solo tal vez, este niño también esté destinado a algo similar?

Hipólita: ¿En serio crees eso hermana?

Antíope: Por supuesto, digo ¿Cuál es la probabilidad de que haya caído de los Cielos justamente cuando yo era la única amazona que estaba en la costa justo en ese momento y justamente en el día del nacimiento de Diana?

La reina tomó en consideración eso, las coincidencias no eran tomadas como tal en esta cultura, las amazonas sabían que las probabilidades, si son bajas y aún así se cumplen, solo podría tratarse del destino o de la intervención divina de los dioses, por lo que tras escuchar lo dicho por Antíope, todas las presentes se pusieron pensativas ¿Será una señal de los dioses para que ellas puedan aceptar nuevamente las características de un hombre aprendiendo de su cultura junto a su nueva princesa? Se lo pensaron todas hasta que finalmente, Hipólita declaró su decisión final.

Hipólita: Hermana, siempre has sabido ir junto a mí en el campo de batalla y la diplomacia, por lo cual confío en que sabes lo que haces cuando tomas la responsabilidad de algo y de hacerte cargo de eso, por lo cual....dejaré que te quedes con el bebé, si resulta ser tan especial como para estar destinado al mismo camino de Diana, tal vez lo consideremos como un igual a nosotras.

Antíope: *aliviada* Gracias hermana, majestad, le prometo que me haré cargo de este infante a toda costa, le enseñaré todo lo que sé y...

Hipólita: Esa es otra cuestión, si se te ocurre entrenarlo, que sea lo más básico y de principiante posible, no queremos que use nuestro poder militar para hacerle daño a nuestras hermanas, debemos tener control sobre él a medida que vaya creciendo para evitar problemas, cuando llegue a la adultez, decidiremos que hacer con él nuevamente.

Antíope: Cómo ordene, mi reina.

Hipólita: Myrto, lleva la cápsula a la sala de tesoros donde esté segura, si posee material valioso para nosotras, será mejor tenerla bajo cuidado.

Myrto: Si majestad.

Tras esto, la Reina ordenó que todas se retiraran, que la reunión ya había terminado, todas las amazonas se fueron sin protestar hasta que ambas hermanas quedaron solas en el pasillo hacia la habitación de Hipólita, donde su hija estaba dormida, al sentarse ambas a sus lados, ella se comenzó a despertar lentamente hasta detectar a ambas mujeres a cada lado, aunque miró con curiosidad lo que su tía estaba cargando entre sus brazos, cosa que le sacó una sonrisa a Hipólita por la curiosidad de su hija.

Hipólita: *pensando* ¿Cómo podría criar mi hermana a este niño junto a mi propia hija? ¿Cómo podría permitirle vivir en Themyscira, entre mis hermanas, sabiendo que algún día se convertirá en una amenaza potencialmente poderosa para nosotras a medida que se convierta en hombre?, espero que los dioses no se hayan equivocado al traerlo aquí.

Antíope: Diana *Pone al niño a su lado* saluda a tu nuevo primo.

Los dos infantes se miraron cara a cara por primera vez, se notaba que ambos sentían curiosidad por el otro, sobre todo porque Diana había puesto su mano sobre la nariz del bebé, quien comenzó a reírse junto a la niña comenzando a gatear al rededor de la cama de la reina jugando tiernamente, cosa que derritió el corazón de ambas hermanas.

Antíope: Al parecer se llevaron bastante bien al verse.

Hipólita: Más de lo que me hubiera esperado de hecho *Mira a su hermana* Realmente no quiero que Diana tenga que luchar algún día, en cuanto al niño...tampoco estoy segura.

Antíope: Descuida hermana, daremos lo mejor para que ambos se respeten mutuamente, sobre todo el niño.

Hipólita: Por cierto ¿Cómo lo llamarás?

Antíope: No estoy segura, no he pensado en eso desde que llegó, así que tal vez lo piense mañana.

Hipólita: Claro *mira a ambos infantes apunto de dormirse* Puedes quedarte a dormir aquí si gustas estar cerca de él.

Antíope: Te lo agradezco hermana.

Así, ambas hermanas se quedaron en la habitación acostando a ambos infantes en la misma cuna notando como ambos se acurrucaban mutuamente, si la muerte por ternura fuera posible, ambas ya hubieran muerto desde hace rato, finalmente llegó el final de este día, y sin saberlo, el inicio de un nuevo comienzo para toda la isla de las Amazonas.


Continuará...

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