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Takara

Kakuzu iba rompiendo todas las puertas en busca de su preciada recompensa, pero para su mala suerte solo se encontraba con débiles sirvientes, los cuales preferían morir antes que delatar a su amo. 

En este punto, el moreno comenzaba a desesperarse. 

Entró a una de las habitaciones, donde un sujeto se le lanzó con la intención de matarlo, claro que Kakuzu fue más rápido y de un solo movimiento ya lo tenía agarrado del cuello. 

-Habla escoria, necesito saber donde está el señor Takara- la voz del avaro era en verdad tenebrosa, señal de que la paciencia se le agotaba. 

-N-No, no te dire nada- el sirviente podía sentir como comenzaba a fallarle el aire, pero aún así estaba dispuesto a seguir luchando. 

El mayor estaba a punto de arrancarle el corazón, cuando aquella voz tan chillona e insoportable hizo que girara su cabeza. 

-¡Kakuzu!, ¡te busqué por todos lados!- dijo el jashinista, el cual estaba empapado de sangre, desde la cabeza hasta los pies, su pecho tenía una enorme cortada que mostraba parte de sus órganos, sin mencionar que todavía sostenía su arma con residuos humanos. 

El moreno que estaba acostumbrado a ese comportamiento poco civilizado por parte de su pareja, solo se limitó fruncir el ceño, para regresar la vista a su víctima pero noto algo diferente en él , su mirada mostraba terror y pánico, al parecer la imagen de su compañero lo había afectado a tal punto que le provocó un ataque de pánico. 

Kakuzu sonrió bajo su máscara, agradecido por aquella oportunidad. 

-Dame información sobre el paradero de tu jefe o haré que el mocoso de allá se encargue de ti- 

Eso bastó para que el sujeto decidiera traicionar a su amo. 

-Ter-Tercer piso, la puerta dorada- soltó el tipo tratando de zafarse. 

-Bien- con un poco de fuerza, el moreno lo lanzó a los pies del inmortal, para después salir corriendo. 

Cosa que alegró al jashinista pues podría darle a su Dios más ofrendas. 

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Y en efecto, al llegar al tercer piso, al fondo del pasillo se podía distinguir una gran puerta dorada con varios símbolos. 

Kakuzu abrió con brusquedad la puerta, encontrando a un hombre de elegante vestimenta.  

Aquel extraño estaba sentado en un escritorio de madera y en su mano derecha sostenía una copa de vino. 

-Bienvenido, llevo tiempo esperando su visita- 

-¿Cómo se enteró de nosotros?- preguntó Kakuzu manteniendo su distancia. 

-Oh mi querido amigo, soy un hombre poderoso, tengo muchos contactos y uno de ellos tuvo la gentileza de avisarme sobre ustedes-  

-¿Por qué no intentó escapar, el señor Takara?- algo en todo esto le parecía extraño al avaro. 

-¿Escapar?, ¿y a dónde exactamente?, no crea que soy un tonto, se lo que es Akatsuki y tambien se la clase de fenomenos que trabajan dentro de esa organización, huir solo me hubiera limitado de disfrutar de los pequeños placeres de la vida- dijo el menor mientras le daba un sobro a su bebida. 

Al escuchar esas arrogantes palabras Kakuzu apretó con fuerza uno de sus puños, ya quería arrancarle la cabeza. 

-Pero está bien, moriré sin lamentaciones, tal vez esa patética aldea se quede con mi dinero, pero nadie podrá ayudar a mis tesoros- dijo Takara mirando de reojo a una puerta a su costado, la cual se encontraba ligeramente abierta. 

-¿Tesoros?- 

Y antes de que pudiera obtener una respuesta, Hidan entró de forma abrupta. 

-¡Kakuzu, con una mierda! ¿¡cuál es tu maldita costumbre de largarte sin mi!?- exigió saber el jashinista, el cual se había quitado parte de la sangre. 

-Ya cierra la boca, tú eres el que se distrae con todo- 

-¿¡Qué fue lo que dijiste desgraciado!?-

Unas risitas interrumpieron la discusión del dúo zombie. 

-¿Pero qué tenemos aquí?, parece un chico peligroso, pero también bastante lindo, tiene suerte mi señor, ya no se encuentran jovenes así- dijo Takara señalando con su dedo a Hidan.  

Ese comentario hizo que el jashinista sintiera un escalofrío, aquel hombre de edad madura le daba muy mala espina, algo en su persona le parecía bastante desagradable. 

-Si tuviera más tiempo te ofrecería un buen trato y tal vez una botella de mi mejor licor- el mayor le guiño un ojo, haciendo que Hidan explotara del coraje. 

-¡CÁLLATE DE UNA VEZ, ASQUEROSO PAGANO AMANTE DEL DINERO!- gritó el religioso tomando su pesada guadaña para ponerla en frente, a modo de amenaza.  

Pero lo único que obtuvo como respuesta fue una sonrisa torcida que desesperó más a Hidan. 

-Oye mocoso, recuerda que tienes que dejarlo reconocible, de otro modo no nos pagarán- dijo Kakuzu. 

-¡No me des órdenes vejete, yo sé lo que hago!- sin perder el tiempo Hidan se le fue encima con la intención de preparar un último ritual. 
















Aquí les traigo vel capítulo nwn ❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️✨️❤️  esperó les guste. 





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