Pasado
Tras una larga y tediosa discusión, la joven decidió guiar a los inmortales por el templo para así encontrar el cadáver de la recompensa.
Llegaron una especie de jardín, que tenía más flores rojas pero en medio reposaba una hermosa fuente con una imagen muy peculiar de una mujer llorando.
Los presentes rodearon aquella escultura para ver que en el piso se encontraba el hombre envuelto con varias vendas.
El moreno se puso de rodillas para asegurarse de que fuera su objetivo, mientras que Hidan se tapaba la nariz haciendo una mueca de desagrado.
-¿Qué es ese olor?- preguntó Hidan.
-Incienso y hierbas medicinales, preparaba el cuerpo para darle una apropiada sepultura- explicó la chica.
-¿Entonces si podemos llevarnos a este tipo?- soltó el creyente implorando que su ropa no quedará impregnada con toda esa peste.
La joven dio un último vistazo a ese hombre que cuidó por varios meses antes de responderle a su hermano.
-Solo por esta ocasión iré en contra de las reglas, pero te advierto que no habrá más excepción- dijo Yumi para luego dejar pasar al hombre de gran altura que ya tenía al cadáver sobre sus hombros.
Hidan aprovechando el momento decidió retomar la plática de hace rato.
-No respondiste mi pregunta, ¿por qué te quedaste en esta aldea de mala muerte?-
La chica sonrió con tristeza al recordar aquel día.
-Una noche tuve un enfrentamiento muy fuerte con algunos ninjas, quedé bastante herida, me arrastre durante un tiempo hasta que las personas de este pueblo me encontraron y sanaron mi cuerpo-
-¿En serio?-
-Me encariñe tanto con ellos que decidí quedarme para mostrar mi gratitud, predique la palabra de mi diosa, luego construí el templo en su nombre para posteriormente darle un toque personal con las plantas-
-Desde que éramos unos mocosos te encantan esas cosas, jamás comprenderé tu obsesión con ese color- dijo el religioso levantando una de sus cejas.
La menor soltó una risita por las ocurrencias del creyente, para ella tenía un gran significado, uno que aún no podía compartir con ese chico tan escandaloso.
-¿Y donde se metieron todos?- soltó Hidan.
-Unos meses la aldea sufrió una emboscada, trate de protegerlos a todos, pero eran demasiados, asesinaron a cientos y los pocos que quedaron con vida fallecieron a las pocas semanas- explicó la sacerdotisa tallandose un poco los ojos, aún le dolía recordar ese suceso.
Hidan agachó un poco la mirada comprendiendo porque su hermanita no abandonó ese sitio.
Kakuzu a pesar de estar en su labor escuchaba con atención la plática de los religiosos.
Yumi agitó su cabeza en un intento de calmarse.
-Bueno cambiando un poco el tema, mi gente hablaba mucho sobre Akatsuki, ¿es verdad que son un grupo de asesinos?- preguntó con curiosidad la chica de larga cabellera.
-Algo así, aunque muchas de nuestras misiones son aburridas y patéticas- dijo el fanático sobándose el cuello.
-Me sorprende que seas parte de un grupo, siempre fuiste malo para trabajar en equipo, ¿cómo te convencieron de ser un miembro?-
Hidan miró de reojo al moreno, recordando su primer encuentro.
-Es que encontré algo interesante- y sin darse cuenta una sonrisa se formó en su rostro.
Yumi se giró para mirar al hombre de ojos verdes.
"¿Kakuzu-sama fue su motivación?" pensó la chica cruzando los brazos.
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Una hora después, el avaro ya había terminado de acomodar al sujeto para llevarlo al punto de intercambio.
-Ya debemos irnos Hidan- avisó el moreno.
El creyente asintió para darle un abrazo a la menor.
-Me alegra que estés bien- dijo el religioso sintiendo como su amiga correspondía esa muestra de afecto.
-Lo bueno de todo esto es que ahora que sabes donde vivo, podremos vernos más seguido- soltó Yumi.
-Si, tal vez- esa oración hizo que la sacerdotisa cortara el abrazo para dedicarle una mala mirada al creyente.
-¿Tal vez?, creí que estábamos bien-
-Lo estamos, pero entiende que Akatsuki no me da tanta libertad- dijo Hidan rodando sus ojos.
La menor suspiró derrotada.
-Muy bien, pero prometeme que si volveras, sería bueno rezar juntos y pedirle a Jashin-sama que no te castigue por desobedecer sus órdenes- sonrió con malicia la chica de cabello oscuro.
-¡JURO QUE UN DÍA DE ESTOS TE VOY A GOLPEAR, MALDITA SACERDOTISA!- gritó el jashinista apretando con fuerza uno de sus puños.
"Se aguantó lo más que pudo" pensó Yumi al escuchar tales palabras.
-Solo quiero lo mejor para ti- dijo la chica.
-Lo único que quieres es molestarme- señaló Hidan sacándole una risita a su hermana.
A cierta distancia el moreno observaba a los menores, algo en su forma de convivir le parecía realmente extraño.
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Los inmortales partieron, pero para su mala suerte la noche cayó antes de que pudieran llegar a reclamar la recompensa.
Por lo que tuvieron que detenerse en medio del bosque y prender una fogata para lograr descansar.
-Hidan, ayúdame a acomodar el cadáver- pidió el moreno.
El creyente se dejó caer en el pasto sin tener la más mínima intención de moverse.
-No me estes jodiendo maldito anciano de mierda, tu eres el que quiere el dinero, así que hasta cargo de esa asquerosa bolsa de basura- dijo el jashinista estirando sus manos para sentir un poco de calor.
Kakuzu estaba a nada de golpearlo pero por su mente se le cruzó otra idea.
-¿Dónde quedó ese chico tan dulce y educado?, ¿acaso necesitas un abrazo?- soltó el castaño de forma burlona.
Hidan se sonrojo con fuerza, ahora su pareja tenía algo que usar en su contra.
-¡CIERRA TU PUTA BOCA, PAGANO HIJO DE PERRA!-
Con calma, Kakuzu retiró su máscara para que el menor pudiera ver aquella sonrisa que reflejaba mucha diversión.
-Tengo una duda, ¿por qué se llevan así?, ¿es alguna especie de código entre fanáticos religiosos?- preguntó el avaro para acomodarse en el suelo.
-No seas estúpido, esas cosas no existen, a ella solo le molesta escuchar malas palabras- explicó Hidan.
"Impresionante, este inútil es capaz de demostrar respeto por otros" pensó Kakuzu.
Por un rato todo quedó en silencio, pero el mayor aún tenía algunas dudas sobre el pasado del chico de ojos violetas.
-¿Tu familia adoptó a esa chica?- habló nuevamente el castaño.
-Mi madre lo hizo, le daban lástima los niños y así terminó adoptando a cuatro de ellos, poco después ella murió por una enfermedad, así que tuvimos que salir adelante por nuestra propia cuenta-
Kakuzu se quedó mudo unos segundos procesando la nueva información.
-¿Tienes cuatro hermanos?-
Hidan se extrañó por la impresión del más alto, no le parecía la gran cosa.
-Si y todos son un dolor de cabeza, no tenemos nada en común y cuando estábamos juntos me molestaban hasta volverme loco-
-Me encantaría conocerlos- sonrió Kakuzu.
-Jamás en tu miserable existencia verás a esos bastardos- dijo el creyente, aunque en el fondo presentía que sus hermanos se llevarían bien con ese hombre tan avaro.
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