Ahora el dúo zombie era guiado por la sacerdotisa, que conocía a la perfección el paradero de todos sus hermanos. 

-¿Por quién iremos primero?- preguntó el jashinista sin mucho ánimo. 

-La más cercana a nosotros es Kasumi- sonrió la menor al escuchar el quejido por parte del creyente. 

-Ese maldito topo engreído- murmuró Hidan, extrañando al moreno, que no comprendió muy bien aquel insulto. 

-¿Ella está en su antigua aldea?- soltó el castaño llamando la atención de Yumi. 

-No, tampoco le encantaba ese sitio, así que la lleve a un lugar donde estaría a salvó- 

-¿Eso quiere decir que no es ninja?- a Kakuzu le parecía muy extraña la familia de su compañero. 

-Aprendió a defenderse en casa, le enseñamos a manejar armas, pero no se formó como un shinobi- explicó Yumi. 

-Apuesto que te va a caer bien anciano, es sarcástica, pesada y siempre creé tener la razón, muy parecida a ti- dijo Hidan cruzando los brazos.

El mayor levantó una ceja dispuesto a pelear con el chico de los rituales. 

-Cualquier persona que pueda cerrarte la boca será digna de mi amistad- contestó Kakuzu. 

-Estupido ateo de mierda- susurró el fanático. 

-Mocoso lento y patético- 

-¡Cabron hijo de perra!- 

-¡Fanático descerebrado!- 

Y de un momento a otro el religioso tenía al moreno contra el suelo. 

-¡BAJATE HIDAN, JURO QUE AHORA TE CORTARÉ EN MIL PEDAZOS!- gritó Kakuzu tratando de agarrar a Hidan para lanzarlo lejos pero el ninja era muy escurridizo. 

-¡TE HARÉ PAGAR POR TUS PALABRAS, JASHIN-SAMA TE DARA UN CASTIGO DIVINO!- el creyendo ahora mordía uno de los brazos del tesorero. 

Ambos habían ignorando por completo a Yumi, estaban tan sumergidos en su mundo, que no podían notar la incomodidad de la mujer de larga cabellera oscura. 

"La relación de esos no es normal" pensó la sacerdotisa antes de interrumpir el pleito, dándole un fuerte golpe en la espalda al fanático. 

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Por la tarde, el grupo se detuvo para poder tomar agua y reposar un poco, ya estaban bastante cerca de su meta. 

Hidan se sobaba la herida que le provocó su hermana, juraría que ese golpe tenía mucha ira, ya que fue más doloroso que los anteriores. 

-De verdad me lastimaste, tonta sacerdotisa- se quejó el jashinista. 

La chica lo miró de reojo, tratando de formular esa pregunta que de verdad le aterraba en el fondo de su alma. 

-Hidan, ¿a ti te gusta Kakuzu-sama?- 

La mente del creyente quedó por completo en blanco, jamás se esperó eso. 

A los segundos Hidan salió del shock dispuesto a gritarle a su hermana. 

-¡PERO QUE PREGUNTA TAN ESTÚPIDA!, ¿¡DE DONDE CARAJOS SACASTE ESA MALDITA IDEA!?- 

A la distancia Kakuzu frunció levemente el ceño por aquel escándalo, aunque no podía comprender la conversación, el tono de su pareja en serio lo irritaba. 

-Kakuzu-sama no lo sabe, pero en realidad tú eras muy cerrado con las personas, solo con nosotros te burlabas y sonreías de esa forma, por eso es algo raro que lo hagas con tu compañero de equipo- señaló la sacerdotisa. 

Hidan pasó saliva sintiendo un hueco en el estómago, no tenía una buena respuesta para eso, ya que antes no se había cuestionado la relación con el moreno. 

Así que como todo un cobarde decidió evadir el tema. 

-Alucinas Yumi, ese vejestorio no significa nada para mí, no es más que un estorbo- 

La chica suspiró insatisfecha, era muy claro que su hermano ni siquiera entendía sus propios sentimientos. 

-Sigamos, ya hemos descansado demasiado- comentó Yumi observando el cielo que ya casi se había oscurecido. 

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Con trabajo se podía distinguir el sendero, lo único que los ayudaba era la luz de la inmensa Luna. 

La religiosa se detuvo en frente de un muro lleno de largas ramas espinosas que cubrían el paso. 

-¿Las cortamos?- preguntó Kakuzu. 

-No será necesario- contestó Yumi formando con sus manos unos sellos para después tocar las ramas. 

-¡Liberense!- dijo la chica haciendo que la vegetación se apartará, permitiéndoles entrar. 

Los inmortales intercambiaron miradas impresionados. 

-Este es un bosque sagrado, nuestra hermana se encarga de protegerlo y cambió la resguardan de cualquier intruso- explicó Yumi. 

El dúo zombie asintió, adentrándose en el lugar. 

En cuanto pusieron un pie en ese suelo, varias flores se iluminaron, al igual que algunos árboles y pequeños insectos. Un espectáculo hermoso, hasta para los ojos de esos ninjas tan sanguinarios. 

-Sorpréndete- admito Hidan con una sonrisa y más al ver que algunos animales se paseaban cerca de ellos. 

Kakuzu bajo un poco su máscara para contemplar mejor todo a su alrededor. 

A unos metros cierta persona reposaba sobre una enorme roca. 

"Parece que tenemos invitados" y de un salto aterrizó en el frío pasto asustando a los presentes. 

Frente a ellos estaba una chica de cabello blanco que cubría parte de su rostro, portaba un vestido largo con mangas que hacía juego con el tono de su abundante cabellera, no tenía zapatos, las uñas de sus manos eran moradas y sus labios tenían un ligero color gris. 

-Han pasado muchos años Kasumi- dijo Yumi a modo de saludo. 

La chica levantó la cabeza con una gran sonrisa. 

-Vaya, esto sí que es un milagro, ¿acaso me necesitas para alguno de tus extraños rituales de purificación?- dijo Kasumi acercándose a su hermana con los brazos extendidos. 

La sacerdotisa tomó las manos de la menor y las llevó directo a su cara. 

-Sigues siendo tan linda y cálida, eres igual a un dulce ángel- comentó la chica de cabello blanco. 

Kakuzu observó a la chica de vestido claro, notando algo muy particular en ella, y es que sus ojos estaban cubiertos por una gruesa venda. 

-¿Tu hermana es ciega?- preguntó el moreno sacándole una risita al jashinista. 

-Peor, cuando mi madre la encontró se dió cuenta de que un bastardo le había sacado los ojos- 

Eso dejó al moreno sin palabras, los hermanos de Hidan si que eran un caso complicado. 

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