XXXVI. El funeral
[ N/A: El espacio cronológico del anime fue reducido para disminuir la cantidad de capítulos. Esto será bastante común a partir de ahora para tratar de simplificar la historia. Desde ya, perdón por los errores ortográficos o gramaticales. Escribí este capítulo lo más rápido posible ]
CAPÍTULO XXXVI:
EL FUNERAL
—Sakuma, dime qué te pasa —pidió Lee por décima vez—. Sakumaaaa.
—Déjame —bufó, tapándose con las sábanas hasta la cabeza y dándole la espalda.
Rock Lee suspiró, llevando la mano a su rostro. Su amiga estaba aún acostada, ni siquiera se había levantado para ir a recibirlo a la puerta, y tampoco querido hablar desde que llegó. Solo estaba allí, tirada en su cama tratando de ignorarlo, sumamente enojada, y no sabía el porqué.
—Lee, ven —llamó Kakashi. El hombre había estado recostado contra el umbral del cuarto de su hija, viendo la interacción de ambos.
El azabache hizo caso de inmediato, yendo detrás del padre de su mejor amiga.
—¿Sabe qué le sucede a Saku, Kakashi-sensei? Usualmente no es así de gruñona conmigo —murmuró triste.
—Es culpa mía —suspiró, sentándose en el sofá. Su postura era una cansada.
Lee lo miró sin entender.
—¿Culpa suya? ¿Qué sucedió?
—Ayer propuse enseñarle el Chidori —apoyó su mejilla en su mano, recordando—. Sakuma sabe controlar muy bien su chakra al momento de distribuirlo a cualquier parte, su problema es la cantidad. Y ella tiene mucho. Demasiado. Y ahora que debe adaptarse a esa cantidad al finalmente no tener ese sello que lo suprima, se complica.
—¿Qué sucedió?
Kakashi tomó un profundo respiro antes de continuar.
—Casi logro que se mate.
—¡¿Qué?! —chilló horrorizado—. ¡¿Cómo?! ¡¿Qué pasó?!
—El elemento rayo es inestable, más que el elemento fuego al que Sakuma está acostumbrada —explicó—. Hubo una explosión. Sakura tuvo que intervenir y hacer que su corazón siguiera latiendo y ayudarle a respirar hasta que despertó —su voz estaba cargada de tristeza, recordando a Sakura llorar sobre el cuerpo de su amiga, mientras Naruto observaba la situación sin siquiera poder moverse, totalmente en shock.
Los ojos de Lee se aguaron de tan solo oírlo, sin siquiera tener que imaginarlo.
—Le prohibí aprender el Chidori. Por eso está enojada. Dijo que podía hacerlo, que ya sabía que debía usar menos chakra, pero no quiero arriesgarme.
—¿C-Cómo... Cómo es que no está en el hospital? —preguntó entre tartamudeos—. Ella casi... —dejó la palabra en el aire, incapaz de terminar.
—Cuando la llevamos, su cuerpo estaba sano. Medicamente, Sakuma está totalmente sana.
—¿C-Cómo puede ser?
—Ella es así de sorprendente —murmuró con una sonrisa algo rota.
Rock Lee miró al suelo en silencio por extensos los segundos que le costaron procesar la información.
—Yo... iré a darle un abrazo —informó con voz temblorosa antes de regresar a paso ligero con su amiga.
No tardó en escucharse un gruñido de molestia por parte de Sakuma.
—¡Lee, déjame! —escuchó a su hija quejarse desde su habitación.
Sonrió, agradecido de que estuviera bien, aunque no por mucho ya que su sonrisa flaqueó al los recuerdos del día anterior volver a su mente.
La estruendosa explosión retumbó contra los árboles, moviendo sus ramas con ferocidad y provocando que las aves que reposaban en ellos emprendieran vuelo asustadas. Los clones del Uzumaki se deshicieron al usuario perder la concentración. Yamato detuvo el jutsu con el que estabilizaba al adolescente. Y Kakashi estaba ahí, de pie, paralizado.
—¡SAKUMA!
El nombre de su hija desgarró su garganta, quitándolo de su estado de conmoción, y antes de percatarse de ello, sus piernas ya corrían en su dirección.
Se arrodilló a su lado y alzó su cuerpo del suelo al pasar el brazo detrás de su cuello.
Su corazón estaba desembocado y sus manos temblaban mientras torpemente apartaba el cabello plateado del rostro de su Sakuma, que mantenía los ojos cerrados.
Su semblante era apacible, su boca entreabierta... y no respiraba.
—No. No, no, no, no —sacudió la cabeza, no molestándose en retener las lágrimas de acumularse en sus ojos.
—¡Kakashi-sensei, a un lado!
El hombre ni siquiera se había percatado que su alumna estaba junto a ellos. La adolescente debió empujarlo para apartarlo de la menor y así tener el suficiente espacio.
Reposó su oído en el pecho de su amiga. Su corazón se había detenido.
La mente de Sakura estaba nublada, había visto como su amiga aterrizaba en el suelo, inerte, luego de aquella gigantesca explosión de energía, pero se obligó a sí misma a despejar sus pensamientos y enfocarse en lo que hacía.
Inmediatamente comenzó con las compresiones en el pecho, su alma rompiéndose ante cada bombeo que le suministraba a su corazón, al este no poder hacerlo por su cuenta.
—¡¿Qué sucede?! —llegó Naruto a ellos, siendo detenido por Yamato que puso un brazo frente a él para detenerlo de avanzar, sujetándolo del hombro de espaldas a la escena.
—Naruto, es mejor que no veas esto. No ahora —habló el hombre con angustia, temiendo por el autocontrol del muchacho ante la visión moribunda de su amiga.
—¿Pero qué...? ¿Qué sucede? —musitó débilmente. Entonces pudo ver a Sakura llorando, tratando de resucitar a la Hatake, y entendió Sakuma no estaba solamente inconsciente.
Naruto dejó de hablar.
—¡Sakuma, por favor! —lloró Sakura, uniendo su boca con la de su amiga para darle paso al oxígeno que debía llegar a sus pulmones. Temblaba de pies a cabeza, llorando por el infortunio que le causaba el hecho de que la primera vez que empleaba métodos de resusitación lo hacía en su mejor amiga.
Todo era silencio, nadie se atrevía a hablar. El único indicio que demostraba que el tiempo no se había congelado alrededor de ellos, era el sonido del agua cayendo por la cascada a unos cuantos metros.
Kakashi observaba, arrodillado a un lado de su pequeña, tomándose la cabeza entre las manos y viendo como su cuerpo se movía ante cada compresión de la Haruno, que lloraba con desolación.
Todo aquello había sido su culpa. Debió de haber reconsiderado los cambios que su hija había sufrido con la ruptura del sello, que ahora era mucho más poderosa, y debió adaptar el entrenamiento a eso. Se había precipitado, ansioso de heredarle su técnica al verla al fin sana y de pie. Y ahora, estaba frente a él, clínicamente muerta, y si no despertaba no sabía qué haría.
Pero entonces se oyó una fuerte inhalación, y sus ojos del color de la noche se abrieron, brillantes como siempre.
Sakura se dejó caer nuevamente sentada sobre sus piernas con un fuerte suspiro de alivio dejando sus labios, a la vez que Kakashi rodeaba con sus brazos el cuerpo frío de su hija, alzándolo levemente del suelo. Oyó a Sakuma decir su nombre y sus lágrimas finalmente cayeron, mojando el cuello de su hija que volvía a estar inconsciente. Solo que esta vez respiraba.
Kakashi pasó las manos sobre el rostro, tratando de despejar esos desagradables pensamientos y se levantó del sofá, yendo hacia la puerta del apartamento. Debía de continuar el entrenamiento de Naruto y, además de eso, ver cómo se encontraba Sakura. Naruto lo había llevado bastante bien, pero la Haruno había quedado traumatizada. En cierto punto, le recordó a Rin luego de que debió de extraerle el sharingan a Obito, y por ese grado de familiaridad debía de asegurarse de que estuviera bien.
Mientras tanto, en la habitación de la Hatake, Lee finalmente había dejado de llorar.
—¿Ya estás bien? —preguntó Sakuma.
La menor no se había movido al estar siendo víctima del abrazo de oso de su amigo, pero tampoco había querido hacerlo. Parecía que el azabache realmente estaba conmocionado y quería que se sintiera mejor. Por lo que se había dejado abrazar por más de que estuviese casi sin aire.
—Creo que sí —respondió acongojado.
—Bien, ¿entonces me dejas sacar la cabeza de debajo de las sábanas? No corre mucho aire por aquí.
Sakuma al haberse envuelto con sus sábanas no había tenido chance de destaparse aunque sea un poco luego de que Lee la aprisionara.
—Lo siento —murmuró, retirando sus brazos de alrededor de ella y apartándose. Lee se sentó en la cama, viéndola con ojos hinchados.
Una mano que salió de dentro de las sábanas descubrió la cara de la peliplata. Ella lo miraba con su típica inexpresión, solo que esta vez estaba sonrojada ante tanto afecto por parte de su amigo.
—¿Por qué estás enojada con Kakashi-sensei? Él está en lo correcto, podrías haber... ya sabes.
Sakuma suspiró, sabiendo que no podría eludir la discusión.
—Porque puedo hacerlo, solo necesito práctica —respondió, también sentándose.
—¿Es que acaso no temes que-
—¡Claro que tengo miedo! ¡Demonios, Lee, me asusté muchísimo! —exclamó, con su voz temblando un poco. Aclaró su garganta antes de continuar con mas tranquilidad—. Pero eso no cambia el hecho de que soy una shinobi. Quiero mejorar y hacerme fuerte, y eso no se consigue así como así.
Rock Lee suspiró.
—¿Entonces seguirás intentando? —preguntó. Ella asintió—. Bien, entonces te apoyo.
—¿E-En serio? —inclinó la cabeza a un lado, viéndolo confundida.
Lee asintió. Sakuma le hacía acuerdo a la vez que había quedado gravemente herido en los exámenes chunin, cuando todos le decían que no volvería a ser shinobi y que incluso si había una posibilidad con la cirugía, podría morir. Él aún así no se había rendido por más que la posibilidad lo aterraba, y jamás se arrepintió de su decisión.
—Nosotros nunca nos rendimos, ¿recuerdas? —alzó el pulgar.
Sakuma sonrió.
—¡De todas maneras, me debes el almuerzo! —exclamó, parándose súbitamente en la cama y señalándola con convicción.
—Agh, no tengo ganas de levantarme. Ve tú —se dejó caer sobre su lado con pereza.
—¡Ni lo sueñes! ¡Vamos! ¡Arriba! —tomó las sábanas y las retiró de un solo tirón.
Ella lo ignoró y abrazó su almohada. Lee se la quitó. Volvió a ignorarlo y se tapó con el cobertor de su colchón. Él se lo quitó.
—¡Basta!
—¡No! —exclamó Lee.
Ella gruñó y le dio la espalda, dispuesta a dormir sobre el colchón pelado de todos modos. Su decisión no duró mucho, porque cuando Lee la tomó de los tobillos, comenzando a tirar de ella, tuvo que sujetarse del colchón.
—¡Lee, ya! —gritó, esta vez comenzando a reírse.
—Te dije que no nos rendimos.
Ella rodó los ojos, sonriendo.
—Bien, bien. Déjame ir por mis zapatos.
—¡Yay!
—Tonto —resopló.
(...)
Aún era temprano cuando Sakuma regresó a su casa desde el puesto de comida. Aún era temprano cuando se encontró a su padre, vestido en su totalidad de negro, sosteniendo ropas idénticas para ella en su mano.
Aún era muy temprana la vida de Sarutobi Asuma cuando ésta terminó.
La realidad de Sakuma, como la de todos que experimentan la muerte de alguien que conocían, se nubló. Parecía que aquello no podía ser real, que no podía estar pasando. Pero lo hacía, y no había manera de retroceder el tiempo y hacer que eso fuese diferente.
Sarutobi Asuma había muerto a manos de uno de los criminales de Akatsuki, la organización a la que su tío pertenecía, y no había nada que se pudiese hacer al respecto.
La Hatake estaba asqueada de sí misma. No podía creer que tan solo un par de días atrás había tenido contacto con uno de sus integrantes. ¿Cómo es que pudo ser tan estúpida? ¿Cómo es que había podido tratar con un criminal de una organización como Akatsuki? No eran más que viles asesinos a sangre fría, que mataban gente por beneficio propio, por poder. Eran basura y ella había llegado a sentir incluso cariño por alguien como ellos. Se odiaba a sí misma.
La sangre le hervía y su cerrada garganta le hacía difícil poder pasar saliva mientras estaba allí, de pie, viendo cómo es que la hermosa mujer de ojos escarlatas y labios carmesí avanzaba hacia la lápida de su amado, con hermosas flores reposando en sus brazos.
Todos estaban allí dando sus condolencias en sepulcral silencio, bajo el lúgubre cielo sobre sus cabezas, que parecía amenazar gruesas gotas de lluvia. Con ese oscuro clima parecía que todo Konoha estaba de luto, presente en la despedida de un gran shinobi como lo era Asuma.
—Tío Asuma —lloró su sobrino, tratando de evitar que las lágrimas cayeran al cubrirse los ojos con su brazo, en vano.
Naruto apoyó su mano en el hombro del joven al ver la de Sakuma no hacerlo luego de alzarla titubeante. Ella le dirigió una mirada de agradecimiento que él devolvió. Sakuma quería consolarlo, pero no sabía cómo.
Las horas pasaron, al igual que las personas frente a Konohamaru, Kurenai, Ino y Choji, a quiénes les brindaban sus condolencias, para luego dejar regalos en la lápida de la importante persona que habían perdido. No había rastro de Shikamaru, y a Sakuma no le sorprendía. Él siempre había sido a los que les fastidiaba estar entre tanta gente, pensó con una sonrisa triste.
El cielo gris fue tiñiéndose rojizo con el paso de las horas, y las personas iban retirándose. Sin embargo, alguien parecía reacio a moverse de enfrente del objeto de mármol esculpido con el nombre de Sarutobi Asuma.
—Sakuma, regresemos —sintió la cálida mano de su padre posarse en su hombro.
Ella no desvió la mirada de la persona arrodillada frente a la lápida.
—Me quedaré un rato más —respondió con voz algo rasposa al no haber hablado siquiera una palabra desde hacía ya varias horas.
—Bien —susurró su padre—. Pero no regreses muy tarde, por favor.
—Uhum —asintió, alzando la cabeza para mirarlo.
Su padre la observó, con la experiencia de su cercana muerte aún en sus pensamientos. El nombre que podría haber estado en esa lápida no solo podía haber sido el de su viejo amigo, sino también el de su hija si Sakura no hubiese estado allí, y eso lo mataba por dentro.
—Te quiero. Lo sabes, ¿verdad? —dijo, su mano en el hombro de ella dándole un ligero apretón.
Sakuma pestañeó algo desorientada al oír por primera vez esas palabras dejar los labios de su padre, no sabiendo lo mucho que había necesitado oírlas en todos esos años hasta ese momento ya que, con solo esas dos palabras, cualquier discusión, cualquier pequeño rencor, cualquier cosa que le molestara de él, desapareció en un instante. Porque él la quería y ella estaba segura que lo quería de regreso.
Los Hatake jamás habían sido un par muy afectuoso. Su forma de demostrase cariño siempre había sido fastidiando al otro, haciéndolo reír, o solamente compartir momentos en silencio, cómodos con la presencia del otro. Pero eso no detuvo a la menor de darse la vuelta y rodear a su padre con los brazos.
Kakashi sonrió devolviendo el gesto, con una de sus manos dejando caricias en la cabeza de Sakuma que apenas y le llegaba a la altura del pecho. Ambos en ese momento necesitaban el recordatorio de que pasara lo que pasara, aún se tenían el uno al otro.
A pesar de la muerte de las personas que ellos amaban, a pesar de las mentiras, a pesar de las traiciones, a pesar de todos los problemas que habían vivido a los largo de sus vidas, al final del día se tenían.
—Te espero en casa, ¿sí? —el hombre se inclinó lo suficiente como para dejar un beso en la cabellera plateada de su hija, antes de apartarse del abrazo.
—Puedes hacer caballa hervida si quieres. Lo comeré. Pero solo por hoy —le sonrió levemente.
—Trato —la despeinó, haciéndola bufar con molestia—. No puedes arrepentirte, eh.
—Ajá. Lo prometo.
Kakashi sonrió, antes de darle la espalda y a pasos lentos alejarse de allí. Sabía porqué su hija quería quedarse y por eso mismo también estaba orgulloso.
Sakuma respiró profundamente antes de acercarse a Konohamaru, deteniéndose solo a unos cuantos pasos de él. Guardó silencio, observando la espalda del chico contraerse en movimientos irregulares provocados por el llanto, y esperó. Esperó y esperó.
Quería que llorara, quería que se desahogara. Ella entendía y era paciente. Pero cuando el sol ya no estuvo presente en el cielo, y la luna ahora hacía acto de presencia, sabía que debía de acercarse.
Así que avanzó hacia él. Sus rodillas crujieron ante el movimiento al no haberse siquiera sentado en las horas que estuvo allí, estática como una estatua.
—Konohamaru, ya es tarde —habló con suavidad. Él no contestó. Ni siquiera la miró—. Konohamaru...
—¡Déjame! —apartó de un manotazo la mano que ella había posado en su hombro—. ¡No quiero tu lástima! ¡Vete de aquí!
Respiró hondo, ignorando sus peticiones. Ella sabía perfectamente que él no quería que lo dejara. Si ese fuera el caso, la habría echado incluso antes de que hablara. Él había aceptado su compañía todo ese tiempo.
—No me iré.
—¡Pues entonces haré que lo hagas! —se puso de pie, apretando los puños.
—Grítame si eso te ayuda —tragó saliva.
—¿¡Ayuda?! ¡¿Crees que quiero tu ayuda?! ¡¿Crees que quiero tu lástima?! —bramó furioso. Lágrimas se deslizaban se sus hinchados e irritados ojos—. ¡¿Tú qué sabes?!
Sakuma se mantuvo firme ante los gritos de Sarutobi, ni siquiera moviéndose un ápice cuando éste comenzó a golpearle el pecho con el dedo.
—¡Tú crees que siempre tienes las respuestas, ¿ah?! ¡Pues no es así! —su voz se rompía ante cada sílaba—. ¡No eres más que una tonta consentida que se las da de todopoderosa! ¡¿Te crees tan fuerte?! ¡Pues trae a mi tío de regreso! ¡Sino puedes, vete de a-
Las palabras de Konohamaru se alojaron en su garganta ante la sorpresiva sensación del cuerpo de la Hatake contra el suyo. Ella lo había atraído en un abrazo.
—¡No, suéltame! —forcejeó con ella, solo logrando que apretara su agarre en su cintura. Golpeó sus brazos, tiró de su ropa, pero ella aún así no lo soltó, cerrando los ojos con fuerza y reforzando sus brazos alrededor de él—. ¡N-No quiero tu lástima! ¡No quiero que...! ¡No quiero que...!
Un sollozo se escapó de sus labios y entonces, poco a poco, dejó de oponerse al gesto de la chica. Sus brazos cayeron a sus lados y permitió a su cabeza esconderse en el cuello de ella, estallando en un ruidoso llanto, esta vez siendo consolado cálidamente por los brazos de alguien que lo entendía de verdad.
En una aldea ninja como Konoha, una lápida y unas palmadas en los hombros junto con unas palabras era el máximo consuelo que siempre se había otorgado a los parientes de shinobis caídos en batalla.
Pero para Sakuma era diferente. A pesar de que ahora vivía en Konoha y era ninja, sus valores eran distintos a los que todos de allí estaban acostumbrados. Pues para ella, cualquiera que estaba en luto, no era solo uno más de los efectos colaterales que traía consigo la paz. Para ella morir luchando no era un honor. Para ella la muerte era la muerte, el sufrimiento era sufrimiento. Y el sufrimiento no se aminora solo con unas cuantas palabras sobre la persona caída o un monumento.
Konohamaru finalmente devolvió el gesto cuando su llanto cesó y tuvo las fuerzas suficientes de mover sus brazos, con su pena no aligerándose pero su pecho más cálido. Poco a poco sus pensamientos se fueron aclareciendo, recordando momentos hermosos con su tío en vez de solo la angustia que le provocaba su muerte. Su respiración se calmó, permitiéndole dejar de hipar y oler el dulce perfume del cabello de la chica que lo abrazaba. Su amiga.
(...)
Un pequeño golpe se escuchó en su ventana, despertándola de su sueño.
Sakuma se sentó con un instintivo gruñido brotando de su garganta, y frotó sus ojos antes de maniobrar fuera de su cama por entre la gigantesca manada de perros que dormía con ella.
Miró su reloj. Las cuatro de la mañana. ¿Qué demonios hacía alguien despertándola a esa hora? se preguntó mientras avanzaba hacia la ventana para abrirla. Un rostro familiar apareció frente a ella.
—¿Shikamaru? ¿Qué haces aquí?
—Necesito que me ayudes.
Sus palabras eran serias, tanto como lo era su expresión, y por eso Sakuma se apartó de inmediato para dejarlo pasar. La peliplata había cambiado su expresión fastidiada a una severa al saber que, lo que sea que el Nara diría, sería algo importante.
—¿Qué es lo que necesitas? —preguntó, abrazándose a sí misma ante la repentina brisa que provino de afuera.
Shikamaru cerró la ventana detrás de sí apenas entró a la habitación y volteó a verla.
—Tengo un plan. Uno para acabar con los miserables que asesinaron a Asuma-sensei —el odio se oía en sus palabras—. Ino y Choji están preparando sus provisiones mientras hablamos.
La Hatake retrocedió un paso, pensando en la locura que le estaba diciendo.
—¿Acaso estás loco? —lo miró incrédula—. ¿Planeas arriesgar tu vida y la de tus compañeros por venganza? Esos tipos pudieron con Asuma, ¿qué te hace pensar que ustedes tienen una oportunidad?
—Dije que tengo un plan.
Sakuma sacudió la cabeza, sin creer lo que oía.
—Tú mejor que nadie sabe que no todo sale como lo planeas. ¿Qué harás si ese es el caso? Es muy arriesgado —trató de hacerlo razonar.
Shikamaru frunció el ceño molesto.
—No tenemos intenciones de morir, no sin cumplir con la misión. No somos estúpidos. Sabemos lo que hacemos —espetó como respuesta—. ¿Vendrás o no?
Sakuma suspiró.
—Dime que necesitas de mí —alzó la barbilla—. Esta misión no es algo que me corresponda y, por más que me entristece profundamente su fallecimiento, sé cuál es mi lugar.
Él asintió, entendiendo. Sakuma sabía que él no estaba allí porque la quería en la misión, sino porque la necesitaba en ella. Después de todo eso era algo personal, un asunto que solo incumbía al Equipo diez y ella solo era una polizón.
—Tenemos más probabilidades con tu sharingan de poder ejecutar exitosamente el plan, que sin él, y tú velocidad también sería de gran ayuda —respondió—. Es por eso que te estoy pidiendo este favor. Sé que puedo confiar en ti, al fin y al cabo ayudaste a Naruto.
—Eso lo hubiese hecho incluso si no me lo pedías —se cruzó de brazos.
—Lo sé —dijo. No sonreía, pero la sonrisa podía notarse en su voz—. ¿Entonces qué dices? ¿Vienes?
El Nara la observó pasar una mano por su cabello, pensativa.
—¿Sabes? Si hubieses venido un par de días atrás a pedirme algo como esto, sin duda hubiese aceptado.
Shikamaru cerró los ojos, soltando un suspiro. No había pensado que ella se negaría. Tanto él como ella sabían que luego de su secuestro, nada haría a la Hokage aceptar la propuesta de ninguna misión por parte de la Hatake, y este favor que le pedía ahora sería lo más cercano a una misión que tendría en meses.
—¿Qué es lo que cambió? —preguntó.
—Bueno, digamos que Kakashi ya tuvo suficientes sustos conmigo. No quiero seguir causándole problemas —se encogió de hombros.
—No voy a obligarte a venir, pero aún así voy a volver a pedírtelo. Tengo que convencerte —caminó hacia el centro de la habitación donde ella estaba, alejándose de la ventana—. Asuma-sensei también fue tu sensei, ¿recuerdas? Todos esos días de shōgi, ¿por cuántas horas es que estabas con nosotros? Yo creo que bastantes —mantuvo la mirada, por más que ella le advertía con la suya no tratar de manipularla—. Esos bastardos asesinos lo mataron, sintiendo placer al hacerlo. No puedes no querer vengarlo, no sabiendo lo mucho que él te apreciaba.
Sakuma lo empujó con furia, haciéndolo retroceder entre tropezones.
—¿Cuál es tu problema? —escupió con rabia.
—Sabes que es cierto.
—Vete de aquí. Sal de mi habitación.
—Sakuma...
—Solo basta que grite y Kakashi estará aquí en medio segundo —advirtió.
Shikamaru suspiró y, aceptando la derrota, caminó de regreso hacia la ventana. La abrió con cuidado de no hacer más ruido del que ya habían hecho al discutir, pero antes de volver a la protección que le brindaba la oscura aldea de cualquier centinela shinobi, volteó hacia Sakuma.
La miró con arrepentimiento. Ella menos que nadie se merecía lo que me había dicho, pero el único motivo por el que había intentado ese método desagradable era porque la necesitaba. Quería hacerla sentir que le debía a Asuma, que debía vengarlo de esos miserables. Lo que no había tenido en cuenta era a que Sakuma poseía una extraña cualidad en un shinobi: el rechazo ante la idea de la venganza.
Lo siento, dijo para sí, dedicado a ella que lo miraba con rabia, antes de desaparecer de allí.
—¿Lo dejarás irse? ¿Así como así? —preguntó Pakkun, quién había presenciado toda la escena.
Sakuma caminó hacia su cama, metiéndose dentro de sus sábanas con cuidado de no molestar a los demás ninkken.
—No te hagas el tonto. Tanto tú como yo sabemos que Kakashi estuvo detrás de la puerta todo este tiempo y se fue apenas Shikamaru abandonó mi habitación.
—Creí que no lo habías notado —reconoció—. Me sorprendes.
Ella no contestó, solo se acomodó boca arriba en su cama, pensando en que no se arrepentía de su decisión.
Sin embargo, recuerdos junto con Asuma inundaron su mente. Aquellos días, tiempo atrás, en los que compartió tardes enteras con él y Shikamaru al él prometerle enseñarle estrategia. También las veces que se lo cruzaba y él le sonreía, sacudiéndole el cabello y llamándola con nombres como "mocosa" o "peque". Él siempre había sido bueno con ella, era la hija de uno de sus compañeros después de todo y conocida de su sobrino. Y entonces dudó unos instantes si había hecho lo correcto.
«No puedes no querer vengarlo, no sabiendo lo mucho que él te apreciaba.» Cerró los ojos con fuerza al recordar las palabras de Shikamaru.
¿Qué era lo que tenía la venganza que todo el mundo parecía estar tan obsesionado con ella?
El hermano menor de su madre, Sasuke... su vida entera giraba alrededor de su venganza, ¿y eso a dónde lo había llevado? A un camino solitario en medio de oscuras tinieblas junto a horribles personas como Orochimaru y Kabuto.
Había tenido que dejar atrás todo: su aldea, sus amigos, su sensei, su familia. Su hogar. ¿Acaso todo eso valía la pena? Sakuma no lo creía así. Y ahora Shikamaru y los demás caminaban por ese camino.
Solo esperaba que si aquello funcionaba, les ayudara a cerrar ese ciclo de sangre de inmediato, y no se causaran más pérdidas que lo hicieran interminable.
—Espero que tengan suerte —susurró para Kakashi.
Sabiendo que su padre había partido sin despedirse, decidió aún así decirle lo que le diría
—No mueran. Por favor.
Aquí, Jenn, reportando 😭
Sé que este capítulo estuvo súper cargado de drama, pero es que debí juntar todo para hacerlo más breve y no demorar tantos capítulos en ello. Además no estoy muy orgullosa de cómo quedó. Siento que le hace falta algo más de sentimiento y/o redacción.
Pero bueno, terminé el capítulo lo más rápido que pude ya que la semana que viene comienzo el liceo, y un par de cursos y no tendré tiempo.
En fin, este es el capítulo Sakuma casi muere. ¡Pero está bien, don't worry! Sakura estaba ahí para salvar a su amigui.
Por otro lado Asuma sí está muerto, y la beba debió consolar a Konohamaru 💔 Sentí que debía poner esa escena porque en el anime es todo Kurenai y Shikamaru pero Konohamaru que es su sobrino a nadie le importa por algún motivo.
Pero bueno, Sakuma estuvo repartiendo abrazos para todos hoy <3 no se acostumbren, no creo que vuelva a pasar en mucho tiempo
¿Qué opinan del capítulo?
Bueno, muchísimas gracias por leer!! <3 ¡Jenn, fuera 👋!
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