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XXXII. El día de "Fastidiar a Sakuma"

CAPÍTULO XXXII:
EL DÍA DE "FASTIDIAR A SAKUMA"

El cielo nocturno yacía ya sobre Konoha, era medianoche y la luna llena brillaba en lo más alto con todo su esplendor, y Sakuma obviamente no tenía ni una pizca de sueño. Jamás dormía temprano y ese día no sería la excepción. En parte eran por las pesadillas, en parte eran por la millonada de preguntas en su cabeza.

En su mente habían muchas cosas, tantas que hasta podía jurar que hacían ruido, aturdiéndola. Tanto había pasado, tanto había sido revelado, y solo podía pensar en todas las cosas que aún no sabía.

Su madre sin duda había tenido una vida complicada. Llena de peligros y odio, al extremo de haber tenido que huir, abandonando a su hermanos, familia, amigos y novio, aún estando embarazada. Reconocía su fortaleza y valentía, mas ahora algo de enojo crecía hacia ella. Si tan solo su madre no se hubiese esforzado en ocultar su identidad ella no estaría pasando por todas estas dificultades.

Suspiró, harta de que sus pensamientos siguieran yendo y viniendo en el mismo carril, y se sentó en la cama.

Supongo que no dormiré esta noche, pensó mientras estiraba la mano hacia la mesa de noche tratando de no aplastar a Buru y prender la lámpara. El perro se quejó por lo bajo y se levantó, caminando hacia los pies de la cama y arrollándose allí, al igual que siempre hacía cada vez que Sakuma se levantaba en medio de la noche en busca de su vaso de leche nocturno.

La adolescente se sentó en la orilla de la cama y de ahí en la silla de ruedas que yacía a su lado, para luego ir directamente hacia la cocina, maldiciendo mentalmente el tener que usarla.

Si volvía a encontrarse a Kabuto en su vida, se encargaría de romperle ambas piernas con sus propias manos a ver si le gustaba.

—Ese miserable... —murmuraba vertiendo la leche en su taza de perrito, una vez en la cocina—. Ya tendrá lo que se merece. Si yo no le pateo el trasero seguro Kakashi lo hará por mí. Woaah, como quisiera ver es-

Calló abruptamente, deteniendo lo que hacía. Una extraña sensación fría en su nuca que no había sentido hacía ya un largo tiempo, volvía a hacerse presente en ella, determinando que alguien observaba sus movimientos.

Esto era algo que había estado acostumbrada a sentir tiempo atrás, casi segura que se trataban de ninjas ANBU encargados de su vigilancia, y de los que se le escapó mencionar a aquel señor de largo cabello blanco, el Sannin, en un descuido mucho tiempo atrás.

Sin embargo volverlo a sentir luego de tanto tiempo, no le daba buena espina. No después de su secuestro.

Olfateó levemente el aire en busca de una esencia, tal como su padre le había enseñado años atrás, y sí. Definitivamente estaba en lo cierto. Había una presencia fuera de la casa, justo donde estaban las las escaleras de incendio.

Su sharingan se activó a la vez que veía sobre su hombro hacia la ventana abierta a un lado de la cocina.

Mas no había nada allí. Solo oscuridad. ¿Estaba equivocada? Sus instintos la habían traicionado por primera vez.

Soltó un suspiro de alivio.

Sin embargo debía verificarlo más de cerca. Por lo que dejó el cartón de leche sobre la encimera y empujó las ruedas de la silla con su mano libre hasta llegar hasta la ventana abierta.

Observó la distancia en busca de algún indicio, también hacia arriba y hacia abajo. No había rastro alguno a excepción de algo que encontró interesante. Una pluma negra reposaba en el alféizar de la ventana.

—Qué raro —pensó en voz alta, tomando la pluma entre sus dedos, con sus ojos volviendo a la normalidad—. ¿Jutsu de sustitución tal vez?

—¿Con quién hablas?

Sakuma dio un saltito del susto, soltando su taza que se rompió en decenas de pedazos. Sus sentidos estaban tan agudizados para sentir presencias fuera de la casa que no oyó cuando su padre llegó a la cocina.

—No quise asustarte —abrió los ojos Kakashi, casi igual de exaltado que ella, inmediatamente dispuesto a avanzar hacia donde estaba.

—¡No te muevas! —extendió las manos hacia él. Kakashi obedeció al instante—. Sigues descalzo.

—Oh, cierto —alzó las cejas notando ese detalle y retrocediendo hasta la sala donde dejó sus zapatillas de interior. Cuando regresó Sakuma veía la taza rota a sus pies.

—Mi taza —lloriqueó la menor, viendo los pedazos de cerámica en el desastroso suelo—. Era la que Lee me regaló.

—Tranquila, te compro una igual —movió las manos hacia abajo como si estuviese tratando de tranquilizar a una fiera.

—No hay otra igual. Él la hizo —frunció el ceño enojada.

—Ehh... —habló por lo bajo, tomando la escoba oculta a un lado del refrigerador y comenzando barrer—. ¿Qué hacías tan ensimismada viendo por la ventana, de todos modos? —cambió de tema—. Tú siempre oyes cuando me despierto, incluso antes de poner los pies sobre el suelo —se extrañó.

—Nada, creí oír algo —respondió, viendo nuevamente por la ventana. La pluma negra se le había resbalado de los dedos al igual que la taza, y caído hacia la calle—. Pero resultó ser nada.

Kakashi asintió, no dándole importancia, y se encargó a terminar de barrer los pedazos de cerámica y trapear el suelo bajo la mirada atenta de su hija. Luego de eso se dedicó a servir dos vasos de leche, uno para cada uno.

—¿Sigues teniendo pesadillas? —preguntó su padre, tendiéndole su vaso.

—¿Tú? —preguntó de regreso, aceptando el gesto.

Ninguno respondió la pregunta del otro, sabiendo ya la respuesta del porqué ambos estaban allí bebiendo leche, al igual que todos los días antes de ese, desde que se conocían. Era ya una tradición Hatake. Jamás lograban conciliar el sueño.

Ambos bebieron de su vaso en sincronía, Kakashi apoyado contra la encimera y su hija encima se ella, al no querer seguir sentada en la silla. Kakashi bebió con confianza, sabiendo que su hija no voltearía a verle el rostro mientras lo hacía.

—El consejo decidió no interrogarte... Por ahora —informó él, colocándose nuevamente la máscara—. Pero tendrás que volver a ser vigilada. Sai será el encargado de eso.

La mención de Sai hizo a la menor tensarse. Ahora que lo pensaba, la presencia que había sentido tal vez era él, vigilándola.

—Se nota que no tienen nada mejor que hacer. Si pusieran todo ese tiempo y energía en atrapar a personas como Orochimaru nadie pondría en peligro la seguridad de la aldea. Pero no, yo soy un verdadero riesgo —rodó los ojos. Su padre asintió en acuerdo—. ¿Pero por qué Sai? ¿Por qué no otra persona?

Sakuma recordó la traición del chico, también el cómo la había dejado caer de ese puente. No le importaba en los más mínimo si luego se había disculpado, utilizando la excusa de su difícil pasado. No confiaba en él en lo absoluto y tampoco le agradaba.

—Debe ser Sai porque Danzõ lo eligió. El consejo cree que cualquiera que elija la hokage puede estar influenciado por su pensamiento.

Entonces le haré la vida imposible, pensó para sus adentros, sabiendo que no podría hacer nada al respecto mas que aceptarlo.

—Mañana comenzarás el entrenamiento de Naruto, ¿no es cierto? —preguntó interesada, recordando que su padre había comentado algo al respecto en la cena y queriendo cambiar de tema a uno más positivo.

—Uhum —asintió, dejando su vaso vacío en el fregadero.

—¿Puedo ir?

Kakashi alzó una ceja.

—¿Quieres ir? ¿Por qué?

—Por nada en especial. Solo no quiero quedarme en casa aburrida y, si voy al entrenamiento del Equipo Gai, Lee y Gai-sensei no dejarán de tratarme como una bebé —observó su vaso semi-vacío, golpeándolo suavemente con sus dedos en un gesto distraído.

—¿Segura que no quieres ir solo para hacerle compañía a Naruto?

—¿Ah? —lo miró como si estuviera loco—. ¿Y de dónde sacas esa idea? Solo tengo curiosidad de en qué lo ayudarás. Además ahora que tengo el sharingan quizá pueda copiar algo. Digo, uno de tus apodos es "El ninja copión", ¿no?

—El ninja que copia —corrigió, rodando los ojos.

—¿Y no fue lo que dije?

Kakashi soltó una casi imperceptible risa.

—De todos modos, si vas, no esperes que deje que aprendas la técnica que tengo reservada para Naruto —alzó una ceja.

Sakuma rodó los ojos.

—Lo sé. Naruto es más fuerte que yo, no espero poder amaestrar algo de la magnitud que irás a enseñarle. Solo quería ver.

—Oh, no. Podrías sin ninguna duda hacerlo —negó con la cabeza—. Solo que no te corresponde.

—Entiendo —asintió, sinceramente.

Kakashi fijó la vista en ningún lugar en especifico, soltando un suspiro, gesto tan típico en él para Sakuma. Sabía que lo que estaba a punto de decirle no le gustaría para nada. Su padre era tan fácil de leer como un libro para niños.

—No sé si puedas ir, Sakuma —admitió el hombre, repentinamente algo cansado.

—¿Uh? ¿Por qué? —frunció el ceño.

—El consejo está algo nervioso de que estés alrededor de Naruto. Él es el jinchuriki del Zorro y tú tienes el sharingan ahora.

—¿Y eso qué? Uchiha Sasuke también lo tenía y era su compañero de equipo.

—No es lo mismo, Sakuma. Tú eres hija de la persona que pudo dominarlo.

—Y él su hermano.

—Sabes que tus circunstancias no son las mismas —replicó sereno. Su hija desvió la mirada con un chasquido de lengua—. No podrás acercarte a él en un tiempo, aunque no será mucho, tranquila.

—¿Ahora ellos deciden de quién debo o no ser amiga? —dejó su vaso en la encimera con coraje, sintiendo las mejillas algo sonrojadas al admitir que consideraba a ese cabeza hueca su amigo.

Él asintió apenado.

—Esto es increíble —soltó, incrédula ante lo que oía.

—También me molesta... —murmuró su padre.

Kakashi vio a su hija, se notaba que esa situación realmente la lastimaba. Ella estaba volviéndose cercana al Uzumaki, después de todo.

Cuando la hokage le había recomendado que por el momento ella no se acercara a Naruto solo por si acaso, él no podría haber estado más molesto.

Naruto más que nunca necesitaba a alguien que le diera seguridad ahora que su poder comenzaba a salirse de control y debía aprender a controlarlo, y por culpa del consejo le quitaban a la única persona que podía ser capaz de dársela sin que el adolescente sintiera que estaba siendo presionado. Por que él, como su sensei, podía transmitirle seguridad y apoyo hasta cierto punto, pero su hija... Ella tenía esa manera de comunicarse con el Uzumaki que lo hacía sentir tranquilo, tranquilo de que no lastimaría a nadie y de que no era su culpa el perder el control, y eso era algo que no muchos podían lograr. Él la necesitaba.

—Iré de todas maneras.

Kakashi la miró, volviendo en sí. Juró por un momento ver la misma expresión de decisión de Fumiko en el rostro de su hija, y es que eran tan parecidas.

—¿Ah? —pestañeó algo confundido.

—Esos ancianos no dirán cómo debo vivir mi vida. Si tanto les molesto entonces tendrán que deshacerse de mí ellos mismos. Por mientras, iré a donde yo quiera y hablaré con quién quiera.

Él sonrió.

—Entonces será mejor que ya vayamos a dormir. El entrenamiento comienza temprano.

(...)

La peliplata cabeceaba. El sueño ahora pesaba sobre sus párpados, ahora que debía de mantenerse despierta, como si su cuerpo estuviese tomándole el pelo al decidir querer dormir en el momento más inoportuno. Su aspecto era terrible gracias a sus ojeras y despeinado cabello que ahora se hallaba atado en un moño, raro en ella ya que solía siempre traerlo suelto, pero su humor no estaba como para lidiar con esa maraña hoy.

Comía el desayuno que su padre le había preparado en la sala, esperando que él terminara de alistarse para ir al campo de entrenamiento donde se encontrarían con Naruto. Aunque comer no era la palabra que usaría ya que su cereal, ahora blando y gordo, flotaba sobre la leche intacto de cualquier cucharada al la Hatake no tener la voluntad suficiente de hacerlo debido a la somnolencia.

El timbre sonó, haciendo que Sakuma se despertara abruptamente, irguiéndose justo antes de que su cabeza se sumergiera en su propio cereal.

—¡Abre tú, Sakuma! ¡Yo voy enseguida! —gritó su padre desde su habitación.

La menor bufó, pero decidió hacer caso de primera solo por esta vez y dejó la cuchara en la mesa, antes de retroceder en la silla y dirigirse a la puerta.

—¿Qué? —fue la bienvenida de la chica, que ni se molestó en ver quién era antes de decirla.

Su expresión fue una de confusión al notar de quién se trataba cuando levantó la vista. Hacía ya un tiempo no lo veía, no desde la última vez que la invitó a una sesión de shõgi con Shikamaru.

—Buenos días para tí también, mocosa —alzó las cejas el hombre, ya desacostumbrado a su actitud.

—O-ohayo... —murmuró confundida—. ¿Asuma-sensei, qué hace aquí? —retrocedió para dejarlo pasar.

—Ah, venimos para ver qué tal estabas —sonrió de costado, ingresando a la morada Hatake y quitándose el calzado al hacerlo.

—¿Venimos? —frunció el ceño.

Otra figura más pequeña que la del hombre se paró frente al umbral. Se trataba del menor de los Sarutobi.

Sakuma le cerró la puerta en la cara.

—¡Oye! —se oyó desde afuera.

Asuma soltó una risa por lo bajo al tiempo que Kakashi ingresaba en la escena, propinándole unas palmadas en el hombro como saludo.

—¿Sakuma, qué pasa? ¿Hay alguien más afuera? —preguntó, aun sabiendo la respuesta.

—Nadie que valga la pena ver -alzó la barbilla, poniendo las manos en las ruedas de su silla, dispuesta a irse.

—Vino a saber cómo estás, déjalo pasar. No seas insolente, Sakuma —regañó Kakashi, sin alterar el tono sereno con el que siempre hablaba.

—Agh, bien —rodó los ojos y abrió la puerta con molestia.

—¡¿Cuál es tu problema?! ¡Casi me golpeas en la cara! —exclamó Konohamaru.

—Oh, no. Qué horrible —dijo sin emoción alguna, totalmente sarcástica.

—Tienes suerte de estar en esa silla de ruedas, sino patearía tu trasero —se cruzó de brazos molesto, ingresando a la sala, no sin antes deshacerse de sus zapatos.

—Yo creo que es al revés, tienes suerte que esté en una silla de ruedas, sino patearía tu trasero.

—¡¿Ah, sí?!

—Totalmente.

—¡Pues quisiera verte intentándolo!

—Acabo de decir que tienes suerte que esté en una o sino lo haría, ¿es que no entiendes japonés?

—Sakuma —advirtió su padre.

—¡¿Me tomas de idiota?!

Noo, para nada.

—¡Agh! ¡Eres odiosa!

—¿Y a mí qué?

—Ya es suficiente —dijeron al unísono sus respectivos familiares, interviniendo.

Ambos cerraron la boca, Konohamaru viendo a la chica con furia y ella viéndolo a él con sorna.

—¿Puedes calmarte? —habló Asuma a su sobrino—. Fuiste tú el de la idea de venir a verla.

El color rojo subió rápidamente a la cara del chico, que abrió los ojos horrorizado ante el comentario de su tío.

—¡Eso no es cierto!

—Aw, ¿querías venir a verme? —alzó una ceja burlona—. ¿Tanto te gusto?

—¡CLARO QUE NO!

Los adultos intercambiaron miradas divertidas. El de piel morena señaló la cocina con la cabeza en un gesto disimulado, claramente pidiéndole hablar en privado, dejando al par de chicos solos una vez ambos se retiraron.

—¿Te... Te duele? —preguntó entonces Konohamaru, de repente un tono más serio había tomado lugar en su voz.

Sakuma alzó una ceja y siguió la vista del castaño hacia su pierna enyesada.

—Ah, ¿esto? —dijo despreocupada—. Para nada. Solo da algo de comezón.

—Creí que no regresarías —confesó el Sarutobi. Su semblante era uno de total seriedad, haciendo sentir a la chica algo extraña—. Oí a la Hokage hablando con Kakashi-sensei sobre la posibilidad de que hubieses averiguado cosas que te hicieran no querer regresar aunque tuvieras la oportunidad. Entonces recordé a Uchiha Sasuke. Él abandonó a Naruto y a la aldea por Orochimaru.

—Yo no soy él —gruñó, harta de últimamente tener que recordárselo a todo el mundo.

—Lo sé. Pero aún así esa era una posibilidad —dijo, desviando la mirada de los ojos de la Hatake—. Yo... seguí espiando su conversación, oí que eres hija de "El Fénix de Konoha". Oí que nadie te había dicho. Yo estaría bastante molesto en tu lugar.

—Lo estoy —admitió.

Konohamaru guardó silencio unos segundos, antes de desviar la mirada con la barbilla en alto.

—Como sea, no puedo creer que volvieras en este estado. Supongo que todo eso sobre lo talentosa que eras era puro basura.

—¿Qué? ¿Acaso tú lo hubieses hecho mejor? —alzó una ceja.

—Sin duda.

—No lo creo.

—Claro que sí.

—¿Con qué? ¿Ese jutsu estúpido con las chicas desnudas, que por cierto es súper ofensivo y degradante?

—¡No es un jutsu estúpido! ¡Es un método de distracción! ¡Y no cualquiera puede hacerlo, solo Naruto y yo!

—Con más razón aún es estúpido.

—¡¿Qué quieres decir con eso?!

—¿Es que en serio no entiendes el japonés? ¿Quieres que te hable con señas? —lo miró con notorio fastidio.

Mientras tanto, en la cocina, ambos hombres comenzaban una conversación un tanto más seria.

—Así que ya sabe todo, ¿ah? —preguntó el Sarutobi, sacando de su bolsillo su mechero.

Kakashi asintió con cansancio.

—No ha estado muy bien por culpa de eso —respondió preocupado—. Supongo que no sabe ya que pensar o en quien confiar al ser tirada en tantas direcciones.

—Todo esto es una porquería. Porquería que se hubiera evitado si la hogake no hubiera estado tan preocupada en mantenerla alejada de hasta el más mínimo peligro —abrió y cerró el mechero en un habitual costumbre—. Mira nada más cómo resultó eso.

—Debimos haberlo escuchado en aquel entonces —comentó—. A Shikamaru —aclaró al ver la mirada de su viejo compañero—. Él fue el que dijo que lo mejor sería contarle todo antes de que la verdad le explotara en la cara, ¿recuerdas?

Asuma asintió.

—Hablando de él, Shikamaru pasará a buscar a Sakuma. La llevará a su reunión con la hokage ya que tú estarás entrenando a Naruto.

El de pelo plateado se mostró sorprendido. Asuma sonrió, jugando con su mechero.

—Él se ofreció —explicó—. Supongo que quiere hablar con ella. Ha estado inquieto últimamente.

—¿Ah, si?

Su compañero asintió.

—Aún no sé de qué quiere hablarle, pero estoy seguro de que logrará hacer algo bueno. Ellos no se llevan muy bien, pero reconocen la inteligencia del otro.

—Bueno, Sakuma no se lleva bien con nadie —bromeó Kakashi, pudiendo oír desde donde estaban los gritos molestos de Konohamaru ante los seguramente condescendientes comentarios de su hija.

—Y aún así todos la aman, ¿no te parece? —alzó la ceja—. Por más insoportable que sea.

—Hey, no es insoportable. Solo es... algo gruñona —la defendió.

—¿Algo gruñona? ¿Acaso sabes como la mocosa da la bienvenida? —se cruzó de brazos, divertido—. "¿Qué?" —imitó el frío tono de molestia de Sakuma—. Así es cómo me recibió.

Kakashi rió por lo bajo.

—De acuerdo, tal vez tengas algo de razón.

—Eso lo heredó totalmente de ti, Fumiko era totalmente lo opuesto.

—Sí —suspiró Kakashi, recargando su peso contra la encimera y cruzándose de brazos, recordando a aquella Uchiha—. Entraba a una habitación e instantáneamente se hacía más brillante.

—Bueno, eso si estaba de buenas, o si le agradabas, claro. Sino la habitación se hacía más oscura que la misma noche
—alzó las cejas, repentinamente recordando algo—. Y tú le caías bastante mal, explícame de nuevo cómo es que funcionó lo de ustedes dos.

—¿Qué, acaso buscas consejos para ti con Kurenai?

El rostro del Sarutobi a pesar de ser de tez morena logró adquirir un tono rosa.

—Cállate —fue todo lo que dijo, antes de escapar de la cocina de regreso a la sala para evitar la vergüenza que lo invadía ante el comentario del Hatake.

Kakashi rió levemente, no tardando en ir tras él para regresar con su hija. Ella ahora se dedicaba a terminar de comer su tazón de cereales, ignorando la presencia del menor de los Sarutobi, que trataba de sacarle información respecto a Uchiha Sasuke y Orochimaru. Ella se notaba serena, pero él sabía que su hija estaba a solo unos segundos de darle un puñetazo si seguía irritándola.

—Konohamaru, ya nos vamos —anunció Asuma al llegar a ellos, para luego dirigirse a Sakuma—. Me alegra saber que estás mejor, peque.

Sakuma arrugó la nariz ante el apodo, pero aún así forzó una pequeña sonrisa en agradecimiento.

—Bueno, los acompañaré a la puerta —sonrió Kakashi.

Asuma asintió y Konohamaru se levantó de la silla frente a la chica donde había estado sentado. Le dedicó solo una mirada de despedida que ella devolvió.

No habían dado un par de pasos a la puerta cuando alguien llamó a esta. Kakashi se mostró confundido pero no dudó en abrirla.

—Shikamaru —dijeron ambos adultos al unísono, al ver al adolescente allí.

—Kakashi-sensei, Asuma-sensei —saludó a ambos, bajando luego la mirada al chico—. Hola, Konohamru.

El chico le respondió con otro hola de regreso.

—¿Qué haces aquí tan temprano? —preguntó Kakashi, dejándolo pasar—. Asuma acaba de informarme que llevarías a Sakuma a su reunión con la Hokage, pero tengo entendido que sería por la tarde.

Shikamaru entró, pero se quedó junto a la puerta para no tener que sacarse el calzado. La visita sería rápida.

—La reunión se adelantó —informó el Nara, escaneando la casa en busca de la menor de los Hatake, no hallándola. La menor había llevado su tazón al fregadero—. La hokage cambió la hora, tiene la tarde ocupada con papeleo que dejó a último momento y no puede posponer más. Todo un fastidio.

—Oh —se sorprendió Kakashi del cambio de planes, pero no del motivo. Lady Tsunade siempre posponía el papeleo lo más que le era posible. Él lo entendía, no quisiera pensar estar en su lugar. Ser hokage se veía bastante cansador—. En ese caso iré en busca de Sakuma —el hombre dijo amigable, antes de desaparecer de la vista de los tres, no sin antes palmear nuevamente el hombro de su compañero, esta vez en forma de despedida.

—Nosotros ya nos retiramos —Asuma puso una mano en el hombro de su sobrino, quien llevó la cabeza hacia atrás para verlo—. Konohamaru tendría que estar entrenando.

—¡Rayos, es cierto! ¡Lo olvidé! —exclamó horrorizado, llevando las manos a la cabeza. El amaba entrenar.

—Nos vemos Shikamaru —le sonrió levemente su sensei—. Recuerda que hoy comeremos parrillada en el almuerzo.

Shikamaru asintió, haciéndole saber que estaría ahí. Y ambos Sarutobi desaparecieron de su vista a la vez que Sakuma aparecía frente a él en su silla de ruedas.

El Nara la observó. Su cabello sujeto sobre su cabeza dejaba lugar para observar detenidamente su cansado rostro, haciéndolo más notable.

Sakuma a la vista de todos siempre se había visto como si estuviese cansada, eso debido seguramente a su horario de sueño que sería probablemente pasada la media noche. Además Shikamaru no recordaba jamás haberla visto sin sus distintivas ojeras, pequeñas, pero notorias. No obstante, la apariencia que tenía ahora la chica frente a él, era diferente. Sakuma no estaba cansada, estaba agotada.

Había bajado de peso, su color de piel era incluso más pálido y sus prominentes ojeras ahora eran más grandes e incluso oscuras, y aunque ya las heridas que tenía esparcidas por su rostro y brazos cuando la encontraron días atrás habían curado gracias a su rápida curación, su aspecto seguía viéndose frágil y pequeño desde su sillas de ruedas. La pierna enyesada tampoco mejoraba la visión.

—¿Cabeza de piña? ¿Qué haces tú aquí? —arrugó el entrecejo, confundida—. ¿Es el día de venir a fastidiar a Sakuma y no me enteré?

Shikamaru rodó los ojos. Sakuma podía verse de esa manera, pero en cuanto habría la boca para hablar parecía que una persona de al menos de diez veces su tamaño lo hacía.

—Vine a llevarte a la reunión con la Hokage.

Sakuma miró a su padre, que se hallaba a su lado, en busca de una explicación.

—La reunión se adelantó —respondió a su hija a pesar de ella no haber pronunciado lo que pensaba—. Pero podrás alcanzarnos luego en el campo de entrenamiento. No te preocupes.

La peliplateada bufó, cuando entonces se percató de algo y dirigió su atención al Nara.

—¿Y tú por qué me llevas? —alzó una ceja—. Sakura puede llevarme. No hace casi nada en todo el día además de ser molesta.

Kakashi omitió regañarla, sabiendo que no le haría el mínimo caso.

—Deja de hacer preguntas fastidiosas. Llegaremos tarde —caminó hacia ella y se puso a sus espaldas, tomando las manillas de su silla y comenzando a empujarla fuera del apartamento—. Hasta luego, Kakashi-sensei —se despidió, no esperando una respuesta.

—Wow, wow, wow —abrió los ojos la adolescente, extendiendo los brazos—. No puedes solo arrastrarme a donde sea sin mi consentimiento —habló indignada.

—Si puedo. De hecho, lo estoy haciendo ahora por si no lo habías notado.

—Fui secuestrada. Podría estar gravemente traumatizada.

El tono de ironía en la voz de Sakuma lo hizo medio sonreír.

(...)


Sakuma guardaba silencio al igual que la mujer sentada frente a ella. Ambas se miraban la una a la otra, la mayor desde su escritorio, con las manos entrelazadas frente a sus labios, y Sakuma desde su silla de ruedas, inmóvil desde que Shikamaru la había dejado allí. Él la esperaba fuera de la oficina y Sakuma jamás habría pensado que alguna vez desearía estar con él, hasta que entró a esa oficina.

Estaba tan furiosa con Tsunade, tanto que la Hokage podía notarlo en los oscuros ojos de la Hatake, parecidos a un profundo abismo al que podría caer si no tenía cuidado. Así de amenzantes se veían en ese momento, y es que la hermosa mujer semanas atrás había sido como una heronía para la menor, un modelo a seguir.

No obstante, el saber que ella había sido la causante de tantos secretos, que habían sido sus órdenes el mantenerla ignorante en un aparente intento de mantenerla en la aldea, supuestamente por su propio bien, le enfurecía.

No veía aquello como consideración, lo veía como temor y egoísmo. Las mentiras ya le aborrecían.

—Creí que sería bueno hablar nosotras solas, sin Consejo, sin Kakashi —por fin habló la bella mujer, su voz siendo igual de autoritaria que siempre.

Sakuma no hizo el mínimo intento de hacerle saber si estaba en acuerdo o no. ¿De qué le serviría si no tenía voz ni voto en ello, al igual como jamás lo había tenido sobre sí misma desde que llegó?

Tsunade suspiró, cerrando los ojos un breve instante.

—Nunca fue mi intención lastimarte. Sabía que pasaría, pero no era eso lo que quería lograr —confesó—. Estuvo mal, pero no me arrepiento. El que fueras ignorante de tu identidad y la de tu madre fue siempre tu punto más fuerte contra las dudas respecto a tu lealtad por parte del Consejo.

—¿Se supone que debo darle las gracias? —habló, con enojo deslizándose en cada sílaba. Su cabeza se había movido levemente hacia un lado con una expresión de clara indignación.

—Nunca dije eso y lo sabes, niña —gruñó.

Sakuma volvió a caer en silencio. Sentía que si hablaba solo le serviría para que de verdad la encerraran gracias a alguna clase de ley respecto a no faltar el respeto al Hokage o algo por el estilo.

Tsunade miró a la menor. Todo ese tiempo había querido protegerla, y lo único que había logrado de eso era herirla, hacerla sentir miserable y traicionada. A parte de eso, Orochimaru también había conseguido poner sus manos sobre ella.

—Sé que no voy a lograr que vuelvas a confiar en mí, pero no quiero que dudes ni por un segundo que lo que hice no fue por otra razón mas que tu propio bien.

Una risa seca escapó de los labios de la peliplata, llena de ironía.

—Siempre hablan de mi propio bien como si yo no fuera capaz de cuidarme a mí misma.

—No, no lo eres —frunció el ceño, su voz rígida como el pavimento—. Ni siquiera un chico tan poderoso como Naruto es capaz de protegerse a sí mismo frente a personas con poder político como Danzō y el Consejo. Yo soy la que verifica que su trasero no esté recluido en un lugar lejos de los Akatsuki y lejos de sus amigos, o en tu caso, encerrada en una sala de interrogación con un Yamanaka dentro de tu cerebro. Así que ya deja de llorar por los rincones y de sentir tanto odio por las personas que te aprecian y se preocupan por ti.

Sakuma pestañeó, atónita ante lo rudo de su hablar. Sin embargo, aquello pareció funcionar más en ella que las miradas de culpa que su padre y amigos últimamente le dirigían casa vez que la veían.

—¿Para que estoy aquí? ¿Era solo para que me escupiera las disculpas o se le ofrece algo más?

Tsunade notó el cambio en la voz y postura de la Hatake. Ya no parecía tan hostil como instantes atrás.

—Te lo he dicho ya varias veces, Sakuma: cuida cómo me hablas —siseó la mujer, antes de respirar profundamente para calmarse—. Quería hablar sobre Fumiko contigo.

La mención del verdadero nombre de su madre se le hizo raro a sus oídos al aún no estar acostumbrada a él. Pero a pesar de que su rostro mostró confusión solo por el tiempo en que demora un pestañeo, su expresión cambió a una curiosa. Curiosa pero cautelosa al mismo tiempo. ¿La mujer hablaría con la verdad?

Sakuma asintió, alentando a la mujer a seguir hablando. Información sobre su madre jamás le disgustaba saber.

—No creo que seas conocedora sobre el hecho de que yo fui su sensei por un tiempo —dijo, y tan pronto como lo hizo, un peso pareció haber sido extraído de sus hombros.

La sorpresa no pudo evitar mostrarse en el rostro de Sakuma, que la mayoría del tiempo o mostraba serenidad o disgusto, enojo siendo la última adición.

—¿Su... su sensei?

La hokage asintió, reservando solo para sí misma sus pensamientos sobre Fumiko siendo más que una simple alumna de su pasado. Ella había sido una amiga, una hermana menor, incluso una hija.

—Una Senjū teniendo de pupila a una Uchiha, una Uchiha teniendo de maestra a una Senjū. Tú eres muy joven para saberlo, pero nuestros clanes no se llevan del todo bien —explicó la mujer—. No muchos saben que ella fue alumna de un Sennin, mucho menos de una Senjū. Su clan habría podido revelarse contra ella, llegando tal vez a desterrarla de su clan o a la violencia en el más extremo de los casos.

—Entonces usted conoció a mi madre —murmuró, aún sin salir de su sorpresa.

Tsunade asintió.

—Ella tendría, ¿qué? ¿Diez, once años cuando la conocí? —pensó en voz alta—. Ella quería ser ninja médico para poder curar a sus compañeros de equipo y me eligió a mí como tutora.

—¿Por qué jamás dijo nada al respecto? —preguntó, obteniendo silencio como respuesta al ser obvio que diría. No podía arriesgar el que Sakuma supiera sobre la identidad de Fumiko—. ¿Cómo... Cómo era ella?

—Era la niña de corazón más noble y puro que haya conocido jamás —dijo sin duda alguna en su voz—. Estaría sumamente orgullosa de ver en lo que te has convertido.

La mirada de la menor se suavizó, repentinamente afectada por las palabras de la mujer, y tuvo que desviarla al sentirse vulnerable.

—Ella no quería que fuera shinobi, ¿recuerda? Me lo dijo —habló suave—. Por eso tenía ese molesto sello para empezar.

Una suave risa se escapó de los labios de la hokage.

—¿Crees que eso le haría sentir menos orgullosa? Creciste y eres una chica fuerte y buena, tanto o más de lo que ella alguna vez lo fue. Te rodeas de buenos amigos y tu lealtad no flaquea ni por un segundo a pesar de las dudas con respecto a tus aliados. Eso es lo que le importaría, el que eres una persona buena.

Sakuma no respondió. Solo interiorizó sus palabras, atesorándolas y queriendo imaginar que su madre de verdad le diría algo así si siguiera con ella.

—Nunca te dije el motivo por el que estás aquí —dijo la mujer, cambiando del tono casi maternal con el que le había estado hablando a uno más serio. Esto hizo a Sakuma volver a dirigir sus ojos color ónix a los suyos color miel—. Era para hacerte una propuesta.

—¿Propuesta?

—Quiero entrenarte, tal como alguna vez entrené a tu madre —dijo—. No quiero que sigas escondiéndote, quiero que pelees, pero si lo harás necesitarás ser más poderosa. Ahora estás cerca de Naruto, ese chico es perseguido por la organización criminal más poderosa del mundo, y debes estar a la altura de ellos si quieres mantenerte a salvo.

La Hatake escuchaba atenta. Jamás habría podido siquiera imaginar el escuchar palabras similares salir de los labios de la Senjū, la mujer que por tanto tiempo había dudado de sus habilidades, de su fortaleza, y rechazando cada intento de su parte para adquirir una misión. Ella siempre la había subestimado como ninja, y ahora parecía dispuesta a ser su sensei.

Pero, por más que tiempo atrás aquello hubiese sido un sueño hecho realidad, ahora no estaba tan segura.

Sakuma aún no podía perdonarla. Había aceptado su tratado de paz, claro estaba, pero la molestia en su interior seguía allí al verla, el recuerdo de que ella era la causa de todos sus malestares. Las cosas aún no estaba bien para nada con la hokage y no estaban muy cerca de estarlo.

—No creo que pueda aceptar. No ahora —fue su respuesta.

—Entiendo —asintió la mujer con sinceridad—. Aún así mi respuesta seguirá en pie hasta que estés lista. Sería un honor para mí entrenar a la hija de Uchiha Fumiko.

La Hatake asintió, su mirada ahora siendo una más suave y no aquel profundo abismo de enojo y rencor con el que había ingresado.

(...)


—Supongo que tu charla con la hokage fue bien —fue lo primero que el Nara dijo, una vez de regreso con ella.

—¿Y por qué supones eso?

—Bueno, no voló ningún mueble por la ventana o incendiaste la oficina.

Sakuma medio sonrió ante su respuesta, mas no dijo nada.

El silencio se extendió unos minutos más en lo que le tomó a Shikamaru el salir del edificio de la hokage y adentrarse a las calles de Konoha. Silencio que él interrumpió.

—Yo... quiero pedirte un favor —dudó de decir.

Sakuma alzó una ceja con interés y lo miró sobre el hombro.

—¿Tú? ¿Pidiéndome algo? —preguntó sin creérselo del todo. Shikamaru no era de hacer bromas, pero lo que dijo sonaba tan impropio de él.

—Así es —suspiró, como si el solo pensar en pedírselo le restara años de vida.

—¿Qué cosa podría Nara Shikamaru querer de mí? —cuestionó con un tono divertido que no pudo ocultar.

—Yo... estuve investigando —comenzó, tratando de ignorar el calor en sus mejillas. Debió haber sonado como un tonto. "Quiero pedirte un favor." ¿Decir eso de la nada, sin explicación? Qué estúpido—. Supongo que sabes que Naruto es el jinchuriki del Monstruo de las Nueve Colas —hizo una pausa, obteniendo el asentimiento por parte de Sakuma—. Asuma me comentó algo que leyó en el reporte de tu misión, algo que sucedió cuando Naruto se enfrentó a Sasuke. Él... Él pudo suprimir su chakra, el del Zorro, quiero decir.

—¿A dónde quieres llegar con esto? —interrumpió cuando el Nara volvió a pausar su relato.

—Naruto está entrenando ahora usando su máximo potencial, y el Capitán Yamato está allí, vigilando, pero no creo que sea suficiente —dijo. Su voz, a los oídos de Sakuma, se oía como la de un estratega. Y es que eso era el Nara—. Sé quién fue tu madre. Sé de lo que era capaz. Y sé que tú también tienes el sharingan.

—Quieres que lo ayude —dedujo.

—No. Quiero que lo detengas.

La mirada del Nara se había plantado finalmente en ella, por primera vez desde el principio de la conversación. Ella observó su semblante de seriedad tratando de adivinar sus intenciones, pero al no obtener nada debió preguntar.

—¿A qué te refieres con eso?

—Nadie puede detener a Naruto una vez se sale de control, ni siquiera Yamato, y este entrenamiento es uno intensivo. Solo lo llevará al límite y temo que vuelva a ocurrir algo como lo del Puente Tenchi.

Sakuma inconscientemente llevó su mano a la zona donde el zorro la había golpeado, recordando el dolor.

—Tú sabes qué sucede cuando eso pasa. Nadie lo detiene una vez llega a cierto punto. Pero tú sí podrías.

—No —negó con la cabeza—. Shikamaru, mi madre era prácticamente una leyenda. Yo ni me le acerco. ¿Cómo puedes esperar que yo haga algo como eso? —frunció el ceño.

Shikamaru detuvo su caminar, por consiguiente deteniendo también las ruedas de la silla bajo Sakuma, y tomó lugar frente a la menor para poder verla a los ojos.

—Yo creo que cualquiera que haya podido sobrevivir a la ruptura de un sello como el tuyo (aquello siendo por sí solo una hazaña sin tomar en cuenta de que fuiste golpeada por una de las bestias con cola) y que incluso luego de eso haya podido darle pelea a un ninja como Kabuto, es capaz de hacer algo como eso.

La confianza que el chico tenía en su persona por algún motivo le hizo pensar qué tal vez podría ser posible. Shikamaru pareció notar su titubeo.

—¿Cuando me has escuchado decir algo que yo no crea? —preguntó entonces el chico, haciéndola pensar. Nunca, respondió para sí misma—. Creo que eres lo suficientemente poderosa como para que, si algo sale mal, puedas entrar en la mente de Naruto tal como lo hizo Sasuke, y suprimir su charkra.

—¿Por qué me pides esto? —preguntó luego de unos segundos—. No tengo experiencia en estas cosas. Recién hace unos días sé que tengo estos ojos, hace mucho menos que Naruto es un jinchuriki de una criatura antigua, y hace incluso menos que yo podría tener alguna clase de influencia en él.

—Te lo pido porque él es mi amigo. Y porque también es el tuyo —cruzó los brazos—. Necesita a alguien que lo detenga de hacer estupideces, ahora más que nunca, y sé que se sentirá seguro sabiendo que existe alguien así. Es más, toda la aldea se sentirá segura.

—O amenazada —contradijo con severidad—. Tengo órdenes de la Hokage de no acercarme a él mientras entrena. El Consejo está nervioso de que logre hacer lo que tú dices, pero que en vez de ayudar tenga otras intenciones.

—El Consejo ve enemigos en todas partes gracias a Danzō —frunció el ceño—. ¿Qué mejor manera de demostrar que no tienen razón respecto a ti que demostrándoles en persona?

—Esto solo logrará que me meta en problemas.

—¿Y a ti desde cuando te importa eso?

Una casi imperceptible sonrisa se formó en el rostro de la Hatake.

—De acuerdo. Si algo sucede estaré ahí. Lo intentaré.

Las comisuras de los labios del Nara se elevaron levemente, en una expresión similar a la de ella.

—Te lo agradezco.

—Sí, como sea, ya vámonos. Nuestro tiempo de calidad terminó.

Shikamaru rodó los ojos, volviendo a posicionarse a sus espaldas y tomar las manillas de la silla de ruedas.

—Eres fastidiosa —bufó, retomando la caminata hacia el campo de entrenamiento donde Naruto, Kakashi y Yamato estaban. Sai también estaba allí a la espera de Sakuma, claro que eso el Nara no sabía. Él no estaba enterado de su vigilancia.

—¿Así que ahora soy fastidiosa? —alzó una ceja—. ¿No eras tú el que hace unos momentos me halagaba, cabeza de piña?

—Cállate.

Ok, este es el capítulo más largo que he escrito hasta ahora. Uff. Y es que quería ya dejar todo esto acá y comenzar directamente con el entrenamiento de Naruto y lo demás, todo en el siguiente. 6.600 palabras, quién lo diría...

Espero que les a haya gustado a pesar de ser soso :')

El tío fijándose de que su sobrinita tenga dulces sueños 😍 Ah, y apareció el odioso de Konohamaru 😂 tan insoportable como siempre

Por otra parte, Tsunade se disculpó y le propuso ser su sensei 😱 Espero no me odien por haber hecho que Sakuma se negara, pero es que aún está muy herida con todo lo que pasó.

¿Y Shikamaru y su favor? Apuesto a que no se lo esperaban 😏 Él siempre se preocupó por Naruto y me pareció que esto sería algo que él haría si supiera que podría ayudarlo en algo 🤷

Pero en fin, muchísimas gracias por leer y también ¡GRACIAS POR LOS 90K! 💛 ¡Jenn, fuera!

PD: Subí una fanfic nuevo, es de Sakura. Si tienen curiosidad, échenle un vistazo ;)

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