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XLIII. Familia Uchiha

[ N/A: Este capítulo da lugar el día después de la Masacre Uchiha, el mismo día que Sakuma vio en sus recuerdos cuando la interrogó la División de Inteligencia y el mismo en el que conoció a Itachi. Estoy súper nerviosa por este capítulo, después de todo van a leer "oficialmente" a Fumiko por primera vez, así que espero les guste! ]

CAPÍTULO XLIII:
FAMILIA UCHIHA

El muchacho alzó la mirada del tazón de comida cuando acabó con su almuerzo, encontrándose con los ojos brillantes de su sobrina que nada más percatarse que la descubrieron observándolo se ocultó debajo de la mesa nuevamente.

Sonrió a medias. Sakuma quería jugar con él.

—Tendremos que esperar para hablar —oyó a su hermana decirle, desviando su atención de la pequeña Hatake.

Fumiko le servía agua.

—No quiero que Sakuma oiga pero tampoco puedo descuidarla, así que habrá que esperar a que duerma la siesta.

Itachi tardó en asentir al los recuerdos de la noche anterior regresar a su mente.

El olor a hierro, los gritos, sus padres..., Sasuke. Creía que no podría hacerlo pero lo hizo y, al igual que cuando era un niño, no pudo evitar venir corriendo a los brazos de su hermana mayor en busca de consuelo.

Aún no había podido procesar nada, aunque comenzaba a creer que tal vez nunca podría. Era demasiado. Sus manos estaban manchadas para siempre con la sangre de decenas de personas y jamás se limpiarían.

Merecía ser castigado. Merecía quedar en el exilio para siempre y ser el Ninja Renegado en el que se había convertido luego de lo que había hecho porque a pesar de que lo hizo para mantener la paz, debía pagar el precio por lo que le hizo a Sasuke, a sus padres y a toda su gente.

Era un criminal. Y estaba bien con ello mientras su hermanito estuviese a salvo. Le había asegurado un futuro en Konoha y solo por eso sentía una pizca de paz.

Pero lo que le hizo... 

No solo le arrebató todo, sino que para estar seguro de conseguir que lo odiara profundamente utilizó su Mangekyo en él para torturarlo, diciendo incluso todas esas cosas horribles cuando lo liberó de su genjutsu...

Cerró los ojos con fuerza, odiándose, cuando un suave tirón en la manga lo hizo espabilar de su castigo.

Su sobrinita que impacientemente había esperado a que terminara de almorzar, trataba de llamar su atención.

Esconditas —dijo, apartando con torpeza el pelo que le caía en la cara.

La niña sonreía brillantemente.

—¿"Esconditas"? —repitió confundido.

Fumiko se acercó a ellos, poniéndose detrás de su hija para acomodar sus alborotados cabellos plateados.

—Quiere jugar al escondite contigo —explicó con una triste sonrisa.

Itachi miró a la pequeña sin ser capaz de formular palabra.

La idea de jugar con ella luego de lo que había hecho le parecía impensable. No quería que la hija de su hermana, su sobrinita, jugase con un asesino por más que se tratara de sí mismo.

Él era un monstruo, y ella una dulce niñita. No le parecía correcto.

—Yo... Lo siento. No.

Lágrimas comenzaron a acumularse en los ojos de la Hatake casi de inmediato cuando la rechazó. ¿Por qué él no quería jugar con ella? Ella se portaba bien. Hasta lo había esperado.

—No, aguarda. No llores.

Pero ya era tarde y Fumiko debió alzarla en brazos para calmarla cuando comenzó a gritar.

—Ya, ya. No pasa nada —la mujer mecía a su hija.

¡Itadi malo!

El chico hizo una mueca.

—Lo siento.

Fumiko negó con la cabeza, sonriéndole para que no se preocupara.

—Itachi está algo cansado ahora, tuvo una larga noche —frotaba la espalda de la pequeña Sakuma—. ¿Por qué no dejamos que descanse y luego juegan?

—¡Quiero ahora!

Fumiko la separó un poco de sí para verla, dispuesta a regañarla un poco por su actitud, pero su hermano se le adelantó odiando oír a Saku llorar.

—Bien, bien. Juguemos ahora.

A Sakuma el llanto se le esfumó de inmediato y a pesar de tener lágrimas en sus mejillas, sonreía al haber conseguido lo que quería.

—Mírate nada más. Recién la conoces y ya cumples sus caprichos —bufó su hermana, rodando los ojos.

Él sonrió un poco al ver los bracitos de Saku extenderse a él. Ella abría y cerraba sus manitos.

—Bien, te dejaré jugar un poco con Itachi, pero luego a la cama. Él y mamá tienen que hablar cosas de adultos —le habló a su hija con seriedad.

Sakuma asentía sin oír realmente, solo quería jugar con Itachi.

Fumiko rodó los ojos y le cedió su hija a su hermano menor, que con delicadeza la tomó en brazos.

—Pueden salir al patio. Sakuma tiene sus juguetes tirados afuera aún —le sonrió a Itachi—. Yo tengo que lavar los platos.

El azabache asintió, y dejando que Sakuma acariciara su cabello caminó hacia la puerta trasera.

(...)

—Oh, pero qué lindo quedaste —rió Fumiko.

—Gracias —murmuró Itachi algo avergonzado.

Sakuma —ahora profundamente dormida en sus brazos— se había encargado de adornar su cabello con las flores silvestres que crecían en su jardín.

Itachi no había protestado sabiendo que eso la haría feliz. Solo se quedó allí sentado, procurando que su sobrina no cayera al suelo al tropezarse con sus propios pies o las piernas de él al tratar de acomodar las flores.

—Ven, déjala aquí.

Itachi siguió a su hermana por la casa con Sakuma abrazada a él, hasta que llegaron a la que supuso era su habitación, ya que en el camino a su cama debió de ser cuidadoso de no pisar ninguno de los juguetes tirados en el suelo.

Oyendo los ronquidos de su sobrina que había comenzado a babearle el hombro, prosiguió a dejarla sobre la cama inclinándose lentamente para no despertarla, pero se le hizo difícil la tarea cuando a pesar de haber aflojado su agarre Sakuma seguía sujeta firmemente de su cuello.

Itachi sonrió un poco, deshaciendo suavemente el agarre de la niña y arropándola apenas tuvo la oportunidad, viendo como Sakuma se acomodaba entre sueños.

El chico la miró unos instantes, no pudiendo evitar sentir un nudo en su garganta.

—Te preguntas cómo hubiese sido, ¿cierto?

Volteó, viendo a su hermana recostada en el umbral de la habitación.

—Cómo hubiese sido si nuestro clan y la aldea hubiesen llegado a un acuerdo —explicó, abrazándose a sí misma.

Fumiko tomó el silencio de Itachi como una afirmación y decidió continuar con su pensamiento.

—Nuestros padres se hubiesen molestado muchísimo —sonrió triste, viendo ahora a su hija—. La futura líder del Clan Uchiha teniendo una niña con alguien fuera del clan. Padre me hubiera echando de casa.

—No le duraría mucho el enojo—respondió. Sus manos sacaban las flores de su cabello y las dejaban sobre la mesa de noche de su sobrina—. Mamá lo calmaría. Aunque creo que solo le bastaría conocer a Sakuma para cambiar de opinión.

Una amarga sonrisa apareció en el rostro de la joven.

—Sasuke sería tan bueno con ella, estoy segura. Jugarían juntos.

—Sasuke... —murmuró Itachi.

—Supongo que está a salvo, ¿cierto?

Él asintió, dejando la última flor junto a las demás.

—Y los otros... el clan...

—Sí —cortó él—. Está hecho.

La azabache asintió en silencio.

No importaba hacía cuanto había estado preparada para noticias como aquellas, su corazón se sentía igual de dolorosamente pesado que el día que debió de abandonar la aldea.

—¿Y Shisui? ¿Por qué no está aquí contigo?

Itachi miró al suelo un instante antes de ponerse de pie.

No quería discutir el asunto en la habitación de su sobrina, por lo que indicó a Fumiko con la mirada que quería hablar en otro lugar. Ella entendió, y una vez afuera con la puerta de la pequeña Sakuma cerrada, la conversación continuó.

—Danzõ lo atacó con la guardia baja.

Fumiko pestañeó si entender.

—¿Qué...? ¿Cómo...? —balbuceó, incapaz de formular palabra—. ¿Cómo es que pudo...? Danzõ no puede con él.

—Izanagi —respondió—. Utilizó un Magekyo para poder robar el ojo de Shisui el día antes de una reunión importante del Clan. Shisui había planeado con el Hokage usar el Kotoamatsukami para hacer a papá cambiar de opinión respecto al ataque.

Fumiko lo miraba sin creérselo.

—Logró escapar de Danzo, pero sabía que si el Clan lo veía así iban a actuar de inmediato. Así que lo solucionó de otra manera... Él se quitó la vida.

Fumiko debió apoyar su mano en la pared del pasillo cuando sintió sus rodillas aflojarse.

Aquello no podía ser cierto.

De todas las cosas que Fumiko pensó que pasarían con aquella guerra civil, la muerte de Shisui no estaba entre ellas.

Por más horroso que se oyera, Fumiko hacía años había aceptado el altamente probable fallecimiento de sus padres. Demonios, incluso había aceptado el fallecimiento de todo su clan. ¿Pero el de Shisui?

Creyó que al menos él se salvaría, que podría escapar de ese destino que tanto había trabajado en cambiar, o mínimo ser perdonado. Incluso había llegado a pensar en que si las cosas iban muy mal y debía de escapar (no importaba si del clan o la aldea), él vendría a ella junto a su hermano. 

¿Pero su muerte? Imposible. 

Un shinobi como Shisui era difícil de asesinar. Muy pocas personas además de ella o Itachi tenían el poder de hacerle frente en un verdadero duelo, él lo sabía y por eso mismo Fumiko sospechaba que esa era otra de las razones por las que decidió sacarse la vida. Porque cuando la guerra civil comenzara y él tuviese que elegir un bando, nadie tendría oportunidad en su contra.

—¿Qué sucedió con su cuerpo?

—Desapareció río abajo. Yo... no pude recuperarlo.

Fumiko soltó un tembloroso respiro, cubriendo su boca con la mano. Ni siquiera un cuerpo...

Itachi vio a su hermana procesar las noticias en silencio antes de oírla hablar nuevamente.

—¿Y qué planeas hacer ahora? —le preguntó.

—Mi trabajo aún no ha terminado —suspiró con cansancio—. Hay alguien a quien debo vigilar de cerca.

—¿Qué? ¿Por qué?

—No confío en él. Sospecho que tiene planes secretos para destruir Konoha.

Oyó a su hermana resoplar atónita.

—¿Acaso te oyes?

Itachi la miró atento.

—¿Qué quieres decir?

—Ya has hecho absolutamente todo lo que podías por la aldea, incluso más —dijo—. Debes parar. Lo que sea que le pase a Konoha a partir de ahora es asunto de Konoha, no tuyo.

Oír decir aquello a su hermana lo desconcertó. El Fénix de Konoha diciéndole que abandone Konoha.

—¿Dices que no te importa que Konoha caiga?

El rostro de Fumiko se transformó. Alzó una ceja, boquiabierta y visiblemente molesta.

—¿Cómo dijiste? —espetó—. ¿Que no me importa que Konoh- ¡¿Tú te piensas que vivo en el exilio por diversión?! ¡¿Ah?! ¡¿Que crío a mi hija lejos de su padre en esta cabaña que se cae a pedazos porque así lo quiero?! ¡¿Que te abandoné a ti, a Sasuke, a mi familia y amigos, A MI CLAN porque así lo quise?!

El Uchiha avanzó unos pasos, increíblemente arrepentido de lo que dijo. Su hermana gesticulaba furiosa.

—¡Estoy aquí e hice todo eso por amor a esa aldea de pacotilla! ¡Porque me importa lo que le suceda! Si no fuese así yo misma la hubiese prendido fuego bajo órdenes de mi padre hace años y hubiese tomado esa estúpida silla de Hokage haciendo a los Uchiha dueños de Konoha.

Itachi estaba demasiado avergonzado como para poder decir algo.

—Así que no vengas aquí, a mí casa, a tratarme de traidora cuando el motivo de estar viviendo aquí en un principio es para proteger a esa aldea de imbéciles. Esa aldea de imbéciles que pensaron que sería una brillante idea nombrar Hokage a un anciano que ni siquiera puede controlar a su propio compañero de asesinar personas. Ambos sabemos que tú, Shisui, y yo fuimos lo más parecidos a un verdadero Hokage que la Konoha tuvo jamás.

Su hermano observaba a su hermana, viéndola retener las lágrimas de impotencia de escapar de sus ojos.

Ella, al igual que él, había tenido que sacrificarlo todo. ¿Cómo es que pudo ser tan insensible?

—Lo siento. No sé qué fue lo que se me cruzó por la cabeza cuando dije eso.

Fumiko lo miró, abrazándose a sí misma al comenzar a sentirse mal por lo duro que había reaccionado. Itachi había vivido el peor momento de toda su vida, estaba devastado por lo que debió hacer, y ella allí: descargando su furia con él, la persona equivocada.

—Lo que quiero que entiendas es que a partir de ahora debes preocuparte por ti —suspiró, posando una de sus manos en el rostro de Itachi—, y que sepas que a pesar de todo lo que hiciste por ellos, ellos no harán nada por ti. Absolutamente nada. Cielos, mírame. Y sí, tal vez no haces las cosas para recibir nada a cambio, pero no siempre pensarás igual. Un día necesitarás algo de ellos y ellos no harán nada y te preguntarás en ese momento si todo lo que sacrificaste realmente valió la pena.

—¿Pero entonces qué puedo hacer?

Ella acarició su mejilla, sonriéndole.

—Puedes quedarte con nosotras.

—¿Quedarme?

—Sí. Conmigo. Con Sakuma —sonreía triste—. Y cuando Sasuke sea algo más grande...

—No —la cortó enseguida. 

Itachi dio un paso atrás y la mano de Fumiko que estaba en su mejilla quedó suspendida en el aire.

—Sasuke no debe saber nada. Ni de ti, ni de mi. Es la única manera de mantenerlo a salvo, y lo sabes. Es por eso que hicimos lo que hicimos.

—Pero cuando crezca...

—Yo asesiné a todos, a nuestros propios padres —dijo—. ¿Y tú crees que Sasuke va a querer reencontrarse conmigo? No tienes idea de lo que le he hecho.

—Él entenderá una vez le contemos lo que realmente sucedió.

—Ni tú crees que mi decisión fue la correcta, no trates de ocultarlo —recriminó—. Tú creías en otras soluciones.

Su hermana, al igual que su mejor amigo Shisui, siempre se había negado a la violencia. Violencia tanto contra Konoha como contra su propio clan, por lo que oírla diciendo que Sasuke podría llegar a entender sus motivos le parecía completamente descabellado cuando ni ella los entendía.

Fumiko amaba a su clan. Tanto como para preferir alejarse de las personas que más amaba para que su familia se mantuviese con vida.

—Sí, no estoy de acuerdo. Odio que hayas tenido que hacerlo así, pero eres mi hermanito. Te amo.

—Hermanito que quiso asesinarte.

—Sabes muy bien que eso no fue lo que pasó.

—No entiendo —Itachi negaba con la cabeza—. Tú fuiste la que trató de mantener todo esto en secreto para mí y para Sasuke desde un inicio. ¿Por qué es que ahora quieres decirle?

A la chica finalmente se le escapó una lágrima que rápidamente hizo a un lado con la mano.

—Los extraño, ¿ok? A ti y a Sasuke. Solo quiero que seamos felices juntos, ¿es acaso mucho pedir?

—Lo es cuando ambos elegimos vivir así —respondió—. Aunque le explicara todo a Sasuke y él me perdonara, ¿cómo crees que reaccionaría cuando se entere que lo hice bajo órdenes del Hokage? No puedo arriesgarme a que los sacrificios que fueron hechos para mantener la paz sean en vano.

Fumiko asintió en silencio.

Ella más que nadie entendía aquello. Pero algo cambiaba todo. Algo que Itachi no sabía. Algo por lo que creía que podría ser egoísta al menos una vez:

Ella moría.

Moría y le quedaba poco. Y su único deseo antes de hacerlo era ver a su familia unida.

Itachi, Sasuke, Sakuma, ella... y Kakashi.

—Solo quédate, ¿sí? Aunque sean solo unos días —insistió.

Itachi seguía reacio a hacerlo.

—Estarán en peligro si me quedo. Todo Konoha me está buscando.

—Y yo puedo contra toda Konoha —dijo encogiéndose de hombros.

Itachi guardó silencio. 

Su hermana era la shinobi más poderosa que existía, y ella lo tenía bien claro. No dudaría un segundo en hacer lo que sea para protegerlo, y lo apreciaba, pero se suponía que ella había fallecido. No podía permitir que por su culpa descubrieran que no era así y poner en riesgo la seguridad de Sakuma.

E iba a decirle aquello. Es más, Itachi ya tenía planeado desaparecer ahí mismo si su hermana seguía con el asunto, cuando entonces pasó.

El pecho de Fumiko no pudo lidiar más con toda la angustia que ese día le había traído y sin poder evitarlo comenzó a toser descontroladamente.

La Uchiha llevó la mano a la boca, tambaleándose al su cuerpo perder fuerzas como para sostenerla.

—Onee-san —se exaltó el joven al tener que sujetarla, pero Fumiko seguía tosiendo—. ¡Onee-san!

Sangre manchó las pálidas manos de la joven, e Itachi de inmediato supo que aquello era grave.

(...)

El chico frunció el ceño al lentamente regresar a sus sentidos luego de una larga noche de sueño. Oía el canto de los pájaros fuera de la casa por lo que ya debía de haber amanecido, supuso.

Sus párpados temblaron haciendo un esfuerzo en abrirse. Su cabeza dolía y el agotamiento pesaba sobre su cuerpo como si estuviese enterrado hasta el cuello en arena. Pero toda sensación de somnolencia desapareció al sentir algo tocarle la mejilla.

Se exaltó, de inmediato recargando su cuerpo en el brazo para enderezarse y encontrándose con que su sobrina estaba sentada a su lado, riendo al ver que lo había asustado.

—¿Cuanto llevas ahí? ¿Dónde está tu mamá?

Sakuma sonreía, jugando con sus manos.

—Desayunar. Hay que desayunar —respondió—. Mamá dijo eso.

Itachi asintió con cansancio, superando el pequeño susto. No entendía cómo no se había percatado de su presencia.

Definitivamente estaba exhausto.

—¿Te mandó a que me despertaras?

La pequeña afirmó con la cabeza sin dejar de sonreír. Estaba ansiosa por jugar con Itachi otra vez y él notó eso.

No era de extrañar que Sakuma lo quisiese como compañero de juegos, después de todo la única persona que tenía era su madre. Que él apareciera era como una novedad para ella. Por eso sus ojos curiosos siguiéndolo a todas partes.

—¿Me ayudarías a levantar? —preguntó, extendiendo una de sus manos.

La peliplata la tomó enseguida, cerrando los ojos y tirando de ella con todas sus fuerzas. Obviamente no eran muchas, pero Itachi fingió que lo eran y se puso de pie por sí mismo.

—Oh, qué fuerte eres —elogió, haciéndola sonrojar—. Te lo agradezco.

—¡De nada!

Él sonrió un poco, volteando ahora a la cama provisoria que su hermana había armado para él en el suelo de su habitación la noche anterior.

—¡Quiero ayudar! —exclamó la niña apenas el muchacho comenzó a levantar las cosas.

—¿Segura? ¿No quieres ir yendo a desayunar?

Ella negó, cruzándose de brazos.

—Quiero desayunar con Itadi.

—Bien, bien —cerró los ojos, sereno—. Entonces ten —le extendió las sábanas ya dobladas—, deja esto encima del taburete y vamos a desayunar.

Minutos después ambos llegaban a la cocina donde Fumiko los esperaba con el desayuno en la mesa.

La Uchiha sonrió al ver a Itachi con Sakuma en brazos, ella le hablaba entre balbuceos y él asentía prestándole toda su atención. Cualquiera podría notar que su hija estaba encantada con el joven y que el sentimiento era recíproco por parte de él.

—Ohayo  —saludó la mujer, feliz de verlos.

—¡Ohayo! —respondió Sakuma por ambos.

Itachi caminó hasta la mesa dejando a Sakuma en su sillita de infante que ya tenía un tazón de arroz con huevo en la mesita esperándola.

—¿Quieres que me siente aquí? —le preguntó a Sakuma al verla señalar la silla a su lado con entusiasmo.

—Sí —asentía—. Itadi, ahí.

Itachi sonrió un poco y se sentó a su lado.

El que Sakuma estuviese ahí era como una bocanada de aire fresco. Le permitía respirar, y eso lo apreciaba.

—¿Te sientes mejor? —preguntó a su hermana una vez hizo que Sakuma comenzara a comer.

La alegre mirada de ella flaqueó un instante. Esperaba que Itachi no mencionara nada del día anterior, pero obviamente no podía esperarse algo así de él.

—Claro que estoy bien. ¿Por qué no lo estaría?

Él le lanzó una mirada que decía claramente que no lo engañaba.

—¿Hace cuánto te sucede eso? —preguntó, ignorando su última respuesta.

Fumiko le sirvió su sopa de miso, colocándola a un lado de su tazón de arroz.

—Come. Estás demacrado —dijo autoritaria, sentándose ahora frente a él para comenzar a desayunar.

No iba a hablar sobre eso.

Pero él no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer, y abrió la boca dispuesto a continuar cuando se oyó un fuerte ruido.

—¡Sakuma, no! No se tiran las cosas al suelo —regañó su hermana, levantando la cuchara de madera que su hija había tirado.

—¡Quiero usar palillos! —gritó de regreso—. ¡Quiero comer como Itadi!

Los hermanos la vieron cruzarse de brazos en protesta.

—Tú aún eres muy pequeña para usarlos.

—¡No, soy grande! ¡Grande y fuedte!

Fumiko rodó los ojos. De todas las cosas que podía haber heredado de ella, tuvo que heredar su actitud.

—No te daré palillos, Saku.

Y aquello sonó definitivo.

Sakuma estaba roja, no solo de enojo, sino de vergüenza. Todos comían con palillos como las personas grandes que eran, y ella con una tonta cuchara.

No quería parecer tonta. Ella era lista.

—¡Pero los quiero! —chilló. Su labio inferior comenzando a temblar—. Quiero comer como Itadi.

—He dicho que no.

A Sakuma se le aguaron los ojos.

—Ten los míos.

—¡Itachi! —exclamó la mujer.

El azabache saltó en su silla.

Sakuma ahora aplaudía.

—Tranquila, yo le enseño a usarlos —dijo, sonriendo un poco al recordar algo—. Tú nos enseñaste a Sasuke y a mí, no me molesta enseñarle a Sakuma.

Fumiko no podía mostrarse enojada, no cuando él y Sakuma se veían tan felices con la compañía del otro.

Además si accedía Itachi estaría lo bastante distraído como abandonar el asunto de su enfermedad.

—Bien —trató de reprimir su sonrisa, para luego susurrarle desde el otro lado la mesa:—. Pero te advierto que le parece sumamente divertido tirar comida a tu cara.

Itachi miró a Sakuma, esta le sonreía.

(...)

—¡Fumiko, Fumiko, ven! ¡Ven rápido!

La mujer apareció en la cocina en segundos, su mirada letal suavizándose de inmediato al ver la razón del llamado agitado de su hermano.

Sakuma, que sostenía unos palillos, se llevaba un trozo de pescado a la boca sonriendo orgullosa, con un Itachi con las manos alzadas en el aire, como si quisiera dejar totalmente evidente que él no estaba ayudando en nada.

—¡Oh, por dios! ¡Mi bebé come con palillos! —chilló Fumiko, corriendo de inmediato hacia su hija para llenarla de besos.

La sonora risa de Sakuma llenó la sala cuando los babosos besos de su madre se esparcieron por sus mejillas.

—¡Qué nena más inteligente! —celebraba Fumiko. Sakuma reía sonrojada—. A ver, dale un trocito a mamá.

La madre abrió la boca, viendo a su hija tomando torpemente unos granos de arroz con los utensilios. Se veía sumamente concentrada, y a pesar de habérsele caído la mayoría, logró darle algo de comida a su mamá.

—Umm, qué rico. Gracias, copito de nieve—le sonrió orgullosa.

Saku aplaudía.

—De nada, mami.

La azabache retuvo la urgencia de volver a apapachar fuertemente a su hija al verla tan tierna y volteó para ver a su hermano.

—Oh —Fumiko retuvo una carcajada.

Él le advirtió con la mirada.

—No digas nada.

—¿Yo? ¿Sobre qué? —tuvo que morder su lengua.

Su hermano tenía arroz en su cabello, rostro e incluso ropa, y sus manos estaban llenas de comida que seguramente tuvo que levantar del suelo.

Fumiko lo observó unos instantes, con una nostálgica sonrisa extendiéndose por su rostro.

—Buen trabajo —lo felicitó—. Significa mucho para mí.

Itachi vio sus ojos comenzar a cristalizarse nuevamente. Ella sacudió la cabeza, regresando su atención a Sakuma.

—¡Oh, pero mira como quedaste! —exclamó, tomando a su hija en brazos—. Parece que alguien tiene que darse un baño.

—¡Ay, no!

—Ay, sí —rió.

—No quiero, no quiero —se tiraba dramáticamente hacia atrás, haciendo que Fumiko tuviese que alzarla.

Itachi las veía con el fantasma de una sonrisa en su rostro.

—Pero mamá se pone triste —la azabache hizo puchero.

Saku de inmediato se enderezó, mirando a su mamá asustada y tomando el rostro de su madre con sus manitos.

—No, no. Mami, no estés tridste. Está bien, me baño.

—Aww, gracias, cari-

Fumiko calló.

La mirada de la mujer se había transformado completamente e Itachi lo notó enseguida, poniéndose de pie de inmediato.

—¿Qué sucede? —preguntó.

Ella miraba a la distancia, moviendo sus labios y murmurando números.

—Toma a mi bebé —pidió, dándole a su hija.

Itachi la tomó en brazos, yendo detrás de su hermana cuando esta caminó hacia la sala.

Peligro claramente se acercaba a ellos y parecía que no era nada bueno.

Le sorprendió el que pudieran rastrearlo tan rápido, pero teniendo en cuenta que su nombre ahora estaba en la cima del Libro Bingo podría decirse que estaban motivados.

—¿Mami?

Al oír la asustada voz de su sobrina Itachi la acercó más a él para tranquilizarla.

—Saku, linda. Mami tiene que pedirte un favor —le hablaba dulce mientras movía uno de los muebles del centro de la sala—. ¿Recuerdas las "Esconditas Importantes"?

Sakuma abrazó a Itachi.

—¿Otra vez, mami? Me dan miedo esas.

Otra vez, repitió Itachi para sí. Ellas habían tenido que hacer aquello ya varias veces, las suficientes para ponerles un nombre.

—Lo sé, cariño —dijo apenada, apartando la alfombra a un lado y revelando de esa manera una trampilla—. Pero esta vez estarás con Itachi. No tienes que tener miedo.

—¿Qué? No —interrumpió Itachi—. Lo que sea que esté pasando iré yo. Tú quédate con tu hija. Manténgase a salvo. Nadie puede saber de ti y no voy a arriesgar eso.

Fumiko abrió la puerta secreta. Una vieja escalera de madera llevaba al interior del sótano e Itachi entendió porqué Sakuma estaba asustada de ir ahí. Aquel escondite era tan oscuro como el mismo vacío.

—¿Y qué harás? —preguntó Fumiko.

—Haré que se alejen. Que me sigan.

—¿Y luego qué? —Itachi no respondió. Él iba a asesinarlos—. Además si saben que pasaste la noche en este pueblo tratarán de encontrar a quién te dio asilo. Ayudar a un desertor es traición.

—Ellos no sabrán eso.

—Tienes ropa nueva. Estás limpio. Es obvio que recibiste ayuda.

—Los mataré. Eso no va a importar.

—Porque eso siempre resuelve todo.

Itachi retrocedió inconscientemente al percibir algo de hostilidad en sus palabras. Ella se refería a la masacre.

—Oh, dios. Lo siento, cariño —se arrepintió de inmediato, acercándose a él—. No quise decir eso, Itachi. Perdóname.

—No, descuida, entiendo —el chico negó con la cabeza—. Sé que debí haber encontrado otra forma.

Sakuma vio a su mamá y a Itachi tristes. Y eso la puso triste también. Por lo que le dio a Itachi un beso en la mejilla.

Itachi levantó la mirada. Sakuma a pesar de estar asustada se preocupaba más por él que por ella misma.

—Este no es el momento para hablar de esto, Itachi. Necesito que te escondas, ahora —la mujer señaló las escaleras impaciente—. Se acercan y necesito ir. La señora Kaori podría también estar en peligro.

—¿Pero qué harás? —dijo, pasando de la mujer que había mencionado.

—Jugar con sus mentes, solo eso.

Itachi la observó unos instantes antes de finalmente ceder y avanzar hacia la trampilla.

Con Saku sujeta fuertemente a él, bajó las escaleras. Sus ojos escarlata dieron acto de presencia al la oscuridad rodearlo.

Fumiko los veía con pena.

—Volveré enseguida, ¿sí? —dijo dulce—. Sé una buena niña, Saku, ¿de acuerdo?

La mujer no tuvo tiempo de oír la respuesta de su hija. Debió cerrar la trampilla y acomodar todo de inmediato cuando percibió el escuadrón ANBU peligrosamente cerca.

Oyeron la puerta principal cerrarse.

—¿Itadi?

—¿Sí, Sakuma?

—Tengo miedo.

En ese momento Itachi se percató lo fuerte que las pequeñas manos de Sakuma se sujetaban de su ropa.

—Y está bien tenerlo —le dijo, acariciando una de sus manitos—. Pero quiero que sepas que yo jamás permitiré que te pase nada.

—¿Pero y si a mamá y a Itadi les pasa algo?

—No debes preocuparte por eso. Eso no pasará —contestó, sabiendo que mentía.

Su destino ya estaba sellado. Sasuke crecería y vendría en busca de venganza tal como él lo había planeado. Y Fumiko... no sabía qué era lo que tenía, pero si una ninja médico tan excepcional como ella no podía tratarlo eran malas noticias.

—Ok —murmuró, pero se notaba que no le creía.

—¿Cuántas veces has tenido que hacer esto?

—No sé.

—¿No sabes?

—Es que no sé contar.

Itachi rió un poco.

—¿Qué? ¿Por qué díes?

—Eres adorable.

—Lo sé.

Itachi rió un poco más. Sakuma era una niña asombrosa.

—¡Shh, no hay que hacer druido! —lo regañó Sakuma.

Itachi asintió.

—Tienes razón.

Sakuma sí que era una niña especial. Desde que la conoció el día anterior cada interacción con ella le hacía olvidar de esa sensación en su pecho que lo ahogaba al respirar.

Ella lo hacía sonreír y olvidarse por unos momentos de lo que había hecho, convirtiéndolo en un simple chico que jugaba con la hijita de su hermana.

—Pero dime, Sakuma. ¿Por qué han tenido que esconderse aquí? ¿Lo sabes?

La peliplata hizo un ruidito pensativo antes de responder.

—Nop.

(...)


—¿Esconditas importantes? ¿Qué significa eso? ¿Alguien sabe de ustedes? ¿Quién?

Fumiko suspiró. Había regresado hacía unos minutos de desorientar a los ANBU de Konoha y su hermano ya la interrogaba.

—Es un pueblo pequeño en la frontera de dos países enemigos, soldados llegan de vez en cuando en busca de provisiones y saquean nuestros hogares. Por eso la trampilla. Escondo a Sakuma.

—¿La escondes?

—No siempre puedo enfrentarlos.

Itachi entendió.

—Es por lo que tienes, ¿cierto? Lo que te hace escupir sangre.

Fumiko estaba cansada de tratar de evitar el tema.

—Sí, es por eso. ¿Contento?

La mujer vio por la ventana, vigilando a su hija que jugaba con uno de los cuervos que Itachi había invocado para entretenerla. La niña le daba trocitos de pan mientras le hablaba.

—¿Qué es lo que tienes? —preguntó su hermano, esta vez con más calma.

Fumiko no despegaba la mirada de su hija, hallando paz en ella.

—No lo sé con seguridad. Es algo pulmonar, eso es seguro, pero también afecta mi vista. Cada vez veo menos y no es por el uso del Mangekyo.

—¿Tus ninjutsus médicos no funcionan?

Ella negó con la cabeza, sonriendo al ver a Sakuma tratar de besar al cuervo en el pico. El ave parecía no entender qué hacer al respecto.

—La medicina solo me sirve para aliviar el dolor, seguir con mi vida y cuidar de Sakuma, pero es solo cuestión de tiempo a que mi cuerpo se acostumbre a la medicina y deje de funcionar. Cuando eso pase, bueno, será cuestión de tiempo.

Su hermano pasó saliva. Su garganta dolía en pura tristeza, por lo que pensó en su siguiente pregunta no seguro si quería saber la respuesta.

—¿Sabes cuánto te queda?

Fumiko apartó la mirada de su hija para verlo.

—Si sigue avanzando como lo ha estado haciendo, unos años. Cinco máximo.

El semblante de Itachi decayó cuando el suelo pareció desaparecer bajo sus pies. No también ella, no su hermana. Él no era nadie sin ella.

Fumiko se acercó al ver su estado. El chico tenía la mirada vidriosa.

—'Tachi, amor. Tranquilo.

¿Cuando es que Fumiko dejaría de sufrir? ¿Cómo es que siempre había algo que le impedía ser feliz?

—Tienes una hija, ¿qué sucederá con ella? ¿Qué sucederá con Sakuma?

—Ya tengo a alguien que cuidará de ella —acarició su mejilla, sonriéndole—. Sé que quedará en buenas manos.

—¿Pero estás segura que no hay nada que podamos hacer? ¿Lo que sea?

Ella negó con la cabeza. Lo había intentado y pensado todo, pero nada servía. La única razón por la que aquello no había pasado antes fue gracias al Byakugou que la mantuvo con suficiente vitalidad todos esos años. Claro que ahora se había agotado, y por eso empeoraba cada vez más al su cuerpo utilizar la mayoría de sus reservas de chakra para curarse constantemente.

La mano que reposaba en la mejilla de Itachi fue rodeada por la suya.

—¿Es por esto que querías que me quedara contigo? ¿Por qué no me lo dijiste antes?

—No quería forzarte —le sonrió—, no cuando todos te forzaron toda tu vida a hacer cosas que no querías. Creí que podría convencerte pero no fue así.

—Lo haré. Me quedaré contigo y con Sakuma.

—No.

—¿Qué?

La chica se cruzó de brazos.

—Dije que no voy a forzarte a que te quedes.

—No me fuerzas a nada. Lo haré porque quiero estar a tu lado.

—Itachi, ayer no pensabas lo mismo.

—Ayer no sabía lo que te pasaba. Eres mi hermana, debo ayudarte.

Fumiko lo observó atenta.

Quería que su hermano se quedara con ella, ¿pero estaba bien aprovecharse de su enfermedad para lograr eso? Itachi se había negado tanto ayer... Pero ahora parecía genuino su deseo de cuidar de ella.

Además no podía negarle a su hija el crecer junto a su tío, no cuando ya le ocultaba demasiado sobre su familia. Quería que cuando ella falleciera alguien de su familia estuviese para ella, no solo su amiga Uzumaki que seguro se la dejaría difícil. Y sabía que Itachi cuidaría bien de Sakuma, protegiéndola con su vida si fuese necesario.

Fumiko sonrió, tomando una decisión.

—Bien —aceptó, sintiendo su pecho liviano.

El poder disfrutar de esos años junto a su hija y hermanito le parecía una bendición. No obstante, algo siempre debía de suceder.

—¡Mami! ¡Mami!

Ambos voltearon de inmediato, viendo cómo la invocación de Itachi atacaba a un hombre que pretendía tomar a Sakuma.

La niña gateaba asustada, sintiendo sus rodillas doler al arrastrarse sobre las piedras del patio. El cuervo soltaba furiosos graznidos atacando el rostro del hombre, tratando de llegar a sus ojos a través su máscara ANBU.

Fumiko apareció frente a su hija en un parpadeo, alzándola en brazos mientras que Itachi fue directamente hacia el intruso.

—¡Itachi, aguarda!

Pero fue tarde y el ANBU de Konoha cayó al suelo muerto en un instante.

—¡Te dije que debíamos matarlos!

—¡Ellos solo hacen su trabajo!

—¡¿Trabajo?! ¡Iba a tomar a una niña de rehén!

Sakuma lloraba descontroladamente, abrazada a su madre. Sus rodillas ardían  y el corazón latía desembocado por el susto que le había dado aquel hombre de máscara aterradora.

La Uchiha no contestó a su hermano, desviando la atención a su hija.

—¿Estás bien, copito de nieve? —le murmuró su madre.

Sakuma negaba con la cabeza escondida en el cuello de su madre.

—Sus rodillas —señaló Itachi, su voz cargaba furia—. Se lastimó, déjame curarla.

—No. Tú encárgate de lo que hiciste. No quiero que mi hija vea eso.

La mujer le dio la espalda y entró a la cabaña manteniendo la cabecita de Sakuma oculta en su cuello para que no viera la horrorosa visión del hombre muerto en su patio, dejando a Itachi solo.

—Duele, mami.

—Lo sé cariño.

Dejó a su hija sentada sobre la mesa del comedor, regresando enseguida con un botiquín. Sakuma se cubría la cara con las manos, llorando. 

Fumiko estaba furiosa. 

No entendía cómo era que ese ANBU había podido seguirle el rastro cuando ella se había encargado de todos. Seguro era un ninja sensorial que vigilaba a la distancia  y que no pudo percibir gracias a su preocupación por Sakuma. ¿Cómo había podido ser tan estúpida?

Incluso había bajado su guardia al hablar con Itachi a pesar de que se había enfrentado a todo un escuadrón media hora antes.

Los años en los que no se había enfrentado a algo así seguro la habían oxidado.

—¿Pajadito está bien, mami? —oyó a su pequeña preguntarle entre sollozos—. Quiedo decirle gracias.

—Claro que lo está. Solo volvió a su nido para recuperarse del susto. Fueron muy valientes. Tú y él —le sonrió, sacando del botiquín las cosas que necesitaría para curarla.

Sakuma sorbió su nariz, apartando las lágrimas de sus mejillas.

—Pero yo solo salí corriendo.

—No, tú también muy fuiste valiente al pedir ayuda, mi cielo.

Sakuma sonrió un poco.

—Bien, ahora mami va a sacar las piedritas con esta pinzita, ¿sí? No duele. ¿Serás fuerte para mami?

La niña asintió con un pequeño puchero.

—Uhum.

Fumiko le sonrió, dejando un beso en su frente antes de proseguir. Sakuma no se quejó ni una sola vez, pero se notaba que le dolía un poco al su piernita apartarse de las pinzas. Otra historia fue cuando su madre debió comenzar a limpiar las heridas. Itachi regresó justo cuando Sakuma había comenzado a llorar nuevamente gracias al ardor.

—Ya, ya está. Ya terminé, amorcito —dijo con prisa, tomando en brazos a su hija y abrazándola con fuerza.

—¿Está bien?

Fumiko miró a Itachi sobre el hombro de Sakuma que aún sollozaba, recordando cómo es que había asesinado a aquel hombre a sangre fría justo enfrente de su hija.

—Sí, lo está —respondió algo seca.

—Sé que no debí haber hecho eso enfrente de Sakuma, lo lamento.

Fumiko no respondió. Estaba enojada por lo que hizo, pero sería hipócrita decirlo en voz alta cuando una parte de ella se sentía aliviada.

—¿Sabes si hay más? ¿Sabes si le dijo a alguien?

—Lo atrapé con el Tsukuyomi. No tuvo tiempo de llamar refuerzos porque temía perdernos el rastro. Creyó que si lograba tomar a Sakuma de rehén podría hacer que me entregara.

—¿Cómo es que sabía de ella?

—Me vio con ella en brazos. También vio que invoqué el cuervo para ella.

Su hermana mecía a Sakuma, acariciando su corto cabello plateado y sintiendo como poco a poco la respiración de su hija se iba apaciguando. Su pequeña se dormía.

—Si no se me hubiese escapado esto no hubiese pasado y tú no tendrías que haber hecho lo que hiciste.

Itachi negó.

—No, yo soy el que los trajo aquí.

Fumiko suspiró, viéndolo con cansancio.

—Ve a darte una ducha. Dejaré a Sakuma en su habitación.

Itachi avanzó un paso dispuesto a decir algo, pero su hermana ya le había dado la espalda y se dirigía al cuarto de su hija. Él suspiró, esperando unos minutos allí de pie antes de seguirla.

—Onee-san —llamó desde el umbral.

Fumiko cerró los ojos, de inmediato sabiendo que lo que sea que Itachi diría no le gustaría para nada. Él la llamaba de esa manera en pocas ocasiones: cuando estaba vulnerable, o cuando temía herirla con sus palabras.

Besó a su pequeña en la frente prometiéndole que regresaría y caminó hacia su hermano que la esperaba en el pasillo.

—No puedo quedarme —dijo apenas su hermana se detuvo frente a él.

Sintiendo su pecho doler, la vio apretar los labios claramente reprimiendo las lágrimas que pedían salir.

—No importa cuánto quiera hacerlo, no puedo ponerlas en peligro. Ellos a ti no te buscan, estarás a salvo. ¿Pero a mí? Ahora mismo toda Konoha va detrás de mí, incluso caza-recompensas de las demás naciones.

—Entiendo —asintió, tratando de mostrarse fuerte—. ¿Te irás ahora?

Itachi afirmó con la cabeza.

Ella miraba el suelo, abrazándose en busca de consuelo.

Ahora que más que nunca lo necesitaba las circunstancias no la dejaban tenerlo con ella ahí. Moría y necesitaba que él le dijera que todo estaría bien, necesitaba que él estuviese ahí con ella cuando pasara porque sabía que iba a estar aterrada.

No tenía a sus padres, no tenía a Kakashi, no tenía a sus amigos, no tenía a Tsunade-sensei. No tenía a nadie. Y justo cuando creía que esa soledad iba a acabar e iba a tener a alguien ahí para ella en el momento más horroroso de su vida, se lo arrebataban.

Su cuerpo comenzó a temblar al poco a poco sollozos brotar de ella en contra de su voluntad.

Itachi se acercó para abrazarla.

—Lo siento tanto.

Fumiko negó con la cabeza, rodeándolo fuerte.

—Solo prométeme que cuidarás de mi bebé. Prométeme que no dejarás que nada malo le pase y que no le mentirás jamás.

El azabache besó la cabeza de su hermana.

—Lo prometo —murmuró—. Vendré todas las veces que pueda a ver cómo están, sí?

Ella asistió contra su pecho.

—Me despediré de Sakuma.

Fumiko lo dejó ir, viéndolo entrar al cuarto de Sakuma. 

Los llantos de Sakuma no tardaron en oírse. Ella le pedía que no se fuera, que se portaría bien. 

Fumiko tuvo que entrar y tomar a su hija en brazos para calmarla. Varios minutos después ambas vieron a Itachi marcharse. 

Meses pasaron. Meses que se convirtieron en años, y el joven Uchiha las había visitado algunas veces tal como lo había prometido, mas solo viéndolas a la distancia considerando que tal vez aquello sería lo mejor. No quería que su sobrina creciera estando relacionada con él y causarle problemas en un futuro.

Sin embargo aquellas visitas no habían sido tan seguidas como le hubiese gustado, y luego de ver cómo la enfermedad de su hermana aumentaba significativamente en cada una de ellas, un día Itachi estuvo de pie enfrente de su lápida.

"Mamá". Eso era lo único que tenía escrito.

La letra era de Sakuma. Lo sabía porque era la misma letra con la que "Pajarito" había sido escrito en la casita de pájaros que ella había construido para aquel cuervo que aparecía de vez en cuando. 

Sakuma había tenido que tallar la lápida de su madre a los seis años y solo había puesto "mamá". 

El corazón de Itachi se retorció en su pecho.

Todo ese tiempo habían sido ellas contra el mundo. Solo ellas. Y cuando su madre falleció la pequeña Sakuma consideró que solo ella la lloraría, después de todo... no había nadie más allí. Jamás lo había habido.

Lágrimas corrieron por las mejillas del chico que se arrodilló frente a su hermana implorándole su perdón cuando el arrepentimiento lo dominó por completo.

Las había abandonado. Las había abandonado cuando más lo necesitaban, a su hermana, la mujer que había sacrificado todo por él, y a Sakuma, la niña que lo había amado desde el momento en que lo vio. ¿Por qué? Por el bien de ellas, se había dicho a sí mismo todos esos años.

Pero ahora que estaba allí, llorando frente a la lápida de su hermana, Itachi se dio cuenta de que no era más que una estúpida mentira que había inventado para apaciguar su mente.

No se había alejado para protegerlas. Se había alejado porque no creía que mereciera ser feliz. Él, el asesino del Clan Uchiha. Él, el hermano mayor que había destruido la vida de Sasuke. Él, no merecía ser feliz, y sabía que eso es lo que sin duda hubiese sido con una vida al lado de ellas.

Y gracias a ese pensamiento egoísta su hermana había fallecido sin tenerlo a su lado asegurándole que todo estaría bien. Que él estaría para Sakuma, que no tendría que tener miedo de dejarlos, que solo cosas buenas le esperarían del otro lado.

Gracias a ese pensamiento egoísta la única palabra en la lápida de su hermana era "mamá" al Sakuma sentirse tan inmensamente sola en el mundo como para considerar que ellas no le importaban a nadie más que a ellas mismas.

Fue en ese momento de pura angustia que el pecho de Itachi dolió, pero de una manera diferente a la desolación que sentía.

De su garganta brotó una incontrolable tos que lo desgarró por dentro, haciéndolo llevarse una mano a la boca, mientras que la otra presionaba su pecho en agonía.

Un sabor metálico bañó su lengua e Itachi lo supo de inmediato.

Sangre.

[ N/A: Help, no paro de llorar. Re triste quedó el capítulo, no jodas. Yo que quería hacerlo todo happy

Sé que les prometí fluff, pero creo que a esta altura ustedes aprendieron a no creer en mis promesas. Me pareció demasiado fan service así que escribí un capítulo real para que no fuese irrelevante ya que este capitulo es tan importante como los demás y quería que sintieran eso.

Este es oficialmente el capítulo más largo de todo el fanfic con más de 7000 palabras, así que más le vale tener bastante que decirme respecto a él.

¡¿Qué les pareció?!

Díganme todo. Respecto a Fumiko, su relación con Itachi, sus pensamientos referente a la masacre Uchiha. Incluso de Itachi, sobre cómo afrontó la muerte de su hermana y su decisión de haber abandonado a las mujeres más importantes de su vida, idk. Díganme.

No sé si se dieron cuenta pero estoy súper ansiosa.

Y bueno, también tuvimos otro vistazo sobre lo que era la vida de Sakuma antes de Konoha e incluso antes de su sensei. Era una niña ruidosa y algo caprichosa... o sea que no cambió mucho. Pero sobre todo eso vimos cómo afrontó la muerte de su madre. Y creo que es seguro decir que es bastante triste.

¡Pero bueno, espero que les haya gustado! ¡Nos leemos pronto! ¡Los amo! Jenn, fuera 👋 ]

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