XL. Ataque a Konoha
[ N/A: Como he dicho anteriormente, los eventos del anime ocurrirán más rápido en el fanfic para poder reducir el número de capítulos. Quiero que tengan eso en mente en la lectura ya que los eventos han sido cronológicamente modificados. Esto también es porque me sirve para propósitos de la trama. Espero entiendan. Cualquier molestia, háganmelo saber ♡ ]
CAPÍTULO XL:
ATAQUE A KONOHA
Dos días habían pasado desde que las muertes de Itachi y Jiraiya eran algo con lo que Sakuma tendría que lidiar por el resto de su vida y, aunque podría estar llevándolo mejor, tampoco lo hacía tan mal.
Kakashi ayudaba mucho. También Naruto. Y es que ellos dos, además de ser con los únicos que había hablado en esos días en los que había estado encerrada en su casa, también eran de las pocas personas que no se sentían aliviados o felices con la muerte de Uchiha Itachi, el traidor de la aldea, miembro de Akatsuki. Y eso hacía sentir a Sakuma cuerda, y cómoda de sentirse como lo hacía ante su pérdida.
—Cuando termines ahí, está tu ropa limpia en mi habitación para que guardes en tu armario —Kakashi se detuvo a su lado. Sakuma, que frotaba con un trapo el suelo de madera, dejándolo brillante, levantó la vista para verlo—. Y no vayas a tomar más de mis camisetas. Sé que te gustan pero si sigues así me quedaré sin ropa.
Su hija resopló, volviendo a enfocar su atención en lustrar el suelo.
—Haaaai —murmuró, rodando los ojos, mas con una sonrisa traviesa en los labios.
Su padre cerró los ojos feliz antes de dirigirse a la cocina para lavar los trastos sucios.
Era día de limpieza en la morada Hatake, y ambos peliplata habían comenzado desde temprano en la mañana. Cosa rara en ellos.
A Sakuma no le importaba. Con el Equipo Gai en una misión, Naruto fuera de la aldea entrenado y Sakura ocupada con Shikamaru en la interpretación del código que aquel sapo viejo había traído tatuado en su espalda desde la Aldea de la Lluvia, no tenía nada más con lo que distraerse. Por lo que la limpieza no era mala idea.
—Ah, Kakashi —llamó minutos después, ganándose su atención—. ¿Cómo es que dijiste ayer, cuando ayudabas a resolver el código? —sonrió pícara.
El rostro de su padre se tornó rojo, como cada vez que su hija sacaba a la luz el asunto.
—Sakuma, ya basta —suplicó, con la mirada fija en el plato que secaba.
—Es que no recuerdo muy bien lo que dijiste —continuó peleándolo—. ¿Cómo era? ¿"T-te... t-e a-a-mo"?
Kakashi tuvo que atrapar el vaso que se le resbaló de las manos al oír a su hija imitarlo.
Sakuma se echó a reír fuertemente, recordando la situación tan cómica.
La habían citado el día anterior al Escuadrón de Criptonalisis de Konoha con esperanzas de que pudiera ayudar en algo a descifrar el mensaje que el Sannin había dejado en su última pelea con uno de los miembros de Akatsuki. Ella había sido una de las últimas personas con las que Jiraiya había tenido contacto antes de irse, así que cabía la posibilidad de que supiera algo, le había dicho Sakura sin saber qué otra cosa hacer para poder resolver el enigma lo más rápido posible.
No había servido de nada el intento mas que para deprimirla al tener que contar con detalle la agradable tarde que había compartido con aquel señor que ella apreciaba. Pero la aparición de su padre sí había podido ponerla de mejor humor cuando ante una idea de cómo podrían resolver el código le hicieron leer su libro Icha Icha.
—Ya verás... —murmuró Kakashi.
La menor de inmediato se enderezó al verlo darse la vuelta. Ambos se miraron en silencio unos segundos.
Kakashi dió un paso.
Sakuma soltó un pequeño chillido cuando se levantó de un salto del suelo al su padre salir corriendo en su dirección.
La peliplata se dirigió a su cuarto tan rápido como sus pies le permitían con Kakashi pisándole los talones. Pero lo que no tuvieron en cuenta ninguno de los dos era que ella acababa de encerar el piso.
Sakuma no resbaló, logró estabilizarse gracias a sus manos, pero Kakashi sí, y eso la hizo estallar aún más en risas cuando lo vio resbalarse y caer de costado en un ruido sordo.
—Bien, bien. Tú ganas. Me rindo... —aceptó Kakashi desde su lugar en el suelo, viendo a su hija sentada en el pasillo sujetándose el estómago. La tintineante risa de su hija le hizo sonreír.
El oírla riéndose luego de esos días en los que había estado tan decaída le transmitía un sentimiento de alivio. Sentimiento que duró todo un minuto, que fue el tiempo que demoró ella en calmarse, y la vio ponerse de pie. Se acercó a él, extendiendo las manos con una sonrisa y las aceptó, poniéndose de pie con su ayuda.
—Disfrutas viéndome sufrir —recriminó.
—Solo un poco —reconoció con una sonrisa divertida.
Kakashi río y sacudió su cabello con cariño. La actitud de su hija traía un deje nostálgico.
—Cada día te pareces más a tu madre.
Vio un brillo curioso aparecer de inmediato en sus ojos negros.
—¿Ah, sí?
Ante su asentimiento, Sakuma lo alentó a continuar.
Kakashi pocas veces hablaba de Fumiko. No porque no la quisiera, todo lo contrario. La amaba tanto que tan solo pronunciar su nombre le dolía, y por este mismo motivo era que su hija no sabía prácticamente nada de su historia. De cómo se conocieron, cómo era su relación o insluso anécdotas. Nada de eso Sakuma conocía. Y aún así ella no lo culpaba. Cada quien ejercía el duelo de distinta manera.
—Bueno, solo digamos que tu madre amaba fastidarme —comenzó—. Yo a sus ojos era un irritante sabelotodo que lo único que hacía era dar órdenes, y bueno, si había algo que a Uchiha Fumiko no le gustaba era que le dijeran qué podía o no hacer —explicó—. ¿Te recuerda a alguien?
Sakuma se ruborizó al darse cuenta que se refería a ella.
—No puedo imaginarte así como te describes —habló extrañada.
—Oh, pero créeme que era así —suspiró asintiendo—. Pero aprendí a relajarme, y al tiempo era yo quién fastidiaba a tu madre.
—Apuesto que eso no le gustó para nada.
—Al contrario, le encantaba —rió.
Sakuma sonrió, dispuesta a contestar con algo ingenioso, cuando de pronto el suelo tembló.
—¿Qué mier-
—Abajo —la cortó su padre.
El primer reflejo de Kakashi fue hacer que Sakuma se agachara junto con él para cubrirla de cualquier escombro que pudiera caer sobre su cabeza, con ella estando lo bastante distraída con el disturbio como para hacerlo por su cuenta.
Ya están aquí, pensó el Jōnin, sorprendido de que fuese tan pronto.
—¿Estamos bajo ataque? ¿Es Akatsuki? —oyó a su hija preguntar.
—Temo que sí, aunque no puedo decirlo con seguridad aún —respondió el hombre.
Ambos Hatake se pusieron de pie nuevamente cuando consideraron que por el momento no corrían peligro
—Trae tu bolsa shinobi —pidió su padre. Sakuma asintió, no dudando un segundo en ir en busca de su equipamiento y regresando en segundos—. Vamos.
En la calle gente corría y gritaba, algunos heridos, otros no. Niños y ancianos eran socorridos por los adultos y algún que otro shinobi. Las explosiones no habían cesado y el aroma a tierra estaba en el aire por las casas y edificios derrumbados.
La advertencia de Itachi finalmente se estaba cumpliendo.
—Iré a brindar apoyo. Trataré de detener el avance del enemigo y veré si también puedo reunir información —explicó su padre. Su mirada era ahora una decidida, la de un verdadero líder dándole órdenes a su compañero—. Necesito que tú ayudes a cualquier persona que pueda estar bajo los escombros.
Ella asintió.
—Me llevaré a los ninken.
—Buena idea —aprobó, viendo a la distancia unos instantes antes de regresar la atención a ella—. Ten mucho cuidado. Recuerda que estas personas derrotaron a Jiraiya-sensei. No tengas enfrentamientos innecesarios, y si ocurren huye o pide apoyo, ¿oíste?
—Sí, entiendo. Trataré de reunirme con Sakura si la encuentro —lo tranquilizó—. Tú también ten cuidado.
Kakashi le sonrió sereno.
—Siempre.
Y con eso, su padre estuvo fuera de su vista en instantes.
Sakuma no perdió un segundo más antes para invocar a los ninken.
—Niña, ¿qué rayos sucede aquí? —gruñó Pakkun desde su lugar sobre la cabeza del gigantesco bulldog Buru, que felizmente era acariciado por la peliplata.
—Konoha está bajo ataque —respondió—. Necesito que todos ustedes guíen a los civiles al refugio. Excepto tú Pakkun. Tú me ayudarás a encontrar heridos bajo los escombros.
—Ya escucharon a la niña. Muévanse —dijo el can a los demás, que de inmediato se dispersaron para cumplir las órdenes de la peliplata.
Las explosiones y los gritos no habían cesado en ningún momento mientras ayudaba a los aldeanos a huir del desastre. Su corazón desembocado resonaba en sus oídos al avanzar por la aldea, con miedo de que alguna de esas explosiones pudiera caer sobre ella.
—¡Corran, corran, corran! —ordenó la Hatake, con sus brazos sosteniendo una gran pila de escombros para dejar lugar para escapar a las personas atrapadas debajo de ellos.
Konoha era un desastre. Aldeanos huían en todas direcciones sin saber a dónde ir causando estampidas que lograban lastimar gravemente a otros civiles, niños lloraban, perdidos entre la multitud de personas al sus pequeñas manos haberse resbalado de las de sus padres en la carrera, y las visiones de cuerpos inmóviles entre las ruinas eran dolorosas. Sin embargo, lo peor de todo eran las personas atrapadas bajo los cimientos de los edificios a los que Sakuma ayudaba. Y es que no todos estaban ilesos.
Los ojos de la parte Uchiha se empañaban ante la visión de miembros mutilados al apartar los escombros. Los aullidos desgarradores y gemidos sollozantes de los heridos la hacían querer gritarles para que se detuvieran al no ser capaz de soportarlo. ¿Pero quién era ella para hacer aquello cuando no era su cuerpo el aplastado por los edificios?
Lo único que podía hacer era el ayudarlos a mantenerse tranquilos hasta que la ayuda llegara. Y lo hizo. La invocación de la Hokage, dividida en cientos de otras babosas, pronto arribó a los lugares donde más la necesitaban, agradeciendo en cada oportunidad a la peliplata por ayudar a los atrapados y tomando su lugar en cuidar de ellos para que ella pudiese seguir adelante.
Esto ayudó a apaciguar su corazón, sabiendo que estarían bajo el mejor cuidado.
Inaudito era para Sakuma cómo una mañana pacífica podía convertirse en una pesadilla en solo un instante. Que la paz y tranquilidad fueran tan frágiles y a la vez tan difíciles de conseguir le parecía totalmente injusto. Dos días le había tomado sentirse mejor, dos días, y solo un segundo el sentir todo ese miedo dentro de sí.
Y solo estaba por empeorar.
—¡Chõji, cuidado! —gritó.
El Akimichi vio a Sakuma atravesarse en su camino justo a tiempo para derribar al gigantesco ciempiés que pudo haberlo matado, de una sola patada. La criatura había salido de la nada, pero seguramente hubiese sido capaz de verla si su mente no estuviese tan nublada.
—¿Te encuentras bien? —las manos de Sakuma lo ayudaron a levantarse. Chõji ni siquiera se había dado cuenta que había caído al suelo.
Abrió la boca dispuesto a responderle, pero cuando sus ojos se encontraron con los de ella las palabras no pudieron salir. No podía verla a la cara sin que un doloroso nudo se formara en su garganta.
—¿Qué sucede? —lo inspeccionó, deteniendo su mirada en varias de sus heridas—. Estás herido. Puedo llevarte cerca del hospital pero tengo que seguir ayudando a-
—Lo lamento, Sakuma —musitó.
Lo miró confundida.
—No fue nada. No te disculpes.
—No, no. No es eso —sacudió la cabeza—. Es Kakashi-sensei.
Su mirada filosa de inmediato le prestó toda su atención.
—¿Qué pasa con él?
—Se encontró con un Akatsuki. Mi padre y yo fuimos a darle apoyo con otros Akimichi. Él descubrió muchas de sus debilidades, pero era muy poderoso. Me salvó la vida pero... pero él —se le escapó un sollozo—. También mi papá... ambos...
—¿Dónde está él? —lo cortó, apretando los labios.
—No es seguro...
—¡Dime dónde está!
—Un kilómetro al sur, pero Sakuma-
No necesitó más que eso y con el corazón a punto de salirle del pecho, corrió.
Pakkun apenas podía mantenerle el ritmo.
—¡Sakuma, no creo que sea buena idea ir por él! —le advirtió entre jadeos.
—Entonces quédate —aceleró el paso.
Pakkun desistió.
El olor a hierro prominente de los cuerpos tirados en el camino se impregnaba en la nariz de la adolescente. El suelo temblaba bajo sus pies con explosiones cercanas y los edificios derrumbados le dificultaban la pasada. Pero lo único que hizo que sus piernas dejaran de moverse fue la aterradora visión del cuerpo inmóvil de su padre enterrado entre los escombros de lo que había sido el campo de batalla.
—No...
Sus pasos temblorosos casi hicieron que cayera de rodillas de no ser porque sus manos estaban allí para detener su caída.
—¡Kakashi! —gritó.
La inestabilidad del terreno hizo que el correr hacia él fuese todo un desafío, pero las caídas no impidieron que en instantes estuviese frente a los ojos de su padre.
Una sonrisa de alivio apareció en ella cuando el ojo oscuro de su padre le devolvió la mirada al ella apartar con cuidado el cabello de su rostro. Sus manos manchadas con la sangre de su padre le acariciaron las mejillas.
—S-Sakuma...
—Shh, shh. No hables. Aguanta. Te sacaré de ahí, ¿sí? —lo calló serena, pero sus manos temblorosas delataban el pánico que sentía.
Con todo el cuidado que pudo pero sin perder tiempo, uno a uno comenzó a apartar los trozos de cemento que aplastaban el cuerpo destrozado de su padre. Sakuma retuvo con fuerza los sollozos que querían salir con tanta urgencia que hasta le dolía.
—Sa...kuma, detente —musitó.
Ella maldecía por lo bajo. Parecía que aquellos escombros eran interminables.
—Ya casi, ya casi.
—Déjalo —pidió. Ella no hizo caso—. Por favor pequeña. Solo haces que duela.
Las manos de su hija se detuvieron.
—Debo sacarte. Papá, déjame sacarte. Solo será un segundo —suplicó.
Kakashi trató de sonreír. Sus labios solo se movieron un ápice.
—Es... Es l-la primera vez que me llamas así —susurró feliz.
Sakuma había comenzado a sollozar, oyó él, que de inmediato trató de verla con esa mirada que siempre había logrado tranquilizarla. Pero cuando lo hizo... no fue capaz de enfocar su rostro.
—Te quiero tanto —encontró las fuerzas para decir, alertando a Sakuma cuando un gorgoteo lo hizo ahogarse.
Kakashi saboreó su propia sangre cuando tosió, sangre que su hija se molestó en limpiar de su barbilla con manos torpes.
—Debes resistir, ¿sí? Ya llega la ayuda. Papá, no te atrevas a quedarte dormido.
Kakashi siempre se había preguntado si cuando llegara el día en que tuviera que partir sentiría algún remordimiento, si algún asunto pendiente haría que quisiera quedarse desesperadamente, y la respuesta siempre había sido no.
Lo cierto era que, para una persona que había perdido tanto, morir siempre significó para él el reencontrarse finalmente con todas esas personas que amó y perdió: su padre, sus amigos, su sensei, el amor de su vida. La muerte era un brillante camino que lo esperaba del otro lado de este aterrador mundo shinobi que tanto le había arrebatado.
Sin embargo, ahora que las manos de su hija acunaban su rostro. Ahora que sus gritos distantes trataban de mantenerlo despierto llamándolo con desesperación a pesar de que él ya se sumergía en su profundo sueño, la muerte era solo un amargo fin al futuro que tenía planeado para ambos. Y le dolió. Le dolió terriblemente. No quería dejarla. No a su hija.
Por lo que luchó.
Trató de seguir respirando, solo logrando que todo su interior doliera al los escombros aplastarlo más y más con cada inhalación. No podía. Oh, dios, no podía hacerlo.
—Sakuma... —susurró.
Las manos de Sakuma acariciaron su cabello, asintiendo con urgencia.
—Aquí estoy, papá —respondió con voz temblorosa. Él sonrió.
Entonces ya no pudo ver, luego oír, pero no se asustó porque en segundos alivio se abrió paso en su ser al su consciencia poco a poco ir desapareciendo. Y finalmente, su último latido trajo consigo la paz.
—No, papá... Por favor, tú también no —lloró asustada cuando el rostro de su padre sucumbió ante el peso y cayó sobre su hombro.
Él ya no respiraba.
Lágrimas recorrían sus mejillas, mojándolas una y otra vez. Ella lloró, sintiendo la angustia rasparle detrás la lengua. La sensación era horrible y su pecho dolía tanto.
Desolada lo abrazó en busca de que el dolor desapareciera. Pero no lo hizo. Solo creció y creció, matándola por dentro. Y el duelo la consumió. La consumió a tal punto que incluso cuando una cegadora luz alumbró toda la aldea desde lo más alto del cielo, a ella no le importó y solo cerró los ojos con fuerza.
Permaneció firme al lado de su padre, no separándose ni siquiera cuando sus huesos temblaron por el estruendo de la aldea siendo barrida por la poderosa técnica del Akatsuki.
—¡Joven Sakuma! —oyó una voz sobre el estruendo.
Katsuyu había llegado justo a tiempo para envolverla con su cuerpo.
Fue así cómo la marea los arrastró y Sakuma perdió la consciencia.
(...)
—¡Sakuma! ¡Sakuma, despierta!
La peliplata frunció el ceño. La voz de su amiga era como un martillo contra su cráneo.
—¿Está bien? —otra voz preguntó.
—Logré llegar a tiempo para protegerla... Pero me temo que era demasiado tarde para Hatake Kakashi.
Y con esas palabras, Sakuma se obligó a sí misma a regresar a consciencia.
—¿Dónde está? —jadeó, mirando en todas direcciones ignorando el mareo. A su alrededor todo eran ruinas, y en frente de ella se extendía un área terrosa carente de vida y edificaciones. No le tomó importancia a nada de eso—. ¡¿Dónde está mi padre?!
Las manos de Sakuma la detuvieron por los hombros cuando esta quiso levantarse. Un Hyuga, de pie detrás de la pelirosa, veía a la Hatake con pesar.
—Sakuma, tienes una contusión...
—¡¿Dónde está?!
Sus ojos se encontraron con los verde jade de su amiga, y cuando estos dejaron salir lágrimas, Sakuma supo entonces que no había sido una pesadilla.
—L-lo siento tanto, Saku —apretó los labios, conteniendo un sollozo.
La mirada de ella se perdió en el vacío. Su padre... Su padre estaba muerto.
—No pude hacer nada, joven Sakuma. Lo siento —se lamentó Katsuyu.
Sakuma pasó saliva, y esta recorrió dolorosamente su interior.
¿Qué haría ahora? ¿Qué haría ahora sin él?
Se sintió mareada. No sabía siquiera dónde estaba y el miedo a la soledad no le ayudaba a mantener la calma mientras trataba de caer en cuenta de que su padre ya no estaría con ella otro día.
Ya no volvería a ver sus ojos hacerse pequeños cuando sonreía, ya no escucharía su voz cariñosa diciéndole que el desayuno estaba listo, y tampoco lo oiría reírse de algún comentario sarcástico que ella soltara. Esas cosas simplemente no volverían a ocurrir. Y eso... la enfureció.
Algo que jamás había sentido comenzó a nacer dentro de ella. Algo hirviente en odio causado por el amor que había perdido, el amor de su padre. Aquello no era justo.
¿Quién tenía el derecho de arrebatarle de esa manera a la persona que ella más amaba? ¡¿Quién?! Cuando por fin había encontrado a la persona que estaría por siempre con ella, apoyándola a pesar de los errores que cometiera en el camino.
Todos esos sentimientos, la tristeza, la agonía, el pesar, el odio... crecieron dentro de ella más y más hasta salir hacia afuera como un grito que le desgarró la garganta.
—¡Saku...! —su amiga, exaltada al oír tal agonía salir de ella, extendió la mano dispuesta a tocarla.
El Hyuga que observaba la escena avanzó enseguida tomándola del hombro.
—No, Sakura, retroceda.
—Pero-
—¡Que retroceda!
Una explosión de chakra agrietó el suelo cuando la Hatake se puso de pie.
Sakura la observó asustada desde los brazos del hombre que a tiempo la había apartado de ella. Una sensación de asfixia se apoderó de su pecho, similar a la que había padecido cuando Naruto se había convertido en el puente, y entendió que aquello era el chakra de Sakuma.
La chica emanaba poder, tanto que ante cada paso el suelo cedía bajo sus pies. Sakura la vio cerrar los ojos. Lágrimas de sangre brotaron de ellos. Y cuando volvió a abrirlos... sus ojos escarlata cambiaron de forma.
Todo ese poder fluyó dentro de ella como hirvientes hormigas, mezclándose con todo aquel océano de furia que se levantaba en su interior haciéndola sentir invencible, y sus manos cosquillearon en deseo de acabar con la persona que le arrebató a Kakashi.
La Hatake giró hacia el vacío frente a ella, y si antes había alguna duda dentro de ella respecto a enfrentar a la persona que asesinó a su padre, esta desapareció totalmente cuando sus ojos le mostraron la escena que se llevaba a cabo en la que alguna vez había sido Konoha.
Naruto estaba en el suelo, inmovilizado por barras de metal que enterradas a su cuerpo y manos lo aferraban a tierra, y frente a él un Akatsuki avanzaba en su dirección.
Aquella fue la gota que derramó el vaso.
—¡Sakuma, no! —gritó la Haruno.
La tierra se hundió bajo sus pies cuando sus rodillas se flexionaron en el impulso que la dejó de un salto entre aquel tétrico hombre y su amigo.
Lo observó, y aunque la furia era tanta como para no hacerla retroceder, su corazón tembló con miedo ante la visión de esos gélidos ojos violetas que le devolvían la mirada.
—Sakuma —susurró el Uzumaki, con sus ojos ampliándose en reconocimiento.
La peliplata limpió con su puño los restos de sangre de su rostro que había traído consigo el despertar de sus ojos.
—No dejaré que también te lo lleves a él —dijo furiosa al desconocido.
—Una Uchiha —reconoció, viendo aquel círculo de chakra rodearla—. ¿Acaso eres el apoyo?
—¡¿Qué crees que haces, Sakuma?! ¡Vete de aquí! —gritó desesperado—. ¡No te arriesgues así! ¡No eres rival para él!
—¿Crees que eso me importa?
El Uzumaki jadeó cuando ella lo miró sobre el hombro. Sus ojos...
—Él asesinó a mi padre y ahora también planea hacer lo mismo contigo —miró al frente. El del Rinnegan oía cada una de sus palabras—. No me importa si es más poderoso que yo mientras pueda hacer algo para detenerlo, aunque eso implique morir intentándolo.
El corazón de Uzumaki dolió. Kakashi-sensei...
—Nobles palabras —reconoció Pain—, aunque no tiene que ser así.
Sakuma apretó los puños. El solo oír su voz le hacía querer gritar.
—Puedo ver en tus ojos que entiendes lo que es el verdadero dolor —habló, admirando su Mangekyo Sharingan —. Podría permitirte vivir si solo dejas que me lleve al jinchuriki.
La manera en la que se dirigió a Naruto hizo a su cuerpo temblar en rabia pura, dotándola de la valentía que le faltaba para decidir enfrentarlo. Había tomado su decisión.
—Su nombre es Uzumaki Naruto, imbécil —espetó con coraje—. Y él será el futuro Hokage.
Dicho eso, las manos de Sakuma arrancaron en un pestañeo dos de aquellas barras del cuerpo de su amigo, y el enfrentamiento comenzó.
Pain reaccionó rápidamente y antes de que pudiera intentar hacer lo mismo por tercera vez Sakuma fue expulsada lejos del chico, cayendo de pie a unos metros.
—¿Qué demonios...? —jadeó. Ese ataque se había sentido como si la hubiesen golpeado con una pared.
¿Aquel tipo podía alejarla así como así? ¿Solo haciendo un movimiento de mano?
Vio al hombre tomar lugar frente a su amigo, bloqueando su camino para evitar que lo ayudara una segunda vez.
Sakuma levantó la rodilla del suelo, poniéndose de pie. Aquello iba a ser complicado.
Su respiración era temblorosa. Este desafío no podía compararse a ningún otro que hubiera tenido antes y eso le aterraba.
Ese hombre era ridículamente poderoso, y Sakuma era consciente que no tenía ninguna oportunidad contra él. Y la situación solo empeoraba al ella no conocer sus habilidades. Por lo tanto la sola idea de salir victoriosa le parecía una realidad tan lejana que le era prácticamente imposible.
Sin embargo ella no estaba ahí para ganarle por más de que con todas sus fuerzas quisiera hacerlo, sino que estaba ahí para liberar a Naruto. Él no solo era su única posibilidad de supervivencia, sino que también era lo suficientemente fuerte para detener al Akatsuki y de esa manera vengar a su padre.
—Por favor, Sakuma. Retírate —suplicó Naruto—. Solo déjame aquí. Huye.
Sus ojos escarlatas chocaron con los de él azul cielo. Ella forzó una pequeña sonrisa.
Respiró hondo y el cantar de decenas de pájaros se oyó en el campo de batalla.
Poderosos rayos ahora rodeaban el brazo de Sakuma donde el Chidori brillaba en todo su esplendor, y sin esperar más corrió hacia él.
Naruto veía la pelea, impotente. Trataba de moverse, de salir de allí para ayudar a su amiga que luchaba por él, pero todos sus esfuerzos eran inútiles. Ella moriría y él sería el principal testigo de eso. Cuando en un instante de suerte, entre bloqueos y golpes, el chidori penetró el cuerpo del repentinamente debilitado Pain.
Sakuma abrió los ojos sorprendida, ignorante del hecho de que a kilómetros de allí el verdadero usuario del Rinnegan tosía enfermo —perdiendo momentáneamente el control de su marioneta— y aprovechando la distracción enseguida volteó hacia su amigo.
Pero sus dedos solo rozaron la barra metálica que dejaba fijas a la tierra las manos del Uzumaki cuando su cuerpo nuevamente fue lanzado lejos. Naruto gritó su nombre, pero cuando el suelo se agrietó debajo de ella al aterrizar, Sakuma estaba de pie.
De la manga de Pain se deslizó otra de aquellas armas.
—Has tenido tu oportunidad de huir —dijo Pain, ya hartándose de su intromisión—. Cualquier consideración que pudiera tener respecto a tu dolor desapareció al momento en que decidiste interponerte en mi camino. Así que... muere.
Los pies de ella trataron de aferrarse al suelo en vano.
Su corazón golpeó su pecho con fuerza al ser atraída al hombre que alzaba aquella mortal herramienta en espera de atravesar su pecho con ella.
Apretó los dientes con impotencia, desesperadamente tratando de detener su curso.
—¡Sakuma, no!
Súbitamente algo hizo click dentro de ella. Conocimiento iluminó su mente, y Sakuma supo que hacer.
Energía fluyó por su cuerpo y sus ojos, letales, brillaron poderosos ante el Akatsuki cuando delante de ella se abrió un espacio, un lugar salido de la misma nada que como un espejo le dejó ver con claridad la espalda del hombre que quería asesinarla.
Sakuma se sumergió en aquella brecha con repentina confianza aliviando su pánico, y Naruto vio cómo reapareció detrás de Pain.
El cuerpo del hombre agrietó el suelo al la patada de chakra de la chica aplastarlo contra el suelo.
De inmediato saltó lejos de él, sus pies levantaron tierra al deslizarse por el piso, y sin perder el tiempo sus manos se movieron en sellos de manos que provocaron la gran llamarada de fuego que salió de sus labios y bañó al hombre por completo.
—Tú no puedes vencerme —Pain avanzó por entre las llamas, protegido con una barrera invisible que lo aislaba del calor abrasador.
—Eso no quiere decir que no pueda patear tu trasero mientras lo intento —respondió con rabia.
—Eres su hija, ¿cierto? La hija de Hatake Kakashi —ella lo vió con rabia, confirmando sus sospechas—. ¿Es por eso que haces esto? ¿Por venganza por lo que le hice a tu padre? —deshizo su técnica cuando el fuego se extinguió.
—¡Cállate! —bramó, no soportando oír su nombre en la boca de su asesino.
—Fue un grandioso oponente —dijo, sin emoción—. Aunque no lo suficiente como para ganarme.
—¡Dije que cerraras la boca!
Una descarga de poder nuevamente la invadió, solo que esta vez en vez de que alguna brecha se abriera, vio a Pain arrodillarse.
Quería que sufriera, oh, quería que sufriera tanto. Quería oírlo gritar en agonía, suplicando que se detuviera. Se lo merecía. Cada ápice de sufrimiento, se lo merecía.
Sus pensamientos oscuros la acompañaron mientras avanzaba hacia su oponente con un kunai en la mano al verlo allí, paralizado. Se veía tan vulnerable.
—¡Sakuma, vamos, saca estas cosas! —oyó al Uzumaki decirle cuando notó que Pain había quedado fuera de combate.
Esa no fue siquiera una opción para la Hatake que pronto se halló de pie enfrente de Pain dispuesta a terminar con su vida y es que, lejos de allí, en el punto más alto de Konoha, Nagato gritaba en agonía.
—¡Nagato, ¿qué sucede?! —se alteró Konan, acudiendo a su lado de inmediato.
—¡Es el Mangekyo de esa niña! —aulló—. ¡Todo... todo arde!
—¡Pues ya deja de jugar con ella y mátala de una vez!
El cuello de Sakuma fue rodeado por la mano del hombre, su respiro quedando aprisionado en la garganta. Sus pies se movieron tratando de mantenerla sobre el suelo en vano cuando él la levantó con él.
Sakuma perdió contacto visual al cerrar los ojos y Pain nuevamente estaba en todo su poder.
—Tus trucos ya me cansaron.
La Hatake soltó un quejido cuando sintió algo atravesarla.
Su Mangekyo desapareció junto con el aura de chakra que emanaba de su cuerpo.
—¡Sakuma!
No pudo hacer nada para evitar su impacto contra el suelo. Sakuma mordió sus labios llevando las manos al abdomen, donde con toda su fuerza de voluntad logró arrancar la barra metálica.
Pain la veía sufrir intentando ponerse de pie. Le sorprendió cuando logró hacerlo.
—¿Eso... es todo lo que tienes? —jadeó. Su visión era nublosa gracias a las lágrimas—. Kabuto golpea más fuerte.
Pain alzó la mano en su dirección, y nuevamente la chica fue empujada por aquella potente fuerza, cayendo solo a unos metros de su amigo. Ella soltó una risa dolorida, no queriendo llorar.
—¡Basta! —gritó Naruto desconsolado. Su cuerpo sangraba en sus esfuerzos de querer liberarse—. ¡Déjala tranquila!
—Los de la Hoja siempre tan tontos y obstinados —hablaba, acercándose a la peliplata que luchaba por levatarse—. Podrías haber vivido, pero elegiste enfrentarme, ¿para qué? ¿Para ayudarlo? ¿A él?
Su pálida mano la sujetó por el cuello nuevamente levántadola, queriendo que lo mirara al responderle.
Ella soltó un gemido de dolor, llevando sus manos la de él tratando de respirar.
—¡No la toques!
Los ojos de ella lo miraban desafiante detrás de esos párpados que cansados apenas pestañeaban. La pérdida de sangre la adormecía, dedujo él, sabiendo que le había apuñalado en una zona vital.
—Dime, Sakuma, ¿valió la pena? ¿Valió la pena el sacrificarte por él?
Una sonrisa temblorosa y cubierta de sangre, se formó en su rostro.
—Por supuesto.
Ella activó nuevamente su Mangekyo, dispuesta a inducirle aquella agonía como antes había hecho, pero esta vez él estaba preparado.
Y entonces Naruto lo oyó, aquel horrible crujido.
Y las manos de su amiga cubiertas en su propia sangre cayeron a sus lados, con sus pies balanceádose inertes.
Ella... ella...
—Fue exactamente así —habló Pain, dejando caer el cuerpo de Sakuma delante del Uzumaki—... cómo mis padres fueron asesinados por los shinobi de Konoha: justo ante mis ojos.
Naruto no oía.
Los ojos de su amiga veían directo a los suyos, solo que sin realmente hacerlo. El brillo en ellos se había apagado y ahora aquellos oscuros ojos que siempre se habían asemejado al cielo nocturno ahora no eran más que un vistazo a la nada.
Una lágrima brotó de ellos, cruzando su rostro por encima de su pequeña nariz y cayendo al suelo.
—El amor da nacimiento al sacrificio, el cual hace nacer al odio y te permite conocer el dolor —Pain lo veía con atención—. Ahora conoces el verdadero dolor.
Algo rugió en su interior. Un gigantesco poder maligno pedía salir y derramar sangre en su nombre, y Naruto... aceptó.
—Tú asesinaste a mi amiga.
—Sí. Lo hice.
En ese exacto momento fue que lo vio al fin en los ojos del joven jinchuriki. Todo ese odio, toda esa rabia, todo ese dolor. Uzumaki Naruto finalmente lo había entendido, y ahora ya no había nada que lo detuviera de arrasar con todo a su paso en su deseo de sangre.
—Y por eso morirás —siseó.
Pain observó entonces directo a los ojos de la bestia.
El demonio de las Nueve Colas se había apoderado de él.
[ N/A: No tengo palabras. Solo sé que estoy agotada y no paro de llorar :) así que esta vez tendrán que ser ustedes las que comenten acerca del capítulo y las partes que sorprendieron porque yo estoy drenada. Quiero agradecerle a madaraswife por ayudarme con algunos tips para la pelea, y también a ustedes por leer y ser pacientes. Los amo ♡ ahora, si me permiten, iré a seguir llorando :)
PD: Desde ya me disculpo si la narración tiene errores gramaticales y por las muy posibles faltas ortográficas. Escribí esto en un brote de inspiración y no quise corregir mucho antes de publicarlo con miedo a arrepentirme de todo y terminar borrándolo. Solo eso ;) ♡ ]
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