XIII. Shimura Danzō
CAPÍTULO XIII:
SHIMURA DANZŌ
Lee miró atentamente sus ojos negros, siendo consciente por primera vez de su profundidad. El rostro de la peliplateada se hallaba a unos centímetros del suyo y notó que sus pálidas mejillas comenzaban a sonrojarse tanto como las de él. Eso le trajo algo de alivio. Su corazón latía fuertemente dentro de su pecho, casi como queriendo escaparse por su boca si él no estaba dispuesto a hacer lo que ambos querían. Lee cerró los ojos un momento al igual que sus puños cubiertos en vendas y al abrirlos nuevamente vio como una leve sonrisa se asomaba en los labios de su amiga al prever lo que estaba a punto de suceder. Pero no quería darle el gusto de ser él el que lo hiciese, ella debía de hacerlo.
Sin embargo Sakuma estaba ahí, sentada como indio frente a él, casi sin pestañear y mucho menos moverse, mirándolo con sus ojos que podrían acobardar hasta al ser más valiente en una situación como aquella. Parecía no querer dar su brazo a torcer. Una brisa cálida chocó contra el rostro del azabache y los cabellos plateados de Sakuma acariciaron su acariciaron sus mejillas gracias a su cercanía. Entonces no lo aguantó más. Su corazón, desesperado dentro de él latía con súplica y Lee ya no pudo soportar más tal tortura. Y, finalmente, dejó salir el aire que sus pulmones contenían con tanto esfuerzo.
—Gané —dijo triunfante la chica.
—¡No puede ser! —gruñó.
Sus corazones no tardaron en volver a su ritmo habitual y sus rostros perder ese tono rojizo causado por haber estado reteniendo la respiración por tanto tiempo. Lee sabía que retarla a esto se aguantar la respiración era una mala idea. Sakuma era demasiado calmada y tranquila, no entraba en pánico cuando sus pulmones comenzaban a pedir oxígeno, en cambio él había estado corriendo en círculos mentalmente.
—¡Otra vez fui derrotado! —cerró los ojos, mordiendo su labio saboreando la derrota—. Diecinueve a quince, ¿uh? ¡Prometo alcanzarte antes de que te lo esperes!
—Buena suerte con eso —se encogió de hombros ella.
—No necesito suerte, solo entrenar—miró a su alrededor buscando voluntarios—. ¡Oye, Neji, ¿cuánto aguantas la respiración?! —se levantó del suelo, gritándole al Hyuga.
Neji desvió la vista del bosque en el que probaba el alcance de su Byakugan y miró a su compañero sin entender porqué la ridícula pregunta.
—No lo sé. Nunca intenté algo así de estúpido —respondió con indiferencia.
A Sakuma le causó gracia la respuesta del Hyuga y rió levemente —como raramente hacía— viendo el efecto que le causó a Lee la contestación. El azabache miraba al castaño indignado y algo sonrojado por la risa de Sakuma.
—¡Oye, no es estúpido! —levantó el puño a la altura de la barbilla—. Es una práctica esencial que permite atrasar lo máximo posible el momento de asfixia o ahogamiento si resulta efectivo el entrenamiento.
Neji simplemente decidió ignorarlo y volvió la mirada al bosque. Lee gruñó algo por lo bajo que Sakuma no logró entender del todo.
—¡Chicos! —Tenten llegó corriendo al campo de entrenamiento—. Shizune nos manda a llamar de parte de la Hokage. Gai-sensei ya nos espera allá, ¡vamos!
(...)
Sakuma apretó con fuerza sus puños, sabiendo que no podía hacer ni decir nada al respecto luego de que el Equipo Gai emprendiera camino a Sunagakure al igual que el día antes había sucedido con el de su padre. Se sentió tan impotente al ver irse otro escuadrón del que ella tampoco formaba parte, con la molestia reflejándose claramente en su mirada.
Tsunade parecía estar burlándose de ella.
Sus negros ojos se dirigieron hacia donde la Hokage estaba. Poco a poco el resentimiento comenzaba a crecer dentro de ella sin que pudiese percatarse de ello.
¿Acaso esa mujer le estaba tomando el pelo? Enviaba a su padre, sus dos mejores amigos, su sensei y a sus compañeros, a todos, a una peligrosa misión como aquella y no la dejaba acompañarlos. No pudo evitar enfurecerse. El que la Sannin hubiese mandado a todos a los que amaba a una misión prácticamente mortal le parecía una broma de muy mal gusto. Porque si la misión era tan seria como parecía, podría perder a todos los que amaba de en un solo instante sin estar ahí para despedirse y la culpa sería completamente de esa anciana.
Sakuma sabía que no era una de las más fuertes, pero también no era de las más débiles. Todo su entrenamiento no había sido en vano, dio frutos, pero la Hokage jamás le daba posibilidades de demostrárselo. ¿Qué demonios tenía en su contra? Desde que había llegado a la aldea no recordaba ni una sola vez en la que le hubiese dado una oportunidad. Lady Tsunade parecía tenerle alguna especie de rencor, era la única manera que tenía para explicarse el porqué de su actitud. Sakuma solo quería ser amable con la mujer en agradecimiento de haber confiado en ella y haberla ayudado cuando se apareció en la aldea buscando a su padre, entrenando duro y superándose para poder dar una mano a la aldea que consideraba como un hogar. Pero desde el día cero parecía no querer saber nada respecto a eso.
No obstante, muchas veces parecía hasta preocupada por ella y eso confundía a la niña. ¿Por qué se preocupaba por ella hasta el punto de no enviarla a ninguna misión?
—¿Qué tanto me ves, niña? —habló la mujer al percatarse de la molestia de la Hatake.
La Hokage estaba sentada en su escritorio, con las manos entrelazadas frente a su rostro y el ceño fruncido. Había mandado a llamar a la peliplateada para hablar sobre un pequeño incidente que su jutsu estilo de fuego causó de manera "accidental", en el campo de entrenamiento donde casualmente entrenaba Konohamaru, que parte del bosque se prendiera fuego y el Sarutobi terminara con el trasero chamuscado. Llevaba ya varios minutos hablando del tema, sin embargo la niña parecía algo ida y la Sannin decidió preguntar de una vez por todas.
—¿Qué fue lo que le hice? —preguntó, ya no soportando la duda.
Tsunade alzó una ceja, no preparada para una pregunta como esa.
—¿Tú? No me haz hecho nada —frunció el ceño, sin entender.
—¿Entonces porqué no me deja ir?
Tsunade suspiró, esforzándose para no rodar los ojos con cansancio al desembocar nuevamente en el mismo tema por milésima vez con la niña.
—No estás lista para algo así. Aún eres una niña —su tono de voz era igual de firme que su postura.
—¿Cómo sabe si estoy lista o no si nunca me ha dejado hacer siquiera una estúpida misión para probárselo? —reprochó, cruzándose de brazos.
—Cuida tono con el que me hablas, mocosa —advirtió Tsunade—. Y ya te he dicho las millones de razones por las que no te he encargado misiones, así que deja de lloriquear.
—¿Razones? Yo diría que son excusas —la miró fulminante.
Tsunade respiró profundamente tratando de mantener la calma y exhaló dispuesta a negar las acusaciones, cuando algo la interrumpió. La puerta de su oficina se había abierto abruptamente y un hombre con bastón ingresó por ella, sin siquiera pedir permiso o demostrar algún mínimo respeto ante una figura como la de la Hokage. Su cabello era castaño, vendas cubrían parte de su cabeza y a su ojo derecho y tenía una cicatriz en forma de x en la barbilla. La expresión del desconocido era de furia, que aumentó al ver a la Hatake allí parada. Sakuma frunció el ceño sin entender el porqué de esto último.
—¡Danzõ! No puede entrar así a mi oficina —se puso de pie inmediatamente, apoyando las manos en su escritorio.
Su reacción tan rápida exaltó un poco a Sakuma.
—Debo admitir que me lo ocultaron bien —el hombre detuvo su caminar, apoyando el bastón con firmeza—. Lo esperaba de Kakashi, ese muchacho jamás confió en mí, pero de usted... —dejó la frase en el aire.
Sakuma dirigió su mirada con interés hacia Danzõ ante la mención de su padre, encontrándose con que el hombre la miraba meticulosamente.
Tsunade apretó los labios. El enojo era ya visible en sus facciones.
—¿De qué estás hablando?
—Hablo de la niña —extendió la mano hacia la peliplateada para señalarla—. ¿O creyeron que no descubriría quién es su madre? —apretó los dientes con rabia.
¿Conmigo? ¿Qué pasa conmigo? ¿Y por qué esta momia menciona a mi madre? pensó la niña, no entendiendo porque los adultos se dirigían miradas tan asesinas.
—Sakuma, retírate. Debo aclarar un par de asuntos —ordenó sin siquiera mirarla.
—Pero... —quiso replicar.
—¡Retírate!
Sakuma bufó ante el tan típico grito que la Hokage siempre le dirigía, obviamente desconociendo el cómo dirigirse con educación a las demás personas, y se cruzó de brazos dirigiéndose a la puerta.
Sin embargo una mano firme en su hombro la detuvo, reacio a dejarla ir. El desconocido la observaba desde arriba con intensidad a medida que su agarre aumentaba en fuerza. Sakuma no hizo siquiera una mueca y en cambio le devolvió la mirada. La peliplateada notó claramente en su mirada que ese hombre parecía conocerla más que ella a sí misma. Él se mantuvo inmóvil en silencio, como esperando a que hiciera o dijera algo, sin embargo al ver que esto no sucedía le apretó más fuerte el hombro. Fue entonces cuando a Sakuma se le escapó un leve quejido.
—Le he ordenado que se retire.
La Hokage apareció repentinamente a su lado y apartó de un manotazo la mano de Danzõ de su hombro. Ambos adultos se dirigieron miradas fulminantes, provocando un ambiente aún más tenso del que ya había en la habitación.
—Creí que odiabas que se desobedezcan órdenes —empujó protectoramente a la niña detrás de ella.
Danzõ alzó una ceja al ver ese gesto y tomó nuevamente su bastón —que había apoyado contra su cuerpo segundos antes— sin demostrar signo alguno de dolor ante el fuerte golpe de la mujer en su mano, rompiendo la pequeña guerra de miradas con su superior. No había duda que esa mujer había ocultado lo máximo posible la existencia de esa niña con tal de que no se le acercara. ¿Pero cuánto creía que duraría eso? Demasiado había durado ya.
Al principio creyó que se trataban de falsos rumores aquello de que Hatake Kakashi tuviese una hija, que sería una clase de broma de mal gusto. Pero al enterarse más tarde que efectivamente era cierto y que la niña vivía con él en un nuevo apartamento el asunto había cambiado. No iba a ocultar que la curiosidad lo invadió en su momento, pero era más que eso. Si es niña era hija de quien el creía que era, eso significaba que esa mujer aún seguía viva, y si no era así, había una gran posibilidad de la que la niña supiese muchas cosas que no debía.
Pero no podía hacer nada. Kakashi estaba todo el día pegado a la niña como su sombra, y cuando no era él estaba Gai, y si no incluso Asuma. No había una sola vez en la que alguno de sus hombres tuviese oportunidad de acercarse sin que el del sharingan lo descubriera, sin embargo él ya no estaba en la aldea y ahora sabía que efectivamente ella era hija de Kimi. Por lo tanto, la Hokage debía de acceder a sus términos, de lo contrario, hablaría con el consejo de ancianos.
—Tiene razón, mi señora —habló con desprecio—. Odiaría que la niña no aprendiera a cumplir lo que se le ordena.
Tsunade apretó uno de sus puños detrás se la espalda y empujó levemente a Sakuma hacia la salida, quien miró al hombre con desconfianza antes de salir del despacho.
—Bien, ahora hablemos con claridad —dijo el veterano, apenas la puerta se cerró.
Tsunade asintió, sabiendo que no tenía otra alternativa.
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Bien, esto es lo único que he podido escribir en días y sinceramente lamento que tengan que leerlo pero no quería dejarlas sin nada. Lo más probable es que lo edite ya que no me gustó cómo quedaron los diálogos. Prometo que la próxima actualización va a valer la pena. Perdón por esta kk
Danzõ apareció, y parece que hay varios secretos aún sin saberse asfhdksñ díganme que les pareció
Muchas gracias por leer, se requiere mucha paciencia para leer este capítulo 😹
Eso es todo, bye! 🍃
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