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V. Mudanza

CAPÍTULO V:
MUDANZA

—Sakuma, es solo ir a presentarte, no es como si fueses a perder un brazo por eso —hablaba Sakura a su lado, mientras recogía unas hierbas medicinales.

—Hmp, lo sé. Pero no se me antoja —se encogió de hombros, buscando a unos metros de ella una flor rara que Sakura le había encomendado—. Además seguro harán muchas preguntas.

—No las contestes, de todos modos jamás lo haces —la miró recriminadora.

Sakuma suspiró, rodando los ojos ante su reproche.

Ambas estaban a las afueras de la aldea, recogiendo distintas hierbas medicinales. Era Sakura quien tenía que hacerlo en un principio, pero decidió pedirle ayuda a Saku ya que no la veía desde hacía un par de días debido a que estaba o con Lee, o con Kakashi. Así que fue hasta su casa, tocó la puerta, y fue recibida por un adormilado Kakashi, dueño de enormes ojeras. La pelirosa casi sintió su rostro explotar por el sonrojo al ver que su sensei estaba en pijama.

A veces olvidaba que Sakuma era hija de Kakashi y no se le ocurría que al ir a buscarla también estaba yendo a la casa de su mentor.

Sakura sacudió la cabeza y recogió otro puñado de hierbas, tratando de sacarse ese recuerdo de su cabeza y dirigió su vista a la pequeña Sakuma, que recogía otra flor de las que le había encomendado.

Le sorprendía cada vez más las habilidades de la peliplateada que, aunque no estaban del todo pulidas o avanzadas, podían apreciarse. Sakuma era sigilosa y veloz y también tenía una vista excepcional (cosa que acababa de comprobar al observar como podía hallar flores tan pequeñas y escasas, del mismo color que el césped, tan fácilmente).

Llevaba rato tratando de convencerla de presentarle a sus amigos, los demás equipos shinobi, pero Sakuma parecía reacia a conocerlos. Tal vez era porque sabía que el ser hija de alguien que ellos conocieran traería muchas preguntas consigo (en especial si se trataba de Shikamaru que de seguro no le encajaría del todo el asunto e intentaría saber más) y eso era algo que a Sakuma no le agradaba. O podría ser que le avergonzaba ser el centro de atención de tantas personas. De todos modos Sakura no le veía nada malo. Es más, lo veía como una oportunidad de que hiciese amigos y le fuera más fácil el integrarse a la Aldea de la Hoja.

De repente, mientras la miraba, no supo porqué apareció en su mente la imagen del Sasuke de doce años. Ambos con habilidades asombrosas a tan joven edad y personalidades no tan distintas... Pero no, Sakuma no era como él. Ella entendía del compañerismo y de la amistad. Ella no era fría y distante y jamás la vería consumida en la sed de venganza.

Sakura volvió a sacudir la cabeza.

—¿Estás bien? —Sakuma estaba acuclillada frente a ella, con su rostro confundido cerca del de ella.

Sakura se asustó y calló sobre su trasero.

—¡No hagas eso! —chilló exaltada al no haberla percibido.

—Lo siento —cerró los ojos, aguantando una diminuta risa—. Te pregunté cuantas flores debía recoger y solo te quedaste viéndome, así que vine a saber si estabas bien.

—Sí... solo pensaba —le sonrió para tranquilizarla—. Creo que con seis está bien, ya que no hay muchas por-

—Recogí dieciocho.

—¡¿Qué?! —abrió los ojos sorprendida.

—¿Qué? ¿está mal? —ladeó la cabeza.

—No, no. Está perfecto —asintió, hablando más suave—. Déjalas aquí —le tendió la cesta.

Sakuma le hizo caso y dejó con cuidado el racimo dentro de la cesta.

—Oí que eres amiga de Lee —comentó Sakura, sentándose mejor en el suelo.

La Hatake asintió, imitándola.

—Ah, sí —aseguró, serena—. Según él, somos rivales. No sé si eso es bueno o malo.

—¿Bromeas? Eso es genial —alzó el puño a la altura de su barbilla, sonriendo.

—¿Lo es?

—¡Claro! —Sakuma se quitó los guantes que utilizó para recolectar las hierbas y los dejó sobre su regazo—. Eso significa que ambos son la razón del otro para superarse a sí mismos.

Sakuma sonrió un poco. No lo había visto de esa forma.

—Pero no quiero lastimarlo si algo sale mal en una de nuestras competencias...

Sin que se lo viera venir, Sakuma sintió un fuerte golpe en su cabeza, de parte de Sakura.

—¡Auch! —cerró un ojo y frotó el chichón rosa con dolor—. ¡¿Y eso por qué fue?!

—No subestimes a Lee, Saku —la reprendió—. Él es uno de los ninjas más fuertes que tendrás la oportunidad de conocer. No sabes por lo que ha tenido que pasar... —murmuró nostálgica.

—Hmp, lo siento —se sonrojó apenada. Sakura tenía razón.

Un silencio triste se apoderó del ambiente, inundando de recuerdos algo trágicos de los exámenes chunnin que cruzaban por la mente de Sakura.

—¿Qué me decías sobre lo de presentarme a los demás hace un rato? —preguntó al ver que la pelirosa no mejoraba de humor.

—¡¿En serio lo harás?! —la miró feliz.

Sakuma suspiró.

—Bah, ¿por qué no?

—¡Cha! —festejó, levantándose rápidamente—. ¡No te arrepentirás! —tomó la cesta con una mano y con la otra sujetó la muñeca de Sakuma, comenzando correr colina abajo.

La Hatake milagrosamente pudo mantener el equilibrio y se dejó arrastrar por Sakura hacia la aldea.

Mientras tanto, con Kakashi...

—¡Es un honor que me escogieras a mí únicamente para esta importante tarea, Kakashi! —decía entre gruesas lágrimas, Gai—. Me hace sentir apreciado como ninja, persona y amigo —sorbió su nariz.

—En realidad eras el único que estaba libre —dijo con simpleza y ubicó una de las cajas en la sala.

Por suerte su compañero no lo oyó, ya que estaba demasiado concentrado en su trabajo, que era dejar los tres pares de cajas que traía en manos sobre una pequeña mesa.

Era un fin de semana y Kakashi había aprovechado que Sakuma estaba con Sakura para poder trasladar sus cosas al nuevo apartamento que había sido obligado a conseguir. No podía estar otra noche más sin dormir o sentía que en cualquier momento usaría el Mangekyo en sí mismo.

No se sentía muy cómodo mudándose de la casa que había tenido por tantos años (casi desde que su padre había muerto) a una más grande, pero no tenía otra alternativa ahora que Sakuma estaba con él.

Sakuma. Esa niña sí que era rara. En muchas ocasiones le hacía recordar a sí mismo con su actitud relajada, pero en otras ocasiones daba a lucir la personalidad extrovertida y quejumbrosa de su madre. Por esas razones Kakashi sabía que le sería difícil el intentar congeniar del todo con ella. Nunca se sabe qué esperar de un niño con una personalidad tan cambiante, mucho más si es mujer.

No quería ni imaginarse que sucedería cuando le llegara la adolescencia. De seguro se haría auto-Mangekyo.

—Ahh —exhaló Gai—. Solo mira este apartamento —extendió los brazos—. ¡Es increíble!

—Sí, supongo —asintió.

—Y bien, ¿dónde dejo esto? —señaló las cajas.

Kakashi negó con la cabeza y se acercó a su amigo.

—Agradezco tu ayuda, Gai. Pero acordamos que sólo me ayudarías a traer las cajas y eso era todo —cerró los ojos.

—¿De verdad creíste que eso sería todo? —rió un par de veces—. Dije que te ayudaría en lo que necesitaras.

—Lo sé, pero ya es demasiado. No quiero causarte molesti-

—¡No termines esa frase, compañero! —puso su dedo sobre los labios de Kakashi para que no hablara. El del sharingan abrió los ojos sonrojado—. Jamás será una molestia ayudarte Kakashi.

—Y agradezshco esho pero... —habló raro gracias al dedo de Gai.

—¡Shhh! No he terminado —lo miró mal—. Desde que apareció Sakuma he querido decirte esto. Kakashi, sería el ninja más feliz de toda Konoha si me permitieras ser el tío de la niña —habló con seriedad.

Kakashi trató de responder, pero los dedos en sus labios no se lo permitieron. Gai los retiró al percatarse de eso. El peliplata desde niño siempre le hizo gracia la manera que Gai siempre tenía de hacer las cosas tan dramáticas, pero eso no significaba que lo tomaba menos en serio. Por lo que se aclaró la garganta antes de hablar.

—Claro. No tienes ni que preguntarlo —respondió tranquilo—. Cuento con que me ayudes —apoyó la mano en su hombro.

—¡Aaah! —lanzó a abrazarlo entre gruesas lágrimas de alegría—. ¡Gracias, Kakashi~!

El enmascarado trató de respirar, cosa que se le complicó al estar siendo sofocado por el abrazo de oso de Gai. Sus pies se balanceaban de lado a lado junto con su cuerpo conforme Gai lo sacudía entre llantos.

—Por... Nada —respondió con los ojos sin color y el rostro pálido por la falta de aire.

(...)

Sakuma estaba molesta, muy molesta. El plan de Sakura había sido un total desastre y una basura. Los chicos que le presentó no podían ser los mismos de los que la pelirosa tanto hablaba. ¿Cómo podían existir personas tan irritantes?

Ino, una chica rubia que la miraba con superioridad solo por ser mayor que ella. Shikamaru, un sabelotodo que prácticamente quería una prueba de ADN de su parte. Kiba, un salvaje que no paró de reírse de su parecido físico con su padre , llamándola "niña Kakashi" cada vez que tenía oportunidad. Hinata... ella ni siquiera dijo algo, por lo que no sabía si le caía mal. Y luego estaban los otros dos, Choji y el ratito de los lentes oscuros que ni siquiera recuerda el nombre. ¡Todos fueron unos maleducados con ella! ¡Prácticamente se rieron en su cara en cuanto la vieron!

Si no fuera por Lee, Sakuma hubiera tratado de clavar un kunai en cada una de las cabezas huecas de esos ninja.

"Ni siquiera es shinobi", "¿Cuánto tiene? ¿Nueve?", "¿Al menos sabes pelear? Sería una decepción que, siendo hija de un excepcional ninja como Kakashi-sensei, no supieras ni como lanzar un shuriken", "¿No hablas?", "¿Quién es tu madre?".

Todo eso y mucho más fue lo que salieron de sus bocas luego de haber dicho sus nombres. Solo vomitaron preguntas sobre cosas que no les incumbía, tal como Sakuma había previsto. Ni siquiera preguntaron si le gustaba la aldea o si extrañaba su hogar. Nada.

No la hicieron sentir bienvenida como hasta ahora Lee, Sakura, Gai, Kakashi y hasta Neji y Tenten habían logrado. Solo la hicieron sentir como una especie de clon fallido de su padre que venía a invadir la aldea.

Sakuma finalmente lo había entendido. Ella no pertenecía a ese lugar y jamás lo haría. Nadie la vería nunca como una miembro de la aldea, solo como la hija bastarda de uno de sus ninjas más capacitados. Estaba segura de que nadie la conocería como Sakuma Hatake, sino como "la hija de Kakashi Hatake", y eso la enfurecía.

Ella era ella, no sólo la hija de su padre. Y si se quedaba, esa era la forma en la que la verían.

Prefería mil veces estar en su pueblito natal, con no más de veinte habitantes que la conocían como ella era, Saku, que a estar en Konoha dónde ni siquiera la conocían pero creían que lo hacían.

Lo único que la detenía de irse era que allí estaba su padre, a quien siempre había querido conocer.

Apretó los puños, llena de coraje y llegó hasta su nueva casa, donde Kakashi descansaba en uno de los sillones de la sala luego de un arduo día de mudanza junto con Gai, quien se había ido hace menos de una hora.

—Oh, ya llegaste —Kakashi se levantó del sofá y dejó el libro de Kimi sobre el, caminando a la cocina—. Como te quejabas de que sólo te daba comida comprada, traté de cocinar algo. Hum, no sé si salió del todo bien. Hice todo lo que ponía en la carta de Gai, pero... —dejó de hablar al oír un portazo.

Sakuma había pasado de él e ido directamente a su nueva habitación.

El hombre frunció el ceño un tanto confundido y no tardó en ir tras ella. Llamó un par de veces, obteniendo un sonido de afirmación para que entrara. Abrió la puerta lentamente, como si un movimiento brusco fuera capaz de hacer que Sakuma le aventara un kunai en el pecho, y asomó la cabeza por el umbral. La peliplateada estaba tirada boca abajo en su cama, con los brazos pegados al cuerpo y la cabeza sumergida en la almohada.

—Hmm, ¿te encuentras bien? —preguntó sereno.

Sakuma solo largó un gruñido, negando con la cabeza sin despegarla de la almohada.

Kakashi entró a la habitación cerrando la puerta detrás de sí y se acercó a la cama, poniéndose de cuclillas cuando llegó al lado de ella.

—¿Quieres decirme que sucede? —cuestionó, no del todo seguro de que decir.

—Las personas de esta Aldea son estúpidas, eso pasa. Los odio —despegó la cabeza de la almohada solo para decir eso, antes de volverla a esconder.

Kakashi cerró los ojos risueño por la actitud infantil de la niña.

—No todos son estúpidos. Por ejemplo yo...

—Meh —escuchó como Sakuma murmuraba contra la almohada.

—¿Qué? ¿Acaso crees que soy estúpido? —hizo aparentar estar ofendido.

Sakuma suspiró, sabiendo que no se iría nunca y se sentó como indio en la cama. Palmeó el espacio frente a ella y Kakashi se sentó igual que ella, haciéndole caso.

—Bueno, considerando que todo el día usas una máscara, hasta para estar dentro de tu casa, y usas una banda como parche pirata... —dejó las frases en el aire.

—Eso no me hace estúpido —replicó. Sakuma se encogió de hombros—. ¿Me dirás que pasó?

Sakuma lo pensó un momento y luego negó con la cabeza. No conocía a su padre del todo bien y no sabía si sería capaz de ir a hablar con los demás para que se disculparan con ella. Eso sería demasiado vergonzoso.

—Hum... —pensó—. Puedo dejarte ver debajo de mi banda ninja.

Eso captó de inmediato la atención de Sakuma. Kakashi sonrió triunfante debajo de la máscara, reconociendo ese brillo de curiosidad en sus ojos oscuros, antes visto en los de Kimi.

—Sakura quiso presentarme a sus amigos, pero todos fueron muy irritantes. Creí que tendría que sacar mi apta de nacimiento para que supieran que no era ninguna mentirosa o cocerles las bocas para que no me dijeran "niña Kakashi" —bufó fastidiada de recordarlo—. Nunca me sentí tan fuera de lugar en mi vida —se cruzó de brazos.

—No te lo tomes tan personal, Sakuma —cerró los ojos y ladeó la cabeza—. Todos aquí solemos ser muy desconfiados. Solo tienes que ganarte su confianza, verás que luego serán las mejores personas que hayas conocido.

—Lo dudo —miró a otro lado, aún enojada—. ¿Y bien? ¿Me dejarás ver debajo de la banda? —trató de ocultar su curiosidad.

—Nop —cerró los ojos, sonriendo.

—¡¿Eh?! —chilló indignada—. Pero tú dijiste...

—Sé lo que dije, y fue antes de recordar que me llamaste estúpido por llevar máscara y un ojo tapado. Además no es estúpido, es cool —rodó los ojos.

¿Cool? Sí, claro. Lo que tú digas —se le escapó con sarcasmo.

Ahora menos que nunca dejaría ver debajo de la banda ninja. Kakashi la miraba entre una mezcla de perplejidad e indignación.

—Oh, bien —alzó las manos—. Ahora ni pienses que verás.

—¡Se me escapó! —trató de justificarse—. Además ni siquiera estoy pidiendo que te quites la máscara —infló los molestes fastidiada.

Ese gesto familiar hizo a Kakashi ablandarse y suspiró rendido.

—Ya que, hazlo.

Sakuma volvió a levantar la mirada del colchón, para verlo algo emocionada. Por dentro explotaba de alegría. Desde que lo conocía quiso ver que ocultaba debajo de todo eso. Sabía que no podía pedir que se quitara la máscara porque parecía ser algo que jamás le permitiría, por lo que el protector era un buen comienzo.

La Hatake extendió las manos al rostro de Kakashi, pequeñas a comparación de las suyas por lo que él pudo notar, y tomó el extremo superior de la banda, tirando de ella despacio. No sabía que podía encontrarse. Tal vez un hueco negro sin ojos, un muñón de carne o la piel cocida. Y cualquiera de esas visiones no le parecía del todo bonitas a la niña.

—Hum, si tienes ojo —se sorprendió al ver el ojo cerrado de él, con una gran cicatriz.

Kakashi soltó una risa que casi se tornó en carcajada.

—¿Creías que me faltaba un ojo? —sonrió.

—Bueno, no se me ocurría otra razón por la que cubrirías tu ojo...

Entonces Kakashi la miró con ambos ojos y Sakuma dejó de hablar. Su iris era de un color rojo sangre, con un punto negro en el centro y tres aspas del mismo color rodeándolo. No va a negarlo, le causó algo de miedo al inicio, como recordó que le pasó con el Byakugan de Neji cuando lo conoció, pero luego de observarlo unos largos segundos se le hizo intrigante. Terminó de sacarle el protector y apoyó las manos sobre su regazo, con la banda en ellas.

—Sorprendente —susurró Sakuma—. ¿Qué es?

—Es el Sharingan, Kekkei Genkai del Clan Uchiha —la miró, notando por primera vez la cantidad de chakra de Sakuma, que no era nada escaso.

—¿Uchiha? —frunció el ceño—. Tú eres del Clan Hatake...

—Lo sé. Es una larga historia...

Sakuma tomó la almohada de su cama, y se recostó boca abajo sobre ella, apoyando la barbilla en sus manos para ver a su padre. Kakashi negó con la cabeza suspirando rendido al verla tan emocionada por saber la historia.

—Tengo todo el día —balanceó sus pies ansiosa extendió la banda ninja de regreso a su dueño.

—De acuerdo —suspiró—. ¿Por dónde empiezo?

(...)

—Sakuma, por todos los Hokage, ya cálmate —pidió Kakashi, frotando la espalda de la niña.

—No puedo —lloriqueó—. ¿Cómo pretendes que no lo haga luego de una historia así? —abrazó la almohada.

El ninja negó con la cabeza, lamentándose de haberle contado la historia de cómo había adquirido el Sharingan. Lo que había sido un plan de él para que se olvidara del odio hacia la aldea y sus habitantes por haber sido tan groseros con ella, mostrándole su sharingan y hablándole del Clan Uchiha, había terminado en un mar de lágrimas por parte de ella. Sakuma llevaba llorando en posición fetal durante hora y media. Debió de haberse dado cuenta que una niña de once años no podía soportar la historia de Obito y él, por lo que no podía culparla.

El verla así de angustiada —o perturbada, aún no sabría decir— comenzaba a afectarle también a él.

—Él... Él era tan lindo y gracioso... —suspiró.

Kakashi asintió, dándole la razón con algo de nostalgia.

—Yo también lo era pero no lloraste por mí en la parte en la que perdí un ojo—recriminó.

—Tú eras un amargado —sorbió su nariz.

—No tienes idea de lo idéntica que sonaste a tu madre —rodó los ojos.

—¿E-en serio? —despegó la cabeza de la almohada y lo miró con los ojos aguados.

—Oh, no. Si te cuento nuestra historia llorarás de nuevo —se levantó antes de que se le ocurriera pedirle que se le contara—. Vete a lavar la cara y ven a comer a la sala. No cociné por nada.

—Ya lo dije —murmuró levantándose y pasando delante de él con el cabello hecho un nido de pájaros, gracias a que tiró de él en reiteradas ocasiones en las que Kakashi ponía demasiado suspenso a su historia—: amargado —soltó en una tos.

Kakashi le dio un leve zape en la cabeza cuando caminó hacia la puerta, causando una risa de la niña.

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