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I. La Bienvenida

CAPÍTULO I:
LA BIENVENIDA

Y ahí estaba. Hace ya más de cinco minutos de pie, con la boca cerrada y bajo la imponente mirada de la Hokage de Konoha, quién no había pronunciado palabra alguna desde que la pequeña peliplata había dicho su nombre. El único movimiento que la mujer rubia había hecho había sido para poner los codos sobre la mesa y apoyar la barbilla sobre sus dedos entrelazados. Y desde eso la niña no recordaba haberla visto siquiera pestañear.

¿Cuánto más debía de esperar para que le dijeran lo que quería saber? Ya había aguardado suficiente. Toda su vida de hecho. Y ahora la antigua miembro de los legendarios Sannin solo la analizaba con sus ojos como quién veía a un enemigo. Eso de cierta manera le hizo enfadar.

La única que parecía que el silencio la desesperaba más que a la pequeña era Shizune, que sostenía a un cerdito, sudando de la tensión que se percibía entre ambas.

—¿Has dicho: Hatake? —habló Tsunade por fin.

—Así es —asintió—. Hatake Sakuma.

—¿Sakuma? ¿Por Sakumo Hatake, el Colmillo Blanco de Konoha? —inquirió con el ceño fruncido.

¿Sólo sabe hacer preguntas?, quiso decir la niña.

—¿Por quién más sino?

Shizune dejó salir un ruidito temeroso ante el tono algo maleducado que utilizó, no queriendo ver a su maestra enojada. Sin embargo Tsunade no dijo nada, solo frunció más el ceño si es que eso podía ser posible.

—Eres la imagen de Kakashi, eso no puedo negarlo —confesó la mujer. Sakuma pareció sonreír un poco—. Pero no puedo evitar pensar en porqué apareces recién ahora, justo cuando las cosas están tan complicadas —la miró con desconfianza.

Sakuma se sintió profundamente ofendida al ser tomada como una espía de alguna aldea enemiga. Miró a la mujer y bufó aburrida, ¿lo decía en serio la vieja?

Shizune rió forzado, notando el gesto de la niña. Si no dejaba de mostrarse como si todo le diera igual, Tsunade la mataría de un solo golpe y eso no sería muy bien visto: "Nueva hokage mata a niña inocente de un descomunal golpe". De seguro sería un escándalo, aunque tal vez no les sorprendería a aquellos que habían tenido la oportunidad de conocer a la Hokage o al menos tenían una pequeña noción de su carácter.

—Mi madre murió cuando tenía seis. Quedé a cargo de una anciana de la aldea, pero la mujer también falleció hace unos días por la vejez. Así que vine a buscar a mi padre, creí que ya era hora de conocerlo. Eso es todo —se explicó con pereza— Si se preguntan si soy espía, no lo soy. Aunque eso diría una espía —pensó lo último en voz alta y se encogió de hombros.

Lady Tsunade cerró los ojos y repasó lo que dijo la niña en su cabeza. Sakuma se veía entre unos nueve u once así que no era alocado pensar en que Kakashi ser el padre. Sin embargo conociéndolo a él, que no era mucho de tener romances por ahí, las probabilidades disminuían.

Solo si su madre era quien ella creía que era podría no ser tan improbable. Pero no. No era posible.

Volvió a abrir los ojos y miró a la pequeña. Pelo plateado y desordenado. Ojos azabache y pálida. Hubiera jurado que se trataba de aquel pequeño Hatake que alguna vez había sido el aprendiz de Minato Namikaze de no ser porque le echó una segunda mirada. Su rostro le parecía hasta familiar. Definitivamente notaba el parecido, no obstante no podía evitar desconfiar.

Últimamente estaban sucediendo tantos inconvenientes y ataques a la aldea que no podía darse el lujo de confiar en una desconocida que aparecía de la nada, diciendo ser hija de uno de los shinobis más poderosos y hábiles de la aldea. Debía de pensar todo desde un punto de vista más frío.

—Sé que tal vez no me crea, pero llevo esperando esto desde que tengo memoria. Yo vine aquí buscando a mi padre, del que escuché cientos de historias cuando era pequeña y al que admiro sin siquiera conocerlo y usted, ni nadie va a evitar que lo vea —comenzó a decir, ya harta de las miradas que la mujer le echaba—. Aunque me eche de la aldea a patadas, volveré —dijo con decisión—. Ciérreme las puertas, hallaré la manera de tirarlas abajo. Mande ninjas, me da igual, los perderé de vista. Mande a todo ANBU, ¡bah!, como si esos fueran a darme miedo —tragó saliva. Lo cierto era que le aterraban—. Pero seguiré volviendo, lo juro.

Tsunade sonrió casi imperceptiblemente.

—Bien, niña, bien. Deja de tanto drama, me das dolor de cabeza —rodó los ojos la Hokage—. Kakashi en este momento está en una misión. Pero en cuanto vuelva te mandaré a llamar. Por mientras puedes quedarte en una de las habitaciones del alojamiento de Konoha. Mandaré a alguien más tarde a qué te guíe. Ahora desaparece de mi vista que tengo mucho que hacer —sacudió la mano en su dirección, dándole a entender que desapareciera.

Saku retuvo la sonrisa de satisfacción que quiso salir y asintió antes de retirarse de la oficina.

—¿Está segura de esto, Lady Tsunade? —preguntó Shizune con delicadeza.

—¡Claro que no! —negó—. ¿Pero qué quieres que haga? ¿que eche a una pobre niña de la aldea solo por su apellido? Por favor, creí que eras más considerada, Shizune —tomó uno de los informes de misiones y dejó en él un sello escarlata—. Además, no es como si fuera a dejarla por ahí sin vigilancia. Trae al equipo Gai, supongo que no les molestará hacer algo ahora que están libres.

—¡Hai! —asintió la pelinegra y salió de la oficina.

—Esto de ser Hokage va a terminar volviéndome loca —rió, hablándose a sí misma—. Quién diría que seguiría viva para ver a Kakashi siendo padre -se carcajeó.

(...)

—¡¿Qué?! —exclamó Gai-sensei, alzando el puño indignado—. ¿Quiere que mi fantástico y asombroso equipo haga de niñera?

El Equipo Gai había llegado hace unos minutos a la oficina de Lady Tsunade, bueno, parte de él. Solo Gai y Lee habían podido venir, ya que Neji y Ten Ten estaban en una pequeña misión, y apenas fue comunicarles la misión Gai se indignó profundamente. Sabía que su equipo no había hecho casi nada las últimas semanas, ¿pero niñeros? ¿era un chiste?

—¡Gai! —lo calló la Hokage, con una vena haciéndose notar en su frente—. Las cosas han estado tranquilas, tu equipo no tiene misiones hace semanas y además tú me pediste que ante la primera misión que surgiera, los mandara a llamar —lo miró severa.

—Sí, pero no me refería a esto. Me refería a algo de acción, peligro, emoción —dijo con convicción.

—¡Yo soy la Hokage! —se levantó de su asiento y golpeó el escritorio con fuerza. Rock Lee y Gai soltaron un quejido de susto—. ¡Y si yo digo que serán niñeras, lo serán! ¡¿Entendido?!

—¡Sí, señora! —dijeron ambos al unísono haciendo un saludo militar.

La mujer suspiró tratando de calmarse y volvió a sentarse. Desde que les había dicho lo que tenían qué hacer no habían dejado de quejarse como un par de críos maleducados. Estaba a casi nada de mandarlos a volar por la ventana.

—Bien. Ahora les diré de qué va esto —aclaró la garganta y miró a cada uno de los presentes—. La niña ha venido de un pequeño pueblo sin nombre no muy lejos de aquí, en busca de su padre. Sin embargo, él no se encuentra por el momento y no me da muy buena espina dejarla recorrer las calles Konoha sin vigilancia, dado a que hay una pequeña probabilidad de que sea una espía —intercambió miradas con Shizune—. Su nombre es Hatake Sakuma.

—¡¿Hatake?! —exclamaron ambos azabaches—. ¿Eso significa que el padre de la niña es Kakashi-sensei? —preguntó Lee.

—Así es —asintió.

Gai comenzó a carcajearse con ganas.

—¡El espantapájaros de mi rival, ¿padre?! ¡Por todos los Hokage! —rió atónito—. ¡Por supuesto que la cuidaremos, después de todo es como de la familia!

—Me alegra oír eso —asintió Tsunade—. Sin embargo, no se confíen demasiado, solo por si acaso.

—¡Entendido, Hokage-sama! —dijo Lee.

—Tengo una pregunta, si no le molesta —Gai se llevó el puño al pecho—. La madre, ¿sabe de quién se trata?

—Eso estamos tratando de averiguar —suspiró la mujer, girando en su silla para poder ver por la ventana.

(...)

Saku caminó tranquilamente por la aldea, ignorando nuevamente las miradas de los demás. Leía plácidamente mientras caminaba, buscando algún lugar en el cual pudiera estar sola, para así poder pensar en todo lo que estaba sucediendo.

Luego de tantos años, por fin podría conocerlo. Su madre le había hablado tanto de él durante toda su niñez, que hasta casi podía sentir que lo conocía.

Su mamá... cómo la extrañaba. Era la mujer más dulce que había conocido en su vida aunque bien eso podían decir la mayoría de las personas respectos de sus madres. Le recordaba perfectamente: ojos negros, cabello azabache, sonrisa tierna y voz serena. Se había encargado de que supiera quién era su padre y lo que hacía, tanto así que Sakuma luego de su muerte había entrenado para ser una ninja tan poderosa como él.

Sin embargo en su pueblo no habían shinobi, mucho menos academia. Era solo un pueblo agricultor y la mayoría de sus habitantes no eran más que granjeros. Con una sola excepción. Una anciana que había sido kunoichi en su época de juventud y vivía algo apartada del resto. Esa mujer había sido su sensei y le había enseñado todo lo que su edad se lo permitía. Era amiga de su madre por lo que  también había cuidado de ella como a una nieta desde sus seis añitos hasta su muerte, días atrás. Al contrario de lo que muchos harían comúnmente en una situación como aquella, Sakuma no lloró, sabiendo que su tiempo había llegado y que no debía sentir tristeza por eso. La mujer ya era muy anciana y tal vez fue lo mejor el que se fuera como lo hizo a que le llegara alguna enfermedad.

«Mira, es idéntica a él...», «¿Crees que sea alguna clase de admiradora que trata de parecerse a su ídolo, como ese chico Lee los susurros volvieron a llenar sus oídos, haciéndola desconcentrar de su lectura.

No recordaba que en su pueblo todos fueran tan ruidoso y metiches, se quejó internamente mientras decidía guardar su libro.

—¡Oye, tú, niña! —oyó a alguien gritar.

Bufó aburrida y volteó a ver quién se acercaba, por algún motivo sabiendo que se dirigían a ella.

—¿Ah? —murmuró desconcertada, viendo cómo dos tipos idénticos, uno mucho mayor que el otro y vestidos de mallas verdes, corrían hacia ella tan rápido que levantaban polvo a su paso.

Ambos se detuvieron frente a ella y le lanzaron una guiñada al mismo tiempo, sonriendo de lado.

—¡Yo soy el increíble y único Gai, la Sublime Bestia Verde de Konoha! —hizo una pose que a Sakuma le pareció bastante extraña.

—¡Y yo soy Rock Lee! —imitó la pose de su sensei.

Ella pestañeó.

—Hum... Hola.

Tanto Gai como Lee hicieron una enorme mueca de decepción, al ver la falta de interés de la Hatake. Sakuma los miró raro y prefirió seguir caminando, no sabiendo qué clase de bichos raros eran ese par de tipos.

—¡Oye, espera! —exclamó el hombre, siguiéndole—. ¿Tu eres Hatake Sakuma, no es así?

—Uhum.

—Conozco a tu padre —guiñó un ojo Gai.

Eso de inmediato atrajo la atención de Saku, que volteó a verlo intrigada

—¿En serio? —lo miró de arriba a abajo, tratando de averiguar cómo es que su padre tendría algo que ver con él.

Gai sonrió al ver que por fin tenía su atención.

—¡Claro que sí! Somos rivales, ¿no es así, Lee? —atrajo a su estudiante por los hombros.

—¡Así es Gai-sensei! —le dio la razón, para luego dirigirse a ella—. ¡Y le lleva muy bien el paso! ¡Ambos son grandes shinobi!

—Oh —susurró, ahora teniéndole más respeto—. ¿Y cómo es él?

—Bueno, no se compara para nada con esta belleza —el hombre de cabeza de tazón se señaló a sí mismo—. Deberás verlo por ti misma.

Ella asintió. Eso era lo que más quería.

—Bueno, Lee, enséñale la aldea a la dama, yo tengo asuntos importantes que atender —alzó el pulgar hacia su alumno.

—¡Como diga, Gai-sensei! —llevó la mano a su frente solemne, viendo a su sensei retirarse.

Y al voltearse descubrió que Sakuma había comenzado a irse también, por lo que tuvo que trotar hasta llegar a su lado. Sí que era sigilosa, juraba que no se había movido de su lugar. Lee la miró unos momentos, cuando se percató de algo:

—Tú eres la hija del rival de mi sensei... —pensó en voz alta—. ¡Eso te convierte en mi rival por naturaleza! —exclamó.

—Ah, ¿qué? —lo miró raro.

—¡Tú, ¿sabes pelear?! —ella asintió—. ¡Entonces lucharemos! —alzó el puño en el aire.

Sakuma se quiso convencer de que bromeaba, pero al ver su rostro se dio cuenta que lo decía en serio.

—No gracias —dijo con simpleza.

—¡¿Qué?! —la quijada del chico llegó hasta el suelo—. ¡¿Por qué no?!

—No tengo ganas —murmuró cansada de solo pensarlo.

—¡Oh, vamos! —lloriqueó, comenzando a suplicarle con lágrimas gruesas corriendo por sus mejillas—. ¡Debo mostrarle a mi sensei que soy mejor que tú!

—Bien. Como quieras — suspiró—. Piedra, papel y tijeras.

Rock Lee saltó de alegría y mirándola con convicción dijo:

—No podría sentirme más honrado de competir contra ti en este arduo duelo de piedra, papel y tijeras, Hatake Sakuma—llevó el puño al pecho.

—Lo mismo digo —le restó importancia—. Comencemos: Piedra, papel o tijeras.

Ambos enseñaron lo que tenían. El grito de derrota de Lee se escuchó en toda la aldea. Ella había elegido tijeras y él... papel. ¡Había sido vencido! ¡Pero la derrotaría la próxima vez!

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