Se dice que toda mujer debería ser musa de algún poeta, que podría inspirar unos cuantos verso, un soneto y con suerte un poemario, pero no se da cuenta de que solo está siendo usada, casi como un objeto para un fin que es la poesía.

¡Qué estupidez y necedad ! Seguir cometiendo el mismo error durante siglos y siglos.

La musa inspiradora puede ser la naturaleza, una melodía, un aroma, un cuerpo, porque solo son objetos sin embargo la mujer no puede quedarse etiquetada y menos aspirar a ser solo una musa.

La mujer no lo es, porque no es un objeto o un medio; es la esencia de la poesía.

Cuándo entenderemos que la mujer no necesita de un poeta, para que se sienta inspiradora.

Poesía es : su sonrisa, su mirada, su mal genio, su dulzura, sus gritos y su silencio.

No necesita tener un cuerpo escultural, sus kilos demás, lunares, estrías y ojeras son su esencia poética.

Quizá los poetas a veces, no es que  usemos a la mujer como musa sino;  arrancamos a mordiscos, en nuestro afán voraz de poesía, cada parte de ella para delinear versos y saciar nuestras ansias de poesía.

La mujer destila versos aunque esté ojerosa, despeinada, airada, loca, llorosa, con el alma encendida, ardiendo en llamas, caótica o hecha trizas.

Algún día cuando la mujer se dé cuenta de lo que lleva dentro, lo que destella y lo que en realidad es.  Entonces ya no será necesario que un poeta lo escriba.

Ellas serán los versos vivientes que este mundo necesita pues aunque algunos aún no lo sepan; la mujer, es la auténtica poesía.