K. El famoso Jeon JungKook
La maravilla de estar solo es que tus cuestionamientos pueden ser ignorados. No tienes que responder, ni siquiera a ti mismo.
—¡K! ¡K! ¿Estás saliendo con alguien?
—¡K! ¿De qué forma te inspiras para hacer canciones románticas?
—¡K! La última vez te vimos salir de la mano con esa chica, ¿ustedes son algo?
Pero incluso si fuese obligatorio responderte a ti mismo, no tendría que ser necesariamente tan... educadamente.
—Les agradezco a todos su interés. —JungKook, como es costumbre, contesta tranquilo. En su rostro se retrata la expresión calmada y una sonrisa digna de pintar, ni siquiera se replantea su expresión, tan solo le sale naturalmente (lo más naturalmente que puede lograr fingir)—. Pero, ¿no es algo temprano para estas preguntas?
Incluso si esa cuestión no fuese retórica, la respuesta que todos dirían es "no". JungKook camina hasta el auto que le tienen preparado, mirando siemore al suelo, sin intenciones de brindarle a nadie la buena toma que necesita. Cuando por fin se halla dentro del auto, y se cierra la puerta del móvil, el chico suelta un suspiro exhausto que sólo hace al chófer emitir un sonido desesperado. Jeon JungKook, "K" no le toma importancia a eso, y prefiere ponerse los audífonos para ver el camino a su departamento.
Jeon JungKook no es una sensación, no como lo es "K". K, actualmente, es el chiquillo de 22 años que creció frente a las cámaras, porque su padre era un famoso cantautor que estableció su carrera en la cima de la popularidad. K, K es el pelinegro niño que acompañaba a su madre diseñadora a los desfiles y pronto se convirtió en punto de atención al poseer un rostro digno de atención y admiración. K, es el cantante y escritor de obras maestras que han admirado al país entero, y la razón por la que todos los jóvenes adolescentes se vuelven locos. K no tiene defectos, ni malas actitudes; K es el momento, el color y el show de todos los lugares donde se pone de pie..
Pero K no es JungKook.
JungKook es más el chico abandonado por sus partes que buscaba la atención en algún otro lugar. Algo leve, como en la televisión, por ejemplo. JungKook es el chico necesitado de ojos en él, de orgullo, necesitado de amor.
Al meter la llave dentro del cerrojo a su apartamento —un agujero lujoso en un lugar exclusivo—, JungKook se percata de la presencia de una sombra a la distancia. Justo antes de girar la perilla, se da vuelta sobre su propio eje hasta toparse con el cuerpo extraño que reposa la cabeza en la puerta del vecino. No recuerda quién vive ahí, pero no podría olvidar el rostro de absolutamente nadie que viva en su mismo piso.
No emite palabra alguna, tan sólo desea saber quién es el que osa estar de pie con tanta seguridad, como esperando que el de adentro abra la puerta, como si fuese su casa.
Es en este tiempo de observación, en el que el chico de pie a unos metros suyos, voltea la cabeza —la cual sigue recargada en la puerta— hasta toparse con los ojos de JungKook. Ninguno dice nada. Ni una palabra. Ni hay ningún movimiento. No obstante, Kook puede distinguir en él una pequeña señal de sorpresa al, muy probablemente, percatarse de a "quién tiene enfrente". Aún así, el misterioso joven no hace el intento de acercársele, de hablarle, o de hacerlo sentir incómodo; básicamente, no invade su persona, ni siquiera con la mirada, pues después de alzar sus cejas, la puerta se abre y desde dentro. Por ella se asoma Park Jimin —el vecino olvidado—, quien saluda fugaz con la mano a JungKook y termina halando del brazo al desconocido hasta dentro de la casa. La puerta se cierra.
Y JungKook no hace más que meterse a su casa.
Aquella solitaria casa solo tenía un mejor amigo: la señora Hwang. A quien, claramente, JungKook reconocía como, al menos, su tía.
—¡Ya llegué!
—¡Ya lo oí! —Contesta ella a lo lejos. De entre una habitación, ella sale con su suéter en brazos y un toper lleno de comida—. Llega más temprano de lo que pensaba.
—Jin logró acomodar mi horario para estar en casa a esta hora. ¿Ya se va?
—Sí, jovencito. Necesito ir a hacer las compras pero, ¿puedo ir mañana? La verdad es que hoy quiero hacer algunas otras cosas.
JungKook asiente lentamente, dejando caer en la mesita sus cosas y caminando en dirección a la cocina. —Tómese su tiempo, si quiere tómese el día mañana.
—Claro que no. Vendré mañana a la misma hora. Le dejé comida la estufa, así que por favor coma. —Ella camina hasta la puerta, se coloca el suéter y sus zapatos—. Lo veré mañana, jovencito.
Y así sin más, la señora deja una vez más el vacío en su casa. No sabe si está bien llamar casa a esas cuatro paredes. De todas maneras, cuando JungKook comienza a sentir esa típica soledad que lo ahoga, hace cosas que su publicista le pide no hacer, como salir a bares, clubes o incluso pasar el rato en algún lugar desconocido.
Pudieran llegar a pensar que Jeon JungKook, o en este caso, K, tiene un mundo de diversión abordándolo al salir por la puerta. De cierta manera, es cierto. Pero ese es K. No Kook. Y, aunque ya se dijo que no son la misma persona, hay muchos que no lo comprenden. Por eso prefiere quedarse en casa, y eso ayudaría mucho más a las personas que se preocupan por él y la percepción del público acerca de su persona. No le agradan tampoco las fiestas descontroladas, el concepto de llevar a distintas personas a su hogar a pasar la noche, o beber hasta perder la noción del tiempo y de la vida. Odia admitirlo, pero prefiere vivir en la miseria de saber que está solo, a vivir en la falsedad de un millón de amigos a su alrededor. Lo bueno sería tener amigos y salir a las fiestas, pero eso es difícil. A veces no sabe quiénes son, realmente, amigos suyos, y para evitarse la fatiga, prefiere negarlos a todos.
Cuando JungKook está por servirse la pechuga asada que se encuentra en el sartén, el timbre suena.
Aproximándose a la puerta, JungKook se coloca sus lentes y abre la madera. Ahí, frente a él, Park Jimin sonríe amablemente.
—Hola. —La voz del chico es baja y sigilosa—. Soy Jimin, vivo en el piso. No sé si me conozcas.
—Claro, claro. Yo soy...
JungKook se detiene, esperando a que el otro diga que ya lo sabe. El momento no llega.
—JungKook.
—Sí. —Jimin continúa—. Escucha, vamos a tener una pequeña comida con los de enfrente y el vecino del 12B. Son Song MinGi y también con Jung HoSeok. Eh... Tal vez quisieras venir.
—¿Yo?
La verdad, viviendo una vida como la que vive JungKook, es muy complicado imaginar que la gente a tu alrededor tiene buenas intenciones. En ese instante, su rostro se transforma en una obra digna de admiración. Park Jimin parece notarlo, pues agita sus manos repetidas veces como intentando explicarse a sí mismo.
—Escucha, sí sabemos quién eres y todo pero... —Su forma despreocupada de decirlo, causa en JungKook un sentimiento amargo de desaprobación hacia sí mismo. Es como si al chico no le interesase quién es o qué hace, como si K no fuera nada más que una estúpida letra—. Bueno, todos los que vivimos en este edificio tenemos nuestras similitudes. No vamos a hacerte pasar un mal rato. Además no habrá nadie más que nosotros.
No obstante, ni siquiera con esa aclaración, JungKook se fía de la actitud tan novedosa del vecino. Si bien no pasa ahí todos los días, y son contadas las veces en las que se ha topado con los demás dueños, tiene en cuenta que en el edificio —un exclusivo edificio central— viven personas con un estatus social similar o igual al suyo. Aunque, ¿es eso suficiente como para convivir con ellos de forma tan personal como lo es entrar a su casa? JungKook no está muy seguro de eso, y no sabe si Jimin, el hijo de un diseñador cercano a su madre, pueda ser de fiar.
—Nada de cámaras, ni entrevistas donde tengas que sonreír como si de verdad te gustara ser interrogado.
—No lo sé.
En un pestañeo, aquel castaño que, anteriormente, había estado en espera de que le abrieran la puerta, aparece detrás de Jimin a pasos ligeros y un rostro desinteresado. JungKook le pone los ojos encima, como juzgando su persona, y el otro simplemente ladea la cabeza.
—Bueno —dice él—, la parte del interrogatorio es opcional.
Jimin se voltea a su amigo. —¿Qué haces aquí?
—Me preguntaba por qué tardabas tanto en llevarlo.
Lo que le impresiona a JungKook es esa calma, le es difícil encontrar a personas que no actúen como idiotas o se sobrestimulen con su presencia. Es incómodo cuando quieres hacer amigos, y todos ellos te miran como un loco al espejo; pero, se repite, eso no sucede en ese instante. Al contrario, es como si a esos dos les interesada poco o nada que a su delantera se halla K.
—Estaba a punto de responder a la propuesta. —Park Jimin regresa la vista a JungKook—. ¿No?
—Eh... —susurra JungKook.
—¡Oh! Eh, él es Kim TaeHyung. Tal vez conozcas a su padre, es... Ya sabes. Accionista en tu agencia.
Mmm... Sí. Quizá es por eso que el niño de canello rizado le parece tan familiar. ¿No tiene el mismo rostro de las fotos con los accionistas? Debe ser, porque si es su hijo, entonces se deben de parecer. ¿O es que se lo ha topado antes en la empresa? Es lo extraño. A pesar de esa conexión cercana, no hay forma en la que hubiese podido olvidar haber conversado o siquiera cruzado una palabra con él.
Pero le es familiar.
—¿Entonces vienes?
Cuando TaeHyung pregunta eso, JungKook se cohibe en su lugar sin saber qué responder. Se siente atado, la situación le parece casi un compromiso, y a la vez no lo hace, no se siente obligado a ir pero le gustaría decidirlo con un poco más de autonomía. En otras palabras, cree estar obligado a ir, pero quiere ir así que ni es necesariamente una obligación hecha y derecha.
—Sí. Seguro.
Por su respuesta insegura, Jimin se regresa hasta Tae con los ojos abiertos un poco más de lo normal. Finalmente, aplaude y suspira. —Bien, iré por HoSeok y MinGi. TaeHyung, pide el pollo, ¿quieres?
—Sí. —Dándose media vuelta, TaeHyung tiene la intención de irse a la casa de su amigo. No obstante, se detiene y da dos pasos hacia atrás—. ¿Comes pollo?
—¿Ah?
—No estás en una de esas dietas raras, ¿verdad?
Como se dijo desde antes, realmente en ese chico no hay ni una pizca de verdadero interés. Al menos es lo que JungKook percibe, es como si esa pregunta fuera más para molestarlo, y no tanto porque de verdad esté interesado en si puede comer el pollo o no. Ese sentimiento logra que JungKook se confunda un poco, no porque sea raro, sino porque le parece muy curioso que el chico esté actuando de esa manera incluso cuando se conocen. Bueno. No se conocen en realidad, simplemente TaeHyung conoce quién es JungKook, y por obvias razones, esa manera despreocupada de hablar no es propio de la gente que rodea a una superestrella.
JungKook cierra la puerta por detrás suyo, acomodando su cabello largo y negando. Aunque un segundo después, ladea la cabeza.
—Bueno, sí estoy en una dieta.
—Mm... ¿Asi que...? —TaeHyung se lleva el celular a la oreja. Espera por unos segundos la respuesta de JungKook, pero al no recibirla nunca, deja de observarlo y se concentra en ordenar—. Hola, buenas tardes. ¿Tiene algún paquete para...? Mm, como para cinco personas. Oh, sí. Ese está bien. ¡Ah! Y tiene ensaladas, ¿no? Bueno... Mm, sí... Mm... Espere. ¿Puedes comer ensalada con pollo?
JungKook alza las cejas. —¿Perdona?
—¿O vas a comer pollo frito?
—Oh, yo... Am... —Algo nervioso, JungKook pasea los ojos por todos lados, menos por la cara de TaeHyung—. Puedo comer la ensalada.
—Bien.
Cuando TaeHyung sigue hablando por teléfono, hay algo en JungKook que se siente curiosamente incómodo. Se pregunta qué clase de persona es. Quizá no así. Más bien, ¿a qué clase de personas pertenece? De un momento a otro, se pregunta que pensaría su madre de él, y su padre qué tantos aspectos aprobaría de ese joven. JungKook, con sigilo, le mira de pies a cabeza, y al notar sus tenis gastados, sonríe. Entonces, la voz de TaeHyung le hace alzar la cabeza hasta él.
—¿Sabes? Creo que no lo pregunté correctamente. —Aun sostiene el teléfono en la oreja—. ¿Puedes comer la ensalada o quieres comer la ensalada?
¿Él estuvo pensando eso en esos minutos?
El pelinegro abre la boca algo sorprendido, pero tiene la intención de responder a la pregunta. De pronto, es incapaz. Confundido con su persona, JungKook rasca su nuca pensando en la respuesta. Es una pregunta difícil.
—Ahm... —carraspea—. Yo creo que quiero comer el pollo frito.
—Ajá... ¿Bueno? Oiga, ¿podría cancelar la ensalada? ¿Sí?... Gracias. Sería todo... Sí... Bueno, gracias.
Una vez terminada la llamada, TaeHyung mira a JungKook estar de pie frente a la puerta. El joven no atina a más que a quedarse callado, al igual que el modelo. Si bien Kook de nota incómodo, para TaeHyung eso no es visible. Muy a diferencia de JungKook, TaeHyung se mueve de lado a lado con paciencia y distrayéndose con el techo.
—Así que... TaeHyung.
—Eh, sí.
—¿No nos habíamos visto antes?
—Ah, mm... —Habla bastante para lucir tan aburrido de la vida. Esa actitud contradictoria hace a JungKook exasperar—. Yo sí te he visto a ti, pero dudo que tú me hayas visto.
—Creo que recordaría haberte visto en la agencia.
—Casi no voy. No me gusta ese ambiente.
—Te entiendo. A mí me estresa entrar y escuchar gente cantando, cómo rechinan en el suelo los tenis al bailar, a los que practican el libreto en los pasillos.
—No. —Al aire, Tae niega con el mentón—. Eso no es lo que me desagrada.
—¿De qué ambiente hablas entonces?
—Toda la parte de los fotógrafos afuera, ver a la gente llorar en los baños y a todos deprimidos. Eso. Es malditamente molesto para mí.
JungKook se convierte en un ente tímido de repente. Baja la cabeza hasta sus pies, se siente un poco intimidado y cree que va a buscar problemas. No obstante, cuando mira nuevamente a TaeHyung, éste se halla bastante interesado en la pintura del pasillo, sus cejas están alzadas, y su labio inferior es mordido por sus dientes. No luce importarle lo que sea que haya dicho, y no lo ha hecho con la intención de molestarle.
—Ah. —Ríe bajo—. Supongo que no quieres ser famoso.
TaeHyung quita los ojos del cuadro, y asiente en dirección de JungKook. —Supones bien.
—Mm...
—¿Y cómo debo llamarte?
—¿Ah?
—¿JungKook o K?
El famoso cantante, barre la mirada con un poco de incredulidad. Suelta un sudpiro corto, y se regresa al chico que mira el cuadro, como si fuese la gran cosa.
—¿No es igual?
—No creo. —TaeHyung le mira—. ¿Cuál de los dos tengo enfrente ahora?
El pelinegro también le dirige los ojos, y los hace pequeños al intentar descifrar lo que los orbes de él quieren decir. Al no lograrlo, JungKook ve de nuevo la pintura.
Hay un minuto de silencio.
Luego un poco de incomodidad.
Y al final, calma.
—¿Te gusta la pintura?
—No sé una mierda de pintura, K.
—JungKook. —Al decir eso, Tae voltea a verle con atención. El cantante le mira de reojo, y después continua con la obra—. No me parece una buena pintura.
TaeHyung observa su perfil, notando el arco de su nariz. Lo hace así hasta que termina por regresar los ojos al óleo.
—Como te dije, no sé una mierda de pintura, JungKook.
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