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I. Casualidades o causalidades

Jeon JungKook trabaja bien bajo presión. Desde el día en que su madre le dijo que un gramo más de comida afecta un milímetro de piel que sus ojos van a lucir, desde que su padre le puso las manos sobre los hombros, mientras le decía que debía ser el mejor, desde entonces, ese peso en sus hombros y en su piel, existe. Pero, por alguna razón, K no trabaja bien bajo presión.

     —No vamos a lograr esto si tú no estás esforzándote. —El productor le habla con una voz calmada, pero K logra distinguir aquella pizca de enojo. Min YoonGi se toma muy en serio su trabajo—. ¿Estas letras? Son vacías y sin propósito. No tienen rimas, ni siquiera son pegadizas.

      —Hago lo mejor que puedo.

      —Pues haz más. —El hombre se echa hacia atrás, rascando su nuca. De pronto echa un vistazo a SeokJin, quien se mantiene callado en la puerta—. Lo siento pero esto se pospondrá hasta que él lo haga mejor.

     —YoonGi, amigo, ¿no es algo muy precipitado posponer esto? De seguro hay algo en estas letras que tú puedas, ya sabes... —Mueve las manos de lado a lado, acercándose al joven—. Mejorar.

      Esas son las palabras que terminan por sacar a Jeon JungKook de su coraza. De pronto, no es el prepotente y poco amigable modelo y cantautor el que está en ese cuarto. Al contrario, JungKook, el tímido, se hace pequeño en su lugar. No puede evitar escuchar rezagos de la conversación, pequeñas quejas acerca de la banalidad de las canciones que ha hecho. Tan pronto como oye eso, JungKook no puede evitar recordar las cosas que ha escrito, pero por alguna buena razón, no tiene la menor idea de lo que retrató semanas antes en su libreta. ¿De qué eran esas canciones? Ese famoso álbum de regreso que, según las expectativas del público, superaría al álbum debut.

      Ese maldito álbum debut, ¿Cómo es que llegó a salir a la luz?

      En medio de sus pensamientos, los ojos de JungKook se alzan en el momento exacto donde la puerta del estudio se abre y cierra al instante. Una cabellera reconocida es el punto de interés que lo hace levantarse de su asiento, ganándose la mirada de los productores y su manager, a quienes los ve y solamente les dice:

     —Saldré un momento.

     Tal vez es la guitarra en su corazón que lo hace moverse y decidir entre los interminables pasillos del sexto piso del edificio. Pero, cuando más parece que se halla perdido, un rostro conocido se aparece como por obra de magia. Bae le sonríe ligeramente a K, antes de inclinarse al saludarlo. El joven de pelo negro le sonríe de vuelta, y aunque le encantaría preguntarle algunas cosas que ha pensando acerca de la recepción, no pierde el tiempo.

      —Bae, ¿has visto a TaeHyung?

     —Hace un minuto. En el elevador.

     —Genial, ¿sabes a dónde iba?

     —Realmente no... —Toca su labio, pensando. Tarda un segundo para volver en sí a la conversación—. Probablemente fue a la azotea.

      —¿A la azotea?

      —TaeHyung pasa mucho tiempo ahí. Si realmente lo necesitas, puedo marcarle.

      —No, no. Iré a buscarlo allá.

     Dicho y hecho, K se sube al elevador ante la mirada inquisitiva de la chica. Al cerrarse las puertas, JungKook mete las manos al bolsillo. Ahí inicia un poco de su cuestionamiento, las razones por las que está corriendo tras alguien que probablemente no tenga la menor intención de prestarle atención. Las veces en las que se ha topado con TaeHyung han ido incrementando poco a poco. Eso es terrorífico. Es como si, de la nada, aquel rostro y esa manera tan fría de mirar, se hubiesen desbloqueado de su campo de visión, cuando antes muy difícilmente pudiera haberse topado con TaeHyung en la inmensidad de ese edificio. Si no era en el elevador, era en las escaleras, en los gimnasios, las salas de práctica, o la misma recepción. Kim TaeHyung estaba ahí, haciendo nada, o simplemente pasandonel tiempo.

     Cuando el elevador abre su metálica entrada, se topa con las escaleras a la azotea, y su puerta abierta. No espera mucho para subir, y asomar la cabeza por ahí. La luz del día lo hace entrecerrar ligeramente los ojos, antes de ver al joven recargado en el borde del edificio, con un cigarro ebtre los dedos. Su cabello revolotea debido al aire, y el sol lo hace lucir más castaño de lo que realmente es. Lo que emana en él, es tranquilidad, al igual que el sonido del aire chocando con la cabeza de JungKook. Es ruido, pero calma, es vida, pero estática. Es dulce, y amargo, el sentimiento alrededor de ambos.

      De pronto, TaeHyung se voltea por sobre su hombro, y alza las cejas con calma al ver a JungKook. Gira sobre su eje, recargando los codos sobre el borde, y tirando el cigarro al suelo.

      —Hola.

     —Hola. —JungKook empuja ligeramente la puerta, cerrándola.
  
     TaeHyung lo ve acercarse, pero no se mueve ni un milímetro. Ni siquiera cuando JungKook se posa a su lado, y se recarga de espaldas en el muro.

      —¿Qué haces aquí? —pregunta JungKook.

     —Pasando el rato. ¿Y tú?

     —Más o menos lo mismo.

     —¿En serio? ¿Te gusta subir aquí? Yo suelo hacerlo, cuando estoy aburrido.

      —Nunca había subido a la azotea. Pero, viéndolo bien, es algo... agradable. ¿Qué te tiene tan aburrido?

      —Vivir.

      JungKook lleva los ojos a él, algo asustado por esas palabras. Esos orbes fríos terminan por iluminarse por una fracción de segundo, y de inmediato una sonrisa sin dientes se dibuja en el rostro de TaeHyung, quien niega lentamente y termina por correr la vista hacia el horizonte, donde se desvanece el sol.

      —Solo bromeo. —Aclara el chico—. Estoy muy aburrido de estar en este enorme lugar y no poder hacer nada.

      —¿Quién te tiene amarrado?

      —Parece que mi papá lo hace.

      Seguirán pasando los años, y JungKook seguirá creciendo, pero nunca tendrá la valentía de enfrentarse a la idea de los padres. Cuando alguien los menciona, es como dibujar enfrente suyo una línea divisora, un límite, una cerca eléctrica. Nunca podría tocarla, ni siquiera verla. Tal vez es por la idea en su cabeza acerca de sus propios progenitores, acerca de su imagen dura y autoritaria, y ese gancho en su cuello que lo tiene ladeado y amarrado a las acciones, no que él desea, sino que desean para él.

     JungKook se gira y recarga la mandíbula sobre el dorso de sus manos, mirando la ciudad que comienza a teñirse de rosado.

     —¿Qué hacías por la sala de grabación?

     TaeHyung ríe. —¿Sabes? Eso fue una gran casualidad. No es que quiera encontrarme contigo diariamente.

      —¿Ah, no?

      —No. —TaeHyung se gira en la misma dirección que JungKook. Habla seriamente, no con su usual pizca de diversión—. Puede parecerte extraño, pero no tengo la intención de acercarme a ti.

      —¿Debo tomar eso como algo bueno?

      —Sí si aprecias las amistades sinceras.

     —Ah, ya entendí. Dices que no tienes la intención de usarme.

      —Digo que las veces en las que nos hemos encontrado, no han sido más que casualidades. —TaeHyung corre la vista hacia otro lado, algo harto del atardecer—. Ver tu cara diariamente comienza a ser extraño.

     —Pensé que me veías todos los días en la televisión.

      El comentario en su contra hace a TaeHyung rodar los ojos. Eso hace a JungKook reír. La risita del pelinegro también provoca en el castaño una sonrisa mínima. Ambos han decidido permanecer en silencio unos cuantos minutos, en lo que el atardecer se desvanece y la noche desnuda a la ciudad, pero el silencio no es cómodo. Al contrario, se siente como una cama de piedra. Si fuera posible observar a lo lejos a los dos chicos, se notaría sus movimientos extraños, la lejanía entre sus codos, y como son incapaces de continuar una conversación simple fuera de las que comúnmente tienen.

      —¿Recuerdas que dijiste que mi música es basura?

      TaeHyung cambia su expresión a una molesta. —No dije eso.

      —El productor dice que le falta algo. Así que el nuevo álbum está pospuesto.

      —Ya veo.

      La verdad es que los ojos de TaeHyung son suficiente para demostrar el desinterés que JungKook siente. Incluso cuando busca un poco de su atención diciendo cosas exclusivas como esas, parece insuficiente para lograr una pizca de interés en los orbes de Kim TaeHyung. Al contrario, el chico parece más interesado en los edificios y las personas que parecen hormigas en lo bajo de la ciudad.

      —No sé si algún día saque otro disco.

      —Bueno, K, recuerda que siempre te adoran como modelo también.

     —Odio modelar. Todos buscan la mejor foto, el mejor punto, y el mejor ángulo, no puedo existir con calma.

      —¿Sí? Pues te queda bien.

      La mira a ligera de JungKook hace a TaeHyung verlo también. De pronto, es como si TaeHyung notara su propia forma de contestar, y se sintiera avergonzado por la frialdad de sus palabras. Algo bajo el reflector, TaeHyung junta sus dos manos y suspira.

       —Lo lamento. Te dije que no tenía otras intenciones contigo.

      —Así que a eso te refieres.

      —Hay suficiente K en las noticias.

      —Lo sé. —JungKook mira sus manos entrelazadas. Termina girando y echándose en el suelo, con las manos soportado su peso—. Es solo que a veces me pregunto cómo llegué acá.

      —Bueno... Tengo amigos que dicen que tu álbum debut fue muy bueno.

     El menor cierra los ojos un momento, trayendo de vuelta aquel famoso álbum debut. Una tontería, si se lo preguntan. Son letras tontas de un niño que no tenía escapatoria de la vida, una serie de palabras malescritas con errores de ortografía y sin ninguna secuencia. Nada parecido a lo que se le enseñó en sus clases de lírica y expresión escrita, nada maravilloso, impactante o bueno, ni pegajoso, era solo ese deseo de querer desaparecer.

      —Ese álbum ni siquiera debió haber salido.

      —¿No? ¿Por qué? —TaeHyung se sienta al lado de K.

     —Bueno, es que mi mamá lo encontró una vez mientras mandó a revolver mi habitación.

      —No entiendo.

      —Sí. —Se gira hasta él—. Ella creyó que estaba haciendo alguna tontería con... ya sabes... sustancias. Buscaron en todo mi cuarto, y encontró mi libreta. Leyó todo, ¿y sabes qué fue lo mejor que se le ocurrió? Lo entregó a un productor.

      El otro le mira y Kook se siente como un bicho en un cristal, disecado y pegado con un alfiler en el tronco. Al removerse en su jugar, y sentarse correctamente, TaeHyung nota que JungKook ha comenzado a sentirse un poco incómodo por el silencio. El mayor no dice nada, pero la verdad intenta recordar el álbum del que están hablando. Lo cierto es que solamente conoce los sencillos más recientes y algunas ediciones extendidas.

     —¿De qué trataba el álbum?
 
     JungKook ríe. —¿No conoces ni una? Fue número uno por ocho semanas consecutivas.

      —Ilumíname.

     —Tiene hasta un storyboard de edición especial que se vendió, y todo.

       —Perdón por tener una vida y no pensar en el famoso K y su primer álbum.

      —El álbum habla de un chico que piensa que toda su vida será del mismo tono gris y pelea con Dios como si él tuviera realmente la culpa.

      —¿Así te sentías, JungKook?

     De pronto, ya no es K, es JungKook. Eso, le causa una molestia tal al famoso chico, qué termina por girarse a otro lugar, como evitando la pregunta. No es ninguna mentira que TaeHyung ha trazado una gran línea entre "K" y JungKook, pero eso solo hace sentir más fragmentado al pelinegro. Es como si TaeHyung tuviera tanto desinterés por el que ve en la televisión, y practicara un sinfín de cuestiones para el que odia ser famoso.

      La risa de TaeHyung hace a JungKook verlo una vez más. El joven de pelo café no evita cubrirse los dientes, y cerrar los ojos con delicadeza para, un segundo después, mantener la postura original de su existencia. JungKook no dice mucho más después de oír esa risa, pero le parece extrañamente tranquilo el momento, tanto que cierra los ojos y suelta un gran suspiro.

      —Perdón, K. No quise hacerte enojar. —TaeHyung recarga la frente sobre su propia mano, mirando de reojo a JungKook—. ¿Fui algo irrespetuoso?

     —Entonces, ¿soy K o JungKook ahora?

     —No lo sé, eso lo decides tú.

     —¿Yo? Porque parece ser que depende de mis palabras que me llamas por un nombre o por el otro.

      —Jaja. —Vuelve a emitir una risa el mayor, solo que esta vez ya no es realmente graciosa, es más burlona—. Es así. A veces te veo, y me pregunto quién serás... Porque tú y K son diferentes.

      —¿Cómo puede ser eso? —La verdad el tema tiene bastante tediado a Kook, tanto así que habla con enojo.

     El sonido de los autos provoca en los dos guarden un silencio pulcro. JungKook espera una respuesta, TaeHyung solamente disfruta de la incomodidad del momento. Ninguno de los dos está al pendiente de la hora, del aire del lugar que los despeina, ni de sus obligaciones. A diferencia de otras veces, lo que se corta en el ambiente no es solo el sentimiento de tensión, sino algo más profundo como una cinta adhesiva que se extiende de lado a lado y tiene sobre ella polvo. Pero qué extraña comparación. Pues esa cinta adhesiva es lo que los tiene ahí esperando a ser cortada a la mitad, está tan llena de suciedad, y de cosas incómodas a la vista y a la mente, que la espera se vuelve larga.

     Pero, ¿quién va a tocar esa cinta sucia? Esa es la verdadera cuestión. Cual de esos dos chicos va a dar el primer paso para romper el plástico que los mantiene lejanos y cercanos, a la vez.

      —Me pregunto por qué seguimos encontrándonos. —Al final dice TaeHyung—. ¿Por qué ahora?

      Solo por medio segundo, JungKook lo mira. Termina recorriendo su rostro calmado, hasta correr la vista a otro punto en el techo.

      —Ah. Bien. —Se rinde TaeHyung—. ¿Sabes cuál es la diferencia?

     JungKook entiende a lo que TaeHyung se refiere, así que termina hablando inmediatamente. —¿Cuál?

      —K mira al mundo como un cazador a su presa. Como si todos estuvieran a tus pies. —Las palabras salen calmas, sin rencor y mucho menos enojo—. Pero tú... Tú, JungKook, es como si fueras el conejo frente a la escopeta, como si todos estuvieran en tu contra.

      En el instante que TaeHyung lleva los ojos a JungKook, la idea no puede quedar más clara. ¿Quieren saber cuál fue la clave detrás de aquel exitoso álbum debut? La sinceridad de un chico que quería desaparecer. Incluso una madre prepotente pudo notar la sinceridad de ese diario, de esos secretos, un álbum lleno de dolor. Pero, ¿quién nota eso? Nadie. Porque para todos, ese álbum fue compuesto, y no la realidad. Entonces, se pregunta TaeHyung, ¿quién fue el encargado de deshacerse de los ojos de presa? Alguien osó cambiar esa alma pura en una capa de aparente seguridad, y dejaron a una presa convertirse en cazador sin siquiera estar entrenado.

     La lectura aterroriza a K, quien se oculta detrás de la sombra de quien gana terreno. Entonces JungKook ladea la cabeza con resignación, y lleva los ojos al nuevo horizonte, por donde la noche se deja ver.

      —Así me sentía. —La respuesta a la pregunta de TaeHyung al fin llega—. Como un conejo... Un conejo daltónico que culpa a Dios mientras lo llevaban de la pata.

      El otro ríe. —Me lo imaginé, JungKook.

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