Capítulo VII
1 de Noviembre. Desde ya hacía dos semanas que Asami no descansaba con sus entrenamientos. Tenía en la cabeza el superarse a sí misma. Tenía que pasar esos exámenes, su futuro laboral dependía de ello. Quería entrenar sin parar, pero su sensei les pidió que descansaran unos dos días, ya que venían entrenando muy duro y tampoco era la idea que lleguen cansados para los exámenes.
Asami estaba con Bandido, su caballo, cepillándolo en el establo. Ya había limpiado todo el cubículo, le había cambiado el agua y le había puesto nueva alfalfa. Estaba pensativa, prácticamente el cepillado lo hacía por inercia. De su mente no salía el sueño que venía teniendo ya hace dos meses, casi todas las noches soñaba lo mismo. No podía descifrar que significaba.
— ¡Asami! —le gritó molesto haciendo que la joven rápidamente regrese de sus pensamientos y gire a verlo. — ¿Qué estás sorda mujer? Te estoy dele llamar desde que entré al establo y tú cómo robot cepillando al caballo.
— Lo siento Riku, estaba pesando. No te estaba prestando atención.
— Si ya veo —acaricio al animal. Y luego volvió la vista a su amiga que la notaba distraída. En cualquier otro momento, con el grito que dio le hubiese dicho alguna grosería. — Oye, te venía a buscar para que vayamos a merendar. Está lindo el día, soleado. —Miró hacia la puerta del establo que estaba abierta— Creo que será el último día con sol.
— Sí, creo lo mismo —dijo mirando hacia el mismo lado de su amigo. Pero nuevamente lo observó a él. — Me gusta la idea, todo lo que tenga comida de por medio, es una muy buena idea. ¿Has pensado en un lugar? Porque si bien hay sol, ya tenemos nieve. Se acerca el invierno las nevadas son más fuertes y está frío.
— Si. Abrió una nueva sala de té, donde hay gatos —sonrió.
— ¡¿En serio?! —preguntó incrédula. Su amigo asintió.
La emoción la invadió. Ambos compartían el mismo gusto por los gatos. Y en la aldea no había nada parecido a ese lugar. Rápidamente guardo a su caballo, le colocó una manta de lana bien abrigada para que pase la noche y cerró el establo. Partieron rumbo a ese lugar.
Una vez allí, pidieron el té de la casa y unos pastelillos dulces. Asami jugaba entretenida con los gatos que se habían acercado a ella. Mientras que Riku le servía té en su taza.
— Oye Asami, ¿en qué andas pensando tanto? Te veo muy distraída.
Ella lo miró, borró su sonrisa y se puso seria. Dejó de acariciar al animal para tomar su taza de té. Pero no bebió un sorbo, solo se quedó mirando la infusión entre sus manos. Mientras que su amigo ya había probado el té y se encontraba comiendo un pastelillo.
— Es sobre un sueño que he estado teniendo desde hace mucho.
— ¡¿Por un sueño estas asi?! —Se burló mientras le daba otro sorbo al té. — Eso que dicen, que las mujeres se preocupan por cualquier cosa, es cierto. —rio haciendo que Asami lo miró mal.
— Y eso que dicen, que los hombres son unos estúpidos, es cierto. —contestó de mala forma haciendo que su amigo la mire mal. Ella bebió un sorbo del té— ¡Ooh! —Se sorprendió— Este té es el más rico que he probado en la aldea.
— ¿Verdad que está bueno? —comento devorando otro pastelillo. Ella lo miró mal.
— ¡Oye te vas a comer todo! ¡Muerto de hambre! —lo regaño.
— Bueno, lo siento —con culpa la miró dándole el último bocado al pastelillo. — Bueno ya, en serio, cuéntame ese sueño. Tiene que ser una profecía más o menos cómo para que te tenga así. —se burló dándole otro sorbo al té. Ella lo miró mal, pero obvio su burla y prosiguió a contarle.
— No es nada de eso. —Miró el interior de la taza colmada de té— En sí el sueño es una tontera, es cómo si yo fuese una niña pequeña, que está siendo alzada por una persona, pero lo que más me descoloca es cómo me hace sentir. —Su amigo le prestaba total atención— Si bien lo que te cuento podrías pensar que me genera paz no es así, siento, en todo momento, intranquilidad o ansiedad, no sé explicarlo.
— ¿Y quién es?
— No lo sé. No le puedo ver el rostro, sólo sus manos y su cabello. Y a juzgar por ello, creo que es una mujer... A parte su voz. —Lo miró preocupada— Tengo la sensación de que la conozco. Pero... Jamás he visto a alguien con ese cabello. —su amigo la miró fijo a los ojos.
— Vaya... Es raro lo que cuentas, Asami. —Acarició al gato que se había acostado sobre sus piernas— ¿Y qué te dice?
— Que sea fuerte...
— Bueno no es un mal mensaje —dijo Riku comiendo otro bocadillo sin que su amiga se dé cuenta. Asami por su parte estaba pensativa y no se percató de la hazaña de su amigo. — Oye Asami, tú eres una chica muy espiritual, ¿no será un ángel? como me has comentado de tú religión, un ángel de la guarda. —su amiga se sorprendió abriendo los ojos y luego sonrió.
15 de Noviembre. Ya no faltaba nada para los exámenes, sólo era cuestión de días. Los últimos preparativos burocráticos se estaban ultimando. En el gran palacio del Capitán General, se encontraba junto al Sargento Mayor y los dos líderes monjes, yamabushi y sōhei.
— Bien colegas, quiero comentarles que ya está todo planeado para los cambios en los reglamentos. Ya los he mandado a firmar por el consejo y por el señor Feudal.
— ¿Qué ocurre si el señor Feudal no quiere firmar Ryota-sama? Todo lo que hemos planeado y en lo que hemos trabajado se vendrá abajo. —dijo el Sargento Mayor.
— Tal cosa no ocurrirá. Me encargué de destinarle una carta junto con los documentos, donde dejaba bien en claro que la presencia de Asami es una amenaza para nuestra tradición y nuestra forma de vida.
Todos los presentes se sonrieron, el Capitán General conocía muy bien al señor Feudal, sabía que manipularlo por el lado de la falta de equilibro en la aldea era una excelente estrategia y que no se negaría a los pedidos.
— Me he estado preguntando ¿cómo podemos eliminarla sin levantar sospechas? —pregunto el yamabushi
— Ya tengo todo pensado. He elegido yo a los examinadores que puntuaron los exámenes, no solo los de la niña, sino todos. Quiero a los mejores samuráis en mis tropas. Y he instruido a los oponentes designados para que usen toda su fuerza contra ella.
— ¿Y qué hay de Mifune? ¿Si se entera? —dijo el sōhei.
— Mifune es un gran guerrero —dijo el Capitán General— Pero es un sentimental. Cree que la compasión es una virtud. Pero yo soy el líder de los samuráis, y no permitiré que una niña con sangre ninja se convierta en uno de nosotros. Asami debe ser eliminada. Por lo que pido la máxima discreción en el tema.
— Entendido, Ryota-sama. Seremos discretos. —acotaron todos a unísono.
— Así es... Recuerden que la muerte de Asami debe parecer un incidente propio de la muerte en combate.
27 de Noviembre. Día del examen por la mañana. Asami se encontraba desayunando. Ese día desayuno ligero porque estaba muy nerviosa y la verdad no quería comer, pero debía para poder tener energías.
En la aldea ya estaban todos los preparativos, ya habían montado el escenario. Las credenciales y las espadas que se regalaban a los graduados, unas espadas especiales, pues en el mango de cada una de ellas tenía grabadas las siete virtudes samurái.
Los samuráis seguían un estricto código de normas morales: el bushido (camino del guerrero). Este estilo de vida estaba basado en 7 virtudes:
Justicia (義): Como guerrero, debía tener conciencia de sus decisiones y tener las cualidades de buscar su camino correcto con humildad y criterio.
Coraje (勇): El samurái debía tener coraje para actuar en las situaciones más complejas, incluso con la posibilidad de perder la vida en las mismas. Un guerrero sin coraje era considerado como algo muy deshonroso.
Benevolencia (仁): El guerrero samurái debía ser generoso y estar dispuesto a defender al más débil. También debía de ser tolerante y atento a las necesidades de sus compañeros. Pero a la vez debía usar la benevolencia de una manera inteligente, sólo ofreciendo su colaboración cuando realmente era necesaria, y no regalando ayuda en exceso y sin motivos.
Respeto (礼): tenían el deber de ser respetuoso con sus compañeros, así como con sus enemigos. Ser amable, y atento con las personas. Nunca actuar de manera vulgar por tener más poder que el otro y siempre ser considerado con las otras personas. Un guerrero irrespetuoso no sería digno de llamarse samurái.
Honestidad (誠): El samurái debía ser cuidadoso con sus palabras. Siempre decir la verdad, y cumplir todas sus promesas.
Honor (名誉): Ser honrado en todo momento. Jamás debía involucrarse en actos que manchen su reputación, o tomar una decisión que lo deshonre. El guerrero samurái era el único responsable de mantener limpio su honor, y si en algún momento cometía algún agravio o su honor era machado, solo podía limpiar su nombre cometiendo seppuku (suicidio).
Lealtad (忠義): Debían leal a su amo, en este caso al Feudal, y responsable con sus subordinados. Sus palabras debías ser verdaderas y fieles, y debía acatar las órdenes de sus superiores sin cuestionamientos.
Si un samurái fallaba y se alejaba de este "camino", se consideraba deshonrado y por tanto debería cometer seppuku.
El Capitán General se encontraba en su palacio furioso, tanto así que ya había mandado al suelo varios adornos. Insultando y maldiciendo al aire. Su secretaria estaba asustada, no era la primera vez que lo veía enojado, pero si la primera vez que lo veía totalmente furioso.
— ¡Malditos inútiles! —Criticaba— ¡Son todos unos ineptos! ¡Malditos gobernantes! ¡Nada de esto pasaría si yo estuviese al mando!
Estaba furioso ya que el Feudal le había rechazado la propuesta de hacer cambio en los exámenes y mostrar la otra cara de la moneda de los samuráis al público.
— Tranquilícese señor, por favor —le pedía su secretaria mientras recogía las cosas del suelo. — De seguro podrá pedir una audiencia con el señor Feudal
El Capitán General se acercó a ella con una mirada de desaprobación. Al tenerlo tan cerca ella se puso de pie y lo miró aterrada.
— ¿Eres estúpida? —La pregunta retórica hizo que la chica se sintiera mal— ¿Adentro de esa cabeza hay un cerebro pensante? ¿O yo me equivoque al elegirte secretaria? No puedo pedir audiencia niña tonta, el día del examen es hoy. Yo necesito hoy esa autorización. No mañana, no pasado mañana, ni dentro de 3 meses. Hoy, ya mismo.
— L-Lo siento señor.
— ¡Cállate la boca! —le gritó molesto. La joven secretaria se asustó. — No pedí tú estúpida comprensión femenina. Sólo te pago para llevar y traer papeles. No para que abras tú asquerosa boca. Y hazte un favor, no lo vuelvas a hablar. Deja relucir tu incapacidad.
— Sí Señor.
— Toma, lleva estos papeles —comento el hombre de manera nerviosa entregándole un sobre de papel madera sellado. — Y diles que den comienzo con los exámenes, no podemos seguir retrasándolos. Daré paso al plan B.
La joven se retiró muy apenada. Y el anciano cerró la puerta bruscamente detrás de ella.
Asami llegaba a las puertas del gran anfiteatro que tenía la aldea. Al pasar los grandes portones una voz la llamó y ella miro a su derecha, donde se encontraba un hermoso jardín que ya se estaba cubierto de un manto blanco. Era Riku que estaba juntó a todos estudiantes, esperando ser citados para rendir. Asami se acercó a ellos.
— ¿Qué hacen aquí afuera?
— Nos dijeron que esperáramos. —dijo Riku.
Asami se sorprendió, ella estaba llegando sobre la hora citada a todo estudiante. Sabía, que por lo menos, un estudiante estaría listo para salir a rendir su batalla. No le pasó mucha importancia y esperó junto a sus compañeros de estudio.
A unos metros de allí se encontraba el Departamento de Enseñanza Samurái (DES) la cual se encarga de dirigir y gestionar el Sistema de Educación del Ejército del País del Hierro.
La joven secretaria ingresó a la sala de administración un poco apurada. Se notaba que había ido corriendo hasta el lugar. El joven de administración la recibió.
— Señorita Mia, muy buenos días. —sonrió un poco sonrojado y feliz de haberla visto— ¿Sucedió algo?
— Si. Vengo con los papeles y credenciales de los examinadores.
— Ah qué bueno —recibió el sobre que la chica le entregó— Ya llevan un rato esperando, en la sala del anfiteatro.
Al abrir el sobre se sorprendió porque los papeles no coincidían con los examinadores. Levantó la vista y la miró esperando una respuesta. La secretaria del Capitán General sabía que no era lo que se acostumbraba para los exámenes.
— Son órdenes de Ryota-sama.
El gran anfiteatro estaba dividido por cinco entradas. Dos al norte y dos al este, por la cual ingresaba y salía el público que era espectador ante los exámenes. Y otra puerta al sur por la que ingresaban estudiantes, moderadores, examinadores, médicos, y personal que se encargaba de coordinar todo el movimiento interno.
Los aspirantes a Samurái eran alrededor de 50 alumnos. De los cuales, muy pocos podrían convertirse en un guerrero.
Los jóvenes estudiantes habían ingresado al gran anfiteatro por la puerta sur, ya que hacía mucho frío afuera y había comenzado a nevar. Asami platicaba con sus compañeros animadamente hasta que uno de los jóvenes hizo que todos presten atención a dónde había señalado. Asami se dio media vuelta ya que estaba de espaldas a la puerta.
En ese momento ingresaron un grupo de hombres muy fornidos, con aspecto de ser peligrosos.
— ¿Quiénes son esos? —preguntó uno de los compañeros de Asami.
— ¿Serán los examinadores? —dijo otro.
— Ojalá que no lo sean —comento otra jovencita— Dan miedo.
— ¿Serán los examinadores? —Preguntó Asami— De ser así ya me doy por desaprobada —comentó divertida pero preocupada.
— No digas eso —la corrigió Riku— Tú puedes Asami. A demás no creo que lo sean. No hay mujeres, la regla exige que las alumnas rindan con guerreras de alto rango. Tienen que ser mujeres.
Luego de una hora, los exámenes dieron comienzo. Se los invitó a los alumnos a ingresar a una sala donde se les explicaría las reglas y se les asignaba un número, el cual era el turno que le tocaba para rendir.
Al mismo tiempo los moderadores ingresaron a un sector destinado para ellos cerca del campo de examen. Los moderadores son los encargados de observa a los estudiantes en su forma de combate. Su trabajo es anotar los puntajes, dar veredicto de quien queda y quién no. Y por último destinar a que línea de guerra, según sus destrezas, se unirían. Si bien ya les asignaban un puesto, los guerreros al cabo de tres años de cumplir con su rango asignado, podrían elegir el pelotón o trabajo al que le gustaría dedicarse.
Dentro de otra sala se encontraban los examinadores conversando animadamente, eran compañeros de trabajos, por lo que se conocían entre ellos. En eso ingresó el administrador del DES seguido de unos hombres.
— Disculpen sensei, deberán retirarse de la sala. Hay nuevos examinadores y deben poder cambiarse y alistarse para el examen.
— Pero ¡¿cómo es esto posible?!
Todos comenzaron a murmurar y preguntarse los unos a los otros. Nadie entendía nada. Ellos ya estaban listos para salir al campo.
— Les pedimos disculpas, pero es un cambio de último momento.
— ¡Esto no puede ser! Tengo el comunicado de que seré examinador desde hace un mes.
— Es un cambio de último momento de los líderes de la aldea. No pueden oponerse.
Todos estaban desconcertados. Pero de igual modo hicieron caso a lo que se les pedía, por lo que cada uno se retiró de la sala. Los nuevos examinadores comenzaron a colocarse las vestimentas apropiadas para dicho evento.
Se dio comienzo a los exámenes. Pasó el primer estudiante, ingresando por la puerta izquierda de marco rojo por donde ingresarían todos los estudiantes. Se presentó al alumno al público y luego se dio paso al examinador, quien ingresó por la puerta derecha de marco verde.
Los examinadores eran quienes peleaban cuerpo a cuerpo con los alumnos. Samurái de alto rango, quienes estaban capacitados para enfrentar a los alumnos. Si bien no se desempeñaban totalmente en sus destrezas de espada cuerpo a cuerpo, ya que eso sería una desventaja muy elevada para los principiantes, si ponían presión al momento del ataque.
La pelea comenzó. Al principio el joven aspirante tenía toda la energía y sus secuencias de manejo de espada y golpes eran correctos, pero de un momento a otro término en el piso con un corte en su brazo.
El joven se sorprendió, nunca había visto que en un examen final se lastimara de esa manera a un aspirante. El chico estaba dolorido, pero a la vez asombrado.
El Teniente General, que era parte del equipo de moderadores se sorprendió cuando vio parte de la armadura del joven dañada con un profundo corte. No estaba permitido esa clase de ataque punzante hacia el estudiante. Golpes sí, pero cortes no. Si bien el enfrentamiento era con espadas, era más una batalla estilo esgrima más que una batalla real. Hace muchos años habían abolido el daño físico hacia aspirantes, ya que muchos solían morir antes de convertirse en samurái o incluso pasaban largos periodos en el hospital. Eso traía mucho gasto y pocos guerreros activos. Por lo que se habían cambiado las reglas y sólo se evaluaba la destreza de los estudiantes en combate.
La pelea continuó y el joven terminó ganando los puntos que debían sumar para ganar la batalla y así terminarla. Pero por más que haya ganado terminó muy herido.
Riku y Asami esperaban ser llamados al campo de batalla. Estaban sorprendidos como los jóvenes que ya terminaban de rendir pasaban muy malheridos acompañados del cuerpo médico.
— ¡Oh por Dios! —Exclamó Asami. — Esto es una masacre, Riku.
— Esto no puede estar pasando —pensaba el joven igual de aterrado que su amiga.
— No quiero pasar a rendir —retrocedió unos pasos. — Tengo miedo.
— No Asami — la detuvo del antebrazo— No temas, has entrenado por años para esto. Y los últimos meses demostraste que eres capaz.
— ¡¿Tú me viste a mí?! —exclamó aterrada— A duras penas y peleaba contigo. Y tampoco es que eres Samurái X. Y aun así me ganabas.
— Oye soy muy bueno.
— Si tú lo dices —revoleó los ojos. — De todas formas, no quiero ir. Moriré en el intento.
— Esto está muy raro Asami, no debería ser así. Con mi padre hemos venido a cada examen que se daba por años, desde que soy pequeño y jamás los estudiantes salían en este estado —comentó viendo como un estudiante pasaba llevado en camilla.
Las horas pasaron y llegó el momento de Riku. El joven fue llamado por un coordinador y tomando su casco saludó a su amiga, que preocupada lo despidió y le deseo suerte. Se quedó viendo cómo se alejaba de ella.
El muchacho pasó a batalla con mucha decisión. Se colocó el casco y se juró ganar. Con mucha elegancia y destreza esquivaba los golpes del examinador.
Asami que se había asomado a la puerta veía como su amigo peleaba. Se sorprendió de él, ya que jamás había visto a su amigo con tanta confianza en sí mismo. Era un joven inseguro y temeroso. Pero en ese momento mostraba todo lo contrario y a eso sumado que era muy bueno.
Había recibido un par de golpes y su armadura se había dañado por la espada del sujeto. Pero aun así Riku no se dejó menospreciar y buscó la forma de ganar los puntos.
Hasta el momento, habían rendido 45 estudiantes y de los 45 sólo doce habían pasado el examen, uno de ellos fue Riku, que fue aplaudido por el público, ya que hasta el momento había sido uno de los mejores, recibiendo muy poco daño.
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