Después de salir del lugar Efraín había sido chequeado por un cuerpo de paramédicos, después a un hospital y al estar bien fue llevado a la oficina principal de la sede de la Policía Militar, esta vez no fue llevado como en la otra ocasión a la Sala de interrogatorio.

Ya en las instalaciones de PM, un Efraín cansado, y sobre todo muy callado fue lo que encontré, había entrado al lugar a saber cómo estaba.

Me senté al frente de él en la gran mesa.

—¿Cómo te sientes? —le pregunté.

—No lo sé —respondió sin ganas y con la cabeza baja.

—Esta operación tuvo algunas curvas, pero llegamos al objetivo.

—Cómo curvas, no te entiendo—explicité.

—Sí, Efraín, hechos que no estaban previstos; es decir, se adelantó la operación, se involucró Luciana y bueno....el fin de Romeo de esta forma. Qué más podemos pedir, ¿no?

— No lo quería hacer Jenni pero algo me decía que tenía que hacerlo, total, soy un asesino, ¿Recuerdas?

Al verlo tan decaído, tomé aire, cerré mis ojos y me levanté para sentarme al lado de él.

—El Efraín que yo estoy viendo ahora, y el Efraín de hace un par de tiempo atrás, son totalmente diferentes. —lo tomé de la mano. —No te debería de decir esto, pero tu estabas cooperando con la PM y tu amigo el qué estaba con Romeo en la azotea estaba también ayudando y guiando a ese hdp hasta dónde estábamos nosotros, esto fue trabajo en equipo.

— ¿Ahora qué pasará conmigo? Maté a un delincuente Jennifer... Y no quería admitirlo, pero tengo miedo. Se van a vengar y me van a matar.

— No sé qué va a pasar con tu caso después de esto, pero seguro no vamos a dejar que te pasé nada— dije —Por lo pronto, tienes que irte a la habitación ya te están esperando un grupo te va a escoltar.

Efraín y yo nos páramos de la mesa y le di un apretón de mano, para después verlo desaparecer y quedarme sola. Estaba cansada y con un montón de emociones a flor de piel, mi reloj de pulsera marcaba las 3:30 AM y lo único que quería era llegar al apartamento, bañarme y poner mi mente en blanco, no podía creer que todo ¿Había terminado? 

Antes de salir del comando tenía que hacer un par de cosas en mi oficina, abrí la puerta y cuando iba a prender la luz escuché una voz femenina muy familiar.

—No, no la prendas agente Campos— su voz era suave e inconfundible.

—La luz de la Luna nos ilumina—Estaba sentada de espalda en mi escritorio, ¿Luciana?—pregunté.

Dando la vuelta y parándose de la silla viniendo directo hacia mi dándome un tierno y apasionado beso en mi boca. Rodeando sus caderas con mis manos y trayendo su cuerpo al mío, respondiendo al beso ardiente de mi Luciana.

—¿Quién más te espera Jennifer?—dándome otro beso subiendo la intensidad a la pasión desbordada.

—Perdóname por involucrarte en esto —la tomé de sus mejillas —Perdóname por hacerte pasar este mal rato—dije con vergüenza y preocupación.

—No mi amor, no tengo que perdonarte nada —me da otro beso. Mis manos recorren todo el cuerpo de Luciana para asegurarme de que estuviera bien.

—¿Estas bien?—beso —¿No tienes nada, un rasguño?—beso—la miró fijamente a esos ojos que me mataban. —¿Estas bien Luciana Ríos?

—Cálmate mi cielo, que estoy enterita— se separa un poco y se da la vuelta lentamente, —Ves este cuerpo, está en perfecto estado y listo para ser devorada por su súper heroína—se acercó y me tomó de la camisa y me llevó hacia ella, besándome  con mucha pasión.  

—Te extraño—soltó un susurro en mi oreja. La veo a los ojos y me separó un poco. Ella me mira un poco asombrada.

—¿Qué pasa Jennifer?—preguntó.

Me dirigí a prender la luz de la oficina y escuché al fondo, — ¡Cómo eres corta nota!

—No sé qué pensar de esto Luciana, Quiero estar segura de lo que sientes por mi.

A lo que Luciana blanqueo sus ojos y se dio la vuelta para ir directo al minibar y servirse un trago de whisky seco.

—¡Ay! De verdad Jennifer, vuelves con lo mismo, si y no, tal vez, quiero pero no, ponerle un nombre a esto, o no. ¡Ya Basta!
Mira por ti. ¡Salud por mi agente Campos! —suelta el caso y camina hacia mi mirándome fijamente a los ojos.

—A ver, por qué tu no me dices que sientes por mí, ¡Um!

—¿Qué quieres de mí? Dime. Suéltalo. Empieza a contarme todo lo que te pasa. Afróntalo.