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El origen del rumor

Al día siguiente del asesinato del supuesto líder pandillero, Julius tuvo una idea, ¿Por qué no regresar el favor a los pandilleros?, esa día no dejó de rondar su mente en todo el día.

Esa mañana se reportó enfermo en la escuela y fue al centro de Tokyo para poder ver un poco mejor el como se organizaba todo el asunto de los territorios de pandillas.

Se vistió con un pantalón azul cielo, camisa de manga larga color blanco y se puso una boina azul, dejó suelto su cabello y al salir de casa se puso unas botas estilo militar en color negro.

En su camino a la estación de trenes visualizó algo que le causó un sentimiento inexplicable, su "mejor amigo" estaba hablando muy animadamente con otro joven que tenía todo el estilo de pandillero, cabello parado y teñido de un rubio pollo y el uniforme mal arreglado, en ese momento estaba por cruzar la calle y golpear hasta la muerte a aquel pandillero que intentaba llevar por mal camino a su compañero, sin embargo justo antes de hacer algo más se dió cuenta que había más gente de la que quisiera como testigo, ya después vería como encargarse de esa pequeña pulga que intentaba robar a su mascota.

Siguió caminando a la estación mientras ignoraba la situación anterior sin saber que en ese momento estaría rompiendo el corazón de su amor secreto.

- Estoy seguro de que las flores y esos chocolates le encantarán a Julia - decía con una gran sonrisa mostrando sus colmillos aquel pelinegro.

- Recuerde no asustarla al momento de entregarlas, puede que tengan confianza entre ustedes pero sigue siendo una chica que se ve muy delicada - respondió el semirubio a su superior ya que pensaba en la peli plata como una delicada flor de cristal.

- No hay nada de que preocuparse Chifuyu, estoy seguro que ella aceptará mis sentimientos, después de todo llevamos dos años de conocernos - el pelinegro seguía en su mente reproduciendo una y otra vez el recuerdo inventado de cuando se le declare y ella acepte entre un ambiente perfecto mientras el viento sopla moviendo sus cabellos platinados y pétalos de cerezo se enredan en el mismo, el tan solo pensar en la platinada sonrojada y tímida ante la propuesta hacia que cada vez se entusiasme más y más.

Al llegar a clases vió el asiento de su amada vacío y el profesor le dió la noticia más desgarradora. . .  Julia está en casa enferma y no asistiría al instituto por dos días como mínimo y lo peor, nadie sabe en dónde vive para entregar los trabajos que se realizan en el día escolar.

Volviendo con el protagonista, el seguía caminando a la estación la cual estaba cada vez más vacía debido a que la mayoría de padres y alumnos ya deberían estar en sus respectivas escuelas o trabajos, abordó el vagón y se dirigió a una zona en la que se rumoreaba que había demasiados pandilleros merodeando y apostando en peleas clandestinas en un parque en específico.

Al bajar del vagón se dirigió a la salida de la estación y procedió a caminar en dirección del parque en dónde se llevan las peleas clandestinas, al llegar se encontró. . .

Nada, no había nadie en ese lugar, tal vez fuera por la hora o tal vez se equivocó de sitio, se quedó unos momentos más esperando alguna clase de milagro en el que en un abrir y cerrar de ojos ya hubiera toda una multitud de pandilleros amontonados como simios viendo a dos idiotas peleando por motivos cuestionables. . . Lo cual no pasó.

Resignado se dedicó a pasear por los alrededores del parque mientras observaba a las personas que paseaban por las tiendas, resignado al fracaso con su cacería justiciera decidió entrar en una tienda de deportes para observar los distintos objetos deportivos que se encontraban exhibidos, entre tantos objetos uno de ellos llamó su atención, una pequeña espada, no sabía de qué deporte se supone que era, sin embargo algo lo impulsaba a comprarla, lo cual hizo, no perdió tiempo y fue a pagar el objeto el cual guardo en una mochila que también adquirió en la tienda de deportes.

Justo antes de seguir su camino en busca de sus presas se compró un helado en una tienda cercana lo cual le ayudó en su misión al escuchar una conversación de unos sujetos los cuales no parecían pandilleros pero si alardeaban de serlo.

- Ahora con esos idiotas dentro de las peleas será mucho más fácil el poder ganar dinero, ¿Le decimos a kyomasa que el primero en las batallas sea la pequeña perra de cabello largo? - dijo en un tono burlón mientras veía a sus "amigos".

- Yo digo que sería mejor enviar al primo de nuestra perra, se ve mucho más débil, si muere a golpes sería mucho más entretenido ver su cara echa puré en el suelo -  esa última frase trajo recuerdos no muy gratos a la mente de Julius, si ellos querían ver una cara molida a golpes, ¿Quien era él para negarse?.

Sin que ese grupo de "rudos" pandilleros se diera cuenta eran seguidos de cerca por un andrógino chico con intenciones para nada buenas.

Al momento en que decidieron separar sus caminos para ir cada uno a su respectivo hogar uno de ellos el cual Julius suponía era el líder se metió en callejón ya que según lo que escuchó es un atajo a la casa del chico, todo el tiempo lo siguió en silencio hasta el momento en el que ambos quedaron a solas en el callejón, el pandillero se dió la vuelta e intentó confrontar a su perseguidor, pero antes de poder decir nada lo único que pudo ver fue una sonrisa amplia adornada de hilos plateados, seguido de eso su última sensación fue la de algo clavándose en su cavidad bucal.

Con toda la paciencia del mundo Julius cortaba pedazo a pedazo al chico frente a el, comenzó con su mandíbula, ya que al momento de clavar su nueva espada en la boca contraria causó un gran desgarre en las mejillas contrarias, despellejaba la cara con cuidado tan minucioso como si fuera un cirujano, seguido de eso rebanó la cabeza de un tajo y separó el cuello con cuidado de no romperlo, seguido a eso comenzó a trozar las demás partes, separaba los brazos por secciones al igual que las piernas, así haciendo más fácil el trabajo de descarnar, separaba como un experto el hueso de los músculos dejándolos relucientes, algo que agradecía era haber comprado papel aluminio en la misma tienda donde compró el helado, envolvió los trozos de carne en aluminio sellando los paquetes asegurándose de que no saliera sangre por algún lado, estaba por dejar las partes inservibles en el callejón hasta que recordó algo que su madre le dijo cuando le enseñaba a cocinar.

- Recuerda que nunca debes dejar los huesos en un lugar que sea fácil de encontrar, debes llevarlos a una parte secreta en la cual solamente tú sabes que la puedes encontrar - le dijo la rubia mujer a su pequeño de cinco años.

Siguiendo los consejos de su amada madre, vacío una bolsa de basura que contenía papeles y entre papeles metió los huesos, la cabeza y las manos, sin esas partes sería difícil saber quién era el cadáver.

Con toda la tranquilidad del mundo se dirigió a una zona marginada de la ciudad en dónde se encontraba un terreno baldio que nadie reclamaba como suyo debido a que se había vuelto un lugar constante de disputas entre drogadictos y borrachos, nadie era tan valiente de entrar y fue ahí en dónde dejó la bolsa, lo curioso fue que esa misma tarde hubo un incendio de un auto en el mismo terreno que calcinó todo en el terreno, incluyendo el cadáver de aquel muchacho.

Los días siguientes Julius iba cada vez más seguido por esa parte de la ciudad, se volvió una rutina el ir a la escuela, llegar a casa, cambiarse, tomar su pequeña espada y mochila junto a utensilios en los que guardaba la carne que se le hacía más jugosa, prefería la carne de los jóvenes de edad de entre 13 a 15 años ya que los adultos tenían un sabor amargo debido a sus vicios.

Cada noche que pasaba había un nuevo charco de sangre, lo curioso es que nunca se encontraba rastro de algún cadáver. Las autoridades pensaban que la sangre era de animal debido a que en las zonas donde aparecían las manchas eran zonas en disputas por pandillas.

Las manchas fueron tomadas como bromas por parte de los integrantes de las mismas ya que poco después aparecian chamarras de pandillas atadas a palos o en forma de crucifijo.

A Julius le parecía artístico el dejar las chamarras en diferentes posiciones que le dieran un toque al lugar.

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Escuchar la canción de "¿No lo sabías?" De hazbin hotel mientras escribo esta historia toda fumada es mi camino ninja uwu.

En el siguiente cap. Tal vez aparezca el mango chupado y su séquito.

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