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Capítulo 8

Adrián Cárdenas

Ella sale del archivo y yo sonrío. No sé que me pasa con Anastasia, no tengo ni una semana de conocerla y siento una atracción extraña por ella; no sé si es su belleza o su forma de ser, pero me gusta mucho molestarla y pasar todo el tiempo posible a su lado.

Parece ser una mujer que ha pasado por mucho, sus ojos reflejan tristeza y no me gusta, por eso trato de distraerla con lo que se me ocurre. Me intriga su interés tan particular en este caso, no sé si es solo porque se escapó el criminal que ella encarceló o por algo más; debo preguntarle a mi papá.

Voy saliendo del archivo y me tropiezo con el Capitán Núñez. Me mira con un semblante de seriedad y enojo.

—Mantente alejado de la Teniente Medina —alzo una ceja.

—Eso no se va a poder, creo que no tengo que recordarle que estamos trabajando juntos en un caso y ella me está poniendo al corriente —aprieta la mandíbula.

—No sé de dónde saliste, pero te tendré vigilado. Espero que las únicas intenciones que tengas sean referentes al trabajo —sonrío.

—Yo estoy abierto a cualquier situación. Anastasia es una mujer hermosa y hasta donde sé, es soltera —intenta acercarse peligrosamente.

Me enderezo, cruzo mis brazos y él se detiene. Es obvio que frente a mí tengo a un fiel enamorado.

—Estás advertido —es lo único que dice antes de irse.

A mí nadie me prohíbe nada y haré caso o miso a lo que acabo de escuchar. Esa mujer me atrae y si ninguno de los dos tenemos compromisos, nada me impide seguir y traspasar la barrera de compañeros de trabajo.

Anastasia Medina

—Julieth, por favor, ten cuidado, ¿si?

Tranquila, Ana, no me va a pasar nada. Te prometo que sé cuidarme muy bien.

—No me cabe duda, pero te estoy hablando de personas muy peligrosas. Además, yo agarré a uno de ellos, sabes que los seres humanos somos vengativos.

—Vale, de la universidad a la casa, te lo prometo.

—Estaré más tranquila, no voy a permitir que le vuelvan a hacer daño a mi familia.

Vamos a estar bien, tranquila, también voy a cuidar al pequeñín.

—Por favor... Me saludas a tu mamá y dale un beso a papá de mi parte, los amo.

Lo haré, te amo. Por favor, cuídate tú también.

—Prometido, adiós.

Bye —la escucho decir y cuelgo.

Miro el reloj en mi mano y suspiro. Se terminó mi turno de hoy. Mañana es sábado y solo trabajo medio tiempo; odio los fines de semana. Recojo mis cosas y cuando abro la puerta casi choco con Adrián, que al parecer iba a tocar la puerta de mi oficina.

—¿Se le perdió algo, teniente? —pregunto.

—Sin formalidades, ¿en qué habíamos quedado?

Suspiro. Este hombre es tan... peculiar. Me mira de una forma tan especial que me hace sentir extraña. No quiero traspasar la línea de compañeros de trabajo, no otra vez.

—¿Qué quiere, Cárdenas? —sonríe negando con la cabeza.

—Eres una tramposa, solo accediste para que te diera la información —sonrío.

—Se deben jugar las fichas a favor de la parte interesada. ¿No se lo enseñaron en la academia? —comienzo a caminar a la salida.

—Muy astuta, teniente —dejo de caminar cuando llegamos a la salida.

Me lo quedo mirando en la espera de lo que me iba a decir y él no dice nada, solo me mira. Aprovecho para escanearlo yo también, debo admitir que es muy guapo; su cabello es castaño dorado, sus ojos son color miel, tiene una nariz perfilada y la mandíbula bien marcada, sus labios son carnosos y tiene un indicio de barba.

—¿Me iba a decir algo o ya me puedo librar de usted? —hace una mueca divertido.

—No te vas a librar de mí fácilmente, Anastasia —remarca mi nombre.

Lo hace para molestarme. Entrecierro mis ojos.

—¿Le cuesta mucho usar las formalidades? No somos amigos.

—Porque tú no quieres —pongo el peso de mi cuerpo en mi otra pierna.

Suspiro. Voy a decir algo, pero nos interrumpen la salida de otros oficiales. Les sonrío cordial y les deseo buenas noches.

Cuando me aseguro de que se fueron, lo miro.

—No tengo su tiempo, ¿qué quiere? —vuelvo a preguntar.

Duda por un momento y alzo una cena.

—¿Tienes planes para esta noche? —lo miro incrédula.

—Eso a usted no le interesa, Cárdenas.

—Si me interesa, Anastasia. Porque me gustaría invitarte a cenar, conversar, conocernos. Vamos a trabajar juntos por un tiempo y me parece que sería mejor llevarnos bien y entablar una relación con más confianza.

Tiene razón, debo darme la oportunidad de conocerlo. Como él dice vamos a trabajar juntos y parece buena persona. Me cae bien.

—¿Qué planes tienes? —sonríe.

—No me esperaba esto, pero es un avance...

Su teléfono lo interrumpe. Me pide disculpas y yo asiento.

—Debo tomar esta llamada, es importante.

—Adelante.

Atiende la llamada.

Hola, mi amor, ¿pasó algo?

¿Mi amor? ¿Acaso tiene novia?

No, princesa. Mañana te busco y pasamos toda la tarde juntos... Te lo prometo... Te amo, cariño, buenas noches... Te mando muchos besos —cuelga.

Me cruzo de brazos.

—¿En qué estábamos?... Ah, sí, ¿te parece si vamos a cenar? —ruedo los ojos.

—No entablo relaciones de confianza con mis compañeros y mucho menos si tienen pareja —comienzo a caminar en dirección a mi auto.

Otro patán que tiene novia y le quiere poner los cuernos con otra. Verdaderamente que algunos hombres son un caso perdido.

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