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Capítulo 5

Llego a la comisaría y a la primera persona que me encuentro es al teniente Cárdenas. Igual que ayer, me mira con una sonrisa.

—Buenos días, preciosa —ruedo los ojos.

—Buenos días, Cárdenas. Ya le dije que no me diga así —se acerca.

—Puedes decirme Adrián, ese es mi nombre y como no sé el tuyo, prefiero llamarte así.

—Cárdenas, sé perfectamente cual es su nombre —me mira con diversión.

—Ayer no me dijiste cuál es tu nombre.

—Anastasia Medina.

Se acerca más y toma mi mano, besa el dorso de esta. Lo miro sorprendida y con el ceño fruncido.

—Bello nombre para una hermosa dama. Digno de ti, princesa Anastasia.

Y ahí está de nuevo esa sonrisa. Es muy contagiosa, pero no me permito sonreír.

—Ayer no me devolviste mi arma —niego con la cabeza.

—Lo olvidé.

—La necesito.

—Podría devolvértela si serías tan amable de devolverme mi mano —sonríe, pero de manera diferente.

Ahora parece estar tímido, no muy común en él, por lo que he visto.

—Me tuteaste, por fin —me suelta y yo saco el arma.

Se la entrego y cuando la va a tomar nuestras manos se rosan nuevamente. Siento un calor agradable al volver a sentir el contacto de nuestras manos. Ayer me pasó lo mismo cuando se presentó.

—Gracias, ayer extrañé mucho a Peace —lo miro a los ojos.

—¿Peace?

—Mi arma —alzo una ceja con incredulidad.

—Un nombre muy original para un arma —respondo con sarcasmo.

—Paz en español, juré que con ella iba a acabar con todo el crimen de esta ciudad y por consecuencia, podríamos tener un poco de paz por aquí. Es la primera vez que paso una noche sin ella —lo miro a los ojos.

Y también es la primera vez que se queda serio diciendo algo. Así que deduzco que es importante, no es tan payaso como imaginé. Hago un amague de sonrisa.

—Buen nombre, yo también me juré lo mismo, solo que no se me ocurrió la brillante idea de ponerle nombre a mi arma —sonríe.

—No eres tan creativa como yo, princesa Anastasia —me guiña un ojo.

Reprimo una sonrisa. Ruíz llega a nuestro lado.

—Buenos días, Ana. Teniente —lo saluda.

—Hola, Héctor, ¿alguna novedad?

—La novedad la tenemos frente a nosotros —mira a Adrián —el General Cárdenas los está esperando.

—Me agradas, Ruíz —le dice Adrián.

Héctor le sonríe.

—Los espero en la patrulla —sale.

Comienzo a caminar y él me sigue. Llegamos a la oficina del General y esperamos a que nos dé la indicación de entrar. Apenas lo hace, ingresamos.

—Los estaba esperando.

—Buenos días, mi capitán —él me sonríe.

—Buenos días, Anastasia —me sonríe y luego mira a su hijo.

—Hola, papá —deja de sonreír.

Le lanza una mirada de advertencia y Adrián sonríe divertido.

—Capitán Cárdenas para ti —Adrián hace el intento de rodar los ojos —Ni se te ocurra hacer eso —le advierte y lo mira serio.

Adrián levanta sus manos en son de paz y yo sonrío. Es linda la relación que tiene con su papá.

—Si haciendo que me regañen es la única forma de verte sonreír, creo que haré enojar más seguido a mi papá —me mira directamente a los ojos.

Siento mis mejillas calientes y me pongo seria. A este hombre le encanta hacer contacto visual conmigo.

—Siéntense —ordena su papá.

Le hacemos caso y nos entrega un portafolio a cada uno.

—Cayetano Fish, alias "El Gordo", ha cometido delitos como homicidio, secuestro, tortura y pedofilia. Estuvo encarcelado varios años gracias a nuestro equipo —me mira. —Se escapó de la cárcel hace tres meses...

—¿Y hasta ahora intentan hacer algo?

Trato de mantener la calma, pero me es imposible sabiendo que el culpable de la muerte de mi madre está libre.

—Desde el momento en que se fugó le estuvimos siguiendo los pasos, pero se nos escapó y hace una semana nos dieron el reporte de que su sobrino también logró escapar —mi bello se eriza.

No puedo creerlo, su sobrino asesinó a mi hija. Siento tanta rabia, trato de controlar mi respiración. Siempre tuve la sospecha de que su tío fue el que mató a mi mamá y lo confirmé cuando lo interrogamos, si están libres los dos algo grueso están tramando.

—Debemos actuar cuanto antes, tengo entendido que son criminales muy peligrosos. En la jefatura donde estaba se hablaba mucho sobre ellos y los crímenes que cometieron —habla Adrián.

—Lo sé, por eso te traje para acá. Confío en tu instinto y en el cuerpo de policías de esta jefatura —el capitán me mira —. Si ya pudiste apresarlos una vez, no dudo que en esta también puedas —trago en seco.

—Me alegra que no lo dude, porque sabe cuanto me importa esto y voy a hacer todo lo posible porque esas ratas vuelvan a donde pertenecen —siento la mirada de Adrián sobre mí.

—No debía decirte, porque estás involucrada directamente, pero yo sé de lo que eres capaz y no te podía dejar por fuera.

—¿Ismael lo sabe? —asiente —. ¿Desde cuando?

—Hace varias semanas —aprieto los dientes.

—Gracias por incluirme —asiente.

—Lean el informe, allí se detallan paso a paso los movimientos de Cayetano y su sobrino.

—Permiso para retirarme, capitán.

—Concedido, teniente.

Me pongo en pie y salgo de la oficina. Voy directamente a la oficina de Ismael y abro la puerta sin pedir permiso.

—¿Cuando pensabas decirme que Cayetano Fish y su sobrino están libres y prófugos?

Lo encuentro hablando por teléfono y se pone nervioso cuando me ve.

—Ahora te llamo —cuelga.

—¿Por qué entras en mi oficina sin pedir permiso? —levanta el tono de voz.

—Responde a lo que te pregunté —hablo en su mismo tono.

Toma una profunda respiración. Se pone en pie y cierra la puerta. Vuelve a ubicarse en su lugar y mi paciencia de agota.

—Era un caso confidencial —lo miro incrédula.

—Pero sabes lo importante que es para mí —me mira a los ojos.

—Entre más lejos estés de todo esto, mejor.

—Mi familia puede correr peligro, debiste avisarme.

—No te metas en mi trabajo, yo sé cómo manejar las cosas.

—¿Así como las manejaste cuando murió Valentina? —me quedo callada y él también —. Lo siento, yo...

—Hice todo lo que pude —bajo la mirada.

—Lo sé, disculpa, no quise decir eso. Solo me exalté. Pero te pido que dejes de ocultarme cosas importantes —asiente.

—Ahora, déjame solo —le doy una última mirada y salgo de su oficina.

Mis ojos se cristalizan, pero no me permito llorar. A lo lejos veo a Adrián y nuestras miradas se cruzan. Me sonríe de una manera reconfortante y es como si me diera un abrazo, ese que tanto necesito.

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