Capítulo 31
—¿Qué? —dice Adrián en el mismo estado que yo.
«Adrián y mi hermanito te están esperando», la frase que me dijo mi hija en sueños cobra sentido, «hermanito»... Ella sabía que yo iba a tener un bebé.
—Así como escucharon. Felicidades, van a ser padres.
—Pero... ¿Aún cuando me golpearon e hice tantos esfuerzos sigue con vida?
No puedo creerlo.
—Afortunadamente ya tenias 10 semanas de gestación, tuviste un pequeño sangrado, pero nada grave. Su bebé está bien, su corazón sigue latiendo y no hubo desprendimiento; lo que sí necesito es que tengas absoluto reposo, porque no queremos que haya aborto espontáneo.
—Dios... —vuelve a decir Adrián.
—Felicidades —dice la doctora y sale de la habitación.
Me quedo mirando a Adrián y él igual, su rostro es de total asombroso y puedo decir que el mío igual. Finalmente suleta una carcajada que me contagia y yo también termino riendo.
—Por Dios, ¡vamos a ser padres! —sonrío.
Me toma del rostro con cuidado y besa mis labios. Necesitaba tanto que lo hiciera. Se separa de mí y besa mi nariz.
—Me siento tan feliz —asiento.
—Yo también, no sabes todas las emociones revueltas que tengo en esto momento. Voy a tener la oportunidad de volver a ser mamá.
Siento ganas de llorar y termino haciéndolo.
—No, princesa, no llores —él seca mis mejillas.
—Estoy feliz, no sabes cuanto —vuelve a besarme.
Al separarnos me sonríe y tocan la puerta, la cabeza de Ruíz se asoma.
—Teniente Cárdenas, acaba de llegar la familia de La teniente, también acaba de llegar Alondra.
—¿Quieres verlos?
—Claro que sí, necesito hacerlo.
—Diles que pasen, por favor —Ruiz asiente.
—Me alegra mucho verte despierta.
—Gracias, Héctor —me sonríe y se retira.
Minutos después entra Alondra corriendo.
—Peincesa Anastasia, no sabes cuanto miedo tenía de que no despertaras —le sonrío.
—Tenía que hacerlo, preciosa. Me alegra mucho que estés bien.
—Papá, ¿me puedes alzar para abrazar a la princesa?
Él asiente y la sienta a mi lado, ella con mucho cuidado me rodea con sus brazos, yo beso su cabeza.
—Gracias por salvarme, te quiero muchísimo —la miro.
—Yo te amo mucho, mi niña. No tienes que agradecerme, sabes que eres como una hija para mí y lo volvería a hacer —me sonríe y besa mi mejilla.
—¡Ana! —escucho la voz de mi hermanito.
Por la puerta entran, él, Julieth, Sonia y mi papá. Les sonrío. Alberto corre hasta mí y me da un fuerte abrazo, sin lastimar a Alondra.
—Estás viva, no sabes el susto que nos diste. Casi me da un infarto cuando tus compañeros nos contaron todo —Juli me abraza.
—Estoy bien, como nueva —sonrío.
—Me alegra verte así, tienes hasta un brillo especial en los ojos —me dice Sonia.
Miro a Adrián y el sonríe.
—Debe ser porque ya podemos respirar tranquilos.
Miro a mi papá y él igual.
—Extrañaba verlos, a ustedes tres. ¿Cuando nos pueden visitar? —pregunta Alberto.
Alondra lo mira curiosa. Es la tercera vez que se ven; cuando los conoció se llevaron muy bien.
—Muy pronto y ya pueden regresar a su antigua casa, ya no hay peligro.
Él hace una exclamación de tranquilidad, que es la misma expresión que hace Julieth, Sonia sonríe.
—Esa no es la única buena noticia que tenemos —dice Adrián y me mira —. ¿Les dices tú o les digo yo?
—¿Cuál es el misterio? —pregunta Julieth.
—Digamoslo juntos —asiente.
—Vamos a ser padres —decimos a unísono.
El rostro de mi familia es un poema. Puedo ver como los ojos de mi papá se llenan de lágrimas.
—¿Voy a tener un hermanito? —asiento —. ¡Voy a tener un hermanito! —grita emocionada y se lanza en los brazos de su papá.
Me rio. Mis hermanos me abrazan emocionados.
—Felicidades, Ana, te lo mereces —me dice Sonia y besa mi mejilla.
—Me pueden dejar solo con mi hija, por favor —dice mi papá.
Todos asienten y uno a uno van saliendo de la habitación. Adrián baja a Alondra y toma su mano, antes de irse besa mis labios. Cuando todos salen, mi papá se me acerca y me da un fuerte abrazo.
—No sabes cuanto me asusté, pensar que podía pasarte algo me destruyó. Una vez te dije que tú me mantenías aquí y no es porque no ame a mi familia o que te quiera por encima de mis otros hijos, es solo que eres lo único que tengo de ella. Tú eres la muestra de cuanto amé a tu mamá —me separo de él y seco una lágrima que rodó por su mejilla.
—Ella también te ama papá y nunca dejará de hacerlo, es muy feliz de que hayas vuelto a abrir tu corazón —alza una ceja.
—¿Cómo lo sabes?
—Me lo dijo en un sueño —frunce el ceño —. Suena extraño, pero así fue. Mi mamá te adora.
Sonríe.
—Y yo a ella —sonrío —. Felicitaciones por tu embarazo, es una nueva oportunidad para ti, para que te des cuanta la maravillosa madre que eres —mis ojos se llenan de lágrimas.
—Te amo, papá —lo abrazo.
—Y yo a ti, mi muñequita —besa mi cabeza —. Ya tu lucha terminó y puedes estar tranquila —asiento.
Me separo de él. Me deja sola para que descanse y trato de dormir un rato. Aún no puedo con la emoción de que voy a ser mamá.
* * *
Despierto por el sonido de la puerta y veo a Adrián, su semblante es triste, trae con él una silla de ruedas.
—¿Qué pasó?
—Estefania despertó y quiere hablar con nosotros. El doctor dice que no cree que aguante una noche más.
Trago en seco y asiento. Me ayuda a bajar de la cama.
—Con cuidado.
Me siento en la silla de ruedas, pone una pequeña sábana en mis piernas y quita la dextrosa del atril. Pasamos por un pasillo que nos guía hasta el área de USI, nos hacen poner mascarillas antes de pasar al área. Llegamos a la habitación que ocupa Estrfania y Adrián abre la puerta. Veo que Alondra está con su mamá, le pusieron un banco para que quedara a su nivel. Estefania nos mira, se ve muy pálida, tiene varios instrumentos médicos conectados a su pecho y una mascarilla de oxígeno.
—Acércate, por favor —su voz sale cansada.
Hago lo que me dice.
—Sé que cuando nos conocimos no causé una buena impresión, pero debo admitir que fue porque me sentí celosa. Adrián nunca había tenido a nadie desde que nos separamos y luego llegas tú de repente —miro a Adrián y luego a ella —. Yo no te odio, Anastasia, aunque así parezca. Espero que tú tampoco lo hagas.
—No, Estefania, yo no te odio. Me parece que eres una buena mujer y excelente madre —miro a Alo.
La pequeña tiene los ojos rojos y no se separa de su mamá.
—Gra-cias —hace una mueca.
—No hables, Estefania, no te esfuerces —le pide Adrián y ella niega con la cabeza.
—No, tengo... Tengo que... Que pedirte algo —me mira —. Cuida de mi hija, por favor... Ella es... Es lo que yo más amo... Sé una madre para ella, no la dejes sola.
Tomo su mano, mis ojos se llenan de lágrimas.
—Yo sé lo que duele dejar a un hijo y te prometo que Alondra en mí va a encontrar a una madre siempre, yo la quiero muchísimo.
La veo sonreír.
—Eres... Una buena mujer... Gracias, sé que mi hija estará bien con ustedes dos.
—Mamá, no te vayas —llora Alo.
Su mamá acaricia su mejilla. Se quita la mascarilla de oxígeno.
—Te amo mucho, Alo, estoy orgullosa de ti, hija —besa su mejilla y la abraza.
—Te amo, mamá —ella también besa la frente de su mamá.
Estefania le sonríe, nos mira a Adrián y a mí.
—Sean felices —poco a poco va cerrando los ojos.
—Mamá... Mami, no, por favor, despierta —llora Alondra.
De mis ojos se derraman lágrimas. La máquina cardíaca muestra una línea recta, acaricio el brazo de Adrián, él está llorando. Los gritos y el llanto de Alondra inundan la habitación y me arruga el corazón. Me hago a un lado para que Adrián puedo agarrar a su hija y abrazarla fuerte. La niña me mira y se acerca, la abrazo fuerte y trato de transmitirle esa fuerza que ella tanto necesita.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro