Capítulo 27
Siento el agua helada en mi rostro y abro los ojos.
—Te dije que no lo hicieras.
Esa voz tan conocida para mí hace que mi corazón duela. Mi mirada se encuentra con la de él y por más que lucho, una lágrima de dolor y rabia se desliza por mi mejilla.
—Déjame solo con ella.
—No inventes, yo no recibo órdenes tuyas.
—¿Por qué? —mi voz sale quebrada.
Ismael me mira a los ojos y su semblante es de total seriedad.
—Era tu hija, me traicionaste a mí y a ella también.
Puedo ver como se tensa.
—Yo amaba a mi hija, pero no me quedó de otra, me amenazaron y tuve que cooperar.
—¿Con qué te amenazaron? ¿Qué era tan importante como para quedarle mal a tu hija?
—Tú, yo no quería que nada malo te pasara a ti también...
—Nada más no te amenazamos con hacerle daño a ella, ¿no sabías que tu ex marido no es tan justo como aparenta? —frunzo el ceño.
Miro al sobrino del gordo.
—¡Cállate! —Ismael lo enfrenta.
—No me grites, policía, porque me puedo olvidar del acuerdo que tienen mi tío y tú —me mira —. Es hora de que te des cuenta de con quién estuviste casada. Ese policía no es mejor que mi tío y que yo. Durante un tiempo estuvo colaborando con el narcotrafico, nos dejaba pasar droga y le agrandabamos el bolsillo. Necesitábamos que nos colaborara en un envío y se rehusó, por su culpa se nos cayó un negocio muy grande. ¿Adivina con qué nos pagó? Con la vida de su niñita; aunque parecía una venganza personal contra ti, no era solo eso. También fue por él, y ese policía es más culpable, porque si nos hubiese ayudado no habríamos tocado a tu hija.
Miro a Ismael con decepción y asco. No puedo evitar derramar todos las lágrimas que estaba conteniendo.
—Anastasia, eso no...
—¡Cállate! Eres una basura, por mucho tiempo me escuchaste culparme por la muerte de Valentina, sabías lo mal que me sentía y no fuiste capaz de decirme nada. No puedo creer lo bajo que caí al enredarme con un tipo como tú —su rostro se endurece —. Desde que entré en la policía juré hacer justicia y me metí con el más corrupto.
Se me acerca, me toma fuerte de las mejillas.
—Y con este corrupto te vas a quedar, porque no voy a permitir que me dejes por otro hombre.
—Adrián es mejor hombre que tú —me acerca a su cuerpo.
—Y estuve a punto de lograr que se muriera de no haber sido por ti, no tenías que socorrerlo.
Todo en mi cabeza hace clic, él quería que mataran a Adrián, por eso no me dejó ir con él y cambió el operativo a última hora.
—Fuiste tú, todo este tiempo has filtrado información, por eso no pudimos atraparlos.
Sonríe.
—Me trataste como a un perro y eso lo tenía que pagar él. No sabes como disfruté verlo preocupado cuando mandé a que se llevaran a esa niña.
Hago todo lo posible por alejarlo de mí.
—Es repugnante todo lo que me estás diciendo. Tú no eres una buena persona, el poco aprecio que podía sentir por ti se terminó, acabas de matarlo y voy a disfrutar cuando te vea tras las rejas.
—Eso no va a pasar, querida. Porque tú y yo nos vamos a ir lejos.
—Si mi tío lo permite —susurra el sobrino del gordo.
—¡Ya me tienes harto! —le apunta con una pistola y el otro hombre hace lo mismo.
El gordo entra por la puerta y los observa con molestia. Descubro que se puso una curita en el labio.
—Parecen un par de niños, salgan de aquí.
—Hay que traerle comida y agua —dice Ismael.
El gordo sonríe.
—Eso no va a ser posible. Aquí las reglas las pongo yo —me mira y se me acerca —. Ve rezando putita, porque de aquí no sales viva —me susurra.
Aparto mi rostro.
Todos salen de la habitación y comienzo a buscar los medios para soltarme. Paso mis manos por encima de mi cabeza para tenerlas frente a mí y así visualizar mejor. Las cadenas tienen un candado pequeño, recuerdo que tengo un pasador en el cabello y me pongo de tal manera en la que puedo quitarlo. Lo encuentro y maniobro con la poca movilidad que tengo en las manos para poder abrir el candado, meto el pasador en el hoyito y siento alivio al ver que cede, el candado se abre.
Evito soltarme, porque se darían cuenta y no sé qué pueda pasar, lo importante es que el candado está abierto. Pongo el pasador en su lugar y me quedo quieta pensando en qué haré para salir de aquí con vida. No pienso derrumbarme y dejarme caer ahora, se lo debo a mi hija y a mi mamá. Tengo que hacerles justicia y esta vez, será definitivo.
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