Capítulo 26
Adrián Cárdenas
—¡Ruíz, frena! —le grito al ver que alguien se atraviesa.
Al enfocar, descubro que es mi hija y me bajo rápidamente de la camioneta. Ella al verme corre, cuando la tengo frente a mí, la abrazo con todas mis fuerza.
—Papá —llora.
—Mi princesa, ¿estás bien? ¿Qué te hicieron? —me separo de ella.
Desato sus manos y observo su rostro, tiene un golpe en la mejilla y el uniforme desarreglado.
Me lleno de ira al ver que la golpearon.
—Papá, tienen a Anastasia, tienes que buscarla —me suplica.
—¿En qué dirección? —señala el bosque. —¡Ruíz! Cuídala y llama una ambulancia.
Beso la cabeza de mi hija y la dejo segura en la camioneta. Camino en la dirección que me señaló, pero ya no hay nada, se ven las huellas de las llantas en la arena. Acaban de irse, maldigo y regreso con mi hija.
—Ordena que vengan más agentes a inspeccionar la zona, no deben estar muy lejos.
Alondra me abrza y yo la cargo.
—Ya pasó, mi vida, todo va a estar bien —llora en mi hombro y acaricio su cabello.
—El señor malo le puso un arma en la cabeza a Anastasia —me tenso.
—Tranquila, ella va a estar bien.
Eso espero.
Llega la ambulancia y tengo que devolverme con mi hija para que la chequeen y estar seguro de que no la tocaron, necesito saber que no tiene nada grave. Antes, dejo a cargo a Ruíz y le indico expresamente lo que tiene que hacer, apenas que dejo a Alondra con seguridad me regreso al operativo.
Anastasia Sandoval
Siento agua helada chocar contra mi cuerpo haciendo que me despierte, estoy sobre un colchón desgastado; tengo las manos atadas con una cadena que está a nivel del suelo, miro mi cuerpo y me encuentro en ropa interior. Observo a mi alrededor y descubro al sobrino del gordo.
—Al fin despiertas, maldita perra, ¿estás buscando esto? —me muestra el arma que tenía escondida —. ¿Creías que no me iba a dar cuenta?
Se me acerca y me toma del cabello.
—Me vas a pagar la puñalada que me diste.
—Nos vamos a cobrar todo, sobrino, no te preocupes. Trae lo que arreglamos y déjame solo con ella.
Me suelta y obedece las órdenes.
—¿Dónde está Alondra?
—Se escapó, lograste lo que querías —suspiro de alivio —. Ojalá y la haya matado una víbora.
Lo miro mal.
—¿Por qué haces esto? Científicamente los asesinos, violadores y psicópatas, actúan así porque pasaron algo traumatico. ¿Te violó alguien? ¿Tus padres te pegaban?
Me mira con odio. Se acerca a mí.
—Las mujeres son una basura y merecen lo peor. Mi madre, la que debía protegerme, abusó de mí en compañía de sus amigas, me trataba mal y me dejaba sin comer por días. No sabes como disfruté cuando la vi agonizando... en cada mujer la veo a ella.
—Está todo listo.
Dice su sobrino y cierra la puerta al salir.
—Cada mujer que recluto es por un motivo. Tu mamá por ejemplo, una puta camarera, le hice un cumplido y su respuesta fue agredirme, no debió hacerlo. Me divertí mucho con ella.
Enciende un pequeño televisor e inserta un CD, en segundos veo la imagen de mi mamá en la pantalla. Está en un cuarto oscuro en ropa interior y amarrada de la mismo forma que yo estoy. Él reproduce el vídeo y la escucho gritar.
Mis ojos se llenan de lágrimas.
—¿Sabes? Ella me suplicaba que la dejara volver con su niña. Fue tan absurda y ridícula. Disfrute estar dentro de ella y torturarla...
—¡Maldito hijo de perra! —intento golpearlo, pero fallo.
Se ríe.
—Tienes razón, soy un hijo de perra.
Se acerca a mí y me resisto.
—Mira como suplicaba tu mamá, eso mismo te voy a hacer a ti.
Neutraliza mi cuerpo y me toma fuerte de las mejillas para que mire la pantalla. Es horrible ver las imagines de mi mamá siendo volada por él. Cierro los ojos, siento que las lágrimas se deslizan por mis mejillas.
—¡Asqueroso, cobarde, maldito!
Le grito. Siento que todo a mi alrededor me da vueltas y muchas náuseas.
—Vas a disfrutar como tu mamá.
Se sube encima de mí e intenta besarme, pero muerdo su labio tan fuerte que lo hago sangrar. Con mis pies le doy un golpe en los geniales y me lo saco de encima.
—Maldita perra —me da una cachetada.
Su sobrino regresa y lo ayuda.
—Quédate con ella —le ordena y sale de la habitación.
El hombre me mira con asco y pausa el vídeo. Lo miro con todo el odio que siento por él.
—Y tú, ¿por qué le quitaste la vida a mi hija? Yo nunca te hice nada.
Siento el nudo en mi garganta, pero no me permito llorar, no les voy a dar el gusto.
—Pero sí a mi tío, lo metiste en la cárcel y eso no se perdona. Tenía que joderte donde más te dolía, que más que con tu hija, fue pan comido. No me importó que me apresaras, salir de la cárcel fue fácil, ya que alguien nos facilitó las cosas, ¿lo quieres conocer? Aunque no es desconocido para ti.
Lo miro intrigada.
—Pasa.
Al ver a la persona que entra por la puerta, todo se me derrumba. Por la impresión siento que me quedo sin fuerzas y todo se vuelve negro.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro