Capítulo 24
Salimos de la casa lo más rápido posible y vamos al hospital. Allí están nuestros compañeros. Adrián se acerca al agente que las estaba cuidando y lo toma por el cuello.
—Adrián, tranquilo —pongo mi mano en su espalda.
Ruíz intenta intervenir, pero lo freno.
—Te pedí que las cuidaras, ¿qué pasó?
Está alterado.
—Suéltalo para que hable —lo empuja —. Responde, ¿qué pasó? —presiono a Rogelio para que explique.
—Íbamos camino al colegio y nos interceptaron dos caminetas, una por delante y la otra por detrás. Aseguré las puertas del auto donde estábamos para que no se acercaran. Pedí refuerzos a la comisaría y el capitán me dijo que ya iban en camino. Comenzaron a disparar, los vidrios se rompieron y tuve que salir para contrarrestar el ataque. Irieron a la señora, porque trataron de agarrar a la niña, yo intervine y cubrí a su hija con mi cuerpo, pero llegaron hasta nosotros y lograron noquearme. Hice todo lo posible para que no se la llevaran, se lo juro. Lo siento, teniente —los ojos de Adrián botan fuego.
Puedo ver como tiembla y trata de contenerse.
—¿Cómo es posible que la ayuda no llegara inmediatamente? Siempre tenemos agentes en lugares específicos, debía haber uno cerca —miro a Ruíz.
—El capitán nos avisó y nosotros acudimos de inmediato.
—¿Por qué les ordenó a ustedes y no a unos agentes del cuadrante? —frunzo el ceño.
Un doctor se nos acerca y se presenta, está a cargo del caso de la mamá de Alondra.
—El disparo perforó uno de los pulmones de la señora Estefania y la estamos interviniendo. Su pronóstico es reservado, pero el cirujano está haciendo todo lo que está en sus manos. En cuento termine la cirugía les avisamos.
—Gracias por avisarnos.
La mamá de la señora Estefania comienza a llorar y la otra chica que está con ella habla por teléfono.
Adrián se suelta de mi agarre y aprovecha para salir del hospital. Le hago señas a Ruíz y corro tras él. Golpea las llantas del auto y contiene un grito.
—No quiero que te hagas más daño, recuerda tu brazo.
—Mi hija no está conmigo, ¿¡no entiendes la gravedad del asunto!? Su madre se está debatiendo entre la vida y la muerte —me habla fuerte.
Me enderezo y me lleno de rabia.
—Yo también siento impotencia y sí entiendo la gravedad del asunto. Yo también perdí a mi hija, créeme que sé lo que estás sintiendo. Debemos tener la cabeza fría porque hay solución.
Me mira a los ojos y suspira.
—¿Y si ya no hay solución? Yo debí estar con ellas, la seguridad tenía que ser más alta. Es mi culpa.
Me acerco a él y tomo su rostro.
—No es tu culpa, te prometo que Alondra va a regresar sana y salva y vas a poder abrazarla nuevamente. No voy a descansar hasta que eso suceda —las lágrimas se desbordan de sus ojos.
Lo abrazo.
—No quiero que le pase nada —su voz suena quebrada.
Me parte el alma y controlo las ganas de llorar. Necesito estar fuerte para él. Se separa de mí, lo miro a los ojos.
—Y no le va a pasar nada, vamos a la comisaría. Rogelio ya dio los reportes y están haciendo el seguimiento. Tenemos que saber quién se la llevó y porqué. Ruíz se queda aquí y nos mantiene al tanto.
Asiente y nos subimos en el auto. Manejo con la cabeza dando vueltas, tengo el presentimiento de quién pudo haber sido y eso me pone los nervios de puntas.
Llegamos a la jefatura y todo está revuelto. El general al vernos llegar abraza a su hijo y yo voy directo a donde está Ismael, él ya debe saber. Abro la puerta y me mira fulminante.
—Siempre tienes la mala costumbre de abrir cuando se te da la gana.
—¿Quién fue?
—¿No te lo imaginas? Llevaste la desgracia a la vida de ese pobre hombre —puedo jurar que veo un inicio de sonrisa.
—No es divertido, Ismael. Esa niña está corriendo peligro —asiente.
—Lo sé y ya nos estamos moviendo. Fue el sobrino del gordo.
Comiemzo a hiperventilar y siento que se me revuelve todo.
—El mató a nuestra hija, no puedo permitir que haga lo mismo con la de Adrián...
Ismael se me va a acercar, pero a la oficina llegan Adrián y su papá.
—Lo siento, de verdad. Yo nunca me imaginé que algo así iba a pasar, esto es mi culpa —él niega con la cabeza.
—No es momento de buscar culpables, de hecho, no los hay —me mira a los ojos.
Toma mis manos.
—Debemos tener la cabeza fría y comenzar a buscar pistas —vuelve a decir.
—Tengo a varios agentes inspeccionando la zona de la intersección. ¿Tienen alguna pista? Algo que nos ayude a encontrarla.
—El localizador... —susurro.
—Sí, Alondra tiene un localizador conectado directamente con su reloj y mi celular.
—Andando, hay que rastrear las coordenadas.
Ordena el general y se lleva a Isamel con él, antes le quitan el celular a Adrián.
—¿Te sientes mejor? ¿Quieres agua? —niego con la cabeza.
—Ve adelantandote, ya los alcanzo... La vamos a encontrar —él suspira.
—Tengo fe en que así será —acaricio su mejilla.
Besa mi frente y se aleja en la misma dirección que ellos. Me siento en el sillón de la oficina y controlo mi respiración, no me encuentro muy bien. Me llega un mensaje y reviso el celular, es un número desconocido.
+57 3009875674
Si quieres volver a ver con vida a la hija de tu amante llega a esta dirección. Y que sea sola, no quiero que involucres al cuerpo de la policía, de eso depende la vida de la niña. Te espero dentro de una hora, ni un minuto más o se muere.
Trago en seco y siento que el corazón se me quiere salir del pecho.
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