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Capítulo 21

Semanas después...

Anastasia Sandoval

Ya pasaron un poco o más de dos mes desde la última vez que vi a mi familia, casi tres meses. Todos los días me comunico con ellos y parece que poco a poco se van acoplando. Desde ese día comenzamos el operativo en contra del Gordo y su sobrino, justamente hoy vamos a actuar, primero queríamos realizar el seguimiento. A Adrián le toca infiltrarse en una de sus subastas para poder capturarlos, cosa que me tiene muy inquieta, porque no quiero que nada malo le pase; ya llevamos más de un mes juntos y lo que sentía por él hoy es más fuerte que antes, creo que hasta su hija ya se encariñó un poco más conmigo.

—Listo, papá.

La voz de Adrián me saca de mis pensamientos. Lo miro y él me sonríe.

—Tranquila, todo va a salir bien —suspiro.

Besa mis labios. La voz de su padre hace que nos separemos. Él ya sabe sobre nuestra relación y se lo tomó bastante bien.

—Adrián, ya es hora.

Asiente y su padre igual. Me da una última mirada y se monta en el auto.

Según el operativo que creamos, uno de nuestros agentes que se encuentra infiltrado como el escolta de un cliente de la subasta, lo está esperando en un lugar específico para que él también se haga pasar como escolta y así nos dan el pitaso para intervenir en el momento indicado. Nosotros vamos en una camioneta adicional y nos quedamos a una distancia prudente para no levantar sospechas.

—Todos en sus posiciones —habla Ismael por el Walkie Talkie.

Él está conmigo dentro de la camioneta, además de Ruiz y otros agentes más. Tenemos una cámara implantada allí adentro, así que los podemos ver perfectamente.

—Infiltración exitosa —susurra Adrián de vuelta.

—El Gordo acaba de llegar, estén atentos —comunico.

Veo como Sánchez se mueve estratégicamente y le hace señas con disimulo a Adrián, él se queda en la sala mientras Sánchez sale a buscar la habitación donde tienen a las niñas y adolescentes. En la sala donde está Adrián se pueden visualizar decenas de hombres con máscaras en el rostro, es imposible identificarlos.

La subasta empieza y podemos ver como se realiza el evento.

—Ya tengo ubicada a las niñas —escuchamos decir a Sánchez —. Apróximadamente hay entre diez y quince mujeres aquí.

Miro a Ismael y él asiente.

—Ya enviamos refuerzos.

Nos ajustamos los chalecos y yo reviso que mi arma esté cargada.

—Ya saben que hacer —nos mira —. Teniente Cárdenas, ya vamos a ingresar a la mansión, no pierda de vista a alias el Gordo —lo vemos asentir en la cámara.

Salimos de la camioneta y con mucho sigilo entramos en el lugar. Isamel neutraliza a uno de los guardias de seguridad y un agente se encarga de esposarlo. Yo sigo adelante, al escuchar voces me escondo y espero que la persona pase a mi lado para darle con la cacha de la pistola en la nuca.

—Es hora de separarnos. Medina, Ruíz y yo vamos por las chicas y ustedes van a ayudar al teniente Cárdenas —frunzo el ceño.

—Así no era la distribución del operativo —me mira.

—Soy el jefe aquí y yo veo como doy las órdenes, no tienes que cuestionarme —me muerdo la lengua para no responder.

—Estos bastardos se están desesperando y ya notaron que algo no va bien —escucho la voz de Adrián.

—¿Por qué no se han ido? Muévanse —les ordeno y hacen lo que digo.

Nosotros seguimos el camino hasta llegar a la habitación donde está Sánchez.

—Tranquilas, nosotros las vamos a ayudar, ya están a salvo —les hablo y veo ese brillo de esperanza en sus miradas.

—Vengan conmigo, Sánchez tú ve a la parte trasera y ustedes dos en los laterales —nos señala a Ruíz y a mí.

Cuando salimos de la habitación escuchamos disparos y ellas comienzan a gritar.

—Tranquilas —les susurra Ruíz.

—Capitán Núñez, manda a los refuerzos, esto se complicó. Hay una chica que está de rehén —dice Adrián.

—Ospino, deja que los demás entren, ya es hora —ordena Isamel.

Me preocupo por Adrián.

Un hombre se acerca hacia mí y me apunta, antes que apriete el gatillo, lo hago yo y la bala impacta en su mano. Otro grito de las chicas. Otros dos guardias vienen, entre Ruíz y yo los neutralizamos.

—Sácalas de aquí —le grito a Ismael.

El tipo aprovecha eso y me hace un gancho, pero le doy una patada y logro que me suelte, lo golpeo en la cabeza y cae desmayado en el suelo; volteo a ver a Ruíz y él ya tiene neutralizado al otro. Salimos del lugar y veo como montan a las chicas en la otra camioneta que habíamos destinado para que las llevaran al hospital más cercano.

Como habíamos organizado, cinco de nuestros colegas vuelven a entrar para sacar a los sujetos que dejamos adentro. La mayoría de los agentes viene saliendo con algunos de los hombres que estaban en la subasta.

—Necesito refuerzos —escucho decir a Adrián —. El Gordo se escapa y tiene a una chica de rehén.

Miro a Ismael y salgo corriendo.

—¡Anastasia, no! —me grita y lo escucho venir detrás de mí.

Diviso la escena y tal como Adrián dijo, el Gordo tiene a una chica agarrada por el cuello. Adrián le está apuntando y escucho dos disparos. Me alarmo cuando veo que él se estremece. Apunto en dirección al Gordo y le disparo, eso hace que suelte a la chica y mire en mi dirección.

—¡Maldita perra! —me grita.

Me apunta, pero Adrián le dispara, haciendo que pierda el equilibrio. Otro hombre sale detrás de él y le dan dos disparos a Cárdenas.

—¡Adrián! —salgo corriendo hasta él.

Miro en dirección al Gordo y puedo reconocer que el otro hombre es su sobrino. Ismael nos mira y lo grito.

—¡No dejes que se escapen! —se va en la dirección en que se fueron ellos.

Me siento al lado de Adrián y veo que está sangrando en el hombro izquierdo y su camisa se tiñe de sangre, no distingo más heridas.

—Por favor no cierres los ojos —tomo su cabeza.

Intenta hablar, pero no puede.

—Necesito una ambulancia, ¡rápido! —hablo por el micrófono.

Poco a poco va cerrando los ojos y me desespero.

—No me hagas esto, ¡despierta! —presiono la herida en su hombro para frenar la hemorragia.

Pierde el conocimiento; mi vello se eriza, las gana de llorar me inundan y un gran temor se apodera de mí.

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