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Capítulo 19

Los agentes llegan y hacen el barrido correspondiente.

—Anastasia —escucho la voz desesperada de Ismael.

Al verme llega hasta donde estoy y me rodea con sus brazos. Mi mirada se encuentra con la de Adrián y me tenso. Me separo del abrazo de Ismael.

—Tenía miedo de que algo malo te pasara —me observa de pies a cabeza.

—Estoy bien, afortunadamente Adrián me convenció de salir de mi casa y no estuve aquí cuando llegaron.

Ismael lo mira y Adrián nos sonríe, lo saluda con la mano. Está relatandole lo sucedido a los agentes encargados de tomar las declaraciones.

—¿Otra vez estabas con ese hombre? —frunzo el ceño.

—Sí, me pasé todo el día con él.

—¿Se te olvida que tenemos un código de ética y no podemos salir con nuestros compañeros?

—¿Ahora si te importa el código de ética? Que poca moral tienes para hablar de ese código cuando muy bien sabes que tú y yo estuvimos casados, en ese momento no te importó la dichosa norma...

—Es algo completamente diferente —ruedo los ojos.

—Es absolutamente igual. Te informo que estoy empezando una relación con Adrián y no quiero que te metas, deja de amenazarlo como si tuvieras derecho a celarme —su rostro se transforma.

Puedo ver que la rabia está empezando a nacer en él.

—¿Te fue con cuentos como niña llorona? Es un imbécil.

—No lo insultes y no necesita decirme nada, porque yo sé muy bien como eres. No voy a tolerar que lo enfrentes por algo que entre nosotros no hay. Te aprecio y respeto porque fuiste el papá de mi hija, más nada.

—Valentina no estaría nada feliz con lo que estás haciendo —aprieto la mandíbula.

—¿Y si estaría feliz con lo que hiciste tú? —me mira mal.

Un agente nos interrumpe.

—Estuve hablando con el Teniente Cárdenas y ambos coincidimos en que lo más seguro es que cambie de domicilio. Hoy y por unos días más no se puede quedar aquí. Ya informé al general y va a tomar las medidas para instalar a su familia en un sitio más confiable —asiento.

—Muchas gracias, Ospino.

—Es nuestro deber, teniente.

—Voy a recoger algunas cosas que necesito. ¿Me facilitas unos guantes? No quiero contaminar nada —asiento.

Me pide que lo siga y le doy una última mirada a Ismael antes de alejarnos de él. Voy a mi habitación, recojo ropa y artículos personales; hago la pequeña maleta y al salir me encuentro con Adrián.

—¿Es todo lo que te llevarás?

—Es todo lo que necesito.

Asiente y salimos de la casa. Me subo en el auto y Adrián me sigue, lo enciende y arranca. Durante el trayecto no dejo de pensar en qué voy a hacer, debemos actuar lo más rápido posible; no puedo dejar que vuelvan a atacar, esta vez tenemos que ser nosotros los que demos el golpe.

—Llegamos —su voz me regresa a la realidad.

Miro a mi alrededor y luego me bajo del auto.

—¿Dónde se supone que estamos?

—En mi humilde hogar.

Me guía hasta la entrada y al ingresar, alzo una ceja.

—Déjame decirte, que este lugar no tiene nada de humilde —él sonríe.

—Para mí sí lo es —cierra la puerta.

Toda la casa es un lujo, parece que mi querido colega tiene una buena posición económica.

—De hecho, el dinero no es lo importante. No me gustaba mucho pasar la noche en mi casa, detesto estar solo y no me sirve de nada tener esto sino tengo a alguien con quién compartirlo.

—Te entiendo, yo también me sentía sola, pero eso me ayudó a aprender a ser fuerte.

—Lo sé... pero ahora nos tenemos el uno al otro. Ya no volveremos a estar solos —toma mi mano.

Le dedico una pequeña sonrisa.

—Por favor, ponte cómoda.

Me siento en uno de los sillones.

—Adrián, estuve pensando y creo que debemos apresurar el plan que tienes en mente. ¿Para cuándo es la subasta que tienen pensado hacer?

Se sienta a mi lado.

—Se supone que en un mes, pero puedo mover mis contactos para que se adelante. A más tardar en unas dos otres semanas —hago una mueca.

—Bueno, eso es algo al menos —asiente.

—¿Sabes? Yo también estuve pensando y creo que es mejor que tu familia vaya a una de las casas que tenemos como refugio para testigos protegidos. Se me hace que ahí van a estar más seguros que en otro país —lo miro a los ojos.

—En eso tienes razón, al Gordo no se le dificultaría irrumpir en otro lugar. Lo malo es que el papeleo se demora mínimo una semana, mientras, voy a estar con el alma en un hilo.

—Ese papeleo se puede reducir, por algo soy el hijo del General, tiene sus beneficios —alzo una ceja.

—Aprovechandote del poder de tu papá, eso no está bien.

Se acerca más a mí y acaricia mi mejilla.

—En otras circunstancias no podría abusar del cargo de mi papá, pero haré lo que sea para que tú estés tranquila. Además, yo tampoco quiero que les pase nada.

Le doy un beso y luego lo abrazo.

—Eres un buen hombre —me responde el abrazo y acaricia y cabello.

Hace mucho tiempo que no sentía esto. Con Adrián me siento segura, estando en sus brazos sé que somos capaces de darlo todo y necesito pensar que así será.

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