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Capítulo 16

—¿Por qué se destruyó tu matrimonio? —suspiro.

—Como te dije ayer, mi marido, el que se supone que debía acompañarme en el duelo por la muerte de nuestra hija, se estaba revolcando con una agente de la jefatura.

Adrián frunce el seño.

—¿Qué? Eso quiere decir que...

—Sí, estuve casada con uno de nuestros colegas. Para ser más específica, con el capitán Ismael Núñez.

—Ahora todo tiene sentido —lo miro interrogante —. El capitán me puso un ultimátum, prácticamente me advirtió que me alejara de ti y ahora entiendo porqué, está celoso.

—No tiene motivos —Adrián alza una ceja.

—Yo creo que sí los tiene. Somos adultos, Anastasia, ambos sabemos que hay una extraña conexión entre nosotros. Yo como persona madura que soy, lo acepto, me atraes.

El bello de mi nuca se eriza. Claro que tiene razón, yo también siento atracción por él. Me suelto de su agarre.

—No me refería a eso. Ismael no tiene motivos simplemente porque entre él y yo no existe nada, el único título que tiene para mí es el de Capitán. Es decir, fuera del trabajo no me importa en absoluto lo que él diga.

—Por eso está tan obstinado, pero eso le pasa por buscar en la calle lo que tenía en su casa —asiento —. Me cambiaste de tema cuando te hablé sobre nuestra conexión, pero no lo negaste, ¿eso significa que sientes lo mismo que yo?

Me pongo en pie y camino en dirección a mi habitación, siento que me sigue.

—No seas cobarde, Anastasia, ¿a qué le tienes miedo? —me agarra por el antebrazo.

Me obliga a mirarlo.

—A sentir, Adrián, no quiero volver a ser lastimada por un hombre.

—Yo no te voy a hacer daño —alzo una ceja.

—Eso no lo sabes, apenas te conozco —se me acerca peligrosamente.

—Por favor, Anastasia, déjame entrar. No tengas miedo, deja que sane tu corazón; no todos somos como el engreído de tu exesposo. Apenas nos conocemos, sí, pero te prometo que no te voy a hacer daño, porque nunca había sentido algo así por una mujer —mi corazón late con fuerza.

—También estuviste casado, eso significa que te enamoraste una vez en tu vida, así que no me vengas con eso.

Acaricia mi mejilla.

—Me enamoré de mi exesposa, pero fue diferente. Con ella nunca sentí esto, fue muy distinta la forma en la que llegué a fijarme en ella. Estefanía me conquistó, pero tú no has hecho el más mínimo intento de llamar mi atención; aún así, aquí estoy, arriesgándome a ser rechazado...

Lo miro a los ojos y por un momento contengo la respiración. Su rostro está muy cerca del mío, humedezco mis labios.

—Te siento temblar, no puedes negar lo que es evidente... a los dos nos traicionaron casi de la misma manera, hagamos justicia juntos y no dejemos morir lo que está luchando por nacer.

—No me vayas a lastimar... —susurro.

—Jamás lo haría —junta nuestros labios.

Es un beso electrizante y lleno de desesperación. Me atrae a su cuerpo y pone sus manos en mis caderas, yo subo las mías por su pecho y las dejo en sus hombros.

—Me encantas, Anastasia.

No le respondo, pero si siento el calor subir por mi rostro. Él sonríe y vuelve a besarme. Me agarra de la cintura, con la otra mano toma el pomo de la puerta y la abre. Caminamos hasta la cama, cuando siento que toco el borde, Adrián se detiene.

—¿Qué pasa? —le pregunto.

—¿Estás segura de esto? —alzo una ceja.

—Tú fuiste el que dijo que somos personas adultas y yo también soy una mujer madura... —me mira expectante —. Si vuelves a preguntarme, vas a hacer que me arrepienta.

—Soy una tumba —bromea y me rio —. Así te ves aún más hermosa y trataré de sacarte muchas risas más —sonrío.

Beso sus labios y él me deja delicadamente sobre la cama. La ropa va desapareciendo y segundos después lo único que se escucha en la casa son nuestros suspiros y el sonido de nuestros cuerpo al chocar.

* * *

El ruido de un celular hace que me despierte. Adrián se remueve a mi lado y contesta su celular, yo me tapo con la sabana y lo observo. Es un hombre guapísimo, su cabello es negro, sus ojos son color miel y todas las facciones de su rostro son muy marcadas y varoniles; además de eso tiene un cuerpo muy trabajado, pero lo que me encanta de él es su sonrisa y la forma en que me mira.

—Sí, cariño, hoy es nuestro día juntos —su voz me saca de mis pensamientos —. Me quedé dormido, mi amor, pero ¿qué te parece si te compro un helado más grande como compensación? —me sonríe —. En pocas horas estoy contigo, tengo que presentarte a alguien —niego con la cabeza y él asiente —. Te va a caer bien, hija. Nos vemos pronto, en menos de dos horas estoy en la puerta de tu casa —cuelga.

—Ya tenemos plan para el domingo —alzo una ceja.

—Tenemos me suena a montón, porque yo no tengo nada planeado.

—Ya te dije que no me iba a separar de ti, así que a partir de hoy, seré algo así como ti sombra; a menos que alguien de mi confianza se quede contigo y aquí no veo a nadie de mi confianza.

Me lo quedo mirando sin poder creerlo y me doy la vuelta en la cama para apoyar mi rostro sobre la almohada. No dejo que me vea la cara.

—No puede creer que haya pasado esto, no llevamos ni tres semanas de conocernos —se ríe.

—No hay que darle mente a eso, princesa Anastasia, solo disfrutar los momentos... así como esta vista preciosa que me estás ofreciendo —me tapo más con la sabana.

—Que no se le olvide, Teniente, que sigo siendo algo así como su jefe —sonríe.

—Puedo vivir con eso —sonrío.

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