Capítulo 14
Adrián Cárdenas
Le damos un recorrido al cuadrante y parece que hoy todo marcha con normalidad. Al regresar a la jefatura mi papá nos dá la orden de llevar a los oficiales a la casa de la familia de Anastasia para que comiencen la custido inmediatamente.
—Te acompaño —le digo y ella niega con la cabeza.
—No es necesario, Adrián.
—A partir de hoy soy tu guardaespaldas, aunque no quieras debo ir a donde tú vayas —suspira.
—Imposible sacarte de esa idea, ¿verdad? —sonrío.
—Empiezas a conocerme, princesa Anastasia.
—Entonces camine, teniente. No quiero esperar ni un minuto más.
—Sus deseos son órdenes —le guiño un ojo.
Nos despedimos de Ruiz y le pedimos a los chicos que sigan a mi moto. Anastasia me guía por la ciudad hasta llegar a la casa de su papá. Nos bajamos.
—Chicos, espérennos afuera. Pueden ir haciendo un recorrido del cuadrante para que conozcan la zona a la perfección.
—Como ordene, teniente.
Los oficiales se dispersan y yo camino detrás de Anastasia. Toca la puerta y a los segundos le abre una señora de unos 50 años; alta, de piel trigueña, ojos color ocre y cabello negro, rizado.
—Anastasia, cariño, pasa —se hace a un lado.
Anastasia besa su mejilla antes de ingresar a la casa, yo entro después.
—Hola, Sonia. Mira, te presento al teniente Adrián Cárdenas. Adrián, ella es Sonia, la esposa de mi papá —le sonrío a la señora.
Le tiendo mi mano y ella la recibe.
—Es un gusto conocerla, señora.
Me suelta.
—Dime Sonia, no soy tan vieja.
—¡Mamá! ¿Donde quedó mi consola de videojuegos? —se escucha el grito de un niño.
Miro en esa dirección y viene bajando de las escaleras. Es alto, con el cabello castaño claro y ojos marrones. Tiene cierto parecido con Anastasia, comparten el mismo color de cabello y algunas facciones del rostro, así que deduzco, que son hermanos.
—¡Ana! —vuelve a gritar.
Corre hasta llegar a nosotros y ella lo abraza.
—Hola, Campeón, ¿me extrañaste? —se separa de él.
—Siempre, sería mejor vivir todos juntos —hace una mueca y me mira —. ¿Quién es este?
Ella va a hablar, pero la interrumpo.
—Soy el teniente Adrián Cárdenas, jeovencito, ¿cómo te llamas tú? —me tiende su mano y la recibo.
—Alfredo Medina, soy hermano de la teniente Anastasia.
—Un niño muy cordial.
—Yo también quiero ser policía como mi hermana, ella es la mejor —miro a Anastasia y sus mejillas están sonrojadas.
—De eso no me queda duda y estoy seguro de que serás tan bueno como ella —el niño sonríe.
—Me caes bien, Adrián, ¿puedo decirte así?
—Claro que sí, no hay problema.
—Alfredo, ve a terminar las tareas...
—Ya sé, mamá. Van a tener una conversación de adultos que yo no puedo escuchar, entendí —su mamá se cruza de brazos.
—Así es, sube a tu habitación —asiente.
—Un gusto conocerte, Adrián.
—El gusto es mío, Alfredo.
Se va a su habitación y la señora nos invita a sentarnos, nos ofrece algo de tomar y se va por las bebidas. Un minuto después la puerta se abre y por ella entran un señor de unos 53 años y una chica de unos 19 años.
—Mi tombo favorita —saluda a Anastasia —. ¿Y este hombre tan guapo quién es? —le susurra, pero logro escuchar.
—Julieth —le regaña ella y la chica se ríe —. Los presento, él es el teniente Adrián Cárdenas. Adrián, ellos son mi papá y mi hermana.
—Mucho gusto, señor y joven.
Ella me sonríe y su padre me tiende la mano, se la tomo.
—Es un gusto conocerlo en persona, teniente Cárdenas.
Mira a su hija y la abraza.
—¿Estás bien? —ella asiente.
—Sí, papá, pero tengo que hablar con ustedes. Siéntense, por favor.
Me siento a su lado y su familia frente a nosotros.
—El pasado regresó, papá. El asesino de mi mamá está suelto y busca venganza.
—¿Qué? —pregunta su esposa.
El rostro del deñor se solidifica. Creo ver que se pone pálido y la esposa lo toma del brazo.
—Sí y todos corremos peligro. Saben que yo lo agarré y él es consciente de eso. Ayer intentó atacarme y gracias a que Adrián estaba conmigo no lo logró...
—No puedes seguir sola, deberíamos volver a vivir juntos. No puedes separarte de nosotros, estás corriendo peligro.
—Estamos corriendo peligro todos. Ustedes más que nadie.
—¿De verdad es tan peligroso? —pregunta Julieth.
—Sí, hija, ese hombre secuestró a la mamá de Anastasia y le hizo cosas horribles, hasta que terminó matándola —le responde el señor.
Anastasia traga en seco y tomo su mano, le doy un apretón y ella me mira, sus ojos están cristalizados.
—No se preocupe por su hija, señor Medina. Yo la voy a cuidar, a partir de hoy soy su guardaespaldas y aunque ella así lo quiera, no me voy a mover de su lado —sé que me está mirando.
Su papá suspira.
—Mi hija es muy terca y me tranquiliza saber que tiene a una persona que la cuida, porque sé que no se va a venir a vivir con nosotros.
—No hablen de mí, como si yo no estuviera, sé cuidarme sola. No voy a dejar que esos delincuentes me cohiban.
—¿Esos delincuentes? ¿Nada más no es uno? —pregunta su papá.
Ella vuelve a tragar en seco y se suelta de mi agarre. Seca sus manos en el pantalón.
—El asesino de Valentina también está suelto.
La señora palidece.
—Ana, por favor, ten mucho cuidado. El asesino de tu hija es implacable y tú lo sabes.
Miro a Anastasia de inmediato.
—¿Hija?
Ella me mira y sé que contiene las ganas de llorar.
No puede ser.
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