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Tres versiones de Yuto

Lo poco que se escuchaba en la habitación de Yuto, era la pluma que se deslizaba sobre el papel del cuaderno negro. Era a duras penas un sonido suave y poco rítmico. El de ojos grises tenía algunas restricciones, por ejemplo, solo podía poner música o otras cosas en ciertos horarios, las comidas se las tenía que comer todas en menos de 30 minutos. Nada de noticias del exterior o movimiento libre. De todos cuatro, él era el que más restricciones tenía, todo por ser el único que no era ni contemplado por Leo a petición de Reiji. Fue una cosa muy compleja. Reiji había peleado por todos ellos, para que fuera más fácil visitarlos algo, pero fue imposible, Leo no dejó tocar a casi ninguno, a Yuto lo dejó con la condición de que sería vigilado más que nadie, más incluso que el propio Yuri. Todo porque iba a ser el que más contacto con el exterior tendría. Reiji no le quedó de otra salvo aceptar. Si podía hacer algo con al menos uno de ellos, ¿por qué entraría en conflicto por los demás si al menos tenía cierto territorio ganado?

A Yuto le molestaba un poco la situación, claro, nadie quería que lo estuvieran vigilando 24/7. Pero sabía que era su única forma de subsistir a base de algo que no fuera la merced de Leo. Así que solo callaba y aceptaba, trataba de no hacer cosas raras ni sospechosas cuando estaba medianamente activo. Incluso intentaba quedarse el menor tiempo posible en el baño, a no ser que fuera absolutamente necesario. Tenía mucho cuidado de cuando quería ahogar sus penas en el baño, no quería que sospecharan cosas de él. Era una vida demasiado cansada para él. Lo único que podía hacer para distraerse, era pedir libros y leer.

Era un pasatiempo muy lento, pero le ayudaba a pasar las horas. Tenía docenas de libros que había terminado en esos dos meses que transcurrieron. El encierro era pesado, intranquilo y totalmente casino. Tenía que trabajar con lo que los guardias querían en el momento que querían. Lo trataban como armamento nuclear, algunos, cuando tenían que tratar con él, intentaban no tocarlo y tampoco lo miraban con los ojos. A veces le daba la impresión de que le tenían miedo, pesar de no poder hacer nada realmente. Pero con el tiempo dedujo que tenían vergüenza de lo que estaban haciendo. Pues no les gustaba lo que les tocaba hacer ni tampoco tratarlo de esa manera. Ellos no estaban convencidos de que Yuto era una amenaza pública que se decía que era.

De repente alguien toca la puerta de su habitación. Yuto miró apenas por encima de su hombro, sabiendo que lo observaban en las cámaras de seguridad.

—Es momento de comer —y entonces, se abre un pequeño compartimiento y por el que se extiende una bandeja donde había sopa en un plato cuadrado hondo, un plato llano cuadrado con pollo, arroz y ensalada algo vieja. Al lado, al menos habían puesto algo que no fuera el insípido sabor del agua. Era jugo de mango. Fue lo primero que Yuto agarró al sentarse una vez más. Tomó un poco, estaba asqueroso, pasado de agua y sin azúcar. Pero era mejor que el agua de panela (la cual era sorpresivamente más agua que panela) que servían en Heartland para sopesar un poco las comidas. Así que no hubo expresión alguna en su rostro. Después de eso, comió lentamente para perder los minutos y se aseguró de que no dejara una sola miga de arroz. No había nadie más que comiera, así que no podía darse el lujo de desperdiciar nada.

Era bueno que no fuera más que un chico que tenía que estar allí, pues si bien algunos de ellos lo distanciaban, al menos lo dejaban en paz cuando se tardaba de más en el baño. Apreciaba mucho eso. Por eso es por lo que no les albergaba malos pensamientos ni decía cosas malas de ellos en ninguna parte. Ni siquiera a Reiji, que estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para que el estuviera bien. Nunca habían hecho nada, así que no había nada que decir.

Y eso lo relegaba a hacer todo tipo de actividades solo. No hacía nada, más que leer, escribir en su diario cualquier cosa que se le pasara por la mente y creyera importante, comer, existir o siquiera pensar. Pensaba demasiado en algunas ocasiones, en los chicos, en las cosas que tenían, en todos los sentimientos que tenía por ellos. Tomaba aire en cada ocasión y se negaba a dejar salir una sola lágrima de su rostro. Más que nada porque lo consideraba un acto de rebeldía, tonta rebeldía. Si Leo no le ponía más débil de lo que era, entonces el ganaría en algo. Cualquier cosa. Así no fuera lo que él quería. Era un pensamiento idiota, a Leo no le iba a doler o le quitaba nada el saber que Yuto no iba a llorar por su culpa, pero de igual forma lo seguía haciendo. Quizá con la esperanza de algún día llorar por algo que realmente valiera la pena.

Porque Leo no valía ni un mísero momento de la existencia de nadie. Era la primera persona a la que genuinamente podía decir que odiaba. Se metió con su hogar dos veces y lo destruyó desde la base. Una no era personal, pero la otra, por más que tuviera que ver con él, tampoco era contra él. Leo solo estaba buscado compensación por su hija. Ni siquiera le interesaba demasiado lo que eran ellos ahora, solo le interesaba lo que fueron antes, quienes eran todos. El hombre solo estaba demasiado obsesionado con su propio pasado. Yuto no odiaba nada de eso, podría perdonar eso. Lo que no podía ni podría hacer, era perdonarle por todo lo demás.

Cuando terminó de comer, dejó todo en la misma plataforma donde lo había recibido y se fue a su cama a cambiar de actividad. Agarró las únicas cartas que podría agarrar en toda su vida, las de póker, y empezó a armar una partida de solitario. Pero antes de empezar siquiera a terminar de armar el juego, una garganta, afuera de la celda fue aclarada, llamando su atención.

—¿Sí? —preguntó Yuto apenas levantando su mirada

—¿Puedo preguntarte algo? —era de nuevo ese guardia, uno que realmente no solía seguir las reglas, será raro, solía interactuar mucho con el prisionero y era realmente tranquilo con eso. Cualquiera pensaría que sería expulsado desde el primer día que hizo contacto con Yuto, pero la verdad era que ese soldado había sido puesto por Reiji y nunca infringió ninguna de las normas de seguridad. No había forma de echarlo—¿Nunca te cansas de... no hacer nada? —preguntó curioso. El de ojos grises arrugó un poco el rostro.

—No puedo hacer mucho más —se tomó una pausa. Pensó que quizá, adoptar una posición como la que Yuri tomaría, sería buena idea—, ¿y tú no te cansas de ver todos los días a un adolescente inofensivo?

El soldado se demoró un par de segundos en responder.

—Al menos algo de poesía aprendo —dijo en su defensa. Yuto sonrió también. A veces recitaba poemas solo por el mero hecho de poder hacerlo. Ese guardia le había escuchado sin parar alguna vez que se puso a hacerlo durante unas dos horas. Otros soldados habían desistido de escucharle, pero ese guardia (el cual no podía decir su nombre) se había quedado hasta que Yuto perdió las ganas de seguir. Lo felicitó por la locución, e incluso le pidió algún otro. Alguna vez le había traído alguno para que le recitara. Era extraño, pues a ese soldado no le encantaba la poesía, pero Yuto creía que más que por hacerlo de gusto, lo hacía para que tuviera alguien con quien charlar. Incluso si tenía tanta idea de poesía como él sobre cuidado de plantas.

—Al menos —hubo una pausa. Una incómoda y larga pausa mientras Yuto volvía a organizar su juego—. Entonces... ¿Borges o Benedetti?

—Borges estará bien —Yuto sonrió suavemente. Eso era lo más cercano a charlas que iba a tener en el mismo día—. Si no te incomoda, claro.

—Está bien por mi —guardó todas las cartas y se levantó a buscar un libro en su diminuta biblioteca—. Me distrae de la nostralgia.

—Lamento que tengas que pasar por esto, viejo —dijo tomando algo de aire—. No es justo para nadie que estés allí.

—Estaré bien —le dijo mientras sacaba una recopilación de la poesía de Borges. Eligió uno de los que había leído en la noche en silencio y comenzó—"Ajedrez" por Jorge Luis Borges.

Era el primero de muchos, que se dedicaría a hablar esa tarde. Una de muchas tardes y mañanas. Una de aparentes muchas semanas, meses, años.

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—¡Tienes visita! —le avisaron por el altavoz. Yuto miró a la cámara y después a la puerta. Asintió suavemente. Se arregló un poco la ropa y esperó a que abrieran la puerta para salir con el guardia que lo dirigiría a su lugar de visitas. Sabía quién era, pues muchas veces le habían dicho que por mucho que habían insistido a nadie más le permitían entrar siquiera dos pasos dentro del complejo. Como si pudiera poseerlos o algo para salir de allí. Le parecía absurdo, pero como un santo, no se quejaba. Reiji era bueno con él después de todo.

Caminó por un pasillo laberintico. Cada día se preguntaba más y más cuando tiempo se había gastado en hacer algo como eso, pues no parecía del todo bien diseñado. Las paredes estaban nuevas, tanto que el primer día que llegó aún olían fuertemente a pintura. Durante su estadía se había dado cuenta que había pasillos que conducían a ninguna parte, salas que no se usaban en nada, y cosas que definitivamente no iban. Eran detalles, pero para una prisión diseñada para un solo individuo era inconclusa y desesperante. Y el peor detalle, era que según tenía entendido, todas las prisiones de sus homólogos era casi copias exactas, salvo la de Yuri. Si tuviera el suficiente ingenio, escapar iba a ser una cosa fácil. Pero, como el de ojos grises sabía, no era una opción.

Yuto, en alguna de sus charlas con Reiji, le había preguntado el porqué de esto. El de ojos morados solo había respondido que era por la falta de tiempo al construir. Como todo fue tan repentino, no pudieron hacer las cosas bien, casi que construyeron todo desde los cimientos en la semana después del juicio. Yuto entonces, preguntó porque no habían construido otro en esos meses que había estado allí y lo transportaban allí. Reiji, en ese mismo instante, se había acomodado las gafas y había mirado a Yuto profundamente. Lo dijo claro:

Porque yo no los he dejado —había dicho. Yuto solo había asentido en aquel entonces. Reiji tenía una esperanza, el trabajo de él era mantenerla viva, el suyo era respetarla.

Cuando llegó a la sala de visitas, se sentó en la silla que tenía. Era como esas que tantas veces había visto en una película, un vidrio, un teléfono, una silla al otro lado y la otra persona. Yuto entraba solo a la sala, lo mantenían vigilado siempre, así que tener un guardia al lado sería un desperdicio. Reiji también estaba solo. Solo la gran puerta detrás suyo y el vacío de una habitación sin demasiada luz. Sobre la superficie que tenía Yuto, había un pequeño libro. Yuto se sentó, ese día no había hecho gran cosa. Se la había pasado jugando al solitario toda la mañana y no había tocado nada. Ni diario, ni libros. Nada. Había algo rondando en su cabeza desde que despertó, y el que Reiji estuviera allí era la oportunidad perfecta para desahogarse.

Fingió que tomar el teléfono no era un acto de vida o muerte y se lo puso en la oreja. Estaba ligeramente ansioso.

—Lamento no poder quedarme demasiado tiempo —Yuto asintió. Era lo normal. Reiji era un CEO después de todo—. Tengo un viaje en breve. Pero pensé que sería buena idea pasar a dejarte un libro.

—Gracias Reiji —dijo mientras lo tomaba entre sus manos y lo examinaba con detenimiento.

—He estado pensando en que traerte para leer —le dijo tomando algo de aire. Estaba igual de perfecto que en otras ocasiones. Ni un solo pelo por fuera de su lugar a pesar de las circunstancias—. Me pareció que este iba a ser una buena opción.

—Está bien —dijo con suavidad—, tengo bastantes lecturas.

—No estoy seguro de que sean buenas lecturas todas —Yuto alzó una ceja. Aun no debía abrir el libro, estaba ansioso, pero no era idiota, tenía que tomarse su tiempo para hablar y saber si era seguro.

—Si Borges no es bueno, no sé qué lo sea —comentó Yuto mientras abría el libro. En efecto, allí estaba la pequeña dedicatoria escrita en caligrafía femenina.

"Todo siempre va a mejorar".

-Ruri y Shun

Yuto lo supo. Podrían hablar ese día. Casi sonríe de la felicidad. Pero, no lo hizo. No era propio suyo sonreír por algo así. Y el tema que iba a tratar tampoco era lindo después de todo.

—Quizá Gabriel García Márquez te guste más —le dijo con calma. Reiji no había notado el manojo de emociones que era Yuto en ese momento. El chico actuaba bien y se controlaba—, además "Del Amor y otros Demonios" es una buena historia. Es corto. Pero te gustará.

—Entiendo.

—Puedes empezar en cualquier comento —dijo tras una ligera pausa. Yuto lo miró a los ojos un momento, pero después volvió los ojos al libro. Tenía pequeñas ideas de como empezar, solo que todas se golpeaban entre sí en su cabeza y no lo dejaban pensar claramente. Esto dio paso a Reiji a él mimo empezar con todo—. Bien, he tenido algunas noticias sobre los demás, no es demasiado lo que he podido conseguir, pero todos están bien. Yugo es el único que sigue teniendo algunos problemas para estar en su celda.

—¿Tú crees que estos gustos que tengo son míos? —peguntó de la nada. Reiji apenas reaccionó.

—No pueden ser de nadie más —dijo tras meditarlo un poco.

—En estos días he estado teniendo... —dio una pausa cerrado el libro y dejándolo a un lado—una especie de recuerdos. No soy yo, pero sé que libros está leyendo, son muy parecidos a estos que tengo aquí. Estos gustos, esta manera de leer, no es mía. Nunca lo ha sido. Incluso mi manera de jugar Duelo de monstruos nunca ha sido mía. Todo esto es de Zarc.

—Tienen que ser gustos tuyos —insistió Reiji. Sabía perfectamente que no debían de hablar de eso, la palabra Zarc era técnicamente innombrable, cualquier alusión a este puede ser malinterpretado como una amenaza. Eran extremos en ese lugar, lo sabía—, tú los has hecho con el tiempo que has vivido y con todas las experiencias que has tenido —la negación de Yuto fue ligera. Casi como si no quisiera que la percibieran.

—Eso fue inconsciente, pero todo concuerda. Todos estos recuerdos que vienen a mi mente y no son míos, vinieron del ser que fui antes —dijo con detenimiento—. Soy demasiado parecido al ser que muestran, no tendría por qué haber alguna diferencia entre él y yo.

—Tú no eres lo que Zarc fue —le negó sin perder estribos o siquiera pasciencia. Sabía que Yuto estaba algo fuera de sí, a veces la soledad le afectaba más de lo que podía controlar. Eran episodios en los que se comportaba así, cuando volviera a venir, todo volvería a estar bien con él. Eran cosas extrañas, eran cosas que se salían de sí. Era como si fuera otro a veces, como si algo dentro de sí se manifestara de vez en cuando y le dijera algo. Solo que nunca entendía que precisamente. Siempre decía que él era Zarc, que no había diferencias entre uno y otro. Pero también solía resaltar algunas cosas que había aportado él a Zarc, no era ni uno ni otro. Ni era una entidad carente de individualidad, ni la tenía muy marcada. Era todo demasiado condensado. Yuto solo despertaba un día y se portaba diferente, pero hasta donde sabía, era solo con él. Porque siempre había sido el mismo con los otros guardias y ante las cámaras. Como si se estuviera cuidado—, tu eres independiente de lo que él fue.

Yuto, en cambio, se miró las manos, casi ignorando del todo a Reiji.

—¿Cómo podría estar tan siquiera seguro de que estas son mis manos? —soltó de repente. Tenía el teléfono en la oreja gracias a su hombro—¿Cómo puedo estar seguro de que son mías del todo?

—Tu naciste con ellas —le dijo Reiji pareciéndole absurdo lo que le decía. De repente, miró su reloj, los minutos habían pasado, ya no era seguro que siguieran hablando—. Yuto, detente.

—Yoko no recuerda haber estado embarazada de Yuya —pasó del comentario de Reiji recordando algunas cosas que vivió con sus amantes antes de que todo se volviera un maldito desastre—. Apuesto a que mi madre fue lo mismo. Siempre sentía que había algo malo conmigo —un ligero brillo amarillo se vio en los ojos de Yuto, fue tan rápido que pareció un espejismo o un sueño—, había algo que no encajaba conmigo. Cuando empecé a jugar Duelo de Monstruos todo se volvió mejor, me sentía más completo.

—Yuto, tienes que detenerte —insistió. Yuto volvió a pasar de él. Ya no estaba allí, hablando con Reiji.

—Pero nunca lo había pensado de esta forma —dijo suavemente casi en un susurro—. Nunca pensé que todo esto tuviera que ver con que yo soy Zarc —De repente, escuchan como ambas puertas son forzadas para abrirse. Allí entrar algunos guardias, listos para llevarse a Yuto a "tranquilizarlo" y a averiguar qué ha pasado. Un solo guardia entró con Reiji para que este se retirara.

—Esto no es nada —anunció. Yuto se mantuvo callado mientras se lo llevaban a otra parte. Reiji lo veía, maldecía una y mil veces no poder hacer nada por Yuto. Pero eso iba más allá de lo que podía entender. Tenía que poder hacer algo por él más allá de solo visitarlo periódicamente y poder hablar en privado. Tenía que poder, de alguna manera, hacer entender que él necesitaba más contacto con alguien, para que entendiera o supiera que él era Yuto, no Zarc. Pero no podía. Siquiera malditas cartas con alguien más.

Maldecía a su padre.

Por parte de Yuto, durante parte de su camino a la sala, gruñía suavemente, casi en silencio. Era un acto de rebeldía, así como su brillo amarillo en sus ojos. Yuto no era el mismo. Ni lo iba a ser en un largo rato. Al menos hasta que se calmara, sus ojos dejaran de brillar y su boca dejara de hacer sonidos extraños. Volvería a ser el mismo. Mientras eso pasaba en su mente, levantaba suavemente la mirada, esperanzado en que lo llevarían a su habitación y no más. Pero no. Allí estaba su maldita silla en la que le hacían pruebas en el cerebro a ver si estaba bien o no. Sin querer, varios de sus pensamientos empezaron a mezclarse. Y un recuerdo, vino a su mente como una enorme ola en el mar.

Veía a Yuya desde su posición, con las manos atadas fuertemente tallándole, en una silla de madera incomoda a morir, y un aparato en su cabeza, tallándole también. El de ojos rojos lo miraba de vez en cuando preocupado. Estaba sudado y lo sabía. Había llorado la noche anterior cuando habían traído a Yugo desmayado. Ahora estaba aterrorizado de que es lo que le pudiera pasar. Yuri no regresó en la noche y Yugo tampoco despertó hasta que se fueron. Sergey los trajo a ambos y los puso en lugares diferentes. Vieron a Yuri brevemente, no estaba mal, solo se le veía cansado, le había gritado a Yuto que no cediera, una y otra vez. Era lo único que había dicho. Esperaban a que todo saliera bien pronto.

—Veo que ya están cómodos —dijo Roger al entrar. Yuya se tensó suavemente, volvió a mirar a Yuto, lleno de miedo—. Bueno, comencemos. Traje algo que se te hará familiar —le puso enfrente un deck de cartas. Los ojos rojos se dirigieron a él. No pasó nada más, no había más que Yuya quisiera hacer. Después de todo, una cámara con una luz roja encendida en frente suyo y algo en la cabeza no era para dar confianza—. Ahora, míralo si quieres. Vamos a jugar una partida.

—No —dijo a susurros—, no, no quiero... no quiero jugar para ti.

—Jum —dijo suavemente—, entiendo que no quieras. Pero en esta situación no me parece que tengas elección —Yuya mordió sus labios, pero no cambia su parecer—. Lo harás si o si, del modo doloroso, o del no tan doloroso. Si cedes, Yuto es el que sigue.

—No, no quiero —no tenía idea alguna de que es lo que iba a hacerle, pero no quería averiguarlo. Si Yuri le había dicho a Yuto que no cediera, debía de referirse a eso. Tenía que ser eso.

—Solamente te pido un duelo —le dijo suavemente. No se movió nada, seguía mirándolo—, no quiero tener que tomar medidas como las que viviste en tu duelo con Crow Hogan, no quiero tener que llegar a estas medidas.

—No voy a pelear porque tú me lo pidas —le dijo serio. Apretó los puños con determinación. Yuto escuchaba todo preocupado. Sospechaba que lo habían puesto allí para que cuando el siguiera estuviera algo más sensible emocionalmente. No iba a ceder. Ya estaba determinado a ello, Yuya parecía estar seguro de no querer tampoco. Así que al menos, lo que sea que quisiera hacer ese hombre con ellos no lo iba a lograr. Las descargas no iban a dar resultado como antes—. No voy a ser tu marioneta.

—Veo lo que sospechaba, ¿sabes? —dijo Roger tomando otra de las barajas que tenía y la empezó a revolver. Estaba demasiado tranquilo—Cuando los tuve a todos ustedes juntos pude por fin verlo, ustedes son demasiado parecidos, hasta para dar respuestas son así. Yuri me dijo exactamente lo mismo que tú me estás diciendo. Con todo y el mismo gesto —Yuto arrugó el rostro. Yuya no varió su expresión. Roger, terminando de barajar dejó las cartas sobre la mesa y miró al de ojos rojos de nuevo—. Entonces, en teoría, la respuesta debe de ser la misma.

—No voy a ceder —reiteró Yuya determinado. Roger sonrió.

—Tengo que comprobarlo, ¿de qué sirve una teoría e hipótesis si no la compruebas? —dijo en pose relajada, seguro de lo que hacía. Yuya apretó los puños, sabía que la descarga iba a venir pronto. Así que cuando Roger accionó el botón cerró los ojos en un acto reflejo. Pero no pasó nada, ni un solo electrón de más fue puesto en su cuerpo. En cambio, el fuerte grito y el dolor vinieron de otra parte.

Yuto era el que había usado todo el aire de sus pulmones para dejar ir su dolor. Fue cortó, gritó por apenas 3 segundos, pero el tono y lo que se había retorcido, había sido un momento feo para él. Yuya miró con horror al de ojos grises. Apretaba sus manos y puños. Respiraba fuerte y la mirada estaba perdida.

—¡Yuto! —se levantó de su silla, pero accionó de nuevo una descarga para Yuto—¡No!

—Siéntate —le ordenó Roger. Yuya hizo caso casi se inmediato. La Yuto dejó de moverse por el dolor, pasó a recostarse sobre sus piernas y a respirar aceleradamente—. Bien. Creo que ahora nos entendernos mejor, ¿no?

—Yuto...

—No te preocupes —le dijo mientras sonreía—, no lo mataré, no es la intensión. Lo máximo que puede lograr esto es que se desmaye —Yuya se puso una mano en la boca. La imagen de Yugo le hizo estremecerse y cerrar los ojos—. Yo quiero comprobar otra cosa, si ustedes pueden sentir lo que el otro siente. Con Yuri pude comprobar que no, o eso parece. Es solo lo que sienten Yugo y Yuri, no sé si con ustedes es diferente o hay alguna conexión en la que es diferente. Además, tengo que probarlo en ambos sentidos. Eso quería hacer con Yugo, pero no fue posible. Yuri no cedió nunca. Es un chico bastante testarudo he de decir. Prefirió que uno de ustedes se desmayara antes de jugar un simple juego de cartas.

—Yuri... —dijo Yuto desde su posición apenas. No podía hablar mucho, pero algo salió de su mente.

—Espero, al menos —continuó Roger mirando aún a Yuya—, que ese no sea el caso. Cada descarga dura más que la anterior. No me gusta tener que electrocutarlos a ustedes, pero si no me dejan opción...

—Pero... ¿sólo quieres que juguemos? —Yuya preguntó casi sin mirarlo. Yuto negó, sabía que no era nada bueno. Lo que sea que quisiera no iba a ser nada bueno—S-Sólo es eso, ¿verdad?

—Exacto Yuya —dijo sonriéndole. El aludido abrió la boca, pero Yuto gritó desde su silla.

—¡No lo hagas! —Yuto tosió suavemente—No importa lo que me haga o lo mucho que sufra, no hagas lo que él te pide que hagas. Estaré bien.

—¿Cuánto crees que aguante hasta que se desmaye? —preguntó Roger— ¿15 segundos tan vez? ¿O 20? Yugo resistió al menos 32 segundos antes de caer. Quizá Yuto sea más resistente —Yuya apretó los puños mirando al suelo. El adulto, sabiendo que no tenía todo el tiempo del mundo, volvió a presionar el botón. Yuto gritó de nuevo, peor que lo que había gritado antes y mejor de lo que gritaría después. Yuya lo miró y sus labios temblaron. Cuando cesó miró a Roger, decidido a hacer lo que quería.

—No lo hagas Yuya —dijo tomado aún más aire del que debería—, no hagas nada. Puedo resistir esto, confía en mí, es soportable, incluso si me desmayo, no es importante —Yuto intentaba mantener la vista en el de ojos rojos, pero fracasaba—. No te tienes que preocupar por mí.

—No te mereces esto —le dijo en un hilo de voz—. Tú no te mereces este sufrimiento—Yuto negó suavemente—, no por mi culpa, no si puedo evitarlo.

—Nada de esto es tu culpa —le dijo intentado sonreírle.

—Suficiente charla —Roger no quería palabrería. Estaba más cerca con Yuya de lo que lo había estado con Yuri. Quería una respuesta. Precionó el botón de nuevo, con más ganas esta vez. Yuto cerró su boca intentado no gritar, pero solo le duró los primeros 2 segundos, después volvió a gritar fuertemente. Casi que agonizaba allí mismo, frente a Yuya. Chico que miró a Roger cuando oyó ese gritó y le exigió.

—¡Detente! —exclamó con desesperación en los ojos—¡Detente! ¡Haré lo que me pidas, pero detente! —Roger hizo caso y sonrió. Yuya tenía unos labios que temblaban solamente y bajó la mirada. No quería que vieran sus ojos casi llorosos.

—Bien, procedamos entonces —se levantó de su silla y fue a la cámara.

—Lo siento Yuto —apretó los puños y tembló suavemente—. Lo siento...

—Silencio —dijo Roger— y ponte a barajar Yuya Sakaki —el chico asintió—. Mi nombre es Jean Michael Roger, esta es una grabación sobre lo que pasa con Yuya al jugar un juego de cartas junto con su carta más destacada, Odd-eyes Pendulum Dragon.

—¿Odd-eyes? —preguntó Yuya en un susurro.

—Sí, ¿nunca has visto las maravillas que puede hacer el cambio de cartas en esta dimensión? —preguntó volviéndose al chico—En fin, ¿quieres comenzar?

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