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LAS MANIOBRAS DE HAL JORDAN

Antes...

-Iré a preguntarle a Carol si se unirá a nosotros – Hal les dijo a sus compañeros de trabajo. Se rieron, como si Hal estuviera bromeando. Él no se les unió –

-No puedes hablar en serio, HighBall – Berlín (apodado así por derribar un muro con un avión) se burló – Es demasiado "poco profesional" para ella.

-Ya lo veremos – Hal chasqueo los nudillos perezosamente, aceptando el desafío – Dame diez minutos. Te apuesto una cerveza.

-¡Comenzaré a cavar tu tumba! – Vincent lo llamo mientras Hal caminaba de regreso al interior –

Hal estaba a punto de llamar a la puerta de la oficina de Carol, pero se detuvo antes de que su nudillo golpeara la madera. Se desabrocho con buen gusto los dos botones superiores de su camisa, se pasó una mano por el cabello y continúo.

-Adelante – la voz apagada de Carol respondió desde adentro –

Abrió la puerta y la cerro detrás de él, caminando con confianza hacia su escritorio. Se paró casi en el borde.

-Hola, jefa.

Ella levanto la vista de su papeleo. Sus ojos le dieron una mirada breve, pero aún perceptible, deteniéndose muy levemente en donde comenzaba la sonrisa quisquillosa del piloto. Ella miro de nuevo hacia abajo y volteo la página frente a ella.

-¿Qué quieres, Hal?

-Oh, no quiero nada – Hal respondió inocentemente, recogiendo una de las pequeñas figuras de aviones de metal del escritorio y dándole la vuelta en la mano – Me preguntaba si te gustaría unirte a nosotros para tomar un par de copas. Casi todo el personal va a ir.

-No, gracias – ella respondió después de una breve pausa –

-Vamos, Carol. Es viernes por la noche y has estado trabajando duro toda la semana, haciendo todo ese papeleo que no entiendo. Es realmente impresionante, pero te mereces un descanso.

-Tengo demasiadas cosas que hacer.

-Sabes... leí en una revista en alguna parte que cuanto más tiempo pasas trabajando en algo, menos productivo y concentrado eres. Piensa en cuánto más harás después de un poco de tiempo de inactividad – Hal miro los papeles frente a ella, obviamente gastados – Te compraré un trago. O diablos, podrías comprarme uno. Estamos en 2017, soy un hombre moderno – ante su comentario, Carol dio un suspiro de agotamiento y rendición –

-No te irás hasta que diga que sí, ¿verdad?

-Creo que es lo mejor para ti.

-Si es lo que va de acuerdo a tus intereses – ella murmuro, pero se puso de pie dejando el papeleo a un lado – Deja eso y quita tu trasero de mi escritorio.

-No te arrepentirás – Hal respondió sonriendo. Dejo la estatuilla en el suelo y salto.

Ya en el bar, Hal se sentó en una de las mesas terminando su cerveza que le pagó Berlín. Carol estaba de pie en la barra con su traje negro y tacones pidiendo un cóctel que Hal le recomendó. Ella le dirigió una mirada divertida y le preguntó cómo tenía experiencia en cócteles. Hal dijo algo sobre prestar atención a las bebidas que le gustaban a sus citas anteriores, lo cual era cierto a medias.

Hal podía entender su vacilación para salir con ellos un rato. Carol era la jefa. La mayoría de la gente probablemente la sometía a estándares injustamente altos porque era mujer, y en todo el bar, era también la única mujer. Aunque Hal no creía que Carol tuviera amigas fuera del trabajo, o amigos en absoluto.

Carol recibió su cóctel y algunos de los chicos se burlaron de lo que creían que era una bebida "femenina", pero Hal los desafío a hacer comentarios como ese a sus esposas.

Volvió a la mesa con Hal y tomo un sorbo. Los ojos de Carol se abrieron ante el sabor tan agradable de la bebida.

-¿Bien? – le pregunto Hal con expectativa –

-Esto es... realmente bueno.

-Te lo dije – Hal respondió, luego tomo un sorbo de su cerveza –

Carol todavía está bastante rígida y no contribuyo mucho a la conversación cuando finalmente termino su bebida y subió a la barra para pedir una segunda.

Hal se volteo hacia el mecánico y amigo personal; Tom Kalmaku que estaba a su lado.

-Creo que ha perdido ese sentimiento de amor.

-¿Qué? – Tom lo miro confundido por un momento, luego sus ojos se abrieron captando la referencia – No... Hal.

-Se ha vuelto loca, Tom – Hal sonrío, moviéndose para ponerse de pie –

-Highball, si estás pensando lo que creo que estás pensando, también podríamos cambiar tu indicativo a Deadman – dijo Vincent –

-Me ha funcionado antes – respondió Hal, alejándose hacia la máquina de discos –

Empezó a pasar por todas las canciones hasta que encontró la de los Righteous Brothers. Estaba a punto de introducirla a la rockolla cuando vio otra canción antigua en el menú. Sabia que a los muchachos les iba a dar una mierda por acobardarse, pero creyó que este otro enfoque podría funcionar mejor.

¡Oh! Carol! de Neil Sedaka había comenzado a sonar cuando Hal se acercó para inclinarse sobre la barra junto a Carol, y él canto la letra sobre el ruido de los clientes.

-¡Oh! Carol... Solo soy un tonto... Cariño, te amo, Aunque me trates cruel – Carol solo pudo limitarse a reír ante el show que Hal Jordan estaba haciendo frente a ella – Me lastimaste...Y me haces llorar. Pero si me dejas...seguramente moriré.

Ella lo miro incrédula, pero termino riendo por completo y dándole un ligero empujón, diciéndole que se callara antes de que pudiera llegar al segundo verso.

-Dios, eres increíble – Carol le contesto sin apartar su risa – Espero que no estemos besándonos cuando llegues al segundo verso.

Algo se agito en el pecho de Hal porque ella no solo entendió las indirectas, sino que también hizo otra.

-Eso es justo.

El cantinero se acercó con la bebida de Carol, otro "Razztini". Ella le agradeció.

-¿Algo para usted, señor? – le pregunto a Hal –

-Conseguiré un Long Island – Hal le entrego el dinero y cuando el cantinero se dirigía a la caja registradora, Carol le dio un codazo –

-Me dijiste que tu indicativo estaba relacionado con el béisbol. Sabía que no había forma de que salieras tan fácilmente.

-No sé de qué estás hablando – respondió Hal, aceptando el recibo del cantinero, quien luego se fue a preparar la bebida. Hal se subió al taburete junto a ella –

-Copas de cóctel... Highball – Carol dijo con aire de suficiencia, también tomando asiento – Una buena señal.

Y ella iba por buen camino, pero él se encogió de hombros tratando de no sonreír.

-Tu padre era "The Flying Martini", tiene sentido que el tuyo también esté relacionado con el alcohol – concluyo ella –

Todavía había fotos en su oficina de los cuatro: Ferris, Arden, Jordan y Flagg. Carl Ferris fue muy creativamente apodado "Wheel". El padre de Hal le dijo que se debió a que Carl rompió su tren de aterrizaje una vez y quedo a juego con su nombre.

-Digamos que tanto los cócteles como un bate de béisbol estuvieron involucrados y dejémoslo así – le dijo Hal casi riendo –

-Oh, debe ser malo.

-El proceso de nombramiento en el ejército es brutal. Saliste demasiado fácil con Sapphire. ¿Qué, tu papá te dio ese?

-Lo hizo, de hecho – ella le respondió, sentándose más derecha –

-Su pequeño zafiro, ¿eh? – el la empujo, incapaz de resistir la oportunidad de bromear –

-Sí y no – Carol miro a su alrededor, haciendo girar la pajilla en su vaso – Díselo a cualquiera y te castigaré, pero me encantaba esa vieja película de Disney, Los Aristogatos.

-Creo que vi esa una vez cuando era niño.

-De todos modos, solía alquilarla una y otra vez hasta bien entrada mi adolescencia. Eventualmente obtuve mi propia copia. Papá quería llamarme por uno de los personajes, Duchess o Marie. Pero finalmente se decidió por Sapphire, porque Duchess tiene estos grandes ojos azules que se comparan con zafiros.

Hal ciertamente podía estar de acuerdo con esa comparación. Ella tenía unos impresionantes ojazos verdes. Muy llamativos en contraste con su largo cabello oscuro.

-¡Te saliste tan fácil! – Hal golpeo la barra del bar – Podrías haberme tomado el pelo con un nombre como Duchess.

-Demasiado – ella tomo un sorbo de su bebida, luciendo un poco engreída –

-Sabes, nunca es demasiado tarde para cambiar un indicativo si aparece uno mejor. Nosotros, los muchachos, podríamos votarlo.

-¡No te atrevas! – ella lo empujo y él se rió en respuesta. Carol apoyo la barbilla en su mano, moviendo la pajilla – Además, ya no puedo volar. Demasiado trabajo que hacer en tierra.

-No es natural que un buen piloto esté castigado todo el tiempo – dijo Hal, sacudiendo la cabeza – Los peces tienen que nadar, los pilotos tienen que volar.

-Simplemente no tengo tiempo.

-Entonces haz tiempo. No dejes de hacer lo que amas tan fácilmente – él le contesto, tomando un sorbo de su bebida – Sabes... solía ​​estar tan jodidamente celoso de ti.

-¿Estabas celoso? ¿De mí? – Carol se señaló a sí misma –

-Claro que sí. Comenzaste a tomar lecciones de vuelo cuando todavía estábamos en la secundaria. Con el apoyo de tu papá, claro. Mi mamá odiaba tanto la idea de que yo fuera piloto que dejó de hablarme cuando me uní a la Marina – le dijo el con un poco de tristeza – Ella y Jack estuvieron encabronados conmigo hasta que me dieron por muerto esa vez en las cordilleras de Irak.

-Bueno, al menos le importas a alguien. Papá se fue antes incluso de que me diera de baja de la Marina – Carol respondió. Luego tomo un trago directamente de su vaso –

Hal hizo lo mismo, tomando un trago de su vaso. No era exactamente la conversación divertida y sexy que buscaba.

Ella puso su mano en su brazo cubierto con el cuero marrón de su chaqueta de piloto.

-Siento lo de tu mamá – le dijo ella, tratando de consolarlo – Nunca me dijiste lo que sucedió... ni siquiera me avisaste del sepelio.

-Lo hecho, hecho está. Ojalá hubiera podido hacer que ella me viera como algo más que un piloto – dijo el tratando de darle un giro a la conversación –

-No puedo imaginarte como otra cosa que no sea un piloto engreído – le respondió Carol –

-Sí. Hal Jordan el contador – el sarcasmo era evidente en la labia de el – Probablemente no caería tan bien con las damas.

-Oh, no sé sobre eso. A veces podría besar a nuestro contador por todo el trabajo que me ahorra.

-En ese caso, tal vez debería cambiar de carrera – dijo Hal, bajando un poco la voz –

-Simplemente... no renunciarás, ¿verdad? – Carol respondió, pero no había malicia detrás de eso. Más bien ella parecía acercarse, reflejándolo un poco –

-Aparentemente no.

-Podría denunciarte por acoso en el lugar de trabajo.

-No estamos en el lugar de trabajo. Y además, eres la jefa y podrías despedirme. Tienes el poder aquí, yo estoy golpeando hacia arriba, no hacia abajo.

-No puedo despedirte.

-¿Porque se lo prometiste a mi mamá? ¿O porque soy demasiado agradable para mirarme?

-Bueno, a pesar de lo mucho que me cuesta concentrarme, probablemente eres el único de los pilotos que no se quejó ni gimió cuando me hice cargo de la compañía.

-Me gustaría ver a cualquiera de nosotros hacer un mejor trabajo.

Había una mano en el hombro de Hal y el casi salto, olvidando que los demás estaban ahí. Se volteo y via a Vincent que estaba parado ahí.

-Vamos al club. ¿Vienes?

-Nah. Adelante.

Vincent miro a Carol, luciendo un poco intimidado y luego se alejo, decidiendo no molestarse en preguntar.

-Bueno, vete a la mierda también, Vincent – Carol dijo, y Hal se rio –

-Sabes, yo también soy el único que no te tiene miedo.

-¿Qué tipo de indicativo es Vincent? Es solo Vincent con acento francés. Cuando le pregunté, solo dijo que era porque era de Quebec.

-Te contaré un pequeño secreto. Es la abreviatura de Vingt Centimètres – Hal se inclinó –

Carol frunció el ceño, no necesitaba que Hal tradujera. Ella sabia francés por haber estado en escuelas elegantes y todo eso.

-¿Veinte centímetros? Eso es lo que... – giro la cabeza rápidamente, hacia donde el piloto en cuestión se prepara para partir – Que asco...

-Vincent es un completo pendejo – Hal respondió con una risa –

-¿Conoces a muchos como el, Hal?

-Crecí con dos hermanos y luego entré directamente al servicio, era un poco difícil evitar convivir con tipos así – Hal se encogió de hombros, restándole importancia –

Los dos continuaron hablando mucho después de que los demás se hubieran ido, con la conversión variando, pero inevitablemente volviendo a un tono coqueto. Hablaron tanto que les llegaron las 11:30 y el bar ya estaba cerrando.

-Debería estar yéndome a casa – dijo Carol –

-Yo también – Hal respondió, aunque era una mentira. Por lo general, ahora estaría de camino a un segundo club si Carol no quisiera irse – Te acompañaré fuera.

Salieron y después de solo un minuto, Carol logro llamar a un taxi. Ella tomo el brazo de Hal.

-No veo mucho sentido en tomar taxis separados.

-No... vivo lejos. Probablemente podría... – Hal cerro la boca ante la mirada capciosa que ella le lanzo – Pensándolo bien, sí. Podríamos compartir el viaje.

Carol le dio su dirección al taxista y Hal se acomodó en el asiento, tratando de no sentirse tan presumido, pero al diablo, él era un presumido.

***

Ahora...

Zona neutral de La Habana, Cuba.

Gracias a sus pasaportes falsos, Lois y Selina consiguieron un transporte ilegal de refugiados y salieron de Italia sin ser detectadas por los sistemas del Régimen. El tamaño del transporte (muy pequeño) lo hacía indetectable al rastreador activo de las naves de Apokolips. Esto les permitía a los pilotos ilegales volar sin llamar la atención. Llegaron a Cuba según el plan, a excepción de un detalle. Cuba era el paraíso para los contrabandistas y delincuentes que quedaban en el mundo.

Si no tenían problemas con el Régimen, de seguro si con los mercenarios.

Lois siguió a Selina hacia ventana del transporte. Podían ver las luces de La Habana por el vidrio. Una playa le daba un toque azul al contorno de la isla, que por lo demás era colorida y llena de edificios. A lo largo del borde creciente del océano se extendía su destino: las luces brillantes de La Habana.

-Es un lugar terrible, lleno de las peores personas del bajo mundo – le informó Selina a Lois. No explicó cómo lo sabía y pasó el resto del descenso explicándole la técnica por la cual los pilotos evitaban a las patrullas tanto del Régimen de Luthor como de Apokolips –

Cuando aterrizaron en una pista a las afuera de la ciudad, un anciano cuidador con túnica blanca comenzó a decirles que aterrizaron cerca de una playa pública. Lo ignoraron y se dirigieron a la ciudad.

Lois vio que Selina estaba equivocada sobre La Habana. La ciudad no le parecía para nada terrible. De hecho, era uno de los lugares más impresionantes que había visitado.

Había botes y yates en la bahía, flotando sobre el atardecer. Había autos clásicos paseando por las autopistas costeras. Los hoteles a la orilla de la playa ofrecían retiros románticos para los ricos e influyentes. Los que no podían pagar una vista al océano podían ganarse la fortuna necesaria a una cuadra. La calle principal de los renombrados casinos brillaba como un baúl de piedras preciosas. Cada establecimiento intentaba opacar a los demás en extravagancia.

Lois no sabía exactamente dónde podrían encontrar a Hal Jordan, así que entraron al casino más grande que encontraron: La Habanita. Era un palacio para apuestas altas, se apostaban millones de créditos y dinero antigua en ruedas y torneos de poker, solitarios y carreras de caballos. Unos músicos tocaban los éxitos del momento en un escenario lateral. Los meseros cruzaban el casino ofreciendo bebidas gratis. Todos los presentes estaban vestidos al último grito de la moda. Lois estaba extasiada.

-¡Este lugar es genial!

Selina no compartía su entusiasmo.

-Conozco a Hal Jordan. Cuando lo conocí traía puesta una chamarra de piloto como de "Top Gun" – le comento la ladrona de Gotham sin querer seguirle la conversación – Vamos por él y salgamos de aquí.

Lois la siguió. En el casino Selina mantuvo un paso acelerado, mirando las chamarras de todas las personas. Lois se demoró más observando a los apostadores. Aunque su conocimiento de las personas del bajo mundo popular era mínimo, incluso ella pudo reconocer que esos personajes eran los ricos y famosos que se habían salvado de las garras del Régimen.

Un sonido, parecido a un rebuzno, distrajo a Lois. El retumbo que le siguió fue suficiente para que ella y Selina se hicieran a un lado. Un grupo de criaturas de orejas y extremidades largas galopaban afuera de la ventana, para alegría de los clientes.

Selina abrió los ojos con sorpresa.

-¿Son lo que creo que son? – sin explicación alguna, Selina se apresuró bajo un arco dejando atrás el piso del casino –

Lois se unió a ella en el balcón donde estaba. Debajo de ellas, las bestias de cuatro patas corrían en una pista circular. Había jinetes en sus espaldas y espectadores en las gradas.

Selina miró boquiabierta a las criaturas.

-Son caballos – dijo Selina casi emocionada. Era la primera vez que Lois la veía medio alegre – Eran los animales favoritos de mi hermana cuando éramos niñas. Nunca pudo ver uno en persona. Son hermosos.

Lois los contempló por unos binoculares instalados a la orilla del balcón. El aparato le mostró cuán majestuosos eran los caballos. Llevaban la cabeza en alto y corrían con un orgullo casi noble, incluso cuando los jinetes los golpeaban con las fustas.

Si Selina podía apreciar la belleza de estos animales, Lois se preguntó por qué no podía ver la belleza de la isla de Cuba, o en su defecto por el casino.

-Cuba es hermosa. ¿Por qué la odias tanto? – preguntó Lois –

Selina frunció el ceño.

-Mi madre y mi abuela tuvieron que salir de la isla por que mi abuelo era un escritor que se opuso al régimen de Castro. Llegaron a Miami con nada después de que le dispararon a mi abuelo por haber escrito un artículo donde llamaba a Fidel Castro "Copia barata de Stalin" – Selina pasó la mirada sobre los espectadores, todos bien vestidos – ¿Y quiénes crees que son estas personas? Te aseguro que son aquellos que apoyan al Régimen y les engordan la cartera con los almacenes de armas para matar a los inconformes. Lo mismo que les hicieron a mi abuelo y a mi familia.

-Un régimen salió y entro otro peor – dijo Lois con tristeza – La verdad no creí que fueras cubana.

-Por parte de mi mamá. Por el lado de mi padre soy irlandesa.

-Que genes tan curiosos – le dijo Lois – Por eso saliste tan guapa.

-Tuve suerte – Selina asintió – Pero volviendo al tema, estos son vendedores de armas para el Régimen; se hacen ricos con el sufrimiento ajeno. Como en aquellos tiempos.

Mientras que Selina hablaba, Lois barrió con la mirada a las personas en el casino principal y entonces pudo notar a un hombre que llevaba una chamarra de piloto igual a la de Hal Jordan.

-Creo que ya vi a nuestro chico.

Lois le dio un pequeño golpe con el codo para señalar a un tipo con el cabello engrasado en una de las mesas de apuestas altas. Tenía puesta una chamarra de cuero tipo aviador.

-El piloto – dijo Selina en voz baja –

Lois entendió por qué las chicas estaban encantadas con el Green Lantern de antaño. Era el que tenía más estilo en todo el casino, un aura con carga electromagnética. Estaba rodeado de admiradoras que lo abrazaban y se sonrojaban cada vez que les guiñaba. Transpiraba confianza en sí mismo. Tiraba los dados sobre la mesa como si se tratara de una formalidad, como si ya tuviera la victoria garantizada.

Pero antes de que alguna pudiera hacer o decir algo, ambas recibieron un rayo de alto voltaje en la espalda que les impidió hacer cualquier pregunta. Pronto estaban siendo arrestadas por los guardias del casino, pues de seguro las habían reconocido a ella o a Selina.

Mientras esposaban a Lois, vio al piloto. Pero entonces el hombre se volteo y vio su rostro. Para nada era Hal Jordan.

Habían hecho solo el viaje por nada.

***

Selina se aferró a las rejas de la celda donde los guardias del casino las botaron a ella y a Lois.

-¡Esto es un error! ¡No hicimos nada!

El guardia que cuidaba la puerta sólo entornó los ojos.

-Eres una conocida ladrona y tu amiga es una conocida prófuga del Régimen – les contesto el guardia con acento latino – Vamos a ver cuánto nos dan por ustedes.

El guardia se fue por el pasillo y las dejó solas. Se alejó de las rejas y comenzó a caminar. Lois, mientras tanto, probaba suerte con la cerradura de la celda. Presionó teclas al azar, golpeó el mecanismo un par de veces e intentó abrir la cerradura con una uña.

-¿Cuál es tu plan cuando abras la puerta? – preguntó Selina –

La cerradura vibró y por un momento ella pensó que lo había logrado. Pero una placa de metal cubrió el teclado. Lois se rindió.

-Nuestro plan no funcionó – dijo Lois – Estamos acabadas sin un piloto.

Una voz ronca habló detrás de ellas.

-Hola. ¿Me buscaban?

La celda era grande, de una de sus oscuras esquinas salía la voz de un extraño. Se levantó de una litera. Era un hombre en sus treintas. Su cabello castaño le llegaba hasta por encima del cuello y se fundía con su barba del mismo color que le cubría todo el mentón. Traía una chamarra de cuero con algunos parches de aviador. Se rascaba el cuerpo. Sus botas estaban atadas por los cordones y le colgaban del cuello mientras que ponía una sonrisa bastante arrogante en sus labios. Selina pudo reconocer que era uno de los hombres más guapos que había visto en su vida.

-Perdón, no pude evitar escuchar todas las cosas aburridas que decían mientras intentaba dormir. ¿Plan? ¿Piloto? – el hombre levantó sus dos sucios pulgares señalándose – Hola.

-Sí, esto no es precisamente un buen encuentro – dijo Lois –

Su compañera de celda se rio.

-No juzgues un libro por su portada, linda. Los cielos y yo nos conocemos desde hace mucho. Si la paga es buena, puedo desafiar hasta los mejores drones del Régimen – les dijo el piloto –

-Estamos bien – dijo Selina –

El hombre se encogió de hombros.

-Además... – dijo Lois – Si eres tan escurridizo, ¿qué estás haciendo aquí?

-Pues este es el único lugar de la ciudad donde puedo dormir sin tener que preocuparme por algún tipo al que le deba dinero – el piloto tomó una gorra de su cama y se la puso – Se quiénes son: Lois Lane del Daily Planet y Selina Kyle de Gotham... ¿O prefieres que te llame Catwoman? Adelante, a ver qué puedes hacer con esa cerradura.

Lois se hizo a un lado mientras la ladrona de Gotham jugaba con la cerradura y la movía. Después de un golpe con una ganzúa que Selina llevaba oculta, la puerta se abrió.

Salieron de la celda como si no tuviera nada de especial y luego libero a Hal Jordan.

-Si quieren salir de Cuba con vida, las veo en la entrada del casino en lo que consigo un vehículo. Hasta entonces...

Lois miró a Selina sorprendida mientras Hal Jordan se alejaba por un pasillo aledaño. Sonaron sirenas. Cruzaron la puerta y una vez fuera, no encontraron al Hal por ningún lado. Así que las dos huyeron por el pasillo.

Los demás detenidos les gritaban piropos algo vulgares al verlas pasar. Sonaban más alarmas. Se oyó una voz por un altavoz:

"¡Cierren las salidas!"

Vieron rayos de luz que se acercaban por delante y por detrás de ellas. Los guardias las tenían rodeadas.

Las botas de Selina tocaron algo metálico. Debajo de ellas había una alcantarilla. Ella y Lois lograron aflojarla. Del hoyo salió un olor muy desagradable, tanto que tuvieron que cubrirse la nariz y la boca. No tenían otra opción. Si las atrapaban, irían a un lugar mucho peor que las alcantarillas de la ciudad.

Selina tomó la parte superior de una escalera y se deslizó hacia la oscuridad. Antes de bajar con ella, Lois intentó volver a poner la alcantarilla en su lugar, pero no podía moverla. Así que dejó el hoyo descubierto y se apresuró a bajar por la escalera.

Al principio discutieron sobre qué camino tomar, hasta que las voces que sonaban por encima de ellas las forzaron a elegir. En lugar de seguir el flujo de las cañerías hasta donde desembocaran, decidieron subir por el túnel. Selina era más alta que Lois, por lo que tuvo que agacharse para no golpearse en la cabeza.

-Esto me trae recuerdos, horribles recuerdos – dijo Lois salpicando agua y suciedad a cada paso – Lavaba los trastes cuando tenía dieciséis años como castigo por portarme mal en la escuela. Era como tormento chino para mí.

Selina estaba haciendo un enorme esfuerzo por respirar por la boca.

-Era de lo más asqueroso... ¿Tu que hacías a los dieciséis? – le pregunto Lois. Selina le envió una mirada triste y luego se detuvo un poco en su andar. Entonces Lois supo que su pregunta no fue adecuada – Lo siento... no quise...

-Déjalo así. Realmente prefiero olvidar lo que estaba haciendo a los dieciséis – le contesto Selina volviendo a caminar –

Mientras más avanzaban, más empeoraba el olor. Pronto Selina sintió que iba a desmayarse. Estaba a punto de hacerlo cuando por fin encontraron otra escalera. Subió después de Lois, encantada de dejar las cañerías. Lo malo era que el lugar al que ascendieron también olía mal.

Salieron en los establos de las pistas de carrera, donde los caballos tenían sus aposentos. Uno de los animales alargó su hocico entre los tablones que lo encerraban para olfatear a las recién llegadas. Seguía ensillado tras la carrera de esa noche.

Ignorando el olor, Selina se acercó a él con intención de acariciarlo. Se detuvo cuando vio que Lois abrió la puerta del establo y le dio un golpe al caballo. El animal flexionó sus patas traseras. Lois se subió y después Selina. Tras otro golpe en su trasero, el caballo estaba de pie, dirigiéndose a un par de puertas que llevaban a la pista de carreras.

-¿Cómo controlas tan bien al animal? – Selina le preguntó mientras agarraba a Lois por las caderas –

-Clark creció en una granja de Kansas. Conviví muchas veces con él y su madre, y también con los animales que cuidaban.

Las puertas se abrieron justo cuando escuchaban un ruido detrás de ellos. Los guardias del casino irrumpieron en el establo.

-¡Ahí están! – gritó el capitán –

Mientras Selina sonreía, saco el látigo de su cadera y le dio un golpecillo a un panel lateral. Cada puerta del establo se abrió liberando a los caballos, que salieron corriendo y bloquearon el paso de los guardias.

El caballo de Selina y de Lois corrió por la pista. Lois lo sostenía del cuello y Selina se aferraba a su cintura. El animal aceleró con tanta rapidez que si se tropezaba se rompería el cuello, la espina o sería aplastado por el grupo de caballos que lo estaban siguiendo.

Las motos de los guardias estaban encima de ellas, iluminando el cielo nocturno. Estas motos fueron diseñadas para maniobrar en las ciudades. Sus ruedas no estaban hechas para tierra suelta y las chicas pensaron que tenían ventaja ante esto, pero las armas las apuntaban.

Pero el caballo que Selina y Lois montaban no era cualquier bestia. Consciente del peligro, se salió de la pista de carreras por una ventana que daba al casino.

Lois se cubrió el rostro cuando atravesaron el vidrio. El caballo irrumpió en la sala de cócteles, chocó contra un bar y guio a la estampida por el casino. Las mesas de apuestas fueron pisoteadas por los animales. Las ruedas de apuestas se salieron de sus ejes y volaron. Las máquinas tragamonedas soltaron miles de créditos de máquinas. Los ricos y famosos corrían por sus vidas.

El caballo de Selina y Lois las llevó hasta otra ventana que daba al frente del casino. Los valets huían mientras la manada corría en dirección al centro de la ciudad, derrumbando autos lujosos, sillas de cafetería y cualquier otra cosa que se interpusiera en su camino. La policía continuó la cacería desde lo alto, pero sus luces y sus autos no lograban seguir el paso de las bestias.

La manada giró y se metió a un callejón, después recorrió los techos de una parte baja de la ciudad. Sus pezuñas pulverizaron el techo de un vehículo y después rompieron un sauna repleto de personas, algunos de ellos en toallas. Después de eso, los caballos se reunieron y salieron del edificio, perdiendo un poco de impulso al golpear el pavimento de las calles.

Selina inhaló y disfrutó el viento en la cara.

-¡Guaaaaau! – grito la ladrona de Gotham –

Era mejor de lo que imaginaba. A su hermana le habría encantado.

Lois, sin embargo, gritó por el terror cuando el caballo corrió en línea recta hacia la barda que daba al mar.

Antes de una colisión inminente, el caballo líder brincó la barda y la manada lo siguió. Aterrizaron en la playa y galoparon al lado del océano inmóvil, levantando un poco de arena.

Para su suerte, un claxon sonó desde el camino opuesto a la playa y ambas pudieron ver de quien se trataba.

Era Hal Jordan, que realmente pudo conseguir un transporte que los sacaría de la isla con vida.

Lois y Selina bajaron del animal, no sin antes que esta última acariciara al caballo en el cuello y le dijera un simple y honesto "Gracias".

-Que puto alboroto hicieron ahí atrás, ehh – les señalo Hal –

Hal señaló el auto. Obviamente fue robado; la pintura era de color azul intenso, casi purpura y no tenía marcas. Ambas querían preguntarle cómo se las había arreglado para robarlo del aparcamiento del casino, pero escucharon a más guardias ir en sus motos detrás de ellas. Las preguntas serian tarde, entonces se decidieron y ambas saltaron dentro.

Selina tomó un momento para pasar la mano por la consola, casi acariciándola.

-Un Chevy Chevelle del sesentainueve. Nada mal – le dijo Selina –

-Agradable, ¿verdad? – contesto Hal –

-A mí también me gusta. Pero sabes que probablemente tendremos que desaparecerlo – les gruño Lois –

Hal encendió el motor e hizo una mueca como si Lois lo hubiera golpeado justo en el corazón, pero no la contradijo.

Selina vio las placas militares de Hal colgando del parabrisas y sonrió.

-Lo disfrutaremos mientras podamos – dijo Selina, y Hal pisó el acelerador. El auto giró 180 grados y salió disparado hacia adelante, estrellándolos contra sus asientos. Detrás de ellos, los gritos de los guardias se alejaron en la distancia, y los vítores de victoria de los tres ocupantes del Chevy se oyeron en todo el lugar –

-Tengo un Osprey V-22 modificado en una pista a las afueras – dijo Hal sobre el sonido de los motores – Pero tenemos que salir disparados si queremos irnos rápido. Además, aún está el asunto de mi pago.

Bien. Lois sabía que tenían un destino. Selina se sorprendió sinceramente de que su compañera hubiera pensado con tanta anticipación.

Hal se encogió de hombros al ver que ninguna de las dos le contesto. Obtuvo una mirada lejana en sus ojos incluso mientras maniobraba expertamente alrededor de las calles, los vehículos y la gente en su camino.

-Una vez que hayamos terminado, entonces... – dijo Hal como si fuera una gema preciosa en la punta de su lengua – Vamos a ver que aventura se traen entre manos.

Lois asintió y retomó el hilo.

-Vamos a robar un programa que tumbara los sistemas del Régimen.

-¡Aleluya! – Hal terminó burlándose, luego giró bruscamente a la izquierda y se desvió para evitar a una familia que pasaba por ahí, que les parlotearon con algo de desaprobación mientras los dejaban en el polvo –

-Cuidado – le reprimió Selina, y Hal le sonrió –

La sonrisa arrogante del piloto se convirtió en algo más amplio, y pareció feliz por un momento.

Luego, un camión de guardias armados los golpeó por detrás.

-¡Maldición! – Hal dijo con los dientes apretados – Pensé que tendríamos un poco más de ventaja – el auto se tambaleó de lado a lado por la colisión antes de que pudiera estabilizarlo –

Selina se dio la vuelta en su asiento; el cabello oscuro azotaba su rostro.

-¡Los del casino! – señalo la ladrona de Gotham – ¡Más rápido!

Los mercenarios que trabajaban de guardias se habían subido a un camión modificado que a menudo necesitaba reparaciones; un vehículo que no tenía la mejor aceleración, pero su motor recién reparado era mucho más fuerte que el del clásico de Hal Jordan. Y ciertamente su chasis podría dar un golpe cuando llegaba a toda velocidad.

Hal pisó a fondo el acelerador, pero el camino se ensanchó y los mercenarios se detuvieron junto a ellos. El camión pesado volvió a chocar con ellos, derribando el Chevy hacia un lado. Hal maldijo y agarró el volante con más fuerza. Esta cosa estaba destinada a las carreras callejeras, no a las competiciones de demolición. Miró a su alrededor en busca de un lugar para perder al camión.

Se desvió por un callejón estrecho bordeado de cajas y maquinaria. Una aguja perfecta para perder el enorme camión detrás de ellos, pensó Hal. De hecho, estaban ganando terreno y alejándose de los mercenarios... hasta que captaron el interés de un patrullero del Régimen mientras pasaban a toda velocidad.

La suerte de Hal se estaba agotando, pero podía manejar a los patrulleros. Solo querían arrestarlo, mientras que los matones del casino querían muertas a las pasajeras.

Pero con Hal Jordan estarían bien.

Miró detrás de él después de que pasaron al policía, esperando que no se dieran cuenta. Pero lo hicieron. Ahora él y las chicas tenían dos colas; una, un gran camión que estaba bastante seguro de que podía perder, y una veloz y ágil moto que sería un poco más difícil.

Aun así, el Chevy no podía esquivar lo que no podía ver. Delante de ellos, unas personas estaban descargando un camión de contrabando y apilando su material en la calle. Si alguien se hubiera estado moviendo a un ritmo razonable, podría haberlo evitado fácilmente, pero estos pobres trabajadores estaban en La Habana y era una tontería pensar que la calle era un lugar seguro para... bueno, cualquier cosa.

Hal se desvió hacia la izquierda. Las chicas miraron hacia adelante, luego a él y luego de nuevo a los obstáculos en el camino.

-¿Hal? – Lois le preguntó – ¿Sabes lo que estás haciendo?

Hal golpeó una palanca para poner el auto en una marcha más baja mientras el policía aceleraba detrás de él. El oficial le hizo una seña para que se detuviera, y él obedeció, girando a la derecha en el último momento para cortar el borde de los escombros en el camino, pero dejando al patrullero sin tiempo para esquivar. La moto fue directamente hacia él, dando varias volteretas en el aire antes de aterrizar en la carretera, con los mercenarios quejándose ante el alboroto delante de ellos.

Hal se relajó un poco, una amenaza menos. El camino volvió a ensancharse y se tomó un momento para apreciar el manejo del auto. Ahora que tenía espacio para desviarse en las curvas y dejar que el vehículo acelerara, se sentía mucho más seguro.

Hal aceleró el motor, pero el camión se las arregló para rugir detrás de ellos.

¿Qué le habían puesto al motor de ese camión? ¡No debería poder moverse así! Los golpeó de nuevo como para recordarles que aún no eran libres.

-Ese imbécil es rápido – refunfuñó Hal, obsesionado con la carretera –

Selina volvió a mirar por encima del hombro.

-Pero este auto es mejor ¿verdad? – preguntó ella, con el viento casi llevándose su voz –

Hal buscó en los pedales y en la palanca de velocidades. No había conducido este modelo antes y esperaba que tuviera algunas características que aún no había encontrado.

-Eso espero.

-¡Hal! – Lois agarró su hombro; estaba a punto de cruzarse con un puesto de pescado. El Chevy se desvió bruscamente a la izquierda. Esperaba oír el sonido del camión chocando contra kilos y kilos de pescado, pero los mercenarios dieron la vuelta con facilidad –

Hal Jordan apretó los dientes ante lo que iba a hacer.

-Está bien, conozco algunos trucos que estos idiotas no han visto – Hal vio hacia las manecillas de combustible y aceleración. Alegremente, la señalización indicaba que los motores estaban funcionando bien y que a esa velocidad necesitaría más combustible en aproximadamente una hora. No era la información que necesitaba ahora –

El camino se volvió a estrechar cuando se acercaron a una intersección de calles, una de las cuales se dirigía hacia la playa. Un barco mercante de LexCorp flotaba en el muelle en el otro extremo, donde enormes grúas desembarcaban mercancía.

-¡Buen plan! – gritó Selina – Los perderemos en el astillero.

Habían llegado al centro donde la mayoría de los vehículos reducían la velocidad para evitar una muerte terrible y feroz. Otro auto más grande se dirigía hacia ellos, pero Hal desaceleró un poco, luego giró el volante hacia la izquierda y volvió a pisar el acelerador, haciendo un giro brusco y dirigiéndose al astillero. Las chicas se aferraron con fuerza a lo que encontraron, con el pelo al viento.

Una vez que hubo dado la vuelta, Hal dejó escapar el aliento.

-¡Sí, eso es exactamente lo que estaba pensando antes de que lo dijeras gatita!

Selina no necesitaba ver su rostro; podía oír la sospecha.

-No tienes un plan, ¿verdad? – le pregunto ella –

Hal simplemente se encogió de hombros.

-Tengo muchos planes. Simplemente no estoy casado con ninguno de ellos – dijo Hal, mirando al camión de los mercenarios por encima del hombro izquierdo –

El matón había dado la vuelta casi tan rápido como él, pero había cosas más importantes de las que arrepentirse y preocuparse en ese momento.

Hal miró a ambas chicas.

-¡Y estoy abierto a sugerencias, por cierto! – añadió el piloto –

Ahora se acercaban a los astilleros. Los vehículos y las grúas llenaron el área directamente frente a los almacenes. El barco de LexCorp flotaba cerca, y casi podían sentir el agua agitándose.

Selina hizo una revisión rápida de todo. Ella apuntó.

-¡Gira a la izquierda!

Hal obedeció, agarrando el volante y dando un amplio giro. Esquivó algunas grúas y trabajadores en su camino, entrando y saliendo fácilmente, y se dirigió al astillero principal.

A diferencia de las guaridas de contrabando que Hal frecuentaba, este era un almacén en funcionamiento y los trabajadores ya estaban comenzando su día. Las chispas cayeron de los soldadores suspendidos en el aire, y Hal rápidamente se quitó un poco del cabello. Se movió rápidamente entre cajas y trabajadores aturdidos. El Chevy se sentía como suyo ahora, respondiendo a cada comando con elegante precisión. Odiaría tener que dejarlo atrás.

Detrás de ellos, sonaron choques y los escombros volaron. El camión con los mercenarios avanzaba a toda velocidad, sin siquiera molestarse en ver los diversos obstáculos que tenían por delante. Los atravesaron sin nada de delicadeza y con una furia horrible.

Hal se rió.

-¡No tiene habilidades, ni instintos en absoluto!

El poder del camión de los mercenarios aún dominaba en este espacio cerrado, y volvió a chocar contra su vehículo. Hal vio una abertura y dejó que su Chevy se desviara hacia la izquierda.

Lois se dio cuenta de lo que tenía en mente de inmediato. Dos estructuras habían creado un pequeño callejón, definitivamente demasiado pequeño para que pasara el camión de los mercenarios. Ella sacudió su cabeza.

-No vamos a lograrlo Hal – le advirtió la ex reportera –

Hal aceleró hacia el hueco.

-Lo sé, pero tampoco ellos.

-¡Estás loco, Hal Jordan! – Selina le gritó, mirando a su alrededor en busca de otra salida. Pero se habían acercado demasiado al espacio y ahora no había otra opción –

Las chicas se prepararon y Lois hizo una mueca cuando la brecha, (ahora claramente demasiado estrecha para el Chevy) se apresuró a encontrarlos.

-Mira esto – dijo Hal, y en el último momento tiró de los controles para inclinar el Chevy –

Por un momento glorioso, Selina sintió la creciente esperanza que había sentido cuando libero a los caballos en los establos del casino. Todo saldría perfecto, Hal las sacaría de esto, de una u otra forma derrotarían a los mercenarios.

El Chevy raspó el costado del callejón de metal y rebotó para golpear el otro lado mientras que el camión de los mercenarios perdió el control y chocaron directamente con el estrecho que tenían de frente. Saltaron chispas delante de ellos, y el conductor luchó por mantenerlo en el ángulo correcto sin volcarlos por completo, pero estaba demasiado apretado. Con una sacudida, el camión se detuvo y los mercenarios en la parte de atrás salieron volando mientras que el conductor y su ocupante salieron disparados de sus asientos haciendo que los cristales de enfrente se rompieran ante los cuerpos que chocaron contra ellos.

Hal y las chicas se sentaron por un momento, atónitos. Luego, el motor del Chevy se apagó y al fin tuvieron un momento de calma ante la persecución por toda La Habana.

Lois lo miró con una mirada enojada.

-¿Se supone que todavía debo estar mirando? – le dijo la ex reportera mientras trataba de contener la respiración –

Hal frunció el ceño ante su situación mientras que dejaba soltar un suspiro.

-De nada por traerles suerte, niñas.

Selina lo miró por encima del hombro y resopló burlonamente.

-¿Suerte? – Selina sonaba como si la suerte fuera lo último que encontrarían ese día –

-Oye, necesitamos todo lo que podamos conseguir – Hal sonrió –

***

-Hal... ¿en qué diablos estabas pensando? – Rubén gritó, golpeando sus manos sobre su escritorio – ¿Te das cuenta del daño que causaste ayer?

-Lo sé, pero... ¿realmente ibas a dejarme en esa maldita celda de detención toda la semana? Sin ofender, pero el lugar apestaba. Y no quiero ni hablar de lo que esas tipas a las que saque estaban tratando de hacerme – Hal respondió, inclinándose hacia adelante en su silla –

-Tienes suerte de haber escapado, por que yo te habría dejado allí por el resto de tu vida.

-¿Por qué? Fue solo una pequeña pelea de bar.

Rubén lo miró fijamente, pareciendo bastante enojado.

-No fue solo una pelea. Todo el bar quedó destrozado. El dueño tiene testigos que dicen que tú fuiste el que empezó todo. ¿Quién va a pagar por todo ese daño? Y ese apartamento en el que irrumpiste...

-¡Espera un minuto! – interrumpió Hal –No rompí nada. Solo...

-Ese apartamento al que entraste sin permiso – continuó Rubén con fuerza – Pertenece a una traficante de enlatados de Ciudad del Cabo. Tuve que escucharla durante tres horas esta mañana. Ella quiere que te cargue la culpa de este pequeño incidente. Soy tu amigo, Hal, pero no puedo arriesgarme a cruzarme con mis proveedores. Me arruinarán. Entonces, ¿qué voy a hacer?

-No sé amigo, ¿qué vas a hacer? – preguntó Hal –

Rubén cruzó los brazos sobre el pecho.

-Sabes, me estoy cansando mucho de sacar tu trasero de un lío cada vez que vienes aquí. Si no fueras tan buen piloto y contrabandista, te mataría. Pero necesito tu talento para mantener mi negocio en marcha. Así que voy a hacer un trato contigo.

-¿Qué es eso? – le pregunto Hal un poco temeroso –

-Diré que me golpeaste. Limpia tu desorden, otra vez. Reabastece tu nave y lárgate con tus amigas que recogiste del calabozo. No quiero volver a verte en Cuba, incluso si todo el Régimen está en tu trasero. ¿Entendido?

Hal se levantó y le hizo un saludo fingido.

-¡Sí, señor!

Rubén sonrió ante sus payasadas. El hombre no tenía un hueso de remordimiento en su cuerpo.

-Ahora vete de aquí antes de que cambie de opinión. Y ten cuidado. Estoy seguro de que esas chicas te van a traer problemas – termino por decirle Rubén –

Hal se dirigió a la puerta antes de girarse y mirar a su amigo.

-No te preocupes por mí. Como dijiste, soy bueno en lo que hago.

Al salir de la oficina de Rubén, Hal se dirigió a la pista. Compró algo de combustible a crédito de Rubén y dejó órdenes para que lo pusieran en el Osprey V-22. Al llegar a su nave, encontró a Lois en un estado agitado. La ex reportera tenía una llave inglesa en una mano y manchas de grasa en la cara. Miró a Hal antes de hablar con el.

-He estado reparando la rampa, ¿Tu dónde estabas?

-¿Dónde estaba? Tratando de limpiar mi buen nombre de contrabandista con mi amigo – Hal le respondió –

Lois se cruzó de brazos y le lanzó una mirada dubitativa.

-¿Y supongo que te dejo ir? – le pregunto ella –

-Sí, pero a la de ya. Tenemos que irnos lo antes posible. ¿Está todo listo? ¿Y tu amiga?

-Selina no es mi amiga – le contesto Lois – Está durmiendo en la rampa de carga. No la despiertes, hizo mucho anoche para sacarnos del problema.

-Claro, Selina hizo todo para sacarnos del lio en el que ustedes me metieron – le contesto Hal con todo el sarcasmo del mundo –

Para evitar problemas con él, Lois se dio la vuelta asintiendo y se dirigió a la cabina para ponerle a Selina una manta y evitar que sintiera frio mientras dormía entre una colchoneta mal puesta entre las cajas con mercancía.

Después de entregar el combustible, Hal se dejó caer en la silla del capitán y encendió los motores. Después de una tos y un chisporroteo, se encendieron. Las turbinas rugieron y todo quedó listo para el despegue. En ese momento, Hal vio una figura familiar cruzar la percha frente a él. Sonrió y miró a su compañera.

-Vuelvo enseguida. Mantén los motores encendidos, esto no tomará ni un minuto.

Lois negó con la cabeza y no dijo nada. Hal se abrió paso a través de la nave hasta la rampa. Bajándola, caminó hasta el final justo cuando la mujer del apartamento pasado. Volteo la cabeza y miró a Hal un instante antes de que su rostro tranquilo se pusiera furioso.

-Hola cariño, tendré que posponer esa bebida. Tal vez en otro momento, ¿de acuerdo? – le gritó Hal –

Ella gritó algo de vuelta, pero fue ahogado por los motores. Sacó una pistola de su cinturón y le disparó. Rebotó inofensivamente en el casco de la nave.

-Por cierto, cariño, ¡tú puntería apesta! – Hal grito –

En ese momento, la morena prácticamente estaba saltando de rabia. Con una sonrisa, Hal se volteo y cerró la rampa del Osprey V-22. Volviendo a la cabina, se dejó caer en su asiento y tomó rumbo fuera de la pista.

Lois lo miró con curiosidad y él se encogió de hombros.

-Está bien, salgamos de aquí – dijo el piloto mientras su transporte despegaba –

Sí, este iba a ser un muy buen día.

***

Sentada en la rampa de transporte en el Osprey V-22 llamado Angel of Coast City, Selina le pregunto a Lois por la nave, y la ex reportera le reveló que Hal la robó. Había cajas grandes de comida, artículos para el aseo y armas pequeñas, por lo que dadas las circunstancias, Selina había deducido que su dueño actual traficaba mercancía para poder sobrevivir. Así era como todos se ganaban la vida en los tiempos actuales; usaban sus mejores habilidades para sobrevivir.

Mientras veía las nubes del cielo formarse alrededor de aerotransporte, Selina entendió que Hal Jordan también era un sobreviviente.

-Faltan como cinco horas para Escocia. Esta es una buena nave –dijo Lois –

Selina se dirigió hacia la cabina del piloto para hablar con Hal, que parecía estar perdido entre sus propios pensamientos.

-Espero que aún estemos a tiempo. ¿Seguro que puedes hacerlo? –le preguntó a Hal –

-Sí, por cierto... Necesitamos tener una conversación previa sobre el precio.

-Cuando acabemos, la Resistencia te dará lo que quieras – le respondió Lois que llegaba también a la cabina. En realidad, Lois Lane no sabía si ese sería el caso, ni si la Resistencia tenía algo que ofrecer. Pero después de escuchar que el programa que iban a robar podría significar la derrota definitiva de Luthor, sabía que tendría un argumento convincente para que el liderazgo de la Resistencia le pagara a Hal. Claro, asumiendo que sobrevivieran –

Eso no era suficiente para Hal.

-Necesito un depósito – la mirada de Hal se fijó en el anillo de compromiso que Selina usaba de collar –

La mano de Selina se elevó para tocar su medallón. Era el último lazo que la unía a Bruce, no era algo que pudiera dar. Lois habló por ella.

-No, eso no. Tienes nuestra palabra. Te pagaremos.

-Chicas, quiero seguir ayudándolas – dijo Hal – pero sin depósito no hay trato.

-Batman te puede dar lo que quieras. Él es el jefe de la Resistencia y no le va a negar nada a un ex amigo de la Justice League – le respondió Lois, sin tener malicia ni sospechar lo que Hal tramaba –

Al escuchar que Batman aún vivía, Hal recordó lo que le dijeron cuando regreso a la Tierra. Que él había sido quien había filtrado las identidades verdaderas de Carol Ferris como Star Sapphire y de el cómo Green Lantern. Que había sido por su culpa por la que Carol no pudo regresar a la Tierra y que además los puso a ellos como los villanos de la historia.

Hal sonrió con desafío y simplemente le soltó a Lois:

-Lo hare... pero llévame con Bruce Wayne. Tengo cosas que hablar con él.

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