LA ÚLTIMA LUZ DEL AMOR
Planeta Zamaron, la sede de las Star Sapphire Corps
Dentro de la estructura conocida como "La cámara de las visiones", Carol Ferris se acercó a la suma sacerdotisa de Zamaron. Ahí era en donde las sumas sacerdotisas de Zamaron se habían resguardado por generaciones ante los tiempos de guerra que ahora se venían por todo el Universo.
-No puedo creer que tengamos que dispersar a nuestro ejército solo por basarnos en una profecía – le dijo Carol –
-No a todas, Carol Ferris. Las Star Sapphires más fuertes están aquí a tu lado, como es tu costumbre – respondió la sacerdotisa de Zamaron – Fatality, Miss Bloss, Miri Raim, Race, Arven y Maewen son tu fuerte brazo derecho que pueden contener a los Parademons. Si eliges oponerte a ellos, claro.
-¡Espera un segundo! – Carol le contesto, algo molesta – No te importa cómo se desarrolle esto, siempre y cuando esté de acuerdo a tus profecías. A tu "destino".
-No del todo – la suma sacerdotisa corrigió a Carol – Solo debemos de esperar a que las cosas se adecuen a la profecía. Hay que esperar.
-Y acusabas a los Guardianes de Oa de ser crueles y manipuladores – replicó Carol mordazmente –
-Ten cuidado, Carol Ferris – le advirtió la zamaroniana de piel azul –El amor guía nuestras acciones incluso como guía las tuyas. No fuiste inteligente al domar al Devastador. Su furia está contenida y eso lo debilita.
-¿Y cómo puedo preparar la defensa si no es con control y organización? – Carol quería saber –
-Las hordas de Apokolips están marchando un sector a la vez – le dijo la sacerdotisa – Oa ha caído junto con los Guardianes.
El corazón de Carol dio un vuelco ante lo que estaba escuchando. No lo podía creer. Hal había muerto.
Se maldijo a si misma por no haber insistido en que volviera a la Tierra con ella.
Su corazón estaba atravesando por un profundo dolor, pero aun así tenía que seguir con el plan y tratar de detener a Darkseid.
-Entonces te sugiero que reclames tu derecho de gobernar antes de que Darkseid y sus hordas reaccionen – la instó la zamaroniana –
-¿Cómo reaccionarían? – Carol preguntó con cautela –
-Dada la experiencia pasada, Darkseid y sus tropas optarían por destruir este mundo y los esqueletos de los Amantes Perdidos que alimentan nuestra batería central – describió la sacerdotisa – Nuestros anillos se neutralizarían una vez que se agotaran sus cargas. Hay que proteger la batería central, eso es lo más importante.
-Entonces así se hará – le contesto Carol con toda la determinación del mundo – Pero yo me enfrentare a Darkseid y detendré esto.
-Tu amor ilimitado por Hal Jordan es tanto tu bendición como tu maldición, Carol Ferris. El Devastador eligió bien a nuestra reina – proclamó la zamaroniana –
Casi al momento de hacer esa declaración, una luz cegadora apareció en medio de la gran habitación dentro de la cámara.
La escolta de la reina se unió a la guardia del templo de la sacerdotisa, con las armas en alto mientras la reina Carol Ferris se acercaba con cautela al lugar de la luz.
-Algo se avecina – advirtió la sacerdotisa, preparando su anillo de Star Sapphire –
Un portal cilíndrico en forma de tubo se materializó desde el techo, derribando a las zamaronianas y a su reina con su onda expansiva y cegándolas con su brillante luz azulada.
Las criaturas comenzaron a salir volando del portal, de apariencia biomecánica, como un cruce entre un hombre y un insecto.
Las guerreras se recuperaron rápidamente y prepararon sus anillos de luz dura para atacar y defenderse.
Detrás de ellas, un ser enorme emergió del portal, agachándose mientras aterrizaba.
El gigante tendría alrededor de dos metros y medio, y estaba cubierto con una intrincada armadura plateada que parecían miles de cuchillas móviles que cubrían cada centímetro del invasor, excepto su rostro alienígena gris y sus manos de siete dedos. En esas manos llevaba un hacha mortal; su hacha eléctrica generadora de rayos que tenía al menos la altura de una Star Sapphire.
Carol Ferris sabía que o quien era esta criatura. La situación era más grave de lo que imaginaba.
-¡Steppenwolf! – la reina de las Star Sapphires lloró. Entonces formo un par de espadas con su anillo violeta – ¡Prepárense para la batalla!
-Guerreras del amor – gruñó Steppenwolf. Se puso de pie en toda su altura considerable. Su profunda voz resonó por toda la fortaleza – ¡He venido a iluminarlas con la Gran Oscuridad! ¡Me bañaré en su miedo!
-Y nosotras te detendremos aquí – gruño Carol poniéndose en posición de batalla –
De inmediato, la batalla estalló. Las Star Sapphires soltaron sus proyectiles violetas hechos de luz dura y las criaturas de Steppenwolf (los Parademons) intercambiaron fuego con armas que disparaban rayos de plasma dorado.
-¡Protejan la Batería Central! – ordenó la reina a Fatality y a otra Sapphire – ¡Vayan a ella!
-¡Debemos destruir el palacio! – replicó Miss Bloss –
Mientras esto sucedía, Steppenwolf avanzó hacia la sacerdotisa, rechazando a las guerreras atacantes con su gigantesca hacha.
-¡Él no debe destruir la Batería Central! – gritó Carol mientras se defendía de un Parademon al clavarle las espadas –
Las Sapphires rodearon a Steppenwolf, saltando sobre él, tirando de su cuerpo y apuñalándolo con sus espadas de luz dura y disparándole con sus proyectiles como leonas sobre un ñu, pero aun así él avanzó.
Una de las manos del tamaño de una sartén de Steppenwolf alcanzó a una Star Sapphire por el cuello y entonces le aplasto la cabeza.
A la derecha de la reina, una guerrera llamada Zala fue alcanzada en el hombro por el rayo de plasma de un Parademon. Cayó hacia atrás contra una pared, y Carol tomó represalias volando y saltando hacia atrás para rebanar en dos a los tres Parademons que estaban a su alcance.
Para consternación de la reina, Steppenwolf y los demás Parademons recobraron fuerzas y entonces sus legiones aumentaron cuando tres portales más se abrieron delante de ellas.
Un ser gigantesco y robusto se paró detrás de él, y entonces de sus ojos brotaron dos líneas laser que quemaron a cuanta Star Sapphire se le cruzo en su camino y después derribo el domo del templo.
Era el dictador de Apokolips...
El conquistador de planetas...
El terror del Universo...
Era Darkseid.
A medida que el escuadrón de Carol pasaba, destruía más y más patrullas de Parademons, la inquietud creció por el giro de los acontecimientos que habían provocado las legiones de Darkseid y su masacre a cuanta Star Sapphire se les cruzo. Para ese punto, la mayoría de las Star Sapphires estaban sintonizadas cuando Carol y sus aliadas derribaron la defensa alrededor de Darkseid, Steppenwolf y sus guardias.
-¡Esto termina ahora! – Carol proclamo alzando su mano para mostrar su anillo violeta –
-Termina cuando yo digo que termina – declaró desafiante el tirano de Apokolips –
***
La energía iridiscente crujió y cayó en cascada de las construcciones conflictivas creadas por Carol y los rayos Omega de Darkseid. Darkseid se desconcertó fácilmente por el hecho de que la habilidad y la fuerza de Carol con su "simple" anillo de poder igualaban fácilmente sus fortalezas con la legendaria gema de Star Sapphire.
Y Darkseid maldijo el nombre de Carol cuando la piedra preciosa sintió el amor honesto de Carol por la vida. Carol tenía la intención de ver a Darkseid golpeado, era cierto, pero también quería que pagara por lo de los Green Lanterns y Hal Jordan.
Querida que el tirano de Apokolips sufriera.
Mientras que Darkseid quería que la reina de las Star Sapphires cayera muerta ante sus botas.
***
Arven se enfrentó a Abuela Bondad. Abuela Bondad era una apokoliptiana robusta que además de tener fuerza bruta, cargaba un gran mazo de energía que desintegraba a quien golpeara, por lo que los ataques contra la joven Sapphire fueron brutales.
Pero Arven era una maestra defensiva. No importaba qué tipo de ataque lanzó Abuela Bondad a Arven, la mujer más joven tenía una respuesta para ello. El mazo de la apokoliptiana comenzó a fallar mientras el odio consumía su corazón.
Arven cegó a Abuela Bondad con una cascada de energía violeta. A través de ella, la Luz del Amor se vertió en el corazón de Abuela Bondad y la saco de combate.
***
Race se enfrentó a Desaad. Desaad se burló de ella:
-¿Así que eres una de las llamadas "Campeonas del amor"? Francamente, no estoy impresionado.
Desaad saco cuatro brazos de su túnica y creó un arma afilada para cada mano. Race convocó una bola violeta en una mano. Mientras Desaad cargaba, Race arrojó la pelota de energía al cuerpo del Apokoliptiano.
La esencia del Amor fue absorbida por el corazón de Desaad. El maestro torturador se derrumbó en un montón de carne miserable llorando.
Ante su propia compasión, Race se arrodilló a su lado y lo consoló.
***
Miri Raim ató a Steppenwolf mientras Miss Bloss trataba de irradiarlo con el espectro del amor para destruirlo. Sin embargo, el apokoliptiano de los cuernos no se rendiría tan fácilmente.
En un grito de furia, Steppenwolf se libero de los rayos de las Star Sapphires y alzo su hacha, decapitándolas a ambas en el proceso.
Fatality se interpuso sola en el camino del asesino de sus hermanas. Steppenwolf separo su hacha en dos y se preparó para el ataque. Fatality formó una combinación de espada y escudo. Desconocido para Fatality, la espada se parecía mucho a un kalis filipino de la Tierra. Esencialmente una daga kris de gran tamaño, era una herramienta favorita de los asesinos.
Steppenwolf avanzó a gran velocidad, pero Fatality ya estaba detrás de el. Clavó su espada en el apokoliptiano. Steppenwolf se sorprendió al descubrir que no era una construcción física en absoluto. Más bien era una psíquica que se proyectaba a través de luz dura.
-No alcanzarás a Carol Ferris con vida – Fatality solidificó visiblemente la hoja de su espada –
-Ya veremos eso, ¿no? – Steppenwolf se burló de Fatality al golpearla fuertemente con su hacha –
Y entonces comenzó a golpearla violentamente hasta que el hacha penetro sus construcciones de luz dura, dándole un golpe mortal a Fatality y destrozándola por completo.
***
Las zamaronianas Aga'po y Ghia'ta lideraban un grupo de Star Sapphires contra los Parademons. Habiendo superado el primer ataque, la pareja había llamado la atención del hijo de Darkseid, Kalibak, que era parecido a un gorila de dos metros y medio y que además traía sobre su cuerpo una gran armadura con picos.
Aga'po sintió que una ola de temor la invadía cuando Kalibak decidió tratar con ella directamente. Ghia'ta tuvo que dejarla atrás para poder contener a la horda de Parademons con sus construcciones de luz dura.
Kalibak saco una gran maza de guerra la cual lanzaba rayos de energía. Giró sobre su propio cuerpo cuando se acercó a Aga'po. La Star Sapphire creó un escudo, pero la maza lo atravesó. Aga'po se vio obligada a ceder terreno mientras ideaba una respuesta.
Aga'po creó un eje y lo sobresalió entre la maza del bruto. Cada mitad de su arma se rompió a su vez. Aga'po luego creó un hacha que cortó el rostro de Kalibak con un solo golpe.
Kalibak sonrió al momento de caer al suelo.
-Muy bonita. Pero puedo sentir tu miedo...
-¿Pero puedes sentir mi amor? – Aga' po empujó hacia el con su hacha de luz dura –
Entonces Kalibak le lanzo una especie de granada acida que iba encadenada a su cintura. La zamaroniana fue envuelta en un extraño gas azul y el miedo se hinchó en su corazón.
Kalibak le había ganado y estaba a punto de matarla.
***
Carol Ferris seguía en su batalla contra Darkseid, pero al ver que su enemigo era más poderoso que ella, tuvo que usar su arma más poderosa.
Desde la gema en su tiara, Carol invoco a la entidad del amor, el Devastador. El Devastador era una especie de dragón gigante hecho completamente de luz violeta, y una vez liberado, destruiría todo a su paso, eso si su ama se lo permitía. Una vez en el campo, el Devastador obedeció a la reina y se lanzó al ataque contra Darkseid. Explotó todas las debilidades que se le presentaron y persiguió sin piedad todas las ventajas al lanzarle un gran rayo morado desde su hocico hacia Darkseid, logrando así que el tirano de Apokolips se retirara. Lo único que mantenía a Darkseid en marcha era su ardiente deseo de asesinar a Carol Ferris
Carol seguía luchando ferozmente y centro todo el poder de su amor en la entidad del Devastador. Y ese amor estaba centrado en Hal Jordan.
Ahora era ella controlando al Devastador contra Darkseid y toda su furia desencadenada.
Sin embargo, en un descuido insignificante, Darkseid golpeo al Devastador con sus rayos Omega, logrando que este se desorientara un poco. Al ver su oportunidad, voló hacia Carol, que desorientada por el ataque contra su criatura de luz dura, no supo qué hacer cuando Darkseid le quito la tiara de su cabeza.
-Dámela – le ordenó Carol –
Darkseid pareció confundido por un momento, como sorprendido de que ella aún pudiera resistirse.
-La rendición está en la naturaleza de seres inferiores como tú – respondió Darkseid – Ríndete.
-Que me la des – dijo Carol creando una manopla de luz violeta –
Darkseid levantó la tiara y la miró fijamente. Su expresión se volvió engreída mientras que la entidad del Devastador parecía ponerse apacible a lado suyo.
-¿Quieres a Hal Jordan? Pues el ya no está...
Carol se quedó sin aliento, empezó a sacudir la cabeza.
No, no, no... tu no Hal. Por favor...
Darkseid apretó la mano y la tiara con la gema y la entidad del Devastador se hicieron pedazos. Salió algo viscoso de los restos y resbaló entre sus dedos. Él abrió la mano para revelar tan solo un polvo rosa pegajoso. Lo único por lo que ella había atravesado media galaxia, arriesgando la vida de sus amigos, había sido destruido.
-¡No! – gritó Carol –
Una rabia primitiva subió en su interior como magma volcánico y ella hizo erupción arrojándose sobre él con una gran espada hecha de luz violeta. Darkseid se quitó de en medio para esquivar un golpe y se agachó para el siguiente. Giró para alejarse de ella al momento que el cabello de Carol flotó en el aire.
En medio de la neblina de su furia, se dio cuenta vagamente de que él no la atacaba, lo cual de alguna manera la enfureció aún más. Recurrió al poder del amor, lo atrajo hacia ella como un torbellino insaciable: más, más y más. Sus ataques aumentaron de velocidad.
Finalmente, Darkseid no pudo esquivarla más. Sus puños se pusieron de pronto en acción y se enfrentaron con las construcciones de la Star Sapphire zumbando por la energía.
Una y otra vez ella intentó golpearlo, azotarlo, apuñalarlo, y él contraatacó con esfuerzo, igualando su ferocidad, pero luego cedió. Darkseid dio un paso atrás y cayó en un acantilado de roca color magenta. Sin pensarlo dos veces, Carol saltó tras él.
Apenas recordaba haber recorrido cierta distancia cuando de alguna manera terminaron en la parte externa de las ruinas, sobre un trozo de metal parecido a un templo con pocos metros de ancho. Ante ellos se alzaba una enorme ventisca. El aire se enfureció a su alrededor, pero ella continuó su ataque sin tener en cuenta el peligro añadido.
Darkseid no tuvo más remedio que atacarla del mismo modo, y fue muy satisfactorio lanzarle golpes, una y otra vez, tan solo para jugar con la humana y demostrarle su superioridad. Los impactos retumbaban en los hombros de Carol y le lastimaban espalda y cadera, aunque eso era mejor que pensar en lo que las hordas de Darkseid le habían hecho a los Green Lanterns.
El aire azotaba con la pelea creciente. Conforme se enfurecía con Darkseid, la fuerza de la ira se abría ante ella y la inundaba con un nuevo poder. Carol se vio saltando para esquivar enormes golpes del bruto y aterrizando sobre sus pies para volver a saltar. Darkseid brincó tras ella. Usó su propia fuerza para impulsarse hacia el cielo y luego otra vez para controlar el aterrizaje.
Ella no se iría hasta que alguno de los dos estuviera muerto, aunque sus construcciones de luz dura no lograban vencer la guardia de Darkseid. Apretó los dientes y lo atacó con la energía de su anillo. Lo lanzó volando hacia atrás, pero logró equilibrarse y aterrizó sin problemas.
Darkseid avanzó empujándola con sus propios rayos Omega. A Carol le empezaron a punzar las sienes de tanto bloquear, pero se mantuvo firme.
Carol gritó y se lanzó de nuevo contra él, que físicamente era más fuerte. Mientras más luchaban, más claro quedaba; sin embargo, ella era más rápida. El sable violeta y el puño de Darkseid chocaron. Él la empujó. Ella se deslizó hacia atrás sobre la resbalosa superficie de roca. El chispeante sable de luz dura se acercaba poco a poco a la cara de Carol. Lo sintió vibrar cerca de sus mejillas.
De un impulso, ella aflojo su agarre y lo atacó, pero Darkseid contraatacó. Solo que Carol se estaba cansando.
Hubo otro ataque, otro bloqueo que le hizo perder el equilibrio. Él se le echó encima otra vez con toda su fuerza. Carol lo miró, iba a morir en los acantilados de un planeta que no era el suyo, pero quizás era mejor morir ahora que ver lo que Darkseid haría con el Universo. Lo fulminó con la mirada y se preparó para esquivarlo a pesar de que reconoció que tal vez no sería lo suficientemente rápida.
Entonces, Carol se quedó congelada con el sable violeta en alto.
La mirada de Carol se volvió distante y su construcción violeta desapareció. De repente hubo un desgarre en su defensa y Darkseid le enterró su palma directo en el corazón. Una sensación incomparable de pérdida inundaba el alma de Carol, la perforaba y la hacía sentir vacía y afligida.
La reina de las Star Sapphires se derrumbó y Darkseid la miró fijamente mientras agonizaba. Carol parpadeó con dificultad tratando de evitar el dolor y lo que sea que estuviera sintiendo. Los últimos pensamientos de Carol eran acerca de las Star Sapphire Corps, de su padre y de la Tierra, pero principalmente sobre Hal Jordan. Carol aún lo quería. Lo había perdonado, y quería que él se perdonara a sí mismo.
Darkseid se arrodilló junto a ella con una mirada de prepotencia y odio. La herida en Carol era mortal, eso era evidente. Los ojos de Darkseid buscaron el rostro de Carol, aunque ella no estaba segura de qué buscaba. Tenía las mejillas húmedas, pero ella no alcanzaba a distinguir dónde terminaba el frio de su rostro y donde comenzaban sus lágrimas.
-Regocíjate de saber, que voy a dejar vivir a tu pequeño planeta... pero ellos van a sufrir – le dijo Darkseid sonriendo y burlándose del final de Carol Ferris – Adiós, reina Sapphire.
***
Al haber acabado con casi todas las Star Sapphires, Steppenwolf observaba desde una distancia segura cómo Darkseid y un escuadrón de Parademons dejaban una estela de sangre y destrucción entre los colonos maltusianos de Zamaron y las Star Sapphires que aun defendían el palacio de Ashiak; no daban una pelea decente pues sus arcaicas lanzas y espadas no estaban a la altura de la superioridad la fuerza bruta y los rayos Omega de Darkseid.
Steppenwolf estaba un poco tentado a entrar en la lucha para apresurar las cosas, con tal de salir de ese horrible planeta. O al menos estaría medio tentado, si sus habilidades no fueran más útiles en otra parte. Era mejor que Darkseid, su amo y señor descargara toda su furia ahí.
-Casi es hermoso verlo – dijo Desaad, de pie junto a él – ¿No te parece?
Steppenwolf se negó a satisfacerlo con una respuesta, porque la verdadera belleza provenía de la disciplina, del orden. Así que fue casi contra su voluntad cuando quedó hipnotizado al momento en que Darkseid enfrentaba contra una Star Sapphire zamaroniana, con sus rayos Omega danzando en el aire y la niebla arremolinándose a su alrededor. Fue algo como salido de un sueño, o tal vez de una pesadilla, cuando su amo y señor sumergió sus rayos en el abdomen de su atacante, la levantó del suelo y la hizo caer de espaldas carbonizada. Darkseid ni siquiera le dio una sola mirada a su enemiga caída, simplemente corrió hacia el palacio buscando a su próxima víctima.
Pero ya no quedaba nadie. Los cadáveres cubrían el suelo; apenas más que bultos en la penumbra. El aire olía a muerte y a piedra maltusiana quemada. Todo permanecía misteriosamente silencioso mientras Darkseid miraba a su alrededor, recuperando el aliento. Incluso a la distancia, Steppenwolf pudo sentir su decepción por que la matanza hubiera terminado, y que no quedara ninguna salida para su rabia.
Darkseid recuperó la compostura y se alejó hacia dentro del palacio. El misterioso objeto por el que había ido ahí, por el que los había arrastrado a todos a través de la galaxia, estaba casi a su alcance.
El tirano de Apokolips no mostraba misericordia ante nada ni nadie, pero a regañadientes apreciaba las cosas que luchaban para sobrevivir. La verdad era que Zamaron estaba lleno de vida: toda conectada por la Luz Violeta del Amor. Como esas desdichadas Star Sapphires que acababa de matar, que estaban obsesionadas con proteger su ciudad sagrada. O ese bosque de retorcidos árboles de hierro que se esforzaban en cultivar. O incluso las rocas moradas que pululaban por sus montañas. Todos frágiles pero decididos, mutilados pero indomables. No era de extrañar que su reina hubiera elegido ese lugar como hogar.
Darkseid caminó entre el palacio de Ashiak aun con sus ojos rojos ardiendo. Ahora estaba en guardia y así se mantendría hasta que consiguiera lo que fue a buscar.
A unos pasos más el suelo se tornó blando. Finalmente, entro a una cámara con un pequeño lago de agua morada, bordeado en todas direcciones por cristales morados y grandes terrones negros como rocas que sobresalían del suelo en extraños ángulos.
Una capa aceitosa cubría la superficie del lago; no obstante, cuando Darkseid se acercó el agua burbujeó en el centro e impulsó pequeñas olas hasta sus botas.
Entonces la suma sacerdotisa de las Star Sapphires emergió de su refugio en el lado, y queriendo sacar carácter ante el tirano, dijo:
-Soy Rhaternak, la suma sacerdotisa de Zamaron. Sé lo que buscas.
-Me lo darás – dijo Darkseid –
La sacerdotisa ladeó la cabeza y lanzó un espeluznante chillido. Darkseid tardó un momento en darse cuenta de que la zamaroniana se reía de él.
-No hay necesidad – dijo la sacerdotisa – Aunque me negara, ya está escrito en las estrellas que, de una u otra forma, tú llegaras a la Tierra.
Darkseid se estaba impacientando. Miró a la sacerdotisa en silencio.
-Bien – dijo la zamaroniana, como si estuviera decepcionada de que Darkseid no cumpliera con el protocolo – Te imploro que abandones Zamaron y no vuelvas. De todas formas, ya no soportaba a la testaruda de la reina humana.
La sacerdotisa saco su mano del agua y señaló una pequeña isla en el lago. Sobre ella había una estructura de piedra, como un altar.
Darkseid bajo la guardia e ignoró todo, tomando un objeto piramidal. Encajaba a la perfección en su mano. Era pesado y caliente; lo miró fijamente un momento, perdido en su resplandor rojizo. Sus extremos eran de vidrio grabado enmarcado en resina de color gris oscuro. La luz carmesí que había dentro parecía pulsar débilmente. Había recorrido un largo camino por él; no obstante, dudó, mirando la pirámide con desconfianza.
-Te guiará a través del espacio hacia la Tierra – dijo la sacerdotisa – Hacia la Ecuación Anti-Vida.
Por fin el trabajo de generaciones está completo. El gran error se ha corregido. El día de la victoria está cerca. El día de la venganza. El planeta con los seres de mayor voluntad... es el que alberga la Ecuación Anti-Vida.
No estaba seguro de qué creer, pero era justo suponer que él no era el único que buscaba respuestas. Sin decir más, Darkseid activo los rayos Omega en sus ojos y calcino con ellos a la zamaroniana que custodiaba el Mapa Estelar.
¿En serio Carol Ferris no lo había hecho más difícil? Esas Star Sapphires eran demasiado fáciles de matar. Esta criatura que tenía de sacerdotisa, demasiado fácil de convencer. Aunque, por otra parte, él era el Nuevo Dios, el señor de Apokolips. El objeto le pertenecía.
Ahora, al verlo de cerca, los grabados en el vidrio se aclararon y mostraron patrones. Mapas estelares. Marcadores de alineación. Algo se agitó en lo profundo de su ser que sugirió un antiguo conocimiento y poder, y sintió una ráfaga de triunfo. Todo había valido la pena: desviar naves, enviar espías, rastrear viejos registros, soportar la presumida desaprobación del idiota de Lex Luthor, todo para encontrar eso.
No perdió más tiempo. La sangre seca hacía que le picara la piel del rostro. Sus botas estaban empapadas de agua del lago, pero en lugar de volver a su planeta por un Tubo Boom, escalo hasta la cima del palacio y destruyo con sus rayos Omega a la batería central del amor.
Nadie protestó al momento de que la energía del amor fue destruida y todos los anillos de las Sapphires que quedaban se desactivaron, ocasionando que la batalla que aún se libraba en el planeta se convirtiera en una masacre.
Valió la pena el riesgo por ese viaje.
***
Había una vez una niña que creció y se convirtió en una Star Sapphire. Pero no en cualquiera, sino en una de las mejores de la historia. Una heroína, una guerrera y una reina.
Carol estaba en la cima de una montaña solitaria, con las piernas acuclilladas debajo de ella, los ojos cerrados y un anillo violeta en su mano derecha. Su cuerpo estaba muriendo debido a que libró una gran batalla para detener a un tirano con los poderes de un dios, pero ahora estaba quieta y en silencio.
Para los seres ordinarios, la habilidad pelear con un ser así parecía imposible. Sin embargo, para un portador de Luz Dura todo era posible. Su mente no estaba limitada por su cuerpo, ni su cuerpo por su mente. El cuerpo podía incluso envejecer y morir mientras que la mente y el espíritu sobrevivían.
La batalla sobre Zamaron se había librado durante cinco horas terrestres. Durante ese tiempo, los peligros habían sido evadidos por algunos y superados por otros. Cada cierto tiempo, las fuerzas se dividían en regiones de relativa seguridad y las Sapphire Corps recargaban sus anillos de energía. Pero ahora, Carol vio como la Batería Central que contenía los esqueletos de Los Amantes Perdidos, era destruida por los rayos Omega de Darkseid.
Al igual que la Batería de Poder en Oa que canalizaba la energía de los Green Lanterns, la batería en Zamaron canalizaba la energía del amor que emanaba de los esqueletos de esos antiguos seres que alguna vez se amaron demasiado. Pero ahora que fue destruida, la energía del amor dejo de fluir y los anillos violetas perdieron todo su poder.
Las Star Sapphires perdieron, y al igual que sus portadoras, la entidad del amor, el Devastador, dejo de existir.
Librar esta batalla le tomó todas las fuerzas que tenía. Unas líneas saladas de lágrimas en su rostro eran la prueba de su esfuerzo. Ahora que terminó, podía disfrutar su último aliento en ese planeta extraño que se convirtió en su casa.
Carol Ferris estaba a punto de morir. Pero era algo que aceptaba. La muerte era inevitable en todos los seres, incluso en las estrellas.
Ella confiaba que las personas en la Tierra resistirían a lo que vendría. Confiaba en que los héroes sacarían todo de sí para plantarle resistencia a Darkseid y a sus huestes... y también confiaba en que Hal Jordan, donde quiera que estuviera, volvería a volar. El recuperaría su voluntad para pelear.
Ella confiaba en ello, y solo así, Carol permitió dejarse ir.
Su anillo de Star Sapphire cayo de su dedo y perdió su color violeta. Su cuerpo también cayó.
El viento sopló sobre su traje. Las fisuras en su rostro como de porcelana se relajaron. El sol se puso en los cielos violetas. Con un último aliento, el corazón herido de Carol Ferris dejo de latir, su cuerpo se convirtió en cenizas y su espíritu se marchó a recorrer los cielos.
Así pasó la vida de Carol Ferris. Pero la muerte no sería el fin. Su nombre y sus acciones vivirían y volverían a ser representadas por personas que pelearían por quienes amaban, o por niños que como ella, soñaban con volar hacia las estrellas.
Pues como Carol decía, los corazones perdidos y solitarios encontrarían su camino gracias a la luz de amor.
Por siempre...
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