INTERLUDIO: UN VIEJO DANDO CONSEJOS
Un año y medio antes del Día Omega.
Gotham City.
El bar Four Leaf era uno de varios lugares peligrosos en Gotham City, una vieja reliquia de los días de la Prohibición, cuando la clientela podía ser asaltada o golpeada cualquier día de la semana. Los lugareños lo evitaban como la peste y los rufianes empedernidos susurraban al respecto en rumores. Parecía un lugar donde las almas malas iban a morir, cuando en realidad era uno de los lugares más seguros para estar. Contra su terrible apariencia, era un refugio seguro para los delincuentes y cualquiera que quisiera esconderse de la ley y uno de los pocos lugares donde Batman no aparecía. El propietario, un ex infante de marina estadounidense que se convirtió en un capo del crimen y luego en un informante del FBI, había proclamado que su bar era una zona de no conflicto. Significaba que todos los que llegaran se comportaran más o menos, y así la policía y el murciélago los dejaban en paz.
Una noche fría, un hombre que vestía un traje muy bonito debajo de un abrigo gris caminaba por el callejón que conducía al Four Leaf. Ya había pasado bastante de la mediana edad, pero se movía como un hombre mucho más joven; nada en su paso revelaba debilidad o miedo. Se detuvo frente a una puerta cerrada. Miró el pequeño letrero de neón verde que representaba un trébol de cuatro hojas y llamó tres veces, se detuvo, llamó cuatro veces más y esperó. La puerta se abrió de golpe y él entró.
Un camarero, un hombre enorme e imponente con un bigote impresionante, se paró frente al hombre que acababa de cruzar la puerta principal con la intención de darle la bienvenida o intimidarlo para que se fuera.
-¿Asunto? – preguntó el hombre grande. Alfred Pennyworth miró al mesero-gorila; las botas de combate negras, los pantalones azul oscuro, la camisa polo blanca que mostraba brazos musculosos llenos de tatuajes y finalmente, a los ojos marrones del hombre, midiendo la verdadera intención detrás de las palabras –
-Solo quiero una pinta de Guinness – respondió Alfred mientras se quitaba el abrigo de lana gris – Y me encontraré con un amigo aquí. ¿Hay una mesa lista?
El hombre alto se quedó inmóvil, mirando cómo el británico más bajo tiraba hacia atrás su camisa blanca, dejando al descubierto un tatuaje de décadas que mostraba un cuchillo descolorido con las palabras "Regnum Defende" escritas debajo. El portero asintió y se hizo a un lado, dejando pasar a Alfred y señaló una mesa de madera cerca del centro de la barra. Alfred le dio las gracias y se movió para tomar asiento, bajando su manga para cubrir su tatuaje. Nunca sabía quién podría tener algo contra el MI-6 en el mundo y era mejor no arriesgarse, incluso si eso lo metía dentro del bar sin hacer preguntas.
Todos los ojos dentro del bar miraron a Alfred cuando pasó junto a ellos, probablemente preguntándose por qué un extranjero bien vestido entraba al Four Leaf un martes por la noche. No hizo contacto visual con nadie, ignoró el humo de los cigarrillos y el olor de algunos clientes mientras se acercaba a su mesa, jaló la silla de madera sorprendentemente bien cuidada y se sentó.
La pinta de Guinness apareció frente a él treinta segundos después de que se sentó, y la mitad desapareció en la mitad de ese tiempo. Alfred tenía una cita, y por eso llegó diez minutos antes, queriendo tener una idea del lugar y controlar sus nervios, algo que no había sucedido en veinte años o más; no desde aquella terrible mañana en Yugoslavia en los años setentas. Volvió a tomar el vaso y bebió un sorbo de cerveza, saboreando el sabor amargo del café tostado y el trigo, un placer que se había negado a sí mismo durante mucho tiempo. Olvidando todos los modales, bebió profundamente y vació el vaso antes de dejarlo sobre la mesa, deseando que el líquido frío aliviara su estómago y su nerviosismo.
Exactamente a las ocho y media (la hora a la que habían acordado encontrarse) la persona que Alfred estaba esperando entró por la puerta principal. El enorme portero se puso de pie para recibir a la invitada, pero cuando la vio, asintió y volvió a su asiento sin pronunciar palabra. Llevaba botas negras, pantalones negros y un abrigo negro sobre una blusa blanca; era un atuendo sencillo pero la chica se veía impresionante. Incluso desde la distancia, Alfred podía ver sus brillantes ojos verdes.
Selina se acercó a su mesa y sonrió cuando Alfred se puso de pie y acercó una silla para que ella se sentara; algo que no se veía habitualmente en el Four Leaf. Era un gesto cortés, pero también era una señal, o eso esperaba ella, de que no había resentimientos entre ambos.
-Buenas noches, señorita Kyle – dijo Alfred mientras se sentaba –Gracias por volver a Gotham para encontrarme aquí.
-Fue una sorpresa cuando llamaste. Gracias por avisarme por lo de Ted Grant – dijo Selina, sin saber si debía bajar la guardia o no –
-Lamento la perdida. Se lo que el significaba para ti – le contesto Alfred –
-Pensé que no querías hablar conmigo después de lo que pasó.
-Lo consideré durante mucho tiempo, debo decir – Alfred miró hacia abajo, se inclinó hacia adelante y juntó las manos, pareciendo preocupado por su admisión – No entendí por qué te fuiste: todavía no lo entiendo, pero sentí que debería, no – corrigió el – tenía que preguntarte por qué lo hiciste.
Selina suspiró. Era obvio que Alfred querría saber por qué se fue de la ciudad cuando se suponía que se iba a casar con Bruce; eso supuso cuando él se puso en contacto con ella, pero una pequeña parte de ella esperaba que su reunión evitara ese tema en particular. Sentía que le debía mucho, y Selina era una mujer que trabajaba duro para no estar en deuda con nadie, pero no hablaría sin al menos con un poco de alcohol en ella.
Agitando su mano, un mesero pareció materializarse de la nada, poniendo una copa de cóctel frente a ella con una bebida rosa, adornada con una rodaja de manzana. Alfred no se sorprendió, ya que se había dado cuenta de que ella era (o había sido) una clienta habitual del Four Leaf. Selina le agradeció al mesero, tomó su copa y dijo "salud" esperando que Alfred no la dejara colgada. Alfred chocó el vaso de ella con el suyo, pero solo ella bebió (la cerveza de Alfred se había ido hacia mucho), tal vez queriendo dibujar el cómodo silencio por un momento o dos más.
-¿Por qué lo hice? – Selina preguntó después de dejar su vaso –Diablos, no sé cómo responder a eso. Podría decir que estaba asustada, pero esa no es la verdadera razón. Podría decir que lo hice porque el mundo lo necesita, y él tiene que concentrarse en lo que hace. Pero eso no es todo.
Alfred se quedó quieto, escuchando atentamente sus palabras y tratando de medir sus reacciones; la forma en que ella movía los brazos, cómo abría y cerraba las manos y la dilatación de sus pupilas. Hasta ahora, parecía que estaba diciendo la verdad.
-¿Y cree usted que las respuestas estaban en Las Vegas? – preguntó Alfred, sin malicia detrás de sus palabras – Espero que tus pertenencias te hayan llegado.
-Sí... lo hicieron – respondió Selina. "Ay, por cierto ", pensó ella recordando la vergüenza que sintió cuando abrió la caja con sus pertenencias y leyó la tarjeta que Alfred había firmado – Mi hermana ya se recuperó al cien de sus heridas y dejo el habito de monja, pero supongo que ya lo sabías, ¿verdad?
-Estoy al tanto de sus acciones, o al menos cuando me es accesible por mis ocupaciones – asintió Alfred – Y entiendo que quieras estar cerca de ella en su momento de necesidad. ¿Es ella la razón por la que también regresaste?
-Sí. No. Yo... no tengo una respuesta clara y concisa, Alfred. Al menos no una que pueda satisfacerte y hacer que dejes de odiarme – Selina casi no se atrevió a mirar a Alfred a los ojos; no quería ver piedad u odio en ellos. Cuando lo hizo, se sorprendió al ver algo completamente diferente en sus ojos color avellana del hombre mayor: comprensión –
Alfred se pasó las manos por el cabello, algo tan inusual en él que la sorprendió. Ella siempre pensó en él como el hombre más fuerte que jamás hubiera conocido; la roca de la que se colgaban todos los vigilantes pertenecientes a la familia del murciélago.
-Probablemente estés pensando que te odio, o al menos que estoy resentido contigo por lo que hiciste – dijo Alfred mientras buscaba al mesero – Tuve fuertes sentimientos después de Año Nuevo... después de que Bruce volvió a casa y nos dijo que te habías ido. Tengo muchos pensamientos y opiniones al respecto, pero no puedo juzgarte sin conocer tu versión de la historia, y tal vez si escuchas mi historia, podrás decirme lo que realmente sientes y podrás alcanzar una mejor comprensión de tus acciones.
El mesero apareció junto a Alfred, con otra pinta de Guinness en la mano, casi sorprendiendo al británico.
-Conoces la historia de cómo mataron a sus padres; todo el mundo en la ciudad la conoce – dijo Alfred después de que el mesero se fue y tomó un sorbo de su cerveza – Sabes que lo crié, lo mejor que pude... hasta que se fue de casa y viajó por el mundo para prepararse para su guerra de un solo hombre. Conoces la historia –Selina asintió – Pero lo que quizás no sepas es que él tiene más familia. Ambos padres tienen hermanos y hermanas, los parientes vivos más cercanos que tiene. No sabes que lo mandé a vivir con uno de ellos después de que sus padres fueron asesinados.
La revelación no era nueva para Selina, ya que una vez miró el árbol genealógico de Bruce, hace mucho tiempo cuando salía con él, antes de saber quién era realmente. La admisión de Alfred, sin embargo, fue realmente una sorpresa.
-Después de la tragedia, era lógico que estuviera con sus parientes más cercanos, como suele hacer cualquier huérfano – dijo Alfred, bajando la voz mientras hablaba – Inmediatamente pensé en la hermana mayor de Thomas; Agatha, porque pensé que Bruce necesitaba algo parecido al amor maternal. Ella se negó, y al principio no entendí por qué, pero pronto sabría por qué.
-La herencia, ¿verdad? – Selina preguntó, sabiendo lo que el dinero y la ambición podrían causar –
-Eso es lo que creía al principio. Luego pensé que estaba siendo egoísta – asintió Alfred – Lo que no sabía era que ella no quería problemas. Philip y Jacob Kane eran... a falta de una palabra mejor, diferentes.
-Escuché que Philip dirigió Wayne Industries en nombre de Bruce cuando él no estaba – dijo Selina – Supongo que no fue porque amaba a su hermana y su sobrino, ¿verdad?
-Philip no era, tan malo – Alfred se pasó la lengua por los labios, incómodo con sus palabras – Cuando lo llamé por lo de su hermana, enseguida preguntó por Bruce. Estaba preocupado por él y pude escuchar el dolor en su voz cuando me pidió que le dijera si la noticia era cierta, que su hermana y su cuñado habían muerto. Me caía bien, es lo que digo y si hubiera estado casado para entonces, le habría pedido que cuidara de Bruce.
-Pensaste que necesitaba una familia – Selina suspiró –
-Jacob si tenía eso. Estaba en el ejército y era un hombre fuerte, muy parecido a Thomas, y Gabi era una mujer encantadora. Quería que fueran la familia que Bruce había perdido – Alfred se humedeció los labios nuevamente y bebió un gran sorbo de su vaso – Pero ella no estaba lista para cuidar a un niño. Lo más probable es que no quisiera. Verás, yo solo era el mayordomo de los Wayne por que Thomas me salvo la vida mientras él hacia su servicio militar durante la Guerra de Vietnam. Vine aquí por que tenía un fuerte problema económico gracias a las apuestas – dijo Alfred mientras la vergüenza pasaba por su rostro – Le pedí dinero a Thomas y como no pude pagarle después, me quede a trabajar en la residencia. Después de que Thomas y Martha murieran, no había ninguna razón para que me quedara aquí, en Estados Unidos. Podía volver a mi vida en Bristol, a lo que quería hacer, quién quería ser, en lugar de ser solo un mayordomo.
Alfred negó con la cabeza, viejos recuerdos de su sueño de convertirse en un actor de renombre mundial, o al menos en un oficial del Ejército de Su Majestad inundaron su mente.
-No te aburriré con los detalles, pero nunca olvidaré la mirada en los ojos de Bruce cuando lo envié con sus tíos a Austin, Texas; donde Jacob estaba estacionado. No dijo nada, porque su rostro se había congelado en la máscara sin emociones que permanece hasta el día de hoy, pero sus ojos nadaban con el miedo y la ira que venía de que yo lo abandonara. Traté de decirle a él y a mí mismo que era lo mejor para él, cuando en realidad era lo mejor para mí.
Selina observó en silencio mientras Alfred bebía el resto de su cerveza. Ya no se parecía a sí mismo; parecía un hombre confesando sus pecados por primera vez mientras se desplomaba en su asiento.
-¿Fue malo? – Selina preguntó después de un rato –
-No estuvo mal – respondió Alfred, sentándose más derecho, convirtiéndose una vez más en el perfecto caballero inglés – Jacob y Gabi eran estrictos, ambos eran militares, pero fueron buenos con Bruce. ¿Cómo sé esto? Porque incluso si había abandonado a Bruce, todavía lo monitoreaba. Tenía contactos en la CIA y no fue difícil saber cómo estaban el coronel Kane y su familia. Me preocupé cuando Gabi comenzó a llevar a Bruce a terapia después de que parecía encerrarse en sí mismo, evitar todo contacto y dejar de comer. El terapeuta diagnosticó el trastorno de estrés postraumático la misma semana que Gabi se enteró estaba embarazada. Supongo que no tengo que decirte cuáles son las prioridades.
-¿Así que dejaron de prestarle atención a Bruce por él bebe que venía? – Selina sintió que la ira burbujeaba dentro de ella –
-Por supuesto que no – Alfred negó con la cabeza – Fueron muy amables e hicieron todo lo posible, pero era obvio que tendrían que prestar atención a su embarazo y no tendrían tiempo para cuidar adecuadamente a Bruce. Sentí culpa, señorita Kyle, una culpa terrible porque había recuperado una pequeña parte de mí que había perdido después de convertirme en el mayordomo de los Wayne, y no quería soltarla.
-¿Entonces qué te hizo cambiar de opinión? – Selina preguntó. Su ira estaba desapareciendo. Sintió vergüenza en cambio, recordando que no era alguien que pudiera sentir una ira justificada en ese momento –
-Una fotografía – respondió Alfred y miró hacia abajo, con la sombra de la vergüenza cubriendo cada uno de sus rasgos. La cerveza de su vaso se había acabado antes de que empezara a hablar de nuevo – Mi contacto me envió una fotografía de Bruce, de cómo se veía después de seis meses de estar fuera de casa y Dios mío, era lo más inquietante que había visto. Me sentí... aun me siento como basura, porque ese chico necesitaba alguien que lo cuidara, lo guiara y lo ayudara a enfrentarse a las cosas que había visto.
-Y Jacob y Gabi lo estaban cortando – Selina completó Selina el pensamiento. Alfred sonrió –
-Jacob y Gabi no lo estaban cortando, de hecho – repitió Alfred, con sus ojos aun luciendo avergonzados – No puedo culparlos. La llegada de un bebé lo cambia todo. No he sido el mejor padre, pero puedo decir que tener un hijo es una experiencia que cambia la vida.
-¿Qué pasó... cuando fuiste por él? – Selina preguntó, sin gustarle la mirada derrotada en los ojos de Alfred –
-Me tomó un tiempo convencer a Jacob de que daría todo para ayudar a Bruce – Alfred volvió a poner su mano en el aire, y casi de inmediato apareció otra pinta de cerveza frente a él – Creo que se sintió aliviado, hasta cierto punto... de que le quitaran esa responsabilidad de encima. Estaba formando su propia familia y merecía ser feliz.
-¿Y Bruce? ¿Cómo estuvo? – ella preguntó –
-¿Alguna vez te has preguntado por qué, después de todos estos años, todavía me deja llamarlo "Bruce" y no "Amo" o "Patron"? – preguntó Alfred. Sus ojos estaban perdidos en la espuma sobre su cerveza, y esperó hasta que Selina asintió – Le tomó una semana entera comer de nuevo y dos más hasta que finalmente me habló – Alfred levantó la vista y miró fijamente a los ojos de Selina – Simplemente dijo: "me dejaste".
Selina sintió que un trozo de hielo frío caía sobre su estómago, enviando un rayo helado por su columna hasta su cerebro. Esas eran las palabras que temía que Bruce le dijera si es que se volvían a encontrar.
-¿Y qué hiciste?
-Le prometí que nunca más lo dejaría, que lo ayudaría y haría lo que fuera necesario para que volviera a confiar en mí – Alfred sonrió, pero fue un gesto agridulce – Esos meses que lo dejé dañaron nuestra relación. Siento que no importa lo que haga, incluso perdonando su locura de disfrazarse y saltar de los tejados, nunca lo compensaré. Por eso siempre seré su padre, y nunca dejaré que lo olvide, como estoy seguro que él nunca lo hará.
-Siempre me lo había preguntado – Selina se echó hacia atrás y se cruzó de brazos – ¿Por qué te deja llamarlo por su nombre de pila? Y era obvio cuando te pareces más a su padre.
Alfred no respondió. Dejó que su silencio hablara por él, y Selina pudo ver todas las líneas en su rostro, las canas en su cabello, las leves cicatrices en sus manos, en sus nudillos. Los sonidos del bar y el olor a cigarrillos y alcohol viejo pronto fueron demasiado para manejar, por lo que comenzó a hablar de nuevo.
-Pero él te perdonó, ¿no? – preguntó ella. Sus palabras pesaban en su lengua, queriendo saber si había esperanza para ella –
-Lo hizo, a su manera – respondió Alfred, sin tocar su cerveza. Estaba empezando a sentirse un poco incómodo en medio del bar – Tiene que saber, señorita Kyle, el hombre que es ahora es la suma de todas las cosas que le sucedieron desde esa fatídica noche en adelante. Sí, nació rico, pero no ha tenido una vida fácil, como estoy seguro de que tú tampoco. Es difícil para él confiar, no solo porque sus padres fueron asesinados o porque lo dejé, sino por los años que pasó viajando por el mundo.
-He oído algunas historias – Selina tomó un sorbo de su bebida, necesitando aliviar la sequedad de su garganta – No mucho, en realidad. Nunca hablo mucho al respecto de eso.
-Él quería ver el mundo real, y así lo hizo – Alfred negó con la cabeza – Pensé que lo ayudaría... ver que no estaba solo en el mundo; que había otros que habían pasado por situaciones similares y salieron bien. Sin embargo, tú y yo sabemos que el mundo no es un lugar feliz, y por lo tanto sé que vio y experimentó cosas que eran tan terribles como ver morir a sus padres. Su otro yo pudo haber nacido esa noche en el callejón, pero creció y maduró cuando Bruce viajó por el mundo. Ha perdido demasiado, demasiadas personas. Demasiadas piezas de lo que él era. Incluyéndote a ti.
Y allí estaban, esas temidas palabras; una simplificación severa de lo que había sucedido.
-Ahora que sabes lo que hice, el pecado que he cargado conmigo durante más de veinte años... – Alfred se inclinó hacia adelante y la miró, comportándose como un padre que quiere saber por qué su hijo está herido – Dime, de verdad, ¿por qué lo dejaste?
Selina abrió la boca y estuvo a punto de soltar las mismas palabras que le había dicho a Alfred anteriormente, pero se detuvo antes de que terminara la primera sílaba. No podía hacerle eso a él, al hombre que siempre había sido amable con ella, al hombre al que esperaba llamar suegro. Cerró la boca con un sonido audible cuando sus dientes chasquearon.
-¿Qué soy yo, Alfred? – ella finalmente le preguntó – Quiero decir, sé lo que soy, y estoy "feliz" con la forma en que resultó eso pero, en general, ¿qué o quién soy?
-No estoy seguro de entenderte – mintió Alfred. Sabía exactamente lo que ella quería decir, pero quería dejar que lo expresara con sus propias palabras –
-Es amigo de los seres más poderosos del mundo – Selina se inclinó hacia adelante mientras lo decía, manteniendo la voz baja. Nunca sabía quién podía estar escuchando – Ha visto otros mundos, luchado contra dioses, viajado a través del espacio y tiempo... y aun así mantuvo su ciudad a salvo. Y eso es solo la mitad de él. La otra mitad dirige un imperio que emplea a varios miles de personas, mantiene la economía a flote y organiza eventos filantrópicos. ¿Y yo qué soy? ¿Qué derecho tengo de pararme junto a él? El mundo lo necesita más de lo que él me necesita a mí.
Alfred ofreció una sonrisa triste.
-Esa es la cosa más idiota que he escuchado, señorita Kyle, y he escuchado los monólogos de la doctora Harleen Quinzel o las patanadas del presuntuoso de Green Lantern – dijo el hombre mayor – Ahora, intentémoslo de nuevo.
Los ojos de Selina se volvieron fríos y sintió la rabia caliente que corría por sus venas cada vez que alguien la insultaba o intentaba lastimarla. Respiró hondo, sintiendo que se merecía el insulto pero que no estaba dispuesta a permitir que volviera a suceder.
-Es lo que sucedió, señor Pennyworth – escupió su nombre, haciéndole saber que ella podría respetarlo pero no dejaría que se saliera con la suya insultándola – ¿No lo has considerado? ¿Que para ser quien es, necesita estar concentrado? ¿Qué pasa si lo hago descuidado, o si hago que renuncie, o si hago que lo maten?
-Primero, debo disculparme si lo que dije la ofendió, señorita Kyle... pero nunca pensé que no estaría segura de su propio valor – dijo Alfred mientras también se inclinaba hacia adelante – Has conocido a Robín, ¿verdad? – Selina asintió – ¿Crees que es de ayuda? ¿Qué tiene un propósito? – era algo extraño de preguntar, pero Selina siguió asintiendo – ¿Y crees que suma o resta a la vida de Bruce? ¿Crees que lo ama o no?
La emoción amenazó con vencerla, pero Selina se mantuvo firme. Entendió lo que Alfred estaba tratando de decirle, pero todavía había algo dentro de ella haciéndola dudar.
-El amor que sienten el uno por el otro los ha ayudado a mantenerse con vida, señorita Kyle – continuó Alfred – Richard y bruce se hicieron más fuertes y se dieron ganas de vivir. Se ayudan a querer seguir haciendo lo que hacen, porque quieren vivir felices y seguros, por extraño que haya sido haberle dado un uniforme. Imagínate lo que podría haber hecho contigo a su lado.
Selina apartó la mirada. No quería aceptar que no había pensado en eso, que en lugar de ser un lastre, podría haberse convertido en una fuente de fortaleza. Que en lugar de aumentar el dolor de Bruce, podría haberlo ayudado a convertirse en un hombre más fuerte, un mejor héroe y alguien que luchaba por los demás en lugar de hacerlo para ahogar los horrores de su vida.
-No quiero que se sienta mal, señorita Kyle – Alfred extendió su mano y tocó la mano izquierda de Selina, donde una vez había descansado un anillo de compromiso en un dedo, aunque solo hubiera sido por un momento – Quiero que pienses en lo que hiciste y por qué lo hiciste. Me cuesta creer que una mujer tan fuerte y valiente como tú haya pensado que huir era la mejor opción. No me pareces alguien que huye de cualquier cosa, y creo que algo o alguien diferente a ti tuvieron algo que ver en tu decisión.
El rostro y la voz de Talia Al Ghul aparecieron en los recuerdos de Selina. Había estado tan segura, tan segura de lo que estaba haciendo, tan feliz y tan contenta con lo que estaba pasando en su vida. Momentos de felicidad se borraron porque la ex de Bruce le había hecho sentir a Selina que había matado a la madre del hijo neo nato del hombre al que quería.
-Yo... hay algo... alguien que vio mi verdadero lado y me recordó que yo no era una buena persona – dijo Selina. Su mano derecha estaba cubriendo la de Alfred – Asesine a Talia Al Ghul para salvar a Bruce, pero antes de morir expresó todo lo que sentía; las preocupaciones que tenía, las dudas y el miedo, y de repente sentí que estaba haciendo lo incorrecto si me quedaba con Bruce. No había sentido eso antes, pero en ese momento... me sentí acorralada, sentí que las cosas se estaban saliendo de control, que iba a ser yo quien finalmente destruiría a Batman y a todo lo que él representaba. Ahí fue cuando me sentí aterrorizada.
Alfred asintió en silencio. Había algo profundamente inquietante en lo que decía Selina y al mismo tiempo, inquietantemente familiar.
-Después de eso, no he tenido una buena noche de sueño – suspiró Selina – Es como si hubiera un zumbido constante en la parte posterior de mi cabeza y no puedo dejar de pensar en lo que Talia dijo.
Alfred apretó con más fuerza la mano de Selina. Ahora estaba preocupado pero, al mismo tiempo, se alegraba de saber que había algo que podía explicar su repentino cambio de opinión.
-Deberías hablar con la doctora Thompkins al respecto – respondió Alfred mientras soltaba su mano – Ella tal vez pueda ayudarte con tu problema de sueño. Sobre la otra cosa, tengo que preguntarte... ¿realmente puedes confiar en los delirios moribundos de Talia Al Ghul?
-Sé que ella también quiso a Bruce – le respondió Selina muy a secas pero segura de lo que decía – No creo que ella hubiera dicho algo para lastimar...
Pero entonces Selina recordó todo lo que Bruce le había dicho de Talia y de su padre; que ambos eran asesinos que se querían hacerse con el control del mundo por medio de influencias y poder. Además, iban a detener a Talia ya que había robado un agente venenoso para propagarlo e iniciar una pandemia mundial.
-Sí, ella era una asesina – dijo finalmente Selina – Pero aun así, no creo que ella quisiera lastimar a Bruce, al menos no intencionalmente.
Alfred asintió de nuevo. Esa palabra decía mucho y le dio la esperanza de que tal vez, solo tal vez, podría haber una solución a ese problema.
-Muy bien... te creo – Alfred dijo y se recostó – Te he escuchado y tú me has escuchado. Tenemos mucho en común y aunque no me creas, me preocupo por ti. Me hubiera gustado que no hubieran tenido que escuchar el veneno que salió de la boca de esa mujer.
Alfred sonrió antes de ponerse de pie y recoger su abrigo del respaldo de su asiento.
-Tengo que irme – dijo el hombre mayor – Mis muchachos andan por Coast City en un problema con una villana nueva que se hace llamar Star Sapphire. Incluso si tienen a toda la Justice League como apoyo, no se sabe cuándo podrían necesitar ayuda.
-No terminaste tu cerveza – Selina señaló el vaso aún lleno – ¿De verdad tienes que darte prisa? – le pregunto ella, casi en suplica por que no quería que Alfred se fuera –
La pregunta pretendía ocultar su soledad y su necesidad de mantenerse en contacto con la parte de su vida que la había hecho feliz y Alfred lo sabía, pero si sus sospechas eran correctas, podría ayudarla a volver a sentirse así.
-Lo siento, señorita Kyle, pero ya sabe cómo son las cosas – respondió él y le puso la mano en el hombro – Tengo una última cosa que pedirte Selina, y es que confíes en mí.
Selina se sorprendió al escuchar que se dirigía a ella con su nombre, pero asintió.
-Me mantendré en contacto contigo, porque me preocupo por ti, y no tienes que sentir que estás sola – dijo Alfred mientras quitaba la mano de su hombro – Si alguna vez necesitas mi ayuda, siempre sabes dónde encontrarme.
Ella asintió y sin saber por qué, saltó de la silla y abrazó a Alfred. Él sonrió y la contuvo, no porque quisiera ser condescendiente con ella o por que había sido la novia del hombre al que consideraba su hijo, sino porque la quería.
-Gracias, Alfred – dijo ella con una sonrisa mientras lo soltaba – Y lo siento, realmente lo siento. Yo...
-Está bien, niña – interrumpió Alfred – No te preocupes. No te odio, y te lo prometo, él tampoco. Encontraremos una manera de salir de esta tormenta, juntos.
Selina asintió, sintiendo esperanza por primera vez en mucho tiempo.
Se despidieron y ella lo vio dirigirse al mostrador donde pagó sus bebidas. Ella se rió, porque los muchachos del Four Leaf nunca le cobrarían a ella ni a sus invitados, pero pensó que Alfred nunca se iría sin pagar. Selina permaneció en su asiento durante mucho tiempo, sintiéndose relajada, como si le hubieran quitado un gran peso de los hombros. Se preguntó si sería capaz de dormir esa noche.
Y si, tal vez tardaría unos días para regresar a Las Vegas, pero se juró a si misma que antes de que terminara la semana, se armaría de valor y hablaría con Bruce.
Afuera, Alfred caminó lentamente hacia el auto, repasando la conversación en su cabeza. Las palabras de Selina le habían recordado a otra mujer en la vida de Bruce cuyas emociones eran un desastre, causadas por las acciones de su padre que podía manipularla. Las ruedas giraban en su cabeza y quería estar seguro de sus sospechas de lo que estaba pasando antes de hablar con Bruce al respecto.
Alfred estaba cien por ciento seguro de que el Talia Al Ghul había manipulado las emociones de Selina, y eso había resultado en su ruptura con Bruce. Alfred sabía que Ra's Al Ghul no quería nada más que destruir emocionalmente a Batman por cualquier medio posible y hacerlo caer para que volviera a él con la cola entre las patas. Todo para reclamar su lugar como su sucesor y heredero de La Liga de Asesinos. Era una teoría; una buena teoría y tendría que trabajar duro para ver si había una manera de arreglar las cosas.
Entonces tal vez, solo tal vez, Bruce y Selina podrían tener la oportunidad de ser verdaderamente felices.
Esa oportunidad se esfumo un día después, cuando Hal Jordan abrazo el poder de Parallax y dejo fracturada a la Justice League, con más dudas e incertidumbres que nada.
Cuando Bruce regreso de completar sus labores de rescate de los escombros de Coast City, llevo a Vicki Vale al registro civil y se casaron en la boda (para el disgusto de Alfred) más extravagante del siglo.
Selina ya no hablo con Bruce, y ella y Alfred no volvieron a verse si no hasta un año después, cuando el Joker y los demás villanos lanzaron su ataque contra Gotham City, pero para entonces... fue demasiado tarde.
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