CATWOMAN: CUANDO VAS A ROMA
Algo en lo que siempre me he considerado buena es en correr. Aunque estos nuevos y oscuros tiempos son rápidos. ¿Cómo llegué aquí? Quiero decir... ¿Cómo todo salió mal?
Todo fue un error. Mi vida había sido literalmente error tras error, diablos, incluso yo fui un error. Todo esto se reduce a una sola persona, Catwoman. No, no puedo culparla. Esto es tanto culpa mía como de ella. Ella soy yo: solo una parte de las sombras que son mi vida. Y por supuesto, decidí hacer algo de lo que me arrepentí. No fui como Batman. Como Bruce Wayne. Él es un poco como yo, un huérfano, aunque sus ideales y Alfred lo salvaron de convertirse en lo que yo me he convertido. Sin embargo, el confió en mí. Y yo lo deje ir.
¿Es extraño para mí decir que creo que lo amo? Sé que lo amaba, con todo mi estúpido y destrozado corazón. Me trato como a un ser humano, me hizo sentir querida y que al fin le importaba a alguien. Es la única persona que ha confiado en mí por completo.
Entonces, aquí estamos en este mundo frío y oscuro, y todo por que a un imbécil ricachón como Lex Luthor se le ocurrió que estaba en la cima de la pirámide y era el amo y señor de todos. En segundos, trajo a un ejército de las estrellas y destrozo por completo el ritmo de vida de todos los seres humanos. Y así fue como toda la gente que quedo después del Día Omega se convirtió en mí, huérfanos que tratamos de sobrevivir.
Maggie... ¿Me odias después de todas las cosas horribles que te han pasado? ¿Ahí en el Cielo, estás resentida conmigo? Todo lo que parece que hago es romperte el corazón, pero yo te amo. Eres mi hermana y te querré siempre. Aunque yo no soy más que problemas.
Durante los tres años que siguieron al Día Omega, fui la antigua Selina Kyle. No la persona que soy ahora, sino la vieja yo, la niña huérfana que creció como pudo en las calles de Gotham City, solo que ahora no estoy en Gotham.
Estoy atrapada en un mundo que necesito comprender. Hasta ahora no me ha mostrado piedad. Entiendo esto ahora, que estos eventos en mi vida están tratando de moldearme. Me están presionando para que sea la persona que necesito ser. Por eso he conocido a todas estas personas.
Todos me proporcionaron algo. Maggie me mostró mi fuerza y mi protección hacia mis amistades, era una persona honesta, cariñosa y se merecía la felicidad que nunca pude darle. Tantas veces que ore a Dios y a mi madre ahí arriba por una señal o algo parecido a ello; algo que me mostrara que podía ser mejor. Y afortunadamente para mí, la vida me había arrojado un salvavidas en la forma de Bruce. Me mostro compasión y amor. Algo que nunca había sentido antes.
Por dos años deje el nombre de Catwoman atrás y quise ser normal. Y luego secuestraron a Maggie y me lo tuve que volver a poner, solo que en esa ocasión, Bruce me ayudo, y yo lo ayude a él. Por un momento, fui una heroína, salve vidas, ayude a la gente sin esperar recibir nada a cambio. Y se sintió tan cerca del Cielo, tan cerca de la salvación.
Pero después me sacaron el corazón (literal), y Bruce se fue hacia un destino incierto. Maggie estaba a mi lado pero me sentía perdida. Creía que Bruce era el único que me entendía, que me quería, que era la única persona que sabía por qué hacia lo que hacía.
Después vino la invasión, y entonces la "Ley del más fuerte" se hizo presente en todo el mundo. Las leyes de la naturaleza hicieron lo suyo y yo tuve que volver a ser una ladrona, lo que siempre fui.
Ahora ya no tengo remordimiento en lo que hago, pues todos hacemos lo posible por sobrevivir, incluso varios héroes de antaño también están rotos, como yo. En Londres, Madame Xanadu (la antigua clarividente amiga de Zatanna) se dedica a estafar gente para conseguir dinero, y también se habla de Hal Jordan (si, ese Hal Jordan, el Green Lantern guardián del planeta Tierra) que ahora está metido en todo tipo de actividades ilegales. Ya no puedes luchar; lo único que puedes hacer en los tiempos del Régimen es correr y sobrevivir, así que yo lo hago.
A veces aun rezo por tu alma Maggie, y por la de mamá y Alfred. Que tonto... ¿no? Se demostró que hay una deidad alienígena que siempre controlo a Luthor y ahora tiene el control sobre todo y todos, y yo aún le rezo a un Dios que ni siquiera se sabe si existe.
De eso se trata la fe, en creer en algo que no sabes que existe. Qué cosa más penosa y triste...
Creo en la salvación, aunque no para mí. Solo para las almas de mis seres queridos, y en que Barbara Gordon, Dick Grayson y Jason Todd estén a salvo. Regrese a Gotham City para un trabajo, y cuando los busque, no pude hallarlos. Lo único por lo que puedo orar es para que hayan podido esconderse mejor que yo.
Así que aquí está mi historia: mi regresión de Selina Kyle a Catwoman. Otra vez al mundo de las sombras y trajes ajustados. A siempre correr y siempre estar sola.
Con todo mi amor, para Maggie, de Selina.
-Carta encontrada en el monumento clandestino de la Resistencia a las víctimas del Día Omega (Los Ángeles, California)
***
Roma, Italia.
-Selina... – una voz en su cabeza era la que la llamaba de vuelta a la tierra de los vivos, de la realidad. Ella había pasado toda la noche fuera y no tenía las ganas para volver a despertar – Es tiempo de levantarse.
Selina abrió los ojos y para su sorpresa, Bruce Wayne estaba frente a ella, acariciándole el cabello, tratando de que sus sueños fueran mejores.
-Estoy tan cansada... y fastidiada, Bruce – respondió ella – Solo necesito dormir un poco más... descansar.
-Es el precio que pagamos por estar en las sombras – decía el, desviando la mirada – Por vivir de noche y curarnos las heridas de día.
-Ya no quiero que mi vida sea así... estoy harta – dijo al fin Selina. Era algo que reconocía, pero que sin embargo, no tenía otra forma para subsistir – Pero conozco esta vida y la acepto – y por fin, se levantó de la cama –
-Quédate... – dijo él. El vacío triste en sus palabras era evidente –
-Es lo que quisiera – Selina le extendió la mano, queriendo tocar su rostro – Ojala y fueras real.
Y sin decir más, la figura de Bruce desapareció. Selina se maldijo a sí misma como lo había hecho tres años antes, cuando Bruce se fue de Gotham y la dejo en aquella cama de hospital. Tres años desde la muerte de Alfred y Maggie y tres años desde el Día Omega, cuando Selina opto por volver a ser Catwoman para sobrevivir.
Abrió las cortinas de su habitación de hotel y dio un rápido vistazo a las calles de Roma. Estaban sembradas de muerte, desde tiendas que fracasaron y edificios en ruinas hasta el hedor de otro negocio de drogas que salió horriblemente mal. Desde el Día Omega, todos los que no tenían dinero o algo que el Régimen quisiera, optaron por olvidar su honor y convertirse en lo que fuera que les diera algo de dinero para comer.
Y luego la mirada de Selina se clavó en las "Chicas trabajadoras". Quizás uno de los nombres más bonitos que se les daba. Selina no podía comenzar a describir las emociones conflictivas que sentía por ellas, porque conocía de su dolor y su miedo. Antes de la invasión, la gente simplemente asumía que todas eran adictas que necesitaban dinero para su próxima dosis. Selina sabía que no siempre era así. De seguro estas chicas eran alguien que necesitaba llevar comida a su hogar, para sus padres o sus hijos.
Dolor... eso era todo lo que el Régimen de Luthor había traído sobre la Tierra. Todo por lo que Selina paso cuando era joven, ahora lo vivía toda la humanidad. Y por eso ella odiaba a Luthor más que a nadie en el mundo.
Y lo peor es que no podía hacer nada para cambiarlo.
Pero no había tiempo para pensar en eso, pues tenía un trabajo que hacer.
Esa noche, el Museo Borghese de Roma ofrecía una fiesta por el "Día de la Liberación", que era como el Régimen de Luthor le llamaba al Día Omega, cuando las fuerzas de Apokolips "liberaron" a la Tierra de los regímenes tiránicos y conformistas del mundo. Un sinfín de militares de LexCorp y simpatizantes del Régimen se encontraban en el lugar. Selina sonrió cortésmente y se dirigió hacia el rincón más alejado, en el que habían instalado la mesa de las bebidas. Los camareros deambulaban por la sala con bandejas llenas de copas de champán, pero en esos momentos necesitaba algo más fuerte. Ver por todos lados el símbolo Omega tanto en bandas de identificación y estandartes de su sucio partido le daban ganas de vomitar a Selina. Saludo a varias personas por el camino, casi todos caballeros que admiraron su escote sin pudor, antes de alcanzar la improvisada barra de bar.
Selina esperaba causar es efecto en la gente. Se había puesto un vestido de noche negro Vera Wang con un generoso escote delantero y uno más atrevido por la espalda. Completo el conjunto con unos zapatos de tacón negros y un bolso de mano, si, también en negro. Se maquillo con un poco de sombra en los ojos a manera que la iris verde de estos resaltaran y se aplicó un fuerte labial rojo.
Ella nunca se había considerado guapa, aunque sabía que lo era. Se había aprovechado de esto para sacar ventaja en algunos de sus trabajos, como con Batman. Quien iba a imaginar que el justiciero de Gotham se iba a perder en esos hermosos y picaros ojos verdes.
-Vodka con jugo de limón – pidió ella mientras ojeaba la sala –
Un minuto después apareció junto a Selina un vaso alargado con la bebida. Lo tomo y dio una vuelta por la sala. Tal vez encontraría a su cliente de esa noche.
Deambulo despacio entre la gente, los cuadros y las blanquísimas esculturas de corte clásico que adornaban la entrada, dando cortos sorbos a su vaso. Fue cuando vio a su cliente, un hombre en sus cuarenta años, con un traje Armani y zapatos Ferragamo. Acepto bailar con el. Selina sintió cómo sus dedos acariciaban distraídos su espalda desnuda. Hizo como que no se daba cuenta, mientras el sonriente magnate le hablaba de sus últimas adquisiciones en las subastas de arte de medio mundo.
-Sé que muchos coleccionistas confían en comerciantes y galeristas – comento el tipo, con cuatro de los cinco dedos de su mano derecha acercándose peligrosamente al borde del escote de la espalda – Pero yo prefiero ver la obra en persona. Me resisto a comprar a ciegas, por mucho que los catálogos la describan e incluyan fotos detalladas. Quizá algún día le gustaría acompañarme a una de esas subastas. Su consejo de experta me sería de gran utilidad. Pagaría por sus servicios, por supuesto...
-Creo que lo necesita – dijo Selina – Pero no nos desviemos de los negocios...
-Después de cerrar nuestro trato... – quería preguntar el hombre, quisquilloso – ¿No quisieras ir conmigo a cenar y a la opera? Eres una dama muy distinguida, elegante y hermosa. Quisiera tenerte a mi lado
-Lo siento – Selina se disculpó – Pero no salgo con clientes, y menos en "horas de trabajo"
-Debe de ser una profesión apasionante – dijo el coleccionista –
-Lo es, aunque a veces implique tener que asistir a aburridos eventos como este y ver como los ricos que idolatran a Luthor se pavonean con caviar, mientras la gente normal apenas y come enlatados – concluyo ella, algo molesta –
-Solo es supervivencia... ¿Acaso no quieres sobrevivir? – Selina se estremeció. Pensaba que el hombre trataba de hipnotizarla, pero no tuvo efecto – En serio necesito esa pieza... ¿Si podrás conseguírmela?
-¿Depositaste en mi casillero en la estación el dinero que te pedí por adelantado? – pregunto ella –
-Trescientos mil de adelanto como pediste – contesto el coleccionista – Puedes verificar...
-Entonces considéralo hecho – Selina lo interrumpió y dejo de bailar con el hombre. Con un paso acelerado, se fue hacia la salida, no sin antes voltear – No faltes al lugar acordado de la entrega...
Selina le dio una última mirada coqueta y con la elegancia y sofisticación que la distinguían, salió del museo y se dirigió a su auto. Arranco a toda velocidad, perdiéndose entre las luces de la vida nocturna de la ciudad.
Selina regreso a su cuarto de hotel, donde abrió un compartimiento secreto y saco su nuevo traje. Era le licra expandible con cuero alrededor de las piernas, los brazos y la sección media bajo el esternón, con detalles de color purpura oscuro y abierto en la parte de las axilas para mejor libertad de movimiento. Se puso los guantes con garras de punta de titanio, perfectos para cortar vidrio. Un cinturón delgado con bolsas para herramientas como ganzúas, abrojos explosivos y bombas de humo y botas por debajo de la rodilla.
Suspiró en el espejo mientras se ponía la capucha con orejas de gato, que se asentaba perfectamente en su nariz y rodeaba sus ojos. Fue lo más genial que había visto o sentido, pero aún le faltaba algo. Se delineo los ojos con maquillaje y se puso un ligero labial negro. Se arregló el cabello corto dentro de la capucha, y por último se enfundo el látigo. Abrió las puertas del balcón a favor del viento, que hizo estallar las puertas del salón hacia adentro. Antes de salir, ella tomo una pequeña cajita de la mesa de noche. La abrió, y tentativamente acaricio la sortija con el diamante que había en ella.
Era algo más que una sortija de bodas, más bien un recuerdo distante de un futuro que le fue arrebatado y una promesa de que ella podía cambiar... de que podría ser mejor.
Apartando esos recuerdos tormentosos de su mente, Selina guardo de nuevo la sortija y saltó a la barandilla, no sin antes mirar a la cama donde había visualizado a Bruce. Entonces se lanzó al viento.
Dos horas después de que terminara la fiesta, solo existía el silencio en el museo Borghese. Únicamente lo interrumpía el murmullo ocasional del aire acondicionado o el tintineo de las llaves de un guardia somnoliento.
Pero no Selina. Sus botas negras apenas rozaban los suelos blancos mientras atravesaba con sigilo las alas y los pasillos del gigantesco edificio, con los lentes que le posibilitaban una lectura constante del alcance de los sensores de la alarma. Con la respiración apenas elevada, Selina se detuvo en la entrada de la famosa Ala Egipcia y contempló el laberinto de relucientes láseres.
Era un cliché total: el montón de láseres casi invisibles al ojo humano. Sin los lentes, tendría que haber recurrido a un aerosol para revelarlos. Aun así, a pesar del escáner de los lentes, que revelaba las distintas dificultades, Selina se encontró estudiando los láseres, calculando los ángulos, el espacio donde caer, los posibles desastres...
La reliquia estaba a tan solo quince metros, todo recto por el pasillo de mármol. Incluso de noche, la pequeña estatua de bronce en forma de águila estaba iluminada, un tributo a Ra. La estatua de tres mil doscientos años, no más grande que un bote de champú, estaba en perfectas condiciones. Ese detalle, junto a las gemas incrustadas en su collar, le daba un valor altísimo.
Así que Selina se puso en acción. Dejó caer el peso en la pierna izquierda y levantó la derecha para meterla por el hueco más grande entre los brillantes sensores. El equilibrio era la clave. La barra había sido su modalidad favorita en gimnasia. No tenía ni idea de por qué. Entonces pasó el resto del cuerpo por el hueco inicial entre los sensores y cayó en una pequeña sección despejada. Los guardias no aparecerían por aquella ala hasta dentro de diez minutos. Era el tiempo que le quedaba, en especial cuando se había tomado la libertad de interferir la señal de las cámaras con una simple granada PEM.
Se arqueó suavemente sobre el siguiente rayo sensor, y el mundo se puso boca abajo por un instante cuando las manos enguantadas tocaron el suelo de mármol. Un empujón con las piernas y un tirón de los músculos abdominales le hicieron elevar los pies y pasarlos por encima, y cayó tan suave como la seda.
Un baile. Aquellos movimientos eran como un baile que había aprendido a disfrutar. Igual que había disfrutado llevándose el diamante del Museo Británico hace un mes. Y aquellas joyas de una tienda cinco días antes. Pequeños bailes..., pequeñas pruebas.
Esa noche sería otro paso. Uno mayor. Selina se deslizó por el suelo de mármol y pasó bajo un rayo a poca altura. Ese era el último tramo antes de la caja de cristal en la que estaba expuesta la estatua, en medio del pasillo. Primero dio un salto, una voltereta hacia atrás, seguida de un salto muy elevado con una voltereta de campana que la envió por encima del último sensor de alarma. Y justo frente a la caja de cristal.
Respirando calmada, Selina sonrió a la estatua de Ra. Habría jurado que aquella antigua pieza de bronce le había devuelto la sonrisa. Parecía decir: "Vamos, Tómame". Y así lo hizo Selina.
Movió la muñeca y unas garras hechas de una aleación de acero y punta de diamante salieron de su guante negro. Totalmente afiladas. Totalmente preparadas para cortar un círculo en el grueso vidrio.
Selina tomo el cristal en una palma mientras la otra mano se deslizaba dentro de la caja y se aferraba a la figura. Rápidamente, guardo la pieza de bronce dentro de su bolso. Y justo como había planeado, las alarmas se dispararon.
Catwoman se había marchado antes de que llegaran los guardias.
A la mañana siguiente, Selina fue a reunirse con su cliente de la noche anterior: un coleccionista afiliado al Régimen que reunía todo lo relacionado al antiguo Egipto. No le importaba como conseguía los artículos, o como otras personas lo hacían por él. Cuando se trataba de dinero, el hombre solamente lo daba.
Selina, aun vestida con su traje de Catwoman pero cubierta por una chamarra de cuero negra, se apoyó en el marco tallado de la puerta de roble y observó que el coleccionista anotaba otro cálculo en su bloc de notas.
Llevaba ya veinte minutos examinando la estatua de Ra. Ella se había quedado en la puerta de la oficina todo ese tiempo. Ella no había dicho nada, prefería mantenerse en silencio. No le había resultado demasiado difícil encontrar a ese coleccionista, ya que había un gran mercado de antigüedades en las zonas turbias de la ciudad.
Pero había hecho sus averiguaciones, por supuesto, porque una estatua robada en el museo de antigüedades era un asunto delicado, y se había cerciorado de que aquel hombre podía encontrar la manera de asegurarse de que la estatua se esfumara y en su lugar apareciera dinero.
El coleccionista por fin bajó la lupa de su ojo, se quitó los guantes de látex y se pasó una mano por la cabeza
-Bueno, sin duda es auténtica. Eres consciente de que me será muy difícil ocultar el rastro y sacarle papeles nuevos. Esa clase de discreción no saldrá barata.
-Dime cuánto –Selina cruzo las manos sobre su pecho, esperando la oferta del hombre –
El hombre volvió a echarle un vistazo a la estatua y después la miró a ella.
-Te doy novecientos mil.
-Vale mucho más que eso.
-Ya te lo he dicho: la discreción tiene un costo. Hay que falsificar documentos de propiedad, luego están mis métodos privados de envío a mi propiedad en Zurich... Esas cosas suben el precio.
Selina no se quedó callada.
-Acepto un millón doscientos mil. Después de todo, tú fuiste el que estuvo tan insistente por la pieza, no yo.
-Aceptarás novecientos mil, ya que va a serte muy difícil encontrar otro coleccionista que se atreva a tocar un objeto robado como este. Sobre todo uno que ha recibido tanta publicidad.
-Tú sí tendrás problemas en encontrar otra pieza como está a corto plazo – la voz de Selina se había intensificado, manteniendo su postura – Ahora que el Régimen ha tomado medidas duras contra el mercado negro de antigüedades... no podrás completar tu coleccioncita de juguetitos antiguos... ¿Verdad?
El hombre entrelazó los dedos y los apoyó en el escritorio de madera cansada.
-Un millón.
-Un millón quinientos mil – dijo Selina mirándolo a los ojos –
-Un millón y eso es lo máximo que vas a conseguir – concluyo el coleccionista –
Selina se acercó al escritorio. El sonido de sus pasos se los tragó la alfombra. Envolvió la estatua en su paño de terciopelo y la guardó en una pequeña caja de madera donde la tenía guardada.
-Veremos si los coleccionistas de Londres están de acuerdo con eso – dijo Selina, riéndose –
De un movimiento elegante, volteo su cuerpo hacia la salida y echó a andar hacia la puerta de la oficina, empezando una cuenta atrás silenciosa.
-Cinco, cuatro... – Se acercó a la entrada – Tres, dos... – Un pie cruzó el umbral de la puerta –
-Espera – dijo el coleccionista – ¿Lo quieres en efectivo o una transferencia?
Selina se aseguró de que el dinero fuera depositado en una cuenta electrónica antes de salir del despacho del coleccionista. Así que volvió inmediatamente al cuarto de hotel frío y limpio. El día estaba tan nublado, no había ni un rayo de sol, raro para la época de primavera. En el trayecto en su motocicleta, Selina no paraba de oír en las noticias sobre "El Día de la Liberación" y de cómo el Régimen había acabado con los problemas que el mundo sufrió a lo largo de su historia. Ella ya estaba harta de oír de ellos, así que apago la radio.
Al llegar al hotel donde se hospedaba, aparco su moto en el estacionamiento y subió por el ascensor hasta el octavo piso, donde estaba su habitación. Y justo cuando estaba por meter la llave a la cerradura de su puerta, una mano toco su hombro, y se escuchó una pregunta.
-Disculpa... ¿Tu eres Selina Kyle?
Era una voz suave y calmada, hablaba muy bien el inglés. Selina volteo y miro a la chica con curiosidad. Era una mujer más o menos de su estatura, de cabello entre naranja y castaño. Iba vestida con un pantalón café medio desgastado y un suéter verde, al igual que traía un pañuelo que cubría la mitad de su rostro.
-Muy pocas personas en el mundo saben que ese es mi nombre real – Selina abrió la puerta de un golpe. Saco un cuchillo ligero de su manga y amenazo a la mujer por el cuello – ¿Cómo sabes quién soy? Si piensas que vas a chantajearme o amenazarme, te equivocaste de persona...
-Tranquila – dijo la mujer – Me llamo Lois Lane. Vengo por ti... ¿eres Catwoman, verdad?
-¿Cómo diste conmigo? – pregunto Selina –
-Te he estado buscando por meses – apunto Lois, tranquilizándose – Te necesito para un trabajo.
-¿Y de cuanto es la cantidad?
-No puedo pagarte – Lois parecía estar nerviosa cuando dijo esto – Estoy con la Resistencia y necesitamos todos los recursos posibles para ganar la guerra.
-No te creo... no hay resistencia alguna – Selina no le creía nada a la ex-reportera de Metropolis – Todos los intentos de pelear contra el Régimen fueron aplastados en los primeros meses desde el Día Omega.
-Pero debes de creerme. Si hay una Resistencia y te necesito – Lois parecía que suplicaba. Después suspiro y pensó detenidamente en lo que iba a decir a continuación – Mira, no importa en qué bando este yo... solo sé que necesito a la mejor ladrona del mundo y espero que puedas ayudarme.
-No soy una heroína – Selina era firme en sus palabras. Los días en los que intento hacer lo correcto habían quedado atrás – Siempre que trate de confiar el alguien que no era yo misma, las cosas salieron mal, así que no puedo ayudarte. No confió en ti.
-Trabajas por dinero... ¿No? – Lois sabia como podía convencerla – La Resistencia no puede pagarte, pero yo sí. De mi propio bolsillo.
-¿Y dónde tienes el dinero? – Selina aun parecía no creerle – Por como vienes vestida... – y señalo a su atuendo – No creo que tengas en que caerte muerta.
-No tengo el dinero conmigo, lo tengo en Liverpool – comento Lois – Si me ayudas a lo que necesito hacer, el dinero es tuyo.
-¿Y qué es lo que quieres que robe? – pregunto Selina. Definitivamente tenía curiosidad –
-Un programa malicioso de Software... algo que le dará un giro a esta guerra.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro