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—¡Pásenla bien! —exclamó Molly, con una sonrisa tierna. Luego, viendo a los gemelos, añadió—: Y pórtense como Merlín manda. Recuerden que Bill, Charlie y Percy los alcanzarán hasta mediodía.
—¿No es emocionante, Emma? —preguntó George, acercándose a la pelirroja, con entusiasmo.
—Definitivamente —asintió ella—. Nunca había ido a un Mundial.
—Este año Irlanda definitivamente se llevará la copa —Fred le colocó un brazo en su hombro, uniéndose a la conversación.
George hizo lo mismo, dejando a la pelirroja en medio de ellos. —Ganará Irlanda, pero creemos que Viktor agarrará la snitch.
Emma levantó una ceja, intrigada. Sabía que había escuchado ese nombre, pero no recordaba en dónde. —¿Quién es Viktor?
Antes de que pudieran responder, una voz los interrumpió:
—¡Arthur! —gritó un hombre de mediana edad desde la distancia, su voz cargada de impaciencia. Era un hombre delgado, de cabello rubio que brillaba bajo la luz del sol—. ¡Ya era hora de que llegaran!
—Lo siento, Amos —dijo Arthur, con el rostro algo rojo. Luego, mirando de reojo a Ron y a Harry, añadió entre dientes—. Algunos se quedaron dormidos...
Él suspiró antes de volverse hacia ellos:
—Chicos, este es Amos Diggory —dijo, señalando al hombre a su lado—. Trabaja conmigo en el Ministerio.
Mientras todos comenzaban a saludarse cortésmente, notaron cómo un chico descendía de un árbol cercano. Era Cedric Diggory, alto y bien formado, con una sonrisa amistosa en el rostro, era conocido como el capitán y buscador del equipo de Quidditch de Hufflepuff.
Su presencia provocó un breve silencio de admiración y algo de rencor —por parte de los gemelos— entre los presentes.
—Hola —saludó Cedric, amablemente.
—Este apuesto joven debe de ser Cedric, ¿no? —dijo Arthur, dirigiéndose al joven para darle la mano.
—Sí, señor —Cedric correspondió el saludo, sonriéndole.
Cedric Diggory había despertado demasiadas emociones en las tres chicas presentes. Hermione, con los ojos brillantes de admiración, apenas podía apartar la mirada de él. Ginny, con una mezcla de asombro y emoción, soltó un leve chillido de admiración. Mientras tanto, Emma ladeó su cabeza, su expresión reflejó curiosidad al recordar que se lo había encontrado varias veces por los pasillos, aunque al instante, recordó las palabras de Oliver sobre él:
"—Sí, Cedric Diggory atrapó la snitch antes de que ocurriera lo de Harry, así que ganó limpiamente el partido... Aunque no te voy a mentir, todavía me molesta que nos haya ganado."
—Te presento a mis hijos, Amos —anunció Arthur, señalando con la mirada a todos los que lo acompañaban.
—¿Todos ellos son tus hijos, Arthur? —sus cejas se levantaron.
—¡No, Amos! —negó rápidamente, entre risas—. Únicamente los pelirrojos.
—¡Vaya! ¡Mucho gusto! —exclamó Amos, viendo con una sonrisa a los jóvenes que lo saludaban con una sonrisa.
—Papá —llamó George a su padre, con una sonrisa burlona.
—Emma también es pelirroja —recordó Fred con la misma sonrisa, y aún con su brazo puesto en el hombro, él la acercó más—. Parece que ahora eres parte de la familia, Zanahoria.
—Emma Weasley, ¿suena bien, no? —bromeó George, despeinándole el cabello.
De repente, todas las miradas se dirigieron hacia ella, incluida la de Cedric Diggory, quien hasta ese momento, no había notado a la chica que estaba en medio de los gemelos Weasley.
Su boca se abrió en asombro: La pelirroja que recordaba como una niña de baja estatura había dado un estirón notable durante el verano. La había visto en los pasillos, siempre corriendo de un lado a otro, los brazos llenos de libros.
Sin quererlo, el año pasado ella le había robado el corazón. Todo empezó con apenas miradas rápidas y un par de sonrisas que duraban un segundo. Cada que la veía pasar, algo en él se aceleraba. Claro que nunca intentó acercarse, no mientras ella pasaba tanto tiempo con su rival de Quidditch, Wood.
Al final, se convenció de que Wood tenía más de su atención de la que él jamás podría pedir. Así que decidió guardarse esos sentimientos en algún rincón y dejarlo pasar.
Sin embargo, ahora, al verla después de tanto tiempo, sintió de nuevo todas esas sensaciones.
—¡Oh, es cierto! Disculpa, Emma —sonrió Arthur, viendo a la joven, quien le sonrió en comprensión—. De seguro ya has escuchado de Harry y Emma Potter, Amos.
—¡Por las barbas de Merlín! —exclamó, con los ojos como platos—. Mucho gusto. ¡Es un gusto conocerlos! —Amos repetía, acercándose a los mellizos para estrecharles la mano con entusiasmo, lo que obligó a Emma acercarse un poco más.
—Él es mi hijo, Cedric Diggory. ¿Ya lo conocían? —lo presentó, señalándolo con orgullo reflejado en sus ojos—. Cedric, salúdalos, por favor.
—Hola —volvió a decir el joven, ruborizándose de vergüenza al tener a Emma Potter delante de él.
—Hola —repitió Emma con una sonrisa nerviosa.
Ella no iba a negar que él era atractivo. Tenía esos ojos intensos, pero amables, y esa sonrisa cálida que solo él sabía dar, capaz de enamorar a cualquiera. Pero en estos momentos, ella tenía otras prioridades, como poder convencer a Madame Pomfrey de dejarla ayudar en la enfermería.
Emma notó como todas las miradas se centraban en ellos dos, quienes no habían cortado el contacto visual, así que decidió romperlo para volver a encontrarse con Fred y George.
Gracias a ese acto, todos comenzaron a caminar para dirigirse al Mundial.
—¿Te gusta Diggory? —George frunció el ceño, viéndola con atención.
—¿Diggory? ¡Vamos, Emma! —reprochó Fred, haciendo una mueca y bajando la voz para no ser escuchado—. Yo diría que le falta personalidad. Yo prefiero a Oliver, al menos no está tan obsesionado con ser el chico perfecto.
Emma frunció el ceño, sin realmente entender la intención de ambos. —¿Cedric? No, no me gusta, y ¿por qué siempre meten a Oliver? —cerró sus ojos levemente en sospecha—. No me digan que a ustedes también les molesta Cedric por la misma razón que él.
—Sí. El motivo es justificable —se excusó George, bastante ofendido.
—Te lo decimos porque eres como nuestra hermana, Emma —empezó Fred, con preocupación en su voz—. No es que no nos guste Cedric, pero... No es el tipo de persona con el que tú estarías.
—¿Podríamos dejar de hablar de esto? —cortó la pelirroja, demasiado incómoda por cómo se había tornado la conversación—. Cedric no se me está arrodillando para pedirme matrimonio en estos momentos, ¿sí? Relájense.
—Estamos defendiendo a nuestro amigo, Emma —sonrió George, con malicia.
—Oliver nos mandó una carta en el verano —explicó Fred al ver el rostro de confusión de la pelirroja.
—Sí, y no solo habló sobre estrategias y prácticas, Emma.
—Oliver está enamorado —admitió Fred, y cuando vio que ella iba a responder, la cargó para subirla a sus hombros.
Fue entonces cuando todos vieron cómo George comenzaba a dar vueltas alrededor de ellos, haciendo gestos exagerados, como imitar un corazón en sus manos o lanzar flechas como si fuera cupido.
—Cuidado, pueden lastimarla —advirtió Arthur, con severidad.
A pesar de eso, Fred no soltó a la pelirroja, quien reía abiertamente.
—¿Por qué dicen eso? —preguntó ella, entre susurros, aferrándose al rostro del pelirrojo mayor al estar en una considerada altura.
—En todo el verano, él jamás dejó de poner tu nombre en las cartas.
Fred, viendo con entusiasmo a su gemelo, sonrió, tendiéndole una mano—: Cinco galeones a que ellos dos salen en este curso.
—Cinco galeones a que ellos dos salen hasta el otro —propuso George, aceptando el trato.
—Trato —dijeron con amplias sonrisas, ajenos a que todos escuchaban dicha apuesta.
Todos los adolescentes, excepto Harry y Ron, quienes andaban en otro mundo, notaron como Cedric apretaba su mandíbula ante la mención de Oliver, haciendo que los gemelos lo mencionaran en todo el camino al descubrir el punto débil del Hufflepuff.
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—¡Apúrense! Ya casi llegamos —alentó Arthur Weasley, al ver como los chicos se quedaban atrás—. Pónganse en una buena posición.
Fred, sin dificultad, bajó a la pelirroja de sus hombros para que pudieran reunirse con los demás. Cuando todos se encontraban alrededor de la bota, o más bien, el transladador, los adultos dieron las indicaciones.
De inmediato, todos colocaron una mano en aquella bota y todo empezó a girar demasiado rápido, incluso podían sentir la adrenalina recorrer todo su cuerpo.
La pelirroja vio como los dos adultos y Cedric mantenían sonrisas radiantes al disfrutar el momento, mientras que los demás querían vomitar o querían que esto terminara.
—¡Suéltense! —ordenó Amos, despreocupado.
—¡¿Qué?! —gritaron todos, con los ojos muy abiertos.
—¡Suelten la bota! —pidió Arthur esta vez, con una sonrisa sonrisa.
Emma y Harry se soltaron al mismo tiempo, seguidos de Hermione y Ron.
La pelirroja sentía la necesidad de tocar el suelo lo más rápido posible, consciente de la gran altura a la que estaban. Ella sabía que ese golpe le dolería.
Hermione y Ron comenzaron a gritar, mientras que Harry permanecía en silencio, lo cual la preocupaba porque no sabía si su hermano se había desmayado o no. Aunque hasta la propia Emma luchaba por reprimir sus gritos, apretando fuertemente la boca o cerrando sus ojos, aunque le resultaba casi imposible.
Hasta que todos chocaron contra el suelo.
Ella sintió un ardor intenso en su espalda, seguido de un mareo que la hizo quedarse quieta, respirando pesadamente en el suelo.
Los adolescentes se encontraban en un silencio bastante incómodo, cada uno quejándose del dolor al caer de manera tosca, hasta que Ron habló.
—Creo que quiero vomitar...
Aun con los ojos cerrados, Emma esbozó una sonrisa al imaginar a su amigo en esa situación. Sin duda, lo comprendía perfectamente. Aquello había sido terrible.
Agradeció a Merlín por no haber sufrido ningún daño.
Una caída desde tal altura podía haber causado serias lesiones. Ella lo consideraba peligroso. Y aunque sabía la teoría para curar huesos rotos o lesiones, ella no tenía experiencia ni las herramientas necesarias, por lo que se sintió aliviada al no ver a alguien lastimado.
Emma dejó sus pensamientos a un lado cuando vio cómo los adultos y Cedric llegaban volando tranquilamente hacia los ellos. Al parecer, sí sabían manejar un transladador.
Cuando lograron llegar al piso de manera sutil, pudo ver como Cedric la veía con una sonrisa.
—¿Deseas que te ayude? —ofreció el chico, con una voz cálida y amable.
—Por favor —rió la pelirroja, aceptando su mano mientras él la ayudaba a levantarse—. Gracias.
En definitiva, Wood iba a matarla.
Ya se imaginaba todo lo que este le diría: —Sabes que no deberías confiar mucho en él, ¿no?
Se suponía que ella estaba hablando con el... ¿Rival de Oliver? Ya se imaginaba el rostro que pondría al saberlo.
Sí, para muchos, ella podría estar exagerando, pero realmente no habían visto a Oliver ofenderse por...
—¿No te lastimaste? —volvió a preguntar el tejón, viéndola con preocupación cuando no le respondió la primera vez.
Saliendo de su ensoñación, ella le sonrió. —Dolió un poco, pero estoy bien. Fue un pequeño golpe. Se me pasará.
—¡¿Qué dices, Emma?! —soltó Ron, con una expresión dolorosa en su rostro—. Eso dolió demasiado.
—Es de mala educación meterse en la conversación, Ron —lo calló Hermione, reprendiendo lo con la mirada—. Déjalos hablar solos —pidió, entre dientes, siendo para nada sutil.
—¡Pero tú también te estás metiendo ahorita!
—¡Es distinto! —reprochó ella, viéndolo con el ceño fruncido mientras lo agarraba del brazo para alejarlo de ahí.
Ante esto, el chico de ojos grises sonrió mientras todos comenzaban a caminar.
—¿Es tu primera vez en un Mundial?
—Síp, mi primera vez —contestó ella, sin ocultar su sonrisa ladeada—. ¿Tú has venido a alguno? ¿Son emocionantes?
Cedric asintió con una sonrisa amplia, ocultando un poco la emoción que sentía al estarle finalmente hablando. —Sí, he estado en varios. Pero cada vez que vengo, es como la primera vez. La energía, los jugadores, la multitud... Es increíble. Te va a encantar.
Emma sonrió levemente, sintiendo el entusiasmo de Cedric. —Suena increíble.
—¿Te gusta jugar al Quidditch? —preguntó Cedric luego de un momento, mirando a Emma con una sonrisa curiosa.
Emma asintió levemente, sin ocultar la ligera sonrisa que se le escapó. —Me gusta verlo. Lo practiqué hace poco con alguien. Eso sí, no soy una experta, pero está bien como distracción —respondió con tranquilidad, mirando al frente mientras caminaban.
Cedric levantó una ceja y sonrió con cierta curiosidad. —¿Lo practicaste con alguien, entonces?
Emma asintió con una leve sonrisa. —Algo así.
—Supongo que Wood fue paciente contigo porque eres su novia —comentó, sin mucha convicción, pero con algo de certeza en su tono.
Emma se detuvo por un segundo, sorprendida. Miró a Cedric con una ligera confusión. —¿Su novia?
En ese momento, Arthur los llamó desde adelante, interrumpiendo la conversación.
—¡Hemos llegado! —anunció, señalando las grandes carpas que se alzaban frente a ellos.
Emma rápidamente desvió la mirada hacia las carpas, sintiendo un leve rubor en sus mejillas. Sin pensarlo demasiado, aceleró el paso para alcanzar a los gemelos, sabiendo que se habían quedado atrás.
—¡Nos veremos en el partido, Arthur! —se despidió Amos, con una sonrisa en el rostro—. Cedric, vamos.
Ante esto, todos comenzaron a irse en direcciones contrarias para encontrar su carpa, aunque antes, la pelirroja pudo sentir como alguien la agarraba sutilmente del brazo.
—¿Nos vemos en el partido? —preguntó Cedric, con una sonrisa apenada—. Espero no haberte incomodado.
—Para nada —sonrió, restándole importancia, mientras sentía la mirada expectante de los gemelos en ambos—. Nos vemos ahí.
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