14
─ ☆ ─
—¡Debemos ir con Hagrid! —sugirió Harry, girando sobre su cuerpo.
—¡No podemos ir, Harry! —intervino Emma, sintiendo la tensión de su hermano al sujetarlo de los hombros.
—Emma tiene razón, Harry —opinó Ron, limpiándose las lágrimas—. Podemos perjudicar a Hagrid.
—No podemos darle otra problema en estos momentos —añadió Hermione, apenas conteniendo un sollozo.
—¿Por qué lo hicieron? —preguntó Harry, al aire, con su voz quebrada y lágrimas recorriendo en sus mejillas.
—No debemos seguir aquí —negó la pelirroja, con su nariz roja—. Esto no nos hace bien. Vámonos ya, chicos —imploró ella, cansada, mientras los empujaba levemente para seguir adelante.
El sol ya casi se ocultaba en el horizonte, tiñendo el cielo con tonos dorados y rosados, mientras la noche comenzaba a acechar en las sombras que se alargaban sobre el suelo. Todos permanecían en silencio, cada uno absorto en sus propios pensamientos.
La tranquilidad del momento se vio interrumpida de repente cuando la rata de Ron se retorció con más fuerza en sus manos, provocando mayor desespero en los cuatro chicos.
—¡¿Qué te pasa, rata tonta?! Quédate quieta —pedía Ron, hasta que soltó un grito bastante agudo— ¡Ay! ¡Me ha mordido!
—¡Ron, cálmate! No grites —le insistía Hermione, cerrando los ojos para mantener la calma. Sabía que si pasaba más tiempo ahí, sus piernas dejarían de ceder.
—¡Eso trato, Hermione! ¡Se volvió loca!
—¡Crookshanks! —chilló Hermione, espantada al ver a su gato acercarse hacia ellos, dispuesto a atacar a la rata del pelirrojo—. No, no, no. ¡Vete, Crookshanks! ¡Vete!
—Scabbers... ¡No! —gritó Ron, cuando su rata se escabulló de sus manos y
huyó a toda prisa.
De un salto, Crookshanks se lanzó tras ella.
Ron, en medio de la oscuridad, salió de la capa y fue en busca de su rata.
—¡Ron! —gritaron los tres al mismo tiempo.
Los tres se miraron entre sí y decidieron seguirlo, aunque era difícil correr a toda velocidad debajo de la capa. En un impulso, se la quitaron y como pudo, Harry la dobló para llevársela consigo.
Cuando alcanzaron a Ron, lo vieron agarrar a su rata y levantarse con la respiración entrecortada. A lo lejos, algo se acercaba a ellos en la oscuridad.
Cuando se acercó lo suficiente, distinguieron al gran perro de Emma, gruñendo hacia la rata.
—¡No, Rocco! —Emma se mordió el labio, esperando lo peor—. Por favor, contrólate.
Harry intentó alcanzar su varita, pero era demasiado tarde. Rocco saltó hacia él, haciendo que cayera de espaldas en el pasto.
—¡Harry, no! ¡Rocco, es mi hermano! —regañó la pelirroja, demasiado angustiada al ver que su perro no le hacía caso. Acercándose a Harry, ella frunció el ceño—. ¿Te lastimaste mucho?
Rocco volvió a gruñir y cuando se iba a tirar hacia Hermione, Ron la empujó para que no la golpeara, salvándola así de una mordida. Aunque él no corrió con la misma suerte, ya que la mordida fue para él.
Rocco empezó a arrastrar a Ron con mucha facilidad, ignorando los gritos y regalos constantes de la pelirroja.
—¡Ron! —preocupada, Emma decidió perseguirlo y se aferró a su zapato, pero para su suerte, ahora su perro los arrastraba a los dos—. ¡Rocco, por favor!
Los estaba guiando al Sauce Boxeador, justo a un hueco que había ahí dentro.
Hermione y Harry agarraban los pies de Emma para que Rocco no los llevara, pero fue imposible, ya que ambos entraron al hueco del árbol con facilidad.
Ron intentó frenar el paso del perro con sus piernas, pero fue en vano. El perro, mucho más fuerte, lo arrastró con fuerza y su pierna se quedó atrapada en una rama. Con un tirón más fuerte, la pierna de Ron se quebró.
De inmediato se escucharon los gritos desesperados de Ron. Aumentando el ritmo cardiaco de Emma.
—¡Tu perro me quebró la pierna! —se quejó el pelirrojo, mientras seguían siendo jalados por el perro—. Nos vamos a morir, nos vamos a morir —repetía constantemente Ron, en un susurro inquietante para Emma.
—¡¿Quieres dejar de decir eso?! ¡Me estás asustando!
El perro, Rocco, era ágil, corriendo a gran velocidad. Las raíces bajo el árbol les causaban cortes en la cara y el cuerpo, provocando un dolor intenso. Sus narices, labios y cejas sangraban levemente, dejándolos sin otra opción que cerrar los ojos o gritar.
—¡Rocco, detente!
—Tu perro se volvió loco, Emma —gritaba, aún más fuerte—. Gracias por ser una gran amiga, Emma. Fue un gusto conocerte.
—¡Deja de ser dramático, Ron! No moriremos.
La pelirroja sentía mucha adrenalina y dolor. Literalmente estaban abajo de un árbol siendo jalados por su propio perro. ¡Y todo por la rata de Ron!
Después de unos minutos, los dos chocaron con una pared debido a que salieron expulsados. Rocco los había llevado a una habitación y luego desvaneció. Gracias a eso, ambos suspiraron. Estaban muy exhaustos.
—¡Vas a estar castigado, Rocco! —Emma se cruzó de brazos, bastante enfadada—. Creo que estamos en la Casa de los Gritos.
Desde un rincón, pudieron ver a Crookshanks entrar por la puerta de la habitación. Cuando el gato los reconoció, corrió a toda velocidad para ponerse en el regazo de Emma.
—Crooky —sonrió suavemente la pelirroja, viendo al gato anaranjado —¿Así que nos seguiste?
—Emma —llamó Ron, con temblor en su voz.
—Tranquilo, Ron —jadeó Emma, sin dirigir su mirada hacia Ron. Ella aún acariciaba al gato—. Rocco ya se fue. No espere que tuviera tanta fuerza... Ni sé cómo aprendió a...
Al levantar su cabeza, vio como Ron estaba aferrado a la pared con una mirada de horror, y cuando Emma iba a burlarse de su apariencia, el pelirrojo alzó su mano, señalando hacia un punto de la oscura habitación, callándola.
El corazón de Emma se aceleró fuertemente y sintió una punzada en él cuando divisó la silueta de un hombre. Pero ese hombre no era uno cualquiera, ya que se trataba del mismísimo Sirius Black, el fugitivo de Azkaban.
El hombre tenía su cabello oscuro totalmente despeinado. Se veía muy sucio. Su mirada era vacía y su cuerpo estaba muy esquelético. Estaba demasiado descuidado.
—¡Tu perro era Sirius Black!
Con horror, Emma negó. —¡No! Estoy segura de que Rocco está escondido. Él nos trajo aquí porque sabía que Sirius Black estaba cerca y quería...
—¡No! —gritó Ron, con alarma en su voz—. ¡No te mientas a ti misma! Sirius Black es un animago.
—Es imposible —tartamudeó Emma. Con una mezcla de temor y determinación, ella gritó—: ¿Dónde está Rocco? ¿¡Que le hiciste a mi perro!?
Emma echó un vistazo en la habitación, tratando de buscar su varita, tardó unos segundos hasta que la identificó. Por desgracia, la varita estaba fuera de su alcance. Se mantuvo inmóvil, consciente de que cualquier movimiento podría poner en peligro a Ron. Podrían terminar muertos.
—¡Ron, Emma! —exclamaron unas voces desde la puerta —¿Se encuentran bien?
De inmediato, Ron chilló. Ahora más personas estaban en riesgo.
—¿Dónde está tu perro, Emma? —preguntó Hermione, jadeando por todo lo que habían corrido—. Fue extraño su comportamiento.
—No hay perro, chicos —divagó Ron, aún con el corazón acelerado, viendo como Emma no reaccionaba—. Harry, esto es una trampa...
—¿Qué? —preguntó el azabache, permaneciendo de espaldas a Sirius Black.
—¡Rocco nos llegó aquí para salvarnos, pero no contaba con que Sirius Black estuviera aquí!
—¡Sirius Black es un animago, Emma! —gritó Ron, esperanzado a que su amiga entendiera. Luego, señalando detrás de ellos, Ron frunció el ceño—. ¡Sirius Black está detrás de ustedes!
Cuando el azabache se giró para verificar, Sirius aprovechó la oportunidad para cerrar la puerta. Espantando al cuarteto de oro.
Emma quedó perpleja al ver cómo las varitas de Harry y Hermione volaron de sus manos, y aprovechando la situación, Sirius Black las recogió.
En ese momento, todos se quedaron helados, mientras veían como Emma se ponía de pie, con varias cortadas esparcidas en su rostro y leve sangre recorriendo en su boca. De los dos, ella era la que tenía el rostro con más rasguños de las ramas, mientras que Ron, era quien tenía huesos quebrados.
—Sabía que vendrían a ayudar a su amigo —dijo Sirius, acercándose con una voz ronca. Luego, dirigió su mirada a Emma—. La única manera que encontré de acercarme a ustedes fue fingiendo ser un perro desamparado. Tú me ayudaste, Emma. Su padre habría hecho lo mismo por mí —sonrió el hombre, dejando helada a la pelirroja—. Fueron muy valientes al no correr a buscar a un profesor. Muchas gracias. Esto hará que todo sea mucho más fácil.
¿Ella había ayudado y alimentado todo este tiempo a Sirius Black?
Harry rompió el silencio que se había formado con una risa sarcástica. En la mente del azabache solo estaba la posibilidad de poder asesinar al culpable de la muerte de sus padres. En medio de un impulso, Harry se comenzó a acercarse a Sirius, decidido a recuperar su varita.
Aunque antes de que pudiera hacerlo, Hermione lo agarró de los hombros. —¡No, Harry!.
—¡Quiero hacerlo, Hermione! —exclamó, soltándose con desespero—. Déjenme.
Decidido, Ron se dirigió a Sirius—: Si quieres lastimar a Emma o a Harry, tendrás que lastimarnos a nosotros también.
A pesar de su pierna rota, Ron se posicionó delante de todos, y aunque su voz sonaba débil, él no flaqueaba.
—Siéntate —le ordenó Sirius a Ron, en voz baja—: O será peor para tu pierna.
Esta frase dejó cierto desconcierto en la pelirroja. ¿Sirius Black preocupándose por Ron? ¿Es una clase de burla o algo similar? Cuando Emma se levantó, trató de ignorar cómo sus piernas temblaban. El hecho de que estuvo al lado de Sirius Black todo este tiempo es escalofriante.
—¿No me has escuchado? —repitió Ron débilmente, apoyándose en Emma para mantenerse en pie—. Tendrás que matarnos a los cuatro. No dejaremos que les hagas daño.
—Solo habrá un asesinato esta noche —confesó el hombre de mirada vacía.
—¿Por qué dices eso? —inquirió Harry a Sirius, tratando de liberarse del agarre de Hermione—. No te importó la última vez, ¿verdad? No te importó matar a todos esos muggles junto con Pettigrew —dio una pausa. Su tono de voz cambió rápidamente a uno burlón—. ¿Qué pasa, se te ha ablandado el corazón en Azkaban?
—¡Harry! —sollozó Hermione, con miedo—. ¡Cállate, por favor! ¡No quiero que te maten!
—¡Pero mató a nuestros padres!
El grito amargo de Harry resonó en todo el cuarto, dándoles escalofríos.
Gracias a la impotencia que sentía, logró zafarse del agarre de la castaña y se dirigió a toda velocidad hacia Sirius Black. Aunque este no levantó la varita ni hizo el mínimo intento para defenderse. Tal vez aún sorprendido por la determinación de Harry al enfrentarlo.
El azabache le dio un puñetazo en la mandíbula y ambos cayeron contra la fría pared. En defensa, Sirius intentó lanzar un hechizo a Harry, pero este se desvió.
Los gritos de Hermione y Ron sacaron a Emma del trance en el que se encontraba.
Corrió hacia ellos y trató de separar a Harry; no iba a permitir que perdiera el tiempo golpeando a Black.
—¡No! —Negó Harry, perdiendo la paciencia—. He esperado demasiado tiempo para esto, Emma. Déjame, por favor.
Aunque Harry intentaba convencerla, Emma no permitió que se manchara las manos de esa manera.
Con dolor, Sirius se liberó de Harry. Justo cuando intentaba alcanzar su varita, Ron y Hermione se lanzaron sobre su mano para evitar que lastimara a Harry. Al ver la varita de Harry en el suelo, Emma se apresuró a tomarla, pero Crookshanks la arañó antes de que pudiera hacerlo.
De inmediato, Emma se agarró su rostro ante el ardor que sentía. Era increíble como todavía seguía recibiendo más golpes.
La escena era caótica, todos luchando entre sí y los gritos cada vez se intensificaban, llenando la habitación de mucha tensión.
Cuando Emma vio a Sirius abalanzarse sobre Harry, la recorrió un escalofrío de preocupación. Sin pensarlo dos veces, se lanzó hacia adelante. Agarró el brazo de Sirius, tratando de separarlo de Harry antes de que las cosas se salieran completamente de control. Forcejeó un momento, hasta que logró jalar a Sirius y lo empujó hacia un mueble viejo.
Con el corazón latiendo demasiado rápido, Emma dejó que la adrenalina tomara el control.
Sin pensarlo dos veces, lanzó dos puñetazos directos a las mejillas de Sirius, seguidos de un golpe seco en su estómago, dejándolo jadeante y adolorido. Luego del golpe, pudo ver la sorpresa en los ojos de Sirius mientras el dolor se reflejaba en su rostro.
De repente, Sirius logró alejarse de la pelirroja, pero fue en vano cuando Hermione, Ron y Harry se lanzaron contra él, para desestabilizarlo.
Tratando de ignorar todo el dolor, Ron se lanzó hacia el suelo para alcanzar su varita, la cual estaba a una distancia bastante corta.
Con voz determinada, el pelirrojo alzó su voz. Callando a todos en la habitación. —¡Apártense todos!
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Ult. actualización
04/01/25
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