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01

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4:00 pm
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1993, tercer año

El día de los mellizos Potter transcurría como cualquier otro, hasta que sus tíos les informaron que tendrían visitas. Como era costumbre, los hicieron practicar las tareas y diálogos que cada uno tendría que decir.

Harry debía fingir que estudiaba en San Bruto, una institución de personas con problemas mentales en otras palabras, personas criminales En el caso de Emma, ella tendría que fingir que estudiaba en la Escuela de Damas Ilustres, una institución para chicas elegantes o chicas que querían serlo

Un nombre raro, pero fascinante para la familia Dursley.

Hoy, la familia recibiría la visita de Marge, la hermana de Vernon Dursley, y a pesar de que aquella mujer no era familiar de los mellizos, Vernon y Petunia los obligaban a llamarla "tía".

Esa mujer se había ganado el odio de los mellizos Potter porque siempre aprovechaba cualquier oportunidad o excusa para humillarlos; siendo Harry el principal blanco de sus tratos, lo que desesperaba a Emma.

El timbre de la casa sacó a la pelirroja de sus pensamientos y eso significaba que Marge había llegado.

—¡Marge, qué encantador verte! —saludó Petunia, con una voz chillona y fingida, antes de saludar a la hermana de su esposo en la mejilla.

A kilómetros se podía notar que ninguno de la familia se llevaba bien con la tía Marge, excepto Vernon, claro; sin embargo, Petunia y Dudley, el primo de ellos, hacían lo posible por soportarla y ser de lo más hipócritas para complacer a Vernon.

—Igualmente, Petunia —le respondió Marge, con voz irritante y una falsa sonrisa—. ¿A quién tenemos aquí? —preguntó, juzgando con la mirada a Emma, quien estaba al lado de Petunia con un pulcro vestido.

Siempre que la familia Dursley tenía visitas, la obligaban a vestirse con elegantes y ajustados vestidos. Al principio, a ella le encantaba sentirse como una princesa con sus vestidos amplios y llenos de color. Se maravillaba frente al espejo, soñando despierta con cuentos de hadas y princesas; sin embargo, esa sensación poco a poco desapareció. Los vestidos se volvieron incómodos y poco prácticos, sobre todo cuando estaba acostumbrada a usar la ropa sucia y desgastada de su primo, quien era tres tallas más grande que ella.

Entrecerrando los ojos, la mujer asintió en aprobación, mientras que su voz se ponía más severa. —La única hija normal de los Potter. ¿Cómo te ha ido en el colegio, eh? ¿Has aprovechado todo lo que Vernon y Petunia han hecho por ti, verdad?

Emma tragó con dificultad para evitar reírse, pero recomponiéndose, ella fingió sonreír. —Me ha ido bien. Hemos tenido muchas lecciones sobre modales, como el comportamiento social apropiado y también tutorías sobre los protocolos formales. Ya sabes, lo normal.

La tía Marge comenzó a asentir con su cabeza, en señal de aprobación. Incluso, los mellizos pudieron ver cómo hinchaba su pecho. —Enviarte a ese colegio fue por recomendación mía. Es claro que funcionó perfecto en ti.

—Tienes razón, hermana —aprobó el tío Vernon, colocando su brazo en la ancha espalda de su hermana—. Ahora vamos al comedor. Petunia hizo un delicioso almuerzo.

—Oye, tú —llamó la tía Marge a Harry mientras chasqueaba los dedos de manera despectiva—. Empieza a servir —ordenó como si nada, pero al ver que Harry se quedaba quieto, aplaudió—. Pero para hoy, niño. Hazlo rápido.

Cuando los tíos de Emma vieron que ella reprocharía, su tía Petunia intervino, lanzándole una mirada fulminante, logrando callar a la pelirroja, quien solo suspiró.

─ ⊹ ─

Después de lo que parecía una eternidad, había llegado la noche, así que el día se acabaría dentro de poco y ellos podrían ir a sus habitaciones. Ambos veían como la familia Dursley comía, pero ellos no. La familia tenía la costumbre de negarles comer en el comedor cuando habían visitas, aunque de todas formas, ninguno comía ahí. Las únicas veces que lo hacían, les tocaba escuchar miles de insultos o desprecios hacia ellos.

Durante la cena, escucharon comentarios groseros hacia los padres de los mellizos, lo cual no era nada raro; sin embargo, la pelirroja prefirió fingir que no escuchaba, mientras se apoyaba en la isla de la cocina y leía pacíficamente. Conforme más páginas leía, la voz de sus tíos disminuía y le traía más calma.

—¿Qué miras, eh, Harry? —desafió la mujer corpulenta al mayor de los mellizos. Llamando la atención de la pelirroja—. ¿Dónde estudia el chico?

—En San Bruto —respondió Vernon, nervioso—. Está en una excelente institución para casos perdidos como él.

Rodando los ojos, Emma le agarró la mano a su hermano para intentar brindarle calma y para evitar que tuviera un impulso. Suspirando, regresó su atención a sus libros.

—No te preocupes por cómo te salió este muchacho, Vernon —replicó la mujer, luego de tomar vino—. Es cuestión de la sangre. La otra muchachita tiene potencial, se puede corregir a tiempo con unos buenos manotazos. Por cierto, ¿su padre qué hacía, Petunia?

—Nada. No trabajaba —mintió, evitando la mirada de la hermana de su esposo—. Él era desempleado... Ya sabes, era un vago.

—Y que no se te olvide de que era un borracho —respondió Marge, riéndose y con un brillo burlón en sus ojos.

—¡Miente! —gritó Harry, soltándose del agarre de su hermana, quien se sobresaltó—. ¡Eso no es verdad!

Gracias al enojo del pelinegro, la copa que sostenía su Marge se quebró, logrando derramar su contenido en aquel mantel blanco.

Sus tíos giraron violentamente la cabeza hacia Emma, esperando que controlara a su hermano; sin embargo, solo recibieron un brusco encogimiento de hombros por parte de ella, dejando ver indiferencia.

—No se preocupen. Tengo mano fuerte —dijo Marge con tranquilidad, al ver como los mayores le dirigían una mirada preocupada—. Y en tu caso, muchacho, haroldo, debes entender que tus padres eran unos perdidos sin causa. Me alegro de que hayan muerto en ese acciden...

Con la ira en sus venas y voz firme, Emma dio un fin abrupto al comentario de Marge. ¡No te atrevas a decir una palabra más porque te juro que...!

Las luces comenzaron a parpadear mientras Emma, respirando con dificultad, sentía como la habitación se ponía más fría y la ira crecía más y más en su interior, al igual que en el de Harry.

Todos en esa habitación observaron con asombro cómo las extremidades de Marge empezaban a hincharse poco a poco, hasta que todo su cuerpo parecía un globo. Los elegantes collares que portaba en su cuello se rompieron inmediatamente, y una de las piedras salió disparada, golpeando a Dudley en el ojo.

—¡Dudley! —Gritaba Petunia, con los ojos impregnados de preocupación al ver como su hijo se caía al suelo.

Entre gritos, Vernon trataba de sujetar a su hermana, quien gracias al hechizo involuntario de los mellizos, ahora flotaba en el techo de la habitación. —¡Marge! ¡Regresa! ¡Baja, Marge!

Todo era un desastre. Marge, con los ojos llenos de asombro, se sujetaba con desespero de cualquier cosa a su alcance, fallando en el intento. Los muebles comenzaron a temblar y poco a poco, su cuerpo se dirigía a la puerta trasera, la cual, por casualidad, estaba abierta.

En el patio, Vernon sujetaba las piernas de su hermana, luchando para mantenerla a tierra mientras su cuerpo seguía inflándose sin control. El viento soplaba con fuerza, impidiéndoles quedarse quietos.

A pesar de todo su esfuerzo, Vernon no logró sujetar a su hermana, y gracias a eso, Marge se soltó de su agarre, ascendiendo rápidamente hacia el cielo, en donde estaría flotando durante mucho tiempo.

─ ⊹ ─

En la habitación de Harry, el azabache se encontraba pateando cualquier mueble que se cruzaba en su camino, alarmando a la pelirroja.

—Te vas a lastimar, Harry. No hagas eso —negó la chica de pecas, aunque suspiró cuando vio a Harry sentarse en su cama con la cara llena de frustración—. Te entiendo, ¿sí? Esa señora se pasó, pero debes calmarte.

Suspirando, Harry hizo una mueca. —Lo sé, Emma, pero no puedo simplemente quedarme ahí y dejar que insulten a nuestros padres —negando con la cabeza, preguntó al aire—: ¿Por qué tienen que ser crueles con nosotros?

Emma pudo notar que los puños de Harry estaban siendo apretados con rabia, aunque su expresión mostraba mucha tristeza y confusión. Estaba claro que a ambos les habían dolido esas últimas palabras. Emma podía soportar todo, pero ¿qué tipo de persona se alegraba porque alguien falleciera? Eso ya era el límite.

—No podemos cambiar a esa mujer, Harry —continuó Emma, con un suspiro resignado—. Sabes cómo son y estoy segura de que esto no se quedará así, entonces...

Al levantar la mirada, Harry vio como su hermana veía hacia un punto fijo, parecía concentrada, pero alarmada a la vez. Cuando iba a preguntar, su hermana lo interrumpió, levantándose abruptamente.

—Empaca tus cosas, Harry —pidió, con suavidad al mismo tiempo que agarraba un baúl del armario de su hermano. Al sentir una mirada confusa en ella, comenzó a explicar—: Sabes lo que nos espera si nos quedamos aquí. Ellos se volverán locos, Harry. Debemos irnos, ¿no crees?

Los ojos de Harry se iluminaron de inmediato y una sonrisa remplazó aquella expresión tensa que cargaba. Pasar el resto de las vacaciones sin los Dursley parecía un plan fantástico.

─ ⊹ ─

—Devuelvan a Marge o no salen —ordenó Vernon, corriendo hasta la puerta principal, bloqueándoles el paso. Al verlo bien, se dieron cuenta de que estaba sudando y suspirando pesadamente.

Levantando su varita y con voz firme, ella respondió—: Sigue tapándonos el camino y no respondo.

Con los ojos muy abiertos, él tartamudeó, comenzando a flaquear. —N-No puedes hacer magia fuera de ese lugar, Charlotte.

—¿Sabes que, de todas formas, me da igual, no? —se burló ella, alzando más su varita con determinación—. Apártate de nuestro camino.

Emma era conocida por su firmeza y determinación. Vernon sabía que no sería fácil persuadirla, de hecho, jamás lo había sido. Desde pequeña, había demostrado una habilidad innata para conseguir lo que se proponía. Como si lo llevara en la sangre.

—Debí haberlos dejado en un orfanato, muchachos —masculló el hombre con veneno en su voz, viendo cómo Harry era el último que salía de la puerta—, aunque nadie los hubiera querido aceptar.

─ ⊹ ─

Luego de caminar por varios minutos, decidieron parar en una banqueta, justo atrás de un parque. No tenían a donde ir, por lo que se quedaron abrazados por un tiempo, tratando de buscar consuelo en silencio.

A pesar de la oscuridad y el silencio que envolvía la noche, Harry escuchó el crujir de las ramas, desconcertándolo, ya que se encontraban totalmente solos. A medida que el sonido se intensificaba, su corazón latía con más fuerza. Por más que trataba ver qué era ese ruido, solo podía ver oscuridad.

—Emma —susurró él, al notar que su hermana se había quedado dormida en su hombro.

De inmediato, todos los juegos del parque comenzaron a moverse con demasiada intensidad. Los metales rechinaban, el viento estaba más agitado de lo normal y los árboles parecían mucho más altos de lo que eran.

El gruñido de un perro rompió el silencio, despertando a Emma de golpe. Se incorporó rápidamente, desorientada al ver como su hermano se encontraba tenso. Por instinto, Harry agarró la mano de su hermana y se levantaron de golpe al ver que el perro quería acercarse hacia ellos. Torpemente, Harry metió su mano en su bolsillo, tratando de buscar su varita para poder defenderse en caso de ser necesario.

Ambos se imaginaban lo peor: ¿Mordeduras? ¿Sus muertes? ¿Un hombre lobo? O tal vez solo era perro callejero con hambre o agresivo, pensó Emma; sin embargo, todo eso se vio interrumpido por el sonido de una bocina, y cuando giraron su cabeza, vieron como un autobús se dirigía a toda velocidad hacia ellos. Cerraron los ojos esperando lo peor, pero nunca sucedió, ya que algo los empujó hasta el pasto.

De aquel autobús, salió un joven con cabello pelirrojo y pecas en la cara. Con voz monótona, dijo—: Bienvenidos al
«Autobús Noctámbulo» Transporte de emergencia para el brujo o bruja abandonado. Me llamo Stan Shunpike y seré su guía esta noche —suspiró, viendo finalmente a los mellizos—. ¿Qué hacen ahí tirados?

—Nada —cortó Emma, levantándose y ayudando a su hermano a incorporarse—. Subamos, Harry.

Al entrar, los mellizos se sorprendieron de inmediato. ¡Jamás habían visto algo así! Era un vehículo mágico de tres pisos, color morado oscuro. Era extremadamente largo, y angosto. Incluso tenía ventanas de vidrio que iban desde el techo hasta el suelo.

—Es justo como lo describen en los libros —susurró la pelirroja, viendo todo con asombro.

No sabían qué harían luego de esa noche, pero tenían certeza de que no estarían solos, porque siempre se tendrían el uno al otro.

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últ. actualización:
20/12/24

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