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capítulo 10: dos palabras, 5 letras.

Jungkook estaba tumbado en su cama, sintiendo como si el mundo estuviera girando a su alrededor. Cada latido de su cabeza era un tambor sordo que resonaba en sus sienes, y su estómago le recordaba que la noche anterior había sido un caos absoluto. Cerró los ojos, intentando ahogar el remolino de pensamientos y el dolor que lo atormentaba, sabía que tenía la peor resaca de su vida.

El suave crujido de la puerta lo sacó de su dolorosa introspección, y al abrir los ojos, vio a Seokjin entrando en la habitación con un vaso de agua en la mano.

—¿Cómo estás? —preguntó Seokjin con voz suave, acercándose con cuidado.

Jungkook apenas tuvo fuerzas para contestar. Su cabeza parecía un campo de batalla, y el solo hecho de moverla le provocaba mareos. Tomó el vaso que Seokjin le ofrecía y lo vació de un solo trago, sintiendo cómo el agua fría lo aliviaba.

—Vaya, tenías sed. —comentó Seokjin, observando cómo su hermano dejaba el vaso vacío en la mesita junto a la cama.

—Sí... Gracias por todo. —murmuró Jungkook, sus palabras arrastraban cansancio y un poco de culpa—. Y... disculpa si ayer llegué tarde.

—No te preocupes, Koo. Todos cometemos errores. —dijo Seokjin, sentándose al borde de la cama—. Pero igual estás castigado, sabes que las horas de llegada en esta casa se respetan. Al menos me hubieras mandado un mensaje para no estar tan preocupado.

Jungkook sabía que Seokjin tenía toda la razón. Había sido irresponsable, no solo con él mismo, sino con aquellos que se preocupaban por él. De todas las personas en su vida, Seokjin era el que siempre estaba ahí, sin importar cuán bajo cayera.

—Está bien, acepto el castigo. —respondió con un suspiro pesado—. Pero, ¿Puedo cumplirlo después? Ahora estoy muy cansado.

Seokjin lo observó por un momento, evaluando el estado de su hermano. Al final, asintió con una pequeña sonrisa, aunque en su expresión había algo que Jungkook no pudo identificar de inmediato.

—De acuerdo. —dijo, pero su tono cambió ligeramente, volviéndose un poco más nervioso—. Igual tu castigo no es cumplir algo en específico...

Jungkook inclinó la cabeza confundido, esperando que Seokjin explicara las cosas claramente.

—¿Te acuerdas del jarrón que papá y mamá tienen en la sala?

El jarrón.

¿Cómo olvidarlo?

Era una pieza que sus padres atesoraban, comprada en una exclusiva exhibición de arte durante su aniversario. Una vez, Jungkook había bromeado diciendo que sus padres amaban más ese jarrón que a sus propios hijos, y aunque todos se rieron, había una pizca de verdad en sus palabras.

—Sí, el favorito de mamá y papá. —contestó el pelinegro sin saber porque mencionaba ahora el jarrón.

Seokjin esbozó una sonrisa nerviosa, sus ojos evitaban el contacto directo con los de su hermano mientras intentaba encontrar las palabras correctas.

—Bueno... lo rompí.—confesó finalmente, con una mueca de arrepentimiento—. Y tú le vas a decir que lo rompimos los dos. Para que la culpa sea mutua y nos griten a ambos.

—¡¿Qué?!, ¿Qué hiciste qué? —gritó Jungkook asustado—. No, dime qué es una broma por favor.

Jungkook parpadeó, intentando procesar lo que acababa de escuchar. La combinación de la resaca y la sorpresa lo dejó sin palabras por un momento.

—¿Tú rompiste el jarrón de mamá y papá? —repitió, como si necesitara confirmarlo.

Seokjin asintió lentamente, con una expresión de culpa en el rostro.

—Sí... estaba limpiando la sala y, ya sabes cómo soy, me tropecé con la alfombra y... bueno, el jarrón no sobrevivió. —suspiró, mirándolo con ojos suplicantes—. Sé que es mucho pedir, pero si les decimos que lo rompí solo yo, podrían desterrarme... o peor, obligarme a escuchar sus sermones por horas. Pero si decimos que lo rompimos juntos, se repartirán las quejas entre los dos. ¿Qué dices, Koo?

¿Por qué su suerte parecía haberse torcido últimamente? Todo parecía estar yéndose a la mierda.

—¿Sabes, Jin? —murmuró finalmente, dejando escapar un suspiro que parecía llevarse con él el poco aire que le quedaba en los pulmones—. Creo que mi suerte está de vacaciones, y no sé cuándo va a volver. Pero está bien —continuó Jungkook, haciendo un esfuerzo por encontrar algo de fortaleza en su interior—. Vamos a enfrentar esto juntos.

—¡Eres el mejor! —agradeció Seokjin abrazándolo—. Bueno, te dejo descansar. —se despidió dándole un beso en la frente.

Sus padres los iban a asesinar a ambos.

—Ah, verdad —habló Seokjin apareciendo de nuevo en la habitación y perturbando la tranquilidad de Jungkook otra vez—. ¿Te acuerdas que me dijiste que no podías expresarle a Jimin tus sentimientos?

—Si... —asintió el pelinegro metiéndose debajo de sus sábanas con desánimo.

—Bueno, como te dije, te voy a ayudar. Y de hecho, ¡Ya te ayudé! —exclamó Seokjin, levantando las manos como si acabara de anunciar algo grandioso.

Jungkook sintió una repentina presión en el pecho, como si un mal presentimiento se apoderara de él, pero antes de que pudiera preguntar, Seokjin soltó la bomba.

—Ayer estaba pensando... No puedes decirle en la cara a Jimin que lo amas, pero sí puedes escribirlo, así que, hoy en la mañana, le envié las cartas que le escribías a Jimin para...

Jungkook había olvidado que había escrito cientos de cartas sobre el amor que tenía con Jimin, sintió cómo su mundo se desmoronaba en un instante

—¿Qué acabas de decir? —preguntó, con la voz temblando, sin poder creer lo que escuchaba.

—Ya sabes, las cartas que le escribías a Jimin pero que nunca le diste. Pensé que sería una buena idea enviárselas, así que lo hice esta mañana. Ahora solo tienes que hablar con él. ¡Buena suerte! —animó con una sonrisa, dando la vuelta para salir de la habitación

¿Qué había hecho Seokjin? Su cuerpo, antes abatido y sin energía, ahora se encontraba al borde de un colapso nervioso. De inmediato, se levantó de la cama, su cuerpo estaba moviéndose por pura adrenalina. Se vistió a toda prisa, arrojando un pantalón y una camiseta sobre su cuerpo aún tembloroso.

Las palabras de Seokjin resonaban en su mente, aumentando la presión en su pecho con cada segundo que pasaba.

—¡Jin! —gritó desesperado mientras corría tras él—. ¿Qué acabas de hacer? ¿Tienes idea de lo que has hecho? Yo... no estoy preparado para esto. ¡No puedo enfrentarme a Jimin así! ¡No ahora!

Seokjin, manteniendo su calma habitual, solo alzó los hombros con indiferencia, como si la situación no tuviera la gravedad que Jungkook claramente sentía.

—Ya está hecho, Koo. No hay vuelta atrás. Además, el cartero ya tiene las cartas. No puedes hacer nada al respecto.

Esas palabras resonaron en la mente de Jungkook como un eco aterrador. El suelo bajo sus pies parecía desaparecer, dejándolo en caída libre. El cambio que había decidido emprender, ese proceso lento que estaba planeado para mejorar y afrontar sus problemas paso a paso, había sido lanzado por la ventana sin su consentimiento.

Lo peor de todo es que Jimin estaba enojado con él. Esas cartas... Esas cartas no podían llegar a sus manos. No podía arriesgarse tanto. No ahora.

—No... —susurró, más para sí mismo que para Seokjin—. No puedo dejar que Jimin lea esas cartas... Tengo que evitarlo...

Sin pensarlo dos veces, salió corriendo de la casa, ignorando los gritos de Seokjin que intentaban detenerlo. Corrió con todas sus fuerzas, cada paso alimentado por la desesperación. Ni siquiera se detuvo cuando una de sus pantuflas se quedó atrás en el camino; todo lo que importaba era llegar a tiempo, detener lo que su hermano había puesto en marcha.

El paisaje a su alrededor era un borrón; su mente solo podía concentrarse en una cosa: llegar a la casa de Jimin antes que el cartero, evitar que esas cartas llegaran a sus manos.

La idea de que Jimin pudiera leer esas cartas, escritas en momentos de profunda vulnerabilidad, cuando sus sentimientos estaban al desnudo, lo aterrorizaba. No podía permitir que eso sucediera, no cuando su relación con Jimin estaba tan frágil, tan llena de malentendidos y heridas recientes.

El miedo lo guiaba, y aunque una parte de él sabía que no podía escapar para siempre, en ese momento, lo único que importaba era evitar lo inevitable, al menos por un poco más de tiempo.

Jungkook apenas podía sentir sus pies mientras corría a toda velocidad, era un mar de sudor y tenía mucha sed, en cualquier momento se podía desmayar de cansancio. Él no era una persona atlética, pero en estos momentos está dando todo de él.

Finalmente, después de lo que parecieron siglos de agonía, la casa de Jimin apareció ante sus ojos. Sus pulmones ardían y su visión estaba nublada, aún así no se detuvo.

Al doblar la última esquina, divisó al cartero, quien acababa de entrar en el patio de la casa de Jimin. Jungkook sintió cómo su corazón se paralizaba por un instante, como si el mundo entero se hubiera detenido.

El cartero sostenía la correspondencia en sus manos, y entre ellas, las cartas. Sus cartas.

—¡Oye tú! —gritó con la voz rota, intentando captar la atención del hombre antes de que fuera demasiado tarde—. ¡Deje eso!

El cartero se giró, sorprendió, y observó con preocupación al joven que se acercaba a toda velocidad, descalzo y visiblemente alterado. Jungkook, con la respiración entrecortada y el miedo reflejado en sus ojos, se detuvo justo frente a él.

—Disculpe, joven, mi trabajo es entregar esto. —dijo el cartero, señalando la pila de cartas que llevaba en sus manos—. No puedo simplemente no entregarlas.

—Por favor. —suplicó Jungkook quebrado por el miedo y la desesperación—. No puede entregarlas. No puede.

El cartero lo miró con lástima, pero negó con la cabeza, decidido a cumplir con su deber.

—Lo siento, no me vas a convencer con nada, no puedo...

Antes de que el cartero pudiera terminar la frase, Jungkook, movido por un impulso que ni él mismo entendió, se abalanzó sobre él, extendiendo sus manos hacia las cartas con una desesperación ciega. Todo lo que importaba en ese momento era arrebatarlas, evitando que sus sentimientos fueran expuestos de esa manera.

El cartero, sorprendido por la ferocidad del joven, intentó apartarse, pero la fuerza de Jungkook, alimentada por el miedo, fue suficiente para desequilibrarlo. Ambos cayeron al suelo con las cartas volando por el aire, esparciéndose por el patio como hojas al viento.

—¿Por qué acabas de empujar al cartero? —preguntó Jimin apareciendo por su puerta, desconcertado por lo que había visto.

Jungkook abrió la boca, pero antes de que pudiera decir algo, el cartero, recuperándose del inesperado empujón, se levantó, sacudiéndose el polvo del uniforme.

—No sé cuál es la razón. —contestó el cartero, lanzando una mirada acusadora hacia Jungkook—, pero, niño, estás loco.

Con una mezcla de enojo y desconcierto, el cartero se dio la vuelta y se marchó, dejándolos solos en el patio. La tensión entre los dos amigos era palpable. Jungkook sintió cómo el miedo le estrangulaba el pecho, y la vergüenza de su comportamiento comenzaba a calar en él.

—¿Qué acaba de pasar? —Jimin se inclinó para ayudar a Jungkook a ponerse de pie—. ¿Por qué no tienes zapatos? Y... espera, ¿En esa hoja dice mi nombre? —La voz de Jimin se llenó de curiosidad cuando sus ojos se posaron en una de las hojas arrugadas que habían caído al suelo.

En un instante, Jimin soltó a Jungkook y tomó la hoja con su nombre. El tiempo pareció detenerse mientras sus dedos sostenían ese papel.

—Es una carta... —murmuró Jimin observando el trozo de papel—. ¿Y es para mí?

"Oh, rayos", pensó Jungkook, sintiendo cómo una ola de pánico lo golpeaba con fuerza. Esto no tenía que estar pasando. Había intentado todo para evitarlo, pero ahora el destino le jugaba la peor de las pasadas.

—¡No! —gritó el pelinegro desesperado mientras arrebataba la hoja de las manos a Jimin—. Eso no es para ti.

—¿Por qué...? —cuestionó Jimin apenas en un susurro cargado de una intensidad que golpeó a Jungkook como una bofetada—. ¿Por qué no me deja leerlo? ¿Por qué estás tan desesperado por esconder algo de mí?

—No... no es lo que parece. —tartamudeó sintiendo cómo el pánico comenzaba a apoderarse de él. La carta que Jimin había leído, aunque sólo fuera una palabra o una frase, podría haber revelado demasiado. Demasiado sobre lo que sentía, demasiado sobre lo que había estado ocultando todo este tiempo... y eso lo aterrorizaba.

Jimin, aún con el ceño fruncido, dio un paso hacia él. Su postura era rígida, sus puños apretados a los costados. Parecía debatirse entre la incredulidad y la necesidad de entender.

Pero más que nada, había dolor en su expresión, un dolor que hizo que el pecho de Jungkook se apretara.

—Si no es lo que parece, entonces explícame, Jungkook. —articuló Jimin con una firmeza que sólo aumentaba el nerviosismo del pelinegro—. ¿Por qué fingiste ser novio de Yoongi y no me lo dijiste? ¿Por qué estás en mi casa? ¿Por qué escribes cosas tan lindas sobre mí? y sobre todo... ¿Por qué no me puedes decir que me amas a la cara?

Ok, tiempo fuera. El cerebro de Jungkook había entrado en un ataque de pánico.

—Jimin, lo siento por mentir. No era mi intención, Yoongi me dijo...

—Lo de Yoongi es lo que menos me importa ahora. —Jimin lo interrumpió bruscamente, con un tono corto que dejó a Jungkook en shock. Lo empujó con una fuerza que no era solo física, sino que también reflejaba todo el dolor y la frustración acumulada—. ¿No lo entiendes? Solo me mientes y escribe tus sentimientos en una hoja, escondiéndolos, cuando tienes la oportunidad de decirlo en mi cara y poder decirte que sí. ¡No es tan difícil, Jungkook! —el rubio exhaló profundamente, intentando contener las lágrimas que amenazaban con brotar. Su voz temblaba, pero no se quebró del todo—. Sé que no soy un santo. Yo también he estado confundido sobre mis sentimientos. Mi mamá me recomendó explorar mis opciones, pero yo ya estaba seguro de que eras tú. —su voz se apagó mientras se limpiaba las lágrimas que finalmente comenzaron a caer—. Siento que esto se está complicando cada vez más, y nos herimos mutuamente. No quiero que sea así, por favor.

—Jimin, ¿De verdad...?

—Basta, por favor, no hables más... solo... —Jimin lo interrumpió nuevamente, pero esta vez lo hizo con un gesto inesperado, abrazándolo con fuerza, como si temiera que se desvaneciera en el aire. Levantó su cabeza, quedando cara a cara con Jungkook, con sus ojos brillantes de esperanza y desesperación—. Dos palabras, y cinco letras... dilo y soy tuyo.

Te amo.

Te amo.

Te amo.

Esas palabras resonaban en la cabeza de Jungkook, como un mantra que lo consumía por completo. Las había escrito innumerables veces en las cartas que ahora estaban esparcidas por el suelo, y las había repetido en su mente más veces de las que podía contar. Pero decirlas en voz alta... eso era otra cosa.

Miró a Jimin, viendo la súplica en sus ojos, el nerviosismo que lo hacía presionar sus lindos labios. Y, sin embargo, cuanto más lo miraba, más fuerte se hacía el nudo en su estómago.

Todo lo que tenía que hacer era decirlo. "Te amo." No obstante, ¿Era suficiente? ¿Sería suficiente para alguien como Jimin? Jungkook no tenía el dinero para invitarlo a citas elegantes como Namjoon, no era tan inteligente, no era gracioso y no era tan guapo como otros chicos que Jimin podría elegir. ¿Y si lo aburría? Una cosa era ser amigos, pero otra muy diferente era ser novios. ¿Qué pasaría si Jimin se arrepentiera? Si lo dejaba... Jungkook perdería a su amigo y a su amor al mismo tiempo.

¿Y si no era lo suficientemente bueno?

—¿Koo? —Jimin acarició el rostro de Jungkook con ternura, intentando conectarse con él, intentando darle el valor que necesitaba.

Pero Jungkook estaba paralizado, atrapado en su propio infierno personal. Sabía que Jimin estaba esperando esas palabras, las necesitaba, pero por más que lo intentara, no podía pronunciarlas. El miedo lo mantenía atado, inmovilizado por la ansiedad y la inseguridad.

Dolia. Dolía más de lo que había esperado.

El cansancio, la sangre en sus pies, las ganas de llorar, y la abrumadora sensación de fracaso lo desbordaron. Cada segundo que pasaba lo hacía sentir más pequeño, más insignificante.

Jungkook sintió que iba a explotar... y, como siempre, cuando la presión se volvía demasiado, hizo lo único que sabía hacer: huyó.

—Lo siento... —murmuró, apenas audiblemente, antes de girar sobre sus talones y salir corriendo, dejando a Jimin solo, con el corazón roto y las cartas esparcidas por el suelo, en un escenario tan dolorosamente deprimente que parecía sacado de sus peores pesadillas.

Jungkook corrió, pero no pudo escapar del dolor que lo consumía. ¿Por qué era tan difícil? Se maldijo a sí mismo una y otra vez. No era el mundo el que lo hacía sufrir, no eran las circunstancias ni las personas a su alrededor. Su mayor enemigo, el único obstáculo que realmente lo mantenía atrapado en esa espiral de sufrimiento, era él mismo. Y no sabía cómo vencerlo.

El mayor enemigo de Jungkook, es Jungkook. 



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