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Como los pingüinos.

La nieve caía esa fría tarde.

El Angel's Voyage y su tripulación se encontraban en una de las zonas más heladas de No Place.

¿Qué estarán haciendo allí? La respuesta es simple, como buenos piratas que eran, siempre estaban en búsqueda de tesoros.

Esta era una de estas veces.

Batten, Black Rose y Sails estaban por embarcarse hacia una pequeña isla que habían descubierto hace unos días.

—Muy bien, camaradas.— Habló Dread a su tripulación —¿Listos para otra búsqueda del tesoro?

—¡Sí, capitán!— Respondieron las dos féminas del equipo haciendo una pose militar.

—¡S-Sí, capitán!— Exclamó el miembro más pequeño de la tripulación, tratando de imitar a sus compañeras mientras se colocaba torpemente su abrigo, fracasando en el intento y cayendo estrepitosamente al suelo de madera.

—Por las barbas de Poseidón, zorro, déjame ayudarte.— El rojizo rápidamente acudió en ayuda del más chico, ayudándolo a levantarse y colocarse su abrigo.

—Gracias...— Murmuró en voz baja el ámbar.

—Deben abrigarse bien, no quiero que se congelen allá afuera.— Habló al terminar de acomodar el gorro de lana sobre la cabeza del blondo para luego darle unas palmaditas en los hombros.

Después de eso, Dread continuó explicando algunas cosas, sin embargo, Sails había dejado de escuchar lo que decía y enfocó toda su atención en su rostro, sus expresiones, en ese colmillo de oro sobresaliendo en su atractiva y magnética sonrisa.

Todo en él era perfecto.

Ah, el amor. Tan lindo pero complicado amor.

Así es, el marinero de las dos colas llevaba un buen tiempo enamorado del capitán del Angel's Voyage, sin embargo, jamás ha pensado en declararse.

Bueno, en realidad, sí lo ha pensado. Se atrevería a decir que muchas veces, pero nunca se animó a llevarlo a cabo. Había llegado a la conclusión de que su declaración debía ser creativa, única y especial, pero las ideas nunca llegaron a él, así que se obligó a guardarse su secreto, y con él se iría a la tumba si era necesario.

—En fin, ¡en marcha, todos!— El zorro pudo haber continuado atrapado en sus pensamientos, sin embargo, la palmada que el equidna le dió en su espalda lo devolvió a la realidad.

—¡Arr!— Sus compañeras salieron disparadas camino al bote.

—¡Ah, arr!— Sails se apresuró a seguirlas, sosteniendo el gorro sobre su cabeza.

El capitán simplemente atinó a reírse mientras despedía a sus camaradas con un ademán.

════ ⋆★⋆ ════

—¡Brr! ¡Hace tanto frío aquí afuera!— Mencionó el vulpino, abrazándose a sí mismo en busca de calor.

Ya habían llegado a la isla, y vaya que comenzaban a extrañar el barco.

El frío era mucho peor afuera, el viento fuerte, helado y acompañado de copos de nieve chocaba contra sus rostros y hacían que sus cabellos y ropas se movieron al mismo ritmo furioso.

—N-Ni que lo digas.— Respondió su compañera murciélago, que estaba igual de congelada que él.

—¡Chicos, miren!— Exclamó Black Rose de pronto, tomando de un brazo a Sails para que este le prestara atención. Se trataban de dos pingüinos sobre la nieve, probablemente eran de la zona. Uno de ellos sostenía una roca con su pico —¡Son pingüinos! ¡Y miren, le está ofreciendo una piedra!

—Y vaya que es una piedra preciosa.— Batten también se acercó a observar la escena.

Los tres se quedaron ahí parados, expectantes hacia a ambas aves, y entonces, de pronto, el otro pingüino tomó la roca y, luego de eso, ambos comenzaron a frotar sus frentes con afecto.

—¡La aceptó!— Exclamó la rosada, zarandeando a su compañero con emoción —¡Aceptó la roca!

—Ah... No entiendo.— Expresó el doble cola con confusión —¿Qué significa?

—¡¿Qué significa?!— Exclamaron sus dos compañeras al unísono.

—¿Eres un marinero de agua dulce o algo así?— Preguntó Batten riéndose y apoyándose en el menor.

—¡Por favor! ¿Cómo no vas a saber? Es un lenguaje universal.— Insistió Rose. Sails solo se encogió de hombros —Cuando un pingüino le ofrece una piedra a otro, significa que le está haciendo una propuesta de amor.

—¿Propuesta de amor?

—Si el otro decide tomarla, es señal de que acepta la propuesta.— Continuó Batten.

—Y... ¿Si la rechaza?

—Rechaza también la propuesta.

—Aunque este no parece ser el caso.— Dijo Rose en un tono cantarín mientras ensanchaba una sonrisa, observando como ambos pingüinos comenzaban a retirarse juntitos —¡Tengan una vida muy feliz, camaradas!

—En fin, ya perdimos mucho tiempo en esto.— Habló la murciélago —¡Mis alas comienzan a congelarse! Comencemos esa búsqueda de una buena vez.

—¡Arr!— Respondió la erizo con entusiasmo.

—Sí... Arr...— El doble cola lucía pensativo frente al relato recién contado.

—Este será nuestro punto de encuentro.— Declaró la albina, al mismo tiempo que clavaba una bandera con la silueta de Dread –similar a las velas del Angel's Voyage– sobre la nieve —¡Ahora, en marcha!

Así, los tres emprendieron rumbo por rutas distintas.

Durante todo el recorrido, Sails se mantuvo pensativo sobre la historia que Batten y Black Rose le contaron.

Así que, regalar una piedra a su enamorado, ¿uh?

Era creativo, único y especial sin dudas.

—Espera... ¡Eso es!— Exclamó de pronto, como si le hubiese llegado alguna especie de señal divina —¡Es lo que he estado buscando–!

Sails se detuvo. Sin darse cuenta, había llegado a la entrada de una enorme cueva.

Curioso, el zorro se asomó con cautela, encontrándose con suelos y paredes repletos de pequeñas piedras preciosas, brillantes y de diversos colores.

—Wow...— Pronunció, anonadado, decidiéndose a entrar a la cueva.

Jamás había visto algo así antes.

Sus orejas se movieron hacia arriba al escuchar pasos y fue cuando se dió cuenta de que no estaba solo.

Al bajar la mirada, se encontró con un pingüino, uno distinto de los dos que había visto allá afuera, lo supo por su color que, a diferencia de los negros de panza amarilla de hace un momento, este tenía tintes rojos en su pelaje y pico.

Al parecer los pingüinos abundaban por la zona. Típico del Polo.

—Uh... Hola, amiguito. ¿Buscas una piedra para tu enamorado o enamorada?— Saludó, acuclillándose a la altura del ave, quien le respondió con un graznido, cosa que Sails tomó como un “sí” —Sí... También yo.

Se levantó y comenzó a buscar entre todas las rocas bonitas que se hallaban en la cueva la indicada.

Porque no podía ser cualquier piedra, no, debía ser la más hermosa, tal y como lo era el equidna.

Se mantuvo un buen rato en su búsqueda, recolectando algunas opciones y descartando otras.

Y entonces, la encontró. Una preciosa piedra de color morado. Era pequeña y ovalada, casi del tamaño de una pupila.

« Como los ojos de Dread »

El marinero la tomó con cuidado y la observó con adoración.

—Es... Perfecta.— Dijo con una sonrisa y, cuando se dió la vuelta, se dió cuenta de que el pingüino también tenía una en su pico. Era azul y con una forma parecida a la de un cristal —Vaya, veo que tú también ya te decidiste por una.— Sails le acarició la cabeza —Es muy bonita, estoy seguro de que a tu enamorado le gustará y aceptará tu propuesta de amor. ¡Ahora ve a entregársela!

El pingüino hizo un movimiento con su cabeza, uno muy parecido a un asentimiento, y salió de la cueva a paso rápido.

El zorro observó al ave irse y se llevó la piedra hasta el pecho, donde estaba su corazón, mientras la acariciaba con sus dedos enguantados.

—Solo espero que él acepte la mía también...

Luego de haber encontrado lo que buscaba, Sails abandonó la cueva, camino a reencontrarse con sus compañeras en el punto de encuentro.

Durante todo el recorrido de vuelta, se mantuvo apreciando la pequeña piedra, pensando en si a Dread le gustaría, qué palabras usaría al dársela y esas cosas, incluso recordando la vez que se conocieron, no pudiendo evitar sonrojarse y sonreír como idiota.

Y de repente... Pensó en la posibilidad de que el equidna rechazara su propuesta.

Eso le hizo detenerse y todo rastro de felicidad de esfumó, dando paso a la inseguridad.

—¡Sails!

Una vez más, sus pensamientos eran interrumpidos, esta vez por unos gritos a lo lejos. Eran sus compañeras, quienes le gritaban y hacían señas desde el punto de encuentro.

Sails escondió la piedra en su bolsillo y fue corriendo hacia ellas.

—¡¿Dónde estabas?!— Exclamó la murciélago —¡Llevamos mucho tiempo esperándote!

—¡Sí!— Rose estuvo de acuerdo —Más vale que traigas un buen tesoro como para demorarte tanto.

Sails se golpeó la cara mentalmente. ¡Qué idiota! Debió llevarse más piedras de la caverna para no llegar al barco con las “manos vacías”.

—Uh... L-Lo siento mucho, chicas, no encontré nada.— Mintió, pensando en una excusa creíble por su tardanza —Y-Yo, ¡me distraje viendo los lobos marinos de la zona, sí!

—Agh, tú y tu fijación con las focas.

—Lobos marinos.— Corrigió.

—Sí, sí, como sea. Da igual si no trajiste un tesoro, porque nosotras tampoco logramos encontrar nada.

—Esto fue una pérdida de tiempo.— Suspiró Batten quitando la bandera de la nieve —Será mejor que volvamos, el capitán debe estar esperándonos.

Sin decir una palabra más, los tres se dirigieron hasta el bote y comenzaron a remar de vuelta al barco.

Sails sostenía firmemente la piedra dentro de los bolsillos de su abrigo.

Esperaba que todo saliera bien.

════ ⋆★⋆ ════

La noche cayó en No Place.

Hace rato que Batten y Black Rose habían caído en un sueño profundo, se supone que apenas pasara eso, Sails debía levantarse e ir a ver al capitán para poner en marcha su plan.

Pero ahí seguía, cómodo en su cama, mirando la piedra brillante entre sus manos mientras seguía pensando en todos los escenarios catastróficos posibles.

« ¿Y si me rechaza? »

« ¿Y si cree que soy estúpido? »

« ¿Y si me echa del barco? »

—Suficiente.— Dijo en voz medianamente alta, lo suficiente para callar las voces en su cabeza y a la vez no despertar a sus compañeras de cuarto.

Decidido, finalmente se levantó de la cama y abandonó la recámara, encontrándose con Dread al timón del barco.

—Capitán.— Saludó, escondiendo ambas manos detrás de su espalda.

—¿Sails?— El rojizo se sorprendió de ver a uno de su tripulación aún en pie —¿Qué haces despierto a estas horas?

—Yo... Quería decirle algo.

—¿Uh?

—Verá, yo...— El menor desvió la mirada y comenzó a mover uno de sus pies con nerviosismo por lo que estaba a punto de decir —Mentí.

—¿Mentiste?— El equidna soltó un momento el timón y se cruzó de brazos, observando al blondo con el ceño fruncido —¿Sobre qué?

—Sobre no hallar ningún tesoro en esa isla. En realidad, yo sí encontré algo y... Estaba esperando el momento perfecto para dárselo.

El vulpino reveló la hermosa piedra que escondía detrás de él. Al equidna se le iluminaron los ojos al verla.

—Vaya, es... Preciosa.— Dijo con una sonrisa.

Él la tomó y comenzó a apreciarla desde distintos ángulos.

Ambos piratas guardaron silencio durante unos segundos, hasta que el menor retomó la palabra.

—Usted alguna vez ha oído... ¿Sobre las propuestas de amor de los pingüinos?

A Dread se le borró la sonrisa con sus palabras. Sails se asustó muchísimo al ver como el capitán se alejaba de él para ver el cielo en su lugar.

Sus orejas se agacharon, sintiéndose angustiado y confundido por la reacción del mayor.

Lo había arruinado, ¿verdad?

—Cuando un pingüino le ofrece...— Habló Dread de pronto, sin mirarlo aún, dejando la oración a medias.

—...una... piedra a otro...— Continuó Sails —Significa que...

—Le está haciendo una propuesta...— Ambos dijeron al mismo tiempo y, por la sorpresa, voltearon a verse directamente a los ojos.

—De amor.— El rostro del menor enrojeció por completo —Ja, ja, bastante tierno, ¿no lo cree, capitán?

—Bastante audaz, diría yo.

—B-Bueno, eso era todo, será mejor que yo... Me vaya a dormir ahora.

El vulpino estaba por huir de la escena echando humos por la vergüenza, pero la voz del mayor lo detuvo.

—Sails, espera.

El blondo quedó petrificado en su lugar. Volteó lentamente, esperando lo peor.

—¿Sí, capitán?— Murmuró.

—Nosotros no somos pingüinos, ¿o sí?

—No, no lo somos...— Las orejas del zorro volvieron a agacharse —Perdón.

—Sin embargo.— Interrumpió —Siempre me gustó la metáfora.

Sails volvió a levantar la vista con un brillo especial en sus ojos.

—Eso... ¿Significa...?

—Acepto la piedra, muchacho.— Dijo con una sonrisa —Así como acepto tu... Propuesta. Acércate.

El marinero hizo caso y, a paso lento y tímido, se acercó hasta el capitán.

Ambos se quedaron mirándose un largo rato. Y de pronto, sintieron como de a poco la atracción se apoderaba de ellos.

Sails se colocó de puntillas y ambos piratas compartieron un beso en los labios.

Así, bajo la luz de la luna de ese treinta y uno de Agosto, sellaron una promesa de amor y compromiso.

Justo como los pingüinos.

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Dedicado a mi hijo _Dav3_
Feliz cumpleaños. 🥳💕

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