Ꜥꜥֶָ֢🪷ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo O7
Conforme los días pasaban, TaeHyung y JungKook se volvían cada vez más unidos, como si un hilo invisible los acercara con cada interacción. Al principio, sus encuentros eran simplemente cordiales y profesionales. JungKook llegaba de la universidad con sus jeans oscuros y su camisa siempre perfectamente planchada, entregando los planos que los padres de TaeHyung solicitaban para la empresa familiar. Pero con el tiempo, esos encuentros se volvieron más personales y llenos de pequeños gestos que ambos atesoraban en silencio.
Cuando TaeHyung pedía ayuda con sus tareas de matemáticas, lo hacía con una mezcla de timidez y dulzura que JungKook no podía resistir. El Alfa, que siempre había sido directo y seguro de sí mismo, se encontraba ahora esperando esos momentos con ansias, sabiendo que cualquier excusa para pasar tiempo con TaeHyung era bienvenida. No podía negarle nada al pequeño Omega, ni siquiera aunque quisiera. Cada vez que el menor alzaba la mirada y sus ojos azules se encontraban con los suyos, JungKook sentía una conexión tan profunda que su corazón latía más rápido, como si quisiera salir de su pecho.
Durante esas tardes juntos, JungKook descubrió algo que lo dejó perplejo y encantado a la vez: TaeHyung lo miraba de una manera especial. No era solo atención, era algo más. Mientras el Alfa le explicaba pacientemente los problemas de matemáticas, notaba que los ojos del Omega se posaban en él, observándolo con un brillo curioso, casi hipnótico. Y él hacía lo mismo cuando TaeHyung, concentrado, resolvía los ejercicios. Esa mirada compartida, ese instante de reconocimiento mutuo, comenzó a sembrar en ambos una certeza que iba más allá de las palabras.
Ambos comenzaron a darse cuenta, lentamente y sin necesidad de pronunciarlo, de que lo que sentían era más que una simple amistad. TaeHyung, que nunca había estado en una relación antes, sentía su corazón revolotear cada vez que JungKook estaba cerca. Y para JungKook, aunque había besado a otras Omegas antes, ninguna había logrado despertar en él lo que TaeHyung provocaba con solo una sonrisa o una mirada.
Una tarde particularmente fría, estaban en la casa de TaeHyung. Afuera, el invierno hacía de las suyas, y las temperaturas bajas obligaban a que el pequeño Omega se quedara en casa, protegido del clima que podría desencadenar alguna de sus habituales alergias. TaeHyung, siendo tan joven y delicado, era propenso a enfermarse, y JungKook había accedido a ir a su casa para ayudarlo con sus tareas.
Estaban en la sala, una habitación cálida y acogedora, decorada con toques navideños que acentuaban la temporada. TaeHyung, envuelto en su suéter holgado, había estado luchando con un problema difícil de matemáticas. Después de mucho esfuerzo, finalmente logró resolverlo, y la alegría que sintió fue tan grande que no pudo contenerse.
— ¡Sí, pude! — Gritó, levantando las manos al aire con entusiasmo.
Su rostro se iluminó con una sonrisa radiante mientras comenzaba a hacer un pequeño bailecito de victoria, moviendo sus caderas de un lado a otro y dejando escapar una risita contagiosa. Su alegría era tan pura que JungKook no pudo evitar mirarlo con admiración, con el corazón lleno de un cariño que estaba a punto de desbordarse.
Lo observaba desde el sillón, sus ojos fijos en la figura del Omega, y una sonrisa cálida se dibujó en su rostro. No pudo evitar que las palabras salieran de su boca, impulsadas por los sentimientos que llevaba tiempo conteniendo.
— Serás el Omega más inteligente de tu clase, amor — Dijo, con un tono cariñoso que reflejaba todo el afecto que sentía.
En cuanto las palabras salieron de sus labios, JungKook se quedó helado. Repasó mentalmente lo que acababa de decir y sus ojos se abrieron como platos. TaeHyung, que había estado bailando con una alegría infantil, se detuvo de repente, quedándose estático, como si el tiempo se hubiera congelado.
— ¿C-como? ¿A-amor? — Repitió TaeHyung, su voz temblorosa y apenas audible. Su corazón comenzó a latir con fuerza, y una revolución de mariposas comenzó a revolotear en su estómago. No podía creer lo que acababa de escuchar, y sentía como si todo su cuerpo estuviera reaccionando a esa palabra.
JungKook sintió cómo el calor subía hasta sus mejillas, tiñéndolas de un rojo intenso. Su lobo interior, normalmente imponente y seguro, ahora estaba en un estado de pánico total. Las emociones lo abrumaban, y todo lo que podía hacer era mirarlo con la esperanza de que TaeHyung no se asustara o, peor aún, lo rechazara.
El Omega giró su pequeño cuerpo lentamente, enfrentándose al Alfa que seguía sentado en el sillón. Sus ojos buscaban los de JungKook con una mezcla de sorpresa y curiosidad. El castañito, sintiéndose de repente muy consciente de sí mismo, bajó el borde de su suéter para esconder sus deditos, una manía nerviosa que no podía controlar. Lentamente, llevó sus manos hacia atrás, entrelazándolas nerviosamente en su espalda.
JungKook, aún con el rostro enrojecido, tomó una respiración profunda y decidió que era momento de ser valiente. Se levantó del sillón con una suavidad que lo hacía parecer que estaba caminando sobre un sueño. Sus ojos, oscuros y profundos, se encontraron con los de TaeHyung, transmitiendo toda la sinceridad de su corazón.
— Me gustas, Tae... — Dijo finalmente, su voz firme pero llena de ternura. Las palabras flotaron en el aire como una confesión que había estado esperando salir desde hacía mucho tiempo.
TaeHyung se quedó sin aliento, sus labios se entreabrieron ligeramente y sus mejillas se pusieron aún más coloradas, si eso era posible. No podía creer lo que estaba escuchando, pero cada palabra resonaba en su corazón, llenándolo de un calor que nunca antes había experimentado.
JungKook dio un paso más cerca, alcanzando las manos de TaeHyung que aún estaban escondidas. Con suavidad, las tomó entre las suyas, levantándolas y poniéndolas frente a él. Sentir la suavidad de las manos del Omega bajo sus dedos hizo que su corazón latiera aún más rápido.
— Y espero, realmente, no ser el único enamorado en estos momentos — Continuó JungKook, con una sonrisa nerviosa, pero genuina — Porque estoy en el borde del cielo cuando sonríes, me siento en verano cuando tus mejillas se tiñen de rosa, y me siento totalmente sumiso cuando hablas. Me encanta cada parte de ti, TaeHyung.
El Omeguita sintió que sus piernas se volvían gelatina al escuchar esas palabras. El Alfa se estaba abriendo a él de una manera que nunca había imaginado, y su corazón, que había estado latiendo frenéticamente, comenzó a latir en un ritmo más lento pero profundo, como si se sincronizara con el de JungKook.
— JungKook... — Murmuró, su voz apenas un susurro, como si temiera que hablar en voz alta rompiera el hechizo del momento.
Se levantó un poco, poniéndose casi de puntillas, y apretó suavemente las manos de JungKook, buscando apoyo en ellas. Sentía como la cercanía del Alfa lo envolvía en una especie de aura cálida y protectora, algo que jamás había experimentado antes.
JungKook no podía apartar la mirada de los ojos azules de TaeHyung, esos ojos que habían capturado su alma desde el primer día. Con una ternura que pocas veces mostraba, deslizó sus manos hacia la cintura del Omega, atrayéndolo un poco más hacia él. TaeHyung no se resistió; al contrario, se dejó guiar, como si ese fuera el lugar al que siempre había pertenecido.
— Me pierdo totalmente en tus ojos, Tae, pero no tienes que decir que me amas ahora — Continuó JungKook, su voz baja y temblorosa — Solo déjame adorarte, porque es lo único que haría toda mi vida.
Con una suavidad casi reverente, JungKook levantó la mano para tomar el mentón de TaeHyung, guiando su rostro hacia el suyo. El castañito cerró los ojos lentamente, sintiendo el calor que emanaba del Alfa, y cuando sus labios finalmente se rozaron, fue como si todo el mundo desapareciera. El contacto era delicado, casi tímido, pero lleno de una intensidad que los hizo temblar a ambos. El aroma dulce del Omega invadió los sentidos de JungKook, haciéndolo sentir como si estuviera flotando en un sueño del que nunca quisiera despertar.
TaeHyung sintió como una ola de emociones lo invadía, una mezcla de felicidad, nerviosismo y una paz que nunca antes había experimentado. Cuando finalmente sus labios se separaron, el Omega abrió lentamente los ojos, encontrándose con la mirada cálida y llena de amor de JungKook.
— Tú también me gustas, JungKook — Susurró TaeHyung, sonriendo con una timidez adorable — Nuestro amor es mutuo.
En ese momento, mientras se miraban el uno al otro, ambos supieron que habían encontrado algo especial, algo que sería imposible de olvidar o reemplazar. Su amor estaba comenzando a florecer, y ambos estaban listos para cuidar de ese sentimiento, protegiéndolo y nutriéndolo, como si fuera el tesoro más preciado de sus vidas.
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