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Ꜥꜥֶָ֢🪷ֶָ֢۫݊˒𐙚 capítulo O6

TaeHyung estaba en la empresa de sus padres, ocupando una de las pequeñas oficinas que solía usar para concentrarse cuando tenía que hacer tareas. Los enormes ventanales dejaban entrar la luz invernal, iluminando su escritorio lleno de papeles, libros y lápices de colores. Mientras luchaba con las operaciones matemáticas que tenía que entregar antes de que comenzaran las vacaciones de invierno, su ceño estaba fruncido en una mueca de concentración. Su lengua sobresalía ligeramente entre sus labios, un hábito que tenía desde pequeño cuando algo lo desafiaba. Los números en su cuaderno parecían moverse y bailar, burlándose de él con su complejidad. "Tontos números", murmuraba para sí mismo, como si culpándolos pudiera hacerlos más fáciles de resolver.

La frustración comenzaba a apoderarse de él cuando escuchó una voz suave y familiar que lo sacó de sus pensamientos.

— Hola — Dijo JungKook, asomándose tímidamente por la puerta entreabierta. Su voz resonó con un tono de dulzura que hizo que el corazón de TaeHyung diera un pequeño vuelco — Señor Kim, ¿puedo pasar? — Preguntó con una leve sonrisa, aunque la formalidad en su voz tenía un toque juguetón.

JungKook estaba vestido con unos jeans negros ajustados y una camisa color vino de cuello alto que resaltaba la firmeza de sus hombros. Una bandana adornaba su cabello rubio, manteniéndolo en su lugar mientras algunos mechones caían sobre su frente de manera desordenada pero encantadora. En sus manos llevaba algunos planos, y sus dedos, decorados con anillos plateados, se movían con una seguridad que denotaba su experiencia.

TaeHyung alzó la vista, sus ojos inmediatamente brillaron al ver al Alfa entrar en la habitación. Se quedó boquiabierto por un segundo, admirando lo lindo que se veía. Su propio atuendo contrastaba con el de JungKook: un suéter verde que parecía dos tallas más grande y que le daba un aspecto aún más adorable y vulnerable. Llevaba unos jeans de mezclilla y, como toque final, un gorrito con orejas de osito cubría su cabecita, resaltando la suavidad de su rostro.

— Sip, si puedes — Respondió TaeHyung, su voz sonaba casi como un susurro mientras intentaba contener el nerviosismo que le producía estar cerca de JungKook.

JungKook sonrió ampliamente al abrir la puerta por completo, dejando que sus hoyuelos se marcaran profundamente en sus mejillas. Su mirada recorrió rápidamente la figura de TaeHyung, y no pudo evitar que su corazón latiera con fuerza al ver lo adorable que se veía.

Para él, TaeHyung era sin duda el Omega más precioso del mundo. La forma en que sus ojos brillaban con tan solo verlo, cómo sus mejillas se coloreaban en un suave tono rosado, e incluso la punta de su nariz, que se enrojecía ligeramente por el frío, todo en él era simplemente encantador.

— Oh, hola TaeHyung — Dijo JungKook, tratando de mantener la compostura, aunque por dentro sentía una mezcla de emociones intensas. No pudo evitar que una sonrisa más suave y afectuosa se dibujara en su rostro al ver el tierno bostezo que el Omega soltaba mientras se frotaba los ojitos, como si fuera un pequeño cachorrito.

— Mis papás están en una junta — Explicó TaeHyung, su voz cargada de una dulzura que hacía que JungKook quisiera abrazarlo en ese mismo instante — Comenzó hace poquito, pero me dejaron aquí solito haciendo tarea — Sus palabras se vieron interrumpidas por otro bostezo, esta vez más profundo, que mostraba lo cansado que estaba después de un día largo — Pero puedes esperarlos un ratito — Añadió con una pequeña sonrisa, como si estuviera haciendo su mejor esfuerzo por ser un buen anfitrión.

JungKook observó con ternura cómo el Omeguita intentaba mantenerse despierto y enfocado. Su propio corazón se derritió un poco más al ver el esfuerzo que ponía en sus tareas, aunque claramente estaba luchando contra el sueño.

— Sí, está perfecto — Respondió JungKook, acomodándose en una de las sillas de la oficina — ¿Qué tarea tienes? — Preguntó con genuino interés.

— Matemáticas — Respondió TaeHyung con un gruñido que hizo reír suavemente a JungKook — Es muy difícil, difícil para mí, porque no entiendo nada y no sé cómo de estos tres mil números me tiene que dar un solo resultado — Añadió, haciendo un pucherito que sólo aumentó su ternura.

JungKook no pudo evitar sonreír ante la frustración tan genuina del Omega.

— ¿Quieres ayuda? — Ofreció, inclinándose un poco hacia adelante.

Los ojos de TaeHyung se iluminaron con una mezcla de sorpresa y esperanza, asintiendo rápidamente con su cabecita. Se movió ligeramente en el sillón, haciéndose a un lado para darle espacio a JungKook.

— Sí, por favor, Koo — Dijo con un tono casi suplicante.

JungKook dejó sus cosas en la silla y se levantó, acercándose al sofá donde TaeHyung estaba sentado. Mientras lo hacía, notó cómo el rubor en las mejillas del Omega se hacía más intenso, reflejando el mismo calor que él sentía en su propio rostro. A pesar de su naturaleza Alfa, JungKook no podía evitar sentirse tímido y nervioso cuando estaba tan cerca de TaeHyung.

El Alfa se sentó al lado del Omega, tan cerca que sus brazos casi se rozaban. TaeHyung sentía su corazón latir con fuerza, pero intentó concentrarse en la explicación que JungKook comenzaba a darle. El rubio le mostró pacientemente cómo resolver cada operación, su voz era suave y tranquilizadora, como si supiera exactamente cómo hacer que las matemáticas parecieran menos intimidantes.

Con cada explicación, TaeHyung se sentía más seguro y comenzaba a entender mejor los problemas. Cada vez que lograba resolver uno correctamente, soltaba un pequeño gritito de alegría, lo cual hacía que JungKook sonriera de oreja a oreja.

— Lo hiciste muy bien, TaeHyung. Eres muy inteligente — Elogió JungKook, notando cómo el Omega se animaba con sus palabras.

— ¡Gracias, Koo! — Respondió, su voz llena de alegría — Explicas mejor que mi hermano, pero no le digas nada o me gruñirá — Añadió en un susurro cómplice.

JungKook rió ante el comentario, encantado por la confianza que TaeHyung mostraba hacia él. Siguieron trabajando juntos hasta que casi toda la tarea estuvo terminada. Fue en ese momento cuando EunSeom pasó frente a la oficina y se detuvo al ver la escena a través de la puerta entreabierta. Sus ojos se entrecerraron con desconfianza al ver a JungKook tan cerca de su cachorro, pero pronto su preocupación se disipó cuando notó la tranquilidad y felicidad en el rostro de TaeHyung. Su hijo no parecía alterado por la cercanía del Alfa, lo cual lo alivió.

Finalmente, TaeHyung cerró su cuaderno con un suspiro de satisfacción.

— Gracias por tu ayuda, Koo — Dijo, mirando al Alfa con una expresión de sincero agradecimiento.

— De nada, fue un placer, bonito — Respondió JungKook, sonriendo ampliamente mientras veía cómo TaeHyung se ruborizaba aún más, desviando la mirada hacia el suelo.

— ¿Me dijiste bonito? — Preguntó, jugando nerviosamente con el borde de su suéter.

— Sí, porque lo eres, mucho, mucho — Afirmó JungKook, su voz suave y llena de cariño.

La respuesta hizo que TaeHyung sonriera de manera tan dulce que casi parecía que su corazón estaba a punto de derretirse. Sus labios se curvaron en una amplia sonrisa, creando pequeñas arrugas en las esquinas de sus ojos, mientras sus manitas intentaban tapar la sonrisa que no podía contener. Sus piecitos, que apenas alcanzaban el suelo, se balanceaban en el aire, mostrando su emoción y alegría. JungKook sintió como si el mundo entero se desvaneciera, dejando sólo la imagen de ese hermoso Omega que lo hacía sentir cosas que nunca antes había experimentado.

— Tú también eres muy bonito, mucho, muchito — Susurró TaeHyung, respirando profundamente antes de inclinarse y dejar un suave besito en la mejilla del Alfa.

El tiempo pareció detenerse por un instante. Ambos se quedaron en silencio, sus rostros teñidos de un intenso rubor. Para TaeHyung, era el primer beso que daba a un Alfa, un gesto que había salido de lo más profundo de su corazón. Y para JungKook, ese beso, aunque pequeño, había sido el más significativo de su vida.

JungKook llevó una mano a su mejilla, donde aún sentía el calor del beso, mientras una sonrisa tonta se extendía por su rostro. Sabía, en lo más profundo de su ser, que estaba perdiendo la cabeza por ese pequeño Omeguita de ojos azules y piel dorada. Y lo mejor de todo, era que no le importaba en lo más mínimo.


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