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En realidad, Harry tuvo en claro desde muy joven que los Black son inestables. Cuando era pequeño, Sirius le dio la versión apta para niños de los motivos (cosas como que eran una de las familias mágicas más poderosas, y perdían la cabeza en lugar de perder el control sobre su magia, porque resultaría muy peligroso para el resto). A medida que crecía, le explicó que pensaba que sólo se debía a los constantes matrimonios entre primos, trastornos mentales hereditarios y una combinación de mala suerte.

La primera vez que oyó de moony, tenía alrededor de seis años. Había encontrado una fotografía de un chico desgarbado, cubierto de cicatrices y banditas, en el uniforme de Hogwarts, que abrazaba a un Sirius adolescente. Sonreían. Sirius no le dio muchos detalles ese día, pero pronunciaba su nombre de una forma en que no lo hacía con el de nadie más.

No tuvo toda la información —de nuevo, información apta para su edad— hasta una de esas madrugadas donde se despertaba por cualquier razón tonta, iba a la cocina por agua, y se topaba con un Sirius tendido en la sala de su pequeña casa, contemplando el techo, con cara de absoluta devastación. Debía rondar la fecha de la muerte de los Potter. Un Harry de diez años se sentó a su lado cuando comprobó que el aliento a alcohol de su padrino era mínimo, y conversaron de temas extraños, con una dosis de honestidad innecesaria.

Como Harry era de naturaleza curiosa, y por muy despistado que fuese, se percataba de que Sirius no hablaba de sus amantes estadounidenses ni la mitad de emocionado de lo que lo hacía sobre moony, se aseguró de anotar la dirección que captó en un solitario sobre, que llegó tiempo atrás. Uno podría pensar que no era seguro que seguiría ahí, pero Draco le había dicho una vez —y él confiaba plenamente en los conocimientos de su novio sobre asuntos inusuales tanto como los comunes—, que la tinta utilizada para revelar destinos de escondites era diferente, y Harry sabía que era de ese tipo con el que fue escrita, porque no existía otra tinta que cambiase de color, dirección y necesitase que su cara estuviese en el punto de enfoque de un hechizo de reconocimiento.

El plan era simple entonces. Estaban en sexto año, las noticias de un fin prematuro para la guerra —por actos heroicos de Longbottom, claro— llegaron unos meses atrás, y había que jugar a los dados con la suerte. Draco siempre se burlaba de que él era la persona con más suerte que conocía.

Sin duda, lo volvería a hacer cuando Harry le dijese que su carta al escondite había recibido respuesta en pocos días.

"Querido Harry,

Lo último que se me hubiese ocurrido es que recibiría alguna noticia tuya antes que de Sirius, pero él es así. Estoy muy contento de que me hayas localizado cuando estaba a punto de marcharme de aquí; al final te dejaré mi nueva dirección, para futura correspondencia. Acerca de lo que me contaste…"

El plan estaba en marcha.

0—

Sirius luce como un niño de seis años al que le dicen que tienen que hacer fila para el traslador que los llevará al estadio. Está vestido, cruzado de brazos, e incluso forma pucheros, en medio de la sala. Draco no deja de mirar alrededor y cambiar su peso de un pie al otro. Harry intenta verse tranquilo.

Es un poco difícil cuando dos de ellos saben que retrasan su partida por una visita de la que el tercero no tiene ni idea.

Aquello podía salir muy bien. O muy mal. Pero como Harry es un chico con suerte, seguro será lo primero.

Eso espera.

Cuando oye la explosión de la chimenea, a la que le dio acceso la noche anterior, Sirius se distrae; Harry aprovecha el momento para sujetar una de las manos de Draco y darle un apretón. No está seguro de cuál entrará en pánico antes.

Su padrino nunca había parecido tan aterrado y embelesado a la vez. Harry suelta a su novio y gira la cabeza, despacio, sin saber bien con qué tipo de hombre espera encontrarse.

Remus no se ve tan mayor para la cantidad de canas que le salpican el cabello. Tiene más cicatrices que en la fotografía, como es de esperarse, y el porte decaído sigue siendo el mismo. Sus ojos le inspiran confianza, aunque quizás no deberían; son ojos de hombre lobo, pero moony logra que se le iluminen de una forma muy dulce, muy humana, cuando les sonríe.

—Eh, padfoot.

Sirius boquea por unos segundos. De pronto, estalla. Lo siguiente que sabe es que Draco y él son arrastrados en un torbellino caótico, entran a un cuarto y la puerta se estampa al cerrarse detrás de los tres.

—¿Cuál de ustedes fue? —balbucea. Se nota que hace un esfuerzo por mantener el color natural de su cara, contra el tono rojizo que se abre paso. Los ojos le brillan, a pesar de eso, y Harry no puede estar más convencido de que también fue por él que lo hizo.

Había otras verdades que tenían que salir a flote en algún momento.

Harry le sonríe. Su padrino se fija en el gesto enseguida, frunciendo el ceño, pero vacila cuando Draco se ríe. Es obvio que no sabe cuál fue.

Draco le palmea el hombro.

—Te diremos cuando todo haya terminado y podrás regañarnos, pads.

—Disfruta mientras tanto —añade Harry, palmeándole el brazo al pasarle por un lado, detrás de su novio, para salir de ahí. Hace una pausa en el pasillo y lo observa con ternura mal disimulada; es tan extraño ver al escandaloso Sirius Black así, encogido, nervioso—. Estamos grandes, padfoot, puedes tomar algunas decisiones sin tenernos en cuenta. Ya nos cuidaste bastante.

—Y por cierto —Draco se asoma por el puerta, desde afuera, junto a él. Luce bastante entretenido—, yo sé desde hace mucho que eres gay —Le saca la lengua y escapa. Harry se ríe al ir detrás de él.

De vuelta en la sala, Remus se presenta formalmente y parece encantado con ellos. Aunque no entró en detalles, Harry le explicó lo mejor que pudo, así que es bueno sentir que tiene un aliado en el asunto.

0—

Después de dirigirse al estadio, la situación se convirtió en la siguiente. Ambos consiguieron dos boletos extra junto a sus puestos; uno para Remus, el otro para Connor, que aceptó ser el chivo expiatorio. Vieron la mayor parte del partido en sus lugares originales, tres adolescentes en el espacio intermedio entre ellos dos, por decisión de Sirius.

Cerca del final del partido, los chicos se excusan con que se acercarán más con su amigo y se tomarán algunas fotos con los jugadores. Sirius no tiene tiempo para replicar, como suele ocurrirle cuando está frente a los amigos de sus cachorros. Tiene estándares estrictos acerca del tipo de vergüenza que les puede, o no, hacer pasar frente a sus amigos, y gritar desesperado que no lo abandonen con su ex, entra en la segunda categoría.

Entonces es un poco obvio que organizaron una especie de cita sin avisarle. Los tres esperan que, como adultos razonables, lo comprendan sin necesidad de más indirectas.

—¿Cuánto creen que tarde en entrar en pánico? —Draco se recarga en la barandilla y hace girar las fotografías mágicas que se tomaron con los jugadores entre sus dedos. En otro punto del estadio, Sirius mantiene una distancia exagerada de su antiguo compañero y no habla. Un Sirius callado es señal de que algo pasa.

—Pensé que ya había entrado en pánico —confiesa Connor, a su lado. Los dos contienen la risa.

—Tal vez debimos avisarle…

—Nos habría hecho traer a Lindy con su boleto sólo para huir —Draco menea la cabeza. Harry tiene que admitir que puede imaginar a Sirius haciéndolo; su padrino es un hombre valiente, excepto para enfrentarse a sí mismo.

Remus acababa de entregarle una bebida a un Sirius que evitaba mirarlo. Al menos, ya estaban conversando.

Draco suspira.

—No puedo creer que lleve años siendo cuidado por un inepto emocional como pads.

—Yo no puedo creer que todavía lo seas —Ambos desvían su atención a Connor, pese a que este luce más interesado en su bebida. Cuando los nota, resopla—. ¿Qué?

—¿A qué te refieres? —inquiere Harry, con un mal presentimiento. Su amigo juega con el pitillo de su vaso.

—Siempre pensé que cuando la guerra hubiese terminado, Draco volvería a casa con sus padres. ¿Tú no?

A Harry se le olvida estar pendiente de su padrino, por lo que no ve el momento en que Remus lo convence de sentarse más cerca y comienzan a hablar con calma. De estar ahí, habría notado que las manos de Sirius tiemblan un poco, pero se aferra al vaso y puede formular oraciones completas, así que es un gran avance.

Draco está jugando con su medallón plateado e intenta fingir que no se da cuenta de la mirada horrorizada de Harry, hasta que Connor carraspea y les dice que irá a comprar otra bebida. Suena más a disculpa, y aunque hay un vendedor a unos pasos, rodea sus asientos y desaparece por el lateral del campo.

Sirius suelta una estruendosa carcajada que desvanece sus nervios, por un comentario de Remus. Claro que ninguno lo puede saber, porque Draco entierra el rostro en sus brazos, flexionados sobre la barandilla, y Harry no consigue formar pensamientos coherentes.

—¿Cuándo…cuándo te…?

Su novio se endereza, aclarándose la garganta.

—Estoy convenciendo a mi madre de que sería buena idea que me gradúe aquí —Le explica, con tono suave—; es más fácil para mí, porque sólo me falta año y medio, y el proceso de adaptación al cambiarme ahora…

—Más fácil —Harry lo repite sin ganas y luego es él quien flexiona los brazos sobre la barandilla y hunde el rostro para evitarlo—, claro.

Lo oye soltar un bufido.

—Harry, no te voy a dejar, por Isolt. Pero necesito darle a mis padres motivos más sólidos que un "quiero pasar este año y medio con mi novio y mis amigos" —Ya que no recibe respuesta inmediata, sujeta uno de los costados de su camiseta y tira de la tela con cuidado—. ¿Harry?

Está intentando no armar un drama, en serio. No tendría sentido, pero nadie dijo que las emociones tuviesen sus fundamentos en el sentido común.

—Harry, te amo.

En otro punto del estadio, quizás su padrino está bastante agradecido con ellos por la cita que le concretaron, pero Harry no puede fijarse, porque acaba de oír algo que no se esperaba y se endereza tan deprisa que el movimiento lo marea. Observa a Draco con los ojos desorbitados, la boca entreabierta.

No era como si creyese que Draco no lo quería. Tenía sus modos de demostrárselo y Harry era feliz de poder estar con él. Tal vez, en el fondo, hubiese aceptado que su novio no era el tipo de persona que pondría sus sentimientos en una frase común y se lo soltaría así.

De pronto, es consciente de que tiene todo el rostro rojo, porque la piel le arde. Draco sonríe un poco. Se está ruborizando por la falta de respuesta y es lo más hermoso que Harry ha visto en su vida.

—Podrías decir algo —comenta, seguido de un carraspeo—, o yo entraré en pánico justo aho-

Harry piensa que la mejor respuesta que puede darle es sostenerle las mejillas y besarlo, hasta quedarse sin aliento. Así que eso es lo que hace.

0—

Sirius había puesto una expresión de absoluto trauma cuando la profesora de Herbología lo invitó a salir. También cuando una estudiante de séptimo se le declaró, poco antes de que lo hiciese un chico, también de último año.

A decir verdad, Harry no está seguro de cómo describir la expresión que tiene mientras analiza la situación. Sólo sabe que su taza de café ya se enfrió, sin ser tocada, no se ha movido ni un centímetro de la silla frente a ambos, y Remus tuvo que asegurarse de que Connor llegase a casa a salvo, porque el "adulto responsable" aún no reacciona.

Draco se habría quejado por arruinar sus planes de prepararlo para la noticia y ser sutiles, si no hubiese sido porque fue quien le rodeó el cuello con los brazos y le devolvió el beso con suficiente ímpetu para que se les olvidase dónde estaban. Por supuesto que cuando Sirius los buscó y se topó con esa escena, el plan se fue a la mierda.

Probablemente Remus, sentado a su lado, era la única razón de que el hombre no hubiese tenido un colapso que acabase con medio Salem.

No ha dicho ni una palabra todavía.

De repente, apoya los codos en la mesa y entierra el rostro en las manos. Mira a Remus de reojo.

—¿Eso cuenta como incesto?

—Su relación sanguínea es muy lejana y de hace generaciones, Sirius —Le contesta él, con una paciencia infinita que a ambos les resulta admirable. Se ha tomado tres tazas de café y una de té, mientras esperaban, en silencio, que Sirius asimilase la situación.

—¿Pero estás seguro de que no cuenta como incesto?

Remus rueda los ojos.

—Tus padres eran primos, eso  fue incesto.

El hombre suelta un largo gruñido y coloca la cabeza contra la mesa. Lloriquea. Cuando menos se lo esperan, vuelve a enderezarse.

—No voy a preguntar cuándo comenzó. No necesito saber cuándo comenzó. Oh, Merlín, es que…—Se frota las sientes sin cuidado, emitiendo otro sonido frustrado.

Draco parece estar a mitad de una pesadilla, y Harry está comenzando a molestarse con su padrino, de una manera en que jamás le había sucedido.

—Pads…

Sirius le pide silencio con un gesto, mientras se aprieta el puente de la nariz.

—Ahora no, de verdad. Estoy procesándolo y no quiero cagarla con una reacción que no debería tener.

Cuando Draco quiere hacer otro intento, Harry le sujeta el brazo y menea la cabeza. Frente a ellos, Remus carraspea para llamarles la atención. Cabecea en dirección al pasillo, indicándoles que les den tiempo a solas. Sirius no se mueve cuando abandonan el comedor, ni cuando moony le palmea la espalda y murmura algo que no alcanzan a oír.

0—

Draco se hunde en un metafórico pozo de depresión. Harry ya se quedó sin ideas.

—¿Creen que podría unirme?

Ambos giran la cabeza tan pronto como lo escuchan. Sirius se inclina desde el ático, recargándose en el marco de la ventana redonda, para ver a los dos adolescentes sentados en la inclinación del techo. Harry sólo atina a asentir.

Hay varias zonas de la pequeña casa que le encantan; los sillones con tapices personalizados —cada uno dibujó el diseño del suyo, sin magia, porque Sirius se aburría con los tapices comunes y decía que "no podía salirles tan mal"—, su cuarto compartido, el reducido patio que habilitó para que pudiesen jugar un poco de Quidditch cuando se encontraban de vacaciones, el comedor que es en realidad un mesón en medio de la cocina, porque otra cosa habría requerido más atención y su padrino no demostraba el menor interés por dónde comían, sino por el qué. Detalles que hacían que Salem se sintiese como un hogar.

Pero su favorito era el techo inclinado, de tejas viejas, allí donde Sirius les contó algunas de las historias de los Black y las estrellas —lo único que valía la pena del legado familiar, en su opinión—, donde Draco lo hizo sentarse para ver algunas de sus constelaciones favoritas, donde a Harry se le ocurrió comentarle que, muy posiblemente, estaba enamorado de él, sólo para recibir un distraído "sí, ya me di cuenta" como respuesta, y un beso largo, después de formar pucheros. Sí, tenía buenos recuerdos ahí.

Esperaba que no cambiase, cuando Sirius atravesó el umbral de la ventana y derrapó sobre las tejas con cuidado, la varita al alcance de la mano, en caso de que se resbalase. La construcción no era la más fiable de la ciudad. Titubeó cuando los alcanzó y los dos decidieron hacerse a un lado, para abrirle un espacio entre ellos. El hombre se sentó y dejó que sus piernas colgasen del borde del techo.

Por un rato, ninguno habló. Hacía frío, pero Sirius renovó los amuletos de calor que Draco ya les había colocado a ambos antes de subir.

—¿Creen…que podrían disculpar a su padfoot? —Cuando habla, Sirius no mira a ninguno, sino que se concentra en sus pies balanceándose en el aire. Hace girar la varita que tiene en las manos—. Siento que reaccioné como mi madre, ugh. Sin la parte de los gritos, amenazas, maldiciones y órdenes a los elfos de prohibir la correspondencia entre ustedes —Ya que ambos lo observan con horror, él se limita a encogerse de hombros—. Ella no era una mujer muy dulce, lo saben.

Un par de asentimientos. Luego Sirius suspira, se guarda la varita, y pasa un brazo sobre los hombros de cada uno, jalándolos más cerca.

—Miren, no me lo esperaba. Les juro que no me lo esperaba, pero esto explica tantas cosas —Draco recibe un tirón en el cabello, sin fuerza, cuando se ríe de él—. Probablemente debí haberlo notado por mi cuenta, creo que sí vi algunas señales, pero, ya saben, fingí que no. Hubiese estado bien que me contasen antes, o por lo menos, que alguno se me acercase y me comentase que le gustaba el otro, y entonces yo podría…bueno, no sé si habría ido a decirle al otro, los habría juntado o- algo habría hecho. No hablaba en serio cuando dije que no quería saber cuándo empezó —añade, en voz más baja, viendo de uno al otro—, y no creo que hayan hecho nada malo. En realidad, esto es excelente. Todavía no me lo creo, ¡pero es excelente! El único chico del que no tendría que cuidar a Dray es Harry, y sinceramente, Draco, es muy bueno que lo mantengas a raya cuando se pone testarudo, porque los dos lo queremos, pero alguien tiene que asegurarse de que las ideas locas de Bambi…

—¡Padfoot!

Sirius lo estrecha más en respuesta, riéndose con fuerza de su falsa indignación.

—Lo que quiero decir es que, a pesar de todo el…shock, creo que no hay nadie mejor para ninguno de ustedes, cachorros. Espero que puedan hablar libremente del tema conmigo, si eso es lo que quieren, y yo- bueno, a mí lo que más me importa es que ustedes dos estén felices, ¿entendido?

Ellos intercambian una rápida mirada por el costado de Sirius y se sonríen.

—Aunque tampoco los hubiese matado ser más sutiles —Sirius continua tras un momento, meneando la cabeza.

—Teníamos un plan, pero Harry lo olvidó —Le contesta Draco, encogiéndose de hombros. El aludido boquea.

—¡No me pareció que te molestase…!

—Me estabas besando, no habrías oído una queja, en caso de que la hubiese…

—Los dos sabemos perfectamente que eres capaz de morderme la lengua o maldecirme si te obligo a-

Sirius los interrumpe con un gutural sonido de sorpresa. Los tres se observan un segundo, antes de estallar en carcajadas.

—Me siento como si hubiese viajado en el tiempo y me hubiese sentado entre Lily y James, oh, Merlín —Su padrino no deja de sacudir la cabeza. Empieza a revolverles el cabello sin cuidado, arrancándole más risas a Harry y protestas a Draco—. ¡Está bien, está bien, entendí el punto! ¡Es el destino! Prongs 2.0 ya tiene a alguien que lo jale por el camino que debería, de acuerdo…ahora, ¡¿cuál de ustedes dos, mocosos malcriados, fue el que trajo a moony?!

Hay un par de chillidos, un grito, una súplica a medias. Diez minutos más tarde, Remus se asoma por la ventana del ático, interesado por los ruidos que se oyen por casi toda la casa, para descubrir que un pequeño zorro blanco se esconde detrás de la estructura exterior de la chimenea, y Harry corre para escapar de un enorme perro negro, que agita la cola a medida que lo persigue entre las tejas.

—¡Sirius, es peligroso que corran por…!

Harry se resbala. Sirius vuelve a la forma humana y se lanza detrás de él. Los dos levitan de regreso al instante.

Cuando vuelven a estar sentados en la orilla del techo, jadeando por aliento, Remus los observa con el ceño fruncido, y Draco, también humano, cruzado de brazos. Los esperan un par de regaños.

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