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—…Harry, me estás matando.
Harry le responde con un gruñido adormilado a su novio. No hace ademán alguno de moverse; se está bastante cómodo tendido sobre su pecho, con las piernas entrelazadas a las de Draco.
—Harry…
El siguiente gruñido se transforma en un quejido. No quiere levantarse. ¿Por qué debe levantarse?
—Estás matándome —El cuerpo de Draco vibra por la risa que intenta reprimir, cuando Harry hunde el rostro en su hombro, gira la cabeza y se dedica a repartir besos por un costado de su garganta—. Harry —sigue protestando, aunque puede sentir cómo lo rodea con ambos brazos y estrecha un poco. No existe mejor lugar en el mundo para Harry; su novio es suave, cálido, y Draco—, tenemos que levantarnos. Tienes que estar completamente despierto antes de que…
—¡Bambi! —Ambos dan un brinco cuando escuchan la voz de Sirius en la distancia. Sus pasos son ruidosos, como de costumbre, al avanzar por el pasillo desde su cuarto— ¡Bambi, Dray, arriba! ¡Vamos tarde! ¡Me dormí! ¡Harold, miniLucius!
—…eso pase —completa Draco, con un largo suspiro.
Harry se apoya en el colchón, y se alza lo suficiente para observarlo. Los dos ahogan la risa. Se oye un fuerte estruendo proveniente de un punto que creen reconocer como la cocina.
—¡¿Es normal que la llama de la cocina toque el techo?! ¡Haaaaaaarry!
Harry era el cocinero por excelencia desde tercero. Se estira para darle un beso a su novio, con el que ambos intentan no reírse de nuevo de las peticiones de auxilio de Sirius en la cocina, y se desliza fuera de la cama. Da un vistazo alrededor, bostezando.
—¿A dónde tiraste mi ropa? —Entrecierra los ojos en su dirección, más por la falta de los lentes de contacto que porque intentase lucir amenazante. Sabe que Draco se oculta bajo las sábanas para evitar que note que se ríe de él.
—Oh, no lo sé…
—¡Proooooooongs juniooooor!
Su padrino ya debía haberse quemado. No le sorprendería.
Decide caminar hacia el armario —está lleno con la ropa de Draco—, elegir algo al azar que sea suficiente para cubrirse y terminar de vestirse en el trayecto, en caso de que Sirius hiciese estallar la casa entera en los segundos que demoraba en alcanzarlo.
—¡Ya voy! —Le grita de vuelta, la próxima vez que lo llama. Draco se queda atrás, retorciéndose felizmente en la cama que debería ser de alguno de ellos; nunca están seguros de cuál se suponía que era la división, porque caen en cualquiera o duermen juntos.
Está haciendo un esfuerzo sobrehumano por no lucir medio dormido, bastante cansado, hambriento y recién follado, cuando llega a la cocina y ve que Sirius pone cara de horror. Colocó un hechizo sobre los utensilios que los enloqueció, y su cocina se convirtió en un campo de guerra. Harry respira profundo y va por la escoba. Necesitarán más armamento y otro soldado para vencer.
Draco se queja, como es usual, cuando lo hace abandonar su descanso. Tampoco consigue su ropa, pero acusa a Harry de haberla dejado tirada en alguna parte entre el baño y la cama. Lleva una raqueta de tenis mágico cuando lo acompaña. Para entonces, Sirius ya encontró un viejo bate de béisbol, así que se podría decir que están listos para enfrentar utensilios con vida propia y mal genio.
Diez minutos más tarde, la lucha se da por perdida, les arrebatan sus armas y el fuerte queda en manos —figurativamente— del bando enemigo. Es primero de septiembre, los baúles están sin hacer. Hay un hombre sin zapatos y dos adolescentes en pijama en el patio de una pequeña casa, observando cómo los utensilios encantados lo han conquistado todo.
Sirius se rasca la cabeza igual que lo haría un perro y procede a amarrarse el cabello. De pronto, le palmea la espalda a Harry con más fuerza de la necesaria, sonríe entusiasta, y envuelve los hombros de ambos con los brazos, pegándolos a él.
—¡Siempre quise desayunar en ese local que queda a unas calles…!
Les aplica un par de encantamientos para disimular su aspecto, convoca unos zapatos, y a comer en el dichoso local. Para el momento en que están de regreso, la magia en los utensilios se encuentra lo bastante débil como para que puedan capturarlos y deshacer los hechizos, sin ganarse más que un par de golpes de sus "enemigos".
Apenas la casa queda despejada y la guerra se da por finalizada, Sirius ejecuta un encantamiento que le da la hora y suelta un:
—Mierda.
Si su padrino fuese un estudiante, recibiría severos castigos por el retraso. Si ellos no viviesen con él, también. Por suerte, el director lo conoce lo suficiente para saber que el retraso se debe a Sirius, y que si fuese por Draco, llegarían a tiempo. Harry, bueno, Harry es un "gran chico", en sus propias palabras. Él se lo toma como un halago.
—0—
Harry sabe quién toca a su puerta sólo por la manera que tiene de hacerlo. Rueda sobre la cama, abandona en la mesa de noche su revista de Quidditch y le pide que pase. Draco empuja la puerta y entra, con un puchero quejumbroso.
Alza las cejas. Su novio se detiene junto a la cama y se cruza de brazos, así que es su deber, como pareja, preguntar qué ocurre e intentar no interrumpirlo con un beso, por lo adorable que se ve.
—Pads me persiguió en su forma animaga por todo el pasillo del área del club, hasta que me transformé en un zorro y hui por un conducto. Y después —prosiguió, más enfurruñado—, cuando estaba por salir, me capturó y me llevó del lomo como a un cachorro, por todo el pasillo de regreso.
Harry se sienta y extiende los brazos hacia él, aguantando la risa. No era la primera vez que Sirius decidía que cualquier momento era una buena oportunidad para actuar como si aún tuviesen doce y jugasen a las escondidas en Salem.
—Sabes que padfoot muestra su cariño así.
Lo siente relajarse contra él. Lleva las manos a su cabeza, enreda los dedos en su cabello. A Harry le encanta cuando empieza a realizar un ligero masaje, al tiempo que juega con sus mechones.
—Harry.
—¿Hm?
—Tu novio fue perseguido, agredido, capturado y humillado frente a la mitad de la población estudiantil —Cuando levanta la cabeza, con una expresión divertida, Draco hace un doble esfuerzo por lucir enojado. No le sale bien—. ¡Fui llevado como un cachorro, Harry! Y todo el mundo me vio y-
Tira de él hacia abajo para que se reúnan en un beso, sus palabras quedan ahogadas en algún punto del contacto. Draco le muerde el labio inferior como protesta, pero su actuación tampoco dura demasiado. Lo jala con más insistencia, le envuelve el cuello con los brazos, Harry ríe cuando su espalda toca el colchón, Draco subiéndose a horcajadas sobre él.
—¡Jaimie junior!
En cuestión de un parpadeo, se separan. Cuando la puerta se abre con fuerza suficiente para estrellarse contra la pared lateral, Harry se encuentra tendido en su cama, con el rostro un poco rojo. Un pequeño zorro blanco se metió bajo su almohada y desapareció de la vista de Sirius, que agita unos papeles en el aire, con expresión triunfal.
No puede enojarse si su padrino luce así. Él no tiene la culpa, de cualquier modo.
—¿Qué es eso, padfoot? —Vuelve a sentarse con cuidado. Sirius es todo lo contrario; se arroja sobre su cama, el zorro blanco tiene que saltar desde una orilla y huir para no ser aplastado.
—¡Son los boletos de la primera fila del partido con que va a iniciar la temporada de Quidditch! Es fin de semana y ya le dije a Agil —Tenía un apodo incluso para el director—, que con tareas o no, ustedes se vienen conmigo. Sólo mira qué equipos jugarán —Le ofrece los boletos para que los revise y Harry echa un vistazo—, a sharpy le va a encantar.
Aprieta los labios para no estallar en carcajadas; Draco rodaba los ojos cada vez que oía ese apodo, igual que "doggy", y sabía que se lo tomaría a mal cuando hubiese vuelto a ser humano.
—Seguro que sí —Se los tiende de regreso. Uno de los equipos favoritos de Draco jugaba, así que no le costaba imaginarse cómo se emocionaría. También supondría un buen descanso de las tareas. Ventajas de que su padrino fuese maestro.
Sirius se levanta de un salto, los boletos atrapados en una de sus manos de nuevo. Tiene una sonrisa que va de un lado de su cara al otro.
—Iré ahora mismo a avisarle…
Harry recuerda al pequeño zorro que está escondido en el otro extremo del cuarto y se apresura a sostenerle el brazo a su padrino, para evitar que se marche. Sirius lo observa, extrañado.
Dice lo primero que se le ocurre.
—Draco está estudiando.
Ambos saben, por experiencia, que no es buena idea molestarlo cuando se concentra en sus estudios. Sirius arruga un poco el entrecejo.
—Qué raro. Acabo de ver a Lindy pasando por…
—Con Connor. Fue a estudiar con Connor —Puede visualizar, sin problemas, la expresión incrédula de Draco al escucharlo. Se había rendido en intentar darle lecciones por lo mucho que lo exasperaba—, le da clases de…pociones.
Por un instante, su padrino adopta una expresión pensativa. Luego lo acepta con un asentimiento y se sienta junto a él. Se ve más serio y guarda los boletos dentro de su bolsillo.
—Harry —Coloca una mano en su brazo. Harry decide que no le gusta ese tono, suena a mala noticia. Todo Sirius aparenta decir "mala noticia"—, creo que es buen momento para hablarte sobre Draco.
Arquea las cejas. Espera que su novio esté cómodo en donde sea que se haya ocultado, porque aquello parece que va para largo.
—¿Qué hay con él?
Sirius inhala profundo y le palmea el brazo, despacio. Se ve como si sopesase sus palabras.
—Creo…que nuestro Draco es gay.
—Gay —repite Harry. Él asiente, solemne.
—Sí, ya sabes, que- —Carraspea—. Que le gustan…otros chicos.
—A Draco le gustan otros chicos —Harry está seguro de que ha levantado tanto las cejas que se le escondieron bajo el flequillo. No lo puede evitar—. ¿Qué…qué te hace pensar eso? ¿Te ha dicho algo o…?
—Uh, no. Es…todo él. Es difícil de explicar —Sirius se pasa una mano por el cabello, emitiendo un sonido frustrado—. Pero me parece que mi corazonada es cierta. Escucha, sé que puede resultarte raro, o que no sepas cómo reaccionar, y está bien, en serio. Sólo no quiero que lo trates diferente, porque somos familia; te lo digo para que seas cuidadoso y sepas entenderlo si él decide contarnos algo. Haga lo que haga, igual es Draco, ¿de acuerdo? —Cuando Harry asiente, le atina un débil golpecito en el brazo—. Además, entre los dos seguro podemos evitar que venga un idiota a romperle el corazón.
Han tenido conversaciones raras, claro que sí. La charla de varitas y calderos, sin duda, fue una.
Esa está cruzando un nuevo nivel de extrañeza.
—Así que piensas que Draco saldrá…con un chico —Se asegura de puntualizarlo, ya que es el tema central. Todo aquello es tan raro.
Sirius asiente otra vez.
—Bueno, hay prospectos, Harry —Se ríe. Como él se limita a observarlo boquiabierto, Sirius chasquea la lengua—. Por ejemplo, este chico de último año- el alto, el que se queda con él hasta tarde en el club de arte…—Deja las palabras en el aire, como si hubiese demostrado un punto—. Los vi un par de veces cuando iba a hablar con Dray. No confío nada en él, parece ese tipo de chico que sólo sabe jugar con otros. No queremos que nadie juegue con Draco, ¿no? Sé que se puede defender muy bien solo, pero…ya sabes —finaliza, encogiéndose de hombros.
Harry no está seguro de si el arrebato de afecto que experimenta frente a su preocupación, es más grande que la sensación de estupefacción. Sólo sabe que quiere abrazarlo. Y averiguar sobre el chico ese del club de arte, pero será para después.
Cuando se da cuenta de que Sirius espera una respuesta, sólo es capaz de asentir. Su padrino, satisfecho con la plática, le palmea la espalda y le pide que le diga a Draco que vaya a verlo, si lo encuentra antes que él. Harry continua en ese punto exacto, con los labios entreabiertos y la cabeza embotada, momentos después de que la puerta se haya cerrado detrás de él.
Draco debió subir a la cama como un zorro, porque no lo siente aproximarse, hasta que lo tiene sentado a un lado. Los dos observan la puerta.
—Así que yo soy el gay y tú no —observa, en tono burlón—, y estoy por caer en las garras de Johnson, además —Gira la cabeza hacia él—. ¿Acabas de gruñir, Harry?
Tal vez se le escapó. Ahora está avergonzado, pero conoce el nombre del chico del club.
Su novio rueda los ojos y se inclina para presionar un suave beso en su mejilla, que lo relaja de un modo indescriptible. Harry recarga la cabeza en su hombro y disfruta del abrazo que le da.
—Sirius en serio sonaba preocupado porque no te comenzase a tratar diferente y te entendiese.
—Lo sé, lo oí —Draco apoya la cabeza sobre la suya y le contesta en un murmullo.
—Él te quiere mucho, Draco.
—A los dos —replica, distraído. Pasan unos segundos, antes de que agregue:—. Deberíamos decirle, Harry.
Unos instantes de silencio. Luego un resoplido.
—¿Decirle sobre…?
—Sí.
—Oh.
—Sí, oh.
—Mierda. Se va a poner histérico —Harry se aparta de él y entierra el rostro entre las manos—, se va a poner más que histérico…
—No es seguro que-
Los dos se observan. Es obvio que sí se va a poner histérico. Callan.
—Debimos contarle desde el principio.
—Ni siquiera nosotros entendíamos al principio.
Harry tiene que aceptar que lleva la razón.
—Le contamos todo a padfoot- quiero decir, es padfoot. Todo, excepto...—Los abarca a ambos con un gesto. Draco suelta un bufido y se tiende sobre la cama. Él lo imita.
—¿Recuerdas cuando se enteró de que ya habíamos dado nuestros primeros besos?
Harry asiente, una sonrisa se le dibuja en el rostro.
—Quería saber dónde, cómo, con quién, cuándo, por qué —Draco se ríe—. Recuerdo que me dijo "¡yo no les di mi bendición!".
—"¡Son unos cachorros todavía!" —agrega Harry, con un tono que pretende imitar el de su padrino, pero fracasa de forma estrepitosa.
—Le encanta decirnos así, "cachorros".
—A veces creo que en serio ve a dos cachorros cuando nos tiene al frente.
—Es Sirius —Draco ladea la cabeza en su dirección—. Por supuesto que ve a dos cachorros.
Sus risitas cesan casi al mismo tiempo. Los dos se limitan a contemplar el techo, el suspiro que viene después es conjunto.
—Hay que decirle, ¿cierto?
—Sí —Harry asiente, a pesar de que no lo mira.
Luego viene la temida pregunta.
—¿Cómo?
A Harry le hubiese gustado ser directo, pero teme que podría obtener una reacción inicial negativa de su parte. Draco prefiere no arriesgarse.
—0—
En determinado punto de los terrenos, el patio de Ilvermorny converge con un bosque mágico en verdad precioso, lleno de diminutas criaturas que no son consideradas hadas, pero tienen forma humanoide, ropa de hojas y flores, y pequeñas alas que cambian de color, acorde al ángulo en que les dé la luz. Nadie conoce su nombre, ni siquiera los profesores, y no aparecen en ningún libro; tienes que asistir al colegio para que aparezcan ante ti. Hay quienes dicen que son guardianes. Tampoco saben de qué.
Lo cierto es que a Harry le parecen muy lindas. Su grupo se reúne en un extremo alejado, cerca del arroyo que va más allá de las barreras mágicas que no deben atravesar, y las criaturitas revolotean en torno a ellos. Se sientan en sus hombros, impactan contra la mejilla de Connor para capturar su atención, se posan en las manos que Lindy les ofrece, tiran de los mechones de Draco sin fuerza. Aman el cabello de Draco, en particular. Él no puede culparlas.
Los cuatro forman un impreciso círculo, e intentan llegar a un acuerdo. No siempre es fácil. Por norma general, el grupo deja la decisión en el más capacitado, de forma que cada uno tiene un área; por ejemplo, Lindy es la que dicta de qué manera se van a organizar para estudiar y hacer tareas, pero Draco, que es un poco más sensato, el que arma sus horarios. Si fuese por su amiga, se pasarían el día y la mitad de la noche en la biblioteca.
Connor es el que da las ideas para que se vean en vacaciones y locuras de menor importancia dentro del colegio (las bombas fétidas en el vestidor del equipo rival de Harry antes del partido de Quidditch, perseguir a un wampus que lleva comida a sus crías, entras otras tonterías).
Harry, bueno, él no se explica por qué, pero cuando los chicos no llegan a una solución por sus propios métodos, miran en su dirección, como si esperasen algo. Eso cuando Connor no se proclama a sí mismo sabio todopoderoso capaz de decidir por los cuatro, por supuesto.
En esa ocasión, vuelven a hacerlo.
—Estamos hablando del profesor Black —recuerda Lindy, en tono angustiado—, el mismo que estuvo a punto de batirse a duelo con la profesora de Pociones cuando le puso menos que Extraordinario a Draco en su TIMO.
—Mi poción era perfecta —El mencionado eleva la barbilla—, y pads lo sabía.
—Y aquella vez que hizo berrinches al director porque decía que no podía castigar a Harry por haber lanzado una maldición a alguien que lo atacó antes —señala Connor, pensativo.
—Cuestión de lógica —sigue Draco—, yo los habría maldecido también de estar ahí.
Harry experimenta un pequeño momento de ternura y le da un débil apretón a la mano de su novio, en el espacio entre ambos. Intercambian una mirada y una fugaz sonrisa, antes de centrarse en sus amigos.
—Todavía nos llama "cachorros" —Draco suspira—. Y los últimos días me va a buscar cuando termina la reunión del club de arte, intentando mantener alejado a Johnson, porque piensa que saldré con él y me romperá el corazón después de quitarme mi inexistente virginidad, o algo así.
Lindy ahoga la risa. Connor frunce la nariz.
—No necesitaba oír lo último, compañero —Connor le lanza una patada sin fuerza, que apenas lo roza, y se inclina más hacia adelante—. Hablando en serio, ¿qué es lo peor que puede pasar si le dicen?
Ellos vuelven a observarse.
—Podría…—comienza Draco, dubitativo— separarnos en dos cuartos en casa.
—¿Todavía comparten cuarto? —Lindy arruga el entrecejo. Ambos se encogen de hombros—. Si Sirius supiese lo que hacen, definitivamente los separaría…
Ahí, Connor suelta un débil "ah".
—Lindy tiene razón —Hay tres expresiones estupefactas, la mayor de todas de parte de la chica, que se giran hacia él. Connor no parece notarlo, está abstraído en sus pensamientos de ese modo que les sirve para recordar que tiene cerebro, aunque decida no usarlo para los fines apropiados—. Sí, veo el problema. Sirius los considera la familia que le hace falta. De cierta forma, que sean pareja, desequilibra esa armonía que existe dentro de su cabeza…no es que sea malo, pero puede ser un poco shockeante. Y todos sabemos que el profesor Black no es una persona precisamente tranquila y estable…—Les da un vistazo, parpadea. Cuando cae en cuenta de la sorpresa de los demás, sonríe—. ¡Pero seguro que no manda a ninguno de vuelta a Europa, eh, tranquilos!
Y ahí se acabó su momento de inteligencia. Draco y Lindy suspiran, Harry sólo menea la cabeza.
—Entiendo que, desde el punto de vista del profesor, el que ustedes dos salgan —Lindy gesticula para abarcarlos a ambos, vacilante—, será como si tuviese dos hijos y acabase de descubrir que se acuestan cuando él no está presente, ¿cierto?
Un par de vagas respuestas afirmativas le dejan otra expresión pensativa.
—Creo que eso sería traumatizante para cualquier padre —opina Connor, en voz baja, sin ver a ninguno—. Mi padre los enviaría a extremos diferentes del ejército, después de una paliza con acero en las manos y almohadas en el cuerpo.
Harry frunce el ceño.
—¿Para qué las almohadas?
—Cuando golpeas a alguien poniendo una almohada entre el puño y su piel, hay menos evidencia física —murmura, distraído—; no detienen el sangrado interno, pero si estás escupiendo sangre porque se te soltó un órgano, ya es un poco tarde para quejarte…—Vuelve a parpadear hacia ellos—. Es un castigo común, ¿no?
Lindy se inclina hacia él, despacio, tocándole el brazo, con tacto suficiente como si fuese una pieza a punto de ceder.
—¿Quieres contarnos algo, Coni?
Connor pasa la mirada por cada uno de ellos, confundido. Su boca se abre en un grito silencioso y empieza a sacudir las manos en el aire.
—¡Por Isolt, no! ¡Mi padre sólo toca la trompeta en mi oído cuando no me levanto a las cinco en casa…! ¡No! Vi que le hacían eso a un cabo —Rueda los ojos y le resta importancia con un gesto. Lindy continua trazándole caricias circulares en el brazo, con el pulgar, por unos instantes.
—Por suerte —prosigue ella, mirándolo de reojo, para luego decidir centrarse en ellos—, Sirius no es ningún militar no-maj con varas de acero —Hace una breve pausa—. Mi madre…probablemente ella reaccionaría con horror y nos alejaría por el pánico. Creo que, en cada caso posible, la reacción inicial es alejarlos por, ya saben, es como incesto- no es que lo que hacen sea- pero como él lo ve…uh.
Draco suelta un pesado suspiro.
—Para ser honesto —Observa a Harry al decirlo; él comprende de inmediato que es importante, que está más preocupado de lo que aparenta y tiene la esperanza de que Harry pueda hacer algo—, quiero que lo sepa. Pero no quiero que sea traumatizante para pads, ni destruir… la familia que quiere. Mis padres están lejos, así que pads- Sirius es como mi segundo padre, y si no lo aprueba, será un poco…—Lo ve tragar en seco. Luego deja escapar una risa hueca, apartando la mirada—. No es como si fuese el fin del mundo, no terminaría contigo por eso, es sólo…
Calla. Harry vuelve a sostener una de sus manos, para que sepa que comprende el punto. Frente a él, Lindy se estira para tomar su otra mano y repite esas caricias circulares en el dorso.
—Cuando me he enfermado, estemos en Salem o aquí, pads se queda a un lado de mi cama toda la noche y el día; deja de dar clases y se le olvida que tiene que comer también. Y cuando tuve pesadillas las primeras noches después de venir, que todavía no quería buscarte a ti —aclara, echando un vistazo divertido a Harry—, hizo varios desastres en la cocina, intentando prepararme una taza de chocolate caliente especial, como la de mi madre. Sería lindo que pudiésemos explicarle de modo que no entre en shock —Se encoge de hombros.
Harry tiene que pensar en una solución. Sabe que debe encontrarla. Draco tiene dificultades para lidiar con dar una mala imagen a sus padres y Sirius, y se puede derrumbar en inseguridad si piensa que está haciendo algo que podría dañarlos. No quiere que su relación se convierta en ese "algo".
—Hay…—Harry se detiene y respira profundo para infundirse valor, cuando los tres se fijan en él—. Creo que hay una manera…de que no resulte tan problemático y Sirius lo entienda sin entrar en pánico. Pensaba evitarlo, lo he hecho por años. Lo dejé para un caso de emergencia y…supongo que este es uno, ¿no?
Draco arruga el entrecejo, aturdido.
—¿De qué hablas, Harry?
—¿Recuerdas las cosas que nos ha contado de Inglaterra? —Su novio asiente al escucharlo—. ¿Quién es la única persona en el mundo a la que Sirius escucha en realidad, cuando no quiere oír razones de nadie más?
Puede distinguir la comprensión atravesando sus preciosos ojos grises. Su respuesta es apenas una exhalación.
—Lupin.
Harry asiente.
—Moony es mi medida de emergencia si Sirius enloquecía.
—¿Quién es…Lupin?
Ambos observan a Lindy. Harry procede a explicarles su futuro plan.
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