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CHAPTER FOURTEEN

Ese día sería el último que Sebastian pasaría al lado de su padre, el viejo se notaba un poco abatido, pero al menos ya sabía que su hijo y su nieto se encontraban bien y a salvo. Además, sus reuniones podrían ser más frecuentes ahora que sabía en dónde se encontraba su hijo y que habían trazado un plan. Ese día tendrían una entrevista con el detective Haggard, gracias a Ian Watson, quién se había encargado de hacer la conexión.

Sebastian entró a la oficina del detective, seguido de su padre, quien por cierto, llevaba en brazos a su nieto, ya que no deseaba soltarlo para nada, mucho menos ese día. El joven Stan saludó, mientras Haggard se ponía de pie.

-Buenos días, detective – Dijo Seb extendiendo su mano.

-¡Ustedes deben ser los Stan! – Exclamó el detective apretando la mano del chico – Es un placer conocerlos y también todo un honor tenerlos en mi despacho.

-El gusto es nuestro – Sonrió Vladi inclinando su cabeza mientras se dejó caer en uno de los sillones – Pero, iré al grano – Suspiró el viejo – Supongo que ya conoce el motivo de nuestra visita.

-Efectivamente, señor Stan – Dijo Haggard – Sé perfectamente a lo que han venido.

-¿Y está de acuerdo? – Preguntó Sebastian mirándolo fijamente – Nosotros podemos pagarle el doble, incluso el triple, si usted lo pide.

-Yo estoy de acuerdo – Respondió el detective – Si me pagan el doble, por mí es perfecto, no pido más. Otra cosa – Dijo rascándose la cabeza – El matrimonio Barker quedó de enviar mi cheque, desde hace más de una semana y hasta hoy no he recibido nada.

-Mal empiezan como negociantes – Rió Sebastian – Pero no se preocupe, ahora mismo le extenderé un cheque el cual puede cobrar de manera inmediata.

-Si no le han pagado – Añadió Vladi – Es porque no les he depositado la pensión mensual, tengo, por cierto, una semana de atraso.

-¡Señor Stan! Usted es mi héroe – Se carcajeó el detective – No deben preocuparse, yo enviaré lo que ustedes me digan, si ustedes lo piden, puedo mandar a Sebastian hasta la luna y esa información se la doy a los Barker.

-Perfecto – Murmuró Sebastian extendiendo el cheque – Aquí tiene y nos reuniremos con usted dentro de un mes, ¿le parece bien?

-Aquí los estaré esperando, señores Stan – Exclamó Haggard – Estoy a sus servicios.

Padre e hijo asintieron y se levantaron de sus asientos, habían cerrado un buen trato con ese detective que les daría pistas falsas a Katrina y su familia. Se despidieron de Haggard con un fuerte apretón de manos y dejaron la oficina. Salieron rumbo a un lujoso restaurante para almorzar, una vez en el lugar, tuvieron una conversación respecto a la situación de la empresa.

-Creo que deberías seguir haciéndote cargo de Stan Electronics – Comentó Vladi – No me gusta eso de que estés jugando al mecánico en ese pueblucho. ¡Tú no tienes necesidad de eso! Haces falta en la empresa.

-No debo levantar sospechas – Dijo el joven ofreciéndole a Velkan un poco de su alimento para bebé – De hecho, no uso el apellido Stan, soy Sebastian Steele, sobrino nieto de Agnes y Colin – Dijo entre risas - ¿Y qué quieres que haga? Sabes que me gusta todo eso de arreglar autos…

-¡A eso se le llama perder el tiempo! – Lo interrumpió su padre - ¡No sé como permití que tomaras esos cursos!

-¡Pero son útiles! – Se defendió Seb – Mira que me han servido mucho para mantener oculta mi identidad. Pero mejor dime, ¿planeas que me haga cargo desde la distancia? – Preguntó ofreciendo más comida al bebe que lo miraba expectante.  

-Sí, eso es lo que quiero que hagas – Respondió su padre – Que desde Lower Hampton estés al pendiente de tu empresa, tu patrimonio y el de mi nieto – Exclamó el viejo – Todo lo que tú me digas, se lo comunicaré a Lincoln, ¡y él se encargará de aplicarlo! Cómo si de verdad él diera las órdenes.

-Como veo que no tengo otra alternativa, estoy de acuerdo – Comentó Sebastian – Aunque en realidad debo decirte que extraño mi trabajo – Exclamó lanzando varias carcajadas.

Vladi también rió ante el comentario de su hijo y Velkan también los imitó, contagiado de las risas de los adultos. El tema dio un giro de 180 grados y comenzaron a hablar de cosas menos importantes, pero que ambos compartían, como su afición por la lectura y las carreras de caballos.

-La próxima vez que vengas, te llevaré al hipódromo – añadió Vladi – Hace tiempo que tú y yo no vamos por ahí.

-La verdad es que no sería muy conveniente ir por ahí, ¿sabes? – Respondió Sebastian – Nos podemos encontrar con seres despreciables como tu yerno favorito o con algunos de sus conocidos. Aunque lo quiera, no me pararé por ahí.

-Tienes mucha razón, por ahora debes mantenerte oculto hasta que resolvamos ese problema con Katrina, su esposo y su hijo. – dijo Vladi con tristeza – Pero estoy seguro que pronto todo volverá a ser como antes.

-Yo también estoy seguro, no te desesperes y actuemos de acuerdo al plan. – respondió el muchacho – Lo único que debes hacer es mostrarte triste y abatido frente a ellos, fingir que no has tenido noticias sobre mi y que estás al borde del suicidio por la desesperación en la que estás viviendo.

-¡Tampoco exageres, Sebastian! – dijo el viejo y comenzó a reír otra vez.

*****

Katrina y Stephanos entraron en la oficina de Vladislav Stan, su secretaria intentó detenerlos pero para su sorpresa se encontraron con Lincoln. El hombre los saludó y les pidió que lo siguieran hasta u oficina para atender a su petición.

-Se puede saber, ¿en dónde se encuentra mi padre? – exclamó Katrina bastante molesta – Tengo más de tres días intentando comunicarme con él y ¡no responde a mis llamadas!

-El señor Stan se encuentra muy ocupado, tuvo que salir por motivos de trabajo y regresará entre martes o miércoles. – respondió el hombre con tranquilidad – Si tienen algún problema, hablen con su asistente el señor Vladislav Barker.

-¿Te atreves a burlarte de nosotros? – dijo Stephanos cruzándose de brazos – Te recuerdo que solamente aquí eres un gato, el gato del viejo Stan. ¡No te quieras sentir el jefe!

-Perdóneme señor Barker. – exclamó Lincoln – Pero mientras el señor Stan y su hijo Sebastian no se encuentren aquí, yo estoy al mando. Me lo ordenó estrictamente el señor Stan, esperen a que él regrese para que arreglen sus asuntos.

-¡Pues comunícate con mi padre ahora mismo! – rugió Katrina.

-No puedo, tengo órdenes de no molestarlo. – respondió el hombre – Y usted lo  conoce mejor que yo, sabe cómo reacciona el señor Stan si se le molesta. Así que deben esperar o ya les dije, hablen con su asistente.

Katrina y Stephanos salieron muy molestos de la oficina de Lincoln y se dirigieron hasta la oficina de su hijo Vlad. Al abrir la puerta, se encontraron con una escena que no les gustó para nada. Vlad se encontraba sentado en su silla, con su secretaria sobre las piernas. La mano de su primogénito se encontraba acariciando la entrepierna de la mujer y esta intentaba gemir pero la boca de Vlad no se lo permitía.

Katrina lanzó un grito de horror e inmediatamente la mujer se levantó como impulsada por un resorte, del regazo de Vlad. Este también se puso de pie y le ordenó a la chica que abandonara su oficina, que después hablarían.

-¡Largo de aquí, maldita zorra! – gritó Katrina y la chica salió corriendo cerrando la puerta tras ella.

-¿Qué ustedes no saben que tienen que tocar antes de entrar? – dijo Vlad sentándose de nuevo en su silla - ¿Qué es lo que quieren?

-¡Eres un sucio! – Exclamó su padre – Esas cosas no se hacen y menos en la oficina.

-¡Por favor! – Gritó Vlad rodando los ojos - ¡Miren quién viene a darme consejos!

-¡Basta! – Intervino su madre - ¿Dónde está tu abuelo?

-¿Y yo que voy a saber? – Dijo el chico encogiéndose de hombros – Salió, parece que a atender un nuevo negocio y no va a regresar hasta el miércoles. No pregunté más porque ustedes bien saben cómo se pone de pesado y yo no quiero aguantar a un viejo loco.

-Deberías aprovecharte y tomar el lugar de Sebastian – Dijo Stephanos – Gánate su confianza.

-Lo he intentado, ¡pero el viejo me ignora! – Exclamó Vlad – Parece que nada de lo que yo hago es suficiente para él. ¡Todos tienen su aprobación! Incluso Dimitri y Boris, que tienen cinco años. ¡Hasta el hijo del bastardo! Yo soy un cero a la izquierda para él, ¡y por eso lo odio! Lo odio tanto que deseo verlo muerto – Gritó frotando sus sienes.

-¡Ay, mi bebé! – Exclamó Katrina abrazándolo – Ya nos vengaremos de ese maldito viejo, ¡yo también lo odio y quiero asesinarlo! Nos tiene a pan y agua, no ha depositado nuestra pensión mensual y le pregunté a Polina y me dijo que a ella tampoco le han enviado su cheque. Y a Smeranda mejor no le digo nada, porque ellos nunca lo cobran.

-Deberían darnos ese dinero a nosotros si no lo quieren – Dijo Stephanos – Para nosotros es más necesario.

En ese momento, el timbre del teléfono comenzó a sonar con insistencia y Vlad atendió la llamada, se trataba del señor Stan, su abuelo.

-¿Qué novedades hay? – Preguntó el hombre sin saludar.

-Hola abuelo – Dijo Vlad - ¿Cómo has estado? ¿Todo bien? – Preguntó con hipocresía – Aquí están mamá y papá que desean hablar contigo. Es de carácter urgente.

-Si no son negocios, no es nada urgente – Respondió cortante – Pero, ¿qué es lo que quieren esos zánganos?

-Están aquí, porque su cheque mensual no ha sido enviado aún – Exclamó Vlad – Desean saber cuándo lo recibirán.

-¡Nunca! – Dijo el viejo – Recibirán su dinero hasta que aparezca Sebastian, ¡de lo contrario nadie, nadie recibirá dinero! – Finalizó el hombre y colgó.

Vlad hizo una mueca de asco y fastidio y colgó al escuchar que la llamada se cortaba. Miró a sus padres, que esperaban su respuesta.

-¿Y bien? ¿Qué te dijo el viejo? – Preguntó Stephanos.

-¡Rápido, di lo que te dijo! – Gritó Katrina.

-Que nadie va a recibir dinero hasta que aparezca Sebastian – Exclamó Vlad.

Stephanos y Katrina se quedaron helados ante esa revelación, ¿cómo era eso posible? ¿Por qué el viejo se portaba así con ellos? No era justo, ¡el bastardo se había ido y él perdía la cabeza! Ahora, ¿qué sería de ellos? Sin dinero, sus acreedores los molestarían de nuevo, obligándolos a pagar o llevándose sus valiosas posesiones. ¡No lo podían permitir! Tenían que encontrar a Sebastian a como diera lugar.

*****

Sebastian y su padre se despidieron el lunes por la tarde. El viejo Stan acompañó a  su hijo y a su amigo Michael hasta el aeropuerto. Vladislav no deseaba que su hijo y su nieto se alejaran de nuevo, pero habían acordado hacer las cosas conforme al plan.

-No quiero ponerme melancólico - Dijo Vladi - Pero prometo visitarte en un par de semanas. - Exclamó besando la frente de su nieto.

-Yo tampoco quiero llorar, pero será mejor que me aleje antes de cambiar de opinión - Dijo Sebastian abrazando con fuerza a su padre - Te llamaré al llegar a Lower Hampton - Dijo besando la frente del viejo y se alejó antes de sentir el impulso de mantenerse junto a su padre.

Michael se despidió de Vladislav y siguió a su amigo hasta que abordaron el avión. Había sido un fin de semana bastante agitado en Nueva York, pero muy productivo. Ahora debían regresar a sus actividades y ponerse al día con sus trabajos. Velkan dormía profundamente en los brazos de su padre y este conversaba con su mejor amigo de temas triviales,  para no levantar sospechas.

Al llegar  a Halifax, Mike insistió en llevar a Sebastian y a su hijo hasta la granja Steele. El hombre no había comentado nada a cerca de Evangeline, quien sería la nueva inquilina de los abuelos de Sebastian, había olvidado por completo ese tema, concentrándose solamente en los asuntos que debía tratar con los Stan. Cuando llegaron a la granja, Seb lo invitó a entrar, pero se excusó diciendo que prefería regresar a su casa y descansar. Ambos amigos se despidieron y Sebastian entró en su hogar, llevando en brazos a Velkan que se encontraba profundamente dormido.

-He regresado  - gritó y a pesar de ello, el bebé no despertó - ¿Me extrañaron familia? - preguntó feliz dejando sus maletas en el piso.

-Bienvenido, hijo. - Dijo Colin saliendo de la cocina y corriendo a abrazarlo - Te esperábamos desde ayer.

-Perdón pero Vladi no quería dejarnos regresar, ya ves como es el viejo. - respondió Sebastian - Y la abuela ¿por qué no salió a recibirnos?

-Está en la cocina - respondió su abuelo - Pero ven y dame a ese muchacho, vamos a la cocina - Dijo el señor Steele tomando entre sus brazos al niño y entrando en la cocina.

Sebastian lo siguió de cerca, entrando también y se quedó de pie en el umbral al contemplar a la mujer que se encontraba junto a su abuela. Las mujeres bebían chocolate y reían, pero guardaron silencio al verlos entrar.

-¡Mi niño! -exclamó la señora Steele - ¡Te esperábamos antes! - Dijo abrazando al joven y besando sonoramente a su nieto.

Sebastian no respondió, solo miraba a la chica que estaba de pie junto a la mesa de la cocina. La mujer llevaba un ridículo camisón rosa de franela que le cubría hasta los tobillos, pero eso no era lo que había llamado la atención de Seb, había sido su rostro ovalado  enmarcado por el cabello castaño hasta los hombros. Sus ojos eran grandes y expresivos, sus cejas muy pobladas destacaban demasiado, pero le otorgaban un encanto especial. Además su nariz ancha y sus labios gruesos encajaban perfecto en su imagen de niña buena y bien portada. A Sebastian le pareció muy hermosa, pero tenía una duda, ¿qué hacía ella ahí?

-¡Permiteme presentarte a Evangeline Foster! - comentó la abuela al ver que Sebastian no quitaba los ojos de esa chica.

- Mucho gusto, soy Sebastian Steel - respondió secamente el chico mientras barría con la mirada a Evangeline quién se ruborizó y bajó la mirada.

-E-es un placer – Exclamó Evangeline con timidez, cautivada por la belleza masculina del hombre y la hermosura de sus ojos azules – Sus abuelos me han hablado mucho de usted.

-Genial – respondió – Pero tengo una duda, ¿qué es lo que hace usted aquí, señorita? ¿Está de visita? – Preguntó sin rodeos ante la mirada atónita de sus abuelos por la falta de tacto de su nieto.

-Evangeline será la nueva maestra del jardín de niños de la escuela aquí en la comunidad – Intervino inmediatamente Agnes – Ella necesitaba alojamiento y nosotros nos ofrecimos a rentarle el cuarto de la planta baja.

-¿Ah sí? - preguntó Sebastian arqueando las cejas - ¿Y qué les da derecho a rentar el cuarto de Valery?

-¡Sebastian! – lo reprendió su abuelo – Hablamos después de eso, ¿quieres cenar?

-¡No, gracias! – dijo el muchacho de manera cortante – Ya se me quitó el hambre, creo que me iré a dormir pues el viejo me encomendó bastante trabajo. Además mañana hay que abrir el taller. ¡Buenas noches! – exclamó y tomó a Velkan para subir a prisa las escaleras.

Evangeline se quedó sorprendida ante la reacción del joven, sintió pena por él, quizá ella estaba ocupando una habitación que no debía haber sido utilizada por nadie más, ¡pero no la iban a mover de ahí! Había rentado ese sitio y necesitaba el alojamiento. Trataría de tener el menor contacto con ese tipo, que viéndolo bien no era tan agradable como todos le habían comentado, pero aún así, era guapísimo. La chica sintió cómo al rubor teñía sus mejillas al pensar en Sebastian, pudo sentir también cómo el calor invadía su cuerpo y lo imaginó desnudo frente a ella. ¡No, no, no! No debía pensar en esas cosas, ¡ni siquiera lo conocía! Decidió retirar esos pensamientos de su mente y volvió a sentarse junto a los señores Steele para continuar con charla y beber su chocolate.

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¡Qué cosas con toda esta gente! Primero Sebastian y su padre planeando como desenmascarar a Katrina y su familia. Esta, su hijo y su marido pensando deshacerse del viejo Stan, ¡puro loco aquí! Cada uno con sus ideas. Sebastian y Evangeline se conocieron, pero tal parece que a él no le agrado la idea de tener a la chica en su casa. ¿Qué les pareció este capítulo? Espero sus comentarios y gracias por leer.
#MaryCruz

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